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IV. Cuando un dinosaurio usó la guitarra y no para tocar

Maui se mete entre mis piernas.

Okey, no. Explicaré bien que soné disneyfílico.

El gato Maui, mascota del conserje me saludó con entusiasmo cuando hice mi entrada por las puertas de la preparatoria.

Posiblemente sea el único animal que me quiere y me trata bien. Y realmente deseo pensar que no es por lástima, ¿verdad?

¡No quiero sus opiniones!

Continuaré con mi día y ustedes se estarán quitecitos, ¿entendido?

Me dirigí hacia mi salón cantando Dora la Exploradora y lo primero que aprecié fue a una maravillosa mujer de cabellos rubios que se encontraba de espaldas mientras anotaba algo en la pizarra. 

La profesora Adriana me traía atontado desde la vez que me prestó su lápiz en un examen. Olía tan encantadoramente bien, que me lo quedé y le di la excusa de que lo había olvidado en casa.

Era un bonito recuerdo suyo, era como uno de esos fan's que consiguen casualmente las prendas interiores de su ídolo. 

Claro que... Lusho me lo robó y lo metió en solo Lucifer sabía dónde carachos. Ahora viendo esos nombres en la misma oración, no me parecía tanta casualidad de que ambos empezaran con Lu.

Wayta me esperaba en nuestra mesa habitual en la primera fila, pero yo no podía dejar de observar a la hermosa diosa que me daba las nalg... la espalda quiero decir.

Fue el ruido que hice al sentarme lo que le hizo voltear.

—Luck —Ay que me derrito cada vez que me nombra—, buenos días —Y me sonríe.

Error en el sistema.

Error en el sistema, bitches.

Aulisi ma lendo Adri ka bela, jeje... 

Recibí un golpe en el hombro de Wayta para que dejara de hablar el Stupidisluckys. Idioma que milagrosamente sabía hablar cuando Adriana me dirigía la palabra.

—Ejem... —Tosí, con las risas de mis compañeros a mi atrás—. Buuuu-bbbuenosss díiii... —Suspiro. Cálmate Lucky, cálmate que solo te está mirando con esos bellos ojazos. Tranquilito—... aaas, jejeje.

E hice el intento de una sonrisa normal. Porque lo que tenía en la cara en ese instante causaría pesadillas a cualquier adulto.

—Okeeeey... ¡Vamos a empezar! —anunció luego de aplaudir con aquel tono de voz tan femenino y angelical.

Gracias porque sino seguiría haciendo el papel tonto de zombie enamorado.

Y rechazado no lo duden.

—Abran su libro de Matemáticas en la página 109 —ordenó y todos obedecimos—. Hoy no me tocará a mí dar la clase. Me han recomendado un video muy especial e interesante que pondré en unos momentos para que puedan entender el contenido de hoy. Iremos con el nuevo épígrafe: Análisis;  donde veremos los límites, las asíntotas, las derivadas, integrales, etc... Pero explicado por alguien muy capaz, y considerado maestro de maestros aquí en el pueblo. ¿Comprendido?

¿No escucharía su maravillosa voz en el día de hoy? ¿Luego de tanto tiempo sufriendo desgracias ella no me curaría esas heridas?

¿Que clase de estafa era esta?

¡Yo solo venía a la escuela por ella!

Ah, y para no estar en casa con la rata por supuesto.

Adriana se dirigió hacia la televisión, en donde conectó su laptop y puso un video. En pantalla apareció un señor rechoncho, con un extraño bigote y calvo.

¿Por qué los profesores de matemáticas casi siempre eran calvos?

Gracias a Dios que no me gustaba la matemáticas.

Pues ya me vale, así nunca la conquistaría.

«Hola, mis futuros matemáticos. Soy el profesor Lomas Thont Hón y me encargaré de su clase de hoy. Hablaremos sobre el concepto y cálculo de límites. Límites infinitos y en el infinito... Cálculo e interpretación de asíntotas, estudios de continuidad de una función, continuidad en un punto. Continuidad en un intervalo. Tipos de discontinuidad y finalmente, la interpretación geométrica y física del concepto de derivada de una función en un punto. ¿Entendido?»

El infinito y más allá de un punto derivado de la continuidad del intervalo es discontinuo a mi física interpretación jurídica y carcelera porque mi límite asume que tres tristes tigres tragaban trigo en un trigal y esto es peor que la gallina pinta pipiripinta porque Pancha plancha como con cuatro planchas y Pabitlo cabló un clavito.

Captado.

El profesor "Tontón" continuó armando sus trabalenguas, pero ninguno de los alumnos le prestaba atención. Yo no tenía ni idea de lo que hacían ellos, pero en mi caso...

No podía dejar de suspirar por ella.

Por Adri.

Era perfecta. Era inteligente, hermosa, buena, amable. Delicada. Con una sonrisa encantadora y me trataba genial.

Vaya, con esas explicaciones daré a entender que ando un poco necesitado de afecto.

¿Alguien se ofrece?

No podía evitar que corazoncitos saliesen de mis ojos en su dirección, admirando como sonreía a la pantalla y asentía con cada uno de los conceptos del calvo.

Yo sería capaz de ser calvo por ella.

Yo lo haría todo con tal de...

—¡Mamáaaaaaaaaaa!

Todos volteamos hacia la puerta, donde el llanto de un niño había interrumpido finalmente las explicaciones explota cerebros que estaba dando el rechoncho sujeto.

—Adri, lo siento... pero tengo que dar clase y no puedo cuidarlo más —explicaba la profesora de Literatura, con el niño llorón cogido de la mano.

Oh no...

Ese era...

—No te preocupes —sonrió mi diosa—. Ven bebé, ven con mami.

Junior.

El bebé Junior.

Mi peor pesadilla.

Parte 2.

—¡Junior! —exclamó Wayta a mi lado, porque a ella sí le caía bien aquel diablillo con claros ojos angelicales.

¿A Wayta alguien le caería mal algún día?

El nene corrió a los brazos de su maravillosa madre, deteniéndose de llorar casi que al instante.

Y me miró.

Uno, porque era de los primeros.

Y dos, porque él sabía que yo estaba loco por su madre.

Ese niño conocía mis planes, y de alguna manera siempre los fastidiaba.

Definitivamente estaba paranoico. Un niño de dos años compitiendo con uno de dieciséis.

¡Ah! Pero ese no era cualquier niño... Para nada.

Ese mocoso era Lusho versión humanizada y puede, que un poquito más controlada.

Y es que mi diosa era soltera.

Se había divorciado hacía dos años de un patán que no la merecía. O eso había escuchado por ahí. También habían dicho que una vez la vieron conducir una camioneta a toda velocidad mientras que su exmarido estaba amarrado al techo. ¿Qué cosas no?

Los rumores que uno inventa.

Bueno, tuvieron a Junior antes de divorciarse finalmente. A veces lo dejaba en el jardín de infantes pero a veces también lo traía a clase. Como ella era una diosa, nadie se lo prohibía.

¡Agh!

¡Como odiaba esas malditas veces en las que lo traía! No me le podía acercar ni tan siquiera por una duda de la clase. 

De hecho, justamente ahora mientras tomamos apuntes el mocoso está sentado sobre las piernas de Wayta y con su irritante sonaja se encarga de golpearme la mejilla.

No uno.

No dos.

Perdí la cuenta luego de la vez número treinta y cuatro.

Tenía un tick en el ojo izquierdo. Mi mano escribía conforme el mocoso me golpeaba. Y sonreía el bebé bueno, sonreía como si no estuviese haciendo nada malo.

A esto me tenía que enfrentar cada vez que venía.

Porque Adriana amaba a ese bebé. Y yo la amaba a ella.

Lo haría todo con tal de verle feliz.

—Y bueno, creo que eso es todo por hoy —proclamó cuando sonó el timbre—. Hagan sus deberes y si tienen dudas, pues pueden llamarme.

Junior metió el dedo en su nariz y descubrió una maravilla más de la naturaleza.

El moco. 

Y me lo pegó en el cabello.

Mis compañeros se rieron. Wayta sonrió ingenua. Junior sonrió malévolo. Adriana no lo vio porque estaba recogiendo sus cosas para su próxima clase.

Y eso era un maldito problema.

¡Nunca le veía!

¿A quién les recuerda?

—Ven bebé —recogió a Junior sobre Wattys y lo abrazó. Mi amiga hizo un puchero y pellizcó la nariz del niño—. Nos vemos mañana, chicos. Que tengan un buen día.

Se despide y da media vuelta para marcharse.

¡Y cómo no!

Junior me sacó la lengua.

Pero yo era más maduro que él. Tenía 16 años, Santos Cielos, ¡claro que lo era!

Yo solo le saqué el dedo de en medio y fue cuando recibí un golpe de Wayta nuevamente.

—¡Luck, es un bebé! —regañó.

¿Cómo no estaba en el hospital luego de tantos madrazos?

Creo que ni en el cielo ni en el infierno me querían.

Bien, continuemos. 

Mi mejor amiga y yo recogíamos nuestras pertenencias, pero yo noté que Wayta se me había quedado mirando muy fijamente.

—¿Qué? —cuestiono, encontrándome con que alguien había pegado un chicle en mi mochila.

Estaba seguro de que ese había sido Jone. Y nop, no se pronuncia en inglés amigos. Hablen el español libremente.

—¿Tienes que ir a la práctica de fútbol?

—Ya lo hablamos —resoplé.

—Pero es que sabes que solo te quieren por...

—Por mi talento innato para moverme —le resté importancia, pegando el chicle en la silla del sospechoso—. Tranquila. Todo saldrá bien.

Ella solo me miró dudosa.

¿Quién ha dicho que los días en la prestigiosa preparatoria del pueblo de Arrobahumores eran aburridos?

Ojalá fuesen aburridos.

Nunca debí haber aceptado pertenecer al equipo.

Era un inútil. 

—¡Luck! ¡Mueve esas caderas ahora! ¿A eso le llamas "darnos vida"? —gritó alguien, pero no pude ver de quién se trataba.

¿Y como lo haría?

Si estaba metido en aquel traje enorme que me cubría de la cabeza a los pies y que casi no me dejaba respirar.

Menos ver.

—¡Barney es un dinosaurio que vive en nuestra mente! —Moví los brazos, luego mi cintura. — ¡Cuando se hace grande es realmente sorpren...!

—¡LUUUUCK!

Gritaron muchas voces a la vez.

Con dificultad, me quité la cabeza.

Ya me vale, ni modo que fuese fácil.

No en serio, debieron ver sus caras al leer esto.

Me refería a la cabeza del disfraz que traía puesto. Y cuando al fin pude respirar, noté que todos los miembros del equipo de fútbol me acribillaban con sus miradas.

—¿Qué pashó?

Jone, si si...

El mismísimo payaso del chicle... capitán del equipo, dio un paso al frente.

—Esa no es la canción. Ni tampoco el baile —suspiró—. No nos estás dando ánimos.

—¿Cómo que no? ¿Quién no se anima con Barney?

Sé lo que están pensando.

¿Que estoy haciendo con mi vida leyendo a este idiota hablando de un ser imaginario y que posiblemente sea pedófilo y que justamente ahora acaba de arruinar mi infancia?

Eso, o que ya descubrieron que en realidad soy la mascota del equipo por mis maravillosas habilidades danzarias.

Recuerden el twerk, amigos.

—Por última vez. Que no es Barney, es Vernie. El dinosaurio feroz.

Miré mi disfraz de arriba a abajo.

—No, definitivamente este es Barney, el dinosaurio rosado para nada feroz. Si quieren le añado a la coreografía un argh, argh y muevo las manitas como un Rex.

Hice el gesto y Jone se agarró el puente de la nariz de un modo súper cool.

—Es que la escuela no nos ha conseguido el disfraz, y en la tienda solo estaba este.

—Pero esa no es mi culpa, sino de la pobreza del director. O en realidad, es que no le pagan lo suficiente y eso ya es culpa del sistema, y de la economía. Aunque más bien, todo tiene que ver más con el Gobierno, y entonces todos querríamos matar al Presidente cuando Trump es en realidad el maldito hijo de su...

—¡Ya, ya, ya Luck! Tranquilo —Jone pasó una mano por encima de mis hombros rosados—. Vamos a almorzar amigo, que ya es hora. Además, debes relajarte un poco.

—Estoy relajado. Tanto que puedo hacer esto.

Todavía con aquel traje, moví mis brazos como una ola consecutiva por dos segundos. Luego, hice el pasito seisi de Anuel beibe y me tiré al suelo para hacer un ángel de tierra.

—En serio, ¿cuándo nos volvimos amigos? —preguntó Jone a los dioses.

Y yo pregunté.

«En serio escritora, ¿cuando demonios me hiciste amigo de este tipo?»

¿Por que la pregunta?

Porque él era el típico chico cool, sensual y carismático de la escuela. Rubio, como dato curioso.

Y su novia, era la chica nerd que usaba espejuelos. Que era buena, inteligente... Y que también pertenecía a nuestro grupo social. Su nombre era Inga.

Y no, no es rusa.

Ambos siempre se sentaban junto a Wayta y a mí en el comedor. Hablábamos de lo perfecta que eran sus vidas como en la típica novela romántica del futbolista y la inteligente.

Oh, vaya.

Esto parecía una novela ahora que lo pensaba mejor.

Jone cumplía su rol. Inga también el suyo. Eran la pareja perfecta supongo. Wayta...

¿Qué sería Wayta?

Creo que la chica loca que se obsesiona con un chico tóxico pero que igual terminan juntos y comen perdices porque se vuelven millonarios milagrosamente.

Y uno aquí pasando hambre con la avena del almuerzo.

¿Y yo pues qué sería?

El extra sin duda alguna.

Ese tipejo que sale un rato como el que anima una pelea. El delincuente que te roba el Iphone. El gordito que siempre dejan de lado. El sabelotodo amargado que te presta sus apuntes y ya no sale más.

Ummmm.... El extra definitivamente.

Soy el extra de un cliché.

Porque incluso, yo no era el protagonista de esta historia. Lo era un bendito perro. Y sin embargo, ¿quién era el único que podía narrar de los dos a ver?

Punto para Luck, señoras y calamares.

Jone abraza a Inga mientras comenta algo súper gracioso como el típico chico cool de nuevo, y a Wayta se le salió la avena por la nariz como la típica chica loca que era... de nuevo.

Yo no le estaba prestando atención a ninguno porque en ese preciso instante un mensaje llegó a mi celular y me hallaba demasiado embobado por el remitente.

«Lucky, ¿podrías traerme al salón un tazón de avena para Junior? No puedo ir ahora porque él quiere ir al baño. Ya le informé a la cocinera. Por favor, te lo pido.
Tu profe, Adri»

Eso no se pedía dos veces, mi reina.

Yo siempre le hacía mandados.

Ella lo era todo para mí. Y ella lo sabía. Y no me importaba en lo absoluto complacerla. Aunque Junior no se merecía de mis atenciones.

Ni comí, solo tragué lo que me quedaba en la bandeja. Ni siquiera le di tiempo a Wayta para preguntarme que qué me sucedía.

Corrí hacia la fila, sin importarme los quejidos de los demás estudiantes por colarme. Hasta logré empujar a varios.

¡Mi diosa me necesitaba!

—Espera tu turno, cari... —iba a decir la cocinera.

—La profesora Adriana me mandó. ¡Rápido que el bebé se muere de hambre!

La señora abrió los ojos, asintió rápidamente y buscó un tazón de avena para dármelo. Gracias a todo lo bueno en este mundo, no era el único que conocía la reputación de aquel diablillo.

Y como todos se hallaban almorzando para mi fortuna, los corredores se hallaban vacíos, lo que me permitía a mí correr con el tazón en las manos sin tropezar con nadie.

Solo me quedaban unos pocos metros para llegar a mi destino.

El salón estaba tan cerca.

Y la puerta estaba abierta así que no tuve necesidad de abrirla.

—¡Aquí est... Ahhhahahheajauqiakk!

Morí.

Casi.

Me hallaba en el suelo.

Boca arriba.

La avena esparcida sobre mi ropa.

Claro que no podía gozar de suerte. No podía permitirme reclamarla si mis estúpidos apellidos se la habían robado por partida doble.

No me iba a enfadar, solo estaba tranquilo mirando al techo, preguntándome qué hice en mi otra vida para ser un desastre.

Veamos, ¿qué fue lo que me hizo caer, Señor?

Alcé solo un poco mi cabeza para mirar lo que sea que se encontrara próximo a mis piernas. Era un...

Carro de juguete.

Un carrito de juguete.

Un carretitito de juguetitito.

Nop, dije que no me iba a enfadar. Para nada. Lo juro, de verdad. Me hallaba tan tranquilo y en paz conmigo mismo porque el blanco techo me la transmitía.

Hasta que una pelota rebotó en mi estómago y tuve que incorporarme súbitamente.

—¿¡Pero quién carajo ha sido el maldito que...!?

Y callé cuando vi la expresión aparentemente asustada de Junior, quién venía agarrado de la mano a Adriana, de mi diosa.

—Mami... Puke no me quiere... —Y dio a llorar.

Fantástico.

Encima que Wayta le había enseñado como decir vómito en inglés porque era parecido a mi nombre, ahora era el culpable de hacerle llorar solo porque le miré feo.

Bien feo.

Tal vez un poco más que feo.

Quizásmente.

—Ya, ya bebé, eso no es cierto —Adri recogió a Junior entre sus brazos. Yo también necesitaba que me apapasharan— Luck —Posó sus ojos en mí—, ¿ya te viste?

—No. La pregunta realmente importante aquí es, ¿cuándo usted me verá a mí?

—¿Cómo?

—¿Eh?

No sé qué miércoles dije. Ni por qué.

Requería de afecto urgentemente.

Nos quedamos en silencio. Hasta Junior se detuvo de llorar cuando percibió que el momento era sumamente incómodo.

—Bueno, lo que te decía. Toda esa ropa está manchada por avena. ¿Qué piensas hacer? No puedes salir así —opinó—. Tienes que cambiarte.

¿Está insinuando que me desnude profesora?

¿Aquí y ahora?

¿Frente a su enano malcriado?

Nena traviesa.

Argh... *inserte manitas de tiranosaurio rex*

Y con ese pensamiento, tuve una idea loca.

Súper loca

Mega loca.

Ultra... Ah ya mejor me callo.

—Tranquila, sé lo que tengo que hacer.

Y efectivamente.

Ahí estaba yo...

Fabuloso en el traje de Barney porque no tenía más ropa por usar.

La cabeza la había perdido. Nah, en realidad la había guardado.

Uy que cripi sonó eso.

Como sea, ese no era el verdadero dilema.

El verdadero dilema era que cuando iba yo muy campante a recoger mi mochila para irme a mi casita tuve que pasar por el salón de música y escuché claramente los gritos que el profesor le estaba dando a sus alumnos.

¡Ja!

Los pobres. Se tenían que quedar porque esas clases eran opcionales, o sea elegidas por ellos mismos. Una especie de club.

Y fue cuando caí, en que yo también era pobre.

Porque había seleccionado la clase opcional de música porque me enredaba mucho con la literatura.

Oh shit...

Y yo así vestido....

Neh, qué importa.

Todos ahí están mal de la cabeza. Que yo llegue sin una no sería la gran cosa, ¿o si?

Retrocedí diez pasos y me posicioné en la puerta.

Advertí al profesor Nomel Atho Kesh, un graduado de por ahí que se creía inglés o algo por estilo, moviendo el palito de director a un chico que tocaba el triángulo.

En serio, ¿qué tan difícil era tocar un triángulo de todos modos?

—Y unou, and twou, y threi ¡Coom on! Argh...

Oh, que mono... hizo como un tiranosaurio.

Y de repente todo se detuvo, ya nadie le hacía caso a él sino a mí. El tisher Nomel vio que todos miraban por detrás de su espalda y cuando volteó, emitió un brinco que casi se mete dentro del piano.

—¡Ou mai gashs, Luck! —exclamó, saliendo extrañamente del piano—. ¿Wat de jell japen tu yuu?

Le miré por un buen rato, analizándolo.

—La suya por si acaso —respondí.

Nomel volteó los ojos y me hizo el ademán de entrar al salón. Con mi súper traje rosado causé un poco de desorden.

Un poquito no más.

Tumbé los platillos, dos trombones, desarmé la batería, le quité el sándwich a Cooper y le pegué las pompis en la cara a Hanna. 

Todo bien.

Nomel me pasó la guitarra que apenas sabía usar y me senté detrás del chico al que le mandé a volar su merienda, y delante de la chica que olfateó mi hermoso trasero pinky.

La clase de 30 minutos comenzó.

Nomel se encargaba de darnos lo básico y se nos acercaba para comprobar cómo habíamos avanzado. Yo como soy pobre y mi padre al final no me comprará el IPhone, pues no tenía guitarra para practicar en casa.

Además de que era un vago.

—Psss...

Un mosquito.

—Psss...

Carajos, con el mosquito.

—Psss... Luck...

Ah genial, ahora los mosquitos hablan.

—Ahh... —jadeé cuando alguien apretó mi oreja, haciendo que volteara hacia atrás. Se trataba de Hanna. Sus ojos me miraban asustados— ¿Qué te pa...?

Ella se llevó un dedo hacia la boca, y luego señaló hacia el frente. Giré la cabeza con lentitud y advertí claramente lo que me estaba enseñando.

A Cooper.

Más bien, a la espalda de Cooper.

En realidad, lo que había en ella.

Aferré mis manos a lo primero que encontré, la guitarra.

Tenía que matarle. 

Lo siento amiguito, eres tú o mis oídos cuando las chicas se enteren de que estas aquí.

Increíble como la mayoría del tiempo era yo el pendejo, y ahora sólo para impresionar a las chicas, o a Adriana por si estaba mirando en algún lugar como en las pelis uwu, era capaz de convertirme en un valiente aniquilador de alacranes.

Ven beibe, te voy a tocar una ranchera.

Hanna se echó para atrás.

Yo me levanté cautelosamente.

Mis dedos sostenían la guitarra con fuerza. Un grupo de personas estaban a la expectativa de lo que haría. Cooper aún se mantenía atento al profesor Nomel porque se hallaba de espaldas anotando en la pizarra.

Esperé...

El bicho negro aún se mantenía en su espalda, quieto.

Tranquilo.

Calmad...

¡Hasta que se movió, carajo!

—¡Toma, toma, toma!

—¡Ay, ah, Luck! —gritaba Cooper—. ¡Ahh, ahh, ahh!

—Vete —golpe—, engendro —golpe—, del diablo —golpe.

Ni los exorcistas del Conjuro lo hubiesen hecho mejor. Era el hijo perdido de Súper-Man y Deadpool nenes.

—¡LUCK LO VAS A MATAR!

—Esa es la idea profe, yo me encargo.

A mis espaldas el público me animaba. Cooper se cubría el rostro con un tambor.

ATENCIÓN:
Ningún instrumento sufrió daños en la realización de esta historia.

El profe se desmayó pronunciando un "¡Kil mi Got!" in perfect inglish. Las nenas corrieron por sus vidas y los chicos se quedaron para gozar la pelea.

No sabía cómo, pero ahora había una batalla entre Cooper y su tambor, contra Luck y su guitarra.

¿Y el alacrán?

Ese seguro se había ido detrás de las nenas en cuanto tuvo la ocasión.










¿Y a dónde creen que van pillines?

Esto no se ha terminado.

Por supuesto que no se ha terminado.

No sería Luck D. F. si hubiese sido así, claro que no. Pero no porque yo quisiera. Sino porque la vida me odiaba tanto como para nunca regalarme ni tan solo un minuto de bendita paz.

—¿¡OCHO INSTRUMENTOS ROTOS, LUCK DICHA FORTUNA!?

Jeje, olviden lo que dije de que los instrumento salieron ilesos.

—Ya mamá, detente. Luego me das con la chancla en la casa. Aquí no.

Estábamos en la mismísima entrada de la escuela. La clase extra por supuesto que había terminado, pero con una llamada a mi madre para que me viniera a recoger. Y que por favor, me trajese ropa decente.

Esto no era nada, estaba bien.

Debieron de ver la cara de Cooper cuando vinieron a buscarlo sus cinco hermanos mayores. Eso sí que era tener testosterona, mai friends.

Y... un gruñido.

Siempre era ese su aviso para anunciar su condenada presencia.

—Mamá, Lusho está comiéndose mi expediente.

El chihuahua se encontraba dentro del bolso de mi madre. Su cuerpecito de rata albina sobresalía y se encargaba de morder la esquina de las hojas que mamá tenía entre sus manos.

Típico. Yo me porto mal y ella trae al perro.

—No metas a Lusho en esto, que no te vas a salvar de un buen castigo.

Pero él se porta mal en sus narices y ella como la niña del exorcista gira el cuello hacia otro lado.

—¿Qué castig...

—Hola, Luck. Hola Sra. Fortuna.

Diosa mía... que hermosa eres... sé mi mujer.

—Hola profesora Adriana, ¿cómo se encuentra? —le dijo mi madre al amor de mi patética existencia.

—Bien. He estado bastante bi... ¿Qué cariño?

Y mi sonrisa se borró cuando Adri dejó de prestarnos atención para mirar a Junior, quien jalaba de su falda.

—¡Casha! ¡Mi casha!

—Ya vamos bebé —contestó ella,  cargándolo.

Junior me miró suspicaz. ¿Acaso me estaba amenazando o algo así? Cuando lo traiga de nuevo, voy a esconderle sus dinosaurios en los baños.

Nadie tenía por qué enterarse.

¡BUAJAJAJAJ... AHCKELC! 

Ay, diablos me atoré...

—Bueno, ya sabes como es esto de los niños —prosiguió, sonriendo a medias—. Me tengo que ir antes de que se ponga a llorar. Ya nos veremos, ¿si?

Y sonrió mucho más cuando vio a su hijo acariciar la cabecita de la rata, quien se dejaba con mucho gusto. 

¡Esto tenía que ser una maldita broma!

—Adiós preciosa, cuida a ese nene bello —argumentó mi madre.

Bello el amor que siento por ella.

—Adiós señora, y adiós Luck —comentó, despidiéndose con la mano y empezando a caminar.

Alon the yum franva Adri jeje, noooo... ¡AUCH! —Me quejé cuando mi madre me golpeó en la cabeza—. ¿Qué? —reclamé con los brazos alzados.

—¡Habla bien carajo! Ni que Lusho te hubiese comido la lengua.

—Ganas no le faltan —murmuré.

—¿Qué?

—¡Leidy no es tan alta!

—¿Quién es Leidy ahora, Luck? —entrecerró los ojos en mi dirección y vi cómo Lusho me sacaba la lengua. ¿Me sacó la lengua? Ah, no... solo se comió una mosca—. Como sea querido. Ya sé con que te voy a castigar.

—Ilumíname.

Nada es peor que la vida misma junto a esa rata.

—Vas a llevar a Lusho a su club de chihuahuas que es dentro de dos horas. Yo me iré a casa de una amigas.

Oh...

Vale...

Genial.

¿¡Como demonios no lo vi venir!?

Zeus, rechaza mi petición para el puesto de oráculo.

Hades, ¿cabe otro más en tu río de la muerte?

Ni tiempo me dio a que le gritara o tan siquiera me desmayara porque soltó su bolso en mi hombro, me propinó un beso en la mejilla y se largó.

Así... sin más

Sin darme un aventón en su moto.

Oh, porque mamá también amaba su moto. Puede que incluso más que a Lusho. Y ahora me daba cuenta de que amaba a todo menos a mí.

¡Que no me digan nada!

Y bueno, la historia se repitió.

Miré a Lusho. Lusho me miró a mí.

Esta vez, no hubo gritos o ladridos, ni nada por estilo. Solo un chico y la rata de su madre observando al vacío existencial de sus almas y pensando en un futuro oscuro para cada uno.

Yo por los menos creía eso.

Pero Lusho no, claro.

Lusho saltó del bolso en cuanto vio al gato Maui caminar frente a los dos.

El minino salió corriendo despavorido y la rata le perseguía como si se tratara de mis calcetines favoritos.

Pido un minuto de silencio para el único ser que me quería de verdad en este mundo injusto.

Dios, si puedes... llévame contigo también.

Gracias por todo y ahora ya puedes seguir con tus planes para exterminar a la raza humana. Si no es mucho pedir, llévate también a estas ratas del mal.

No me hagas caer en la tentación de tirarlo por una alcantarilla.

¡Y líbranos del Lusho!

Amén.


¡Hola hola!
Ahora solo tengo una pregunta por hacerles.
¿Lo notaron, cierto?
Si me preguntan el qué, por supuesto que voy a contestarles.

¡El juego ha empezado, nenes!

Ejem... Ejem permítanme explicarles.

Hace unos días, estaba hablando con una amiga sobre esta historia. Si tú, sabes que estoy hablando de ti no te hagas. A no ser, que ya no me estés leyendo. Entonces ahí me iría lentamente con mucha vergüenza porque eso fue muy... muy...

Como sea.

Le pedí a esa señorita que me diera 10 palabras. 10 nada más. Podían ser objetos, acciones, verbos, frases, nombres. ¡Lo... que... sea!

Y si ustedes prestaron atención a este capítulo, se percataron de que hay 10 palabras destacadas.

GATO - LIBRO DE MATEMÁTICAS - TELEVISIÓN - TRABALENGUA - SONAJA - BARNEY - AVENA - CARRO DE JUGUETE - GUITARRA - ALACRÁN

¿Qué es esto?

Bueno, bienvenidos al juego de Cassidy. Donde ustedes me darán las palabras claves para crear el siguiente capítulo.

¿Qué les parece? ¿Se animan?

De esas 10 palabras que esa amiga me dio, el capítulo que hoy leyeron fue el resultado. Siempre intentando que tenga aunque sea un poco de sentido y orden la trama, que conlleve a algún lugar.

Entonces, ¿qué deseo justo ahora?
Que me den sus 10 palabras.

Y cuando les traiga el capítulo, el usuario que vea sus palabras destacadas sabrá que le estoy dedicando el capítulo a él.

Si, si, eso de las palabras destacadas e infiltradas como dedicatoria todavía continuará. Y pienso que por muchoooo tiempo. Sin embargo, aclaro que no se esperen pronto sus resultados, porque los próximos capítulos (2 o 3 en realidad) ya están listos con respecto a este proyecto (Y sip, mis padres también se sumaron)

¡Creo que eso es todo por ahora!
Espero que hayan disfrutado de este experimento y que se diviertan exprimiéndome el cerebro para los siguiente.

Que malos son... Jeje. Pero saben entonces, que ustedes me ayudarán a crear el mundo de Luck & Lusho.

¡Y recuerden darme sus 10 palabras! Pónganlas aquí si gustan.

Y sayonara beibe.
Que se despide anormalmente,
Su Cassidy.

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