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Capítulo veintiocho: La J de la Luna y la M del Loco

Hace muchos, muchos años.

Moon Hikari

Cumplí quince años y como siempre, llovió.

Fue una lluvia corta, no tormentosa, solo un par de gotas que hicieron ruido contra los techos de chapa. A los pocos minutos el cielo estaba otra vez despejado.

Mis quince años vinieron con muchos cambios. Un año en el que pasaron una serie de cosas que considero importantes en mi vida.

Lo primero es que oficialmente dejé la escuela. Fue una decisión difícil y me hizo llorar. Lloré mucho. Me sentí verdaderamente triste. Pero era un adulto. Y los adultos saben lo que hay que hacer.

Y eso era lo que yo tenía que hacer. Así que le dije adiós a los pasillos con paredes rotas y al patio con pasto seco, a los profesores que gritaban y a las noches de estudio.

Fue como un duelo, porque de vez en cuando recordaba el olor al patio.

No podía dormir al pensar que, si todo hubiera seguido normal, a la mañana siguiente tendría que ir a la escuela. De que solo serían un par de años más para terminarla. Un par.

Pero los adultos saben que un par de años en realidad son mucho tiempo.

Iza si iba a empezar primero de escuela. Ese fue el trato que hicimos con mi tío. No es que él me obligara a dejar de estudiar. Todo lo contrario. Pero los adultos saben cuando alguien dice cosas sin decirlas. Y yo era un adulto, así que lo supe. Los adultos saben cuando no hay suficiente dinero, cuando hay cosas que pagar, cuando una sola persona no es suficiente. De hecho, fui yo quien se sentó y le dijo a mi tío que no iba a seguir estudiando. Y supe que hice lo correcto cuando él no me dio la contraria, cuando aceptó la idea.

Comencé a trabajar oficialmente en la cantina un martes. Me desperté muy temprano, antes de que el sol salga. Dejamos a Iza solo en la casa.

Lo sacudí para que se levantara y le di un ruidoso beso en la cabeza cuando abrió sus simpáticos ojos marrones.

―Te dejé el desayuno en la cocina ―le susurré, mientras Iza se vestía―. Come y en un par de horas va a pasar por ti la madre de Kiki ¿Sí? Te vas con ella y con Kiki a la escuela. Cierra la puerta cuando salgas y cuando vuelvas no le abras a nadie ¿Me entiendes?

Él asintió, terminando de abrigarse con uno de mis buzos verdes. En la mañana estaba muy frío. Usualmente, yo me quedaba con Iza en casa. Mi tío madrugaba e iba a trabajar, pero ya que mi escuela era más tarde, yo estaba cuando Iza despertaba.

Me daba algo de miedo dejar a Iza solo.

―¿No me puedo quedar en la casa con Kiki?

―Si su madre acepta, sí. Pero llámanos a la cantina, te dejé el número en un papelito en tu mochila. Igual la mamá de Kiki lo tiene. Luego te vamos a buscar nosotros.

―Ya lo sé, Moon ―Iza soltó un suspiro.

―Bueno, dame un beso entonces.

Una sonrisa se dibujó en su rostro y yo me agaché para que me besara la mejilla. Mi tío me llamó, así que me apresuré a la salida. Otra cosa qué pasó a mis quince es que volvimos a usar la moto de papá. Agilizó los viajes y nos hacía llegar más temprano a la cantina. Mi tío finalmente pudo superar el miedo de usarla. A veces incluso me dejaba manejarla a mí.

―¡Moon! te olvidas de esto ―gritó Iza, saliendo de la casa.

Giré, ya sentado en la parte trasera de la moto y vi a mi hermano con mi gorro rojo en la mano. Sonreí y él se acercó para entregármelo.

―Desayuna y si quieres puedes ver dibujos en la tele. Cierra las cortinas.

―Sí, Moon...

Le dí otro beso en la cabeza y mi tío encendió la moto. Iza nos saludó con la mano y entró en la casa. Cerró la puerta y nos fuimos.

Tami, la amiga de mi tío, iba frecuentemente a tomar o comer. Incluso, gracias a su personalidad, se hizo amiga de algunos clientes. Siempre llegaba con un maquillaje distinto. Con colores brillantes en los párpados y los labios rojos.

Yo a veces le preguntaba cómo se los hacía y ella, contenta, me contestaba. Charlábamos sobre eso y mi tío nos miraba, sonriente, aunque no escuchara de qué hablábamos. Incluso una vez, Tami, medio en chiste, medio no, me dijo que podía enseñarme si quería.

Yo me reí, porque no supe qué decir. Ella sonrió en grande.

―No soy una chica ―respondí, con una sonrisa vergonzosa.

―Ay, que aburrido ―Tami bebió un sorbo de cerveza―. Además, en el centro había muchos chicos que lo hacían ―me explicó.

―¿Viviste ahí?

―Un tiempo, sí. Es un lugar mucho más agradable que aquí.

Para mi cumpleaños me regaló una bolsita con dinero y unos dulces. Tenían una cereza en el empaque, pero como yo nunca había comido cerezas, no sabía si el sabor era realista. Al volver a casa, guardé el dinero en la misma caja donde tenía todos mis ahorros.

Lo que Jake me había regalado para mi cumpleaños pasado, un poquito que me gané haciendo algunos trabajos en el barrio cuando era más chiquito y lo de Tami. En esa misma caja estaba la hoja de la revista y el libro. Había marcado esa página con un pedazo de servilleta.

Incluso pasando por todos esos cambios logré terminar el libro, pero de vez en cuando lo volvía a releer. Siempre sonreía en ese capítulo. Esa caja era, en conclusión, una promesa.

Había escrito, en la servilleta que marcaba la página, el número de dinero que iba necesitar para un viaje al centro. Lo que yo, en ese entonces, creía que necesitaba.

Y de un día a otro, Tami comenzó a trabajar con nosotros.

Atendía la caja y se encargaba del dinero, mientras mi tío y yo cocinábamos.

Si bien extrañaba la escuela, la cantina se volvió un lugar al que me gustaba ir. Al principio no teníamos un plan, pero luego de una semana con mi tío decidimos que yo iba a trabajar los lunes y los viernes todo el día, porque era cuando más clientes llegaban, el resto de la semana solo unas horas y los fines de semana iban a ser libres.

De esa forma tenía más tiempo para juntarme con Jake. Claro que no le dije eso a mi tío.

Jake dejó la escuela antes que yo, así que nos veíamos en el lago y de ahí íbamos a su casa. Casi todos los sábados y los domingos. Incluso durante la semana.

Jake creció en altura, pero a diferencia mía, Jake tuvo un cambio físico bastante repentino. Sentí que de una semana a la otra sus brazos se hicieron el doble de tamaño y sus pantorrillas se agrandaron.

Pese a la pubertad, mi físico siguió siendo delgado. De piernas largas y poco músculo. Al igual que mi tío. En cambio Jake creció en tamaño. Aunque suene extraño decirlo así.

No conocía a su padre, pero asumí que debía ser un hombre enorme.

Jake también se cortó el cabello, que ya había empezado a verse largo. Él solo, con unas tijeras de cocina, sacó mechones de forma desordenada. Honestamente, no le quedó mal. Nada mal.

Lo hizo ver más grande.

Ambos nos veíamos más grandes, creo. O eso sentía yo, cuando me veía al espejo al salir del baño. Que era grande. Grande.

Me daba vergüenza, incluso, porque de vez en cuando sentía que ese cuerpo no era el mío. Tenía pelos en todos lados. Era raro.

Pero raro mal, no bien.

A mis quince años también me hice mi primer y único tatuaje. En la casa de Jake, un sábado. Una idea que fue producto de una borrachera, aunque no estábamos borrachos realmente. Un intento de rebeldía, hacia nadie, porque si mi tío no iba a notar el tatuaje mucho menos lo harían los padres de Jake, que con suerte estaban en su casa.

—¿Va a doler mucho?

Yo tenía la cabeza apoyada en la almohada, que olía a sudor. Estaba boca abajo y Jake, sentado a mi lado ya lucía cansado de mis insistentes preguntas. Él me levantó un poco más mi remera, sin responder.

—¿Va a doler mucho? —repetí mi pregunta, una vez más.

—Qué sé yo. También es la primera vez que lo hago, tonto.

El tonto, por alguna razon, sonó bastante tierno, asi que me sacó una sonrisita. Jake soltó un bufido. Tenía el lápiz en su mano, donde habíamos atado en la punta una aguja, usando cinta. Una aguja de esas para coser, que encontramos de casualidad en su casa.

No es que desconfiara del pulso de Jake, pero ya lo había empezado a pensarlo demasiado y de solo imaginar la aguja clavándose en mi piel me ardía. Me dolía.

Giré un poco la cabeza, para mirar de reojo a Jake. Estaba con una musculosa azul oscura que le hacía la espalda más grande y lucía muy concentrado intentando pensar la mejor forma para hacer ese intento de tatuaje. Se veía bien. Era en lo único que mi mente puberta podía pensar.

—¿Qué quieres que te haga?

—No se, pensé que tenias una idea. El que quiso hacer esto fuiste tú.

Jake sonrió un poco, trayendo la pequeña tapita de botella donde habíamos vertido la tinta de un bolígrafo viejo.

—¿Vas a dejar que haga lo que quiera? ¿De verdad?

Lo pensé mejor y una sonrisa se me escapó.

—Solo no me vayas a dibujar un pene.

—No tengo cinco años.

—¿Ah no?

Él soltó una risa, y se acercó a mi oído. Giré un poco la cabeza, para verlo. Sus ojos brillaban, picaros.

—Te puedo clavar la aguja en el cuello. No te conviene hacerme enojar.

—No lo harías —susurré, sonriendo.

Jake acercó la aguja a mi nuca y fingió el ruido de enterrarla en mi piel, pero no hizo más que apoyarla con cuidado. Me volví a reír.

—Bueno, ya, hazme algo.

—Soy malo dibujando.

Rodeé los ojos y suspiré. No sabía bien que quería tatuarme. Ni porque quería hacerlo. Pero ahora, ya demasiado tarde para frenar la pelota, tenía que pensar. Era algo para siempre. Siempre. Que iba a permanecer en mi piel hasta que me muriera.

Tenía que ser algo importante. Importante.

Algo que, al despertar por la mañana no me molesté ver. Algo que me guste ver en mi piel.

—Escribe tu nombre.

Se hizo un silencio, uno que no esperé recibir luego de decirlo. Jake frunció el ceño, probablemente pensando que era una broma. Volteé hasta quedar sobre mi espalda y lo vi, sentado a mi lado.

—¿Eh?

—Eso, que escribas tu nombre.

Me di cuenta que me había sonrojado. Era vergonzoso decirlo. Pero si iba a tener algo tatuado para siempre quería que fuera eso. Que Jake, aunque sea el nombre, durará para siempre. Así nunca iba a poder olvidarme de él. Iba a despertar y al mirar mi espalda leería justo ahí su nombre. Jake. Jake

—No te voy a hacer eso —dijo, negando.

—Pero es lo que quiero.

—Ya, no me jodas —murmuró, sin mirarme.

—¿Y si te pago a cambio? —propuse, divertido.

Eso le sacó una sonrisa.

—¿Cómo? No tienes dinero.

Subí mis brazos y acomodé mi cabeza sobre ellos, en una pose que fingía estar relajada. Mi remera se había subido hasta la mitad de mi pecho y Jake me observaba. Yo le pegué en el brazo, para que me mirara a los ojos.

—Te doy un beso.

—Que trato de mierda.

—¿Dos besos?

Él negó y soltó una risa burlona. Le volví a pegar, más fuerte, pero a Jake ni siquiera le dolió. No hizo gesto.

—Entonces cuatro —bajé el tono de voz, como si fuera algo prohibido.

—¿Cuatro besos? —asentí, muy seguro— Te dije que no tengo cinco años.

—Oye, cuatro besos no son cosa de niños de cinco años —copié el tono de una señora mayor, escandalizada.

Jake rodeó los ojos.

—Pedazo de virgen...

Jake susurró la última parte, pero aun así logré escucharla. Me volví a reír, más fuerte. Se estiró a golpearme y yo me defendí, ocultando mi rostro con ambas manos. Por suerte Jake había dejado la aguja sobre la cama. Se detuvo a unos centímetros de mi rostro.

—Está bien. Te hago el tatuaje —murmuró.

Festeje en voz baja y lo tomé de la nuca. Le di un beso corto, luego otro, otro y otro. Cuatro en total. Cuatro.

Cuando me separé él tenía cara de borracho. Como mareado luego de tomar mucho. Pero su mirada no estaba borracha. Al contrario, se clavó en mis ojos, con confianza. Sonreí por eso.

Al final me volví a voltear y me quité la remera. La lancé hacia la esquina y al principio tuve frío. Jake, sin pudor alguno, se sentó sobre mí, agachándose para poder hacer mejor su trabajo. El tatuaje iba a ser justo en el omóplato derecho.

—¿No sé supone que tienes que poner algo antes? —pregunté e intenté girar mi cabeza, pero Jake la tomó y la volvió a su lugar.

—¿Algo de que?

—No se ¿la piel no está seca?

—Como jodes.

Vi de reojo como abría en grande la boca, se mojaba los dedos con la lengua y pasaba la saliva por mi piel, con una expresión divertida. Intenté pegarle, pero por mi posición no pude.

—Asqueroso de mierda...

—Callate, me distraes.

Tomó la tapita y hundió la punta de la aguja en la tinta. Lucía bastante contrado haciéndolo.

—Lo pensé mejor... —comencé a hablar y Jake soltó otro suspiro— escribe solo tu inicial. El nombre completo va a doler mucho.

Jake asintió y yo me acomodé contra la almohada. Junté aire, intentando no pensar demasiado en una aguja rompiendo mi piel. Agarré la botella de la mesita de luz y bebí solo un sorbo. Lo necesario para confundir a mi mente pero no perder el control de ella.

Sentí la punta de metal y mi piel se erizó. Jake hizo un poco de fuerza, solo un poco y la puta se clavó. Se sintió raro, no dolía tanto como me imaginaba pero si era incomodo.

—Hazlo rápido...

Jake hacía puntitos pequeños, demasiados puntitos. Me moví solo un poco, por reflejo y Jake me tomó del otro hombro, tirándome hacía abajo.

—Si te mueves arruinas todo

—Es que duele.

—No seas maricon.

Maricon.

En esa situación me dió risa. Gracia, porque de todas las palabras, uso justo esa. Evidentemente no se dio cuenta y se le escapó, por tenerla tan acostumbrada en su vocabulario. Maricones era, solo un poco, lo que estabamos siendo.

Y Jake pareció darse cuenta de eso, porque no añadió nada más.

—Ya casi termino.

Me acostumbré a ese dolor cerrando los ojos. Y aunque no fuera satisfactorio dejó de molestarme. Jake hizo con gentileza los últimos puntitos y cuando abrí los ojos y giré, lo vi sonreír con el resultado. Solo un poco, una sonrisa de un lado. Me gustaría poder saber qué pensamiento se le cruzó en la cabeza en ese momento.

—Listo.

—¿Ya está? Quiero ver.

Jake terminó de limpiar con un papel el desastre de tinta y con cuidado me dijo que me levantara. No había espejo en su cuarto, pero caminamos hasta el de sus padres. Había un espejo completo junto a la puerta. Él no quisó entrar, pero prendió la luz y se fue a buscar una cerveza a la cocina. El cuarto de George e Irina estaba desordenado, lleno de cajas de cartón en la esquina. Tenía dos camas, pequeñas y de hierro.

Supuse que ellos no dormían juntos. Un mueble alto donde se guardaba la ropa dividía las camas y la luz del atardecer entraba por una pequeña ventanita.

No había más decoración que eso.

En una mesita de luz había una lámpara cuyo cable estaba roto, así que no funcionaba. Y en la otra mesita de luz, productos de maquillaje, de colores oscuros.

Era un cuarto muerto.

Era la única habitación de la casa, sin contar el baño, que tenía revoque en las paredes. Un color verde mentoso. Que oscurecía aún más el lugar. Lo hacía pequeño.

Me miré en el espejo, que estaba algo sucio. Giré la cabeza lo más que pude para poder ver mi espalda. Ahí estaba, la J. J, J, J.

En mayúscula y desprolija. La raya en la parte superior no era totalmente recta y la vuelta de debajo estaba chueca. Se notaba poco, quizás tendría que pedirle que me la dibuje otra vez arriba algún día. Pero me gustaba, porque era la letra de Jake.

Jake, Jake, Jake.

—¿Vas a querer cerveza? —gritó él, desde la cocina.

—No, gracias.

Sonreí un poquito, observando mi piel, recién lastimada con esa marca. Una alegría tonta me invadió el cuerpo. Salí del cuarto, hasta la cocina. Jake me miró y bebió un sorbo de la lata. Le sonreí y él me devolvió el gesto, solo un poco.

—¿Te gustó?

—Si, mucho.

—Bien. Ahora hazme uno a mi.

Mi expresión cambió por completo. No me veía capaz de hacerle un tatuaje a Jake. ¿Qué pasaría si lo arruinaba? ¿Si me salía mal? ¿Si no le gustaba? Negué despacito.

—¿Seguro?

—Si, tarado. Por algo te lo estoy diciendo.

Volvimos a su cuarto, mientras afuera el sol seguía ocultándose en el horizonte, dando paso a la noche. Se escuchaban grillos. Él se paró frente al borde de la cama, con la cerveza en su mano y mirándome a mi. Tomé el lápiz con el cual habíamos improvisado un aparato para tatuar. Me senté a su lado.

—¿Cómo lo hago?

Me vino un recuerdo de la primera vez que le pregunté cómo se fumaba y él, a quien nunca le interesó mucho usar demasiadas palabras, simplemente respondió "no sé, fumá". Me dio risa.

—Clava la aguja y haz el dibujo.

No había cambiado mucho en ese sentido.

—¿Qué dibujo te hago?

—Haz una M.

M. M. M.

Moon. Moon.

Mi nombre. Jake ocultó su rostro, mirando hacía un costado, quizás igual de avergonzado que yo cuando tuve que pedirle lo mismo. No hice preguntas. No busqué que volviera a afirmar que estaba seguro de eso. Solamente dejé la tinta sobre la mesita de luz y asentí. Estaba tan concentrado en eso, que no me di cuenta cuando Jake se desabrochó el botón de su bermuda gris. Lo miré de reojo, confundido.

—¿Qué haces?

—Quiero el tatuaje aquí.

Abrí en grande los ojos. Jake tampoco parecía entender mi confusión, como yo no entendía el por qué de sacarse los pantalones.

Ambos nos miramos, sin entendernos.

—¿Vas a hacerlo o no? —volvió a preguntar.

—Ah... si, está bien.

Jake se sentó en el borde de su cama, y yo me senté en el piso, debajo de él, para terminar de acomodar las cosas. Jake me pegó en la frente con su pie, para llamar mi atención. Subí la mirada.

—¿Ya estás?

—Si, si.

Jake se bajó solo un poco la bermuda, y me indicó con el dedo que quería el tatuaje debajo del ombligo, justo a la derecha. Al lado de donde resaltaba el hueso de la cadera. Me estiré hacia él y Jake.

―¿Lo vas a hacer? ―volvió a preguntar, alzando las cejas y mirando hacia abajo.

―Voy.

Abrí mi boca y me lamí los dedos, y luego mojé de baba también la piel de Jake. Él bajó la mano y me tiró un mechón de pelo. Yo solo me reí.

Una M. No era una letra difícil, es más, es de las más fáciles. Pero al notar que me temblaba la mano tuve miedo de equivocarme. Junté aire como si eso pudiera detener el temblor.

―Es una letra, Moon, no un maldito parto.

Volví a distraerme y me reí por aquella frase que susurró.

―¿Por qué lo comparas con un parto? Ni puedo parir yo.

―Porque los partos son difíciles ―explicó el chiste y yo volví a reír.

―¿Alguna vez estuviste en uno?

―No, pero la madre de Toto se murió pariendo. Así que debe ser difícil.

Jake soltó suspiro luego de mencionar a Toto, y su expresión antes divertida, pasó a una triste. Intenté cambiar rápido el tema rápidamente.

―Es un tatuaje, sigue siendo difícil.

―No va a morir nadie por un tatuaje.

―¿Y si no te gusta?

―Nah, igual ni siquiera me miró mucho.

―Pero yo si lo hago... ―murmuré, sonriendo.

Jake frunció el ceño y se sonrojó. Volvió a tirarme el pelo, sin fuerza. Yo sonreí y cómo había hecho él antes, fingí clavarle la aguja en la piel.

―Haz el tatuaje y cierra la boca.

―Está bien, está bien.

Sin medir tanto mi fuerza clave la aguja y Jake se movió solo un poco. Miré su rostro y noté que no tenía una expresión de dolor. Solo estaba serio, con la mirada perdida en la pared. Me acomodé y seguí dibujando.

La M quedó chueca. Si parecía una letra, pero uno tenía que entrecerrar los ojos, alejarse un poco y darse cuenta que eso era una M. Jake se quedó callado y miró el tatuaje.

―Eres malísimo ―dijo Jake, cuando terminé― ¿Como una eme puede parecer más un pene que una eme?

No parecía un pene.

―No quedó tan fea... ―intenté defenderme, murmurando.

―Los penes son feos.

Fruncí el ceño y dejé el lápiz sobre el suelo.

―¿Podemos dejar de hablar de penes? No parece uno, Jake.

Él bajó la cabeza y un poco más el pantalón, para poder ver el tatuaje.

―No podrías parir ―me dijo.

Yo solté un suspiro frustrado y Jake se sacó la suciedad de sus uñas con los dientes, sin ningún tipo de afectación.

―¿Y qué hacemos entonces?

Jake se encogió de hombros.

―Y nada, chino. Es un tatuaje, no se puede borrar.

Chino. Chino.

―Perdona.

Jake rodó los ojos.

―¿Me ves triste?

―No...

―¿Enojado?

―Tampoco.

―¿Entonces por qué te disculpas?

―Porque lo hice mal.

―Pero a mí no me importa.

Sonreí un poquito y me volví a levantar. Él hizo lo mismo. Quedé a su altura ahora. Un poquito más abajo, porque en ese momento él era algo más alto. Bajó un poquito la cabeza.

―El tuyo si quedó bien ―le dije, haciendo un puchero triste.

―Y obvio.

Reí y Jake soltó una risa también, pero más baja, más nasal. Levantó los brazos y me agarró la nuca. Nos besamos y sus manos, manchadas de tinta me ensuciaron el cuello. Las mías, menos sucias, le ensuciaron solo un poco el suyo.

―Mi tío va a matarme cuando vea el tatuaje ―murmuré, entre el beso.

Jake me dio otro, que hizo un ruido parecido al chicle.

―Shh... ―susurró, y al intentar dar un paso atrás chocó contra la cama.

Cayó de espalda y yo caí sobre él por inercia. Jake abrió en grande los ojos y sonrió un poco. Yo también. Jake abrió la boca para hablar, y yo lo interrumpí.

―Shh... ―le dije yo, solo para molestarlo.

―¿Me estás callando?

―Aja...

―¿Me haces un tatuaje horrendo y además me callas?

Le di un golpe en el hombro, sin fuerza. Jake estiró los brazos para agarrarme, sin tocar el tatuaje, y no dejó que pudiera levantarme. Le volví a golpear, pero él me tenía atrapado. Un brazo suyo, era fácil, dos de los míos.

―Basta con eso.

―¿Por qué?

―Suéltame.

―No quiero.

Como un bebé en un capricho, Jake sonrió en grande, envolviéndome también con sus piernas. Intenté patear, pero él se volteó y finalmente quedó sobre mí. Bajó la cabeza y noté que sus ojos eran de un marrón muy oscuro y que sus cejas, pobladas, eran casi de color negro. No entendía porque, si su cabello castaño era bastante claro.

Me di cuenta, gracias a la cercanía, que la cicatriz en realidad comenzaba un poco más abajo, así que era una línea de piel que dividía su ceja.

Pero tanto me distraje mirándolo, que cuando volví a prestarle atención ya me estaba besando. Le mordí el labio, con fuerza. Jake ni se dio cuenta y volvió a sonreír. Una gotita de sangre cayó y Jake se la limpió con la lengua.

―Bruto ―dijo.

―Tarado ―le contesté.

―No te quiero soltar.

―No puedo respirar ―inventé, tirando hacia atrás la cabeza.

―Mentiroso.

―Mentiroso tú.

Jake se levantó y me soltó finalmente. Intentó pasar su mano por el tatuaje y yo, en un acto reflejo me incorporé y se la agarré. Él se detuvo y yo aflojé el agarre. No quería que se lastimara.

―Irina hoy no duerme aquí.

―¿Cómo sabes eso?

―Porque se ve a ver a su novio favorito. Nunca viene cuando se va con él.

Era extraño. Nunca entendí muy bien cómo funcionaba la familia de Jake. Siempre supe que algo estaba mal. Pero él nunca me contó. Aun así yo sabía que le pegaban, o quizás lo adivine. De todas formas Jake nunca me lo confirmó, aún así no lo puedo saber con certeza. Aunque era obvio.

Tampoco entendía de qué trabajaba el padre, que nunca estaba en casa. Conocí a su madre, la vi un par de veces, y nunca entendí tampoco cómo es que Jake salió de ella. No tenían nada en común, más que el mismo lunar en el cuello, lo que quizás me convenció que si eran familia.

―Te vas a quedar.

―¿No me lo vas a preguntar? ―sonreí, divertido.

―¿Para qué? Si siempre dices que sí.

Quise negarlo, pero tenía razón, así que asentí con la cabeza.

Esa noche dormimos en su cama y Jake puso la radio. Él se durmió antes, despatarrado, boca arriba, sin remera pero con el pantalón puesto. Desabrochado para que la tela no toque el tatuaje.

Lo último que escuché en la radio fue:

En este momento de reflexión, recordamos las palabras del Salmo 23: 'El Señor es mi pastor, nada me falta'. En medio de las incertidumbres de la noche, confiemos en Su guía y protección. Que estas palabras iluminen nuestro descanso. Buenas noches, queridos oyentes de Radio Maria Norte.

Apagué la radio y con el sonido de los grillos me dormí. El Señor es mi pastor, nada me falta. Nada me falta. 


HOLA!! 🫶🏻

Tanto tiempo sin vernos ¿Como están, mi gente bonitaaaa?

Yo bastante tirando para abajo, pero bueno, se hace lo que se puede 😔💪🏻, vamo a ponerle animo. 

Oficialmente inauguramos el acto dos de esta novela. Moon cumplió quince añitos, así que nada, manden sus regalos (dinero preferiblemente 💸)

¿No tienen emoción? Yo si, es que aaa, este es mi segundo acto favorito porque BUENAS NOTICIAS, ES 80% COSAS LINDAS 🫶🏻😩

Sisisis, así que lean bien chill porque este acto es importante para su desarrollo porque pasan muuuchas cosas <3

Jake diciéndole chino es como agh no se si quererlo u odiarlo al boludin 😡😭

AAAA Y HAY Q DARLE LA BIENVENIDA A TAMI, QUE YA ES UNA PERSONAJE EN LA HISTORIA (y va a ser bastante importante) 🫵🏻😔

Dato curioso: la escena del tatuaje la tengo escrita desde hace mucho tiempo, así que es lindo incluirla finalmente en este capítulo 🤧

También estuve dibujando muchísimas cosas de estos dos así que les dejo compilado de dibujos ✍️✨

JAKE MI LOQUITO FAVORITO LO AMO TANTO AAAAA JAKSAKSJKAJ

El ultimo es como Jake en un mundo medio loco medieval, ni idea SJKAJSJSJK

MIS DOS NENES CHIQUITOS MIRÁNDOSEEE <3333

Y acá abajito el loco y la luna 🤧❤️‍🩹

Y la Luna favorita de todo el mundo.

LES GUSTARON?? Estuve todos los días con bajones emocionales así q dije terapia quien te conoce voy a dibujar en el IPad a mis hijos.

En este capítulo pasan muchas cosas, no se por donde empezar. Empiecen ustedes mejor, a ver que les llamó la atención 💪🏻✨

Ahora las preguntitas ✨ 

¿Escucharon la canción? No se si tienen que ver con el capítulo pero viva La vela puerca 🇺🇾✨

¿Les gusto el capítulo? 🐓 espero que digan que siii 

¿Creen que es buen inicio para un acto? 💕

¿QUE PARTE, DIÁLOGO O QUE SE YO LES GUSTO? 

¿QUE PIENSAN DEL SEGUNDO ACTO AAAA?

¿Alguna vez hicieron una estupidez con alguien en plan tatuarse en su casa o algo así? 👁️

¿Tienen tatuajes? ¿Se harían alguno? ✏️💪🏻

JAKSJAKS ¿confían más en Jake o Moon para tatuarse? 

¿Quieren que actualice durante la semana o durante los fines de semana? Quiero ponerle algún orden a las actualizaciones ayuda 🤧✨

CREO QUE ESTO ES TODO POR HOYY

LES QUIERO Y BESOOOOS!!!


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