Capítulo veintinueve: El Loco y su nueva hermana
Hace muchos, muchos años.
Jake Williams
La madre de Eloísa era bizca.
Recuerdo que era muy incómodo verla a los ojos y notar que nunca te estaba mirando realmente. Pobre mujer, pienso hoy en día, porque no era culpa suya. Aun así me molestaba.
―Hola, Jake ―me dijo ella y se levantó de la silla plástica.
La casa de Eloísa tenía dos pisos. O más bien, dos casas. La de abajo, la original, era un poco más grande y ahí vivian sus tíos, sus primos y su abuela. La de arriba era más pequeñita, nueva, aun a medio construir y la única forma de subir era por una escalera provisoria. Empinada y sin barandas.
La madre siempre se sentaba en la misma silla plástica en la vereda frente a la casa, con la puerta abierta para que los primos chicos de Eloísa pudieran correr. Tomaba té y tenía la tetera a un lado, para servir agua caliente en el vaso de chapa.
Junto a Toto yo había ido varias veces a su casa. Pero esa fue la primera vez que lo hice solo. Sin él. Se sentía raro.
―Elo está bañándose, ya la llamo.
―Bueno.
Con un paso lento y cansado la señora entró a la casa y en ese mismo momento uno de los primos de Eloísa, que habría tenido unos seis o siete, salió impulsado por la puerta. Iba descalzo y con una gorra de costado. Se detuvo una vez llegó a la vereda y me miró de arriba a abajo. Luego se agarró la entrepierna, en lo que supongo, fue un intento de gesto insultante.
Fruncí el ceño y estiré el brazo, para tirarle de la oreja. Él se quejó en voz baja y salió corriendo por la vereda hacia la esquina. Me gritó algo que no escuché y yo levanté la mano, enseñándole el dedo de en medio, a un niño de seis o siete años.
―Mocoso... ―murmuré, para mí mismo.
―¡Jackie!
Giré cuando Eloísa me llamó. Tenía el cabello mojado y un vestido violeta, parecido al de un pijama y de tirantes. El de la derecha caía por su hombro. Junto aire y no pude ni saludarla, que volvió a hablar.
―Vamos arriba ―dijo y me agarró el brazo.
Su madre se sentó en la silla plástica y tomó un poco del té. Eloísa me guió hasta atrás de la casa, donde estaba la escalera azul. Ella subió primero y yo la seguí, mirando hacia abajo para no tropezar. Su espalda empapada por el cabello y la respiración agitada, como si hubiera salido corriendo sin siquiera secarse.
La puerta, abierta, daba a una pequeña sala, sin amoblar. Había materiales de construcción en la esquina. No había lámpara aun, solo cables sueltos en el techo. Observé el lugar.
―Está mejor que la vez pasada.
Eloísa caminó hasta una de las puertas, frente a nosotros.
―Si, pero aún está construyéndose. Falta mucho para que esté lista. Ven, entra.
Dio un paso al costado y me dejó pasar a su cuarto. Moví la cortina floreada y entré. Era pequeñito, pero acogedor, con un colchón en el suelo y un escritorio bajito en frente. La ropa estaba doblada dentro de un cesto gris. En las paredes había algunos posters pegados con cinta. Cantantes que no conocía y dibujos infantiles. Supongo que de sus primos.
―¿No van a tener un baño aquí arriba?
Ella negó y cerró la cortina. Caminó hasta el cesto gris.
―Vamos a usar la cocina y el baño de abajo. Aquí arriba solo está mi cuarto y el de mis padres.
La ventana tenía un marco blanco y la misma cortina floreada. Su cuarto no daba a la vereda de enfrente, sino al costado izquierdo. Me acerqué y saqué un poco la cabeza para intentar ver a su madre, pero por el ángulo era imposible.
―Me voy a cambiar, no te des vuelta.
Asentí y apoyé ambos codos en el marco y miré, sin mucha atención, la ventana del vecino. Una pareja estaba peleando y los gritos eran violentos. Levantaban mucho los brazos y movían la cabeza, como dos animales a punto de comerse. Cuando notaron que los miraba cerraron su cortina de golpe. Me sobresalté.
―Ya está.
Giré y noté que Eloísa estaba sentada en la cama. Tenía su short de jean y su musculosa azul. La campera de Toto estaba sobre la almohada. Eloísa la agarró y la puso sobre su falda.
―Ven, siéntate.
Le hice caso y me senté a su lado. Ella estiró las piernas y soltó un suspiro triste. Como quien junta aire para no llorar.
―¿Qué pasa? ―pregunté.
―No sé qué hacer.
―¿Por eso me llamaste?
Eloísa asintió varias veces, pasando una mano por su cabello mojado.
―Necesito ayuda. No sé qué hacer, Jake. No sé qué hacer.
―¿Es por Toto? ¿Tiene que ver con él? ―ella asintió.
―Sí.
―Eloísa, es algo difícil para todos. No puedes pensar que a los meses ya vas a estar bien...
―No es eso, Jake.
―¿Entonces qué es? Dilo de una vez.
Eloísa comenzó a llorar, pero de forma silenciosa. Las lágrimas caían por sus mejillas como el agua de su cabello mojaba el colchón. Se agarró el rostro con fuerza.
―Deja de llorar ―le pedí, bajito.
―No sé cómo decírtelo.
―Diciéndolo.
Ella soltó una risa amarga, sin gracia. Yo ya no sabía qué más decir.
―¿Qué tan malo puede ser? ―pregunté y al notar su expresión tuve un escalofrío―, ¿Tan terrible es?
Asintió con la cabeza varias veces, en un movimiento lento, triste. Los gritos fueron más fuertes, más violentos. Insultos y ruidos que no se podían distinguir bien de que era.
―E-estoy... estoy embarazada.
―¿Qué?
No supe qué más contestar. Qué decir, qué pensar. Me congelé y mi vista se nublo. Eloísa me miró como si esperara una respuesta y seguro lo estaba haciendo. Cerré los ojos y solté un largo suspiro. No podía ser. No. No. No.
Todo tenía que salir bien. Bien. Pero parecía que a la vida, Dios o el destino aún le faltaban muchas cosas. Muchas cosas malas. Malas.
―No jodas... ―murmuré, tirando hacía atrás la cabeza.
―Jake.
―No jodas, Eloísa. No jodas.
Escuché un sollozo y abrí los ojos. Ella se ocultaba el rostro, avergonzada quizás. Le di un golpecito en el hombro. Suave, intentando ser cariñoso.
―Ya, basta, deja de llorar. Ya está.
―P-perdón.
¿Cuál era la necesidad de las personas de disculparse? ¿Cuál era el sentido? Me molestaba tanto, tanto. Me enojaba. Porque sabía que no lo sentían, no tenían por qué sentirlo. Me enojaba cuando personas que quería se disculpaban por cosas de las que ni siquiera eran responsables. Eloísa se limpió el rostro con su mano.
―¿Podemos hablar ahora? ―le pregunté y ella agarró mi mano con fuerza.
Sus uñas, largas, me lastimaron.
―No sabía a más quién decirle. No se que hacer.
―¿Tus padres no saben?
La simple mención de sus padres pareció volver a enloquecerla. Sus ojos se enrojecieron y negó tan fuerte que por un segundo pensé que iba a dislocarse el cuello.
―Mamá me va a matar... no, no.
―Nadie va a matarte, Eloísa ―apretó con más fuerza mi mano―. Respira y hablemos como personas normales.
Me hizo caso y juntó aire con la boca, relajando sus hombros.
―Bien, bien. Ya estoy mejor.
Los vecinos dejaron de gritar. Pensé qué tal vez nos estaban escuchando y decidieron dejar de pelear porque nuestra charla les parecía más divertida. Tardé unos segundos en pensar que pregunta era mejor para empezar. Y aun así empecé con la peor de todas.
―¿Es de Toto?
―Sí. Es de él ―su voz tembló al final, pero no volvió a llorar.
―¿Hace cuanto lo sabes?
―Poco. Muy poco.
Eso quería decir que él nunca lo supo, qué no llegó a saberlo. Me dio una punzada en el estómago. Hubiera sido un papá genial, pero luego de que ese pensamiento llegara a mi mente intenté volver a la realidad. No hay que seguir rompiéndose, recordé. No hay que lastimarse más. No hay que pensar en Toto.
―¿Y tú vas a... vas a tenerlo?
Su mirada lucía perdida en la pared. Desconcertada y con un vacío que jamás pensé ver en alguien como Eloísa. Pestañeó y una lágrima mojó el colchón.
―No sé. No lo sé.
Acaricié su mano, o eso intenté hacer. Ella frunció el ceño con confusión y clavó su mirada en mí.
―Si yo fuera tu, no lo tendría ―comencé a hablar, sin pensar―, pero ya sabes, no puedo quedar embarazado ni soy tu. Así que no creo que lo que yo piense importe demasiado. No se bien que decirte, y además no se si lo que vaya a decir sea demasiado útil ―nunca digo cosas útiles, quise añadir, pero solo guardé silencio―. Pero quieras hacer lo que quieras hacer, cuentas conmigo.
Eloísa sonrió en un gesto triste y vi que apretó con fuerza la campera de Toto.
―Muchísimas gracias, Jake. Muchísimas gracias.
En ese momento pensé ¿Qué mierda hago aquí? Luego recordé que estaba en la casa de Eloísa, una chica que había conocido hacía no tanto tiempo porque era novia de un amigo al cual habían matado. Cómo cambian las cosas. Cambian.
―Lo pensé mucho ¿sabes? Hace días que no duermo. Siento que últimamente todo esto no es mi vida. Como que de repente empecé a vivir un montón de cosas que no parecen reales. Me da miedo. Mucho miedo. Y esto es como... no lo sé. No se que es. No se que pensar.
―¿Estás pensando en tenerlo? ―no quise sonar enojado o decepcionado, pero mi tono se escapó.
―Puede que sí.
―Solamente porque es de Toto ―Eloísa negó, pero yo sabía que tenía razón―. Ya lo dije, hagas lo que hagas voy a estar de tu lado, Eloísa. Pero no puedes tener un bebé porque es de Toto. Un bebé es algo enorme. Es mucho dinero, es mucho trabajo y muchas responsabilidades.
―Ya lo sé. Pero yo siempre quise ser mamá...
―Con Toto ―añadí―. Y tienes toda una vida para ser madre.
―¿Y qué pasa si esto no es algo malo? ¿Si termina siendo algo bueno?
―Recién vas a cumplir dieciséis, Eloísa...
―No parece que estés muy de mi lado, Jake ―me reprochó, con cierta molestia notable en su voz.
―Solo quiero evitar que hagas una idiotez. Y apoyarte no significa estar de acuerdo con lo que vayas a hacer.
―Si te hubieras enamorado... ¿No piensas que quizás harías lo mismo que yo?
Enamorado. Enamorado. Sin quererlo, el primer pensamiento que llegó a mi mente fue Moon. Pensé en la situación imaginaria de su muerte. Pensé en qué pasaría si lo único que tuviera de él fuera eso. Un sueño que no pudimos cumplir juntos. Pensé si cumplirlo yo solo sería suficiente. Si valdría la pena. Pensé en Moon porque era lo más cercano que conocía a Eloísa y Toto. A ellos dos. A ellos juntos. Y pensé en él porque era lo más cercano que conocía al cariño. Suspiré, intentando olvidar lo que acababa de pensar.
―No quiero tener hijos. No voy a tenerlos nunca ―sentencié.
Ella asintió, dándome la razón.
―Pero puedo entender cómo te sientes. Puedo intentarlo, al menos.
Creo que si veo en mi pasado, la persona por la cual me esforcé más para hablar fue Eloísa. Cuando hablaba con ella sentía, de alguna forma, el peso de tener que elegir las palabras correctas. Tal vez porque siempre me pareció muy inteligente. Y porque también sentía que quería ayudarla. Tenía que hacerlo. Suena estúpido, pero ese sentimiento comenzó luego de que Toto muriera.
―Tendrías que contarles esto a tus padres.
―¿Tú crees?
―Y pues si quieres tenerlo tarde o temprano se van a enterar.
―Aún no sé si quiero tenerlo.
Me encogí de hombros, soltando aire por la nariz.
―Entonces tienes que saberlo, en estas cosas si que tienes todo el tiempo del mundo, Eloísa.
―¿Quieres limonada?
Con eso ella me dio a entender que el tema se había acabado. Le di un último golpecito en el hombro y ella sonrió.
―Quizás no lo sabes, Jake. Pero eres muy genial.
Se levantó y caminó fuera del cuarto, llevándose la campera. Me quedé sentado sobre el colchón unos segundos. Una sonrisita se me escapó. Pequeñita.
La cocina de Eloísa era bastante pequeña, pero la sala era bastante grande. Dos sillones naranjas, una mesa para comer y unos muebles de madera con puertas de cristal. Había cuadros de toda la familia. En total eran sus dos padres, su abuela paterna, sus dos tíos, sus cuatro primos y ella. Nunca había conocido una familia tan numerosa.
El primo pequeño entró a la casa y al verme se escondió en su cuarto, donde dormía con sus padres y todos sus hermanos. La puerta era de madera y estaba algo rota. Junto a ella estaba el cuarto de la abuela. Eloísa soltó una risa y prendió la televisión, que desde la mesa podía verse bastante bien. Estaba sobre uno de esos muebles de madera repleto de fotos, vírgenes y figuras de porcelana.
―¿Te divierten estas cosas? ―pregunté.
La telenovela, que se entrecortaba y a veces perdía color gracias a la mala señal del televisor, narraba la historia de algún romance o drama familiar. Los actores gritaban mucho y casi nada tenía sentido. Lloraban también, todo el tiempo. Me pregunté cómo es que un actor puede fingir el llanto. Yo no podía llorar ni cuando estaba triste.
Eloísa también había preparado limonada, pero usando agua gasificada, solo para probar. La máquina que le ponía gas al agua estaba sobre la mesada de la cocina y ella me enseñó a usarla, aunque yo no presté demasiada atención.
―Lo veo a veces con mi mamá o incluso con mi abuela.
Eloísa señaló a la última con el brazo. La abuela de Eloísa estaba dormida en el sillón, tapada con una manta verde de tela. Roncaba de forma muy ruidosa. Me divirtió la situación, pero no me reí.
―Esta es bastante divertida. Trata de una familia, sus dramas y así. La hija mayor es la protagonista, que está en un matrimonio arreglado con otro hombre. Tienen ropas muy bonitas.
―¿Te gusta esa ropa? ¿No es como antigua?
―Aja, es linda. Me hubiera gustado vivir en esa época.
Miré el televisor, donde una mujer usaba un gran vestido rojo con brillos y encajes. En el patio de lo que era una enorme casona millonaria. Su peinado era perfecto.
―Si viviéramos en esa época igual no hubiéramos usado esa ropa.
―Ya lo sé ―rió Eloísa―. Pero fantasear no mata a nadie.
―Fantasear sobre cosas imposibles hace que mueras triste, que es lo mismo.
Eloísa bebió la limonada. El vaso era rojo, transparente y plástico.
―¿Sabes? Eso qué haces era algo que a Toto le gustaba de ti.
―¿Hacer que?
―Ser tan sincero.
Sincero. Nunca me consideré alguien sincero. Es más, yo pensaba que era un mentiroso. Mentiroso. Mentía casi todo el tiempo y no tenía miedo de hacerlo. Mentía porque era más fácil eso que aceptar algunas verdades. Las que tenían que ver conmigo. Las que me volvían vulnerable. Odio ser vulnerable. Cuando uno es vulnerable te pueden increpar, pueden hacerte sentir pequeño. Odio sentirme así. En cambio, aceptar otras verdades te hacen fuerte. Como que mientras más atrás vayas en el tiempo, más de mierda habría sido tu vida.
―¿Te lo dijo él?
―Sí, Toto te tenía mucho cariño.
Sonreí, un poco triste por ese comentario.
―Si tengo a este bebé me gustaría que tú seas el padrino.
Fruncí el ceño, confundido.
―¿Tengo que pagar para eso?
―No, tonto. No tienes que pagar para ser padrino ¿Tu no tienes uno?
―No que yo sepa.
Ni abuelos, ni tíos, ni primos ni ningún tipo de conocimiento sobre los amigos o pasado de mis padres. Y es mejor así. Siempre fue mejor así.
―¿Estás bautizado? ―preguntó.
Tomé un vaso de limonada y bebí un sorbo. Amarga.
―Qué sé yo.
―¿Cómo no sabes eso? ―lucía bastante confundida.
―Y no sé, Eloísa. No lo sé.
―Está bien, está bien, no te enojes.
Volví a fruncir el ceño, confundido. No me había enojado. No entendía tampoco porque las personas pensaban que eso era enojo. Quizás nunca habían conocido a alguien enojado. Suspiré y me terminé la limonada.
―¿Ustedes estaban queriendo un bebé ahora? ¿O fue un accidente?
Tal vez si fue demasiado directo, porque Eloísa apretó su agarré en el vaso. Su rostro se pintó de un rojo avergonzado.
―Hay cosas que no se preguntan, Jake.
Me encogí de hombros. La abuela de Eloísa despertó, murmurando algunas incoherencias. Eloísa bajó el volumen de la televisión.
―Buenas, abu.
La señora se levantó del sillón, agarrando su cadera y entrecerrando los ojos. Llevaba un camisón gris con florecitas violetas. Era muy anciana, más que la abuela de Toto y Milo.
―Oh... ¿Él es tu novio, Elo?
―No, abu ¿Por que no vas a tu cuarto a seguir durmiendo?
Eloísa se levantó, dando varios pasos hacia su abuela, que era bastante más baja que ella. Con cariño la tomó de los hombros.
―Qué niño más bonito ―comentó, con un tono algo triste, mirándome―, me haces recordar a mi esposo.
Abrí en grande los ojos porque no sabía que era más extraño, que la mujer me confundiera con el novio fallecido de su nieta o con su marido, también fallecido.
Pero la simple idea de que me viera como el novio de Eloísa me incomodó. Y a ella me pareció que también. La llevó con cuidado hasta su cuarto.
―Vamos, abu...
Ambas entraron y cerraron la puerta. Desde el cuarto de los primos se podían escuchar gritos, como peleas en juego. La puerta se abrió y salió su primo más grande. Tenía nuestra edad o quizás un poco más. Era de un equipo de fútbol de mierda y lo supe por su remera, naranja y rayada. Era feo además. Narigón y con un tatuaje en el cuello.
No se porque, pero lo primero que pensé al verlo fue que bonito es Moon. Tal vez porque no había conocido a ningún otro chico igual de lindo que él.
Lindo. ¿Lindo.?
―¿Tú eres Jake? ―exclamó, más alto de lo necesario.
Atrás de él se escondía el primo pequeño y yo giré un poco el cuello para notar que en el fondo del cuarto sus otros dos primos, mellizos de cuatro años, estaban peleándose, agarrándose de la ropa como cachorros de animal.
―Si.
―¿Y para qué vienes?
―Eloísa me llamó.
―¿Ah, si? ¿Como se murió el otro ahora vienes tú?
Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro que me molestó aún más que su comentario.
―¿Y qué tanto te importa a ti, Pinocho?
Su sonrisa desapareció y dio un par de pasos. Sin pensarlo me levanté, inflando el pecho. Que patético, es lo único que puedo pensar de mi yo de quince años.
―¿Qué haces, Abel? ―preguntó Eloísa.
El primo se encogió de hombros, apoyándose contra el marco de la puerta, cruzado de brazos. Yo me volví a sentar, fingiendo mirar la televisión.
―Deja de joder un rato ―dijo ella luego, sentándose en una silla.
Abel soltó una risa, tirando la cabeza hacia atrás. Eloísa hizo un gesto, para que se callara.
―La abuela va a despertarse.
―Qué pesada, nena.
―No me digas nena, imbécil.
Abel dio un par de pasos hasta acercarse y tiró del cabello de Eloísa, quien se quejó en voz baja e intentó golpearle la mano.
―Uh, uh.
Volvió a reír y salió de la casa, sin siquiera saludar a su tía, la madre de Eloísa.
―Es un tarado insoportable ―dijo ella cuando Abel se fue―, ni su propia madre lo aguanta. Pero mi tío lo adora solo por ser su primer hijo. Desde que es niño le da lo que quiere. Por eso terminó así. Es un maleducado.
―¿Tu tío el que tiene el taller mecánico?
―No, no. Ese está soltero y no vive aquí... ―y tras terminar de hablar puso una expresión de confusión.
―Toto me lo contó una vez ―expliqué, con simpleza.
―Ah, si. Mi tío lo amaba un montón, incluso le dijo que quería heredarle el taller. Creo que es el único en la familia que lo hacía.
―¿Tus padres no querían a Toto?
―No mucho. No quiero sonar tan dramática, pero creo que les alivió su muerte.
El comentario de Abel tuvo sentido cuando la escuché decir eso.
―¿Por eso te da miedo contarles? ―bajé mi tono de voz, aunque la puerta de la entrada estuviera cerrada.
―Creo que sí. También tendría que contarles a los abuelos de Toto y a Milo, de todas formas ―dijo, como si se hubiera acordado en ese momento.
―No creo que ellos lo tomen mal.
―No, yo tampoco.
Esbozó una sonrisa y tomó el control de la televisión, para subirle el volumen. Yo no dije nada y simplemente empezamos a ver un nuevo capítulo juntos. Tengo que admitir que algunos momentos me dieron risa. Giré para mirarla y ella también estaba divertida.
A las semanas recibí un llamado de Eloísa a mi casa.
Lo que se me hizo extraño, porque nadie tenía el número de mi casa. Solo Toto. Pensé que quizás Milo se lo había compartido.
Me contó, en un susurro lento, que iba a tener al bebé. No pude evitar sonreír porque su tono de voz era feliz. Seguía pensando que era una mala idea, pero cerré los ojos y le dije:
―Está bien.
Hubo un silencio.
―¿Quieres que vaya a tu casa?
―Si, por favor... ―y su voz se quebró.
Eloísa se volvió mi mejor amiga desde entonces.
Holissss!!
Como estaaaaaaan? Yo volviendo a actualizar seguido porque viva escribir a mis gurises enamorados 🤧✨ (aunque este capítulo no sea de ambos)
Amaría decirles cuantas palabras y paginas llevo hasta ahora para que sepan cuando leyeron pero lo mantendré secreto hasta el final de la novela así se asombran más JAJAJAJ 🫶🏻
ESTOS CAPITULOS ESTAN LARGOS, AMO AMO, aunque extraño los cortitos a veces <3
Y LLEGAMOS A 1500 LECTURAS AAAAAAA 🎉 ES UN MONTÓN Q FELIZ SOY
Y tenemos más de 2000 comentarios ayuda 💀, amo sus comentarios, sigan comentando.
Sabían que yo tenia pensando este capítulo para más adelante, pero creo que este era el momento justo JAJAJAJ 😩
JAKE PENSANDO EN MOON VARIAS VECES EN EL CAPÍTULO ES Q AYY YA Q SE CASEN 💍✨
Jake no sabe ni donde esta parado lo queremos tanto JSKAJS, "se tiene q pagar para ser padrino?" 😱😱
Bueno paso algo bien importante en este capítulo, se esperaban algo así???? 💀 a la persona q diga "yo" no le creo nada, porque esto era impensable JHSKAJHSK
El hijo/hija de Toto y Elo:
JSKAJSKASJ ES BROMA LO SIENTO 😭
Ahora si, las preguntitassss 🌙✨
¿QUE PIENSAN? 🫨
¿Hipotéticamente si fueran Elo que harían? ¿Piensan igual que Jake o que ella?
¿Su familia es grande o pequeña? <33
¿Se llevan bien con la familia de sus amigos/amigas? 💗🌷
¿CREEN QUE VAYA A NACER EL HIJO O HIJA DE ELO Y TOTO?
Si es así digan ideas de nombressss 💋💋
LA AMISTAD DE ELO Y JAKE AAAA 😩💕
¿se la esperaban o creían que la personaje de Elo iba a desaparecer?
¿Les gusta? 😔✨
¿Creen que Jake necesitaba una amiga? YO SI. AJSKAJS
¿Les está gustando que conozcamos más sobre la vida individual de Jake y Moon? ¿Sus amigos, sus problemas etc? 🎉
¿Como creen que la familia de Elo va a tomar esta noticia?
¿QUIEREN VER A JAKE TÍO? ES Q AAAA 🤧❤️🩹
¿Les gustan las telenovelas? 🌹💪🏻
¿Como toman noticias así de importantes? ¿Se enojarían?
Y les dejo de regalito las notas que pongo en mi documento JAJAJAJAJAJAJAJ
CREO Q ESO ES TOOODO, LES QUIERO BESO BESO <3333
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