Capítulo treinta y uno: La Luna no lo sabe
Presente
Moon Hikari
Me miro al espejo y suelto un suspiro que pretende no solo sacar aire, sino también todas las cosas que justo ahora estoy pensando. Como que Jake Williams está en mi sala. Como que lo dejé entrar a mi casa y como que estuvimos hablando.
Y que me siento feliz, de hecho.
Y no sé cómo debería sentirme. No sé si hay una forma correcta de sentirme ahora.
Abro el grifo y me mojo la cara con el agua helada. Suelto otro suspiro, porque las máscaras caen tarde o temprano. Y esta que estoy usando ahora es patética.
¿Por qué hice todo eso? ¿Por qué le dije lo que le dije? Quizás estoy intentando lucir fuerte, pero no me está saliendo bien. Porque quiero llorar, porque realmente no estoy tranquilo, ni seguro, ni calmo. Porque quiero abrazar a Jake, creo. No lo sé. No sé nada.
Pasaron demasiados años. O muy poco, porque me late tan rápido el corazón.
Jake luce distinto. Habla distinto. O quizás es idea mía. Puede ser, es que estoy demasiado confundido. Quiero esconderme en el baño y no salir. Nunca. Nunca.
Tiene barba. Y le queda bien, muy bien. No podría decir que esta más viejo, pero sí más grande. Aun así luce... ¿cómo luce? O más bien ¿cómo debería lucir?
Pensé que esto iba a ser distinto. Hace algunos años cuando pensaba en encontrarme con él solo podía pensar en un saludo cordial, como quien ve a un ex compañero de clase con quien ni siquiera hablaba. Pensaba que no iba a sentir nada.
Pero estoy sonriendo frente a mi reflejo porque Jake está en mi sala.
Y en cierto punto, quiero llorar de alegría porque Jake Williams está en mi sala.
Pero no sé si debería estar así. Me duele el estómago, pero no es por hambre. Es que nunca pensé que esto podría ser así. Así. Tan raro. Tan de la nada. Jake esta raro. Callado y triste.
¿Estará triste? ¿Tendrá una vida triste? No quiero. O tal vez sí, pero una parte mala de mi lo desea. Que vea que yo estoy bien sin él ¿Para qué quiero eso? ¿Cuál es el sentido? Me siento un niño pequeño, no un adulto de casi treinta. Jake tiene casi treinta años. Mierda.
Creo que nada tiene sentido ahora mismo. Lo único que sé es que si el destino me dejo ver a Jake hoy no voy a desperdiciarlo. No puedo hacerlo. No se cuando esto volverá a pasar y no se como va a terminar. Pero quiero descubrirlo. Que me pasa y que le pasa a él. Qué nos pasa. Que nos paso.
¿Jake me seguirá queriendo? Que pregunta tonta, pienso. De niños chiquitos, pero quizás soy un poco uno. Un capricho. El capricho de querer que Jake me quiera.
Pero él se enojó conmigo. Yo me enojé con él. Nos enojamos.
Soy un error y el un cínico. Él un mentiroso y yo un accidente.
¿Pero entonces por qué se siente así? ¿Por qué quiero sonreír y no gritar? Me termino de limpiar el rostro con el agua y me seco con una toalla naranja.
Salgo del baño y lo veo. Sentado, mirando una pared y con la cara roja. De vergüenza, de miedo, o de frío, no sé. Me acomodo mi gorro rojo.
―Tienes el cabello más largo ―comenta Jake, en voz baja.
Me siento donde estaba antes y lo miro. Lo miro como si así pudiera descifrarlo. Yo sabía hacerlo antes. Descubrir que pensaba, que significaba su raro, que quería decir. Y él sabía hacerlo conmigo. Yo ya no sé hacerlo. Me pregunto si él aún podrá.
―Si, me lo dejé crecer un poco ―respondo, intentando que no me tiemble la voz.
―Te queda...―lo piensa, yo se que lo hace y yo pienso al mismo tiempo que lo diga, que diga lo que sea que tiene por decir― bien.
―Muchas gracias.
Jake sonríe, de lado, un poco. Se hace un silencio tan incómodo que parece el de un funeral. No se que decir. No se como pedirle disculpas por haberle dicho mentiroso, porque en realidad lo pienso. Qué es eso. Un mentiroso. Y Jake me enseño que no hay que pedir disculpas por cosas de las que uno no se siente culpable.
―No sé qué hago aquí ―dice a los segundos.
―Yo tampoco.
Eso parece herirle, lastimarlo, porque su rostro se frunce y sus ojos se enrojecen. Y yo no se que hacer, porque no quería hacerlo llorar. Pero no se que otra cosa hacer. Porque no pienso ser vulnerable otra vez, si veo que del otro lado no hay más que un mentiroso.
Uno al que quiero mucho. Pero un mentiroso. Porque al fin y al cabo, según sus propias palabras, yo no fui más que un error. Me pregunto si este Jake también pensara que soy un error.
―Debería irme.
―¿Por qué?
―Porque si ninguno de los dos sabe para qué estoy aquí entonces no debería estar aquí.
―¿No tienes hambre? ―cambio de tema rápidamente―. Puedo preparar algo de comer.
Me levanto con rapidez y voy hacia la cocina. No lo dejo hablar. Sé que estoy siendo malo, pero es lo que puedo hacer hasta que mi mente se ordene. Hasta pensar en qué otra cosa puedo ser. Abro la heladera y me tengo que agachar para eso. Agarro dos latas de cerveza y las dejo sobre la mesada.
―Yo no... no tomo más alcohol.
¿Qué?
Giro para mirarlo y él junta sus manos. Suelto una risa, porque supongo que es chiste, pero él no ríe.
―No jodas.
Jake se encoge de hombros y cuando pienso que se va a molestar, solo sonríe. Sonríe.
―Es verdad.
Me siento ridículo ahora.
―¿Desde hace cuanto?
―Mucho. Desde que me mudé aquí, me parece.
―¿Pero nada de nada de alcohol?
―Nada de nada.
Una sonrisa se me escapa. Puede ser de orgullo o algo así. Que se yo. Solamente dejo otra vez las cervezas en la heladera y en cambio agarro la botella de gaseosa de naranja, que está por la mitad.
―No tengo nada mejor que ofrecerte.
―No pasa nada. Está bien así.
Quiero que se enoje. Que me insulte por algo o que me diga chino. Algo que me da una justificación para tratarlo mal. Para enojarme también. Para no aceptar que desde que entró a la casa parece alguien distinto. No es el mismo Jake de la última vez que nos vimos.
Yo creí, o quise creer que ya había pasado. Esa sensación de cosquillas. Porque no estuvo con nadie más, así que la olvidé. Pero ahora volvió y me da miedo. Miedo a que me lastime. Es un amor lindo, quizás olvidado. Pero que no lastima, que no pesa, recuerdo que dije una vez. Pero quizás eso era porque no me había vuelto a cruzar con él.
Honestamente, no lo olvidé, porque tampoco quise hacerlo. Y fui feliz sin él. Y estoy bien sin él. Y podría seguir siendo feliz. Pero mierda que me había olvidado lo lindo que era este sentimiento. Y Jake vuelve a sonreír. Y yo creo que me voy a morir.
Ignóralo, pienso. Es mejor como un amor que fue, que ya no es. Que no pesa, pero que recuerdas a las tardecitas. Tiene que ser eso. No puede ser otra cosa.
Pero lo veo y pienso quizás es otra cosa. Diez años pasaron. Y yo tenía la tonta esperanza de que Jake no cambiará. De que Jake fuera el mismo. Así al volver a cruzarme con él no sentiría esto. Estos escalofríos de invierno.
―No sé qué cocinar.
―Lo que sea está bien.
―¿Es muy triste si hago fideos?
―No, no. Está bien.
Lleno la olla con agua y la pongo sobre el fuego. Jake se levanta y tímidamente va hacia el mueble. Me mira, como preguntándome si puede hacer lo que quiere hacer.
Y yo odio esos porque Jake nunca preguntaba las cosas.
Dejo la olla para que el agua hierva y mientras, abro el mueble para tomar los fideos de arroz, en su bolsa transparente. Jake estira la mano y toma una foto enmarcada.
―¿Este es Izari?
¿Por qué recuerdas eso? Durante diez años quise creer que no eras malo, solo tonto. Que no tenias, maldad, solo torpeza. Pero ahora un poco siento que esto es malvado. Que tendrías que haberte olvidado el nombre de mi hermano.
Me acerco hasta él y Jake se encoge en su lugar, observando la foto. La tomamos en un viaje que hicimos a unos parques. Yo estoy en el medio de la foto, con el cabello atado y una campera verde. A mi derecha Iza y a la izquierda Coco, su novia. Una chica de rizos marrones que parecen un casco, bastante bajita y de lentes redondos color rojo.
―Si, es él.
―Que grande que está... ―murmura, sorprendido.
―¿Viste? Casi está a mi altura.
Pongo el dedo sobre el rostro de Iza, a quien solo le faltan unos centímetros para alcanzarme. De pelito muy corto y una pobre barba en la pera, pero sonriente. Iza siempre sonríe en las fotos.
―Está estudiando trabajo social.
―¿De verdad? ―Jake deja la foto sobre el mueble otra vez.
―Si, termino la escuela ya.
El primero en hacerlo, pienso y sonrío.
―Trabaja en un café y además está haciendo una pasantía en una ong que trabaja con madres solteras y sus hijos. Lo quieren mucho ahí.
No intento ni disimular lo orgulloso que estoy de mi hermano. Jake sonríe un poco, más cómodo que antes. Mira otra vez la foto.
―¿Y ella?
―Es Ali, su novia. Está estudiando psicología pero se conocieron en una marcha con una cosa así. No sé, los dos andan de comunistas revolucionarios.
Suelto una risita y Jake me imita, pero en voz baja.
―Aunque ya se que no crees en la psicología.
―Si lo hago ―me contesta, pisándome.
―Pero me habías dicho...
―Las personas cambian. Tu lo dijiste antes.
Asiento, porque eso dije. Y quiero volver a recordarle que él creía que los psicológicos sólo se roban dinero y que alguien roto está roto para siempre, pero no digo nada, porque él tiene razón. Porque las personas cambian. Y él tiene derecho a cambiar.
―Tienes razón.
Jake guarda ambas manos en su campera y veo que su nariz está rojísima.
―¿Quieres ver más fotos? ―pregunto.
Él asiente, con cierto entusiasmo y yo abro uno de los cajones del mueble, para luego sacar la cajita de cartón. Camino hasta la mesita y la dejo ahí. Jake se sienta a mi lado. Su hombro toca el mío y siento un escalofrío.
Pero no tendría que sentirlo. Porque no uno no siente cosas por amores que ya fueron.
Abro la cajita y observo todas las fotos impresas. Algunas viejas, otras más nuevas. Jake baja la cabeza para mirarlas un poco mejor y por la luz que le da en el rostro noto que su barba es clara, como su cabello. Y que tiene la cicatriz visible en el labio. Me dan ganas de acariciarsela, pero me contengo.
―Mira, esto es de cuando se graduó.
Y le enseño una foto cuadrada, de Iza sonriéndole a la cámara y con un diploma en la mano. El que certifica que terminó la escuela.
―Y está de aquí es más nuevo, del cumple de Ali.
Agarro una nueva foto, donde se puede ver a Ali, con un vestido de puntitos coloridos y abrazada de Iza, quien se tuvo que agacharse para aparecer en la foto. Jake sonríe.
―Se ve que se quieren.
―Si, mucho.
Otro silencio entre ambos. Jake observa mejor la foto y quizás se ríe al notar el broche que tienen Iza en su campera y Ali en su vestido, donde escrito en cursiva se puede leer: partido obrero por la revolución de izquierda. Yo no digo nada y solo suspiro, divertido.
―Y aquí estoy yo pequeño.
Le muestro entonces una de las únicas fotos de mi familia. Mi tío, adolescente, mi madre a su lado y por último mi padre y yo, abrazado a él, sonriendo.
―¿Ese es tu papá? Son iguales.
―Si, somos muy parecidos.
Jake sonríe, enternecido quizás. Pasa su mano por la foto. Sus dedos parecen ásperos y tienen callos.
―Estás muy pequeñito.
Jake nunca usó diminutivos, en realidad los odiaba, porque les daban vergüenza ajena. Por eso sonrío, porque le dijo pequeñito a mi yo bebé. Porque suena tierno decidiendo eso.
―Tu mamá es muy linda.
Asiento y aunque puede no tener sentido, un pensamiento llega a mi mente, aunque se que Jake me dijo, hace algunos minutos, que yo fui su único.
¿A Jake le seguirán gustando los hombres? Yo tuve muchas crisis en relación a eso ¿Él las habrá tenido? Eso me deja pensando qué habrá querido decir con único. ¿Jake habrá, siquiera besado a otra persona? ¿Una chica, un chico?
―Sí.
Sonrío una vez más mirando la foto y la dejo en su lugar. Sigo rebuscando en la cajita, a ver si encuentro alguna foto para mostrarle a Jake. No se por que. Le quiero compartir mi vida. Mostrársela. Hacerle saber que soy feliz. Pero no para que sienta culpa, más bien para que sienta tranquilidad.
Es entonces cuando encuentro esa foto. Un papel vertical, de color rosado con dibujos de flores, que tiene tres fotitos impresas. Jake y yo. Las fotos que nos sacamos en esa cabina fotográfica, en la plaza comercial. En la primera Jake estaba serio y yo sonreía, mirando a cámara. En la segunda Jake tenía la cabeza girada, mirándome de costado y en la última me estaba besando. Mis ojos abiertos en grande y mi mirada sorprendida. Justo capturó ese beso.
¿Hace cuanto tiempo no veo esa foto? No la recordaba. Es mentira, si lo hago. La recuerdo con todos los detalles. La remera de Jake, el piercing en su labio inferior, mi cabello despeinado y mi sonrisa. Esa foto está en mi mente, como una bandera sobre un edificio.
Jake la mira, la analiza y abre un poco la boca.
―¿Recuerdas esa noche? ―pregunto, en un susurro.
Y ambos nos sonrojamos, porque ambos recordamos esa noche. Me siento algo avergonzado por los recuerdos que llegan a mi mente.
―Si...
―Yo la pienso siempre ―confieso, o se me escapa, en voz baja.
Su cara se vuelve más roja aún, más nervioso y yo sonrío, pensando que esto es lo de siempre. Que él está así pero porque le gusta, porque en el fondo le divierte. Estiro mi mano solo un poco, un poquito y en un acto de valentía la pongo sobre su rodilla. Solo la apoyo ahí. Jake abre en grande los ojos y se levanta de golpe.
Auch. Auch. Auch.
Bajo mi mano, y quiero insultarme a mi mismo por haber intentado hacer eso. Dejo la caja sobre la mesita baja y Jake se apoya en la pared, a unos pasos de distancia. Me dolió.
―¿Y tú? ¿La piensas a veces?
Jake baja la mirada, escondiendo ambas manos en su espalda. Me enojo, o eso creo. Una corriente eléctrica me sacude la espalda.
―Moon...
―Jake ―repito y él cierra los ojos―. Jake.
Él sacude la cabeza, de un lado a otro.
―No hagas eso.
―¿Hacer que?
―Eso.
―¿Recordarte la noche o decirte Jake?
―No sé, Moon.
―¿Es raro?
Él asiente, despacio. Saco la foto de la cajita y me levanto, soltando un largo suspiro. Doy varios pasos hasta llegar frente a Jake y él se pega más hacia la pared. Me quedo a unos centímetros, mirándolo. Jake no me mira.
―Toma.
Y le estiro la foto. Jake la agarra con delicadeza, como si fuera un tesoro. Y es un tesoro en realidad. Uno nuestro. Un recuerdo guardado en una hoja vertical. Frunce el ceño.
―¿Puedes contestarme? ―le ruego, en voz baja.
―¿Tengo que hacerlo?
―Te lo estoy pidiendo ¿Puedes hacer algo de lo que te pido una vez al menos?
―¿No lo hice? ¿No hice lo que pediste? ―su tono de voz sube un poco.
Bajo la cabeza para mirarlo a los ojos y junto aire.
―No quisiste venir conmigo.
―Tú te fuiste solo.
―Eso no es así y tú lo sabes.
―¿Ah no? ¿Entonces por qué no me esperaste? ―eso suena como un golpe en el pecho—. Te fuiste, Moon. Y no me digas que fue culpa mía. Porque tú te ibas a ir y lo ibas a hacer solo. Lo planeaste solo.
―Yo quería que vinieras conmigo, desde el principio. ¿Pero sabes que? No te dieron los huevos, Jake.
―Nuestras vidas eran distintas, eso es lo que tu nunca pensaste
―Tú querías escapar. Querías irte, cambiarte el nombre y no volver a aparecer ―estiró la mano y apoyo mi dedo en su pecho, se siente extraño―. Perdón si yo no quería hacer lo mismo.
Jake baja la mirada, tal vez aceptando que perdió la pelea. Yo estiro los dedos sobre su pecho. Dejo mi mano ahí y le doy un golpecito.
―No quería decir eso. Lo siento.
―Tienes razón.
Quizás la tengo, pero no me gusta hacerte sentir así, pienso, muy dentro de mi mente. Le doy otro golpecito, suave.
―Quédate con la foto.
―¿Qué? No, no. Es tuya.
Niego y voy hacia la cocina. El agua ya está hirviendo, con burbujas en la superficie. Abro la bolsa de fideos y los tiro ahí, sin ganas. Jake suspira y yo lo escucho. Los fideos se humedecen y caen en el fondo de la olla. Luego agarro la gaseosa y la sirvo en dos vasitos de vidrio. Jake vuelve a sentarse en la mesita y deja la foto sobre está.
―¿Sabes qué, Moon? ―dice Jake, y giro para escucharlo―. La verdad es que si tenía mucho miedo.
Cuando lo dice solo puedo pensar en él Jake pequeño, de diecisiete, con miedo, con enojo, con tanta tristeza que no sabía más que hacer. Pero cuando estoy por sentir pena, recuerdo lo que me dijo. Y me duele. Como le dolió al Moon de diecisiete. Y quizás no debería dolerme porque soy un adulto. Pero la verdad me aburrí de ser un adulto. Me cansé.
Solo quiero llorar porque Jake es tan estupido que logró que lo único que recuerde con él es esa última pelea, y no todos los años juntos. Y las cosas lindas, las caricias y los susurros y la felicidad que era eso. Que éramos nosotros. Porque lo odio, lo odio por volver.
Porque si no volvía quizás no iba a recordarlo. Y ahora que lo recuerdo quiero enojarme, pero no con él, sino conmigo. Porque también es un poco mi culpa.
Y la verdad me siento culpable, pero no quiero aceptarlo.
Lo nuestro siempre fue una pelea. Los besos eran peleas, las charlas eran peleas. En chiste, tal vez, pero una pelea. A ver quien ganaba. Quien miraba por más tiempo al otro, quien lo besaba más fuerte, quién corría más rápido. Y en esa pelea, de quién gana y quién pierde, no quiero aceptar que también tuve la culpa de habernos separado.
Pero pienso. Lo pienso mucho, cuando Jake deja de hablar. Diez años. Cumplí veinte, me mudé solo, pase los veinte y ahora estoy cerca de los treinta.
Y fui feliz. Y soy feliz. Y logré construir todo esto.
¿Lo habría hecho si seguía peleando con Jake? ¿No hice lo correcto? ¿Irme no fue lo que tenía que hacer? ¿No le hizo bien a Jake también? Porque si eso no hubiera pasado hoy no estaría aquí. Mirándolo y pensando en todo eso. Como un adulto. Pudiendo darme cuenta, aunque me cueste, que Jake era eso. Un niño de diecisiete. Quiero fingir estar enojado, porque eso sería lo mejor, pero no puedo. No quiero. No quiero.
Jake resopla y sube sus rodillas, para apoyar su cabeza en ellas. Yo miro los fideos, que están a casi hacerse. Revuelvo el agua y sonrío un poco. Con tristeza.
―Ya casi están ―digo, como si nada hubiera pasado.
―Bien ―responde, como si nada hubiera pasado.
Y eso me pone aún peor, porque quiero que se enoje. Que se moleste y que se vaya, porque yo no quiero echarlo. Porque lo sé. Y quizás él también lo sabe.
Que lo que dijo ese martes fue mentira. Una mentira como muchas de las que decía. Una mentira para no aceptar la realidad. Una mentira que quizás fue para ayudarme, porque Jake sabía que no era tan valiente para irse pero que era demasiado orgulloso para aceptarlo.
Porque tal vez quería que me molestes con el
Así que me mintió. Me dijo lo que me dijo y yo me enojé, como nunca antes.
Porque el estupido pensó que yo iba a creerlo. Y lo que Jake no sabe es que yo sabía cuando mentía. Y yo sé cuando miente. Y se que ahora no lo está haciendo y no lo entiendo.
Debería estar feliz, y lo estoy en parte. Pero me frustra la sensación de comodidad en el pecho. La de un hilo que tira. Que tira. Y que me hace poner mi mano sobre su rodilla.
Revuelvo el agua una vez más. Una noche tenemos. Solo una noche. Y voy a lograr, en está noche, que Jake lo diga. Que Jake acepte que era mentira. Y solo entonces voy a sonreír. Y no se que va a pasar, pero algo va a pasar. Bueno o malo, da igual.
Intenté esconder a Jake al principio, en un cajón muy profundo y enterrarlo con otros cajones. Me di cuenta que eso me dolía y dejé de hacerlo. Entonces maduré y aprendí a vivir con Jake, ahí, como una memoria. Y ahora volvió a aparecer.
Y agradezco que sea ahora, igual. Porque creo que estoy en el momento indicado. El momento para hacerlo. Para elegir. Ahora tendré que elegir.
¿Qué quiero que sea Jake? ¿Qué quiere ser Jake? ¿Qué duele menos? Olvidar, revivir o recordar.
Quiero descifrarte otra vez, Jake. Pero me da miedo estar equivocado y encontrar en tu mente algo que no sea lo que espero. Lo que quiero encontrar. Me da miedo porque finalmente había aprendido a vivir así, Jake. Y nunca te dije pero me aterran los cambios, como te aterran también a ti. Y tú eres un cambio justo ahora. Estás cambiado.
O puede ser que como yo también lo estoy, te miro distinto.
Quise odiarte, luego te volví a querer como algo lejano y ahora no sé qué hacer. Odio no saber qué hacer. No me gusta. No. No.
―¿Te ayudo? ―dice Jake, y se levanta.
Asiento y le pido que deje los vasos sobre la mesa. Él lo hace, despacio. Apago el fuego y me tomo dos segundos para pensar. Uno. Dos.
Sonrío solo un poco, porque pase lo que pase está noche, voy a estar bien. Si. Voy a estar bien. Ya aprendí a estarlo. Me esforcé mucho para estar bien.
Jake toma la gaseosa y noto que está mirando la foto. Yo me volteo, para agarrar un trapo y agarrar la olla, caliente.
Él mira la foto, yo miro la olla, y de alguna forma nos observamos. Es el difícil arte de mirarnos sin usar los ojos. Y si bien ninguno es artista, ni nunca nos interesó nada relacionado a eso, somos expertos en ese arte.
Sonrió y sé, de alguna forma, que él también lo hace. Y otro escalofrío me recorre, como cuando tenía trece, como cuando tenía diecisiete.
Jake mueve sus hombros y aunque lo más probable es que es culpa del frío, me gusta pensar que fue la misma sensación que me pasó a mi.
Holissss!
Como estánnn? 😭❤️🩹
VOLVIMOS AL PRESENTE, Y LO NARRA MOON, QUIERO LLORAAAARR!! Aiojsioajsiuei9ojsansjas
Tengo que admitir que estoy en una crisis JAJAJJ, este capítulo me dio CRISIS, y ahora siento q nada de la historia tiene sentido jskaj pero es cosa del síndrome del impostor 😔💔 sJSKAJS, ay no se, cosas mías.
Pensé mucho en si poner este capítulo ahora o más adelante y la verdad es que aun estoy en crisis JSKASJ AAA pero ta, vamos a ver qué pasa. ¿Ustedes que opinan?
Honestamente no releí demasiadas veces este capítulo porque me genero un poco de bloqueo escritor así que aaaa, que sea lo que Moon quiera y ya más adelante cuando corrija el libro lo hare 🤧✨
De todas formas quiero que me cuenten que les pareció <3
Y por primera vez vemos un poco cual podia ser la razón de su separación. Y también lo que siente Moon ahora en el presente 😭 aaaaaaa
🦋 Preguntitas<333
¿Que opinan del presente? 😔❤️🩹
¿Querían leer a Moon narrando? 🫶🏻🤧
¿Quieren ver a Iza adolescente? ¿Conocer a su novia? ❤️🩹 JSKAJS los comunistas, ayuda
¿Creen que Jake y Moon cambiaron? ¿Notan alguna diferencia?
¿Les pareció raro leer el punto de vista de Moon luego de leerlo actuando medio "tosco" en el pov de Jake? 🫨✨
¿Sienten que Moon siente lo mismo por Jake y que Jake siente lo mismo por Moon? ¿Que creen que Moon quiere hacer confesar a Jake? 💔🫶🏻
¿Que sera esa noche y esa foto? 📸✨
¿Se imaginan como puede seguir desarrollándose el presente? ¿Que vaya a pasar?
¿Escena o momento que les gustara en particular?✨
¿Que duele menos olvidar, revivir o simplemente recordar? 🤧💔
Eso es todo por hoy 👑✨
Les quierooo <333
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