Capitulo treinta y cinco: Las velas traen deseos para el Loco
Hace muchos, muchos años.
Jake Williams
Cumplí dieciséis. Me desperté a las cinco y cuarenta por una pesadilla y con la casa completamente en silencio caminé hasta el cuartito de azulejos. Cuando me miré en el espejo de mi baño quise vomitar. Vomitar ahí, por mi propia imagen. Porque cada vez me parecía más a George. Al hombre ese. Al rostro ese.
Abrí todos los cajones buscando una cuchilla de afeitar, porque odiaba que la barba estuviera apareciendo. Era la muestra de tres cosas, del paso del tiempo, de que ya no era un niño y de que cada vez estaba más cerca de ser él. No sabia como se hacía. Pero aun así, al encontrarla me miré al espejo e intenté hacerlo. Fue un desastre sangriento y me terminé haciendo rasguños chiquitos por todo el rostro. Lo intenté lavar y ardía. Tuve la fugaz y loca idea: ¿qué pasa si me sigo arañando el rostro? Tal vez así deje de ser como él. Por suerte olvidé rápido esa idea y dejé la cuchilla entre temblores torpes.
Era un desastre. Yo y mi cumpleaños. Además, como para sumarle algo de sentimentalismo a esa fecha, era mi primer cumpleaños sin Toto. Eso me hizo doler el estómago tan fuerte que estuve a punto de vomitar, otra vez. Me agaché y todo, pero nada salió. Iba a ser un día triste, por eso mismo me vestí con la primera ropa que encontré. La remera naranja suelta y las bermudas de jean viejo.
Salí de la casa a las seis y media, omitiendo cualquier conversación que pudiera tener con George e Irina y pasé por el barrio dormido, imaginando que iba a cruzarme con Toto en alguna esquina. Que de pura casualidad iba a estar ahí, esperándome para decir fue un chiste, feliz cumpleaños. Pero como Toto nunca apareció solo seguí caminando, con mi propio silencio de compañía.
Mis pies me guiaron instintivamente hasta la casa de Eloísa. No sabia que hora era, supuse que eran las siete u ocho, porque calculaba haber estado caminando durante un largo tiempo. De todas formas, al escuchar la conversación matutina entre su madre y una vecina decidí acercarme. Me pregunté si ya les habría contado la noticia. Hacía semanas que venía planeándolo.
—Hola —me saludó la señora.
—Hola.
—¿Qué haces aquí? —desde que Eloísa me confesó que estaba embarazada había ido a su casa incontables veces, pero aun así su madre siempre lucía sorprendida.
—Vine a ver a Eloísa.
—¿Tan temprano? —preguntó, curiosa.
—Si.
—Está arriba, no se si ya despertó, puedes ir a ver —dijo, y noté algo extraño en su tono.
Decidí hacerle caso a eso y no a las malas miradas que ella y la vecina me dieron. Subí la escalera y toqué su puerta varias veces. Eloísa me abrió, sorprendida. No tenía puesto un pijama. Es más, estaba perfectamente peinada con su top color azul, su falda de jean y sus zapatos puestos. Bajé la mirada a su estómago, pero aún no se podía ver nada raro ¿cuando se empieza a notar el bebé?
—¿Jackie?
—No —contesté en chiste, pero sin un tono gracioso.
—Entra, entra.
Entré y caminamos a su cuarto, que ahora parecía más ordenado, más suyo. Me senté en su cama, perfectamente tendida. Eloísa agarró algo de maquillaje que había al costado y mirándose en un pequeño espejito comenzó a pintarse el rostro. Tenía algo para las pestañas.
—¿Lo tienes un segundo? —me pidió y yo lo hice.
Lucia animada, alegre, pero como siempre yo no supe cuándo hablar y pregunté de la nada:
—¿Les contaste?
Eloísa se detuvo, soltando un suspiro y asintiendo. Mis ojos se abrieron en grande, curiosos, sorprendidos. Bajé el espejito para poder verla. Su sonrisa me hizo calmarme. Esa sonrisa hizo que mis pensamientos malos se fueran por un segundo.
—Dijeron que "bueno". Pero que cuando nazca el bebé voy a tener que empezar a trabajar, porque ellos no van a hacerse cargo.
—¿Te dijeron eso?
—Si, pero no pasa nada. Puedo trabajar.
—¿Pero lo tomaron bien?
—Si, dentro de todo creo que sí.
Subí el espejito, mientras Eloísa terminaba de ponerse esa cosa en las pestañas y sonreír. Estaba feliz. Eso era lo único que importaba. Que estuviera feliz. Una parte de mi pensó que Toto se hubiera alegrado de esa felicidad. Pero en realidad era yo quien estaba feliz, no Toto.
—Estuve pensando nombres.
—¿Sí?
—Sí, si es varón quisiera ponerle Toto.
Bajó ese maquillaje y agarró un labial que casi no se notaba, porque era del color de su boca natural. No se para que lo usaba.
—Pero Toto no era su nombre.
—No, ya sé, pero odiaba su nombre, así que le pondría simplemente Toto.
—¿Sabes qué nombre le pusieron a la lápida?
—Creo que el real, pero por cosas legales.
Nunca había ido a ese lugar y jamás iría. Jamás fui.
—Y si es niña tengo más ideas. Me gusta Carmín por ejemplo.
—Que nombre de vieja. Vieja y fea —le dije y Eloísa abrió en grande su boca pintada.
—¡Jake!
—Es horrendo.
—¿Qué nombre se te ocurre entonces?
—No sé nombres —y era verdad, solo se me ocurrían los de algunos conocidos y eran todos feos— ¿Toto y tu no habían pensado?
—No, nunca lo pensamos mucho. Ayúdame.
—¿Pero qué tipo de nombre te gusta?
—Me gusta cuando tienen un lindo apodo.
—¿No hay algún libro de nombres o una cosa así?
Eloísa soltó una risa, negando despacio con la cabeza.
—¿Carmín qué significa?
—Es un color. Un rojo muy intenso.
Eloísa sacó de su bolsita otro pintalabios color carmín y me lo mostró. Parecía sangre. No era un color agradable.
—¿Te gustan los nombres que sean colores?
—Aja, si.
—¿Celeste?
—No me gusta el color celeste —explicó con simpleza.
—Azul.
—La hija menor de la hermana de mi abuela se llama así.
—Iris.
—¿Iris?
—Si ¿No se llama así lo qué hay en los ojos?
Había escuchado la palabra en uno de los poemas que Moon me leía los primeros días que nos vimos. Iris. El color de los ojos. Esa palabra eran muchos colores juntos.
—Me gusta mucho.
Eloísa se levantó, tomó un pequeño papelito de uno de los muebles y con un lápiz naranja escribió Iris. Me lo mostró con orgullo.
—Iris —repitió en voz baja—, ¿vamos a comer algo abajo?
—Bueno.
Fuimos hasta la cocina y Eloísa preparó de desayuno unas tostadas y las dejó sobre la mesa. Me compartió un par y les unte la mermelada. Me pregunté si Eloísa sabría que era mi cumpleaños. Era imposible, por mejor que seas recordando fechas. No tendría por qué recordarlo además.
—¿Cómo les pondrías a tus hijos, Jackie?
—No voy a tener —aclaré, mordiendo la tostada y manchando toda mi pera de mermelada.
—Pero si los tendrías.
—Ni idea.
Eloísa me extendió una servilleta y le agradecí con la mirada, limpiándome. Ese movimiento hizo que ella me observara.
—Tienes toda la cara lastimada —susurró, mirándome— ¿Fue tu padre?
Era menos vergonzoso eso que decir no, no, es que intenté afeitarme y casi me mato. Arrugué la servilleta y la dejé sobre la mesa. Toqué mi propio rostro, como tanteando cuantas marquitas tenía.
—Si.
—¿Quieres curitas?
—No.
De todas formas Eloísa se levantó, supongo que para buscar las blanditas esas que cubren las heridas. Me dejó solo ahí en la sala, comiendo las tostadas media quemadas. Y como la vida me ama, que es otra forma de decir, me odia, Abel apareció, con la misma remera del equipo de mierda de la otra vez. Suspiré.
—¿Te pasas mucho por aquí, no? Los vecinos ya van a empezar a pensar algo raro.
—¿Y qué me importa a mi, narigón?
—Eh, cuida tu tonito.
Me agarró del cabello, o eso intentó, porque lo tenía demasiado corto para que pudieran tomarme de él. En ese instante le agarré el brazo con fuerza, mirándolo directo a los ojos.
—Eh ¿sabes? Se me hace raro que justo ahora Elo salga con esto del embarazo —hablaba tan mal que casi me escupió en la cara.
—¿Qué mierda?
—Quiero decir ¿No será tuyo ese bebé, eh?
Sin pensarlo dos veces me levanté, golpeándole el rostro con el puño cerrado. El golpe se escuchó en toda la casa y el que me dio de vuelta aún más. Una patada en su entrepierna y cayó al suelo, otro golpe y fui yo quien cayó y luego ya no recuerdo mucho. Se que llegó Eloísa y nos gritó ¡monos imbéciles!. Su madre y la vecina entraron, en un ataque de nervios llamando a alguien que nos separe. Pero yo no tenía intención de hacerlo. Quería dejarle la nariz aún más chueca y el rostro aún más feo.
Al final llegó el padre de Abel, no se de donde. Un hombre bajo y panzón, con el cabello medio pelado y gris que me tomó de los hombros y me empujó fuera de la casa. Caí al suelo. El hombre, con tanta ira como si lo hubiera golpeado a él comenzó a gritar.
—¡No quiero a ese desequilibrado en mi casa!
—¡Tío, tío! —gritaba Eloísa, golpeándole el hombro para que se detuviera.
—¡Pues chúpame el pito, hijo de puta! —le respondí levantándome y con toda la intención de volver a golpearlo.
Di varios pasos y el tío me tomó de la remera, mientras la madre gritaba, asustada es un niño, es un niño.
Que buen cumpleaños.
—¿¡Qué dijiste?!
—¡Que me chupen el pito, tu y el descerebrado asqueroso de tu hijo! ¡Imbéciles los dos!
El tío me soltó y yo di un paso hacia atrás, presintiendo el golpe que nunca llegó, gracias a su sobrina.
—¡Jake, basta! —Eloísa caminó, dejando a su tío atrás y agarrándome de la remera para llevarme a la vereda.
El tío seguía gritando y gritando insultos cada vez más agresivos y yo le respondía, pero siendo obligado a irme por Eloísa. Llegamos hasta la esquina y Eloísa me sacudió con una fuerza que no sabía que tenía. Quedé mareado por un instante, pero mi enojo era tan grande que sentía como si en las venas hubiera otro líquido que no fuera sangre. Un energizarte barato e incluso ilegal.
—¡Basta, cálmate, simio!
Simio. Mono. Me había llamado animal dos veces en menos de unos minutos. No me sentía a mí mismo. La misma sensación de cuando todo era mucho, pero ahora de forma negativa. En lugar de irme me descontrolaba. No me había pasado nunca, ni siquiera cuando era George quien me golpeaba. Era una sensación horrible, física.
—¡No me digas que hacer, puta de mierda! —exclamé sin pensar, como si Eloísa no fuera Eloísa y fuera otra persona, como si yo no fuera yo y fuera otra persona.
Una cachetada y quedé callado. Un silencio y me sentí un simio y un mono. Porque eso estaba siendo. Un simio y un mono.
—Ya está —dije, completamente avergonzado.
—¿Ya está? ¿Ya se te pasó la locura, eh? —sonaba como una madre decepcionada, no como una amiga molesta.
—Él dijo...
—¡¿Qué me importa a mí que dijo Abel?! ¡Dios! —Eloísa puso ambas manos en su cadera, soltando un largo suspiro—, te sangra la nariz, Jake ¿te duele?
Y su tono se volvió cercano y cariñoso de repente. Estiró su mano para tocarme el rostro. Yo dejé que lo hiciera, sin rezongar.
—Vámonos un rato. Hasta que Abel y mi tío se calmen.
Terminamos sentados en una calle a varias cuadras de su casa. Sobre la vereda, mirando a los pocos autos pasar y usando mi propia remera como forma de parar el sangrado. Me la había sacado porque de todas formas estaba arruinada y apreté con fuerza mi nariz. Hacía un poco de frío para estar con el torso al aire, así que tuve que agacharme contra mis rodillas.
—Así no se resuelven los problemas.
—¿Entonces como?
—No lo sé. Pero así no. Nunca es así.
—Dijo algo horrible, Eloísa.
—¿Sobre ti?
—Sobre nosotros.
Ella me miró, confundida.
—Dijo que el bebé debía de ser mío —añadí.
—Dios ¿De verdad dijo eso?
—Aja.
—Que asco.
Nos quedamos callados otra vez. Eloísa me miró de reojo.
—Jackie ¿Te puedo preguntar algo sin que te enojes?
—Si me dices eso significa que voy a enojarme.
—Bueno, sin golpearme.
La miré, sorprendido de aquella aclaración. Sorprendido de que pudiera pensar eso.
—No te golpearía —dije, casi ofendido.
—Golpeaste a Abel.
—Pero es distinto.
—¿Por qué? —soltó una risa amarga, media frustrada— ¿Por qué soy una chica?
—No. Porque eres mi amiga.
Su mueca se ablandó luego de eso, relajándose. Una pequeña sonrisa apareció, que luego se tiñó con tristeza.
—¿Somos amigos porque le debes algo a Toto?
—¿Qué?
—Eso, Jake. No quiero que seamos amigos porque sientes que... tienes que cumplir el rol de Toto o algo así. Que es tu deber como su mejor amigo cuidar a su novia. No quiero que sea por eso.
Tal vez lo era, solo un poco, de forma inconsciente. Pero luego lo pensé mejor y me di cuenta que no era por eso. Eloísa era amable, divertida e inteligente. Me gustaba estar con ella. Se sentía bien. Como mi amiga. Era mi amiga.
—No. No es por eso.
—Bueno. Entonces somos amigos porque somos amigos.
—Si.
—Bien. Me gusta saber eso.
Nos quedamos callados y yo simplemente me miré la mano, con los nudillos lastimados. Enrojecidos y con tierra. Intenté limpiarme la suciedad pero me ardía mucho.
—Hoy es mi cumpleaños —dije, de la nada, mirando el suelo.
Tuve la necesidad de decirlo, de que alguien lo sepa, de que me dijeran feliz cumpleaños. Feliz, feliz. Aunque sea mentira, por compromiso.
—¿Eh?
—Hoy es mi cumpleaños.
—¿En serio? ¿¡Por qué no me dijiste antes?!
—¿Para?
—Podría haberte conseguido un regalo —suspiró con tranquilidad, aunque algo molesta en su tono—. Ahora no tengo nada.
—Da igual.
Eso la hizo sonreír un poco, con tristeza. Estiró su mano y la apoyó cariñosamente sobre mi hombro, dando un golpecito.
—¿Cumples dieciséis?
Dieciséis. Dieciséis.
—Aja.
—Feliz cumple, Jackie —no sonó obligada a decirlo y eso me hizo sonreír un poquito.
La nariz me dejó de sangrar a los minutos y decidimos seguir caminando. Todo mejor que volver a ver al narigón. Me puse la remera otra vez, incluso aunque estuviera toda manchada de sangre. No sé qué imagen dábamos, pero no era muy amable. Tal vez por eso decidimos ir por una calle menos transitada. Aunque ninguna era transitada en ese lugar.
Como la vida me amaba, que es otra forma de decir, me odiaba, al girar por una esquina nos cruzamos con él. Con Moon. Iba con su ropa de trabajo y estaba tirando la basura en un contenedor.
—¿Ese de ahí es Hikari? —preguntó Eloísa, en voz baja—, escuché que está trabajando en lo del tío. La cantina de ahí.
—¿Esa es la cantina?
—Si, esa.
De todos los lugares a donde podíamos ir terminamos ahí, en esa cantina. De todos los caminos que pudimos tomar tomamos ese que llevaba ahí, a esa cantina. Siempre, de alguna forma, todo termina en Moon.
—Vamos a saludarlo —dijo Eloísa.
—¿Eh? ¿Para qué?
—Porque somos buenas personas ¿no?
Me agarró del brazo y comenzó a caminar hacia él. Le gritó a unos metros y Moon volteó con timidez. Hacía mucho no lo veía actuar así, tímido. Cuando notó que estaba yo se puso aún más colorado.
—Hola, Moon. Soy Eloísa, íbamos juntos a la escuela.
—Ah, sí, sí.
No la recordaba, estoy seguro de eso. Eloísa me empujó un poco, para que me presentara.
—Él es Jake.
—Sí, lo conozco.
Se hizo un enorme silencio. Moon se acomodó el cabello, fingiendo que no había dicho nada. Yo no contesté tampoco.
—¿La cantina ya está abierta?
—Sí.
Moon cerró el contenedor de basura, limpiándose las manos contra su delantal, cosa que no creo fuese muy higiénica.
—Bueno, entonces entremos un rato —me dijo Eloísa y yo abrí en grande los ojos.
—No tengo dinero.
—Yo te invito —golpeó cariñosamente mi hombro.
Estaba sentado en la barra de ese lugar, con la remera llena de sangre, el rostro lastimado y dolorido, el día de mi cumpleaños viendo de fondo como Moon preparaba la comida. Comida que iba a pagar Eloísa, mi amiga que además era la novia embarazada de mi amigo muerto. Si lo digo de esa forma suena a una situación muy extraña.
—¿Tienes dinero?
—No habría dicho de invitarte si no tendría dinero, tonto.
Sacó del bolsillo trasero de su falda un manojo de billetes. Me los mostró con orgullo y cuando intenté agarrarlos volvió a guardarlos.
—No entiendo qué hacemos aquí.
—Desayunar.
—Ya desayunamos.
—Almorzar entonces
—Es temprano para eso.
—Quiero venir aquí porque hay que apoyar la industria nacional, del barrio y además Moon me cae bien.
—Es puto —me apresuré a decir, sin pensar.
Aunque de vez en cuando piensa en chicas, pero esos eran detalles que ni yo entendía. Eloísa se puso colorada y me pegó con fuerza en el pecho.
—¡Jake! Primero no digas eso y segundo —me pegó en el brazo está vez, haciendo su tono más agudo— ¿¡Qué te pasa!? Dije que me cae bien. Además pasó por mucha mierda que no se merecía. Tu deberías saber eso.
—Ya lo sé.
Hablábamos bajo porque del otro lado de la barra, en la caja había una mujer joven. Tenía el cabello desteñido, pero supuse que en algún momento debía de haber estado pintado de rubio y en sus ojos un maquillaje carmín.
—Perdona ¿Hay un baño? —preguntó Eloísa, ignorando nuestra pequeña pelea.
La mujer le sonrió, diciéndole que había uno adentro y que si quería podía usarlo. Eloísa rodeó la barra y entró pidiendo permiso. En ese momento vi a Moon, que nos observaba como esperando algo, tal vez que Eloísa se fuera. Me miró, sonrió y corrió hacia mi. Se detuvo a unos pasos, cuando notó a la mujer en la caja.
—Feliz cumpleaños, Jake —susurró, muy bajito.
—Eh... gracias.
Moon estiró su mano, tocando mi nariz con cuidado. No me dolía. No tanto. La apretó despacito, como limpiando el resto de sangre que había quedado. Me sonrió de lado, en un gesto que me hizo bajar la cabeza.
—¿Qué te pasó? —preguntó, a la vez que bajaba su mano.
—Me peleé.
—¿Con quien?
—Con alguien.
No preguntó nada más luego de eso. No preguntó quién era Eloísa ni qué hacía ahí. Parecía tan tranquilo que a mi me molestó. Saber que era yo quien estaba incómodo ahí.
—Quería darte un regalo de cumpleaños, pero no sabía si tus padres estaban en casa.
—Bueno, igual ahora estoy aquí.
—Pero no puedo dártelo aquí... —murmuró, divertido y alzando ambas cejas.
Miré de reojo y la mujer parecía concentrada en su tarea. Leer algunos papeles y escribir otros usando su lápiz color rojo.
—Imbécil —le respondí, muy bajito.
—Puedo no cobrarte la comida.
—No, no hace falta.
—Vamos, es tu cumpleaños. Además mi tío no está y puedo convencer a Tami.
Moon dio varios pasos, acercándose a la mujer, que supuse se llamaba Tami, e inclinándose hacia ella para susurrarle algo. No se que hacía Eloísa tanto tiempo en el baño. Había escuchado una vez que las embarazadas vomitaban. ¿Estará vomitando? me pregunté, qué asco.
Pero para callar mis dudas Eloísa regresó, con el rostro muy colorido por lo cual descarte el vómito. Se sentó a mi lado y apoyó los codos en la mesa. Moon ya se había ido, otra vez a la cocina.
—¿Estás bien?
—Si ¿Por qué?
—No lo sé. Las embarazadas son... sensibles.
Eloísa soltó una carcajada, negando despacio con la cabeza y mirándome con sus ojos bien abiertos.
—¿Y cuando conociste a una embarazada tu?
—Nunca.
Estiró su mano, tocándome la frente con diversión y luego volviendo a su posición normal. Me revolvió el estómago imaginar que esa mujer de ahí pensara que éramos algo como una pareja. ¡Amigos!, quise gritar, pero iba a ser extraño.
—Deberías ir a lavarte el rostro. Así con la boca llena de sangre pareces caníbal.
Le obedecí, repitiendo su camino hasta el pequeño baño dentro. Pasé cerca de la cocina y no pude evitar sonreír al oler el aroma de la comida. Abrí el grifo, junté agua y luego me la pase por el rostro. Intenté limpiarme lo más posible e incluso me mojé la remera, pero sólo empeoró el desastre. Suspiré tomando papel y secando todo. Al final solo suspiré y salí del baño.
Sobre la barra había uno de esos postres. El panecillo que me había regalado Moon aquella vez. Del lado de adentro de la barra estaban Moon y la mujer y de afuera Eloísa me miraba, sonriendo en grande.
—Encontré solo una, pero podemos hacer de cuenta que significa dieciséis.
Moon clavó una velita azul sobre el postre, riendo. Eloísa imitó su gesto pero yo tuve ganas de llorar. Llorar de alegría, de felicidad, de miedo, de todo. De todo junto. Nunca había soplado una vela para mi cumpleaños.
Despacio me fui hasta el otro lado de la barra y la mujer prendió esa vela. La pequeña llama iluminó esa situación tenuemente. Noté como la cera se derretía y caía en pequeñas gotas.
Todos se miraron y como si estuvieran por ponerse de acuerdo en algo comenzaron a aplaudir.
—No, no.
Eloísa me hizo el gesto de cállate y siguió aplaudiendo. Estaba colorado, pero supongo que podía excusarme por el calor (que no hacía) o por el dolor (que no tenía)
—Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti —comenzaron a cantar los tres, de forma desafinada—, feliz cumpleaños, querido Jake —tuvieron que estirar la a para que el nombre entrara en el ritmo—, feliz cumpleaños a ti.
—Tienes que pedir tres deseos —susurró Eloísa a mi oído.
Que todo estuviera bien y que todo estuviera bien, deseé eso dentro de mi mente dos veces para asegurarme que se cumpliera y por último, cerrando con fuerza los ojos me dije a mi mismo: algún día, en un futuro muy muy lejano, poder hacer todo lo de mis sueños (y claro que me refiero en relación a la charla de la bicicleta, por si el destino es medio imbécil y no entiende), pero junto a Moon. Si no es junto a Moon entonces no tiene sentido.
Abrí de golpe los ojos y lo primero que vi fue a Moon, sonriendo. Me dio pena, mucha pena, así que desvié la mirada al postre. Soplé con fuerza la vela y se apagó al instante. No más fuego. Aplausos otra vez y sonreí, sin pensarlo.
—¡Feliz cumpleaños! —exclamó la mujer, que pese a no conocerme parecía más feliz que yo.
—Feliz cumple, Jackie —dijo Eloísa.
—Feliz cumpleaños, Jake —terminó los saludos Moon.
Y me puse a llorar, ahí, como un tarado. Como un niño. Pero dentro de mi mente. Jamás podría haberlo hecho afuera, con lágrimas reales. Eso me frustró un poco. Comimos ese postre y no tuvimos que pagar nada, aunque Eloísa insistiera. La obligaron a guardarse el dinero con la condición de que recomendará la cantina.
Moon me detuvo antes de irme, y cuando me acerqué lo único que susurró fue un:
—Dime cuando puedo ir a tu casa.
—Mejor nos vemos en el lago.
Moon asintió, mirándome directo a los ojos. Pero esa mirada no me hizo sentir pequeño como la de George, al contrario, me hizo sentir más grande que nunca. Sonreí.
—Mañana.
—Si, mañana.
Caminamos con Eloísa de vuelta a su casa en silencio, mientras ella me miraba. Me miraba como queriendo iniciar la conversación que ninguno sabía hacer.
—No sabía que eras amigo de Moon.
—Si —contesté, en lugar de mentir.
Amigos. Amigos. Amigos. La miré, asustado de lo que pudiera contestar pero Eloísa, muy feliz, solo sonrió en grande.
—Que genial, Jackie.
Que genial, Jackie, me repetí. Si, lo era.
HOLAAAAA!!
Otro capitulo largo para ustedes 💪🏻💗
COMO ESTAN? Supongo que mejor ahora que leyeron a estos gurises 😋🌼
Bueno, primero que nada FELIZ CUMPLE JAKEEEE (otra vez) 🎁🌠Dieciséis ya es todo un jubilado, va a tener q empezar a evadir impuestos.
Pregunta super random ¿Cuál creen que fue el primer crush famoso de Jake, si todos los famosos existieran en esta linea temporal? 🦋💫
AHORA SI, vamos con cosas relacionadas al capitulo.
No se si tengo cosas que decir, simplemente que pasó algo MUY IMPORTANTE en relacion a esta historia pero no quiero contarles. La pista es que pasamos a otra cifra grande de cantidad de palabras... 8OOASA9S9AUSAJI02 MIS PAPÁS ME REGALARON FLORES POR ESO 😭😭🌼🌼
Asi que quiero aprovechar esto par agradecerles por leer, por votar y comentar (otra vez, si, pero soy cursi) 💗🌙
Y miren, miren, en estos días hice un dibujito de Toto y Jake 😭💓
🥁 AHORA LAS PREGUNTITAS:
¿QUE LES GUSTÓ DEL CAPITULO? ¿ESCENA, MOMENTO, DIALOGO O PENSAMIENTO?
¿QUE OPINAN DE LOS TRES DESEOS DE JAKE? ... 🎁💫
¿Pensaban que Elo y Moon iban a coincidir algun día? 🌷🩹 ¿Qué les parecio?
¿LES GUSTA EL NOMBRE IRIS? 👁🗨🌟
JAKE ADMITIO QUE ERAN AMIGOOOOSSS UASOAUA09AS8A los amo estan casados.
¿Abel se merecía ese golpe? ...no a la violencia gurises, pero igual yo tambien le hubiera pegado 😔💔
🔮🔊 ¿Les gusta que les canten el feliz cumpleaños? ¿Como es en su pais? Se que hay lugares donde es distinto, aca es...
Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Jake que los cumplas feliz.
¿Hasta ahora creen que las cosas estan siendo lindas? 💗🩹 Este es de mis capitulos favoritos, tengo que admitirlo.
Y PREGUNTA RANDOM:
¿QUE COLOR ES ESTA NOVELA? 🎨🌠
¿QUE COLOR ES JAKE?
¿QUE COLOR ES MOON?
CON ESO AHORA ME DESPIDO, NO SE SI ACTUALICE MÁS ESTE AÑO, ASI QUE TAL VEZ NOS VEMOS EN 2024 ! LES QUIEROOOO
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