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Capítulo sesenta y uno: Una última vez para el Loco y la Luna

Hace muchos años.

Moon Hikari

Entré al cuarto de mi tío y Tami y sigilosamente agarré el pequeño espejo que usaba ella para maquillarse. Quise darme cuenta si había algo distinto en mi. Seguía esperando, por alguna razón, que los cumpleaños me cambien mágicamente. Estaba igual que el día anterior. Distinto al mes anterior y ni hablar del año pasado, pero en general, era medio lo mismo. Solo que más grande. Tenía un bigote, que parecía más suciedad que otra cosa y me había crecido la nariz, aunque no como a Jake. Mis cejas seguían siendo finas, mis orejas pequeñas y cuando sonreía se me marcaban los hoyuelos. Dudaba que me confundieran con una chica ahora. Que los vecinos me gritaran «niña» para llamarme y luego se disculparan al verme mejor. Hubo algo raro en eso. No porque quisiera que eso sucediera, sino porque saber que jamás iba a pasar era como finalmente darme cuenta que no había nada de niño en mi rostro ni en mi cuerpo. Y poco a poco sentía que Moon se borraba. Lo que para mi era Moon. Sentía que tendría que haber crecido de otra forma. No sabía si me había borrado yo o simplemente ese yo que creía ser no era en realidad. No sabía quién era y me había convencido, de alguna forma, que era eso que me decían. Moon tenía que ser muchas cosas. Moon era chino. A Moon le gustaban solo los hombres y por eso era medio afeminado y tampoco le gustaba el fútbol (aunque a mi me gustara, en realidad). Y Moon pedía disculpas siempre y Moon no se enojaba nunca y Moon se llevaba bien con su familia. Y Moon iba a morir joven porque «ya sabes cómo terminan los tuyos». Y Moon era todo, todo lo que estaba escrito en cada pared de la escuela. Y verme así en el espejo y no reconocerme fue raro. Y no me gustó.

En mi cumpleaños diecisiete no llovió. Esperé todo el día y no sucedió. Que no lloviera fue la señal de Dios para decirme que ese número, esos diecisiete, iban a traer cosas malas. Que ahora, siendo más adulto, menos niño, iba a arruinarse todo. Al menos eso sentí yo, mirando por la ventana de mi habitación el día tan despejado.

Izari me abrazó, antes que nadie, como siempre y me dijo «feliz, feliz, feliz cumpleaños» y le di un beso en la frente, fingiendo estar contento. Me regaló otra pulsera más, como me regalaba todos los años. Está era más complicada, tenía varios colores y un patrón de triángulos, me contó que Kiki había aprendido a hacerla. Me la ató en la misma mano donde tenía las otras.

—Dile gracias a la Kiki de mi parte —le dije y él se puso muy rojo.

Me cambié, me levanté, corrí la cortina y caminé hasta la sala. Mi tío me sonrió, se acercó y me abrazó con mucha fuerza. El abrazo duró un minuto, o más. Apoyé mi barbilla en su hombro y lo apreté con fuerza. Al final nos separamos y Tami, con su largo vestido de flores, se acercó y me abrazó igual, moviéndose de un lado a otro.

—Feliz cumpleaños —dijeron los dos.

Desayunamos en casa. Mi tío había hecho un postre que siempre hacía su madre en los cumpleaños y Tami té. Nos sentamos todos y cortamos un pedazo para cada uno. Conversamos un rato sobre tonterías. Sobre los amigos de Iza, la escuela, los vecinos y la receta del postre. Podría haber estado feliz, pero no me fue natural sonreír ni reírme de los chistes de Tami. Solo comí el postre hasta que me empezó a doler el estómago del dulce.

—¿Quieres más, mi amor?

—No, gracias, me empalagué —me limpié la cara—. Me voy a duchar.

Me fui al baño y los dejé en la sala, callados.

Nos vimos unos días más tarde con Jake en la calle donde nos encontrábamos a veces, cerca de la ruta, aprovechando que Jake tenía día libre. Lo esperé un rato, con las manos en los bolsillos y medio escondido detrás de un poste de luz. Jake apareció, finalmente y le sonreí.

—Toma —Jake me extendió un paquete vertical, envuelto con papel de diario.

—Muchísimas gracias.

Le sonreí en grande, agarrando el regalo y sintiendo mi corazón latir más rápido, emocionado. Lo besé y Jake solo se puso rojo, esquivando mirarme.

—Feliz... cumpleaños, chino.

Abrí el papel y encontré una barra de chocolate con un envoltorio rojo. Tenía el dibujo de una vaca y una pequeña niña ordenañandola. Era mi dulce favorito de niño, pero hacía años que no lo comía. Quise llorar de felicidad.

—Me encanta este —le dije y él sonrió un poco—, muchas gracias, de verdad —lo besé otra vez y otra vez y otra vez.

Partí el chocolate en tres partes. Le di uno a Jake, aunque se negó al principio y guardé el otro en un pedazo de papel para regalárselo a Iza y el último para mí. Nos sentamos para comerlo. Jake mordió la punta del suyo y yo chupé el mío, recibiendo una expresión de desagrado por parte de Jake.

—No se chupa el chocolate, cerdo de mierda —dijo.

Me encogí de hombros, sonriendo con los dedos manchados de chocolate.

—Pero así dura más.

Jake mordió otro pedazo, más pequeño, una punta del chocolate. Habló mientras lo mordía:

—¿Cuántos años tienes, cinco?

—Diecisiete tengo —murmuré, chupando el chocolate de mis dedos.

Escuché que reía de forma nasal y sonreí, contento. Estuvimos un rato comiendo ese pedazo de chocolate. Alargando lo más posible la experiencia de aquel dulce tan rico. Jake se quedó con un pedazo tan pequeñito que podría haberlo comido de un bocado, pero aún así, seguía dándole mordidas pequeñas.

—Tienes toda la boca con chocolate, que asco —susurró, estirando la mano y limpiándome con fuerza.

—Pero así los besos van a saber dulce.

—Imbécil.

Había terminado el chocolate pero aún sentía el sabor dulce en mi boca. Me gustaría comer chocolate todos los días. Tener uno siempre en mi bolsillo.

—Jake ¿Tú crees que yo cambié?

—Supongo que sí.

—¿En que?

—No sé —estiró las piernas y pensó, un rato—. Eres menos tímido. Más gracioso, quizás. A veces muy confianzudo.

Sonreí un poco, medio colorado por eso. Por ser gracioso y confianzudo. Solo con él era así, en realidad. Con nadie más era tan Moon, aunque no supieran quién era Moon realmente.

—¿Crees que no me parezco más a lo que era antes?

—Nah, sigues siendo el mismo, solo que medio diferente.

—Eso no tiene sentido.

—Si lo tiene. Sigues siendo tú. Solo que antes eras más chico. Que se yo.

Dibujé cosas en la tierra, como cuando era un niño. Lo dibujé a él y al lado, a mi.

—¿Crees que sigo pareciéndome a una chica? —murmuré.

—Físicamente no —me miró de reojo—. No tanto.

—¿Y actuó como una? —se encogió de hombros— ¿Es malo eso?

Se quedó pensativo unos minutos mientras yo lo seguía dibujando. Le hice su gorra, siempre hacia atrás y su camiseta de tirantes blanca. Su cadena de cruz, su nariz y sus labios grandes. y al lado suyo, yo, sin rostro aun.

—Creo que no. Tienes las cosas buenas de las chicas.

Dibujé mi sonrisa, grande y luego mis ojos, como dos líneas pequeñas y mi pelo, medio despeinado.

—¿Y cuales son?

—Escuchas y sonríes mucho y... te gustan los abrazos y esas cosas.

Hice que su mano estuviera agarrando la mía, pero como no se dibujar bien, no se notaba. Solo yo sabía eso. Otro secreto más.

—Me dijiste histérica.

—Bueno —se rascó la nariz—, la próxima te digo histérico ¿feliz?

No pude evitar sonreír un poco, porque no iba a lograr, ni poniéndome a llorar ahí mismo que Jake abandonara su orgullo.

—Tú también tienes las cosas buenas de las... chicas —le dije y él frunció el ceño.

—¿Qué?

Dibujé mi gorro rojo, que estaba usando en ese mismo momento y luego muchos corazones mal hechos alrededor de nosotros. Jake no vio el dibujo.

—Nada, eso. Que eres bueno.

—Soy hombre yo.

Pasé la palma abierta sobre la tierra y destruí el dibujo.

—Ya sé eso. Pero una cosa no tiene que ver con la otra —me limpié los dedos llenos de tierra contra el pantalón—. Yo también lo soy.

—Es distinto.

—¿No soy tan hombre como tú? —pregunté, medio irónico, medio molesto.

—Mejor que no lo seas.

Nos quedamos callados. No pude darme cuenta que quería decir él con eso, como casi siempre me daba cuenta. Me tiré al suelo y él se tiró a mi lado. Miramos el cielo del mediodía. Tan caluroso, sin sombra. Tuve que entrecerrar los ojos. Jake tenía los hombros quemados y yo en cambio, que siempre estaba con camisetas manga larga, me moría de calor.

—¿Nunca pensaste que hubiera pasado si nacías mujer?

Él reprimió una risa, pero luego se puso serio.

—No pienso esas cosas yo.

—Yo sí, a veces.

—¿Te vas a poner vestidos ahora? —giró la cabeza— ¿Eso quieres decirme?

—¿Por qué? ¿Quieres? —Jake bufó, porque yo siempre lograba molestarlo más a él—. Solo digo, que hubiera pasado, de ser todo al revés. Yo sería Luna, como me querían poner mis papás.

—Si yo fuera chica quizás... le hubiera caído mejor a Irina —dijo, en voz muy baja—, no tendría la cara de mi padre, al menos.

—Las chicas igual la pasan medio mal, no sé.

—Si yo fuera chica no dejaría que nadie me tocara —afirmó, con seguridad.

—No se si es tan fácil.

«Yo ni era chica, y en la escuela me tocaban todo el tiempo», pensé.

—Mataron a una vecina hace poco —murmuró—, su esposo fue, creo. O su novio. No sé —estiró sus brazos hacia atrás—. ¿Cuántos tipos malos habrán acá? Que se ocultan y aparecen de la nada.

—Para mi no aparecen de la nada. Para mi los esconden —las vecinas que cerraban la puerta, el kiosquero que baja la cortina o los profesores que miraban a otro lado—. Tu no matas a alguien un día de la nada.

—Supongo que no.

Crucé mis manos sobre mi pecho, cerrando los ojos un rato y volviendo a abrirlos.

—Tu seguro serías plana —bromeó de la nada y yo solté una carcajada, cambiando el ambiente a uno más divertido.

—Claro, la de las tetas serias tu —y apoyé mis manos sobre sus pectorales, apretando en chiste.

Me pegó sin fuerza pero igual retrocedí. Salí corriendo y él me persiguió.

Fuimos hasta la colina de la basura y buscamos hasta encontrar una pelota medio desinflada. Corrimos pateando la pelota hasta el baldío, pero habían muchos niños jugando, así que tuvimos que seguir buscando algún lugar. Finalmente nos escondimos cerca de la estación de tren, detrás de unas paredes de ladrillo que parecían ser una casa a medio hacer. Con su camiseta y la mía hicimos el arco.

—Juguemos penales —propuso—, el que llega a diez gana.

El primero en patear fui yo, mientras Jake en el arco, se agachaba un poco, estirando las manos. Dio unos pasos atrás y pateé con fuerza. La pelota fue tan alta que el salto de Jake no logró atajarla. Solté una risa ante el primer gol. A modo de venganza su pelota fue a mi entrepierna. No metió gol pero me hizo caer al suelo, gritando que era un estúpido. Terminamos jugando un partido sin reglas, donde valía empujarnos y meternos el pie. Mis codos sangraron por las veces que me caí y Jake terminó sudando tanto que la piel se le puso brillosa. Tuve que tomar aire y él aprovechó para meter tres goles. Presumido.

—Me arde —le dije, mirando la piel rosada y sangrante de mi codo, llena de tierras y piedras pequeñas.

Él se acercó, me tomó el brazo, escupió y raspó la herida con su camiseta. Lo insulté y se justificó diciendo que era para que no esté sucia.

—No mariconees —dijo.

Me daba un poco de gracia que él usara esa palabra cuando alguien se quejaba o cuando actuaba muy cariñoso. Si le decía «me duele» me contestaba «no seas maricon» y si lo besaba mucho y lo abrazaba, murmuraba «no mariconees». Creo que Jake nunca se sentó a pensar realmente lo irónico que era, más teniendo en cuenta que la mayoría de las veces sucedía luego de que él me besara. Tal vez solo tenía esa frase muy dentro de su vocabulario. Pero aun pensando que él no se daba cuenta, se sentía mejor cuando lo decía él que cuando lo decía cualquier otro. Como si hubiera un pacto entre nosotros, sabiendo lo que hacíamos, de llamarnos el uno al otro así.

Intenté pararme sobre la pelota, me resbalé hacia adelante y terminé cayendo de culo al piso. Me dolió tanto que casi sollozo, pero se me contagió la risa de Jake. Quedó él encima mío y me miró, con las manos a cada lado de mi cabeza. Lo miré también y nos besamos. Brusco, mientras lo tiraba del pelo y se me ensuciaba el mío de tierra. Quería rodar para quedar arriba, como siempre, pero Jake ya se había acomodado ahí. Y tampoco me molestaba tanto. Me besó el cuello y yo me reí, porque estábamos ahí, detrás de la vía del tren, ocultos solo por unas paredes de ladrillo en donde vivían insectos y donde estaba escrito, en grande «Mariana hija de puta». No había nada romántico en ese lugar que olía a sudor. Se podía escuchar, lejos, los autos destartalados y los niños jugando al fútbol. Ese barrio, que terminaba en la ruta y que era tantas cosas. Que nunca fue un hogar, pero de donde tampoco quería irme. Y no era solo por Jake. Era por las casas que funcionaban como pasillos en donde parecía que vivían todos los secretos del mundo, el olor a pan que salía de la pequeña panadería que atendía una señora italiana y los perros solitarios que se creían dueños de todo y te ladraban pero nunca se acercaban. No se como puedo querer a un lugar que me odió tanto, pero lo extraño, a veces. Me pregunto si aun alguien me recordara o si Moon finalmente murió para los vecinos.

Sentí sus manos sudadas contra mi piel caliente y me reí.

—Jake, Jake —murmuré—, espera.

—¿Por qué?

—Estamos muy cerca de la gente.

Se levantó de un salto y me agarró del brazo. Corrimos lejos luego de agarrar nuestras camisetas. Fuimos hasta los matorrales por donde habíamos ido en bicicleta hacía años. Nos escondimos en medio de dos grandes arbustos. Me agaché un poco para que no me lastimara. Jake pateó las ramas con pinchos secos que había, para liberar al menos, un par de metros. Me recosté. El sol entraba entre las hojas de los árboles y estaba un poco más fresco ahí dentro, en esa guarida improvisada.

El olor a flores mareaba un poco. Flores sin nombre, algo amarillas pero muy pequeñas, como bolas de algodón y que nacían en algunos de los yuyos. Un aroma confuso, dulce pero medio asqueroso. Los bichos volaban entre las flores e intenté no hacerles caso, pero su ruido me molestaba un poco. Pero los besos de Jake eran mejores. Apoyé mi cabeza en la tierra, luego de que Jake corriera las pocas piedras. Sus manos mojadas y sucias me agarraron el rostro y yo le sonreí, con los ojos cerrados.

—Jake ¿Si te pido algo lo harías?

Sus manos, en mi torso.

—Depende.

Sus manos, más abajo.

—Pero cumplí años.

Sus manos, sobre la tela gris de mi pantalón, se mueven hacia abajo.

—Ya te di mi regalo.

Sus manos, sobre mi piel.

—Jake, Jake —repetí, más bajo—, prométemelo.

Sus manos quietas.

—¿Qué cosa?

Sus manos aprietan.

—Solo promételo.

Sus manos vuelven a subir.

—No puedo. No sé que estoy prometiendo.

Sus manos me agarran el rostro.

—Solo dime que sí y yo voy a estar feliz.

—Te lo prometo —susurra.

Me besa, otra vez. Me besa y me besa y siento que lo prometió. Que prometió, sin saber, que iba a estar siempre conmigo. Le hice jurar una mentira y ahora es culpable también. Somos los dos culpables. Quiero que me cuide, como yo lo cuido todo el tiempo. Que me abrace, que me bese y me bese como yo lo beso. Quiero ser un poco tuyo como tu eres un poco mío, Jake, quiero por un rato, cerrar los ojos y no ser nada. Y qué me beses. Y que como yo finjo poder atraparte, tu finjas atraparme a mí y me tomes las manos. Abrí el ojo y espié un poco mientras tú me susurrabas cosas que yo no entendía bien. Un insecto se paró sobre la flor. Una abeja. Y casi que pude haberla escuchado, pero tú eras mucho más ruidoso.

Me besó los codos, con tanta delicadeza que por un instante creí que tal vez me había confundido y estaba con otra persona. Pero abrí los ojos y lo vi a él. ¿Quién más iba a ser si no era él? No podía ser nadie más que él. Más que tú, Jake.

Tal vez ese día puede contar como el último. Tal vez por eso le pedí que me prometiera esa mentira y que hiciera conmigo todo lo que yo hacía con él y por un rato me acosté y le dije, sin decirle «haz lo que quieras». La última vez en la que su piel sudada iba a tocar la mía y en la que íbamos a estar bien. Simplemente bien. Sin más. Que tonto fui, que niño fui. Que no fui tan valiente, que fui el cobarde en realidad. Que tendría que haberlo obligado a venir conmigo, pero me quedé callado y dejé que me besara y me abrazara como si en realidad fuéramos algo. Y luego nos quedamos acostados un rato y apoyó su frente en la mía. Me prometiste, Jake, que ibas a estar siempre conmigo. 

Holaaaa!! 🗣💗

Cuanto tiempoo ¿Como estan? 🧜🏻‍♂️✨FALTA POQUITO PARA EL ANIVERSARIO UN AÑO DE LA NOVELAAAAA!!

Primero, miren, mi tia me hizo una fiesta sorpresa por mi cumple hace unas semanas y la torta era de Moon y Jakeeeeee <3

Ahora sí, voy con laaaaas:

Preguntaaas 🌸🤝🏻

¿Momento, dialogo cosa que les gustara?

¿Qué opinan en general hasta ahora?

¿Creen que Moon cambió? 🥺🍃

¿Qué piensan sobre la relacion de Moon y Jake ahora? ¿Sienten que hubiera sido sano que siguieran juntos?

¿Qué creen que significa que Moon sienta que se esta borrando?

¿Llegan a conectar con los dos? ¿O conectan más con uno?

¿Qué piensan de la familia de Moon, del tio, Tami? 🌼✨

MOON LE HIZO PROMETER QUE IBAN A ESTAR SIEMPRE JUNTOS AAAAYY ¿Creen que es justo que Moon no le cuente que se iba? 

¿Qué piensan que significa la charla sobre ser chicas? ¿Les gusta lo que conversan? 

Aaaay y Moon ya tiene diecisiete! ¿Les gusta verlos crecer? ¿Les divierte que sea una novela de muchos años? 🎂✨

¿Cuál fue su edad favorita de estos personajes? 

¿Prefieren caps cortos o más largos?

¿Preguntaaaas?

Ya falta cada vez menos para el final de este acto y por ende la pelea !

No tengo mucho más q decir besoos

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