Capítulo sesenta y tres: Adios, Loco
Hace muchos años.
Moon Hikari
Cuántas cosas terribles sucedieron en tan poco tiempo. Cuánto perdimos en un instante. Cuanto me arrepiento, de algún modo, de haber dicho lo que dije y de haber callado lo otro. ¿Cómo se arruina todo de un momento para otro? Esa pregunta solía estar en mi cabeza. Cuando veía parejas divorciadas, peleadas y pensaba qué había pasado, porque en algún punto de sus vidas habían estado enamorados. ¿Se va el amor? ¿Desaparece? ¿Se cura? Aunque decir curar significa decir que el amor es algo así como una enfermedad. Para mí no es una enfermedad. Tampoco es una cura. Es algo más. De esas cosas raras que no se definen.
Una vida se puede arruinar y no es que la mía se haya arruinado, porque fui feliz y sigo siendo feliz. Pero lo que teníamos con Jake se arruinó. Eso desapareció. Se hizo añicos.
Me dio miedo. O tal vez culpa. Había ido a la casa de Jake pensando en decirle que me iba y me había encontrado, simplemente, con esa mujer tan extraña que me había obligado a entrar. Como los policías que interrogan, pero a mí jamás me habían frenado en la calle para preguntarme nada. Nunca había tenido que mentir, bajo presión. Tan distinta a su hijo, pero con la misma mirada. Con la misma habilidad de mirar y observar lo que hay debajo de tu piel y leer tu mente. Me dijo cosas, miles, y no me dolieron porque la odiaba. La odiaba a ella porque no entendía como podía querer tan poco a alguien como Jake.
Cuando me junté con Jake, a los pocos días, discutimos. Peleamos porque yo no podía ir así, sin avisar. Lo recuerdo, pero no tengo en la memoria las palabras que usamos. Tampoco sé cómo terminamos besándonos como si jamás hubiésemos peleado. Ni como sus manos se enredaron en mis manos y se escondió en mi cuello para sollozar, pero no llorar. Solo quedarse así, juntando aire y murmurando lo mucho, mucho, que odiaba a George.
—¿Por qué no se muere? —decía—, quiero que se muera, ojalá se muera, ojalá. Lo odio tanto, chino, lo odio tanto que no se que hacer ¿Tu que haces cuando odias? Verdad, no odias. Tu no odias. No sé cómo hacerlo. No sé cómo vives, chino. No sé cómo se vive. No se que hacer. Soy un tarado.
Y entre los secretos bien guardados, se murió todo. La realidad, o la verdad, si es que existe, se pudrió. Un martes, del noventa y siete, que podía ser un martes cualquiera, y se volvió el fin de todo. De todo, si todo fuera Jake. Usando la palabra «todo» no como «todo», sino como alguien, porque ese alguien, en ese momento, quizás, era un poco todo. Un mundo inventado, una ciudad, un libro, yo qué sé. Ni en ese momento supe por qué me había dolido tanto. Ni ahora lo sé. Sí, lo sé. En realidad, siempre lo supe.
Hay momentos de mi memoria que están borrados. A mi cerebro le gusta la idea de jugar a esconder datos. Por eso, de ese día no recuerdo todo. No tengo la línea de tiempo armada. No recuerdo, por ejemplo, qué hacía yo en la laguna. No tengo la imagen de cuándo llegó Jake, pero sí cuando me levanté y lo miré. El momento en el que lo hice noté que algo malo había ocurrido, porque su expresión era de enojo. Era de mucho enojo. Fruncía el ceño y apretaba las manos con fuerza. Aun así, mi mente no logró unir los hilos tan rápido y por eso di un paso hacia él.
—Jake... —murmuré.
Y cuando le vi el rostro, la forma en la que fruncía el ceño y apretaba los labios, me di cuenta de que él sabía algo. Que él lo sabía. Sabía que me iba a ir sin él. Sabía que iba a irme. Sabía que no había ido a contarle, sabía que era un cobarde.
—No tenías pensado decirme.
No le contesté nada. Apreté las manos al lado de mi cuerpo. No recuerdo lo que pensé en ese momento. Tengo la escena, como si la hubiera visto de afuera, como si ese no hubiera sido yo.
—No tenías pensado decirme —repitió.
—Jake, yo...
—¿No tenías pensado decirme?
Bajó el tono de voz y lo preguntó. Lo preguntó cómo mi hermano preguntaba si yo lo iba a querer para siempre. Era una tarde calurosa, con el viento quieto. Él se cruzó de brazos. Estiré mi mano y pensé, tontamente, que esquivar la conversación iba a ser lo mejor.
—Ven, vayamos a...
—No me quiero ir a ningún lado, imbécil —levantó el brazo, evitando que lo agarrara—. Quiero que me digas qué mierda pensabas.
—Perdón, Jake yo...
—¡Basta de pedir disculpas! ¡No te disculpes y hazte cargo de la mierda!
—¡Ya, ya! No grites. Te puedo explicar.
—Explicar una mierda, Moon. ¿Te vas a ir?
—Yo no...
—¿¡Entonces tu tío mintió?! ¿Eso dices? ¿Qué es un mentiroso? ¿O el mentiroso eres tú? ¡Imbécil de mierda! ¡Eso eres, un imbécil de mierda!
Di dos pasos hacia atrás y él me siguió, pienso que ni siquiera se dio cuenta. Abrí las palmas y levanté las manos, como quien quiere detener a alguien.
—¿¡Vas a dejar que hable?!
—Habla —no tenía nada que decir—, habla, vamos, habla, ¿Qué? Si tienes algo que decir, dilo. Di la mierda, Moon.
Perdón por ser mentiroso. Es que intenté decirte, te juro, intenté decirte que vinieras conmigo, pero te daba miedo, por eso pensé que era mejor no decirte, así dolía menos. Pero intenté, muchas veces, ¿no te acuerdas? Era lo último que decía antes de dormir en tu casa y lo primero que te comentaba al mediodía, cuando despertabamos. Y tú me decías siempre lo mismo:
—¿Vivirías en la ciudad?
—No sé, supongo.
Y si quieres, estás a tiempo, ve a tu casa, junta tus cosas y nos vamos. Ya, ahora, corre rápido, ve a tu cuarto y llévate todo, y nos vamos. Pero lo miré a los ojos y pensé que, tal vez, él no estaba dispuesto a irse. ¿Cómo me daba la cara para ahora, proponerle eso, cuando podría haberlo hecho hacía semanas? Algo dentro de mí supo, de alguna forma, que no se podía estirar lo que tenía que terminar. Que iba a doler menos, si se terminaba todo más rápido.
—No tengo nada que decir —dije.
—Ya, lo suponía. Porque vas a irte, tu tío me dijo la verdad, te vas y no me dijiste.
—Sí, voy a irme, Jake.
—Tú me dijiste que no ibas a hacerlo, me lo dijiste...
—Yo te dije que no iba a escaparme.
—Claro, cuando tienes la ayuda de tu tío está bien ¿No? De tu tío que no sabe una mierda de tu vida y no te ayudo un carajo en nada ¿Verdad? ¿Ese tío? ¿El tío que jamás te preguntó que carajos te pasó cuando casi te rompen la nariz?
—¿Y por qué te importa tanto, de todas formas? —empecé a hablar, sin pensarlo—. ¿Qué? ¿Resulta que ahora soy tu novio o una cosa así?
—Cállate
—Ah, te jode eso. Te jode todo, Jake —di un paso hacia adelante y nos quedamos cara a cara—. Te jode que te quieran y te jode que te odien, te jode quedarte y no puedes irte sin escaparte como un puto cobarde. Te jode que no sea tu novio, y te jode si digo que lo soy. ¿Qué quieres, Jake? ¿Por qué vienes aquí?
Y no me contestó nada. No me dijo para qué vino. No me dijo: «tienes razón, vine aquí porque te quiero, porque quiero vivir contigo». Me agarró del cuello de la camiseta de golpe y acercó su rostro al mío, con seriedad.
—No digas estupideces.
—¿Vas a golpearme? —murmuré—. Golpéame —apretó con fuerza mi camiseta, enojado—. Hazlo, golpéame —ironicé, para molestarlo, para tomarle el pelo, enojado.
Y Jake levantó la mano a mi rostro. Me hice pequeño en el lugar y me sentí el estúpido más estúpido de toda la tierra. Patético. En ese segundo, antes de que Jake bajara con rapidez la mano, a mi mente llegaron una serie de escenas. Como si mi mente quisiera mostrarme todas las veces que fui vulnerable con él para hacerme sentir aún más estúpido. El enojo tiene eso. Que te hace estúpido. A mí me hace estúpido. Y le pegué con fuerza en la mano para que me suelte y él lo hizo, frunciendo el ceño. Lo empujé, pegandole en los hombros, con fuerza y él solo retrocedió, con la mirada perdida.
—¿¡Qué está mal contigo, Jake?! —grité—, no tienes derecho, no, no tienes derecho de actuar así cuando soy la única cosa buena que te pasó en tu vida de mierda.
Me empujó de vuelta y me tropecé, pero no me caí. Y levantó la mano para señalarme el pecho y gritar, al mismo volumen que yo. Pensé entonces si así peleaba con sus padres. Pensé si así funcionan las peleas. Alguien grita, otro grita. Yo jamás peleé con mi tío porque no sabíamos gritar, ni enojarnos.
—No. No. No. ¡Tú eres la peor cosa que me pasó! —gritó, tan fuerte que se le cortó la voz— ¡El peor error de mi vida, chino de mierda!
—¡Te odio! ¡Te odio! ¡No te haces idea lo mucho que te detesto, hijo de puta!
Otro empujón, torpe, poco violento, poco inteligente. Él me empujó de vuelta y me caí, y él se cayó encima mío y rodamos. Me agarró el pelo y yo le rasguñé la cara. No me acuerdo si peleamos, en realidad, sí le pegué o si me pegó, recuerdo que me gritó, que me gritó cosas horribles y que me puse a llorar y él siguió, y lloré más. Me dijo que me debería haber muerto, que ojalá me hubieran matado, o eso recuerdo, al menos, eso escuché yo. Le contesté que ojalá se hubiera muerto él. Que se hacía el macho y le faltaban huevos, que era un inútil, que era un traumado, que estaba roto, le dije eso, creo, no sé, no me acuerdo. Quizás solo use todas las cosas que sabía que le dolían y se las dije, porque me dolía a mí.
El suelo estaba caliente, el césped quemado, la tierra seca, el agua lejos, de seguro fresca. Tenía ganas de lanzarme a la laguna y nadar. Solo nadar, sin pensar en nada más que el agua. Mi mano debajo del agua, mi cabeza debajo del agua. Sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca, porque en algún momento, quizás, me pegué contra el suelo y me lastimé. Mis manos temblaban.
Rodamos en el suelo y en otro momento me hubiera dado risa lo tonto que nos veiamos. Como dos niños. En una tarde calurosa que no tenía nada de dramática, no había viento, no había lluvia. Solo el ruido de los perros y una música movida de alguna fiesta que estaban haciendo lejos. El mundo no se detiene por nosotros, pensé, por eso hasta nuestra despedida se siente así, pobre. El cielo despejado parecía lejano a nuestra pequeña tragedia. Nuestra diminuta tristeza, nuestro espectáculo dramático. El fin de un mundo que nadie conoce. Miré sus ojos, buscando algo, no sé qué y solo me vi a mí, reflejado. No lo pude ver a él. No lo quise ver a él, quizás.
—¡Tú comenzaste esto! ¡Es tu culpa! ¡Tuya! —le grité, una vez que logré, por un instante, agarrarle las manos.
Luego me agarró él a mí, casi sin esfuerzo, mostrándome que todas las veces que se había dejado atrapar habían sido intencionales. Que se podría haber escapado, pero no quiso. Que yo no podía agarrarlo, no podía obligarlo a quedarse por más que quisiera.
—¿¡Yo!? ¿¡Y qué hay de Benjamín, eh?! —acercó su cara a la mía, y habló, casi escupiendo en mis ojos—, Eso empezó todo.
La mención de Benjamín me molestó. Me enojó muchísimo pensar en él. En toda la mierda que había traído. Además, Jake había comenzado esto. Estaba siendo un cobarde, otra vez.
Entonces le pegué una patada tonta en el pecho solo para que me soltara, y retrocedió, hasta levantarse de un salto. Yo hice lo mismo y quedé parado. Quería irme, quería salir de ahí, de alguna forma, porque si lo seguía viendo iba a llorar. Él tenía los ojos rojos, los hombros quemados por el sol, la camiseta sucia y la respiración agitada.
—No quiero volver a verte —gritó—, nunca. No quiero que me vean contigo, eres una mierda, una histérica de mierda eres. Te haces el de la vida difícil, el triste y no sabes nada. ¿Porque te pegaron una vez te quieres morir? ¿Eh? ¡Ojala te vaya bien para la mierda en la ciudad, ojala vuelvas con la cola entre las patas pidiéndole ayuda al maricon de tu tío!
—¡Jamás voy a volver! —empecé a caminar, dándole la espalda— ¡Te vas a pudrir aquí, triste y solo, Jake! ¡Triste y solo!
Seguimos gritando estupideces mientras yo me alejaba. No giré ni una sola vez. No lo volví a ver. No le vi la cara antes de irme. No memoricé su rostro adolescente y lo perdí. Corrí a la reja, la pateé con fuerza muchas veces hasta abrir más el agujero que había y me fui. Caminé por la calle que iba hacia la cantina, ignorando a la gente que, disimuladamente, me miraba. Y les grité, a todos, me enojé y los insulté porque igual esa ya no era mi casa. Porque los odiaba, a todos, hasta al niño con la cara colorada y su amigo que jugaban con un balde de agua, porque eran niños y yo no. Y jugaban y yo no. Y era culpa suya, no mía, no de Jake, suya. Y mientras gritaba, me acaloraba y los escuchaba gritar de vuelta y me enojaba más, juntaba aire por la boca y pensaba en todas las palabras hirientes que conocía. Me fui, sin pensar mucho, sin analizar los rostros, los gritos, recordando, brevemente, la cara de los chicos muertos. Deseé cruzarme con la madre de alguno para decirle que fue un alivio saber que habían matado a su hijo. Quería ser malo. Quería ser el más malo de todos, y lastimar a la gente. Quería que me recuerden como el hijo de puta, al menos.
Entré a la cantina sin poder respirar, con un nudo enorme en la garganta. El aire no entraba, ni salía, estaba atrapado. Como yo. Atrapado, en algo, en algo que no sabía que era. Me iba a morir. Ya. Lo sabía. Sabía que me iba a morir. Mi cuerpo me estaba avisando que mi corazón se iba a detener. Tenía la sensación de estar a un paso de la muerte y me aterró. Y como me aterraba, empeoró. En cualquier momento me iba a desmayar, y jamás iba a volver a levantarme. Corrí al grifo y tomé agua, pero el agua parecía pesada y no bajaba por la garganta. La escupí y me agarré la cara con las manos. Pateé la mesada, me lastimé el pie, pero no dolía. No me dolía nada más que el pecho. Se me hacía chiquito, me apretaba, tenía ganas de gritar. De gritar tan fuerte que me escuché hasta Jake, en su casa. Jake. Jake. ¿Qué había hecho? ¿Qué había dicho? No, era como un sueño, como una pesadilla, como una cosa inventada, que no existe, que no pasó. No pasó, no es tan grave, no es tan malo. Seguro, que mañana venga, seguro, mañana todo siga normal, seguro, mañana no importe, seguro, seguro, seguro. Seguro me odia. Seguro no me quiere volver a ver. Yo lo odio. Yo también lo odio. Lo detesto. Es un egocéntrico, eso es, es un orgulloso, es un cobarde. Lo odio. Lo odio porque sí. Lo odio porque lo tengo que odiar, porque no me queda más que odiarlo. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. ¿Por qué estoy llorando? Me tiemblan las manos. Se me nubla la vista. Lo odio. Lo odio. Ya no creo más en Dios, hoy lo odio a él, igual. Hoy los odio a todos, odio a mis padres, odio a mi tío y odio a mi hermano. Y cuando entra mi tío le gritó que se muera, que lo odio, que es todo su culpa, que él me hizo asi, que soy triste por su culpa, que él seguro sabe dónde están mis padres y no me quiere decir por qué tiene miedo de que lo dejé de querer y él llora y yo le digo que hizo todo mal, pero que lo quiero, que lo amo mucho, que quisiera haber sido hijo suyo y lo abrazo y le ensucio toda la remera con mocos y lágrimas y le murmuro que me quiero ir para siempre, que odio acá, que no quiero volver nunca, que me duele, que me odian, que todos me odian, que hasta la vecina me odia y no entiendo por qué, que yo no odio a nadie, solo a alguien, a una sola persona y le hablo de Jake, pero él no entiende ¿Por qué debería entender? Nadie entiende. Nadie nos entiende, nadie jamás nos va a entender, para eso estamos, para no ser entendidos y me ahogó intentando juntar aire porque perdí al único que creo que me entiende un poco y al único que entiendo un poco y todo porque crecí y no soy más niño, si fuera niño sería más fácil, es más fácil cuando no creces, cuando solo juegas a la pelota y tomas leche con chocolate ¿era más fácil? No recuerdo, no recuerdo casi nada, menos de cuando era niño, cuando mamá estaba y papá estaba, y quizás todo es su culpa por dejarme, por odiarme, por hacerme el error que soy y que seré toda la vida para todos y todas, los viejos, las viejas, los amigos, los enemigos, las niñas, los niños, los amores, los no amores, los Jake, el único Jake, porque solo hay uno, uno como él, no hay nadie como Jake o sí, tal vez, seguro, si no tiene nada especial, si tiene la misma cara que tienen todos y la misma remera del equipo del barrio y la misma voz y usa las mismas palabras y tiene el mismo acento que todos y tal vez todos son como él en el fondo, pero jamás los conocí, pero no me importa, me da igual que Jake no sea tan especial, porque para mí, de alguna forma, es el más especial posiblemente porque lo conozco y él me conoce y somos nosotros. Éramos. Éramos nosotros. Ya no hay más nosotros. Lo miro a los ojos, ahora, al hombre de casi treinta con barba y pelo más largo, que envejece como envejecen todos y él me mira. A los ojos. Y lo quiero tanto. Tanto, tanto. Y lo extrañé, mucho. Y quisiera llorar y abrazarlo y decirle: perdón, aunque sé que odias esa palabra y sé que la volví tonta, yo lo siento mucho. Y quiero pedirle si me puede regalar una sonrisa de esas que tenía cuando estaba contento y hacer todas las cosas que hacía cuando éramos nosotros. Y quiero hablar sobre cosas interesantes de las que sabemos poco, como la vida y la muerte. Y que me quieras y quererte. De todas las formas posibles. Pero no me animo. Porque me da miedo. Porque somos cobardes, los dos.
Saco el cigarrillo, lo prendo, miro el fuego, doy una pitada y luego se lo extiendo.
—¿Quieres?
Él asiente.
—No puedes sacarte todos los vicios ¿Eh? —sonrío.
Yo fumó porque aprendí de Jake. Yo fumo porque me recuerda a Jake.
—Creo que hay cosas que uno no puede sacarse de adentro —y entonces da una pitada al mismo cigarrillo y para mi, es medio como un beso sin bocas.
Holaaaaaaaaaaaaaaaa cuanto tiempoooooo 😭🌠
Bueno 🕺🏻
Anunciar que este es oficialmente:
1 EL PRIMER CAPITULO DE LA PELEAAAAAAAAAAA
2 EL ULTIMO CAPITULO NARRADO POR MOON DEL TERCER ACTO
Nos despedimos finalmente de Moon de diecisiete, ya no volveremos a leer sobre ellos en esta edad 😔😭
YA ESTAMOS CADA VEZ MÁS CERCA DEL FINAL ¿Qué sienten sobre eso?
Bueno no tengo mucho que decir JSKAJSKAJS ME DA MUCHA ANSIEDAD ESTO OK?, ya cada vez más cerca de terminar la novela, de mostrarles finalmente el fin de esta historia, no me siento listo para dejar a estos dos, voy a llorar !!!
Por esooo quiero ir con sus preguntas --->
⭐🌠 Me gustaria de verdad saber si hay algo q quieran conocer tanto del proceso creativo, escritura etc, para hacer el cap especial de como nació esta historia y respondiendo preguntas !!!
Y ahora mis preguntas, que no son muchas en realidad pq ya deben estar en plan shock 🌸😔
¿QUE PIENSAN? ¿QUE SIENTEN?
¿Les dio tristeza, enojo? ¿Lograron conectar con alguna emocion?
¿CREEN QUE LLEGA A LO QUE SE IMAGINARON? 😭😭 Fue un capitulo bastante esperado y nombrado hace tiempo ¿Fue lo que creyeron que seria?
¿Momento que les gustara, dialogo, pensamiento?
¿Entienden a Moon y Jake? Creo que finalmente logramos comprender ambas partes.
¿Sobre el momento final, de Moon y su tío? 😭🌼
¿Sobre la pequeña escena del presente? ‼‼
¿Quieren volver a leer el presente? 🥺🌟
¿Qué simbologías encuentran en la historia, o metáforas recurrentes? ¿Algo que les guste?
Quiero guardarme las preguntas más especiales para la nota final !!
Muchisimas gracias, les quiero, un saludo y bueeeen findeee!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro