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Capítulo sesenta: La Luna no odia, el Loco, extraña.

¿Qué estará pensando Moon? Que ganas tengo de entrar en su mente. Y veo la puerta de salida y aprieto las manos ¿Me echara? ¿Me dirá que me tengo que ir? Mientras bajamos las escaleras, siento su presencia detrás de mí, silencioso, con las manos escondidas en su chaqueta y los ojos fijos en el suelo. La pequeña sala del edificio está vacía. Tanta soledad es extraña, pero a la vez me gusta. No hay nadie más. Solo somos nosotros, como siempre. Como antes, al menos.

Me siento en uno de los sillones, y Moon, en lugar de ir al otro, se sienta a mi lado, cruzando las piernas con la misma elegancia casual de siempre. Toma el diario, y lo hojea. Susurra los titulares como si hablara consigo mismo, pero yo tambien estoy aqui lo escucho. De repente, frunce el ceño, concentrándose en algo que le ha llamado la atención.

—Hoy es primero —dice, sorprendido.

—¿Ah?

Gira la cabeza y baja el diario, sonriendo un poco, casi burlándose de mí.

—Que faltan tres días para tu cumpleaños, tonto.

Sonrío sin pensar, porque no recordaba eso. Porque entre tantas cosas olvidé en qué día estamos, tal vez. Siento por un lado que hace semanas que estoy en la sala de Moon y por otro, que recién nos vimos hace cinco minutos. Tanto y tan poco.

—Verdad, no me acordaba.

Moon suelta una risa corta, divertida y cierra el diario, tirándolo sobre la mesa.

—Aunque son más de las doce —pone un tono serio, ladeando la cabeza—, así que técnicamente faltan dos días.

—Odio a la gente que cuenta el inicio del día a la noche —murmuro, de forma divertida.

Vuelve a reír, subiendo ambas piernas al sillón y en ese movimiento se acerca un poco a mí y yo, sin pensarlo, me acerco otro poco más a él. Ninguno dice nada, pero nos miramos.

—¿Me odias? —pregunta y en cierto punto es una broma y en otro no, por eso, con más seriedad, niego.

—Claro que no te odio —respondo y se me escapa ese tono que uso con Iris.

Es extraño descubrir cosas de uno mismo. Descubrir no es la palabra. Esas cosas siempre están, simplemente por algo o alguien salen a flote. Y con Iris me sucedió eso. Como me sucedió con Moon, hace muchos años. Y odio a la gente que le habla a los niños como si fueran estúpidos y por eso nunca hice eso, pero cuando hablo con ella mi tono siempre se hace más suave. Y hablo mucho con ella, quizás por eso se me escapa ese tono con otras personas. Con las personas que quiero. Porque quiero a Moon. ¿Cómo puedo mentirme a mi mismo? Quisiera poder hacerlo, pero es muy difícil.

—Yo tampoco —dice y dentro mío se mueven medio millón de emociones—, no te odio, Jake.

Se me escapa una risa amarga y nasal. Y otra vez ese cadáver que llevo dentro que se llama Williams, habla. Ese muerto que quiere manejar todo y que debería haberse quedado en el cuarto de mi casa vieja. Y morir ahí, como mueren los muertos, pero este muerto sigue vivo y habla:

—¿No me odias ahora porque pasaron diez años?

Moon pone una expresión más seria, pero no me mira. Me mira recién antes de hablar, como quien dice un discurso, como una escena ensayada, como si toda la noche hubiera sido la preparación para lo que está a punto de decir y lo dice:

—No te odio porque no —apoya su espalda en el respaldo del sillón—... te odié. No te odié nunca, Jake.

—No lo dices de verdad —me apresuro a contestarle porque me da miedo creerle.

Muy despacio, hasta con miedo, apoya su mano sobre mi hombro y sus dedos sobre mi ropa se sienten como un toque eléctrico. Como apoyar la mano en algún objeto y que te dé un chispazo. Así, de la nada. Y mi primera reacción es alejarme, pero por suerte no somos reacciones y logro detenerme. Logro escuchar a Jake que dice, «quédate, quédate». Moon cierra su mano hasta juntar sus dedos, igual de lento, y se siente como una caricia.

—De verdad —ladea la cabeza, sin dejar de mover la mano—, no sé cómo decirlo. Y te voy a ser muy honesto, porque estuve intentando callarme durante toda la noche y me aburrí. Me aburre tanto hacer eso ahora. No solo es callar, es... es suponer que tendrías que entender y que yo tendría que entender. No te odio, Jake, y no te odié tampoco en ese momento. No te puedo odiar.

—¿Y para qué lo dices? —le reprocho— ¿De qué sirve ahora?

—No quiero que creas que te odio.

—Nos estábamos peleando hace un rato.

Moon vuelve a acariciarme el hombro con cariño.

—¿Importa?

—Supongo.

—¿A ti te importa saberlo? —dice.

—¿Qué cosa?

—Que no te odio, que no te odié, ¿cambia algo en ti saberlo?

Todo. Me cambia todo. La idea espantosa de que me odias es horrible. La idea de ni siquiera saber qué hice exactamente mal para que me odiaras. ¿Fue no irme? ¿Fue decirle que no tenía sentido su plan? ¿Tener miedo? Me gustaría sentarme frente a Moon y que me diga, sin pelos en la lengua, que fue todo lo que él cree que hice mal. Pero no puedo pedirle eso. Por eso solo me encojo de hombros como un tonto regañado.

—Mucho —respondo, sin pensar, con sinceridad.

—A mí también —su mano queda quieta—. Me cambia que lo sepas.

—Es gracioso, ¿no? —digo, mirando su mano—, que todo esto y... en realidad queríamos lo mismo.

Lo único que queríamos, al menos eso creo yo, era sentarnos en un banco y hablar sobre el clima.

—Siempre quisimos lo mismo —sigue haciendo esa caricia y me dan ganas de gritar hasta que me duela la garganta—. Ese fue el problema.

—¿Cómo puede ser ese el problema?

—Que no supimos cómo hacerlo, Jake. Que éramos muy chicos. Que para mí la vida se me terminaba mañana, no podía imaginar el futuro, no sabía cómo hacerlo.

—Y yo era cobarde —repito lo que él dijo antes.

—No —suspira, encogiéndose de hombros—, no digas eso. No eras cobarde. Yo no te conté. Yo no me atreví a decirte que me iba.

No lo pienso, y me dejo caer sobre su hombro. Él sube su mano y me acaricia el pelo, sin mirarme. Yo tengo los ojos muy abiertos porque aun no me animo a cerrarlos. Como los animales que se acercan pero mantienen las orejas arriba. Como las presas. A veces pienso en eso. Si el humano en presa o depredador. Lo pensé por primera vez en una clase de biología en la escuela. Yo siempre me sentí presa, como en el cuento viejo del lobo que se viste de oveja pero al revés. Una oveja tonta vestida de lobo. Un perro golpeado que se cree grande y muestra los dientes por miedo.

Al final me levanto, porque eso hacen los perros golpeados y vuelvo a mi lugar. Moon baja su mano y esa escena desaparece y solo somos dos adultos sentados mirando a la nada. Alguien podría pasar y pensar que ni siquiera nos conocemos. Me duele un poco.

—¿Te puedo confesar algo, Jake?

Lo miro y pienso la cantidad de confesiones que Moon podría hacer. Podría confesarme que todo fue una mentira, que jamás me quiso, que en realidad solo estaba jugando. Podría confesarme una verdad que desconozco por completo. Podría decirme que su tío era un tipo malo y lo estaba ocultando o que le ocurrió algo terrible y yo no sabría qué hacer. Pero asiento con la cabeza.

—Dime.

—Dan no existe —suelta una carcajada, con la cara roja—, solo compré la remera en una tienda barata. No tuve novio en realidad. Ni con dinero, ni sin dinero. La casa la conseguí por suerte y a una renta barata.

Podría haberme enojado, pero en realidad me alegra. Me alegra infantilmente esa mentira. Porque es mejor que todas las otras confesiones que había pensado y porque tal vez me tranquiliza pensar que fui también, de alguna manera, su único. Y me da risa eso. Me da risa ver su cara roja y sus ojos brillantes como los de un alérgico en primavera.

—Estás jodiendo —le golpeo el hombro, con fuerza para seguir molestandolo.

—No, no. Solo te mentí —suspira, con algo de diversión—, que vergonzoso.

Se tapa la cara y se deja caer un poco más en el sillón, estirando las piernas. Y ya no somos dos adultos mirando a la nada, somos dos adultos que ríen por una tontería y eso me gusta un poco más.

—¿De verdad?

—Sí. Fue el primer nombre que se me ocurrió. Nada más —baja las manos un poco y me mira—. ¿Te alegra?

Ahora el rojo soy yo, porque me acaba de leer la cabeza y está sonriendo con orgullo. Esa habilidad de Moon de voltear todo y estar siempre tranquilo me sorprende. Envidio eso, pero al mismo tiempo me gusta que lo haga. Que sea su cosa y no la mía.

—¿Qué te hace pensar eso? —respondo, altanero.

—Nada. Tu cara. Sonreíste.

—¿Por qué inventaste eso? —Moon suspira y mueve la cabeza a los costados, no queriendo responder—. No me voy a reír —añado.

—Júralo.

—Lo juro.

—¿Por qué lo juras?

—No jodas.

—Solo se me ocurrió decirlo —entrelaza los dedos y apoya su barbilla encima—. Quería molestarte, supongo.

Vuelvo a sonreír y Moon vuelve a enrojecer.

—¿Molestarme?

—No sé, no sé, cambiemos de tema.

—¿Ahora que estás nervioso quieres cambiar de tema? —bromeo.

—¿Qué quieres que te diga? Tienes razón, Jake, luego de ti no pudo venir nadie. No dejé que entrara nadie —estoy por gritar de la emoción, de la alegría de pensar que mi lugar era tan grande que nadie supo cómo llenarlo—, creo que solo tenía que estar solo. Que necesitaba estarlo.

—Fuimos nosotros mucho tiempo —digo, porque en realidad tiene razón.

—Cuando llegué aquí... no sabía qué hacer. No tenía idea quién era y pasaba todas las noches enojado y luego triste. Tú me conoces, Jake, sabes que a veces mi cabeza se obsesiona con la misma cosa y no se que hacer —asiento, porque tiene razón—. Supongo que soy alguien triste. Me di cuenta de eso cuando vivía solo. Una chica me dijo una vez que parezco una persona de otoño —sonríe un poco, de lado.

«¿Alguna vez piensas en la muerte, Jake?».

—¿Estuviste triste conmigo?

Moon se acomoda el pelo detrás de la oreja y se encoge en su lugar.

—¿Estás preguntando si me hiciste triste? No, Jake. Claro que no.

—No. Estoy preguntando si te hice feliz.

Duda más que con la anterior pregunta. La luz le ilumina la mitad del rostro y me detengo a mirarlo mejor. Está más grande, pero sigue igual. Sigue siendo el tipo más lindo que conocí.

—Sí, también —silencio— ¿Y yo a ti?

—No preguntes estupideces, chino.

Vuelve a reír y yo rio igual.

—Bueno, te quiero preguntar algo —se acomoda en su lugar, cruzando las piernas— ¿Qué hay de eso de la terapia?

—¿Qué hay con que?

—No sé, cuéntame más. Yo nunca fui.

—Me dieron turno cuarenta años después. Si tenía un problema real ya me había matado para ese entonces.

Moon reprime una risa y murmura bajo un «Jake», como regañándome por el chiste. Yo solo sonrío, acomodándome en el sillón, porque me divierte causarle risa a Moon.

—Aunque no puedo quejarme, terminé yendo. Pero nada, el primero fue un fracaso —me encogí de hombros.

Recuerdo a aquel hombre, en sus cincuenta, de bigote y cabello gris, con una camisa a cuadros y una corbata roja. Con su rostro de anciano joven y su cuaderno en la mano donde anotaba y anotaba cosas. Sus preguntas raras, su tono de voz, que para mí sonaba como si me estuvieran increpando y las ganas que tenía de gritarle.

—No sabía qué mierda se hacía ahí. Ese fue el primer problema. No sabía ni qué cosas tenía que contar o qué quería contar. Ni para qué estaba ahí.

—¿Y las otras veces?

—Con el tiempo fue un poco mejor. Hasta que lo mandé a la mierda y me fui.

—¿Y eso por qué? —Moon abre en grande los ojos, curioso.

Entrelazo mis dedos

—Le dije que... ya sabes, que me gustaban los hombres —aprieto mis labios, medio divertido—, me respondió que eso era por mi padre.

—¿Te dijo eso?

—Aja. Le contesté que no tenía sentido, porque mi madre también había sido una mierda y que no me imaginaba con mujeres —Moon suelta una pequeña risa, nasal—. No sé cómo lo dijo, qué sé yo, pero qué algo como... que entonces estaba con tipos para ser más hombre. Qué sé yo, alguna burrada así. Le grité y me fui. Por poco no lo agarro, eh, solo no quería tener problemas. Imaginate que lo golpeaba y no sé, llegaba la policía o algo. Trabajaba para el estado el señor ese, está bien protegido.

—No te creo.

—¿Qué le grité o que me dijo eso?

—Que te dijo eso, lo otro lo creo mucho.

Reímos y Moon ladea un poco la cabeza, sonriendo. Se hace un silencio y ya sé lo que va a preguntar, pero dejo que hable de todos modos, haciendome el tonto, el que no sabe.

—Así que... te gustan los hombres.

—Aja.

—Nunca te había escuchado decirlo así.

Creo que supe que me gustaban los varones el día en el que me di cuenta de que las personas salen con otras personas. El día en el que mi mente entendió que era el amor.

Fui una sola vez a un museo, cuando era niño. Menos de nueve, creo. Era en otro de los barrios, a media hora de la escuela. Yo hubiera preferido que nos llevara a algún cine a ver una película de autos. Nunca había ido al cine y menos a ver autos que se chocan entre ellos. El viaje fue un griterío de niños y profesores sin ganas de trabajar que se agarraban la cara, agotados de que nadie les hiciera caso. El museo tenía cuadros viejos y aburridos como retratos de reyes narigones o pinturas de mujeres con grandes vestidos y posando desnudas. A mí los cuadros me aburrían, como me aburrían casi todas las cosas. Me alejé del grupo que gritaba y perezoso observé las pinturas que no se me hacían «extraordinarios», como decían los profesores.

Hasta que llegue a ese. Era un cuadro enorme, tres veces mi tamaño. Ocupaba toda la pared, o quizás es mi recuerdo infantil algo distorsionado. Tenía un fondo azul oscuro, con una textura realista de tela. Sentado sobre una cama, había un joven, no era adulto, pero tampoco niño. Habrá estado en sus veinte. En la mano un libro, con la portada roja, que tapaba su desnudez. Su pelo era marrón oscuro, corto y con rulos, sus ojos eran azules como el mar. Aunque nunca había visto el mar en persona, sabía que era el azul más azul del mundo. Miraba directo al espectador, pero como yo era bajo parecía mirar por encima de mi cabeza. Al lado había un cartelito. Nos habían enseñado que ahí decía la información del cuadro. Me costó leerlo, pero el título de la obra era «Joven prostituto francés».

No sabía exactamente ni dónde quedaba Francia en el mapa ni tampoco porque sobre el apellido del autor había símbolos tan extraños, como lo que parecía el techo de una casita. Lo que sí sabía era que el joven era hermoso. Me paré frente a él y solamente lo miré. La forma de su cuerpo, lo intenso de su mirada y sus rulos pintados perfectamente. Casi que era una fotografía. Y cuando retrocedí, logrando que sus ojos estén a la altura de mi cabeza, me sonrojé por la forma en la que me miraba a mí. Solo a mí. A nadie más. En ese momento pensé que era pura admiración, por ser así de lindo, quizás. Yo quisiera ser así de lindo, pensaba. O estar con alguien así de lindo. Tan, pero tan lindo que incluso lo habían pintado. Y había quedado para la eternidad en ese cuadro. Yo quería que alguien me pintara. Me pregunté si era real, o si el pintor había soñado con él.

Luego llegó un compañero, uno alto que no era tan lindo como el de la pintura, y comenzaron a carcajearse, usando palabras como puto. Puto. Yo solo me reí con ellos, sin entender. Puto.

Cuando nos fuimos quise verlo una última vez, para recordar cómo era. Para que quedaran grabados en mi mente esos ojos. Pero no pude. Una profesora me gritó Williams y me di cuenta, de alguna forma, de lo pecaminoso (como diría Moon) de eso. De volver ahí. Que Williams no volvía ahí.

Suponía que un beso con una chica y con un chico debía ser lo mismo. Al menos que el chico tuviera barba, entonces sería distinto. Pero el único con barba era uno de ultimo año que no era demasiado lindo. Aunque no le encontraba diferencias siempre me imaginaba dándole besos a esos chicos, a los más grandes que corrían rápido y eran altos. Cuando estaban con sus novias, en las esquinas oscuras de la escuela los podía observar. Me escondía para mirarlos y cuando me atrapaban tenía que correr, avergonzado.

Recuerdo la vez que Toto me dijo que le gustaba Eloísa. Lo raro fue que usó la palabra «amor». La había visto dos veces y ya estaba enamorado. Nunca había visto a Toto así, tan tonto que se avergonzaba cuando ella estaba cerca. No sabía cómo hablarle y todo lo gracioso y seguro que era desaparecía en el instante. No lo entendí hasta que conocí a Moon.

—No lo digo tanto, en realidad —confieso, quizás porque quiero hacerle saber a Moon que aún tiene algo de especial.

—Lo entiendo.

Nos quedamos en silencio por un momento. Entonces recuerdo a Toto y Eloísa. Y como pasa cuando recuerdas una cosa, recuerdo otra. Sonrío un poco, de lado, cuando miro a Moon y por un momento recuerdo, también, alguna otra charla que tuvimos hace muchos años. Y cuando estoy por decir algo, que tampoco importa mucho, solo para estirar más la conversación, Moon habla:

—¿Quieres fumar? —dice, estirando las letras—¿O tampoco fumas ahora?

—No, fumar sí —sonrío.

—No todo se puede dejar.

Se levanta de un salto y yo hago lo mismo. Nos dirigimos hacia la puerta y miro hacia atrás, una última vez. Tal vez la última, para siempre. Moon me hace una seña y yo doy un paso afuera. Me golpea el aire helado en la cara y me cruzo de brazos. Ya estoy afuera. Ya estamos afuera. Ya está. Moon cierra la puerta.

Hola, cuanto tiempooo ya extrañaba aca! (se fue como un mes nomás)

Primero que nada, feliz mes del orgullo !!

No estoy bien, pero espero q ustedes sí JAJAJAJ

Si leyeron mi anuncio lo sabrán, ando de viaje en la ciudad d mis abuelos por motivos que no me gustaria. Tuve un bloqueo creativo y por eso no pude terminar este capitulo, peero, terminé dándome cuenta que lo mejor era volver a escribir para no enroscarme en la tristezaaaa

Por suerte las cosas mejoraron estos días, pero aun asi, no se hasta cuando vaya  a quedarmeeee

Ahora, en noticias buenas, miren, antes de viajar hice el dibujo de Moon que va con el de Jake del capitulo pasado 🌸🍃

Y este de los dos juntitos! 💗 x alguna razon no me dejaba añadir el original, asi que le tuve que hacer una captura de pantalla a mi compu, disculpen

Vieron que cambie la portadaaaaa, que opinan? espero que les gustaraaa

Yyy como si no faltaran más cosas, dentro de poco se cumple UN AÑO del inicio de la novela ¿Qué debería hacer para celebrar?

¿Tienen preguntas de cualquier tipo que quieran para un especial preguntas y respuestas?

¿Algun especial escrito? ✨🌼

Ahora las preguntas del capitulo !!! 🤝🏻

¿Les gusta el presente? 💗

¿Qué crees que está pensando Moon mientras baja las escaleras? ¿Qué piensan ustedes?

¿Momento, dialogo, pensamiento que les gustara?

¿Pensaban que Dan iba a ser un invento? ¿Por qué creen que lo inventó?

¿Por qué crees que Moon nunca le contó a Jake que se iba? ¿Lo entienden?

¿Qué piensan del recuerdo del museo? ¿De todo el dilema de Jake?

¿Por qué Jake lucha por aceptar que Moon no lo odia?


chau gente bonita luchen por la igualdad social y esas cosas les quiero !!!!!

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