Capitulo dieciséis: Las cosas que el Loco nunca dijo. Y la Luna tampoco.
Presente
Jake Williams
A veces tengo pesadillas. Pesadillas tan reales que me cuesta diferenciarlas de la propia realidad.
En algún punto de mi vida mi realidad empezó a parecerse a las pesadillas, entonces deje de tener miedo. Todo lo que mi mente soñaba ocurría en la vida real, entonces ¿para qué gastar tiempo en temerles?
Pero tristemente estamos diseñados para temerle a las pesadillas. Aunque no sean tan terribles, aunque sepamos que son simples fantasías. Es un mecanismo de defensa, supongo.
Por eso no puedo dormir. Hace años que no lo hago. Y cuando logro conciliar el sueño despierto a la mitad de la noche, sudando y con espasmos.
Porque ahora si tengo algo a lo que temer. Mi mente logró encontrar esa debilidad y la usa a su favor para producir más pesadillas.
Moon.
¿Desde cuándo un sueño bonito puede convertirse en una pesadilla? supongo que el miedo viene de todos los tamaños y formas. Incluso disfrazado de recuerdos.
Porque a veces son eso, recuerdos. Y otras veces mi imaginación crea momentos que nunca pasaron. Lo extraño es que Moon nunca tiene voz. Cuando habla repite cosas que ya había dicho. Mi mente no puede recrear la voz de Moon, es imposible.
—¿Estás bien?
Moon está abriendo la puerta del edificio, mirándome de reojo. Yo asiento, despacito. El introduce la llave y con el pie mueve la gran puerta, que da entrada al hall. Es pequeño y oscuro.
—La luz se rompió hace unas semanas —explica, aunque yo no haya preguntado.
A Moon siempre le gustó explicar las cosas.
Me siento como un intruso en este lugar. Las paredes me gritan "vete, vete", pero luego observo a Moon. Él no me aleja. Y me dan ganas de llorar.
Porque los sueños más hermosos son más terroríficos que cualquier pesadilla.
—Tampoco hay ascensor, así que tendremos que subir por la escalera.
Me encojo de hombros, porque en realidad no me importa. Subiría veinte pisos con el tal de ver el hogar de Moon.
Pero no lo digo, porque sería demasiado extraño.
Lo único que decora el lugar es la mesita baja, con algunas revistas arriba, dos sillones crema y una planta que está a una ventisca de terminar sin hojas. Fuera de eso, el edificio es bonito. Se siente acogedor.
—Es lindo.
Las palabras nunca fueron lo mío y nunca van a serlo. Pero lo digo genuinamente, aunque suene algo pobre. Pobre
—¿Te gusta? Los vecinos del edificio le dan poco amor. Ya propuse varias veces colgar algún cuadro o algo, pero bueno, la gente no suele tenerle cariño a las cosas.
Moon camina hasta un pasillo oscuro, que tiene varias puertas blancas. En una hay colgada una corona navideña, aunque no estamos ni cerca de navidad. Sigo al pelinegro hasta la escalera que queda a la derecha, al fondo del pasillo. Subimos en silencio.
Sin disimulo, mis ojos siguen sus movimientos mientras avanza por la escalera, unos escalones por encima de mi. Él salta, en vez de caminar, acelerando la subida.
No puedo evitar ver el movimiento de sus caderas. Se balancean suavemente de un lado a otro con cada paso. La luz tenue de los únicos focos cálidos que hay en las paredes resaltan su figura y además hacen brillar los mechones oscuros de su pelo. Me gusta mucho su pelo.
Y sorpresivamente, en un movimiento rápido y sin dejarme tiempo a pensar el voltea. Se detiene y no me deja tiempo a hacer lo mismo. Quedo un escalón debajo, y sumado a la diferencia de alturas tengo que subir la cabeza para mirarlo. Y lo miro. Y me siento tan pequeño que me duele el pecho.
Él sonríe, sin mostrar los dientes.
Sonríe
Sus hoyuelos se marcan, alegres y sus ojos se achican aún más. Luce muy alegre. Como cuando era pequeño, o incluso más.
—¿Ya te cansaste? —pregunta, deteniéndose.
—No, no.
Moon sonríe y sigue subiendo. Yo simplemente bajo la mirada y finjo nunca haberlo visto en un principio. Al llegar al piso Moon abre la puerta de vidrio que da al pasillo. Hay tres puertas.
—Es la última.
Moon señala con la cabeza la última puerta, la que está más lejos. Su casa. Donde vive. Me detengo y dejo que el camine primero, porque creo que es lo correcto. El me hace una seña con la cabeza, para que acelere.
Y acelero.
Y me detengo justo frente a su puerta.
Moon saca la llave de su bolsillo y con una lentitud que quizás solo está en mi mente lleva la llave hasta introducirla en la puerta. Gira la llave.
—Puede que esté algo desordenado... —susurra, pateando la puerta con el pie.
Entramos.
Moon prende la luz, que tras un segundo reacciona, iluminando cálidamente el espacio. Alrededor del foco hay un globo de papel de estética china. O japonesa. No sé en realidad.
Pero el mismo papel difunde la luz. No quema los ojos si la miras directo. No es como el sol.
La casa de Moon huele a limón. A un aromatizante dulce y agrio al mismo tiempo.
Es pequeña, un monoambiente que tiene lo que se necesita y no más. Al entrar me encuentro con un mueble apoyado sobre la pared, que tiene dos puertas en un lado y una estantería del otro. Libros, fotos y un jarrón con flores. Una puerta de madera junto a él que supongo, da al baño.
La cocina está pegada a la pared de la derecha. Parece, que la usan bastante. Moon siempre fue bueno cocinando. Hay tazas con dibujos y diseños distintos entre sí, todas secándose sobre la mesada.
En el centro del departamento hay una mesita baja, con dos almohadones enfrentados. Un ventanal con una puertita que da a un balcón en la pared contraria a la cocina, a la izquierda. Unas cortinas blancas bloquean la vista y dan un poco de intimidad.
Y dos camas atrás de la mesa. Cada una pegada a una pared. Una a la derecha, otra a la izquierda.
Yo me quedo parado a un par de pasos de la mesa, mientras Moon cierra la puerta y se acerca a la cocina.
—¿Cuál es tu cama?
¿Por qué pregunte eso?
El, quién está dejando las bolsas sobre la mesada me mira, sonriendo. Incluso, aunque no esté riendo, puedo escuchar el sonido de la carcajada que suena en su mente.
—Esa —y señala la cama de la derecha.
Es la más ordenada. Tiene sentido que sea la suya. Yo me acerco a él, dejando la bolsa sobre la mesada, junto a la que él estaba cargando.
Moon se quita la campera, la hace una bola y la lanza hacia su cama, como jugador de basquetbol. Sus brazos se estiran al hacerlo y sonríe, viendo que apuntó bien.
Tiene una remera negra, con el logo de un club de fotografía. El oculta sus manos con las mangas, como un niño pequeño. Pero no luce como un niño pequeño.
Y si que no luce como uno...
—Puedes dejar tu campera ahí si quieres. No hace frío aquí arriba.
Yo le hago caso y me quito la campera. Pero no me saco el buzo. En realidad si tengo frio, asi que me abrazo a mi mismo. Aunque tengo una remera corta, otra larga y el buzo, el aire helado sigue congelándome la piel.
—¿Tienes hambre?
Moon saca de la bolsa un par de cosas, y las ordena. Me mira de reojo y sonríe de lado. Yo niego, despacio.
—¿Quieres un té?
—Si, gracias.
Vuelvo a caminar hasta la mesita y me siento sobre el almohadón gris, de piernas cruzadas. Moon saca una cajita de madera, que tiene saquitos de té dentro. Luego toma la tetera y la llena de agua. Lo observo. Se siente cotidiano. Se siente como si quisiera estar así cada noche. Tomando té, en la sala de Hikari.
—¿Lo tomas con azúcar o sin azúcar? —pregunta, prendiendo la hornalla.
—Me da igual.
El gira y me sonríe otra vez. Pero es una sonrisa chiquita, más como una respuesta no verbal. Moon baja del mueble de madera un recipiente de porcelana, con flores pintadas en él, una cucharita gris y dos tazas, que hacen juego con el recipiente.
Prende el fuego y coloca la tetera sobre él. En una taza coloca una cucharada de azúcar y la otra la deja sin nada. Supongo que esa es la mía. Cierra el recipiente que contenía azúcar.
La atmósfera está tensa. No sé cómo empezar una conversación después de tanto tiempo. Las flores pintadas en las tazas llaman mi atención y trato de encontrar algo que decir para romper el hielo.
—Las flores son... bonitas —comento, aunque la observación parece tonta incluso para mí.
—Eran de mi abuela. Cuando ella murió se las quedó mi tío y yo me las traje aquí.
Moon toma la taza vacía y se acerca. Se agacha junto a mi, bajando la cabeza. Yo, sin darme cuenta me muevo un poco al lado contrario. Su pelo cae hacia abajo.
—Mira.
Voltea la taza en el aire y me muestra la parte de abajo. Pone algo escrito en japonés, del mismo color que las flores. Rojo.
—Dice Hikari.
—¿Por tu apellido?
—Hikari quiere decir luz en japonés. Es divertido, porque en realidad el apellido de mi abuelo no era ese, pero cuando vinieron aquí junto a mi abuela y nació mi padre lo anotaron mal. Así que, sin darse cuenta, los del registro terminaron nombrándolo "Luz" y lo mismo con mi tío. Y por ende conmigo y mi hermano.
—¿Y las tazas fueron antes de todo esto?
—Mucho antes. Cuando mi abuela vino fue de las pocas cosas que trajo. Supongo que fue un presagio.
—¿De que parte de Japón eran tus abuelos?
—La verdad es que no se bien... ni tampoco sé porque vinieron. Solo conozco una parte pequeña de la historia, la que me contó mi tío. ¿Y por qué me preguntas todo esto?
—No sé. Porque quiero saber.
—¿Ya no soy más un chino de mierda?
—No eres chino. Pero podríamos discutir lo otro...
Moon me pega en el hombro, pero con cariño. Y es extraño porque me hace sonreír. El vuelve a levantarse, comentando algo más al respecto, burlándose de mi yo pequeño y echándole la culpa a mi ignorancia por no poder diferenciar dos países. China y Japón.
Quiero decirte que yo siempre lo supe. Solo me gustaba molestarte. Porque cuando te molestabas ponías una cara que era graciosa. Y sonreías. Me gusta verte sonreír.
Pero no te lo digo. No se lo digo.
El silencio se hace presente mientras el agua hierve en la tetera.
—Lo de tu apellido es casi tan gracioso como la historia de tu nombre... —digo, bajando la voz.
Él sonríe, divertido.
—¿La recuerdas?
—Si —le respondo, casi pisando la última letra de su frase.
¿Tú no recuerdas las cosas que te conté?
Moon, casi como si pudiera leer mi mente queda callado. La recuerdo. Esa historia, la que me contó al día siguiente y la del día anterior. Pero tiene sentido que el no. No tiene por qué acordarse.
—¿Cómo está tu tío?
Espero que no esté muerto, porque sería bastante incómodo.
—No está en su mejor momento. Pero ya va a estar bien. Supongo que no todos tenemos la misma suerte ¿no?
Mil preguntas vienen a mi mente, pero se mezclan entre el aroma del té, así que decido ignorarlas y centrarme en intentar adivinar qué tipo de té es. Aunque no sé demasiado sobre los olores. Moon pone los dos saquitos en las tazas.
—¿Y qué hay de tu familia?
Luego de decirlo Moon se tensa, como si en realidad se le hubiera escapado la pregunta. Probablemente piensa que voy a enojarme, porque es lo que hubiera hecho en otro momento de mi vida. Pero al final supongo que Moon tiene razón. No soy el mismo de hace diez años.
—No lo sé. Espero que estén muertos.
Moon ríe, agarrando la tetera con cuidado. El humo hace una cortina hacia el aire cuando él vierte el agua hirviendo.
—Así que no hablas más con ellos —comenta, dejando la tetera nuevamente en la mesada.
—En realidad nunca hablamos demasiado.
—¿Y vives solo?
Moon agarra las dos tazas y camina hacia mi. Se sienta en frente, de piernas cruzadas y deja el té sobre la mesita. Yo tomo la mía, soplando con cuidado antes de agarrarla.
—Con un gato. Así que si, vivo solo.
—¿Tienes mascotas? —se escucha sorprendido al preguntar.
Asiento y él sonríe en grande. Quiero decirle que dentro de todo no soy un mal cuidador, pero él no va a creerme. Tampoco tendría por qué creerme. No puedo culpar a alguien por algo que yo también haría. O más bien no haría. Cómo creerme. Yo no me creería.
Moon toma un sorbo de té, haciendo una mueca por lo caliente que está. Sonrío un poquito.
—¿Eres socio del club de fotografía?
Mi pregunta lo deja pensando, antes de sonreír y negar.
—¿Lo preguntas por la remera?
Tengo ganas de responderle algo irónico, porque es más que obvio que lo digo por su remera. Pero me contengo.
—No, no. Me la regaló mi ex. Él era medio fan de la fotografía, pero era una mierda usando la cámara, pobre.
Ex.
—Ah...
Bebo el té, y me quemo. Y me da igual, porque quizás si me quemo la garganta no llore. Porque no puedo llorar. No puedo. El agua hirviendo, que aún no tiene sabor, me quema la lengua, y estoy a punto de escupirla.
—¿Y por qué aún la... tienes?
Él se encoge de hombros, soplando el té.
—No me gusta tachar y empezar de nuevo.
—Por eso volverías allá —digo, bajando el tono de voz.
—Y por eso tu no —responde, y a los segundos intenta arreglar lo que dijo— y está bien.
—Yo no tacho y empiezo de nuevo.
Un silencio, donde Moon solamente asiente, muy despacito. No sonríe, está serio.
—¿No?
Auch.
—No se que intentas decir con eso.
—Nada.
Me duele la lengua, así que dejo de tomar té. Moon me mira, pero yo no lo miro a él, porque sostenerle la mirada es demasiado difícil. Más ahora.
—No es mal tipo ¿sabes? Hablamos de vez en cuando y eso. Me ayudó a conseguir la casa cuando nos mudamos aquí.
—¿Tenía dinero?
—Mucho.
Alzo la ceja y a él se le escapa una sonrisa pícara, leyendo en mis ojos el comentario que no iba a salir de mi boca, porque era muy desubicado.
—Deja de mirarme así —murmura acomodando su pelo.
—¿Así como?
—Como si creyeras que soy un puto interesado.
Me encojo de hombros y antes de poder hablar Moon me interrumpe, volviendo a defenderse. Pese a estar tenso su tono es neutro, no tiene enojo.
—A veces hay que hacer cosas para lograr otras cosas y ya. Es así.
—Eso suena a algo que diría un interesado. —lo digo, pero sin intención de ofender.
Pero usualmente termino cagándola aunque no tenga intención de hacerlo. Al final tengo mi apellido por alguna razón.
Williams.
Moon alza las cejas en un gesto de burla contenido. Y en el brillo de sus ojos negros puedo notar la cantidad de cosas que pasan en su mente ahora. Y en el reflejo de esos mismos ojos, dónde estoy yo. Con un rostro más viejo que el que tenía hace diez años, con barba de vagabundo y el pelo rojizo por la luz, puedo ver que probablemente todas las cosas que piensa tienen sentido. Tiene derecho a pensarlas.
Porque al final lo soy. Todo eso que piensa y no dice. Pero yo se que piensa porque si algo aprendí a hacer fue a desencriptar lo que Moon piensa.
El que habla mucho en realidad no dice nada y Moon hablaba. Hablaba mucho y siempre. Yo era callado, prefería el silencio. Y aunque parezca que Moon se abría mucho más en realidad ambos éramos iguales. Ninguno dijo nada de lo que pensaba y ese es uno de los motivos de porque ahora estamos aquí.
Tomando té y diciéndonos al rostro lo que no nos dijimos en ninguna de las noches en las que compartimos cama.
—¿Ahora tú vas a hablar sobre moralismo? —susurra, pero lo escucho.
—Cálmate, eh, que yo nunca dije que ser interesado fuera algo malo.
—Pero me miras como si lo fuera.
—¿Y desde cuándo te importa como te miro?
Moon abre la boca pero no sale ninguna palabra. Siempre pensé que él era valiente pero ahora la cobardía se devoró la frase que estaba por decir.
En cambio suspira, relaja sus hombros y toma té como si yo no acabase de tirar una bomba a la conversación.
—Él fue entretenido al principio ¿sabes? era amable, culto, aunque algo insoportable. Pero su vida no... iba con la mía. No conectábamos en ese sentido.
—¿A qué te refieres con eso?
—Fuimos de vacaciones un par de veces con ellos. Iza y yo. Y no me quejo, porque gracias a eso pude viajar pero... nos trataban como si fuéramos, no sé, perros de algún centro de acogida. Una vez su madre me dijo que no le importara que yo fuera desarreglado a su casa, porque ellos eran muy comprensivos.
De solo imaginarme a esa señora, con sus tacos altos y sus vestidos de diseñador acercarse a mí a decirme eso me dan ganas de cometer un delito hacia cualquier persona privilegiada, quemar todo y mandar el mundo a la mierda.
—Y ni hablar de su estúpido primo, que alardeaba acerca de los robos que hacía con sus amigos como si fuera algo gracioso ¿y sabes que es peor? que toda la familia hablaba de eso —Moon pone una voz finita, imitando a alguna señora chismosa— "oh, mira, que rebelde salió..." y se reían. Quizás es que tengo el chip de pobre demasiado incrustado en la cabeza, pero todo era demasiado. Me sentía fuera de lugar, y su torpe intento de entendernos lo empeoro todo. Creo que con ellos me di cuenta que en realidad existen dos realidades paralelas y que jamás, en la vida vamos a toparnos.
—Lo entiendo, si.
—Además tener pareja es muy difícil ¡Todo es difícil! los rumores entre la familia, que el tío extraño tire un comentario del cual hay que reírse aunque no tenga ningún tipo de gracia... no nací para tener jate ni para tener familia, es así.
Los dos nos reímos en voz baja. Moon sube una rodilla, apoyando su cabeza en está.
—¿Y tú? —pregunta, con una chispa de picardía en los ojos.
—¿Yo qué?
—Cuéntame ¿hay alguien?
¿Hay alguien?
Tardo varios segundos en entender la pregunta y enrojezco, porque si de algo no pensé hablar con Moon era de esto. Niego con rapidez.
—¿Y hubo alguien?
Moon lo pregunta con amabilidad, sin ninguna intención más que la pregunta. Y eso me hace sentir aún más culpable de mi reacción, porque en realidad, a mi si me entristece que hubieran más personas.
Quizás el problema soy yo. Y lo soy.
¿Qué debería responderle? ¿La verdad? ¿Una mentira? ¿Debería hacer un chiste? ¿Salir corriendo, gritarle?
¿Qué respuesta espera? o mejor dicho ¿Qué respuesta debería dar? No lo sé, porque tampoco sé qué significa la pregunta realmente.
¿Alguien? ¿Como? ¿Como tú? ¿O un simple extraño, un desconocido con el cual tuve alguna aventura por ahí?
—No.
Lo dije. Supongo que debería sentir un peso menos sobre mis hombros, pero es todo lo contrario. Ahora me duele la espalda, me arde y siento el ruido de mis huesos quebrarse uno por uno tras hablar.
Moon sonríe, confundido.
—¿Como?
—Te respondi.
Tienes razón Moon, siempre elijo las respuestas cortas, pero no puedo hacerme cargo de lo que las largas conllevan.
—¿Nadie?
—Nadie.
—¿Pero románticamente hablando?
Asiento. En los diez años que separan el presente de la última vez que hablamos no hubo ninguna historia romántica. Y con ninguna digo ninguna. Ni pequeña ni grande. Porque grande fue el vacío con el que quedó tras dejarlo. Y todas las personas eran muy pequeñitas para llenarlo.
El abre la boca y ya se lo que va a decir, así que niego, está vez completamente rojo. Moon pierde su sonrisa y frunce el ceño, aún más confundido que antes.
Nadie. Y con nadie digo, nadie. Ni una mano, ni un beso, ni un suspiro ni nada. Nada.
—No hablas en serio.
—Si, lo digo de verdad.
—Nah...
—¿Por qué no me crees?
—Porque es difícil creerle a un mentiroso.
—¿Y por qué te mentiría con esto?
Otra vez, el estúpido juego de quien es más pasivo agresivo. De quien tira la mierda y luego sonríe fingiendo que es broma.
—Así que fui el único.
—Si...—confieso, más bajito.
—Tu no fuiste mi único.
Auch, auch, auch.
—Ya lo sé.
Moon parece sorprendido, confundido y algo alerta. Seguro piensa que en cualquier momento voy a saltar, como un perro con rabia y lanzar cosas a la pared como hacía antes. Aun así, si hablamos de quien tiene el poder ahora, claramente soy yo.
Porque estoy por llorar. Y Moon luce bastante tranquilo.
Porque quizás debería haberle mentido y haberle dicho que en realidad si, hubieron miles. Cientos de chicos que, formando una fila del más bajo al más alto, estuvieron conmigo. Pero sería falso, porque Moon es el único en la fila.
O mejor aún, haberle dicho que eran chicas. Que eso del pito se me pasó, que fue una tontería adolescente y que gracias a él me di cuenta que no lo quería. Pero sería falso, porque él solamente hizo lo contrario.
¿Pero qué sentido tiene mentir ahora?
—Voy al baño...
Moon se levanta y da pasos largos hasta la puerta cerrada. Cuando entra, desapareciendo de mi vista suspiro. Mi té ahora está helado, pongo la puntita del dedo y me doy cuenta que tiene la misma temperatura que tenía el lago donde nos bañamos.
Y sonrío, aunque en el fondo quiera acostarme a llorar cual bebé.
Me propongo mentalmente, me obligo a mi mismo a jurarme por la vida que voy a decirle todo. Porque no tengo certeza de volver a verlo, ni certeza de que, en un futuro, va a abrirme las puertas de su casa.
Y no pienso morirme sabiendo que no dije las cosas que quería decir. Y tampoco pienso morir sin escuchar lo que él quería decirme.
Aunque me duelan. Estoy acostumbrado al dolor, pero no cuando viene de parte de Moon.
Holis.
SOMEEE MISTAKEEES GET MADEEEE
THAAAAT'S AAALRIGHT THAAAT'S OKAAAY
El nacimiento de Moon en pocas palabras:
JKAJSKA MENTIRA.
Se que les prometí doble actualización, pero esta viene más tarde! Lo siento. En realidad termine de escribir el capitulo y cuando iba a corregirlo me entere de una noticia que me bajo un poco la energia, pero ahora estoy mejor.
Todo sea por esta historia 🌟💐
Pasan muchas cosas en este cap asi q mejor no hablo y los dejo hablar a ustedes.
¿Dialogo, escena, momento fav?
Díganme opiniones, ideas, teorías, yo que se todo. 🎉
Algo curioso q absolutamente nadie me pregunto, ya q hablamos de Japón 🍙
Mi hermano se llama Satoshi, que (por si no saben) es un nombre japones.
Ahora la pregunta es ¿Pq mi papá y mi mamá le pusieron asi? La respuesta: les gusto el nombre. Pq japoneses en la familia no hay JAJAJAJAJ
Me da curiosidad saber q preguntas le harían a Jake y Moon si pudieran JSKAJSK 🌟
Un beso y les quieeeerooo!!
Y por si se preguntan, no, no estamos ni cerca del final, esta historia va a ser bieeen larga JAJAJAJ, Olivia no sabe hacer cosas cortas 😋💪🏻
Y MUCHAS GRACIAS PQ PASAMOS LAS 600 LECTURAS AAAAAAA
Esto es para Jake y Moon:
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