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Capítulo cuarenta y ocho: La noche de la Luna

(Disfruten el capitulo que por ahora es el más largo de todos <3)

Hace muchos, muchos años.

Moon Hikari

Al girar la esquina, nos encontramos frente a la fachada de un pequeño edificio que tenía sobre la puerta de madera un cartel despintado que decía, en una tipografía antigua Motel Giorgia, veinticuatro horas. La pintura parecía estar despintándose más con el agua de la tormenta. Era una construcción vertical, angosta y de seis pisos. Las ventanas tenían persianas color turquesa, despintadas. Casi todas estaban bajas. Se escuchaba música en uno de los pisos.

Las paredes de ladrillo estaban dibujadas con graffiti y parches de cemento, se iluminaba solo por el poste de luz cálido de la vereda de enfrente. Con Jake nos frenamos frente a la alta puerta de madera. Con la intensa lluvia, que se hacía cada vez más violenta, no tuvimos otra opción que abrir la puerta y subir las escaleras. Solo un pasillo que subía, angosto y con papeles pegados en las paredes.

Llegamos hasta la pequeña sala iluminada con neón blanco como de cuarto hospitalario, donde estaba una mujer atendiendo, del otro lado de un escritorio de madera. Jake me empujó por la espalda, divertido, para que yo preguntara.

—Hola, perdón —solté una risa tonta y la mujer cansada, levantó la mirada— ¿se puede alquilar la noche?

Nos miró a ambos y levantó una ceja. Jake se dio media vuelta y fingió observar uno de los folletos de la pared de atrás.

—Aja.

—¿Cuánto está?

Cuando escuché el precio supe que nos vio la cara de estúpidos y nos iba a cobrar una exageración porque ese departamento no podía valer eso. Jake escuchó el precio y dio varios pasos. Suspiré, sabiendo que algo iba a suceder.

—Te preguntamos por una noche, no la renta mensual.

La mujer ignoró el comentario enojado de Jake y me siguió mirando a mi. Se encogió de hombros.

—Ese es el precio.

—No podemos pagarlo —dije, quizás intentando dar pena.

—Hay muchos más lugares en la ciudad.

Jake se acercó más, apoyando las manos en el escritorio.

—¿Con este diluvio quieres que salgamos?

—No tenemos a donde ir —otra vez, decidí ir por la pena y no el enojo— ¿No hay un cuarto más pequeño? No hace falta que tenga baño, es solo para pasar la noche.

La mujer aflojó su gesto serio ante mi fingida tristeza. Que de fingida no tenía mucha, porque realmente no teníamos a donde ir y con esa lluvia dormir en algún parque no iba a ser opción.

—Está bien —dijo, suspirando—, ¿Cuánto pueden pagar?

Dije un poco más, tampoco queriendo abusar de aquel gesto que como fuese, era amable. Asintió con la cabeza y yo saqué el dinero del bolso, entregándoselo.

—Pueden usar las toallas y el jabón del baño, es gratis —comentó, mientras rebuscaba entre el cajón la llave—, mañana a las once se tienen que ir. Once exactas, la cama tendida y el cuarto medianamente decente. Si tardan más se cobra extra.

—Entendido —respondí.

Ella me entregó la llave, mientras seguía ignorando a Jake.

—No tenemos preservativos, lubricantes o ninguna de esas cosas, por si estaban buscando un motel así. Nosotros no ofrecemos ese servicio.

Jake recién ahí volteó de golpe, rojo, no parecía enojado ni ofendido, solo asustado, quizás como quien es atrapado cometiendo un delito o como quien escucha algo que no tendría que haber escuchado. Espantado. Yo me quedé con la llave en la mano, sin saber que responder, con la necesidad de decir algo. Lo miré a él y Jake frunció el ceño, huyendo de mi mirada, colorado y con el agua mojando su frente.

—Está bien... —respondí y quise cavar un pozo para enterrarme vivo porque mi boca traicionó a mi mente.

La mujer, quien parecía acostumbrada a esas situaciones solo volvió a suspirar, indicando como llegar al cuarto.

En un silencio tan incómodo como el que se genera luego de que un amigo diga, frente a tus padres, pero ayer no viniste a mi casa, caminamos hasta el cuarto por un largo pasillo con paredes azules y algunas puertas, hasta llegar a una escalera empinada. Jake me miró de reojo pero luego se arrepintió.

—V-vieja metida —tartamudeó, comenzando a subir la escalera, saltando algunos escalones.

—Nos hizo descuento...

—Igual —escondió las manos en sus bolsillos, pálido por el frío—, vieja metida.

Solté una risa nasal, porque nunca pensé ver a alguien tan directo como Jake avergonzado. Rojo, queriendo evadir la mirada y murmurando insultos por un comentario igual de directo que los suyos.

—Jake.

—Aja.

Se detuvo ante mi llamado, unos escalones más abajo. Me miró hasta que hablé.

—¿Tu compraste...?

—Sí —me cortó, de golpe.

Siguió caminando y yo sonreí, apoyé mis manos en sus hombros, di un salto e intenté subirme encima suyo. Jake me tomó de las piernas y yo hice fuerza, para ir a caballito. Le llené la cara de besos tontos y Jake me insultó en voz baja. Subió los escalones que faltaban y se detuvo una vez llegó al pasillo del segundo piso.

Me agarré más fuerte de él, cerrando la piernas, prohibiendo que me bajara.

—¿Qué número era?

—El cuatro —dije, sonriendo—, como tu cumpleaños.

—Como mi cumpleaños —repitió, sonriendo de lado.

No caminó ni un solo paso y yo apoyé mi pera en su hombro, viendo hacia la puerta. Solté una risa.

—¿Vas a quedarte aquí?

—No sé.

—No sé, no sé, no sé —repetí, en voz baja, contra su oreja— ¿Vas a quedarte aquí?

—¿Y si digo que sí?

—Pues me quedo contigo.

La puerta del pequeño departamento sonó de forma ruidosa.

Él entró primero, quizás pensando que dentro habría más calor. Estaba equivocado. Miré el pasillo por última vez, escuchando las risas de uno de los cuartos. Entré dando un paso rápido y cerré la puerta, intentando no ser tan ruidoso, aunque ese lugar estaba lleno de ruidos. Puse las dos cerraduras oxidadas, viendo como mi mano temblaba un poco. Soplé despacio, queriendo calentarla.

Recién en ese momento, asegurándome de la seguridad de ese cuarto, giré. El cuarto era diminuto, apenas lo suficientemente grande para contener una cama de dos piezas contra la pared de la derecha. La cama, vieja y desgastada, parecía haber soportado demasiadas cosas. Hasta parecía gritar ayúdeme. No quise ni pensar en la gente que había dormido ahí. Sus sábanas de flores estaban desgastadas y descoloridas

A la izquierda la puerta del baño, de color azul. Y en la pared frente a la entrada dos ventanas algo grandes daban a una calle transitada. Las persianas subidas y cortinas, también con flores que parecían recorte de las sabanas.

Las paredes estaban cubiertas de pintura azul descascarada y manchas de humedad decoradas con cuadros de frutas. Solo dos, pequeños sobre la pared de la cama. Y una cruz de madera. Incluso aquella cruz tenía a Jesús. Miraba fijamente el cuarto, observando los pecados que ocurrían ahí. Jake estaba parado, rígido, o más bien, congelado.

—Estás temblando, Jake.

Me miró, con esa expresión de es obvio, tarado. Estábamos a unos metros de distancia. Me acerqué y él amagó con dar unos pasos hacia atrás.

—T-tengo mucho f-frío —tartamudeó Jake, abrazando su propio cuerpo.

—¿Te quieres duchar?

Miré a los ojos, o más bien, sus labios. Temblaban. No pude evitar sonreír un poco por eso.

—Bueno.

Ninguno se movió.

—¿Y? ¿Vienes?

—Ah, sí.

Fuimos hacia aquella puerta.

Un baño pequeño y viejo. Sucio y con las paredes escritas. Casi tan intervenidas como las del baño de nuestra escuela. A Moon le gusta que le den por el culo. Al fondo estaba al ducha, que en realidad no tenía división del suelo. Solo una cortina de plástico media rota colgada de un hierro. Encendí la luz, fría, que iluminaba poquito. Caminé hasta la ducha y prendí el grifo caliente. El agua salió a los segundos, con poca presión. Estiré la mano y note que al menos tenía temperatura. Giré la cabeza, para mirar a Jake, quien, como niño pequeño esperaba en el marco de la puerta, parado.

—No sé cuanto dure el agua caliente —avisé, sacudiendo mi mano mojada—. Pero dúchate.

—¿Y tú?

—Lo hago después.

—Pero quizás ya no hay más agua caliente.

Nos miramos en silencio, mientras de fondo se escuchaba el agua chocar contra el suelo de la pequeña ducha. El vapor empezaba a llenar el baño, haciendo desaparecer el frío y volviéndolo una atmósfera más cómoda.

—¿Estás pensando en...

—Sí —me interrumpió con la cara roja y no creo que fuese culpa del frío.

—Bueno —respondí, igual de rojo.

Nunca vi a Jake desnudo, fue en lo único en lo que podía pensar. Me sentí un imbécil por eso. Más porque el pensamiento se ganó una sonrisa. En realidad fue la sonrisa lo que me hizo enojar conmigo mismo.

Él entró al baño, cerrando la puerta, despacio. No sé por qué, pero me volteé, dándole la espalda. Con la mano media temblorosa me bajé el cierre de la campera y la dejé en el suelo. Desabroche el botón de mi jean y cuando estaba por bajarlo me di cuenta que seguían teniendo los zapatos. Me enredé intentando agacharme y casi me caigo. Que ridiculo de mierda, me dije y me mordí el labio, aguantándome el suspiro. Dejé los zapatos y las medias debajo del lavamanos. El jean con la campera, la remera y la ropa interior. Todo ahí, hecho un bollo de tela. El frío me erizó la piel y me abracé con fuerza. Entonces giré.

Jake no me miraba. Él observaba la pared, vaya Dios a saber en qué estaba pensando. No. Mejor que Dios no se enterara de esas cosas. Yo sí lo miré. Tenía muchos lunares, cicatrices y manchas pequeñas en la piel. Aunque tal vez no estaba pensando ni mirando exactamente los lunares. Dios tampoco tiene por qué enterarse de eso.

Jake, mirando al piso, pasó a mi lado y fue hasta la ducha. Se sentó en el suelo, escondiendo su cabeza entre las rodillas y dejando que el agua mojara su espalda. La piel se le puso roja por el calor. Tras segundos de procesar todo lo que estaba pasando di pasos largos y me agaché. No sabia como hacer para que el chorro de agua nos diera a ambos, siendo tan poquitas gotas. Jake subió un poco la cabeza, solo mostrando sus ojos.

Al final terminé sentándome frente a Jake, dándole la espalda. Él estiró las piernas, a los costados de mi cuerpo y su torso se apoyó en mi espalda. Eso me hizo sonreír cual tonto, pero la alegría duró hasta que mi cuerpo se hizo consiente de que el agua estaba hirviendo.

—¡Quema, quema! —me quejé, y cuando me intenté levantar, Jake solamente estiró los brazos agarrándome para que no lo hiciera.

—Cállate, pesado —murmuró.

—Déjame abrir la fría. Un poco solamente.

—No. Así está bien.

Apoyó su pera en mi hombro, y yo me encogí en el lugar, intentando ignorar como el agua me quemaba la piel. Si quieres hacer fideos si, no si te quieres duchar, pensé, pero me ahorré el comentario.

—No te duermas —le avisé, bromeando.

Jake balbuceó algo y lo escuché soltar una risita nasal. Me abrazó de forma lenta y torpe, apretando el agarre. Yo puse mis manos sobre las suyas y cerré los ojos, con una enorme calidez creciendo en mi pecho.

El cuarto se sintió frío en comparación al baño. Tenía toda la ropa en mis brazos.

—Voy a dejar aquí la ropa, así se seca.

Jake no dijo nada y simplemente se sentó en el borde de la cama, sin quitarse la toalla de la cintura. Observaba el cuarto en completo silencio, serio.

Camine hasta la ventana. Dejé la ropa ahí, y no cerré del todo el vidrio. Así entraba un poco el aire frío, pero no congelaba el cuarto, ni tampoco había posibilidades de que la ropa se fuera volando. Acomodé mi toalla, atándola mejor a mi cintura.

Tras terminar de dejar la ropa para que le diera el viento, me senté junto a él. Ambos en el borde de la cama, desnudos de la cintura para arriba y observando la pared. Azul y despintada. Se escuchaban sonidos del cuarto de arriba y casi que podrías notar que el edificio entero temblaba ante el movimiento. Miré hacia el techo, sonriendo al imaginar la situación y Jake frunció los labios.

Vi que los pelos de su brazo estaban erizados. Pensé que era por el frío, así que pase mi mano por su brazo, en una caricia que intentaba darle calor. Él tuvo un escalofrío y se acomodó, más recto.

—¿Estás bien?

—Aja...

—¿Seguro?

Él asintió, y bajó sus manos para subir la toalla, que ya de por sí era algo corta. Eso me hizo bajar la mirada, simplemente para seguir el recorrido de sus manos. Jake notó esto y se sonrojó, yo me di cuenta lo que acababa de hacer y levanté la cabeza como un soldado siendo convocado por su superior.

Vi que sus manos hacían fuerza, agarrando la tela celeste de la toalla.

—Oye, loquito... —murmuré, bajito.

Me acerqué a él, para ver mejor su rostro. Noté que tenía los ojos cerrados, y el rostro completamente rojo.

—¿Seguro que estás bien?

—No sé.

—¿Qué no sabes?

Se encogió de hombros abriendo los ojos nuevamente. Cuando giró la cabeza nuestras miradas se encontraron. Vi sus ojos, marrones y que no podían distinguirse bien en la oscuridad. Vi la cicatriz sobre su ceja, la forma de su nariz, romana. Cuando aprendí que así se llamaba y le conté él se rió, diciéndome que era Jake, el roma-nco. Miré la forma de sus labios, con ese piercing plateado y su cabello corto que aún goteaba sobre su frente.

—Puedo dormir en el baño si...

—No vas a dormir en el baño, pedazo de idiota —me dijo, frunciendo el ceño.

Solté una risita en voz baja y él sonrió un poco, sin dejar de verme. Toda la situación por más incómoda que fuera se sentía bien. Raro. Raro bien. Bien, más allá del frío, de lo feo que era el cuarto y de la cama ruidosa. Ruidosa. Ruidosa.

—Jake.

—¿Qué?

—¿Te puedo besar?

Como si hubiera estado esperando la pregunta, Jake me tomó de las mejillas de forma torpe y me acercó a él. Yo envolví los brazos en su cuello y lo acerque a mi. Ambos nos acercamos. Nuestras piernas se tocaron, pero las toallas hicieron que no lo sintiéramos.

Sus manos quedaron ahí, como si no quisiera que yo me fuera. Pero no iba a irme. Y él lo sabía. Acaricié su cuello con las manos. Su piel estaba fría, muy fría y húmeda. Hice un recorrido desde su nuca hasta su espalda, y bajé. Me detuve donde empezaba la toalla, y volví a subir, despacito. Jake apretó con más fuerza mis mejillas, hasta que me dolieron.

Giré un poco, para quedar frente a él, y subí ambas piernas a la cama, casi tropezando. Reí por eso, él también se rió. Ambos nos reímos. Él hizo lo mismo y ambos nos sentamos en el centro de la cama. Nos separamos para volver a vernos. Le di un beso en la nariz, otro en cada mejilla y uno en la frente. El rostro de Jake ardía. Ardía mucho.

Tenía los ojos cerrados con fuerza, y su boca entreabierta, nervioso. Yo no me sentía nervioso. Quizás era que, el hecho de verlo a él así me hizo sentir que yo debía estar seguro.

Al menos para trasmitirle algo bueno.

Además, en realidad no estaba nervioso, estaba feliz. Muy feliz. Y por eso volví a besarlo. El tardo unos segundos en darse cuenta, y sonrió en medio del beso. Me gustaba eso. Porque la torpeza que tenía Jake solo se daba cuando estaba emocionado. Me gustaba que estuviera así.

Él se fue recostando poco a poco, hasta que su cabeza quedó sobre la almohada, que al ser tan blanda casi no le sirvió de nada. Yo lo observé desde arriba, sonriendo. Puse ambas manos a los lados de su cabeza y lo miré. Y él me miró.

—Moon... —susurró, muy bajito.

—¿Sí?

Acerqué mi rostro a él, para escucharlo. Para eso tuve que inclinarme un poco. Pero su cuerpo aun no tocaba el mío. Había un hilo invisible que nos dividía, justo en el aire. Que impedía que su pecho tocara el mío.

—Moon —repitió, igual de bajito.

—Jake —le respondí, riendo.

Él rio, rio con una felicidad que pocas veces vi en él. Y volvió a tomarme del cuello y acercarme.

—Moon —susurró, besándome

Y lo besé, lo besé y me separe para susurrarle, en el oído.

—Jake...

—Moon —respondió, al aire.

Le deje un beso ahí, en su cabeza, justo sobre su oreja. Y le di otro más abajo. Y le llené el rostro de besos, torpes, sin orden y algunos tan ruidosos que parecían chiste.

Probablemente eran chistes. Chistes que solo él y yo entendíamos, porque Jake se reía. No sé por qué, pero se reía y me besaba. Y luego volvía a reír. Y los dos reíamos juntos.

Y me dio un beso en la frente, uno que duró, al menos, tres segundos. Yo le moví el pelo, cuyas puntas aun estaban un poco húmedas y le devolví el beso en el mismo lugar. Uno que duró cuatro segundos. Porque quería ganarle.

—Me gusta mucho tu cabello —me dijo, bajito, como un secreto nunca antes dicho.

Enredó sus dedos en él y tiró, muy suavecito.

—A mi me gusta tu nariz —le respondí.

—A mi me gustan tus ojos.

—Y a mi me gustas tu.

Él se quedó callado de golpe, sorprendido. Dejó escapar una palabra inconclusa de su boca, en un susurro.

—No hace falta que digas nada.

—Me gusta tu voz... —añadió, más susurrado que antes, casi sin sonido.

De repente lo que habían sido risas escandalosas se convirtió en simples susurros, nada más.

—¿Sí?

—Sí. Y me gusta como suena cuando hablas japonés.

Nunca creí escuchar a Jake decir cosas como esas. Hacer una lista de características mías que le gustaban. Pero lo estaba viviendo. Y me gustaba. Tanto. Tanto.

Bajé mis manos, hasta tocar sus rodillas. La toalla le quedaba un poco más corta que eso. Dibuje forma en sus piernas y vi como se le erizaba la piel. Hice una línea, de su talón hasta su rodilla.

—A mi me gusta esto también.

Puse mi mano sobre su pantorrilla, sonriendo. Él cerró los ojos otra vez, imitando mi sonrisa, pero más tímida. Soltó una carcajada, grave pero graciosa, arruinando toda la atmósfera íntima del asunto. Se tapó el rostro rojo con ambas manos y siguió riendo.

—¿Qué te causa tanta risa? —pregunté, sonriendo.

—Todo —dijo—, todo.

—¿Estás borracho?

—No estoy borracho —quitó las manos de su rostro y las estiró sobre su cabeza.

Extendió sus brazos, dejando ver las pequeñas cicatrices que tenía. Por todo el cuerpo, algunas más notorias que otras. Además de sus lunares. Quería besarlos todos, pero sabía que era imposible. No me daba la vida. Podría intentarlo de todas formas.

—¿Lo juras?

—Si estuviera borracho ya te estaría besando. Y no te estoy besando.

—Pues me gustaría que estuvieras un poco más borracho entonces... —susurré, dejando ambas manos sobre sus rodillas.

Su rostro estaba rojo, y el mío seguro que igual. Aunque no estuviera borracho, me besó. Y me besó con ganas. Cerré los ojos y él hizo lo mismo. Me gustaba no ver, porque las cosas se sentían más. Con los dedos, con la palma de la mano. Escuchando.

Me gustaba escuchar a Jake. Porque Jake era ruidoso, siempre lo fue. Era ruidoso cuando se iba de un lugar, cuando llegaba a otro, cuando se enojaba y cuando estaba feliz. Cuando le gustaba. Cuando, todo terminaba y cuando empezaba. Me gustaba eso. Me gustaba.

Subí mis manos por sus piernas. Él se separó, volviendo a recostar su cabeza en la almohada y me miró. La única luz era la de la luna llena que entraba por la ventana, que iluminaba muy tenuemente la mitad de su rostro.

Y mis manos subieron. Y lo miré. Y subieron más.

—Jake —le dije, en voz baja, cuando me detuve.

—Moon.

Y como si fuera una clase de código secreto subí mis manos hasta su cintura. Hice formas ahí también, dibujos que nunca iban a verse porque estaban en mi mente. Y mire el nudo que ataba la toalla, que se había desatado un poco. Jake asintió, aunque yo no preguntara. Me leía la mente y yo leía la suya. Asintió con la cabeza muy despacio, y sin dejar de verme. Entonces lo hice. Desate la toalla celeste y le sonreí. Y él me sonrió. Y nunca me sentí más cerca de la muerte.

Dejé la toalla en algún lado, no recuerdo donde. Luché con no bajar la mirada, porque no sabía muy bien que seguía luego de eso. Eso ya era mucho. Ya todo estaba siendo mucho Jake parecía a punto de la muerte también. Intento volver a tapar su rostro y yo se lo impedí.

—Me gusta verte —le susurré y él solo se sonrojó más.

—No digas estupideces...

—No estoy diciendo estupideces, estúpido —me reí.

—Estúpido serás tú —murmuró, con seriedad.

—Tonto.

—Idiota.

—Te quiero.

—Y yo.

Fue la primera vez en la vida que le decía eso. Y la primera vez que él me lo dijo. Fue la primera vez en todos los años en los que nos conocíamos que lo dijimos. Y nos tomó por sorpresa a ambos. Porque yo no lo pensé y él tampoco. Ninguno lo pensó y ninguno lo entendió hasta luego de unos segundos.

Y el te quiero fue el punto que dio comienzo. Fue lo que faltaba para saber que era la noche. Con la lluvia ruidosa de fondo, con los ruidos raros del piso superior, que quizás y más tarde también se escucharon de este.

Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero.

Jake no se tapó más el rostro. Me dejó que lo viera. Todo. Y nunca lo había podido ver así.

Dibujar tu silueta. Saber en qué partes del cuerpo tienes lunares. Cuales te dan cosquillas y cuáles te gustan más que otras. Sé que no te gustan tus brazos. Por eso te di un beso ahí. Porque me acuerdo, Jake. Aunque creas que no. Porque se que crees que no lo hago.

Y recuerdo también cómo me acariciaste. Y enredaste tus manos en mi cabello todo el rato porque dijiste que te gustaba demasiado. E intentaste hacer trenzas, pero no sabes como hacerlas asi que solo te rendiste y me diste besos a cambio.

¿Lo recuerdas? Porque yo sí.

Y estoy seguro que tú también.

—¿Estás bien? —pregunté, rozando mi nariz contra la de Jake.

Me incliné más, hasta que mi pecho tocó el suyo. Los mechones de mi pelo casi que tocaban su rostro. Sentí su corazón latir tan rápido que creí que iba a desmayarse de un ataque. El mío latía igual. Rápido. Rápido.

Jake me rodeó con sus piernas, acercándome. Y soltó otra risa, sonrojado como un niño pequeño tras una travesura que podría costarle la vida, pero fue increíble de hacer.

Porque esa noche fue increíble.

Se que los besos no duran para siempre, ni las caricias. Pero a veces me miro al espejo y fantaseo con que aun siguen ahi. Los besos marcados en un camino sin orden que no llega a ninguna parte. Los del pecho, los de las piernas y en las mejillas. Sonrío al pensarlo.

Me acuerdo que Jake me agarró de los hombros y me tiró más hacia él. Como si no fuera suficiente la cercanía que teníamos. Pero no era humanamente posible estar más cerca.

Al menos que su piel se fundiera con la mía como las velas al agarrar calor. Pero no había fuego cerca y nosotros no estábamos hechos de cera.

Y cuando pensé que no podría existir lugar mejor que ese, Jake volvió a abrir los ojos. En esa mirada hubo algo que no se como, pero pude traducir. Un idioma que no era japonés, ni español. Que no era nada conocido, un idioma que no tenía diccionario.

Jake se volteó, en un movimiento tan rápido que casi no pude registrarlo. Ocultó su rostro en la almohada, dejándome única vista a su nuca y su cabello. Y su espalda. Tenía lunares, muchos. Dibujé en su espalda las formas que veía, como si fuera un espacio. Incluso había una luna, allí arriba que opacaba el resto de constelaciones. O eso imaginé yo, al menos.

—Te quiero ver... —le pedí, casi como un niño que ruega por el último caramelo.

Mientras hablaba me acerqué más. Mi pecho tocó su espalda y él se encogió en el lugar. Pude ver, aunque se estuviera ocultando, una sonrisa en tu rostro.

—Te quiero ver, te quiero ver, te quiero ver, te quiero ver —repetí, muy rápido y en voz muy baja, contra su oído.

Jake giró un poco, solo un poco la cabeza. Me dejo ver su perfil. Con los ojos cerrados y la boca en una sonrisa sin dientes. Y en ese momento, aunque existieran miles de modelos con rostros más hegemónicos, con ojos más claros y pelos más peinados, Jake me pareció el hombre más hermoso de la tierra. Así, con el pelo sudado y el rostro sonrojado.

Y no pude contenerme. Lo besé, lo besé y lo agarré de la cintura sin fuerza. Hice que subiera su cuerpo, porque lo quería cerca. Más cerca.

—Yo también —dijo y no pregunté a qué se refería.

—¿Te puedo dar un beso? Déjame darte un beso. Gírate. Déjame verte.

Él negó y volvió a esconder su cabeza. La hundió contra la almohada, y yo llevé mi rostro hasta su cuello. Fingí morderlo, sin fuerza, solo como un juego. Él soltó otra risa, grave en voz baja. Le dí otra mordida, pero no pude evitar reír al notar como Jake se sonrojaba.

Ocultó en la almohada, sin dejar que lo vea. Sin querer que lo vea. Apoyé mi pecho contra su espalda, me dejé caer sobre él. A Jake no le molestó mi peso, o al menos no dijo nada. Le besé los lugares donde antes le había mordido. Habían quedado marcas. Pero marcas de dientes, marcas que parecían más a las de un cachorro jugando que otra cosa.

Se sintió como eso. Como un juego, quizás. La misma sensación de cuando nadábamos en el lago siendo niños, o de cuando jugábamos carreras en las calles sucias, nos peleábamos en chiste o nos mirábamos hasta que alguno reía.

El hilo une dos cosas que están separadas, por eso está en tensión. Pero cuando esas dos personas se acercan el hilo poco a poco deja de estar tensionado. Incluso cae al suelo y se enreda, como las cadenas de los collares. No se siente tirante. Mientras más y más se acerquen las personas menos tensión va a haber y creo que esa fue la máxima cercanía que logramos con Jake. Física, mental y poéticamente hablando.

—¿Estás bien? —pregunté, bajito, contra su oído.

—Me late muy rápido el corazón —confesó, bajito al igual que yo.

—El mío también.

Puse una mano contra mi pecho y otra contra el de Jake. Latían a la misma velocidad, casi como si se hubieran sincronizado. Apreté con fuerza, queriendo sentirlo más.

El collar de Jake caía y la cruz tocaba el colchón de la cama. El metal reflejaba la poquita luz de los autos, que entraba por la ventana. Tengo el recuerdo en imágenes. Como una serie de fotos que se unen para crear una secuencia.

Los ojos de Jake, cerrados con fuerza, pero que se abrían de vez en cuando para espiarme. Aunque la mayor parte del tiempo hundió la cabeza contra la almohada.

Solo al principio, porque luego perdió la vergüenza. Quizás finalmente se dio cuenta que no éramos más que él y yo en ese cuarto.

Su sonrisa, pequeñita, entreabierta para dejar escapar suspiros y risitas. Yo hice chistes, porque no sabía qué otra cosa hacer. Pero a él le causaron gracia, así que al fin y al cabo cumplió mi objetivo.

Hubo un momento donde dejamos de hablar. Donde creímos que ya no era necesario usar palabras. Donde se hizo un silencio extraño que pensé que sería incómodo. Aunque el silencio duró poco. El pobre intentó hacerse lugar, pero Jake lo venció. Eso me gustaba.

Aunque no habláramos, dejó de existir el silencio. Había sonidos. Muchos, tantos que mareaba. Y a todos los escuché demasiado fuerte. Demasiado específicos. Los autos y la cama moviéndose y los vecinos del otro departamento riéndose.

La atmósfera era todo menos perfecta. Aunque quizás sí fue perfecto. Al menos fue lo más cercano a la perfección que pueden lograr dos personas imperfectas.

Logré convencerlo de que se volteara y que quedara boca arriba, mirándome a los ojos. Su respiración estaba agitada. Yo quedé arriba de su cuerpo, como atrapándolo, conteniéndolo. Su pecho subía y bajaba y subía y bajaba, y yo lo besé otra vez. Despacio. Y tomé sus manos y entrelacé nuestros dedos.

No sabía cómo preguntarle ¿ya? Sin sonar raro, sin arruinarlo todo. No sabía bien hasta donde iba a llegar la pelota. Hasta donde quería Jake que llegue la pelota.

Pero él se adelantó, cerró los ojos y contra mi oído me susurró. Y yo me avergoncé como nunca creí que me avergonzaría. Porque jamás pensé escuchar, con la voz de Jake, aquella frase. Tardé segundos en procesarlo, en entender que era real, que estaba pasando.

No sabía bien cómo se hacía. Si había reglas, bases ya escritas para hacer que funcione. Cuando sentí que yo no era más que confianza me di cuenta que estaba temblando de miedo. Porque tenía miedo. Porque lo pensé demasiado y mi mente había comenzado a imaginar e imaginar y yo solo quería estar ahí. Porque eso era real. Porque ninguna imaginación iba a lograr ser eso que estaba pasando.

Me sentí como en el verano, con la nuca pegajosa y el pelo húmedo y no me gusto tanto la sensación. En realidad empezó a desagradarme. La piel de Jake estaba caliente y mojada y era raro tocarlo. Y él me susurraba, pero yo no quería hablar. Y pensé que tenía que hacerlo, pero no se me ocurrían palabras ni cosas para decir.

Y el rostro de Jake estaba tan cerca que su respiración golpeaban contra mi boca. Y yo estaba arriba, observándolo y era raro. Raro. Raro. Y él intentaba a disimular los gestos, mantenerse serio, pero no podía. Cerré los ojos, apretando con fuerza la mano de Jake. Casi que me lastimaba. Me dolía.

Empujé un poco, y todo mi cuerpo se tensó y quise abrir los ojos pero luego recordé que estaba Jake, y que iba a morirme si lo miraba. Si nos mirábamos. Me iba a morir. No se como pero iba a morirme. Ahí, en ese instante, caer desmayado por vergüenza o por miedo.

Y cuando abrí los ojos, tan solo un poquito y lo miré me di cuenta que él estaba llorando. Sus ojos rojos, abiertos que se sorprendieron al notar que yo lo miraba. La cruz del collar, sobre su cuello subía y bajaba junto a su respiración.

—¿Estás llorando? —le pregunté preocupado y muy muy bajito.

—Es raro.

—No llores...—le pedí, le rogué porque si lloraba iba a llorar yo.

Me detuve y él soltó aire, quizás estaba aguantando su respiración. Bajé la mirada y me moví y él dijo que parara y yo no sabía a qué se refería así que le pregunté y él se sonrojó. Y empezó a ser una especie de desastre, pero uno lindo, uno divertido, como un chiste.

Le limpié el rostro con mis manos, secando sus lágrimas y acariciándole la frente con cariño, con torpeza. Jake cerró y abrió con fuerza los ojos y suspiró. Le di un beso en la punta de la nariz, porque era lo mejor que podía ofrecerle.

—¿Páramos? —pregunté, en voz baja.

Jake negó con la cabeza, juntando aire con la boca y abrazándome por la cintura, para acercarme. Apoyé mi cabeza sobre su hombro, en silencio.

—¿Estás bien?

—No sé.

—¿Pero qué sientes? ¿Quieres parar?

Jake se encogió de hombros, y miré que observaba atentamente el techo, la humedad que hacía manchas redondas. Los ruidos de los vecinos se hicieron más fuertes, más notorios. Me incomodaron un poco.

—Es muy raro. Pensé que iba a ser distinto.

—¿Distinto? ¿No te gusta?

Me preocupé, levantando la cabeza para mirarlo y encontrarme con que estaba poniendo un puchero. Me alarmé, porque pensé que era yo el que había hecho algo mal. Porque Jake nunca lloraba. Porque no sabía cómo hacer que estuviera bien.

—Sí. Pero me da cosa —confesó, cerrando los ojos otra vez.

—¿Cosa?

—C-creo que pensé que iba a poder no estar. Y estoy, y no se si me gusta.

Le acaricié el pecho y los brazos y las piernas y todo el cuerpo en un intento tonto de hacerlo sentir mejor. No entendí qué quiso decir, así que fruncí el ceño, confundido.

—¿No estar? No te entiendo, Jake...

—Es raro estar tanto. Aquí. Porque yo sé no estar.

Le acaricié la frente otra vez, con el dedo, de arriba a abajo.

—Es que lo hago casi siempre. Imaginé que iba a poder hacerlo ahora —murmuró.

La voz de Jake se quebró, tan solo un poquito. Pasé mis dedos por sus párpados cerrados.

—¿Pero por qué no estarías? ¿Qué sentido tiene entonces?

—Es que me da miedo —subió su mano y la dejó sobre estaba su corazón, despacio—. Me duele el pecho de sentir tanto.

—Paremos entonces, podemos parar, Jake.

—No, no quiero parar.

Abrió los ojos y relajó sus hombros, con frustración, como un bebé que sin lenguaje no sabe expresarse.

—Si no me explicas bien no puedo entenderte, kakkoii otro no ko.

—Quiero seguir. Pero lento. Muy lento. Muy, muy, muy lento.

—¿Qué tan lento? —sonreí un poquito, volviendo a besarlo— ¿Así?

—Más.

Y lo besé, exagerando la lentitud. Tomé sus manos otra vez pero no lo hice con fuerza, lo hice despacio, tan despacio que parecía una broma. Y creo que saber que Jake también se sentía raro me reconfortó un poco. Me hizo sentir que estábamos ambos iguales.

—¿Así?

—Así.

Jake sonrió un poco y cerró los ojos, con una alegría infantil. Con una chispa de felicidad en esa sonrisita que me dio ganas de abrazarlo y no soltarlo nunca.

—Cuando estés así, Jake... —le susurré— que sientes demasiado y eso te confunde, o te asusta, dímelo ¿Me lo prometes?

—¿Para qué?

—Si me cuentas entonces puedo hacer todo más lento y así te va a dar tiempo de darte cuenta de todo —murmuré—, entonces puedes estar aquí.

—Está bien.

—Te quiero —le dije, volviendo a acomodarme sobre él y sonriendo.

Te quiero ¿Qué querer? ¿De amor? ¿De poseer? Porque Jake podía perfectamente interpretar otra cosa. Querer, del cuerpo, del querer su cuerpo cerca del mío. Y yo no me atrevía a decirle que no era ese tipo de querer. Que era otro, uno más difícil, más profundo, más complejo. Porque si, quería eso que estábamos haciendo pero además lo quería a él. A él, Jake. A él, no cuerpo, a él sujeto. Su sonrisa, y su voz, rasposa y grave cuando susurra. Al que siente mucho, al que no sabe bien cómo decir las cosas, al que le molestan las palabras difíciles y hace las cosas fáciles.

Querer. Querer. Querer tanto. Y tan fuerte.

Y eso que estábamos haciendo era la única forma que conocía de intentar al menos, acercarme un poco a todo eso. A ese querer. Al tenerlo. Al tenerlo todo y cerca. Y muy cerca. Tanto que me arda, que me duela. Que se sienta todo y mucho. Mucho. Mucho. No hay otra forma, solo esa. Sólo mucho. Pero dentro de ese mucho había poquito. Detalles, cosas chiquitas, esas que construyen luego el recuerdo.

Y tengo grabado su rostro. Su expresión. Esa que solo vi pocas veces. Que solo yo tuve la suerte de ver. Que me hizo cosquillas. Raras, diferentes. Se sentía un poco incorrecto, un poco mal, sentir eso por el rostro de Jake. Por Jake, el Jake con la cicatriz en la ceja. Por mi Jake.

Pero parecía otra persona. O tal vez todo lo contrario, tal vez fue el único momento en el que Jake fue realmente Jake. Sin miedos, sin vergüenza, sin nada. Pero con mucho. Mucho de otra cosa que no sabía bien que era. Pero se sentía bien. Tan bien. Y no quería que terminara nunca. Jamás, que durará para siempre. Pero no iba a soportar para siempre, porque las personas tienen límites. Jake me agarró con fuerza, suspirando y clavó sus uñas en mi piel y me dolió. Me dolió. Pero no sentí ese dolor porque solo era un detalle en ese mucho.

—No me duele —dijo, o al menos tengo el recuerdo de escucharlo.

Pero no le creí, un poco porque sabía que Jake aguantaba mucho el dolor. Porque sabía que mentía, que sabía mentir. No supe tampoco si se refería al dolor de antes, al de sentir mucho o al físico. No entendía ni quise entender, porque honestamente no tenía energía suficiente para hacerlo. Los vecinos dejaron de escucharse, o quizás se avergonzaron de que nuestro cuarto sonará más que el suyo. Como una pelea. Una competencia.

Y yo pensaba que las cosas hermosas no duraban mucho y luego me di cuenta que duran lo que tienen que durar. Lo suficiente. Ni más ni menos. Intenté que durara más pero no pude y Jake tampoco. Y terminó. Terminó.

No hubo más ruido, no hubo más nada. Unos largos minutos de silencio. Solo la respiración de Jake y la mía. Rápidas o quizás lentas. No recuerdo bien. Pero ruidosas. Muy ruidosas.

Jake se agarró el pecho como intentando así calmarse y yo solo reí. Y reíamos los dos, como quien termina de hacer algo que nunca pensó que iba a pasar. Como quien se anima finalmente a soltar la pelota y dejarla seguir y seguir y solo observar hasta donde llega.

Jake estiró los brazos hacia atrás, sobre su cabeza y noté que su nuez de Adán subía y bajaba muy rápido. Le di otro beso y él me susurró espera, riendo. Y yo acepté ese espera, volviendo la cabeza atrás. Con lentitud, no queriendo abandonar eso me acosté a su lado, mirando el techo. Crucé ambos brazos sobre mi pecho.

—¿Cuánto tiempo habrá pasado? —Jake fue el primero en hablar, luego de varios minutos.

—No sé. No tengo idea ¿una hora?

—Nah, exagerado, eso es un montón de tiempo.

—¿Qué intentas decir con eso, eh? —le piqué el estomago, solo para molestar.

Ninguno de los dos podía hablar bien, así que nos interrumpíamos con bocanadas de aire. Jake se encogió de hombros, sonriendo de lado.

—Entonces no tengo idea ¿No hay un reloj por acá?

No sé por qué empezamos a hablar de eso. Buscando un reloj en alguna pared, aunque ni siquiera sabíamos a qué hora llegamos al hotel. Fue una excusa, probablemente. Para no pensar demasiado en lo que había pasado. Ambos volvimos a reír. Mi risa fue más escandalosa y la de Jake más bajita, más vergonzosa. Estiré mis piernas y las puse sobre las suyas. Me acerqué y lo abracé de costado, sin tanta fuerza. Puse mi pierna sobre su torso y lo apreté fuerte. Jake siguió mirando hacía arriba.

—¿Te vas a dormir? —preguntó, enredando su mano con mi cabello.

—Tal vez.

—Moon.

—¿Sí?

—No, nada. No importa.

Se dio la vuelta y me abrazó de vuelta, escondiendo su cabeza en mi cuello y suspirando. El aire frío me erizó la piel.

—Duerme bien, loquito —le susurré contra su oído.

Apoyé mi frente en su frente. Él solamente asintió, apretando más el abrazo. Yo hice lo mismo y sonreí. Sonreí tanto que me dolió la cara. Mucho. Acaricié su espalda en círculos y cuadrados, rectángulos, trapecios, triángulos y todas las formas que había aprendido en primaria. Le di un último beso en la frente y me di cuenta que ya se había dormido, entonces cerré los ojos despacio y me dormí.

—Te quiero... —escuché antes de hacerlo.

Escondí mi cabeza en su cuello y así nos dormimos. Como la mancha de cera de dos velas derretidas.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

¿QUE OPINAMOSSSSS? 🥳💗

¿LES GUSTÓ EL CAPITULO? Digan q si porfa o lloro

¿MOMENTO, DIALOGO O PENSAMIENTO FAVORITOOOOO? 🌠💗 SE QUE OCURREN MIL COSAS, PUEDE SER MÁS DE UNA.

No se que decir, chau, q penaaAaAa JASKJAKSJAS 
no saben LAS VECES QUE ESCRIBI ESTE CAPITULO. CORREGI CADA COMA 50 VECES PQ NO SENTIA QUE ESTUVIERA BIEN AAAAA, pero ta, al final me conforme con esto¿? ESPERO QUE LES GUSTARA Y QUE FUERA LINDO DE LEER Y NO ABURRIDO.

EL CAPITULO ES SUPER LARGO, PERDONEN, PERO NO SABIA HACERLO MÁS CORTO CADA PALABRA TIENE UN SENTIDO, LO JURO 😭🦋💗

Moon cuando Jake:

JSKJASKAJSK CHISTE, CHISTE, ellos se quieren mucho (...se viene el tercer acto-)

¿QUE PIENSAN DE MOOOON Y JAKEEEEE? mis gurises.

¿FUE LO Q ESPERABAN? 😭💔

ALGO QUE QUIERAN DECIR USTEDES?? AJSIOASOASKAOSUOS

ME TORCÍ EL PIE Y ADEMAS SE ME INFECTÓ UNA HERIDA Q TENIA EN ESE MISMO PIE ASI QUE TENGO Q IR AL HOSPITAL EL LUNES PEEEEROOOOOO, tenemos capitulo que es lo que importa.

NO SE QUE MÁS DECIR BO, QUE FELIZ QUE CAPITULO LINDO QUE CONTENTO ESTOY 💗🌠

ESPERO GENUINAMENTE Q LES GUSTARA, QUE LES ESTE GUSTANDO EL CAPITULO Y NOS VEMOS EN EL SIGUIENTE QUE ES EL ULTIMO DE ESTE ACTO, LES QUIERO MUCHO GRACIAS POR LEER Y APOYARME

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