Un día mas
Me siento muy mal. El mundo me da vueltas, el ruido me estremece. Escucho la licuadora encenderse y apagarse al instante. Además, hay un peso extra que me tiene atrapada. Veo a Miranda con su rostro muy cerca de mí, aparte de una de sus piernas sobre mí junto a un abrazo de plomo. La cama de Samu es tan amplia que podía albergarnos a los tres, más si Miranda suele dormir sobre uno.
Trato de quitármela de encima con precaución de no despertarla. Cuando lo logro me deslizo fuera de la inmensa cama de Samu hasta poner ambos pies sobre el suelo. Corro como un gato fuera del cuarto, me encuentro de frente con un aroma a desayuno. Camino hasta la cocina encontrándome con Samu sirviendo un par de platillos. A veces me pregunto por qué desistió de la cocina, se le da demasiado bien. Deja frente a mí un vaso con jugo y termina por sentarse.
—Buenos días —digo—. Gracias por el desayuno.
—Buenos días, será mejor que comas rápido. Vamos algo tarde.
Miro la hora sobre la nevera. Apenas serían las seis y media. Lo veo con suspicacia, odio su puntualidad. Se vuelve extrema en algunas ocasiones.
—No sé cómo haces para levantarte temprano luego de que bebimos como si no fuéramos a levantarnos nunca —Alza la taza de café y yo hago una mueca.
—No te creo.
—Le llaman resistencia —dice con suficiencia.
—Yo tengo resistencia —Él se ríe—. Calla, no digas nada.
—No lo haré.
—Debo llegar a casa para alistarme. —Lo veo arquear una ceja—. Vamos, no pretendo ir así.
—En mi closet encontrarás ropa tuya, usa eso. Durante el almuerzo puedo llevarte a casa para que te cambies si quieres.
Lo pienso mientras él me inspecciona. Su sugerencia nunca lo fue, era un hecho. Mi amigo tenía un serio problema de amor al trabajo.
—Está bien, está bien. Como tú digas —resoplo—. ¿Qué harás con Miranda?
—Se puede quedar si quiere.
Típico de Velázquez.
Con la ausencia de Tomás caminando por la empresa, el trabajo se acelera. Sí, que no estoy pendiente de él todo el tiempo, pero a veces se echa en falta que ande como supervisor caminando de un lado a otro. Esteban llega justo en el momento para hablarme de varios artículos e imágenes que podrían usarse, además de las fotos que habíamos sacado de varias personas. No lo negaré, es bueno en lo que hace. Entre ambos llegamos a finiquitar detalles importantes para que luego puedan ser impresos en un libro único. Tan solo que, quien debería revisar antes, no está.
Tomás había decidido que la primera entrega debía pasar por sus ojos antes, de eso ya todos sabíamos, lo que no sabíamos es que justo los días en que estaríamos listos él tendría que viajar.
—¿Qué piensas? —Pregunta Esteban—. En este punto me encuentro bastante satisfecho. Tienes un buen ojo, Argento, no lo negaré.
—También estoy satisfecha, y tampoco negaré lo mismo de ti. Me gustaría que Tomás pudiera mirarlo. —suspiro. La idea me llega cuando veo la pc a mi lado—. ¿Crees que una teleconferencia sea buena idea?
—¿Teleconferencia? —Yo asiento.
—Podríamos enviar el libro. Igual, no estamos tan lejos, Tomás estará lejos toda la semana y había fecha límite ¿sabes? Deberíamos poder tener todo para la semana que viene. ¿Qué digo? Debiera salir el lunes a primera hora.
Lo veo asentir recostado del asiento; su mano rasca su barbilla y sus ojos están fijos en el suelo. Vaya, Esteban tiene un lindo perfil izquierdo
—Puede resultar.
¡Por supuesto que puede resultar!
—Llamaré, espero esté de acuerdo.
—Bien, si estaba tan interesado en esto, no creo se niegue.
Escuchar la voz de Tomás me ponía los pelos de punta. Después de estos días creo que estamos en un punto en que no sabemos a dónde iremos. Creo, estamos a la deriva. Los consejos de Samu y Miranda son, por demás, claros y aunque quiero resistirme a ello, porque de verás estoy interesada en esto, empiezo a contemplar esa posibilidad.
—Aló —Se me corta la respiración.
—Tomás.
—Hola, Samantha ¿Cómo estás? —Si yo tan solo supiera eso.
—Bien, bien ¿Ya en Valencia?
—Oh, sí. Ha sido un viaje muy corto.
—Genial
—¿Tenías algo que decirme?
—¡Ah, sí! Pues siendo que estarás lejos toda esta semana y teniendo presente la deliberación del libro, entre Esteban y yo creemos oportuno enviártelo. Cuando lo hayas revisado podemos programar un conferencia via Skype para decidir. —No lo escucho ni suspirar.
—Me gusta la idea. De verdad pensé que estando lejos se retrasaría el lanzamiento, pero debí preguntarte antes. Lo tienen cubierto. Bien, le diré a Cristina que les de la dirección. Tenemos un sistema de envio, espero que pueda llegar entre el martes y miércoles.
—¿Cristina?
—Sí, ella lo recibirá y lo estaré viendo ¿Bien? Gracias, Samantha. Luego pondremos fecha a la conferencia aunque no tengo idea de cómo se maneja Skype, seguro mi asistente podrá ayudarme con eso.
—Por supuesto, está bien —respondo a duras penas.
—Buen trabajo, Samantha. Hasta luego.
Escucho el sonido típico cuando cuelgan.
Algo no cuadra.
Recojo todo cuando ya veo la hora. Mi equipo está a tope con todo y una por una se van retirando. Noto a Majo con su chico hablando animadamente, me puede la idea de sonreír. Aunque él me sigue pareciendo extraño, eso va viento en popa.
—Argento.
Esteban se despide de mí con un guiño.
—Buen trabajo, Lander —comento. Sí, definitivamente tiene un bonito perfil izquierdo, no así su derecho.
Recorro la oficina hasta dar con el ascensor que justo va de bajada. Hay un grupo adentro, aparte de Samuel. Cuando llegamos al último piso, seguimos solos.
—Al final no fuiste a casa —dice.
—No, esta vez sí iré —digo.
—¿Pasa algo?
—Sabías que Cristina fue con Tomás a Valencia.
Lo escucho suspirar.
—Sí. Es su asistente. —Me muerdo la lengua. No, no debería evitar decir lo que pienso.
—Seguro le está "asistiendo" bien —gruño.
—No puedo decir que sí o no —responde.
—¡Ay, por favor, Samuel! Si es más obvio que sí. Así mismo asistió a Oscar. Ella "asiste" al que se lo pide.
—Samy...
—Ya, ya me calmo.
Me adentro en el auto y me recuesto del cabezal. No quiero saber nada de nadie. Quiero que los días vuelen, que se pasen rápidos como llegar al viernes y adentrarme en el sueño profundo por el resto de mis días. Bien pareciera un deseo de desaparecer y quizá me iría bien unas vacaciones. Algo más lejos que un par de semanas.
Llegando a mi edificio, Samuel se detiene y baja el sonido a la canción que estaba sonando. Lo miro esperando algún nuevo regaño, pero al contrario de lo esperado, lo que recibo es una pequeña caricia en mi mentón.
—¿Estarás bien?
—Te llamaré si empiezo a agonizar.
—Vendré tan rápido como me sea posible —responde. Yo asiento.
—¡Vaya que ilustre caballero el que tengo por amigo!
Lo miro sonreír y una vacua sensación me invade.
—Bye, bye, Samu —lanzo saliendo del auto de una vez por todas. Si me quedo un poco más seguro nos quedaríamos ahí por siempre.
Con el pasar de los días me animo un poco más. Quizá estaba demasiado ensimismada en pensamientos negativos, pienso en volver al yoga con el entrenador "Jlo". Si es que encuentro un hueco en esta extraña agenda mía. Me recompongo más sabiendo que el libro ya está en manos de Tomás y que el jueves tendremos conferencia. Rezo para que sea de su agrado y Esteban por igual. Tomás podía ser un verdadero dolor de cabeza en cuanto a detalle. Lo que, en realidad, lo hace adorable y perfecto: un sujeto que busca perfección. Bien, eso no está mal ¿o sí?
Detallo el plato de paella que Miranda y yo decidimos compartir. Ha estado un poco liada con los detalles de la boda. Aunque será en la playa, parece que el lugar lo vuelve más costoso. Detalles como las sillas, la mesa, el arco de flores, la entrada alfombrada y demás, parecen tonterías pero con un costo altísimo al fin y al cabo. Esta al borde.
—¿Qué te parece este color? —me pregunta. Es azul lindo. Lejano al turquesa pero degradado. Aguamarina le dicen.
—¿Estás seguro?
—No —responde. Lo sé, por eso lo pregunto.
—¿No te gustaría otro color? No sé ¿Amarillo? —Me gusta el amarillo para un día de playa, vaya a saber por qué.
—¿Crees que quedaría bien?
—Al final nadie lo notara. Todo será azul atrás de ustedes, y marrón por la tierra. Tendremos que ir descalzo y por favor no le pidas a ningún hombre usar saco o mínimo sufrirán algún infarto.
Ella se ríe.
—Conociendo el lugar —aspira—. Sí, no puedo pedir eso. Yo solo esto segura de algo: iré descalza —Asiento.
—Tiene sentido –Me rio.
—Ay, Samy, te necesito ¿Cuándo podrás escaparte?
—Por lo visto, estoy atada de por vida.
La veo hacer una mueca
—Pero encontraremos cómo
—Espero que sea rápido. Sabes que los meses pasan volando.
—Por lo menos dime que tienes una idea de dónde podría ser.
—Me gusta Margarita, así que ya localicé hoteles con vista a la playa, cuestión de que sea solo entrar una vez acabada la ceremonia y disfrutar de la fiesta.
—Genial ¿qué encontraste? —La veo meditar luego de comer un pedazo de su filete.
—Estoy entre el hotel sunsol y el concordia —Si, sentí cierto dolor en el brazo izquierdo. Y yo estoy sana.
—Pobre Ernesto.
—De hecho él está muy de acuerdo. Incluso dijo que hablaría con Fernando para detallar que lugar nos sería mejor.
—¿Quién es Fernando?
—Su amigote —Me rio
—Miranda...
—Él tipo tiene lo suyo, Samy, ya lo conocerás y quizá bueno, te agrade —dice desvariando pero enviando señales que agarro.
—Sí, claro. Ojala tenga una buena varita para lograrlo —digo terminando de comer.
—No lo he visto, pero seguro que sí —Me guiña el ojo.
—¡Eres increíble! —digo sin poder contener la risa—. ¡Basta! Debo volver al trabajo, lamento dejarte tirada aquí.
—Descuida. Estaré bien, Ernesto viene en camino con Fernando —exclama con un cantico que me puede.
Niego.
—Claro, nos vemos después, ami.
Regreso al trabajo y veo a mi equipo a full con nuevos artículos por hacer. Les sugerí ir buscando. No podemos retrasarnos ni un minuto además de que son temas que no todos manejamos. Vamos, la tecnología y yo no solemos llevarnos bien. Escucho el sonido de los nudillos contra la puerta y veo a Esteban entrar. Nunca lo había detallado tan bien como ahora o, mejor dicho, como lo estoy haciendo ahora. Sí, era bastante alto y delgado, pero su cabellera desaliñada lo hacía lucir bien, sin lentes sus ojos no se veían tan pequeños y esa creciente barba le sentaba.
—Esteban —Lo llamo.
—¿Esteban? —inquiere ¿Qué ese no es su nombre? Se ríe y mira a su alrededor mordiéndose el labio—. Sebastian.
¡Joder! Me tapo la boca. En mi mente siempre ha sido Esteban.
—¡Ops! —digo encogiéndome de hombros. Le resta importancia con un movimiento de su mano,
—Ya, no importa.
—¿Me ibas a decir algo? —Cambiar de tema se me da bien.
—Quizás no pueda estar con ustedes el día de la conferencia —dice en un murmuro. Lo noto decaído.
—¿Por qué? ¿Sucedió algo?
—Recuerda que estaba aquí por un tiempo, nada más —Oh...
—Te han llamado —afirmo. Lo veo asentir.
—Quieren que viaje tan pronto como sea posible.
Me levanto de la silla y corro a darle un fuerte abrazo.
—Me da pena que nos dejes, pero espero que te vaya muy bien en esa nueva faceta —digo separándome de él.
—¿En serio? Recuerdo que cuando llegué te opusiste completamente a mi presencia —se mofa.
—Sí, bueno, una se puede equivocar —digo en tono burlón—. La verdad es que ha sido genial tenerte de editor adjunto. No sabes lo mucho que las chicas te extrañaran.
—Si, yo también las extrañaré.
—Eso me da una idea —digo y junto ambas manos. Me encanta maquinar este tipo de cosas—. A mi me agrada mucho tener a los míos muy cerca, sobre todo con quienes trabajo si se ganan mi confianza total: Sebastian, hoy no te iras sin antes recibir una partida a mi estilo. No acepto respuestas negativas, señor —exclamo antes de que pueda oponerse.
—Es miércoles.
—Es un día más —digo y le guiño—. Tampoco es que nos volveremos locos. Solo será un par.
A veces me encantaría no inventar demás.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro