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Como todo empezó



Una blusa manga larga de líneas azules, una falda de corte "A" color negro tan ajustada que marca mis caderas y un par de tacones. Mi vestimenta para el día de hoy mientras Adam Levine me dice con su voz que soy todo un caramelo ¡Au! Claro, lo soy.

Muevo mis caderas al compás de la música mientras trato de colocar rímel en mis pestañas. No debiera hacer eso al mismo tiempo, pero es imposible no hacerlo. Estoy en una nube de movimientos y ya me imagino en una plataforma bailando al son ¡Necesito ir de party! Pero primero lo primero, apago el reproductor, luces fuera, bajo escaleras y me encuentro con el bullicio, el insoportable bullicio de la ciudad.

Y no, Adam Levine no se aparece en un auto lujoso para llevarme a donde quiera, por el contrario, aparece el bus, el pestilente y casi destartalado bus.

Aquí vamos.

El vehículo va de parada en parada deteniéndose tan bruscamente que trastabillo y casi, casi caigo sobre un hombre. El tipo me mira de arriba abajo y me guiña el ojo ¡Muérete viejo! Respingo la nariz y me sostengo fuerte para no volver a caerme. Cuando finalmente estoy en mí parada...

Ay dios ¡Chofer de....!

Grito furiosa en mi fuero interno. No me he bajado del todo cuando el muy sin vergüenza empieza a andar, para mi fortuna, los caballeros empiezan a aparecer ¡Suerte de dioses que no es un viejo verde! Agradezco con una leve sonrisa al hombre de ojos seductores, mandíbula cuadrada y fuerte contextura que me sostiene para no caer. Él me sonríe y sigo mi camino y estoy más que segura que él me sigue con la mirada porque mi cuerpo tiembla.

Bien, sigo teniendo mi encanto aun cuando la edad comienza a molestarme.

Entro en el edificio frente a mí, uno de los miles que rodea el centro de la ciudad. Tomo camino hacia el ascensor luego de saludar a una de las recepcionistas. Verónica es la mujer más amable del mundo, es una lástima que pronto la botarán ¡ops! Saco el pensamiento de mi mente y dejo que la música del pequeño espacio me relaje. Me pregunto quién escogerá las canciones, son de veras traumantes, pueden deprimir a alguien con solo escucharla.

Termino en mi planta saludando a los pocos que han llegado a sus respectivos cubículos. Entro en mi oficina y acomodo mi bolso en su respectivo lugar para luego sentarme y empezar a trabajar además de esperar que el día acabe.

La mañana pasa tranquilamente entre los gajes comunes del oficio, soy directora en edición de una revista que acusa con desplomarse en cualquier momento ¿Y a quién han recurrido? A mí, por supuesto, pero las cosas no van tan bien como quisiera así que debo poner a trabajar mi cerebro y el de mi equipo.

Hay una chica bastante simpática —Mónica—, con unas ideas fantásticas de las cuales suelo abusar ¡No! No me robo sus ideas, simplemente les doy el toque Samy Argento y ella también obtiene un poco de famita. Siempre hacemos grupo, así que sale beneficiada, pues hace un buen tiempo que quiere aplicar para otra oficina en otra ciudad y nada que se lo otorgan. Soy un alma caritativa, hago bien mi papel de niña buena por lo que tiene mi ayuda y confianza total, algo que dista mucho de Cristina, esa mujer es una víbora de piernas largas ¡No la soporto!

Ok, Samy, relaja el esfínter y deja el papel en su lugar ¡Buena chica!

La puerta se abre justo cuando dejo de gruñir y entra Samuel en mi oficina. Ese hombre es mi mejor amigo, mi pañuelo de lágrimas, el sujeto con el que puedo salir sin miedo a ser violada, ultrajada o drogada. El único con quien podría pasarme de copas y me encontraría arropada en mi cama mientras él duerme en el sofá. El bueno de Samuel: es toda una lástima que la última novia que tuvo lo dejó por "ser muy bueno". ¿Qué estaría buscando? Un Cristian con látigo... mmm... Dornan.

—Baja de tu nube, pervertida —exclama haciendo que lo vea.

Sí, no he debido morderme el labio frente a él. Niega levemente mostrándome su sonrisa llena de paciencia. Samuel tiene unos bonitos ojos cafés, una cabellera que parece ser peinada con solo el roce de sus manos y una dulzura que ¡Puag! Empalaga un poco, pero es mi amigo y solo por eso se lo perdono. Además, ¡qué bueno que empalague!

—Mi nube anda muy lejos esta mañana

¡Aja, cómo no!

—Te he traído varios asuntos que debes atender sí o sí, hoy mismo.

Hago una mueca y me lanzo al respaldo de la silla.

—Dispara.

—Los números de la anterior edición han subido un poco, felicidades, pero no ha sido la meta trazada, debes esforzarte un poco más.

Samuel sería un buen padre o profesor.

—Además hay un problema serio con la junta administrativa.

—No tengo nada que ver con números, Samuel.

—Yo menos, pero han dicho que esta edición se ha vuelto un poco ambiciosa, debes bajar los costos.

—Imposible, si quieren una edición de cuarta, genial, pero si quieren volver a números verdes deberán aceptarlo.

—No hay manera de aceptarlo, Samy, reduce un poco tus ambiciones y atente al presupuesto.

¿Eso fue una amenaza?

—Lo siento, tu idea me parece genial, pero es lo que se ha planteado.

Resoplé hastiada de los idiotas de administración.

Quisiera decir que a ellos les hace falta un par de buenas piernas, pero no, ellos ya las tienen —si saben a lo que me refiero.

— ¿Algo más?

— ¿Qué planeas hacer mañana?

—Disco, tú, yo, la zafada de Miranda y su novio y posiblemente una amiga para consolarte un poco.

Samuel carcajea relajándose en la silla.

—Quería invitarte a lo mismo, pero parece que lo tienes todo planeado. A excepción de la amiga, creo que puedo llevar una por mí mismo —resuelve.

Se me iba a caer la baba ¿Samuel Velázquez llevando una chica a la disco? Solo falta que vuelen ponys rosas y diré que hemos llegado al final de los tiempos.

— ¿Quién es?

—Ni te molestes, no la conoces —dice sin más, sin darme chance a protestar.

—Soy tu mejor amiga...

—Y mi mejor problema —aclara.

— ¡Oh, vamos! ¿Qué iba a saber yo que era tan sensible?

Y tan mojigata.

—Olvídala, Argento. Nos vemos. —Se despide.

Hago pucheros en mi silla viéndolo salir de la oficina. No puedo creer que me ha dejado con la duda en la cabeza y las palabras atragantadas, pero así es él cuando se trata de chicas. Samuel es todo un misterio cuando de una mujer se trata, más que todo para evitar que Miranda y yo hablemos, pero hay que comprendernos, Samuel es nuestro amigo y como nuestro amigo es nuestro deber alejarlo de las arpías caza fortunas. Algo que muy mal salió con la última porque si bien no era una caza fortuna, era una tonta.

En la vida hay que andar con paso firme, mi madre siempre me lo decía. Sacar pecho, barbilla alta, ojos duros e inflexibles pero capaces de atraer a cualquiera y moverse ¡Oh, sí! Moverse como si fuera la pasarela de tu vida.

Termino de hacer lo propio con la próxima edición de la revista. A Mónica y a mí se nos ha ocurrido una idea fantástica para ello, aunque debemos bajar los costos y aunque no quiero hacerlo, Mónica lo resolvió tan fácil que casi la beso. Nos reímos como idiotas y me quedo mirando el tono cereza de sus labios. Pregunto por la marca y el lugar donde lo compró y terminamos hablando de maquillaje ¡Esa mujer era como mi hermana! Las otras chicas de mi equipo son super —a excepción de la víbora plástica de Cristina—, pero ninguna es como Mónica.

Siento admiración y cierto deje por esa chica, a tan corta edad ya está casada, disfrutando de un matrimonio con un galán de ensueño que de vez en cuando me proponía presentarme a algún amigote suyo. No me caería mal la idea, pero solo pensar en un cuarteto me dejaba con el gustillo por el suelo, así que francamente, siempre lo rechazaba.

Salgo del edificio despidiéndome de Verónica, pobre mujer, ya le han dado su liquidación y una cestita para meter sus pertenencias. Llora a lágrima tendida, pues hacía todo mejor que cualquiera, sin embargo estar en una revista implica muchas cosas y hoy en día la sola belleza era de dioses. Sí, Verónica tiene un bonito rostro que se vislumbra a través de sus ojos verdes marinos y cabello tan largo que no puedo evitar sentir envidia de lo lacio que era. Pero... tiene varios quilos demás. El director general lo notó una vez y osó a preguntarme si cuando fue contratada también era así, le dije que no, que había estado en nutricionistas, mintiendo un poco para salvar el puesto de la mujer viendo su esfuerzo para volver al peso ideal; sin embargo nada pudo detener ese proceso. Sabía que ella había hecho hasta lo imposible para bajar de talla, sin embargo lo máximo que podía bajar eran dos quilos, y eso, con tanta tabla entrando en este edificio, es muy poco.

La consuelo un poco, ella aspira y levanta la cabeza. Me alegro al ver que ha decidido volver a empezar hasta que Jessy la hundió nuevamente ¡Cómo se le ocurre decir que encontrar trabajo es tarea de perros! Quiero dejar su cuerpo hundido entre mis tacones, agujerarla si me fuera posible, pero solo la asesino con la mirada. Al final de cuentas, termino despidiéndome de Verónica y tomando el bus de vuelta al departamento. Felizmente esta vez me tocó un asiento ¡Yupi! Y no hay viejo verde que quisiera guiñarme el ojo.

Comienzo mi noche encendiendo el reproductor y dejando fuera el consuelo de la noche. No sé cómo alguien puede vivir sin música. Rebusco en el refrigerador un pequeño pastel y me dispongo a comer. Carbohidratos para la noche. El sentimiento de culpa me asalta, prefiero dejarlo en la nevera nuevamente.

Pero no te preocupes, bebé, tendremos nuestra cita mañana.

Escucho el teléfono sonar y me muevo hasta él.

— ¿Finalmente apareces? —lanzo con una sonrisa de idiota.

— ¡Por favor! ¡No me perdí por mucho tiempo! —refuta Miranda desde el otro lado del intercomunicador. La puedo escuchar chillar, y uno que otro rugido ¡¿A quién se le ocurre?!

—Miranda, para todo hay un momento y tú, definitivamente, no estás en el mejor como para llamarme —dije—. Dale saludos a Ernesto. —La escucho gritar mi saludo y regresar a hablarme.

—Si no lo hacía ahora no sería nunca. Dime ¿Ya hay planes para mañana?

—Disco —dije. Lanza un grito de victoria y me sonrio—. Debes ir preparada, Samuel irá con una amiga.

— ¡Oh, por dios!

Sí, lo sé, de locos. Asiento como si pudiera verme

—¿Quién es la susodicha?

—No ha querido decirme —resoplo.

Si tan solo supiera.

—No ha querido decir nada de sus novias desde la penúltima chica —comenta.

¿Penúltima? ¿No era la última?

—Sí, bueno realmente espero que sea una buena chica. 

Miranda carcajea.

— ¡Procura no besarlo!

¡Ops!

—Ella se lo merecía por ñoña —exclamo haciendo pucheros.

— ¡¿Ñoña?! ¡Oh, Samy! Y tú hablas de víboras —grita.

—Yo soy una víbora buena, no muerdo y no traigo veneno —reí.

Me despido de Miranda cuando la escucho gritar demás y me rio. Ella realmente la está pasando bomba con Ernesto y yo, bueno, yo la paso bomba escuchando a Sheeran. Hace un buen tiempo —un mes— que no tengo contacto físico con un hombre, ya hasta me hace falta los abrazos cargados de azúcar de Oscar ¡no! No pienso llamarlo ni recordarlo. Ese sujeto no se merece ni la mirada rencorosa de mis ojos.

Me lanzo al sofá luego de comer y organizo todo. Mi laptop esta lista, la copa y el vino estan en la mesa frente a mí. Dejo varios snacks en un tazón y espero a que se haga las nueve, solo falta menos de un minuto. Observo el reloj y, cuando dio la hora, entro en la página. Chatcero.com. ¿Qué hace alguien como yo entrando en una página de chateo? No he perdido mis viejas costumbres, quizá, pero hay un sujeto en esta página que me encanta. Hace algunos meses —dos años— que hablamos por esa página, aun no me atrevo a darle mi correo o mi Skype, aunque Miranda me insiste en que lo haga. Dos años son suficientes para ella para dar el siguiente paso. Para mí, en cambio, aun siento el temor de dárselo. Puede ser un violador, un aprovechado, un manipulador, aunque él no me ha mostrado ninguna muesca de que lo sea.

Entro en mi perfil e instantáneamente Caballero negro me habla. Ese es su nickname, algo que le queda como anillo al dedo.


Caballero negro

—Buenas noches, sirena.

Mi corazón da pálpitos de extrema felicidad

Sirena perdida lo sé, patético mi nickname.

—Buenas noches, señor caballero ;)

Caballero negro

— ¿Qué tal tu día? ¿Muy agitado?

Sirena perdida

—Por el contrario, ha estado bastante tranquilo. Hasta que me tropecé con una chica a quien despidieron y me tocó consolarla :( pobre, se veía realmente mal.

Caballero negro

—Es una pena, últimamente el trabajo escasea y los pocos que lo tenemos debemos ser productivos para no perderlo.

Tanta madurez me derrite.

Caballero negro

—Pero mejor cuéntame de ti ¿tienes algún plan para hoy?

Sirena perdida

—Mi único plan es hablar contigo. Y terminar unas cuantas cosas de la oficina, pero eso bien puede esperar.

Caballero negro

—No es bueno que lleves el trabajo a casa. Tu casa, tu descanso, pero ya que lo hiciste prométeme que no te esforzaras tanto.

Sirena perdida

—Si tú me lo pides no lo hago.

Caballero negro

—Jajaja Hermosa.

Yo solo puedo imaginarme su voz grave y ronca y morir derretida. El vino se ha calentado esperando que lo beba, pero hablar con él me hace perder la noción del tiempo. Conversamos hasta bien entrada la madrugada, cuando me despido porque mi cuerpo pedía descansar y, así como si nada, el tan ansiado día llega.

Caballero negro

— ¿Puedo, algún día, tener tu Skype?

Se me fueron las luces, me atraganto con mi saliva y maquino qué responder. Dos años ¡Dos años! Y nunca se había atrevido a pedirme mi Skype, supongo que Miranda tiene razón, pero yo aún temo.

—Piénsalo, no es necesario que lo hagas ahora.

¡Pfff! ¡Me pide que lo piense! ¿Qué esperas?

Sirena perdida

—Gracias, caballero, perdóname si lo pienso tanto es que... bueno...

Caballero negro

—No es necesario que te excuses, lo entiendo. Hemos hablado desde hace mucho tiempo, pero seguimos siendo extraños. Creo que con el Skype, pudiéramos acercarnos más, verás que no pretendo nada.

Sirena perdida

—MysaLt

Cierro sesión tan rápido como si pudiera deshacer lo que acabo de hacer. Me oculto tras mis manos y el Skype —uno nuevo porque no pretendo darle uno personal— notifica que CaballeroNegro me ha agregado.



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