Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Check-in

Termino cansada del vaivén del día; de las llamadas a última instancia y de los complejos artículos que han creado las chicas. Fui de una sesión a una investigación profunda sobre dispositivos de los cuales ya he olvidado su nombre y ya no doy más. Me dejo caer sobre la silla y miro al techo, al tiempo cierro los ojos esperando que el mundo se disperse y descansar por un momento.

Nadie llama. Nadie aparece sacándome de mi maravillosa burbuja, estoy descansando con toda la paz que no he tenido en estos últimos dos meses.

Cuando abro los ojos la oficina está en las penumbras. Apenas hay un rayo de luz que se cuela por la puerta. Me he quedado dormida de un momento a otro. Alejo la pereza de mi sintiendo que cada hueso de mi cuerpo se acomoda en su justo lugar. Quisiera moverme de la silla, pero aun siento que me falta energía, me quedo por un rato más con los ojos cerrados, mi mano sosteniendo la cabeza y la sensación de que se me va ir viene de repente.

Despierto agitada.

Es hora de que me vaya, sí, lo es.

Tomo mis cosas, el teléfono incluido y lo enciendo. La oscuridad hace que la luz me pegue directo en la cara y me deje viendo estrellas. Cuando puedo enfocar veo las llamadas perdidas de Miranda y un número desconocido. Prefiero llamarla cuando ya esté en casa.

El piso está completamente solo, la luz que había estado encendida la apagué. El ascensor, silencioso desde hace un tiempo, me deja en el último piso donde el único auto que queda es el mío.

Pedro había sido tan insistente en que maneje que terminó por darme las clases que Tomás no dio. Tampoco deseaba que lo hiciera. En dos meses mi relación con él se había enfriado de una forma tal que era imposible no vernos como dos extraños cuando habíamos sido tan cercanos ¡Qué digo cercanos! De ahí, y por muchas cosas más, que tomé una decisión.

¿Era la mejor? Pues es más complicado de lo que pudiera pensarlo. Siempre que me hacía esa pregunta terminaba pensando en los consejos divertidos de Pedro: "No se desnuque" o lo que dijo cuando finalmente pude agarrar la calle sin salirme de mi canal: "Ahora vaya pa' lante pero pendiente de los de al lado, los de adelante y de los de atrás no se preocupe mucho que ellos deben estar pendiente de uste'".

Miranda dice que Pedro es como un sujeto sabio, pero si alcanzaba a tener cincuenta años es demasiado. Creo que solo es alguien de abajo que ha vivido demasiado en poco tiempo o quizá es alguien que ha vivido lo que yo no he hecho. No tengo ni idea cómo es que ella y yo terminamos hablando de Pedro... Ah, sí lo sé. Me bajonea por completo no haberlo tratado más.

Termino de estacionarme en el edificio, pendiente de los de al lado: una pareja joven comiéndose la boca que me causa gracia; los de adelante: un auto con medio maletero fuera y el de atrás: el aviso que indica que ahí debo estacionar.

Cuando apago el auto, el número desconocido aparece de nuevo.

—Hey... —escucho.

—¿De dónde llamas? No tengo este número —Aclaro mientras salgo del auto con mis pertenencias.

Escucho el saludo de la parejita al verme. Miro la pena en ella. Me recuerda a mis días: no, no tenía pena, solo me recuerda a esos días en que si lo hacía me quedaba en el auto.

—Es uno nuevo, guárdalo —exclama él—. ¿Qué tal tu día?

—Cansado —gimoteo—. Apenas estoy llegando a casa, me he quedado dormida en la oficina. No sé cómo me desperté, quizá la incomodidad de la silla —Razono.

—Es posible. Lo bueno es que ya no tendrás que quedarte hasta tarde ni te dormirás en la oficina —dice.

—Sí, es verdad, pero aún me siento como pez fuera de agua... No lo sé, a lo mejor solo deba tomar esto como unas largas vacaciones —digo subiendo en el ascensor.

—Debes tomarlo como lo desees. Aun pienso que te estas apresurando, pero si es lo que deseas nada puedo hacer yo para detenerte. Además, si después quieres volver a hacer lo mismo o algo nuevo sabes que tienes mi apoyo, sea lo que sea —Lo escucho bostezar y sonrío.

—¿Es tarde? —pregunto, observo mi reloj de mano.

—Bastante. Hablamos luego —Se despide.

—Bien, buenas... ¿Madrugadas? —Lo escucho reírse.

—Sí, algo así. Descansa.

La alarma me mata de un susto tremendo. Despierto con la boca abierta y la maraña de cabellos sobre mí. Miro la hora y corro al baño dispuesta a hacer como los patos porque si me extiendo no alcanzo a llegar. Al salir busco lo que dejé para ponerme hoy sin encontrarlo a mano. Reviso el armario por completo, me voy a la zona de lavabo y nada. Regreso y lo encuentro sobre una valija de mano.

Tomo el teléfono y busco el número de Miranda; me parece curioso que no estén por allí haciéndome volar como pájaro desorbitado, pero para algo nuevo está Miranda.

—¡Miri, dime que aún no has salido! —exclamo.

—No, tranqui. Bueno, salimos justo ahora ¿Estas lista? —pregunta y yo asiento.

—¡Sí, sí, sí!

—¿Llevas tu vestido, zapatos y maquillaje? —Está haciendo un chequeo, qué propio.

—Sí.

—¿Y las pantys?

Me quedo mirando la valija de mano, luego a la maleta y una vez más a la valija.

—Hablamos cuando llegues —Cuelgo no sin antes escuchar su risa desenfadada.

La noto alegre, y me alegro, lo que no me alegra es que tendré que deshacer la maleta porque no recuerdo donde metí mis pantys. Al final me lanzó al mueble, y sí, las encontré. Incluso me fijé que no había metido mi traje de baño; no puedo creer lo despistada que ando. Observo el teléfono por quincuagésima vez sin rastro alguno. Miranda va tarde. Considero el momento para revisar el refrigerador, la cocina, ver si no queda basura pues estaré un tiempo prudente afuera y me regreso al mueble donde me siento en el posa brazo.

¿Debería cambiar de apartamento? No logró pensar una respuesta razonable cuando escucho la canción de Katy Perry que anuncia la llamada de Miranda. Con maleta en mano me meto al ascensor, salgo del edificio y veo a Ernesto esperarme con la puerta del maletero abierta.

—Buenos días, cuñada —Me saluda.

—¡Dios, denme de ese buen humor! —exclamo saludándolo con un beso en la mejilla.

Lo dejo con las maletas y me meto al auto, Miranda me grita mi nombre con un brillo tan particular: ese que tienen las mujeres cuando se van a casar o mejor dicho, ese que tienen cuando la felicidad es demasiada que traspasa cada poro de su cuerpo.

—¿Te has asegurado de meter todo? —pregunta ella. Me hace bufar con solo preguntar.

—¡Sí! ¡Yo soy quien debe hacer esa pregunta! —grito.

—No debes, tengo todo listo desde que conseguimos lugar en Margarita —lanza y me saca la lengua.

—Genial, esa es mi amiga. Lista para la acción —le digo justo cuando Ernesto entra al auto.

—Yo no escuché nada, la verdad.

Ambas nos reímos.

Llegamos al aeropuerto, de ahí debíamos esperar por el vuelo que saldría a Margarita, lo cual se atrasó. Esperamos un poco más, debo decir que moría de hambre y Ernesto también, así que mientras comíamos cualquier cosa, Miranda estaba a punta de agua porque no quería engordar. Ganas no me faltaba de ponerla a comer una arepa pelúa, pero no había manera. Cuando por fin embarcamos sentí los nervios en las manos temblorosas de Miranda. Aunque el evento sería mañana, llegar al sitio era parte de esa emoción.

—Tu solo respira —digo— y espera porque aterricemos para llorar, gimotear, gritar que te devuelvan o algo.

—Ni se te ocurra —lanza Ernesto desde la otra punta.

Como el viaje fue bastante tranquilo hasta que me taparon los oídos, al aterrizar tomamos un taxi que nos llevara directo al hotel. El resto del día sería descanso y relajación para Miranda, Ernesto se vería con un par de amigos que ya estaban en el lugar. Yo seguiría a la novia hasta el rincón del planeta si era necesario.

Miranda tan solo sonreía de una forma que empezaba a darme repelús, pero es lo que tiene ser amiga de un ser tan complejamente divertido como ella. O eso creo yo.

Dos horas después abusamos del confort que entrega el hotel y nos fuimos a un spa. Éramos un grupo de diez personas entre primas, amigas y vecinas de Miranda que conocía desde hacía mucho, naturalmente.

—¿Y ya tienes pensado que ponerte para "la noche"? —Miranda enrojeció. Ella negó efusivamente y el resto nos reímos.

—Ami, debes preparar eso. Es una orden —exclamo

—¡Es que no sé! Estoy tan acostumbrada a mi ropa de vagabundo que no sé si ponerme algo sexi y provocativo o la franela de siempre.

Creo que más de una escupió el trago y yo me limité a llamarla por su nombre completo.

—¡Miranda Arias Salcedo más te vale ponerte algo bien y no la ropa que usas para andar de vagabunda!

—Pues me vas ayudar con eso, ami porque yo estoy nula —dijo entre risas.

—¿Pero cómo le hiciste para conquistar a Ernesto? —pregunta Emilia una prima de Miranda de mayor edad.

—Yo no tengo la menor idea. Él solo se apareció una vez y empezamos a andar. Algo así fue.

Me rio de la ocurrencia de Miranda y niego junto con el resto.

Con las doce marcando la hora decidimos que por hoy la novia no dormiría en el mismo lugar que el novio. Sí, secuestramos a Miranda, en parte porque parecía correcto y en parte para buscar que se pusiera algo lindo y provocativo. En el transcurso nos deshicimos de un camisón viejo y tan lavado que ya no tenía color.

Vamos, ninguna de nosotras entendía cómo Ernesto le había hecho para encenderse con eso. Incluso le dimos sepultura y esperamos que no vuelva más. Y con sepultura quiero decir que fue directo a la basura.

Al hacerse las cuatro de la mañana me levanto como puedo y camino entre las personas que hay alrededor de la cama. Fue una noche de película —literal—, y parece que cada una de nosotras nos lanzamos donde pudimos. Camino hasta la puerta y salgo tratando de hacer el menor ruido posible, al encontrarme afuera siento que puedo respirar.

Siento que me tocan el hombro, pego un brinco y me tapo la boca para ahogar el grito y el mismo susto que me provocó la presencia de Ernesto.

—¡Me vas a matar! —chillo.

—Lo siento —dice riendo—. Pero madre susto te has llevado.

Pongo los ojos en blanco.

—¡Pues sí! ¿Qué esperabas? ¡Espera! No te llevarás a Miri antes de tiempo, ¿ok? —Lo señalo.

—Claro que no. Solo, te iba a llamar para que salieras —Me señalo con cara de shockeada

—¿Por?

Lo veo suspirar, me toma de la mano y me lleva lejos de la puerta hasta el otro extremo del pasillo.

—¿Cómo esta Miranda? —inquiere.

Me quedo pensativa... Demasiado pensativa.

—Deberías saberlo.

—Sé lo que veo, pero no me ha hablado mucho estos días y bueno, me preocupa que...

—No creas que te dejara botado —Le digo de una vez, vamos, es imposible que Miranda haga eso—. Está nerviosa, feliz, miedosa y temerosa; con todo esto que seguro la abrumó demasiado pero si la vez como yo la veo parece una guaricha a la que le van a dar un dulce —digo y pienso lo que acabo de decir—. No lo lleves más lejos de ahí.

—No, no lo haré —Se ríe—. Entonces está todo bien.... —Se dice a sí mismo.

—Está más que bien. Llevan tanto tiempo juntos, que ya deben considerarse una parte del uno y el otro. ¿No lo crees?

—Sí, eso creo, sí.

—¡Bien! ¿Si sabes que tengo una novia que preparar, no?

—Gracias por todo, Sam —dice y se retira.

Quizá deba ser yo quien agradezca.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro