Caminaba de regreso a casa, su padre tuvo que ir al trabajo de urgencia a pesar de ser su día de descanso y Jimin se vio obligado a salir al no tener lo suficiente para la cena de ese día.

Al estar por virar en la esquina vio esa camioneta transitando por una de las calles, le reconocería donde fuera, lo que más le resultaba perturbador, era que ahora que lo pensaba, no lo había visto nunca vender realmente el helado que anunciaba, en cada ocasión que se detenía, nadie se acercaba.

Se escondió tras un auto hasta que la vio alejarse, llamó a casa, con la esperanza de que su padre  estuviera de vuelta pero no hubo respuesta.

Se quedó varios minutos ahí, esperando, luego decidió irse por las calles de atajo, no se arriesgaría a toparse con ese loco, ¿qué tal que lo seguía?.

La noche en la que lo vio en la ventana levantaron, por fin, un reporte y parecía que por lo menos lo ubicarían, tendría que cuidarse hasta entonces, parecía que desde ese día ya no había pasado nada significativo.

Cuando ya estaba a un par de cuadras, le llegó un mensaje, su amigo, ese chico que se había portado tan lindo, le informaba que le esperaba afuera de su casa, Jimin sonrió enternecido, este chico empezaba a gustarle.

Al llegar vio el auto del chico, este lo había llevado por el excedente hasta el patio trasero, le pareció extraño porque solía ser tímido, pero pensó que quizá quería que charlarán un rato solos, Jimin apresuró el paso y dejo la bolsa en la puerta trasera de la casa, caminó al jeep rojo donde podía ver claramente a su amigo sentado al frente del volante y quiso sorprenderlo.

Subió al carro sonriendo y queriendo sorprenderlo, el Chico parecía dormido, pues no respondió ni reaccionó, Jimin lo removió y este cayó en su regazo evidenciando una perforación profunda por su oído izquierdo, Jimin gritó y trató de levantar el peso muerto del chico y salir del auto cuando sintió una mano apretando un trapo en su rostro cubriendo su nariz y su boca, un olor asqueroso y dulzón y todo empezó a oscurecerse.