-8- Otra clase de amor
Había dado su último respiro con su mano sujeta a la suya. Le había dado una última mirada debota de amor antes de cerrar los ojos y solo permanecer en ese sueño eterno. Le sonrió una última vez y sus palabras estarían rondando su cabeza hasta le día de su muerte, un "te amo" que sonó tan sincero que él se lamentó no haber estado con ella el suficiente tiempo para amarla. Tabahi finalmente estaría descansando, el dolor de todas sus enfermedades dejarían de atormentarla en las noches y las veladas románticas que compartieron juntos solo quedarían en su memoria. Su pareja de vida se había ido.
Raku gritó al cielo cuando sintió sus latidos inexistentes. Lloró tan fuerte cuando sintió su lazo de vida romperse por la muerte de su compañera. El latido de ambos corazones ahora era uno solitario que se negaba a seguir haciéndolo. El dolor de un lazo roto quemaba su pecho con tal intensidad que sintió que la muerte era incluso mejor que aquello. Sentía la necesidad de arrancarse el corazón y ponerlo en la mano de su esposa, dárselo porque sin ella creía morir en minutos.
Las puertas de la sala de hospital se abrieron precipitadamente y uno de sus escoltas entró para verificar el estado de su alfa, encontrándolo indispuesto, vulnerable. Fue el respeto que le tenía el que le hizo cerrar la puerta y salir. Nadie debía ver esa faceta de su líder porque entonces cuestionarían todo y lo atacarían en aquel momento en el que estaba tan lastimado por su lazo roto.
Cuando Raku salió tenía sangre en las manos y sus ojos habían dejado de llorar. Su postura estaba firme y había determinación en su caminar. El dolor lo impulsó a correr hacia el médico que atendió a su esposa y de un mordisco arrancarle el cuello. En segundos el lugar se volvió incontrolable y todo el caos se dispersó.
Para mala suerte de Raku el médico que había matado era hijo de un importante empresario en la tierra de los humanos. Sin siquiera pretenderlo dio inicio a una guerra con aquellos seres que en un pasado les daban caza. Aquellos personajes que estaban armados hasta los dientes y que podrían acabar con su manada en segundos. Tal vez cometió un error, pero el dolor de un lazo roto era tan fuerte que ningún humano lo entendería.
La policía rodeó el hospital y Raku con tranquilidad caminó hasta la sala de su esposa y la tomó entre sus brazos, la sujetó con fuerza mientras le daba una mirada de disculpa. Sus escoltas se pararon a su lado, firmes y devotos a su líder. Dispuestos a sacrificar su vida por él. Los cuatro cambiaron a su forma animal mientras Raku seguía en su forma humana sujetando a su pareja con fuerza contra su pecho, queriendo guardarla en su corazón.
Los disparos se escucharon y los cinco empezaron a correr hacia la salida trasera, dos leones beta, una pantera y un lobo alfa eran los que conformaban el grupo de escoltas de Raku quien seguía perdido en el rostro pacífico de su esposa. Sin apartarla ni siquiera cuando entró al camión para volver a casa.
Los disparos los siguieron durante un largo tramo hasta que simplemente desaparecieron.
Después de aquello Raku se negó a volver a la manada, quería pasar unos últimos días con su esposa. Uno de sus escoltas fue el que se separó de ellos para advertirle de la pronta enemistad con los humanos.
Volvió a casa después de tres días. Veló a su esposa cada uno de ellos y le recordó en cada sueño prometiéndole que sería lo suficientemente capaz de mantener a su manada junta y a su hijo con él. Solo después de aquellos tres días volvió a la manada encontrándose con un desorden por todo lado. Los gritos y abucheos hacia él hicieron que se preguntara las razones. No fue hasta que sintió un dulce aroma que sospechó lo que ocurría. Porque ningún omega de su manada tenía un aroma tan dulce como el de aquel Gamma.
Cuando entró al cuarto de su hijo lo encontró abrazado a un Gamma de apariencia delicada y delgada. El muchacho estaba sobre el pecho de Kato mientras este lo sujetaba de la cintura, como una pareja de recién casados. Como lo fue con su esposa en su primera semana de enlace. El diminuto Gamma lucía tan cómodo que no quiso despertarlo, la debilidad de Raku le prohibía ver aquello con total claridad.
Solo cuando salió de su hogar y vio a su fiel amigo que lo suplantó en su ausencia, fue que puso su mente clara y pensó adecuadamente.
—Saca al Gamma de mi casa y luego encierra a mi hijo en la celda más sucia que tengamos —ordenó con seriedad mientras le prometía a su esposa que aquello era lo mejor.
—Señor —el beta quiso negar— están enlazados.
—¡¿Y cómo es que has permitido eso?! —Raku gruñó con tal fuerza que el beta retrocedió con un poco de miedo en su mirada— ¡Has dejado que mi hijo cometa tal locura!
Atrajeron la mirada de varias personas más. Raku se dio la vuelta y caminó hacia el bosque espeso antes de gritar:
—Saca al Gamma de mi casa y pon a Kato en la celda más sucia que tengamos.
Debían obedecer. Varios en su forma animal entraron a la casa y subieron hasta la habitación de Kato encontrándose con la escena más dulce que vieron hasta ese día. Su corazón se hizo un hueco cuando todos debían obedecer. Porque en cuanto Kato olfateó aquel aroma de amenaza se puso alerta y protegió a su pareja entre sus manos. Tal como lo hacía uno cuando acababa de acoplarse con su pareja. Y no tenían duda de que ellos eran aquellos destinados, algo ya poco usual. Y romper un lazo de ese tipo iba a quebrar sus almas al igual que su devoción por la madre luna.
Kato se levantó y dejó a su pareja tras su espalda, dispuesto a protegerlo a garras y dientes si es que debía hacerlo. Mika gruñó bajito ante la mano que intentó separarlo de Kato. Había sufrido demasiado el dolor al separarse como para querer hacerlo otra vez. Mika no quería alejarse de Kato, tenía que permanecer a su lado.
—Son órdenes de tu padre —aclaró Hugo mientras entraba al cuarto de Kato— no podemos aceptar a un Gamma en nuestra manada y lo sabes.
—Es mi pareja destinada —refutó Kato, mientras, retrocedía con Mika a su espalda, intentando darse más tiempo para armar un plan y escapar—, he encontrado a mi pareja destinada, no tienen derecho a quitármela.
—¡Kato! —el grito de Raku detuvo cualquier movimiento. El hombre sostenía entre sus manos la sortija de su esposa— tu madre ha muerto, la manada necesita un poco de paz hasta que podamos volver a la normalidad y tu pareja perturba esa paz.
Usaron la distracción de Kato para acercarse y separarlos. En cuanto Mika fue alejado de su protección Kato volvió a su forma animal y atacó al hombre que sujetaba al Gamma de los hombros. No iba a dejarlo ir. Mika también volvió a su forma animal y se escabulló de entre las manos de su captor. No iba a ser fácil separarlos esta vez. Kato no lo dejaría. Por eso tomó el cuello de su pareja y pasó de entre todos hasta salir a la sala de su hogar.
El rugido de Raku congeló todo una vez más. Mika tembló bajo él, con un aullido lastimero que preocupó a Kato. Debía ser veloz y sacarlo de aquel lugar.
Los problemas todavía no se acababan. Incluso de esa manera Kato no pensaba soltar a su pareja, quería estar a su lado. No iban a separarse, no esta vez. Por eso se golpeó contra la puerta de la casa para abrirla. Cuando esta cedio tomó a su pareja y lo llevó fuera. No avanzó más de dos metros antes de que la manada lo rodeara para impedir su escape. Ellos creían que aquello era lo correcto. Los Gamma eran el símbolo perfecto de la traición. Debían salvar al hijo de su Alfa.
Cuando no vio escapatoria Kato suspiró derrotado. Dejó a su pareja en el suelo y este de inmediato se escondió entre sus patas, temiendo lo que vendría ahora. El Gamma chilló con dolor cuando un par de manos lo tomaron. Sin embargo, fue devuelto cuando el gruñido de Kato se hizo escuchar. No era bueno molestar a un alfa recién enlazado. Habían ocurrido bastantes accidentes por ese motivo.
Raku llegó a ellos y analizó su situación. Él ya había experimentado lo que era un lazo roto y no quería lo mismo para su hijo. Raku seguía sufriendo por aquello y sabía que el dolor de su hijo le sería insoportable. Por eso cambió de parecer, solo un poco. Intentando encontrar un punto medio en el que su manada no vea que sus órdenes no eran acatadas ni por su propio hijo.
—Enciérrenlos —ordenó Raku— en la misma celda.
Kato tomó una vez más a su pareja de la parte del cuello y lo llevó hacia las celdas. Al menos no los separarían, ya pronto vería la forma de escapar y llevarse al Gamma con él. Esperaba que Dena pudiese ayudarlos desde donde sea que estuviera. También deseaba que su madre desde el cielo ayude a comprender a Raku lo que en ese momento estaba ocurriendo.
Cuando el metal chocando contra metal sonó en la celda, Kato cambió a su forma humana junto a Mika quien le observó entre temeroso y nostálgico. Lo que Mika habia pasado en aquella celda le traía unos agrios recuerdos que hasta Kato se negaba a revivir. La forma en la que habían empezado todo no fue la corrrecta, pero el Alfa estaba dispuesto a corregir cada error con todo el amor que pretendía darle a su pareja.
Debía ser cuidadoso, un paso en falso y la debilidad del Gamma podría quitárselo. Kato intentaba encontrar una forma de escapar sin poner a su pareja en riesgo, siempre velaría por su seguridad. No estaba dispuesto a dañarlo una vez más.
Tomó una manta y envolvió al Gamma en ella. Él podía sobrellevar el frío, pero Mika era más propenso a enfermarse.
—No soy una copa de cristal —Mika le sonrió cuando supo lo que estaba pensando a través de su lazo— no voy a romperme por el frío.
—No quiero correr el riesgo —aclaró Kato mientras abrazaba a Mika para transmitirle más calor— voy a cuidarte como si fueses una copa de cristal.
—¿Una bonita copa de cristal?
—Una copa de dioses.
Mika rio bajo y acurrucó su cabeza en el cuello de Kato. Sintiendo tanta tranquilidad en los brazos del Alfa que pronto se veía casi dormido y sonriendo.
Cuando Kato sintió el cuerpo relajado de su pareja se permitió tensar el cuerpo y permanecer más alerta. Ya un poco más cómodo por no incomodarlo con su semblante. Le intimidaban lo pasos que se acercaban a su celda y sabía que no sería una grata visita cuando la escencia de su padre lo nubló todo en el reducido lugar. Kato se acercó a la cama de aquella celda y dejó a Mika en ella, envuelto completamente y asegurándose de que le sea cómodo.
—Si te enlazas con Dena entonces tu lazo con el Gamma va a desaparecer —dijo Raku en cuanto estuvo frente a la celda de su hijo— no será doloroso para ti.
—Si lo hago el dolor va a matar a Mika, no voy a ponerle en tal situación, no quiero separarme de él.
—Morirá como el Gamma que es, sabes que ellos deben morir, tú has matado a varios Gamma antes.
—Él es mi pareja destinada. La luna lo ha escogido para mí, no voy a separame de él.
Raku abrió la celda y entró en ella con cautela acercándose a Mika ante la fija mirada de Kato quien prometía saltar ante cualquier atisbo de ataque que su padre tuviese. Raku recordó a su esposa, a aquella mujer que en su último suspiro de vida le pidió que cuidara a su hijo. Que lo hiciera feliz. Ahora no sabía si aquello que le hacía feliz sea bueno.
Cuando más pasos se acercaron a la celda Raku salió de ella y se quedó frente a su hijo durante un largo instante antes de suspirar. Porque quería hacer feliz a su esposa en el cielo, quería cumplir las promesas que no cumplió cuando ella estaba con vida. No le importaba si era demasiado tarde. Quería que se sintiera orgullosa de él desde donde sea que ella estuviera.
—¿Sabes por qué te he encerrado? —preguntó Raku mientras observaba a su costado a ambos guardias salir de aquella pequeña prisión.
—Porque me he enlazado a un Gamma —respondió Kato, firme en su posición.
—Te he encerrado porque es lo mínimo que puedo hacer para que la manada vuelva a un momento de paz.
—Su paz no debe impedir la mía.
—Debo convencer a la manada de que el Gamma no es una amenaza para que lo acepten y puedas volver, pero mientras tanto debes permanecer encerrado.
¿Qué significaba aquello? Kato ladeó la cabeza y retrocedió, su padre estaba diciéndole que él aceptaba a su pareja, que no desaprobaba su relación y que buscaba la manera en que ambos sean aceptados en su manada.
—Menuda pareja has escogido —se burló Raku—, de entre todos los y las omegas que hay en la manada escoges un Gamma que es repudiado acá. Muy lindo por cierto.
—Papá —Kato se acercó a las rejas para poder apreciar el semblante de su padre—, ella... mamá cómo es que...
—Se fue con una sonrisa —recordó Raku— seguro para recordarme que yo igual debía sonreír. Ella fue amable y alegre hasta el último minuto. Me pidió que cuidara de ti y que haga lo posible para que seas feliz y si el Gamma te hace feliz entonces voy a dejarlos juntos.
—Gracias.
—Agradécele a tu madre que sin ella entonces el Gamma estaría cinco metros bajo tierra y tú serías expulsado —Raku le sonrió antes de abandonar el lugar con la promesa de que haría lo posible para que su relación fuese aceptada en la manada.
Kato tembló cuando sintió unos brazos abrazar su cintura y el dulce aroma de su pareja adornar su visión. Definitivamente las cosas parecían estar yendo por buen camino y le gustaba. Porque quería permanecer de esa forma y solo preocuparse por hacer feliz a su pareja. Creía que después de todo lo malo que había tenido que pasar un rayo de luz los iluminaba. Agradecía a su madre por haber dejado aquel legado de felicidad tras ella y se lamentó los últimos días que pasó a su lado. Ignorando su dolor solo porque él no podía soportarlo.
Mika sonrió de igual forma por la felicidad de Kato aquella que era transmitida mediante su lazo y que llenó su alma de alegría. Finalmente estaba amando a su pareja como debía hacerlo. Finalmente se veía a su lado por el resto de su vida.
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