-15- El lobo y el zorro
Raku peleó con toda su fuerza. Habían peleado una mañana entera, sentía sus pulmones arder ante cada respiración, pero frente a ellos estaban las grandes armas que ponían en desventaja a toda la manada. Él fue a la delantera y entre golpes, disparos y explosiones acabaron con los humanos que manipulaban aquellas monstruosas armas.
Su grito de victoria se hizo oír por los cielos. Un rugido tan fuerte de Raku que llegó a todo el campo de batalla. Seguía un plan más. El último para dar por terminado todo aquello. La orden que implicaba su rugido era clara. Debían salir del campo de batalla en un segundo, entonces cuando los humanos se encuentren solos en el centro utilizarían aquellas armas para acabar con todos ellos.
Raku dejó todo en manos de las demás manadas, él fue hacia la carroza que estaba tras todo aquello, una llamativa que en su interior tenía dos humanos temblorosos. El líder de toda aquella batalla y el mensajero.
Raku tomó sus cabezas y de un jalón las arrancó de sus cuerpos, esa era su victoria.
Cuando Zem escuchó aquel fuerte rugido por parte de Raku ordenó a todos a seguir con lo dicho. Él tomo a dos lobos que estaban peleando a su lado y los sacó del campo de batalla, de la misma forma que los reptiles ayudaron a despejar toda el área central de aquel campo.
El día había tomado un color escarlata y sus pasos sonaban entre el charco de sangre entre sus patas. Incluso de esa forma las bajas por parte de los cambia formas eran muy pocas.
Cuando todos ellos abandonaron el campo de batalla entonces el primer estruendo de un objeto chocar en tierra y finalmente explotar inició el fin de aquello. Los humanos se veían asustados en lo que podía caber. Cada uno de ellos intentaba salir de aquel lugar, pero en cuanto daban un paso otra explosión se escuchaba a los lejos, de esa manera, iban a seguir hasta que se den por vencidos.
Zem volteó para así mostrarle al delta que había ganado aquella competencia. Había salido victorioso sin ninguna herida y a pesar de que su melena estuviese destruida seguía manteniendo el porte elegante. Solo que cuando vio el lugar donde se suponía que estaba el delta y el alfa solo vio el cadáver de una mujer. La líder del clan del norte, la recordaba. Iba a mantenerse sereno ante la ausencia de aquellos dos, pero al elevar la vista y no notar el gran halcón de antes entonces supo que había problemas.
—¡Nos rendimos! -—El grito a viva voz y en coro de todos los humanos hizo que las explosiones dejen de escucharse.
Habían ganado pero Zem sintió desconfianza, porque en los ojos de aquellos humanos no veía la típica derrota y vergüenza. En sus rostros había una sonrisa que le pareció preocupante. Aquello solo significaba problemas.
Kato y Karim aumentaron la velocidad cuando vieron a los humanos en el mismo sendero que llevaba al escondite de los omegas y Mika. Incluso si lograban detenerlos, no haría la diferencia, había un omega que podía ser un traidor. Debían darse prisa.
Cuando los alcanzaron ambos se dieron cuenta de la desventaja numérica que tenían. Todos ellos con lanzas en sus manos.
Incluso de esa forma empezaron a pelear. Un centenar de humanos contra dos cambiaformas que estaban cansados por la anterior batalla. Su pelea a penas y logró derrotar a la mitad y un poco más de ellos.
Kato se detuvo.
Tenía una herida en el pecho. Una que le dificultaba respirar y que hacía de correr un gran infierno. Que podía decir en aquel instante. No podía negar que aquello le tomó por sorpresa. Sin embargo, ahí estaba, siendo rodeado por casi una docena de hombres que miraban su herida con alegría. Tal vez creyendo que lo matarían mucho más fácil.
Tal vez debió haber escapado con Karim, correr sin tener miedo a la vergüenza y buscar refuerzos. Tal vez si tan solo al menos lo hubiese intentado, tal vez...
No había tiempo. Kato negó con suavidad mientras sonreía a su propia desgracia. Sus manos goteaban sangre y sus ojos estaban rojos con una furia que almacenaba. Tras él Karim lucía igual de pálido, pero al menos el Delta podía mantenerse en pie. Al menos él podía correr.
Debía ser serio en ese instante, debía planear su próximo movimiento porque si no lo hacía en ese instante entonces se adelantarían y llegarían al refugio de omegas. Llegarían a su pareja y a su próximo hijo. Debía protegerlos.
El suave y tibio viento acarició sus cabellos. Como si lo confortara. Como si le dijera que estaría con él hasta el último momento. Debía ser sincero. No podía correr y en ese instante para salvar a los demás necesitaba velocidad. Él ya no era efectivo en batalla. No haría nada con solo intentarlo. Por eso sonrió porque maldecía su suerte porque no encontraba otra forma de reaccionar.
—Karim —susurró, con la mirada pegada en los demás, en aquellos hombres que ansiaban su cabeza—, necesito que vayas a proteger el refugio de los omegas —porque si no lograban detenerlos cuando los habían emboscado a ellos no dudaba que pronto llegarían donde estaban escondidos los omegas y niños. Alguien los traicionó así que debía ser frío en ese momento. Pensar por los demás.
Le servía la velocidad y fuerza de Karim para ello. Le servía la increíble fuerza del Delta para proteger a los suyos y le tenía confianza.
Hubo un silencio corto que caló sus oídos. Con tal fuerza que era perturbadora. No había escapatoria. Karim lucía preocupado y parecía estar luchando consigo mismo. Aquello no era bueno se estaba acabando el tiempo.
La hoja de un árbol a lo lejos cayó entre ellos. Con su dulce danza mientras el silencio la consolaba. La frescura de la tarde dejaba al descubierto el dulce aroma de su Gamma, el fuerte aroma a peligro. Mika lo necesitaba, pero no podía, si corría entonces su débil y lento paso permitiría que los humanos lo siguieran. Con Karim no era así. Él podría correr sin siquiera dejar rastro. Nadie podría seguirlo, ni siquiera él. Por eso lo necesitaba fuera en ese instante, necesitaba que vaya hacia su pareja y cuide de él.
Karim bajó la guardia en ese momento, dispuesto a obedecer, consciente de que esa era su única posibilidad. El delta no dudaba de que Kato los vencería, ya peleó una vez con él y supo que tenía tanta fuerza como para seguir luchando incluso con aquella gran herida en el pecho. No había problema. Quizá quería creerse eso antes de correr.
—Mika va a estar esperándote —susurró Karim antes de alejarse, retrocediendo un poco antes de tomar impulso y así salir tan veloz como nunca antes lo fue.
—Si es niña —Kato sonrió una vez más. Las lágrimas amontonándose en sus ojos, debía ser sincero no saldría de aquello, estaba seguro—, si es niña, Yumi está bien.
Karim tragó en seco mientras se aguantaba las ganas de llorar, porque aquella escena lo estaba matando. Ver a aquel imponente Alfa quieto mientras con una mano se sostenía la sangre que producía la herida de su pecho y con la otra mantenía la guardia contra aquellos humanos que parecían pensárselo antes de atacarle. Porque aquel Alfa estaba dando su vida completa por la felicidad de su familia. Su respeto lo tendría siempre.
El comienzo de la tarde trajo para sí lluvia. Una espesa lluvia que cubría la sangre y la limpiaba de aquella inmaculada tierra. Lluvia que se llevaba las lágrimas de debilidad de Kato. El alfa entonces se enderezó, dejó que su herida se sanara por su cuenta, tardaría más, lo humanos tenían todas sus armas bañadas en plata, ellos no se sanaban muy fácil ante ella. Pero ahí estaba, firme y recto dispuesto a pelear aquella última batalla. Para proteger a su familia. Para proteger a su manada.
Mika...
Susurró al aire mientras empezaba a avanzar dispuesto a enfrentarse a los humanos, con el orgullo en lo más alto y dispuesto a darlo todo.
Tomó al primer humano por el cuello y lo estrelló contra el rocoso suelo, su sangre salpicando su rostro mientras sus manos estaban hechas en garras que rompían aquella piel. Estaba bien. Ya había matado a uno, Nueve o doce más y entonces iría a ver a su pareja y a su cachorro.
Por favor, no permitas que esto te mate.
El segundo fue más difícil. La herida en su pecho parecía abrirse ante cada movimiento brusco. Sus cabellos empezaban a descender por su frente y la lluvia intentaba ocultar su tristeza y llanto. Con el segundo solo pudo clavarle sus colmillos en la nuca y arrancarle la cabeza del cuerpo. Estaba bien, faltaba poco. Faltaba poco. Faltaba poco.
Espera un poco...
Su garganta se estaba cerrando por el llanto y podía sentir la sangre subiendo hasta su boca. No importaba. Cambió a su forma animal y decidió seguir dando pelea. Su forma humana ya estaba demasiado maltratada quería tener un poco más de oportunidad con esta.
Voy a ir a ti, tan solo espera un poco...
Aulló cuando sintió una lanza atravesar su pata trasera izquierda. No importaba. No importaba, cojearía hasta acabar con ellos. Lo haría porque deseaba tanto volver a ver a su Gamma. Deseaba estar a su lado.
Voy a cuidar de ti y de nuestro cachorro, solo espera un poco...
El tiempo pareció burlarse de él porque la imagen de Mika sonriéndole nubló sus ojos en lágrimas. Porque el dulce aroma del Gamma lo perturbó de una alegría tan hermosa que no pudo siquiera respirar ante aquella belleza. La imagen de Mika sonriéndole mientras buscaba protección en su pecho y empezaba a jugar con la ropa que llevaba en ese momento. El dulce sonido de su voz "Mi hijo será fuerte como tú, va a ser tan fuerte como tú y un milagro hará que pueda verlo crecer a tu lado"
Voy a hacer que el milagro ocurra...
Kato despertó de su dulce sueño cuando otra lanza atravesó su pecho con fuerza llegando casi hasta tocar su corazón. Negó, quitando aquella distracción de la cabeza y poniéndose de pie, con las piernas temblorosas y el hocico lanzando hilillos de sangre. No iba a dejarse vencer.
Vamos a estar juntos...
Su lobo aulló de dolor una vez más y Kato se vio obligado a volver a su forma humana, ya era demasiado para su lobo. No tenía otra opción, ya no tendría otra oportunidad.
Voy a volver a ti solo espera un poco...
Con sus últimas fuerzas sacó las lanzas de su cuerpo y con ellas en mano empezó a correr con furia hacia el enemigo. Cortando y atravesando, dando tres cinco veces antes de que sus rodillas se dejaran vencer y el finalmente terminara en el suelo con la sangre cubriendo su cuerpo completamente. Su mirada ya no podía elevarse. Cuanto deseaba ver el cielo y dedicarle su llanto a la luna. Maldecirla por haberle hecho atravesar toda la osadía que tuvo.
Uno de los humanos seguía con vida, solo uno, sin embargo Kato ya no tenía fuerza, sus brazos laxos estaban inservibles en ese punto y su cuello no podía erguirse para dar batalla. Ya ni siquiera podía respirar. No iba a lograrlo. El humano llegó a él y sin miedo le hundió su lanza en el cuello atravesándolo de un solo golpe.
Y quizá fue el amor o la preocupación porque aquel sujeto llegara a su pareja. Quizá eso le dio un último impulso para tomar la lanza cerca de su mano izquierda y apuñalar al humano en el corazón.
Iba a morir, pero no iba a dejar a alguno de ellos con vida.
Ahí mientras la sangre se atravesaba en el trabajo de su cuerpo por respirar. Mientras la lluvia y el viento lo consolaban. Ahí se puso a recordar. Puso su mejor sonrisa ante los recuerdos de toda su vida.
"Debería matarte, pero como soy tan bueno voy a dejarte vivir" ahí estaba, la primera vez que lo vio, el primer día que su corazón sintió un jalón. Su precioso Mika había ganado todas las adversidades y lo haría sin él. Le tocaba hacerlo sin él.
"Su alma es noble, no lo olvides. La maldad no ha tocado su corazón todavía, no dejes que lo haga, puedes cuidarlo al igual que podrás cuidar de tu familia" Su madre, tan hermosa y sutil con sus caricias en su pequeña cabeza cuando tenía doce. Cuando el dolor del rechazo de su padre empezaba a pesarle. Iría a verla ahora.
Sonrió una vez más. Cerró los ojos y vio a su pareja, vio a su dulce pareja sosteniendo a su cachorro en sus brazos. No sabía si aquello era producto de una alucinación suya, pero le gustaría creer que antes de morir conoció a su cachorro. Su pequeño pelaje castaño y ojos rojos, era igual a él y Mika. Era quien cuidaría de Mika en su lugar.
Por eso, cerró los ojos y de la misma forma que en la antigüedad le dio un poco de poder al Gamma, de esa misma forma quiso darle su último aliento. Cerró los ojos y vio el lazo que lo unía a Mika, a su lado estaba su lobo, asustado por su propio final, arrinconado y aullando bajito. Kato le sonrió como disculpa, por haber llegado a tan poco con su vida.
Al otro lado de aquel lazo estaba el pequeño zorro del desierto quien dormitaba, se le veía tranquilo. Kato se quedó unos minutos para observarle mejor y entonces sonrió. Iba a darle aquel último suspiro a Mika. Con su mano y una seña le indicó a su lobo que ese era su final, que el humano moriría, mas no el lobo. El animal negro se enderezó y moviendo las patas empezó a caminar en dirección al zorro. No importaba ahora. Le daría su lobo completo.
Le daría la fuerza completa de su lobo a Mika para que este siga viviendo. Kato asintió orgulloso cuando vio la forma de su lobo desvanecerse en un humo que se fusionó con el zorro. Ese era su milagro. Le daba a su lobo, a su alfa.
Puedes hacerlo sin mí. Susurró en el aire, su posición seguía igual, arrodillado entre aquel mar de muerte y destrucción. Aquella lanza ya le había dado suficiente tiempo para despedirse. Por eso sonrió una vez más. Seguro de que todo estaría bien, Mika podría hacerlo sin él. Por eso cerró los ojos con la imagen de toda su familia y amigos frente a él. Como si viniesen a despedirse. Por eso sonrió y dio un último respiro. Se despidió de la vida. Había protegido lo que amaba y morir por ello no le era problema. Lo aceptaría con orgullo.
Por eso, ahí, con la lluvia y la noche tocando la tierra dejó que la mano de su madre lo llevara hasta su nuevo hogar.
Ese fue su fin, su historia acabó en aquel lugar.
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