-11- Negación
El problema era que Kato no quería.
Las dudas y preocupaciones hicieron que su cabeza se sintiera mareada, transportada a una mar de pesimismo. Kato temía lo que aquel cachorro conllevaría. Porque el pequeño resultaba una gran amenaza, tanto para Kato y más para Mika quien en su condición no podía soportar con el peso. No, Kato no quería perder a su pareja y ni el deseo de tener una familia valía tanto la pena. Mika era lo que debía proteger.
Con un milagro se puede
Se lo había dicho Mika, pero un milagro era mucho, algo que ocurría cada cien y Kato no creía tener la fortuna necesaria. Debían aceptar que un Gamma era débil, que esta situación lo acabaría. Su cuerpo no lo soportaría. Además, Kato tenía cierta duda sobre el género secundario del cachorro. Si era un Alfa estaban en problemas. El bebe consumiría la vida de Mika de inmediato y lo mataría en un segundo. No quería correr el riesgo. No importaba nada más, no correría el riesgo.
En ese momento, no importaba las habladurías de todos los clanes y manadas ahí reunidos. Kato estaba demasiado confundido y preocupado por la anterior declaración del omega. Su mente estaba trabajando a mil por hora. Sus manos temblaban mientras sujetaba la muñeca de Mika sintiendo su pulso de cerca y queriendo conservarlo para siempre. No quería arriesgarse. De esa manera, sin tener conocimiento de lo que se quedó. La reunión terminó y todos se fueron.
Raku sonrió con un poco de seriedad. Una sonrisa que daba a entender su furia de una manera en la que solo el alfa podía lograr.
—Necesito que estés concentrado en esto —aclaró el mayor. Su mirada estaba pegada a su hijo, juzgando su actuar— estamos muy cerca de una catástrofe y si uno de nosotros falla toda nuestra gente va a morir. En tus manos están las vidas de cientos de personas. Así que arreglen esto.
El Alfa salió de la sala. Intentaba mantener un poco de tranquilidad en él. En su mente siempre ansiaba a su esposa. Sabía que ella sería la única que podría manejar esto de la mejor manera. Raku era como una roca en cuanto se trataba de este tipo de situaciones. No lo necesitaban para arreglar, pero Raku necesitaba a Kato para poder mantener la manada a salvo.
Kato suspiró agotado mientras sus manos peinaban su cabello hacia atrás de una sola pasada. Debían arreglarlo. Aunque no importaba, de todos modos tenía ya la solución en su cabeza.
—No vas a tenerlo —susurró Kato, sin saber expresar su punto correctamente.
Mika sintió el más frío dolor en su pecho. Sus rodillas temblaron durante un minuto entero y su voz no tenía forma de salir. Estaba seguro que sus ojos estaban rojos por su próximo llanto. El hecho de que Kato repudiara la idea de una familia como la que él le ofrecía era algo que caló su alma de una forma indiscutiblemente agria. Por eso, con el miedo en él, retrocedió un poco. Temía de su pareja, después de tanto tiempo volvía a temerle.
—Yo no quiero perderlo —aclaró Mika, de inmediato sus manos se posaron sobre su vientre, protegiendo la pequeña semilla de vida que habitaba en ella— no voy a perderlo.
—Yo no quiero perderte a ti —Kato tenía la mirada oscurecida y su voz estaba quebrada. La imagen de un futuro sin Mika lucía espeluznante— no voy a darme el lujo de perderte. Por eso...
La mano de Kato se elevó solo un poco hasta rozar las manos de su pareja. Sintiendo su miedo en él. Temiendo perderlo. Kato susurró algo inentendible dirigido a nadie y luego elevó su mirada hacia la de Mika. En sus ojos rojos estaba la preocupación, miedo, dolor e impotencia.
Mika lo notó, pero no quiso depender de aquellos sentimientos. Por eso, con la garganta ya cerrada, alejó de un golpe la mano de Kato de él. Odiando de pronto la idea de que aquel lobo negro esté cerca suyo y de su cachorro. Sintiéndose desprotegido en los brazos que antes le habían brindado amor.
—Siempre voy a elegirte a ti —el alfa sujetó el brazo de Mika y en un solo segundo lo rodeó en un abrazo desesperado—, no importa lo que pase a nuestro alrededor, siempre voy a elegirte a ti. Porque ya sé lo que es alejarnos y no quiero sentirlo otra vez. No puedo permitirme perderte.
Entonces, y solo entonces, Mika entendió un poco más de lo que su pareja pensaba. Comprendió que aquel gran ser lleno de fuerza y poder, mostraba ante él la más desnuda debilidad. Mika era la debilidad de Kato. Lo peor es que no sabía si aquello era algo bueno o malo.
—Los milagros ocurren —Sin embargo, Mika no iba a darse por vencido— si la luna no quiere otorgarme ese milagro yo mismo lo voy a crear —aseguró el Gamma.
No importaban esas palabras. Kato seguiría teniendo un miedo profundo. La imagen de perder a Mika se llevaría su sentido común en poco tiempo.
Kato asintió sin decir algo más y solo se dio la vuelta.
A partir de aquella tarde su relación se volvió distante. Podían compartir la habitación, hogar y cama, pero el frío que se sentía a su alrededor era abrumador. Sus conversaciones no demostraban el amor que otrora sentían. Ellos solo estaban ahí, sin siquiera intentar romper el muro que se había creado entre ellos.
Kato salía al amanecer. Solo unas horas para así entrenar con los demás y arreglar los términos entre las diferentes manadas. Por su parte Mika se quedaba en casa sintiendo a su Gamma llorar de felicidad por la nueva vida que pronto nacería.
Esa fue su rutina diaria durante dos semanas enteras. No es que se hubiesen dado cuenta. Los días habían pasado realmente rápido. Las obligaciones de Kato poco a poco hacían que su rutina se redujera a solo unos minutos diarios con su pareja. Quizá era algo bueno porque su distanciamiento hizo que pensaran las cosas con frialdad.
Kato solo lo aceptó una mañana. Sintió el dolor de su pareja y simplemente se negó a seguir con aquella pelea.
Tal vez lo correcto era esperar un milagro en ese momento.
Solo que quizá había tardado mucho.
Después de su entrenamiento con los jóvenes de la manada. Kato recibió una llamada de su padre. El hombre se escuchaba cansado y hasta preocupado. A penas podía formular palabras, como si la noticia fuese demasiado para él. Kato tembló por el mal presentimiento de ello. Al final solo necesitó de una oración para dejarlo todo y correr hasta su hogar.
“Mika ha colapsado”
Kato corrió con todas sus fuerzas. La energía había sido drenada en su entrenamiento pero se sobre esforzó un poco más hasta llegar. El alfa tenía todo el rostro mojado por el cansancio y las miradas de toda la manada estaban en él. Cada uno de ellos ya había escuchado la noticia y en sus ojos no había más que lástima. Algunos dudaban de aquella unión y esa fue razón más que suficiente para creerlo. La pareja del líder de la manada debía ser fuerte. Mika era débil, era un obstáculo y no una ayuda. Así es como lo veían todos los demás.
Sus pasos resonaron en su hogar, corrió escaleras arriba hasta la habitación que compartía con su pareja. Su padre intentó retenerlo unos minutos más porque el médico estaba revisando a Mika. Pero un alfa cuya pareja está en riesgo es igual a un león enojado. Kato amenazaba con la mirada a todos aquellos que se interponían en su camino.
Al momento de entrar a la habitación y estar a lado de su pareja. En el instante en el que lo vio tan pálido y sin abrir los ojos entonces Kato sintió sus rodillas débiles y se dejó caer en el suelo. Con la cabeza apoyada en su cama y sintiéndose el ser más inútil en la tierra por no haberlo protegido.
—Su pareja es un Gamma, señor —El doctor lucía anciano, tenía canas cubriendo su cabeza y las arrugas en su rostro explicaban su sabiduría—, la debilidad que posee es más que el cascarón de un huevo.
Kato asintió con la cabeza agachada.
—Lo que más me preocupa es su estado de gestación —aclaró y en ese momento recién Kato levantó la mirada hacia el vientre de su pareja, viendo un pequeño bulto. Demasiado leve como para que alguien más lo note— Con esto, el lapso de vida que tendrá es incierto, pero corto ¿Me entiende?
—Lo sé —susurró Kato.
—Creo que lo más recomendable es que su pareja pase todo el tiempo de gestación en su forma animal. Es la única forma en la que puede hacer frente a todo lo que conlleva un embarazo. Incluso de esta forma no hay grandes posibilidades de que tanto el padre como el bebé salgan completamente bien del parto. Señor...
—Hablaré con él.
El anciano asintió y después de tomar su maletín se marchó.
Kato se acomodó a lado de su pareja y sintió con las yemas de sus dedos el vientre de Mika. Sentía el aroma de su pareja apagarse un poco. Kato sentía que aquella vitalidad con la que conoció a Mika se había perdido en un solo instante y no podía hacer algo más que culparse.
Por ese momento solo se quedó a su lado, conformándose con aquello.
—Lo lamento —Kato se aferró un poco más a MIka mientras aspiraba del dulzón aroma que quedaba en el cuello del Gamma— todo lo que hago parece lastimarte.
Mika se removió un poco hasta quedar de frente al alfa. El Gamma sonrió con levedad y escondió su rostro en el pecho de Kato. Sientiendo de cerca el acelerado corazón de su pareja.
—Solo necesito que estés conmigo en este momento —Mika tembló un poco al decir aquello—, que me apoyes con esto.
El cuerpo de ambos se tensó. Uno por el miedo a la respuesta de aquellas palabras y el otro por el temor de un futuro en el que el milagro no llegase a ocurrir. Fueron segundos hasta que el primer paso lo dio Kato. Abrazando un poquito más a Mika y apoyando su menton en la suave cabellera del Gamma, esperando que aquella decisión sea la correcta.
—Si el milagro no ocurre —empezó Kato— si es que por alguna razón la luna no nos permite ese milagro entonces por favor, por favor déjame elegirte a ti.
Mika negó mientras sonreía.
—No.
Kato suspiró y dicidió que por esa tarde ya habían hablado demasiado sobre un problema que solo molestaba su tranquilidad. Por eso solo agradeció seguir a lado de Mika y se dispuso a dormir.
Al otro lado de la puerta Raku sonreía. El gran alfa sabía lo que significaba perder a una pareja y no le deseaba aquello a su hijo. El doctor estaba a su lado, con su maletín en mano y una mirada llena de preocupación en él. Quizá ese hombre era el único que veía la realidad de todo aquello. El peligro que significaba aquel embarazo. Tanto para el Gamma como para el Alfa, y más con las amenazas que molestaban a la manada.
El anciano inclinó la cabeza y se dispuso a irse.
—¿Va a morir? —preguntó Raku, mucho antes de que el doctor se vaya— solo sea sincero.
El viejo hombre desvió la mirada hacia la puerta. No quería dar aquella noticia. No quería arruinar el pedazo de felicidad que vio en la pareja.
—Le dije que tomara las medidas necesarias. Con su condición es mucho más seguro que sea un nacimiento prematuro. Si toma esto completamente en su forma animal entonces la espera será más corta —suspiró— lo mejor es tomar las precauciones para un bebé que vendrá en cualquier momento, él...
—No necesito eso, solo conteste a mi pregunta —pidió el alfa.
—Es un Gamma —aseguró el doctor antes de empezar a bajar las escaleras— Estoy seguro que en el tercer mes su cuerpo no soportará y morirá junto al feto.
Raku asintió no muy convencido y bajó las escaleras notando las nuevas visitas que tenía en su casa. Las mismas que habían escuchado perfectamente su anterior conversación con el doctor.
A la mañana siguiente lo primero que Kato sintió al despertar fue un golpe en su rostro. Un puño duro que estaba seguro no le pertenecía a Mika. Al mismo tiempo escuchó el leve jadeó de Mika y una risilla detrás de todo. Lo único que reconoció en todo aquello, aparte de la presencia de su pareja, fue la risa leve y suave tras él.
Cuando abrió los ojos Mika se aferró un poco más a él. Segundos después Kato fue separado abruptamente de un jalón, y una vez más recibió un golpe en su rostro. En su quijada que había crujido por el impacto.
—Sabía que no debía dejarlo a tu lado —bramó su atacante, golpeándolo una vez más— al menos debías de cuidarlo.
Kato reconoció esa voz enseguida.
—Karim, déjalo ya —Mika lucía sorprendido por la agresión del Delta para con su pareja, en sus ojos estaban algunos rastros de sueño y todavía no podía ponerse de pie por la poca fuerza de su cuerpo, pero seguía pidiendo que lo dejase— suéltalo.
—No lo mereces ni un poco —siguió reclamando Karim, sus manos seguían repartiendo golpes sin parar.
Kato solo se dejó. Porque muy en el fondo sabía que todas las penas que sufrió el Gamma eran por su culpa. Agradecía que por fin alguien le dé un castigo por todo el daño que le había hecho pasar a la persona que más amaba.
—Ya es suficiente, Karim —una voz más sonó al fondo y Kato sintió una gran alegría de saber que su único amigo estaba bien, que habían cuidado bien de él—, ya te desquitaste, ahora déjalo.
—Cierra la maldita boca, Dena, no te metas en esto —Karim estaba furioso, mucho más de lo que alguna vez lo hubiesen visto— se lo merece.
—Ya basta —Dena dejó que el dulzor de su aroma tranquilice a los demás. Quiso frenar aquello sin conocer todavía la fuerza que el Delta ponía ante él.
—Por tu estupidez, Mika va a morir —reclamó Karim alejándose de Kato— no te bastó con matar a sus padres, ahora quieres matarlo a él.
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