
Capítulo 25; Un Eco de Orgullo Salvaje
'¡Esto es una locura!' pensó Sofía mientras caminaban a través del bosque nevado. Al fijarse en su amigo, con toda la discreción de la que era capaz, un suave rubor empezó a aflorar en sus mejillas y se mordió el labio. El chico caminaba con la mirada fija hacia el frente, y mostraba una seguridad en sus movimientos que ella encontró tranquilizadora y bastante atractiva. Estaba claro que sabía orientarse a la perfección. Pese a la aparente seriedad de su expresión, en sus labios se podía apreciar la sombra de una tímida sonrisa, y la tela de sus pantalones se movía con cada sacudida nerviosa de su cola. Una agradable calidez comenzó a fluir por el interior de Sofía, que se abrazó a sí misma para disfrutar de aquella sensación. 'Es una locura, otra más para la larga lista de locuras que hemos hecho, y nunca me he divertido tanto como cuando estoy contigo'.
—Parece mentira —dijo Dave cuando llegaron junto a la boca de la pequeña caverna que había convertido en su refugio—. Llevo más de un año cambiando cada luna llena y creo que nunca he estado tan nervioso como hoy.
—Tranquilo. Eres mi mejor amigo. No creo que nada de lo que vea me haga cambiar de opinión sobre ti —dijo Sofía con una tranquilizadora sonrisa.
—Lo sé, pero no puedo evitar preocuparme. Llevo toda la vida siendo juzgado por lo que soy y no me gustaría que nada cambiase entre nosotros. Soy... bastante más salvaje de lo que parezco. —Dave torció los labios en una pequeña sonrisa de disculpa.
—Te creo. Todavía recuerdo el ciervo ese que intentaste cazar en plena berrea. No sé cómo se te ocurrió. —Sofía sacudió la cabeza y le miró con cara de 'hay que estas loco para hacer lo que hiciste'.
—¿Lo... lo viste? —El chico se relamió los labios y apartó un poco la mirada.
—Fue así como te encontré. Seguí tu rastro hasta el riachuelo —dijo Sofía.
—Oh... —Dave levantó la mirada hacia el cielo y soltó un profundo suspiro. En su mirada apareció de nuevo aquella misma sombra de tristeza que Sofía vio en sus ojos tantos meses atrás—. No... no fue mi idea más brillante. Estaba enfadado y frustrado. Quería desahogarme cazando y elegí la peor presa posible.
—Echas de menos a tus amigos, a tu familia. —Sofía apoyó su hombro sobre el brazo del chico y él asintió.
—Fueron mi principal apoyo cuando era niño. Me... me aceptaban, aceptaban mis rarezas y no me juzgaban. Yo intentaba que se me notase lo menos posible pero ya me has visto, cuando me relajo, mi comportamiento de perro me sale sin pensar.
Cuando bajó la mirada hacia Sofía, una sonrisa de vergüenza se abrió paso entre sus labios y sus mejillas se sonrojaron tanto que era visible incluso en la creciente penumbra del atardecer. La sombra de tristeza seguía allí, pero el súbito brillo de sus ojos la mitigó hasta casi hacerla desaparecer.
—Luego me incitas a mí. —Sofía le dio un empujoncito con el hombro, y Dave se rió.
—¡Lo siento!
Para dejar claro que no lo sentía en absoluto, Dave soltó un gruñido juguetón y saltó sobre ella para mordisquearle el cuello. Sofía empezó a reír y trató de apartarse de él, pero los brazos del chico que rodeaban su cintura no se lo permitieron. Siendo sincera consigo misma, tampoco lo estaba intentando con mucha fuerza. Le gustaba sentir sus colmillos contra su piel y su olor inundando su nariz. 'Nunca he sonreído tanto como cuando estoy con él'.
Dave se apartó de ella lo justo para que sus ojos se encontrasen y respiró una profunda bocanada de aire. Bajo la densa sombra que creaban las tupidas copas de los pinos, sus pupilas brillaron como las de un depredador nocturno.
—Dios, es... liberador poder ser yo mismo cuando estoy contigo —dijo con una voz que era casi un jadeo, como si se hubiese quedado sin aliento.
—Para mí también. —Sofía se colocó un mechó de pelo por detrás de la oreja porque no sabía qué otra cosa hacer con sus manos. Era muy consciente de lo mucho que le ardían las mejillas y de la sonrisa de idiota que tenía en la cara—. ¿Qué edad tenías cuando... ?
—¿Cuando cambié por primera vez?
—No hace falta que contestes si no quieres. A lo mejor no te apetece hablar de eso. — Se relamió los labios y apartó la mirada, pero la volvió a levantar cuando el chico cogió su mano para darle un suave apretón.
—No te preocupes, no me molesta que me lo preguntes. Es normal que tengas curiosidad. —Dave torció los labios en una sonrisa tan bonita y cercana que Sofía se estremeció—. Fue hace un año y medio, en verano. Tenía dieciséis años y no cambié delante de todo mi instituto de milagro. —Sacudió la cabeza y soltó una pequeña risita.
—¿No sabías lo que eras? ¿Tu padre no te dijo nada?
—Sí, sí lo sabía. Toda mi familia por parte de madre son hombres perro así que siempre lo he sabido. Fue culpa mía. Había una fiesta y una chica que me gustaba, y digamos que ignoré los avisos que me estaba dando mi cuerpo. —Dave se rascó la cabeza y sonrió, avergonzado. Tenía la orejas tan rojas que era visible incluso en aquella penumbra.
—¿Duele? —preguntó Sofía con un ligero temblor en la voz.
—No. —Dave sonrió y le dio un suave apretón en la mano para tranquilizarla—. Duele cuando lo intentas contener porque tu cuerpo está intentando adoptar su forma real. Cuando haces ejercicio intenso o cuando sientes alguna emoción muy fuerte, puede que tu cuerpo intente cambiar. Si no se lo permites, si lo contienes aunque sea de manera inconsciente, duele. Seguramente lo hayas sentido alguna vez después de una discusión o si estabas muy preocupada por algo.
—Sí, me pasó una vez después de discutir con mi madre. Fue... bastante aterrador.
Sofía se relamió los labios y apartó la mirada. Un escalofrío la sacudió al recordar la confusión y el miedo que sintió cuando la energía de su pecho se rebeló y trató de derribar las barreras que la contenían. A aquellas alturas ya tenía claro que aquello era lo que provocaba el cambio, pero no sabía cómo sentirse respecto al hecho de que su cuerpo lo hubiese intentado. Siempre había vivido con miedo de que llegase ese momento, pero ahora... Sofía miró al chico que tenía delante de ella y algo se desperezó dentro de ella, un anhelo que no había sentido en mucho tiempo.
—Poco antes del primer cambio es normal. Tu cuerpo está empezando a tantear la posibilidad de cambiar, pero al ser una sensación distinta lo contienes sin pensarlo. Por eso duele. Las primeras veces asusta pero con el tiempo te acostumbras, te lo prometo.
Dave le dedicó una tranquilizadora sonrisa que dejó a la vista sus cuatro colmillos, aunque eso, lejos de calmarla, le aceleró el corazón, y no sólo porque le encontraba atractivo. Sofía se mordió el labio y trató de que la inquietud que sentía no se reflejase en la expresión de su rostro. Sabía que en algún momento iba a cambiar, y sus síntomas habían ido a más en el último año, pero escuchar de boca de su amigo que era muy posible que faltase poco para ese momento hizo que un nudo de nervios le atenazase el estómago. Lo peor era que no estaba muy segura de cómo se sentía, porque una parte de ella ya no tenía tanto miedo como antes.
—Durante la luna llena es... muy diferente. Es muy rápido y fluido así que no tienes mucho tiempo para alejarte de la gente cuando sale la luna. Tuve suerte de que mi hermana Míriam estuviese allí, pero no sabes la bronca que nos echó mi madre al día siguiente —dijo Dave con una sonrisa tan amplia que dejó claro que no se arrepentía de nada.
—Me das mucha envidia. Tiene que ser genial poder ser tú mismo sin tener que ocultarte o que controlar tu comportamiento delante de tu familia. —Sofía se mordió el labio y bajó la mirada hacia el suelo, donde sus pies estaban creando surcos en la nieve con la puntera de las botas.
—No lo voy a negar, es agradable estar entre tu propia gente. —Dave soltó un quedo suspiro impregnado de nostalgia—. Te comprenden de una manera que los humanos no pueden, y te ayudan a entender y gestionar tu propia naturaleza y los procesos por los que vamos pasando. Además, las fiestas en familia pueden ser... interesantes.
Dave levantó la mirada al cielo, donde las primeras estrellas estaban empezando a brillar sobre un velo de color azul oscuro, y se relamió los labios. Un agudo gemido contenido resonó en su garganta, y en sus ojos resplandecieron unas lágrimas que se estaba resistiendo a derramar. No le gustaba llorar delante de la gente y siempre luchaba contra esas ganas. Lo que Sofía no sabía era si a solas se dejaba llevar por sus emociones.
—Ey... —Sofía enredó sus dedos con los de su amigo para tratar de llamar su atención—. No hace falta que hables de esto si te afecta.
—No... no... está bien. Son... —Tragó varias veces hasta que su voz dejó de sonar estrangulada y sonrió, si es que a aquella mueca débil y cargada de nostalgia se le podía llamar sonrisa. La tela de su pantalón se movió a causa de las sacudidas de su cola, que seguía escondida dentro de ellos—. Son buenos recuerdos.
—Fuiste feliz.
—Lo fui, por eso duele tanto. —Dave respiró hondo para terminar de recuperar la compostura, y la luz regresó de nuevo a su mirada—. Tuve suerte de tenerlos. Manejar los cambios es... difícil, sobre todo durante los primeros meses. Somos perros. La apariencia de perro es nuestra forma real, así que después del primer cambio, tu cuerpo está constantemente intentando regresar a ella.
—Suena agotador... —Sofía se mordió el labio y tuvo que luchar contra sus ganas de sacudirse al sentir que un escalofrío le subía por la espalda.
—Lo es, tan agotador como tener que ocultar mi comportamiento natural. —Apretó los labios y un profundo gruñido retumbó dentro de su garganta—. Mi madre me enseñó cómo leer mi cuerpo para que pudiese mantenerme alejado de la gente cuando sintiese que el cambio está a punto de venir. Puedo contenerlo hasta cierto punto, pero es increíblemente doloroso y no hay garantía de que no vaya a pasar.
—Como ese día después de clase —dijo con voz débil, casi cautelosa.
—Sí. Llevaba tanto tiempo reprimiendo mi naturaleza que lo único que hizo falta para desencadenar el cambio fue el olor de presa. Maldito... psicópata! —Con un brusco movimiento, Dave giró la cabeza y gruñó de nuevo. Esa vez, sus colmillos quedaron a la vista bajo su labio arrugado. Estaban más grandes.
—No sabía que era así. ¿Cómo conseguimos vivir como humanos? —preguntó Sofía a la vez que se abrazaba a sí misma para mitigar el escalofrío que la sacudió por dentro.
—Es... menos difícil de lo que crees, para la mayoría de nosotros al menos. Muchos alcanzan un equilibrio y son perfectamente capaces de vivir como humanos. Es..." Dave se relamió los labios y apartó la mirada. "Soy yo. Soy un animal salvaje y la llamada del bosque es muy fuerte para mí. Siempre lo ha sido, incluso cuando era un cachorro. Además..." Una amplia sonrisa se abrió paso por sus labios e iluminó su mirada. "Me... me gusta. Siempre que voy al bosque y me dejo llevar por mi naturaleza de perro me siento... libre.
Dave levantó la cabeza e inhaló una profunda bocanada de aire, como si quisiese respirar todos los olores del bosque. Algo de lo que percibió flotando en el ambiente debió parecerle interesante porque se ruborizó tanto que hasta las orejas se le pusieron rojas.
—El diferente —comentó Sofía. Una familiar calidez brotó dentro de su vientre y la llenó cuando fue consciente de lo que eso significaba para ella. No estaba sola, ya no.
—Ahora lo entiendes —contestó Dave, la sonrisa todavía presente en sus labios.
—¿En ningún momento rechazaste lo que eras? —Las palabras escaparon de su boca antes de que pudiese contenerlas.
—No, yo lo único que quería era que me aceptasen, pero nunca he creído que ser diferente fuese algo malo. Soy un perro y me crié como uno. ¿Por qué iba a querer ser otra cosa? —comentó con una ceja levantada en una expresión de extrañeza.
Sofía se mordió el labio y bajó la mirada hacia sus botas, que estaban medio hundidas en la nieve. Justo a su lado había unas huellas de perro, las que su amigo había dejado plasmadas durante su huida la noche anterior. 'Es un cinántropo salvaje que se ha criado en una familia de cinántropos. Qué pregunta tan estúpida le acabo de hacer' pensó con un nudo de nervios en el estómago.
—Sofía... —Dave le rozó la barbilla con las yemas de los dedos y Sofía levantó la mirada. Los azules ojos del chico la miraron con tanta preocupación que ella no pudo evitar relamerse los labios—. ¿Alguna vez te has sentido así?
Un gemido agudo resonó en su garganta y asintió. No sintió lágrimas aflorar a sus ojos como otras veces, quizás porque estaba cediendo más a su comportamiento de cánido, pero su reacción fue suficiente como para que una expresión llena de dudas apareciese en el rostro de su amigo.
—Durante mucho tiempo quise tener una vida normal. Sé que no es posible pero... no pude evitar sentirme así —dijo con la voz rota y aguda por el gemido que se había filtrado en ella—. Hubo un chico, Ángel. Él se dio cuenta de que yo no era humana y me rechazó. —Se miró la cicatriz blanca que tenía en la muñeca y se mordió el labio.
Una exclamación ahogada escapó de sus labios cuando la mano de Dave se cerró alrededor de la suya. Le temblaba un poco, aunque no parecía ser a causa de la influencia de la luna llena, y en lo más profundo de su pecho retumbó un sordo gruñido. Las yemas de sus dedos acariciaron la cicatriz con cariño, como si para él fuese algo preciado, y con cada roce Sofía sintió un suave cosquilleo en la piel que alimentó el rubor que estaba empezando a arder en sus mejillas.
—¿Él te hizo esto? —preguntó Dave con una ferocidad inusual en él.
—No lo hizo queriendo. Él no sabía que la plata me quemaba, pero sí —dijo con la voz temblorosa, aunque no sabía si era por la mezcla de emociones que tenía dentro, o por lo que él le estaba haciendo sentir con su caricia—. Me rechazó de la peor manera. Habíamos sido amigos desde pequeños pero cuando descubrió que soy un hombre lobo, me miró con asco y se apartó de mí. Nuestra amistad no significó nada para él. —Un gruñido agudo, mezclado con el gemido que todavía sentía vibrando en su voz, escapó de entre sus pequeños e inútiles colmillos de cachorra. Aquella rabia era una emoción nueva, pero la prefería al miedo al rechazo que solía sentir.
—Dios, Sofía... es por esto por lo que no dejas que la gente se acerque a ti —adivinó.
Sofía se mordió el labio para controlar el gemido que sentía vibrando en su garganta y asintió. Las lágrimas seguían sin querer aflorar, pero el llanto y el dolor seguían enredados entre sus costillas, como siempre que pensaba en lo que Ángel le había hecho. Sin embargo, ahora había nuevas emociones que opacaban su dolor, emociones a las que prefería aferrarse porque la hacían sentirse más viva. Rabia, frustración, indignación, decepción.
—Yo era la misma de siempre... —dijo con un hilo de voz que se fue convirtiendo en un ronco gruñido—. ¡Yo era la misma de siempre y le dio igual! Diez años. Fue mi amigo durante más de diez años, y cuando supo que soy una loba se apartó de mí como si fuese algo... algo sucio. —Sofía arrugó el labio para dejar a la vista sus pequeños colmillos y gruñó con tanta rabia y frustración que hasta ella se sorprendió por lo profunda y potente que sonó su voz.
—¡Eh! —Dave cubrió su mejilla con la mano y la miró a los ojos. En su mirada había tanta convicción que Sofía sintió que la rabia se mitigaba y el gruñido se apagó entre sus colmillos—. No hay nada malo contigo. Eres una criatura increíble capaz de hacer cosas alucinantes, y además eres una persona extraordinaria. Mira todo lo que estuviste dispuesta a hacer por un cinántropo asalvajado al que no conocías de nada. —Una cálida sonrisa se abrió paso por sus labios, y Sofía se ruborizó.
—No hice nada especial. Sólo intentaba evitar que le... que te hiciesen daño —dijo Sofía a la vez que se colocaba un mechón de pelo suelto por detrás de la oreja. Le ardían las mejillas y sentía las mariposas de su vientre revolucionadas, pero no era capaz de dejar de mirar a aquellos ojos que estaban fijos en ella.
—Para mí sí fue especial. Fue la primera vez que alguien que no era de mi familia estuvo dispuesto a poner en riesgo su vida para protegerme. —Dave bajó su voz hasta que esta sonó como un jadeo y dejó que sus dedos se deslizasen por la piel de su rostro hacia su barbilla—. Dios, no sabes cuántas veces he pensado en contártelo y no he tenido el valor. Me aterraba la posibilidad de perderte pero quería mostrarte lo increíble que es ser un cinántropo. Lo increíble que eres...
Sobre una amplia sonrisa que dejaba a la vista los cuatro colmillos de cánido, sus ojos azules se iluminaron con tal entusiasmo que algo despertó dentro de Sofía y la dejó sin aliento. Dave la estaba mirando como si fuese uno de esos animales que él encontraba tan fascinantes, como si no hubiese en el mundo una criatura más alucinante que ella. Un gemido plagado de emoción ascendió a su garganta y se apagó entre sus labios sonrientes. Era muy consciente de que tenía una delatadora expresión de idiota enamorada en la cara, con rubor incluido, pero no podía evitarlo. Aquella era la primera vez que alguien la hacía sentir especial por no ser humana, y un familiar orgullo del que había renegado hacía mucho empezó a desperezarse dentro de ella.
'No soy un perro, soy una loba'. Aquellas palabras pronunciadas con altivez resonaron en su mente como un eco que llevaba mucho tiempo olvidado, un eco que se mezcló con los acordes de un aullido que se oía en la distancia. Sabía que eran parte de un sueño recurrente, pero por algún motivo evocaron olores e imágenes que permanecían ocultos detrás de la niebla de su mente donde se encontraban los recuerdos de la infancia, aquellos que eran tan lejanos que ya no se acordaba de ellos. Un nudo de inquietud le atenazó el estómago, como si hubiese algo más que no estaba teniendo en cuenta, pero era una pequeña molestia frente a la amalgama de emociones que fluyeron por su cuerpo al recordar lo que ella pensaba de sí misma cuando era una niña pequeña.
'Siempre he sabido que no soy humana pero eso no me molestaba. ¿Por qué debería? Puedo ver en la oscuridad, tengo un olfato increíble y puedo oír cosas que otros no pueden. Era genial, como si tuviese superpoderes, y tener que mantenerlo en secreto de los demás niños era un juego muy divertido que me hacía sentirme especial'. La sonrisa de sus labios se volvió mucho más amplia y una expresión de entusiasmo, idéntica a la de su amigo, se dibujó en su rostro. Delante de ella tenía a un cinántropo que no sólo estaba orgulloso de serlo, también le gustaba, y Sofía estaba deseando conocer su mundo porque ella también pertenecía a él. 'No siempre tuve miedo. Cuando era pequeña, yo también estuve orgullosa de ser una loba. ¿En qué momento olvidé quién era?'.
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