Capítulo 24; Una Luz de Magia y Complicidad
Aquella mañana hacía tanto frío como todas las anteriores, aunque Sofía apenas lo sentía. Mientras caminaba hacia el instituto, se mordió el labio con gesto distraído y observó el enlosado gris de las aceras sin verlo realmente. Su cabeza estaba a cientos de metros de allí, en un bosque de pinos habitado por un hombre perro que había entrado en su vida y la había puesto patas arriba. Aquella noche iba a ser luna llena y Dave necesitaba poder salir con seguridad, pero Rodrigo no parecía dispuesto a darle tregua.
'No sé qué tal es Rodrigo rastreando. Por lo que he visto, sabe seguir un rastro de huellas y es capaz de localizar la presencia de pelaje, claro que el de Dave destaca bastante. Aun así, Rodrigo fue capaz de colocar un cepo cerca de la zona por donde iba a estar. Es capaz de interpretar los movimientos de una presa leyendo los rastros. A lo mejor podemos usar eso a nuestro favor'.
Tan inmersa estaba en aquellos pensamientos que apenas se dio cuenta de que había llegado al instituto hasta que percibió un olor familiar y levantó la mirada. Un goteo incesante de alumnos ya estaba cruzando el umbral del edificio, pero Sofía no reparó en ellos ya que delante de ella se encontraba Dave. El chico la estaba mirando con expectación y un cierto nerviosismo que ella pudo apreciar en la manera en la que se relamía los labios. Por las ojeras que se podían apreciar debajo de sus ojos, estaba claro que él tampoco había dormido demasiado bien.
En cuanto sus miradas se cruzaron, Sofía sintió que un nudo de anticipación le atenazaba el estómago y se unía a la calidez que su presencia le hacía sentir. Una sonrisa se abrió paso por sus labios y alimentó el rubor que estaba empezando a teñir la piel de sus mejillas. Aquella era la primera vez que se veían desde que su secreto había quedado al descubierto, y hasta ese momento Sofía no se había dado cuenta de las ganas que tenía de volver a verle.
—Hola —dijo Sofía cuando llegó a su altura.
—Hola...
Dave se rascó la nuca y torció sus labios en una sonrisa tímida que se reflejó en el suave rubor que empezó a teñir sus mejillas. Al caer su mirada sobre ella, esta pareció iluminarse de una manera que ella nunca había visto antes, pero que consiguió despertar un cálido estremecimiento en su vientre. Sofía bajó los ojos con algo de timidez y notó que el rubor de su piel iba a más. Como no sabía qué otra cosa hacer con sus manos, empezó a juguetear con un mechón suelto de su cabello castaño. Sabía que no estaba siendo nada discreta, pero no era capaz de dejar de mirarle como la idiota encaprichada que era. 'Si me sigues mirando así vas a conseguir que me enamore del todo, y entonces sí que te voy a matar porque sé que yo no te gusto de la misma manera'.
—¿Qué hiciste después de acompañarme al camino? ¿Conseguiste cazar algo? —le preguntó en un intento por aparentar un poco de normalidad.
—No. Después de lo que pasó, no quería tentar demasiado a la suerte así que me fui a casa. He conseguido dormir algo, aunque no mucho. —Dave soltó una risita nerviosa que dejó a la vista sus cuatro colmillos, demasiado grandes como para parecer humanos.
Fue en ese momento cuando la realidad de lo que había pasado la noche anterior golpeó a Sofía con tanta fuerza que sintió que su corazón le daba un vuelco. Aunque esa idea no la había abandonado desde que le vio cambiar, no había terminado de asimilar que su mejor amigo era un hombre perro y ella lo sabía. Al cruzar de nuevo sus miradas se percató de la complicidad que ahora había entre ellos, del secreto que les unía y que les pertenecía a ellos dos, como el aullido que compartieron en el bosque.
—¡Ey! Ya te lo dije, eres mi mejor amigo y esto no cambia nada. —Sofía le agarró de la mano para transmitirle un poco de seguridad y los ojos del chico se iluminaron de nuevo.
—Lo sé, pero todavía no me lo termino de creer. Dios... no sabes el alivio que siento al no tener que ocultarme de ti, al no tener que estar pendiente de ocultar mis colmillos o mi cola. Al... al no tener miedo de cambiar delante de ti. —La miró con tanto afecto que Sofía se estremeció. Demasiado consciente del delatador rubor en sus mejillas, empezó a juguetear de nuevo con su pelo.
—Si te soy sincera, yo ya había visto tus colmillos y tus ojos brillando en la oscuridad, aunque lo de la cola no me lo esperaba —dijo con una risita.
—Sí, sé que no soy muy discreto, sobre todo cuando me relajo. —Dave se rascó la nuca y de nuevo mostró sus colmillos a través de la sonrisa nerviosa que se abrió paso por sus labios.
—¿Cómo estás, colega? —Sara llegó justo en ese momento y le pasó un brazo alrededor de los hombros a Dave con tanto ímpetu que le hizo girarse hasta quedar con su espalda hacia la pared. El chico se relamió los labios y la miró extrañado—. Deja de mover eso, que la peña te va a empezar a mirar raro —añadió entre dientes, y luego miró a Sofía con expresión de no haber roto un plato en su vida.
Sofía se cruzó de brazos y levantó una ceja. Lo sabía, claro que lo sabía. Sara fue capaz de detectar su naturaleza con tan sólo tocarla, que fue parte del motivo por el que insistió tanto en querer ser su amiga. Percibir que Dave era un cinántropo no debería haber sido ningún problema para ella.
—Gra... gracias por avisarme. Yo... estoy intentando controlarme pero estoy algo nervioso y lo hago sin querer... —Dave, que se había puesto rojo como un tomate, miró a Sofía con una pequeña sonrisa de disculpa—. Es la luna llena. No me suele pasar cuando no está visible, pero llevo mucho tiempo sin cambiar y no he conseguido recuperar del todo mi apariencia humana desde anoche.
—No tiene que ser cómodo —comentó Sofía. Pese a que intentó evitarlo, su mirada bajó hacia sus pantalones donde, al fijarse mejor, pudo apreciar la silueta de su cola en una de las perneras. Sí, la estaba moviendo con pequeñas sacudidas nerviosas.
—No lo es, pero no puedo hacer nada —dijo, y en su voz se coló un pequeño gruñido de frustración que vibró en sus labios cuando se pasó la lengua por ellos.
Estaba claro que no se refería sólo al hecho de tener que mantener su cola escondida por dentro de los pantalones. También estaba hablando de su naturaleza. Desde pequeños, todos los cinántropos vivían reprimiendo su comportamiento, algo que ya de por sí era agotador, pero lo que realmente resultaba molesto era el motivo por el que lo hacían. Por miedo al rechazo, ya que los humanos eran crueles con los que eran diferentes, y porque los cazadores les perseguían y les mataban. Era muy injusto pero no podían hacer otra cosa que adaptarse al mundo que les había tocado vivir.
—Espera, espera, espera. ¿Ya lo sabes? —Sara miró a Sofía con los ojos muy abiertos y su boca temblando debido a la enorme sonrisa que estaba intentando reprimir.
—No gracias a ti —le dijo Sofía con tono de reproche, y de nuevo se cruzó de brazos.
Lejos de ofenderse, Sara rompió a reír con una carcajada tan atronadora que retumbó por toda la entrada. Aunque la mayoría de los alumnos que seguían pasando por delante de ellos les ignoraron, algunos la miraron extrañados.
—¡Al fin! No sabéis lo mucho que me habéis hecho morderme la lengua, pareja de lobos cegatos. Pensaba que me ibais a obligar a encerraros a los dos en algún granero durante la luna llena —dijo la chica con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
—¿Sara sabe que tú...? —Dave se giró hacia Sofía y levantó una ceja.
—Sí, claro que lo sabe, y se lo calló como una perra. —refunfuñó Sofía. En su garganta retumbó un gruñido que no intentó contener.
—Porque no quería que creyeses que él es tu amigo porque eres un hombre lobo. Quería que te conociese como Sofía y que le cayeses bien por ser tú. Así, cuando descubriese tu secreto, tú verías que no pasaba nada. ¿Ves como a él no le importa que seas humana? Sólo necesitabas encontrar a la peña correcta —dijo Sara a la vez que le pasaba un brazo alrededor de los hombros a Sofía. En su rostro tenía una expresión que dejaba claro que no se arrepentía de nada.
—Él es como yo. Claro que no le importa —murmuró Sofía.
—Nah, colega. No le importa porque te quiere, pero ya hablaremos de esto más tarde. Ahora tengo algo importante que decirle a nuestro colega. —Sara soltó a Sofía y se giró hacia Dave, aunque la expresión de jovialidad no desapareció de su rostro—. Mónica me ha dicho que ni se te ocurra usar el brebaje hoy o las vas a pasar canutas cuando salga la luna. No lo has tomado todavía, espero.
—No, no... y no voy a seguir tomándolo. Es... bastante desagradable y no me calma la necesidad de cambiar, sólo me lo hace más difícil.
Dave se relamió los labios y tensó la espalda. Un quedo gemido contenido resonó en su garganta, y no era para menos teniendo en cuenta lo doloroso que le resultó cambiar la noche anterior.
—¿Qué vas a hacer entonces? Porque ese pirado sigue empeñado en convertirte en una alfombra —preguntó Sara, mucho más seria.
Dave soltó un quedo suspiro y se relamió los labios.
—Voy a volver a salir. Estamos intentando pensar una forma de alejarlo de la zona por donde voy a estar.
—¿Vas a ir al bosque? —Sara levantó tanto las cejas que le salieron arrugas en la frente.
—No tengo elección. Ya has visto lo que me pasa cuando no doy salida a mis instintos, y cada mes es peor que el anterior. Ayer tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no cambiar aquí mismo, y por muy poco no lo consigo.
Un gemido agudo se coló en su voz y de nuevo tensó la espalda. Tras echar un rápido vistazo a su alrededor, se relamió los labios y en su garganta retumbó un gruñido de protesta. Sofía enredó sus dedos con los de él, gesto que él agradeció con una débil sonrisa, y trató de tranquilizarle, aunque no sabía qué hacer para ayudarle. Sabía lo que necesitaba porque a ella también le pasaba. Quería sacudirse. No era algo que hiciesen sólo para secarse cuando se mojaban, también era una manera de liberar estrés cuando estaban muy nerviosos. Sin embargo, era casi la hora de entrar a clase y a su alrededor había mucha gente, demasiada para poder dejarse llevar por su conducta de perro.
—Martín te va a despellejar como te pille, colega, pero yo no digo nada, ya lo sabes. ¿Queréis que os eche un cable? —dijo Sara.
Sofía y Dave intercambiaron una mirada y ambos asintieron a la vez. Aunque Sofía tenía algo parecido a un plan, todavía no había matizado los detalles y no les vendría mal un poco de ayuda, sobre todo de una bruja como Sara.
***
Un aullido resonó por el bosque. Sofía tensó los músculos y paseó su mirada a través del paisaje invernal, pero lo único que vio a su alrededor era un laberinto de troncos rojizos sobre un fondo blanco que no tenía fin. Aunque intentó enfocarse en los sonidos por si oía algo más, a sus oídos sólo llegó aquel silencio algodonoso que le hacía sentir como si los tuviese taponados. Hasta los olores estaban tan apagados que se preguntó si así era cómo los humanos percibían el mundo.
—Es la señal. ¿Estás preparada? —preguntó Sofía sin dejar de otear las profundidades del bosque. El vello de su nuca estaba completamente erizado y sólo su autocontrol impidió que corriese a buscarle.
—¡Confía en mí! ¡Le voy a hacer dar tantas vueltas que va a creer que ha cambiado de país! —Sara le dio un fuerte codazo en el hombro y guiñó un ojo.
—Ten cuidado, Sara. Rodrigo es un idiota peligroso que dispara sin mirar, y tú no eres un cinántropo.
—¡Relájate, colega! Mi hermana me ha enseñado algún que otro truquito. Para dispararme, primero tiene que verme, y puedo convencer a los árboles de que me echen una rama —señaló con más confianza de la que Sofía creía que era prudente.
A no mucha distancia la nieve crujió con la rítmica cadencia de pasos que se aproximaban. Sofía se tensó todavía más y paseó su mirada a través del laberinto de troncos y rocas. Algo se movió entre los árboles, una figura pálida que se camuflaba con el fondo blanco, pero los ojos de los lobos como ella estaban hechos para enfocarse en las cosas que se movían. Dave, que llevaba su rostro oculto por un gorro y una bufanda, iba hacia ellas tan rápido como sus pies podían llevarle.
Sofía le había visto correr en forma de perro, pero incluso en su apariencia humana sus pies se movían con ligereza a través de la nieve. Se notaba que estaba acostumbrado a desplazarse entre los árboles como el animal salvaje que era. Sofía se mordió el labio y se preguntó cuánto tiempo llevaría su amigo cambiando cada luna llena. Cuánto tiempo llevaría adentrándose en el bosque para poder dejarse llevar.
Cuando llegó junto a las dos chicas, Dave se bajó la bufanda, se apoyó sobre sus rodillas y empezó a jadear con la misma rápida cadencia de los perros. El frío hizo que su aliento se convirtiese en bocanadas de vaho blanquecino que escapaban de sus labios.
—¿Le has encontrado? —preguntó Sofía, que mantuvo los oídos atentos por si escuchaba más pasos aproximándose.
—Sí... Le encontré... cerca de unas trampas... como dijiste... —dijo el chico entre jadeos.
—¿Te ha visto?
Dave sacudió la cabeza y se incorporó de nuevo. Su respiración seguía agitada pero se fue tranquilizando a medida que recuperaba las fuerzas.
—Aullé cuando me encontraba... a suficiente distancia. Hace rato que... le he dejado atrás... pero dejé mis huellas en... lugar visible. Creo que... las seguirá. —Miró hacia atrás con cierto nerviosismo y se relamió los labios.
—¡Genial! ¡Ahora me toca a mí! —Sara se arremangó y una enorme sonrisa se dibujó en su cara.
—Dios, ten mucho cuidado... No quiero que... os haga daño a ninguna de las dos... por mi culpa —dijo Dave con la voz aguda a causa del gemido que se coló en ella.
—Tranquilo, tío. En la nieve soy más rápida que ese zoquete.
Sara cerró los ojos y respiró hondo por la nariz. En su rostro tenía una expresión de concentración que se vio acentuada por la manera en la que sus manos se acercaban y se alejaban de su pecho al ritmo de su respiración. Una extraña brisa que parecía nacer de la tierra misma se levantó y empezó a dar vueltas a su alrededor, capturando a su paso partículas de hielo y nieve que la envolvieron como una cortina de purpurina. Con cada nueva inspiración, el torbellino se movía más y más rápido, llegando al punto que empezaba a costar ver a Sara dentro de aquella diminuta ventisca.
Todo el cuerpo de la chica empezó a irradiar una luz que emergía de dentro. Era tan intensa que los dos adolescentes recularon un par de pasos y se vieron obligados a apartar la mirada. Por el rabillo del ojo, Sofía vio que la forma humana de Sara se deformaba y crecía para convertirse en una silueta de enormes patas con afiladas garras, cabeza ancha de hocico poderoso y cuerpo corpulento y musculoso. La luz colapsó sobre sí misma y regresó al interior de la bruja para mostrar a una enorme osa de pelaje pardo.
La osa se dejó caer sobre las cuatro patas y miró a sus dos amigos con unos grandes ojos marrones. En su rostro había una expresión divertida que era bastante más humana de lo que debería ser, cosa que era comprensible teniendo en cuenta que Dave la estaba mirando con los ojos como platos y la boca muy abierta en una muda exclamación de sorpresa. Sofía no pudo evitar sonreír un poco porque ella reaccionó igual la primera vez que vio a Sara usar aquel conjuro. Le habían dicho lo que podía esperar, pero verlo era otra cuestión.
—Wow... —Dave hizo un ademán de ir hacia Sara pero Sofía le agarró del brazo para detenerle.
—Tenemos que movernos. Sara necesita tiempo para dejar un rastro de huellas que aleje a Rodrigo de tu territorio, y él no debe encontrarnos aquí —le dijo, con la mirada fija en sus ojos en una expresión de urgencia.
—Sí, tienes razón.
Dave, mucho más serio, miró a Sara de nuevo y asintió con un gesto seco. La osa le devolvió el gesto y empezó a correr a través del bosque nevado, dejando tras de sí un rastro de profundas huellas de úrsido. Aquel había sido el plan. Sí, las pisadas que había en el suelo no eran de cánido, pero Rodrigo estaba buscando un hombre lobo. Lo más probable era que no supiese diferenciarlas, sobre todo porque él nunca había visto uno y no sabía cómo eran. Sofía se mordió el labio y dejó que su mirada se pasease por el cuerpo humano de su amigo. Esa era la ventaja que tenían.
Cuando Sara ya estaba lo bastante lejos como para que no pudiesen seguir oyendo el sonido de sus pisadas, Dave levantó la cabeza y volvió a aullar. A Sofía se le erizó el vello y un gemido ascendió a su garganta, pero lo reprimió. No era un saludo amistoso como cuando le escuchó la primera vez, era un grito agudo, intenso y desesperado. La preocupación por su amiga se había filtrado en su voz.
A medida que el eco de su llamada se perdía entre las ramas de los árboles, aquel silencio algodonoso regresó de nuevo al bosque. Lo único que rompió la quietud invernal fue el crujido rítmico de la nieve siendo aplastada al paso de algo que se movía a través de ella. Los dos adolescentes, con el vello de la nuca erizado, tensaron los músculos y miraron hacia las profundidades. Rodrigo había mordido el anzuelo y estaba siguiendo el rastro de huellas que Dave había dejado, tal y como habían planeado. Sin embargo, no pensaron que sería capaz de cruzar el bosque tan rápido. No cabía duda de que era obstinado.
—¡Vamos! ¡Tenemos que irnos! —Sofía cogió a Dave de la mano y tiró de él hacia unas grandes rocas.
Con Dave a la zaga, Sofía se agachó y se escurrió por una estrecha separación que había entre las dos rocas. Al otro lado de un corto trecho que era como un sinuoso pasillo oscuro, salieron a una zona de densos arbustos y ramas bajas que les permitiría ocultar mejor sus huellas. Aunque no había demasiado riesgo de que Rodrigo les siguiese, ya que debería ir detrás de las huellas de Sara, se preocuparon de sacudir la vegetación para hacer caer la nieve sobre el rastro que iban dejando atrás. Era una medida de seguridad más pero era mejor prevenir que lamentar. Aun así, Sofía mantuvo sus oídos atentos por si escuchaba cualquier ruido que le alertase de la presencia del cazador, pero con el sonido de sus propias pisadas le estaba costando saber si les estaban siguiendo.
Cuando se encontraban a una buena distancia, buscaron una zona más abierta y rompieron a correr. Aunque la vegetación allí no era tan densa y las ramas de los árboles no estaban tan bajas, avanzar a través de la nieve donde se les hundían los pies requería hacer un esfuerzo enorme, y no tardaron en empezar a jadear. Corrieron sin intercambiar una palabra, con los oídos todavía pendientes de su entorno por si escuchaban algo que no fuese el suelo crujiendo bajo sus botas, pero a su alrededor sólo se oía el silencio del bosque invernal.
Dave soltó un gemido de dolor que sonó agudo como un gañido y trastabilló hasta detenerse. Con una mano temblorosa sobre su pecho, se encogió sobre sí mismo y apretó la mandíbula en una mueca que dejó claro que aquello no estaba siendo agradable.
—Dave.
Sofía corrió hacia él y le agarró del brazo para ayudarle a mantenerse en pie. Fue entonces cuando sintió sus músculos palpitar como si estuviesen siendo sacudidos por corrientes eléctricas. Al fijarse mejor, Sofía apreció los sutiles cambios que estaban ocurriendo en su cuerpo. Los colmillos, que llevaban todo el día más grandes de lo normal, eran indistinguibles de los de un perro, y la pelusa rubia de su barba se estaba volviendo más blanca y tupida.
—Estoy bien —dijo a la vez que empezaba a respirar en largas y profundas bocanadas de aire—. Es... es normal cuando hago ejercicio muy intenso o cuando siento emociones muy fuertes. Es... el cambio, lo estoy conteniendo y es doloroso. Te... te lo explicaré todo pero... creo que deberíamos movernos. La luna...
—¡Ey! —Dave había empezado a caminar de nuevo, pero Sofía le agarró del brazo para detenerle—. Tranquilo, no le va a pasar nada. Sara es más capaz de lo que parece.
—No lo dudo, pero no puedo evitar preocuparme. —Dave soltó un quedo suspiro y miró hacia las profundidades del bosque—. Es un poder extraordinario, un talento natural que no todos los magos pueden hacer, pero ella no tiene ninguna de nuestras habilidades. No puede curarse como nosotros y sus sentidos no son como los nuestros. Puede parecer un oso pero sólo es un disfraz muy elaborado, como nuestra apariencia humana. Si ese psicópata le dispara, Sara va a necesitar ayuda, ayuda de verdad, y dentro de no mucho tiempo yo no voy a poder ser muy útil. —Un agudo gemido se coló en su voz.
—En serio, ¿también sabes de magia?
—Alguna cosa. Por eso recelé de tomar la queimada de Mónica. Somos muy sensibles a la magia, y las pociones podrían hacernos cambiar salvo que contengan un supresor. La idea de asumir mi forma real delante de todo el pueblo no me entusiasmaba demasiado.
Dave torció los labios en una tímida sonrisa y empezó a caminar de nuevo a través de aquel paisaje nevado. Sofía le siguió y se acomodó a su paso. Tras de sí fueron dejando un rastro de huellas que no se molestaron en seguir ocultando. No sabía dónde estaban, ya que el bosque le parecía igual mirase a donde mirase, pero su amigo se movía con la soltura de alguien que conocía muy bien la zona. 'En unos pocos meses se ha adaptado a este lugar como si fuese su ecosistema natural. Nunca he visto un cinántropo tan asalvajado como él'. Sofía, que no había dejado de mirarle, se mordió el labio y sintió que un rubor ascendía a sus mejillas. No lo iba a negar, encontraba atractiva aquella faceta de lobo salvaje.
—Mi... mi padre es un mago. Mi hermano fue el que heredó su don, pero yo siempre tuve curiosidad por la magia y me enseñó bastantes cosas.
Un profundo suspiro escapó de sus labios y borró la sonrisa de su rostro. Aunque desvió la mirada, a Sofía le dio tiempo a ver la sombra de tristeza que había caído sobre ella. Era la misma expresión que vio cuando se encontró con él junto al riachuelo y pensó en lo solo que parecía aquel cinántropo.
—¿Por eso te tuviste que ir de casa?
Dave asintió.
—Mi padre tiene algo que otros buscan, un... un grimorio que perteneció a mi abuelo. —Un gruñido contenido retumbó en su garganta—. Un cachorro asalvajado que no sabe estarse quieto era un objetivo más fácil que el hijo del último gran mago, así que me intentaron usar para chantajearle. Mi padre urdió un plan para hacerme pasar por muerto y así ponerme a salvo, y también les demostró que estaba dispuesto a dejar morir a su propio hijo antes que darles el libro. De esa manera nos protegía tanto a mí como a mis hermanos.
—Si tu padre te hizo pasar por muerto, ¿te llamas realmente David? —Al notar el temblor de su voz, Sofía se mordió el labio y agachó un poco la mirada. Dave se relamió los labios y sacudió la cabeza.
—No, no me llamo David. Me llamo... —Soltó un largo suspiro—. Me llamo Álex. Álex Richter.
—¿Cómo prefieres que te llame? —Sofía enredó sus dedos con los del chico y se apoyó sobre su brazo para brindarle un poco de ánimo.
—Me conociste como David, y esa es mi identidad ahora. Además, el nombre no es tan importante para nosotros, ya lo sabes. —Dave torció los labios en una sonrisa débil y le dio un suave apretón. Entonces soltó un quedo suspiro y empezó a caminar en dirección al pueblo—. Será mejor que te acompañe al camino. La luna no va a tardar mucho en salir y...
Sofía cerró sus dedos con más firmeza alrededor de su mano y le detuvo. Intrigado, el chico se giró hacia ella e inclinó la cabeza a un lado. Aquella mirada inquisitiva de ojos tan azules que le recordaban al cielo en un día claro avivó el nudo de nervios de su estómago. Muy consciente del rubor que ardía en sus mejillas, Sofía se relamió los labios y se dedicó a observar el paisaje a su derecha a la vez que olfateaba el aire. Con los olores del bosque tan apagados, el de su amigo le pareció mucho más intenso, así que en vez de calmarse se puso todavía más nerviosa. 'No seas tonta, sólo le vas a hacer una pregunta, no le vas a confesar lo que sientes' se dijo mientras luchaba por reprimir el gemido que ascendió a su garganta.
—Te quería preguntar algo. A lo mejor no quieres, y entenderé que no quieras pero... me gustaría pasar la noche contigo —dijo, y aunque su voz era como débil y tímido hilo, se dio cuenta de lo mucho que le temblaba.
—¿En serio? —jadeó Dave, con los ojos muy abiertos. Sofía se mordió el labio y asintió.
—Siempre salgo en luna llena por si cambio, y he pensado que podríamos hacernos compañía. Además... —Una tímida sonrisa que encajaba con el rubor de sus mejillas se abrió paso por sus labios. No era capaz de apartar la mirada de aquellos ojos azules que la observaban fascinados—. Desde que te he conocido me he dado cuenta de que sé muy poco sobre nosotros, y tengo curiosidad por saber cómo es ser un cinántropo.
—Yo... no sé qué decir. Siempre he estado solo durante la luna llena, así que sería la primera vez que la paso con alguien. Me... me encantaría pasarla contigo pero, ¿estás segura? Va a hacer frío y, cuando cambie, me temo que no voy a poder darte mucha conversación. —Dave se rascó la nuca y una sonrisa nerviosa se abrió paso por sus labios y dejó sus colmillos a la vista.
—Creo que no tendremos problemas en comunicarnos. —Sofía se apoyó sobre su brazo y la sonrisa del chico se volvió más amplia.
—Seguramente. —Dave soltó una risa fresca y cristalina que vibraba con un ligero temblor nervioso—. Ven. Vayamos a mi refugio. Es un buen sitio para... bueno, creo que será un buen sitio.
***
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