Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 69 | Querer a traición

Mireia

A menudo, nos damos cuenta tarde de que hemos tomado un mal camino, de que hemos hecho daño a las personas que queremos, de que hemos cometido un error garrafal al confiar en los demás... Sin embargo y como bien dijo Séneca, hay cosas que para saberlas no basta con haberlas aprendido.

Nil y yo volvimos a encontrarnos cuando saqué la comida a la mesa de fuera. Estaba terminando de fumarse otro cigarro y por la cara de malas pulgas que tenía preferí no decir nada. Apagó el cigarrillo en el cenicero y se sentó en silencio a comer.

Fue muy incómodo compartir espacio con él de esa forma. Así que agradecí cuando, después de la comida, zanjó el tema:

—No quiero volver a tener más esa conversación. Sólo espero que tengas algo de compasión. Y ahora, si no es demasiado para ti, deberías aprender a disparar.

—Vale. ¿Dónde? ¿Aquí mismo?

Asintió y sacó de la cabaña una pistola con lo que parecía un silenciador delante del cañón. Cerró la puerta y me guio por la parte de atrás de la casa en dirección a la montaña. Estábamos entre árboles, no demasiado lejos de la cabaña.

—No hará ruido, ¿vale? Cógela y separa un poco los pies.

Hice lo que me dijo y levanté el arma como para disparar. Me explicó dónde había que quitarle el seguro. Luego, me animó a apuntar hacia los troncos que había delante nuestro con la esperanza de que acertara en alguno. Cerré los ojos cuando apreté el gatillo y una bala se camufló entre el viento con un sonido amortiguado.

No le di, pero una electricidad asfixiante me invadió.

—Tensa los brazos y apunta a tu objetivo.

—No sé cómo hacerlo —le confesé, abrumada por la sensación de haber disparado.

—Espera.

Se colocó a mi espalda y puso sus manos sobre las mías. Su cuerpo estaba tan próximo al mío que me puse en alerta de inmediato.

—Tendremos que compartir espacio en más de una ocasión —me dijo a modo de consuelo. Evité moverme, de hecho, creo que me tensé demasiado para no hacerlo porque mi siguiente disparo pasó rozando la corteza del árbol—. Casi. Mira por aquí —articuló mientras me movía un poco la cabeza para que viera lo que él—. Esa es la trayectoria que seguirá tu bala.

Volví a disparar, pero ocurrió lo mismo. Tras tres o cuatro explicaciones más y un par de disparos a la nada, conseguí acertar casi en el blanco ya cuando atardecía.

—¡Sí! —grité emocionada.

—Perfecto. Podrás mejorar tu tiro más adelante, no quisiera quedarme sin balas —se excusó, pero lo noté un tanto nervioso—. ¿Volvemos?

Asentí.

—Mañana quería que fuéramos de excursión para distraernos. No viene nadie por esta zona, así que es un buen plan para no estar todo el día encerrados. ¿Te parece bien?

—¿Tu idea de excursión tiene que ver con un río?

—Prometo que no haré nada en contra de tu voluntad, ¿sí?

—Vale —acepté a regañadientes. La verdad es que no me apetecía nada volver a pasar un día con él entre cuatro paredes.

Hicimos una barbacoa para cenar y preparamos los bocadillos del día siguiente. Nos lo pasamos bien haciendo algo juntos sin pelear ni estar en tensión. Fue relajante, pero cuando llegó la hora de dormir y ya no había nada para distraerme no paré de pensar en lo que había dicho.

Sobre todo, después de que se ofreciera a dormir en uno de los catres para dejarme mi espacio.

—Aunque, claro, seguramente mañana no me pueda ni levantar. Esos colchones están hechos polvo...

Cuando lo miré estaba poniendo cara de lástima y yo, como no quería sentirme culpable porque al día siguiente tuviera dolor de espalda, le dije que no pasaba nada si dormía al otro lado. «Total, no sería la primera vez...», agregué para mí con la esperanza de quitarle hierro al asunto.

Nil sacó una sonrisa al oír mi respuesta.

—Tranquila, no se lo diré a Ciro.

—Deja de bromear con eso. No tiene gracia —le espeté de mala gana, cuestionándome seriamente por qué se lo había permitido.

Nil no había cambiado. En absoluto.

—¿Qué consigues con esto? —le pregunté sin ocultar mi malestar—. ¿Acaso no ves la situación a la que hemos llegado? Ciro y tú hacéis como que todo va bien, pero todo se ha ido al garete. ¿Soy la única que se da cuenta?

Me observó aparentemente patidifuso, como si no lo supiera. Pero Nil no era tonto y Ciro tampoco. Todavía no sabía a dónde querían llegar con esa especie de tregua. Lo único que estaban consiguiendo es que se me fuera la chola.

Dejé a Nil plantado en el sitio y me metí en el dormitorio con la intención de esconderme bajo la colcha. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzar siquiera la cama, Nil me retuvo cogiéndome con suavidad del brazo.

—Perdona por decir eso. Tienes razón, no tiene ninguna gracia.

Compartimos una mirada sosegada y asentí, agradeciéndoselo por admitirlo. Después me tumbé y me arropé un poco con la sensación de que Nil estaba adulándome. Él nunca se callaba nada, y a la vista estaba cuando me había dicho sin tapujos que no quería que me casara con Ciro.

«Esto es para flipar», murmuré para mí. Estaba enfurecida, confusa e impaciente. Me iba a costar dormir esa noche después de todo lo que había ocurrido. Todavía notaba mi cuerpo resentido por la caída. Para colmo no podía olvidar las conversaciones tan agitadas que habíamos tenido.

Todo era un cúmulo en mi cabeza. «No voy a dejar que hagas eso». «Ni siquiera quería que te casaras con Ciro». Pero todavía había una frase más inquietante: «Yo no soy Ciro».

En algún momento de la noche conseguí dormirme. Me desvelé en la madrugada, incómoda porque me dolía todo. Debería haberme tomado otro analgésico antes de acostarme. A pesar de que me iba a destemplar, hice amago de levantarme y solté un quejido involuntario. Me sentía como si me hubiera pasado un camión por encima.

Hice mi máximo esfuerzo en ponerme en pie, pero los moretones habían tomado fuerza durante la noche y todo me dolía horrores. A tientas, encendí la luz de la mesita de noche. Busqué las zapatillas que había traído y anduve hasta el baño abrazándome a mí misma. Trasteé en el armario hasta dar con una caja de ibuprofeno. Regresé a la cama, donde un somnoliento Nil me preguntó qué pasaba.

—Nada —proferí sin ganas.

—¿Cómo estás?

—Me duele todo —admití.

Nil se puso bocarriba y resolló.

—Ya somos dos.

Me tumbé en mi lado de la cama, notando la calidez de las cobijas.

—No sé cómo le voy a ocultar esto a Ciro—pensé en voz alta.

—Ya se nos ocurrirá algo.

Apagué la luz. Cerré los ojos e intenté volver a dormirme. No sé cuánto tiempo pasó, supongo que no mucho, hasta que Nil me llamó en la oscuridad.

—Mireia. —Respondí con un gruñido un tanto pesaroso—. No quería hacerte daño.

—No es culpa tuya.

—No hablo del accidente.

Abrí los ojos, impactada. Volteé la cabeza para mirarlo unos segundos.

—Nunca quise hacerte daño. ¿Podrás perdonarme? —No pude responder a esa pregunta, no me esperaba que se disculpara. Desvié la mirada con la esperanza de que no me viera el rostro en la penumbra, pero antes de que me abordaran los recuerdos, Nil continuó—: No sabía qué hacer con lo que estaba sintiendo. Estoy enamorado de ti, demasiado. Es como si vivieras pegada a mi piel cada segundo, aunque ni siquiera estés cerca. No puedo deshacerme de lo que siento ni intentar cambiarlo. Y me abruma saber que nunca podré llegar a ti de la misma forma en que Ciro lo hace. Estoy intentando mediar contigo, hacer como si no sintiese nada, pero cada día me cuesta más.

»Apareciste en uno de los peores momentos. Hacía apenas tres meses que había muerto mi padre y el único orden que conocía era el de encontrar cualquier cosa que me hiciera sentir que estaba vengando su muerte como él merecía. Sé que Ciro está en tu vida y que nunca ha estado bien que yo me interpusiera... Pero no puedo mantenerme al margen.

Tragué saliva e intenté no moverme, supongo que para evitar que reparara en que estaba allí. Aunque no sirvió de nada porque al ver que no respondía se aproximó a mi lado de la cama hasta quedar a unos pocos centímetros. Se puso de lado con un quejido y murmuró:

—No duele tanto si estás cerca.

Me giré un poco para mirarlo a los ojos, sin saber muy bien qué estaba sintiendo.

—Pero duele que estés cerca y no pueda ni abrazarte. Di algo, lo que sea.

No pude mediar palabra porque todo estaba dentro. Mi interior se agitaba y mis pensamientos eran un remolino de emociones.

—Di —insistió acercando su mano a mí.

—No puedo.

—Sólo di qué piensas.

—Que siempre terminas poniéndome entre la espada y la pared... Tendría que haber ido con Ciro. Sabía que esto iba a pasar. —Resoplé—. Le dijimos que no volvería a pasar. No lo hagas más difícil. No pienses en...

—¿Que no piense en qué? ¿En ti? ¿Crees que no lo he intentado ya? No puedo pasar ni un solo minuto sin pensar en ti. Ahora mismo toda mi vida gira a tu alrededor —pronunció con hastío—. Desde la primera vez que estuvimos aquí no he parado de darle vueltas a todo. Ibas a formalizar tu relación y yo... todavía no sabía qué pensar de lo que me pasaba contigo. Pero ahora lo sé.

«Estoy enamorado de ti, demasiado». Sus palabras rebotaban en mi mente, nublándome el juicio.

—Déjame quererte.

Fue casi una súplica. Sus nudillos me acariciaron el pómulo.

—Nada va a cambiar, Nil.

—Para nosotros sí. ¿Te acuerdas de cuando dormimos abrazados? No puedo sacármelo de la cabeza. Concédeme eso.

Durante unos segundos dudé. En el fondo sabía que Nil no se conformaría con eso y creo que él también era consciente de lo que me pedía en silencio.

Alargué una mano hasta su hombro y me pegué a él. Nil me envolvió entre sus brazos en un abrazo reconfortante. Sus manos permanecieron en mi espalda, una arriba en los omóplatos y otra más abajo en la cintura. Era una sensación agradable, tenerlo cerca y no sentir pánico.

Bajé mi mano por su clavícula hasta detenerla en su corazón. Bombeaba enérgico y vibrante.

Sabía que no era mentira eso de que estaba enamorado, no obstante, corroborarlo era como pasar a otro nivel y me entró un miedo punzante de pronto, acelerándome los latidos.

Dejé caer la cabeza en su pecho y aspiré su aroma. Todo en él me resultaba familiar, un lugar donde refugiarse. Me pregunté si estaba pensando con el corazón. Porque todo lo que tenía que ver con Nil estaba falto de raciocinio.

—Gracias —musitó y me dio un beso en la cabeza.

«Déjame quererte». Descendí mi palma hasta las costillas y titubeé una caricia. Cerré mi puño entorno a la tela de su camiseta, arrugándola. Cerré los ojos, dándome cuenta de que el dolor era casi imperceptible. Las emociones que sentía a su lado habían nublado los moretones y los rasguños. En menos de lo que pensé, me quedé profundamente dormida.

A la mañana siguiente, me desperté yo primera. No quise moverme del sitio, aunque la noche anterior me costó asumirlo. Nil estaba desbaratando mi sensatez.

Al cabo de unos minutos de silencio y tranquilidad, el brazo de Nil que había estado reposando sobre la parte alta de mi espalda se movió y empezó a acariciarme el pelo. Dejé que lo hiciera un poco, recreándome en la sensación que me producía y en la forma en que se movían los músculos de su antebrazo.

Giré la cabeza hacia su rostro y nuestros ojos se encontraron en la luz de la mañana diciéndose muchas cosas sin necesidad de palabras. Quería a Ciro y lo que sentía con él, pero también quería a Nil y lo que sentía con él. Quería dos cosas que no eran combinables.

Su pelo castaño estaba un poco alborotado y sus ojos hinchados de dormir.

—¿Puedes soltarme ya? —susurré con la voz seca.

—Quédate un poco más.

—Ay, Nil... —Suspiré, pero volví a recostarme en su pecho.

Prefería que él también se contuviera un poco. Me sentía mal por estar traicionando la confianza de Ciro. Él no se merecía eso. Como si me leyera la mente dijo:

—No pienses en Ciro.

—Él confía en nosotros y hacemos todo lo contrario. Si fueras tú el que está con él, me entenderías.

Me separé de Nil y me levanté de la cama con la cabeza llena de pensamientos negativos. Me di una ducha antes de desayunar. Toda yo olía a Nil. Me enjaboné con cuidado, pues tenía dos grandes hematomas en la cadera y el hombro, algunos de poca importancia en la pierna y el brazo y los cortes de la mano me escocían con el jabón.

Salí con la toalla enrollada alrededor porque no había previsto ducharme y no me había llevado ropa. Cuando entré a la habitación, Nil seguía allí, tumbado en el mismo sitio en el que lo había dejado. Me miró de arriba abajo.

—Eso tiene mala pinta —dijo deteniéndose en el hombro. La contusión estaba adquiriendo un color violáceo.

—Ya... ¿Podemos ir a una farmacia y comprar algo para que se rebaje? Tengo otro en la cadera que tiene la misma mala pinta.

Nil se arrastró hasta el borde de la cama, cerca de donde me encontraba cogiendo la ropa. Me inspeccionó la pierna y el brazo.

—Voy un momento a mi casa, mi madre tendrá alguna pomada. Iré corriendo, tardaré poco.

Asentí. Me pasó una pistola.

—Ya sabes.

La dejé sobre la mesita y me vestí una vez escuché la puerta cerrarse. Preparé unos cafés y tostadas en la sartén. Nil apareció al cabo de veinte minutos con algunas cremas analgésicas para favorecer la circulación.

Se sentó a desayunar a mi lado en el sofá y decidimos suspender la excursión. Los dos estábamos para el arrastre y el pobre Nil se había pegado una carrera en ayunas con el cuerpo todavía amoreteado y magullado. Así que nos pasamos el día en el sofá viendo un par de miniseries de Netflix y comiendo comida en lata.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro