Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 57 | Osadía

Mireia

Hay que tener valor para hacer ciertas cosas. El mío salió de lo más profundo de mi ser, de la parte más oscura y abandonada. La mafia representaba todo aquello que había odiado durante años, desde que mi padre nos abandonó y mi madre cayó en la drogadicción.

Quizás Nil tenía razón. Quizás me había vuelto loca.

Las dos noches siguientes que estuve en la cabaña fueron muy malas. Había vuelto a tener pesadillas de mi padre y también de las veces en que había visto a mi madre colocada, aunque como Nil dormía como un tronco ni siquiera se había enterado. Me levantaba envuelta en sudor a pesar de las bajas temperaturas de la montaña.

Nil había estado quedándose en el sofá para dejarme a mí la cama, cosa que agradecía, pero ni siquiera me lo había mencionado ni lo habíamos hablado. De hecho, no habíamos vuelto a hablar desde que discutimos. Sólo nos dirigíamos la palabra cuando necesitábamos organizarnos en la diminuta cocina y no fueron más que un par de veces. Él seguía molesto conmigo por la decisión que había tomado, no obstante, yo no iba a dar mi brazo a torcer.

Sabía que entendía por qué lo hacía y yo sabía por qué se negaba. Si terminaba por aceptar algo así después de todo lo que había pasado desde que nos conocimos, creo que jamás se lo perdonaría.

Habían sido tres días cargados de silencio y malos sueños. No veía el momento de que Ciro llamara para decirme que volviera. No soportaba tener que huir, menos a esa cabaña, menos con Nil. Sentía que todo estaba temblando a mi alrededor. Cada vez que nos cruzábamos por aquel habitáculo parecía que la atmósfera emitía chispas ardientes que quemaban la piel. Sus miradas penetraban mi alma, pero no conseguían que retrocediese.

Si intentaba que cambiara de opinión, no lo lograría. Podría soportar aquello. Lo soportaría mucho mejor que su otro lado más cercano. Así que, por esa parte, deseé que siguiese enfadado conmigo todo el tiempo que necesitase Ciro para arreglar las cosas otra vez.

Pero me equivoqué.

Esa mañana me desperté de nuevo muy sobresaltada. La diferencia es que al abrir los ojos lo primero que vi fue el rostro de Nil. Sus ojos castaños me escrutaban con preocupación. Apartó las manos, que instantes antes me habían sacudido, y se quedó arrodillado en el suelo junto a mí.

—Estabas gritando en sueños. ¿Estás bien?

Asentí todavía alterada y con la piel pegajosa por el sudor. Me senté en la cama mientras él se incorporaba y tomaba asiento en el borde del colchón.

—Puedes contar conmigo. ¿Es por lo que sucedió en la boda?

Lo miré a los ojos y negué.

—¿Villa Alfaro? —probó entonces.

Negué de nuevo y antes de que siguiera haciendo preguntas, se lo confesé:

—No es nada de eso. He soñado con mi padre, cuando me abandonó. A veces creo que jamás lo voy a superar...

—Eh, tranquila —susurró moviéndose hacia mí—. Yo también tengo pesadillas del asesinato de mi padre. Hay cosas que no se superan tan fácilmente.

—Ya, pero han pasado años y todavía siento que me falta el aire.

Me callé al mencionarlo. No quería que enlazara el abandono con mi pánico al agua. Sabía que eso haría que se sintiese culpable, porque que todo ello volviese había sido por su madre. Me tapé la cara con las manos y respiré hondo en un intento de reprimir el llanto que me presionaba la garganta. Tenía que ser fuerte si quería hacer las cosas tal y como había decidido. Además, llorar no serviría de nada.

Nil hizo amago de abrazarme, pero le dije que ya estaba mejor. Nos quedamos en silencio unos instantes y dudé si sería buena idea hacer la pregunta que rondaba mi mente, pero sentí que esa vez estábamos más cerca que nunca y que se abriría a mí.

—¿Viste el asesinato de tu padre? —pronuncié, tenue.

—Sí —afirmó tragando saliva—. No hacía demasiado que había empezado a trabajar con ellos.

Se quedó en suspensión unos segundos antes de continuar, como reviviéndolo todo de nuevo.

—Estábamos descargando fardos en uno de los almacenes del polígono industrial cuando nos asaltaron. Era el primer encontronazo que tenía con los miembros de La Careta. Venían con máscaras de calaveras catrinas y armados con subfusiles. Recuerdo que mi padre nos gritó que nos pusiésemos a cubierto y contraatacáramos, pero en el tiroteo recibió un disparo en el pecho. Apenas pude despedirme de él. Su último aliento no le dio ni para unas palabras.

»Pretendían destruirnos esa noche de una vez por todas. En la mafia, los escándalos atraen a la policía y nosotros teníamos el camión cargado de droga. De hecho, los disparos alertaron a una fábrica cercana y tuvimos que limpiarlo todo. Creo que eso es lo peor, que cuando algo pasa primero tienes que mantenerte en pie y luego ya habrá tiempo de lamentar lo ocurrido.

—Lo siento mucho, Nil... Ver la muerte de alguien cercano debe de ser horrible.

—Lo es —susurró antes de que terminara de hablar.

—Y más de esa forma, pues ni siquiera os imaginabais que os iban a atacar —proseguí—. ¿De dónde viene tanto odio?

Nil se quedó callado ante mi pregunta, así que me apresuré a aclarar:

—Si es que puedo saberlo.

—Mientras estuve secuestrado, mi padre intentó aniquilar a toda La Careta. Quería dar conmigo a toda costa y no le importaban las represalias —me relató con cautela. Quizás no quería informarme más de la cuenta—. Pensaba que si terminaba con ellos me encontraría, pero cuantos más recursos utilizaba menos le quedaban para el negocio y, si no fuera por Ciro, Els Brétols se hubiese hundido hace mucho.

Me acordé entonces del día en que le pregunté a Nil cómo conoció a Ciro. Cuando él volvió de su cautiverio, su padre y Ciro tenían una alianza.

—Tu padre lo dio todo por ti.

—Hasta su propia vida —afirmó contundente—. Lo mataron por toda su lucha. Las dos bandas siempre han sido enemigas, pero mi secuestro marcó el inicio de una guerra.

—¿Sabes por qué lo hicieron? ¿Qué ganaban secuestrándote?

—Supongo que debilitar a mi padre.

Asentí. Entonces había empezado a conocer un poco más de la historia de Nil y fui realmente consciente de todo lo que había vivido. No sólo fue el secuestro durante seis años, sino que habían asesinado a su padre frente a él y no había podido hacer nada por salvarlo. Puede que fuese un criminal de la droga, pero amaba a su hijo y eso en parte lo hacía tener un buen corazón.

Inevitablemente lo comparé con Ciro, pues él también era bueno a pesar de ser el capo.

—Tu padre te quería mucho. Luchó por ti, cosa que el mío no hizo.

—No merece que pienses siquiera en él, Mireia. Ese vacío que tú sientes en el pecho no es real. —Alcé la mirada, intrigada al oírlo—. Tú no lo has perdido, él te ha perdido a ti.

Sus ojos me mantuvieron la mirada.

—Puede que tengas razón.

Nil acarició la palma de mi mano, que reposaba sobre las sábanas en mi regazo. Trazó círculos con el dedo pulgar y consiguió que me relajara y dejase de pensar en mis pesadillas.

—Claro que la tengo.

—Gracias, Nil.

Sonrió devolviéndome el agradecimiento. Me encantaba estar así con él. En ratos como ese conseguía que olvidara todo lo que había hecho mal. Se convertía en mi mejor amigo y en un confidente especial, uno que me entendía. Eso era lo que Nil tenía en común con Ciro y quizás esa era una de las razones por las que sentía ese apego hacia él.

No me había dado cuenta, pero desde que me había acariciado la mano estaba más cerca. Bastó que se inclinara un poco hacia mí para quedar a unos centímetros de mi rostro. Mi corazón latía en su cavidad con energía mientras aproximaba lentamente sus labios a los míos. Parecía que intentaba pedirme permiso, sin llegar a hacerlo.

Nil me besó con cierta prudencia. No de forma delicada, sino imprimiendo en poco la pasión que lo abundaba. Sus labios se movían despacio presionando los míos. Pasó sus dientes por mi labio inferior, sin morderlo. Parecía que estaba conteniéndose. Él no solía ser así. Él siempre llegaba revolucionándolo todo, salvaje y sin escrúpulos.

Intenté respirar hondo poco a poco. Por alguna razón no quería que él supiese lo que me estaba haciendo sentir.

—Nil... —empecé a decir, sin haber podido recuperar el hálito del todo.

Se separó con la respiración agitada. No podía oírlo desde mi lugar, sin embargo, algo me decía que su pecho estaba cerca de estallar.

—Perdona —musitó justo antes de estrechar de nuevo el contacto.

Siguió besándome despacio y después el beso se transformó en uno más enérgico, aunque seguía latente el deseo recatado del principio. Lo correspondí y llevé mi mano a su mandíbula. Mis dedos rozaban su cabello.

Parecía que había pasado una eternidad desde que nos besamos en mi despedida. Me sentí otra vez fuera de sí, en un estado de levitación. Era como haber encontrado el quid de la cuestión, como si eso fuese todo lo que necesitaba para estar bien. Y fue esa primitiva necesidad la que me hizo darme cuenta de que estaba rebajándome adonde no quería llegar nunca más.

Nil quiso acercarme más a él colocando una mano en mi cintura, pero cuando su mano fría se coló bajo el pijama y alcanzó la piel de mi espalda lo empujé separándonos de golpe.

—Esto es demasiado.

Asintió, dándome la razón. Ninguno de los dos dijo nada mientras nos recomponíamos.

Me costó volver a la normalidad. Había vuelto a hacerlo. Había besado a Nil. El hormigueo que sentía por todo el cuerpo estaba colmado de culpa. Todo se había tornado mucho más complicado. Si seguía quedándome a solas con Nil durante días, era cuestión de tiempo que terminase por volverme loca.

¿Cómo ir en contra de lo que sientes?

Tenía claro que Ciro me complementaba, que lo amaba y nos correspondíamos. Tenía claro que lo nuestro era real y que no quería alejarme nunca del lugar en el que era feliz de verdad. Sin embargo, luego estaba Nil. Con él sentía algo que no sabía explicar con palabras todavía. Era un sentimiento similar, pero todo estaba borroso.

Y creo que parte de la culpa la tenía él. Se había ido colando en mi corazón poco a poco. No sólo lo había hecho como un amigo, también había otras cosas que no quería ni aceptar para mí misma. Sentir algo por otra persona cuando lo más seguro que tenía es que eso sólo lo sentía por Ciro... Eso iba a terminar conmigo tarde o temprano.

—¿Tienes hambre? He hecho tortitas. Vamos —me apremió levantándose como si no nos hubiésemos acabado de besar—, te prepararé un vaso de leche.

—Gracias.

Me dejó a solas con todos mis pensamientos. Mi vida se había vuelto más caótica de lo que en un principio era.

Mientras él calentaba la leche, entré al cuarto de baño y me lavé la cara. Tenía que hablar con Ciro sobre eso, tenía que hacerlo porque la culpa me corroería si lo seguía aplazando. No podía ignorar lo que pasaba entre Nil y yo. Y mucho menos podía seguir engañándole de esa forma.

Poco antes de la boda, le había confesado a Nil que tenía razón y que quizás él también me gustaba. Habíamos acordado no contárselo nunca a Ciro a menos que los dos estuviésemos de acuerdo en lo contrario. La pregunta entonces era: ¿Nil estaría de acuerdo?

Tragué saliva y fui a desayunar.

El resto de la mañana transcurrió bien. Mejor de lo que esperaba. Nil y yo habíamos vuelto a ser dos amigos que se divertían juntos. Cocinamos un arroz en la lumbre. Hacía años que no lo comía así. Nil se había acordado de los pasos a seguir casi a la perfección. Sólo había tenido que ayudarlo con los tiempos.

Ya entrada la tarde, sobre las cuatro, llamó Ciro. Todavía seguíamos hablando en el porche luego de haberlo recogido todo y preparado unas tazas de café. No se levantó para descolgar y pude oír lo que decía.

—Dime.

—Volved ya a Barcelona. Nos vemos en mi ático.

El tono de Ciro no revelaba nada. ¿Había ido bien?

Nil tardó en contestar.

—Vale. Estaremos allí a las cinco.

Sin decirse nada más, los dos colgaron la llamada. Pensé entonces que Ciro había estado reflexionando en lo que le dije, de ahí su tono serio. Sabía que lo había sacado de sus casillas, que era una locura. Pero era lo que necesitaba y sé que me entendía, aunque no quisiera aceptarlo.

Nil comprobó la hora en su móvil.

—Salimos en diez minutos. Recoge tus cosas.

Preparé el macuto que había traído Ciro con mi ropa y Nil guardó la comida perecedera en la mochila. Como habíamos llegado hasta allí sin vehículo, tocó regresar a Villa Alfaro andando. No nos llevó demasiado, pero el silencio lo hizo más pesado. Nil me pidió que me quedase fuera mientras él entraba a la mansión para abrir la puerta del garaje.

Contemplé el lugar recordando la primera vez que lo vi. La arquitectura de la casa era de estilo gótico, con la fachada de piedra e inclinados tejados de pizarra. El toque final se lo daba el jardín otoñal. En realidad, todo era muy bonito.

La puerta del garaje se abrió automáticamente y de su interior salió Nil conduciendo el Alfa Romeo. Supuse que lo dejó allí cuando recogió el Bentley de su padre para la boda.

Me subí de copiloto y pusimos rumbo a Barcelona.

—Mireia, te pido por favor que no insistas en entrar en la mafia —me dijo una vez dejamos atrás Villa Alfaro—. No creo que Ciro te lo permita, pero si lo hace sería un error. Y ya hemos cometido demasiados errores.

Resoplé contrariada.

—¿Cómo estás tan seguro? Si hubiera estado en la mafia y hubiese sabido la fuerte enemistad que os traéis con La Careta como para irrumpir armada en una celebración familiar, jamás hubiese llevado a mi madre o a mis amigas a la boda, poniéndolas en peligro de esa forma.

—Ya, claro —rechistó de mala gana.

—De hecho, hubiese celebrado mi boda de la forma más íntima posible sin exponernos. Han disparado a mi madre por mi culpa, Nil. ¿Crees que me hubiera arriesgado?

—Yo también he estado dándole vueltas a lo que ha sucedido. Pero bueno. Lo hecho, hecho está. No podemos cambiar el pasado.

—No hace falta que me lo jures —dije para zanjar el tema—. ¿Podemos pasar a ver a mi madre? Seguramente ya le habrán dado el alta.

—No, Ciro ha dicho que vayamos al ático. Luego podrás ir con él.

—¿Me lo dices en serio? —protesté. Parecía que quería ir en mi contra en todo.

Nil bufó antes de voltearse un segundo hacia mí. Sus manos se apretaron contra el volante.

—Mireia, aunque no lo parezca, Ciro es mi jefe y, si me dice que vaya al ático, tengo que ir al ático. ¿O es que no te acuerdas de lo que pasó la última vez? —articuló exasperado como si le hablara a una niña pequeña. Como yo no entendí a qué se refería, aclaró—: Te traje a mi casa en vez de llevarte al ático. Y ya sabes tan bien como yo el resto.

—Estás mezclando churras con merinas.

—Lo que tú digas... Es lo mismo, pero no lo entiendes.

—Intenta explicármelo.

Me crucé de brazos a la espera de que bajase esos humos. Cogió aire y lo soltó poco a poco, calmándose. Se incorporó a la autovía y se tomó su tiempo para darme una respuesta.

—Si siempre hago lo que me da la gana contigo, Ciro va a matarme un día de estos. No puedo desobedecerlo cada vez que me plazca. Si quieres ir a ver a tu madre, se lo dices a él.

—Yo no tengo que decirle a nadie nada. Si quiero ir, voy y punto.

—No voy a llevarte si no lo haces.

Sacó su móvil del bolsillo y me lo tendió de malas maneras.

—Adelante.

Con fastidio, marqué su número y esperé que cogiera el teléfono.

—¿Estáis de camino? —Fue lo primero que dijo.

—Ciro, soy yo. Sí —respondí—. Voy a ir a ver a mi madre, luego iremos al ático.

—No puedes —contestó tajante—, le he puesto seguridad y he prohibido las visitas. Cuando llegues hablaremos de ello.

—¿Por qué...? —tartamudeé inquieta—. ¿Por qué has hecho eso? ¿Está en peligro?

—No, tranquila. Cuando vengas lo hablamos.

No se despidió antes de colgar y me quedé como una tonta con la palabra en la boca.

—Te lo dije —mencionó un tanto altivo el amigo que tenía justo al lado.

Le devolví su móvil y no volvimos a hablar en todo el camino. Había algo que no me cuadraba de lo que había dicho Ciro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro