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CAPÍTULO XII


  «—Que Jungkook es un verdadero alfa…»

Se sintió mareado. Pero no esa clase de mareo en la que te duele la cabeza y sientes náuseas, no. Esa clase de mareo donde todo te da vueltas y sientes que el mundo se te viene encima, como una cubetada de agua fría. Sus ideas se acomodaron, todo cobró sentido. Absolutamente todo…

  —¿TaeHyung? ¿Te sientes bien? —Escuchó apenas a Nía decir, mientras se desploma en la silla con la expresión totalmente perdida.

  —¿Alfa? —preguntó incrédulo con el entrecejo fruncido. Nía asintió lentamente, como si con eso pudiera entenderlo mejor.

Hubo una pausa larga en donde TaeHyung miraba a la nada con la boca abierta, pero sin expresión, mientras Nía lo miraba a él, a la espera de su respuesta. Ella suspiró.

  —Sé que lo sabias. —Nía le dedica una mirada suave junto a una sonrisa condescendiente.

TaeHyung entonces levanta la cabeza para mirarla. Su ceño volvió a fruncirse, pero esta vez era porque no lo había ocultado tan bien como había creído.

  —Yo no —responde estoico, luego suspira—. Pero mi lobo sí.  

Espetó casi sin creerlo.

¿Emoción? ¿Miedo? ¿Incertidumbre? ¿Exactamente qué es lo que sentía? Su lobo chillaba por dentro, y su persona temblaba. La idea de que sus sospechas fueran ciertas, de alguna manera, le excitaban de muchas formas. «Un alfa»… pensó, con suspiros de fondo. Las yemas de sus dedos hormiguearon.

  —TaeHyung, tengo algo que confesarte. —Nía parecía dubitativa.

Le tomó algunos segundos volver a la realidad, ni siquiera sabia si Nía de verdad había hablado o estaba imaginándolo, colándose en sus pensamientos. Al escucharla llamarle la atención con más firmeza la miró.

  —¿Qué es?

  —Nunca le inyecté nada. —La mujer alfa se notaba avergonzada.

TaeHyung bufó, incrédulo.

  —¿Qué? —Sentía que casi podía reír.

  —Lo siento. Debí habértelo dicho desde el principio… desde que noté que JungKook no era beta el segundo que lo vi.

  —Me estás jodiendo. —Comenzaba a molestarse, ya no le causaba gracia. No entendía.

  —Escucha… Creí que el chico se iría pronto, que tal vez te desharías de él… pero en el aire ya podía percibir ciertas feromonas que expiden los alfas unos días antes de presentarse… Tú no lo notas porque es algo que sólo los alfas perciben; es por eso que muchas familias, cuando hay un alfa a la cabeza, pueden adivinar si sus hijos serán alfas antes de la presentación. Sé que NamJoon también lo notó, no por nada lo atacó apenas lo vió junto a ti, en su territorio.

Lo único que el cerebro del omega pudo procesar fue la traición. De saber que le ocultaron semejante cosa.

  —¿Por qué NamJoon no me dijo nada? ¿Por qué no me lo diría? —TaeHyung hizo esa última pregunta, más para sí mismo que para Nía.

  —TaeHyung… un alfa, un nuevo alfa… ¿cerca tuyo? ¿una posible competencia? —La alfa le pregunta con obviedad en su tono. TaeHyung frunció mas el ceño—.  ¿Tú de verdad crees que el ego de NamJoon le permitiría avisarte de algo así? Estaría perdiendo la pelea sin antes haber luchado.

Esa parte le asentó de inmediato, y pudo entenderlo. Las mejillas se le coloraron sólo de pensar en un par de alfas tan atractivos peleando por él.

  —Te voy a detener ahí, mocoso sucio —Nía le señaló, como si pudiera leer sus pensamientos. TaeHyung cobró la compostura y regresó en sí; avergonzado.

  —¿Y tú por qué me lo ocultaste? —habló después con más seriedad. Volviendo a lo importante—. ¿Por qué me engañaste?

Nía se sentó de nuevo, esquivando la mirada del príncipe.

  —Porque noté algo más que eso.

  —No estoy jugando, Nía, habla ya. —TaeHyung alzó la voz.

  —Quise decírtelo la mañana siguiente en que le inyecté el placebo, pero al irlo a ver… Él estaba en medio de su presentación. Sus feromonas eran más fuertes de lo que haya olido antes… ¿Sabes qué significa eso?

TaeHyung la miró con cautela. Tragando saliva. El negó.

  —Cuando un alfa despide ese tipo de aroma, y de tal intensidad… sólo podía significar que estaba alejando a los demás alfas, y estaba llamando a… su pareja. —TaeHyung se queda quieto—. Sé que no crees en los cuentos de hadas, pero esto no es un cuento, TaeHyung. Eres el segundo caso después del de tus padres donde conozco de una pareja destinada. JungKook estaba llamándote esa noche, y ni siquiera él lo sabía en ese momento. Pero su lobo sí. Y el tuyo también. ¿Recuerdas algo fuera de lo normal sobre esa noche?

Ahora que lo piensa… recordaba todo…

⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱

YoonGi volvió de Cravytian, cansado y aturdido, una migraña que no podía soportar. Ya era muy tarde por la noche y las luces de la cabaña seguían encendidas. Suspiró.

  —Mamá… —llamó con voz suave, intentando no asustarla. Leiah miraba hacia la ventana con los ojos cansados, la luz de la luna llena iluminando su rostro y las ojeras que lo adornaban.

  —¿Dónde has estado? —La mujer extendió sus brazos y YoonGi la abrazó con fuerza.

  —Te dije que no debes preocuparte.

  —Soy tu madre. Voy a preocuparme siempre. —YoonGi sonrió contra su hombro, cerrando los ojos—. ¿Y JungKook? ¿Está bien?

YoonGi asintió con la cabeza, apartándose de su madre y sentándose frente a ella.

  —Está bien —dijo con la expresión amarga.

  —¿Estás seguro?

  —Sí, mamá. Él está bien. Más que bien. —Su madre y él compartieron la misma sonrisa amarga—. Es su hogar, al fin y al cabo.

Hubo un corto silencio después.

  —¿Y tú? ¿Tú estás bien? —La cálida voz de su madre lo saca de su ensoñación.

  —Sí, claro —afirma.

  —Ya veo. No necesitas convencerme porque el olor que traes encima me permite creerte. —YoonGi levantó la vista asustado, intentando ahogar la impresión. Sólo entonces se dio cuenta de que estaba bañado en vainilla. Jimin por cada uno de sus poros. «Cachorro necio», se dijo a sí mismo—. Es un alivio que tu padre ya no venga a casa, de otra forma sabes cómo acabarían las cosas.

  —No hará nada —replicó con repentino coraje y las cejas fruncidas—. Sobre mi cadáver.

Leiah se ajustó el suéter sobre su pecho y cruzó los brazos. Esa media sonrisa pícara ocultaba apenas un poco su cansancio.

  —A mis hijos les encanta meterse en problemas, ¿no es así? —YoonGi bufó, recargándose sobre sus rodillas y cubriendo su rostro entre sus manos. Él también estaba cansado. Abrumado, preocupado.

  —No fue mi intención. Yo sólo quise salvarle la vida.

Su madre le sonrío, qué remedio le quedaba.

YoonGi siempre fue el niño de mamá, y a pesar de que ella siempre espetaba que amaba a sus tres hijos por igual, todos sabían que el mayor era y siempre sería el consentido. Con el que tuvo, tiene y tendrá una conexión especial. A pesar de eso Leiah era una madre amorosa con los tres. Nunca les faltó nada, en lo que a ella respecta.

YoonGi sabía todo esto y, de su parte, no había persona que amara más en el mundo que a su madre.

La madre que le crió, no su sangre.

Le parecía gracioso la forma en la que funcionaron las cosas y el cómo el destino —lenta y silenciosamente— le llevó a la familia Jeon. Él era uno, por supuesto, pero recordaba con cariño cómo Leiah siempre le aclaró que «No tienes que llevar nuestro apellido si no quieres, eres y siempre serás nuestro hijo, aún cuando no tengamos la misma sangre»

¿Y por qué YoonGi seguía siendo un Min y no un Jeon, entonces? Sencillo… lo fue hasta que el amor que sintió por su padre, fue desvaneciéndose con el tiempo, y el apellido Jeon sólo se sentía como una mancha que ensuciaba su ser.

SeungHo pasó de ser “Papá” a sólo… SeungHo. JungKook y él ahora lo llamaban por su nombre, como si fuera un hombre más en el mundo que pisa tu tierra, bebe tu agua y come tu pan; un hombre cualquiera que conoces, pero que ya no le debes respeto.

Era triste, era triste que su familia se cayera a pedazos con el paso del tiempo. Al menos JinHan seguía sintiendo un poco de respeto por su padre y, para ella, seguía siéndolo. Pero JinHan era leal, ellos, en cambio, no tanto. La lealtad con la que se forjaron entre padre-hijo respectivamente se fue perdiendo al entender que el hombre que te crió no era más que una cruel y vil persona; cegada por los impulsos, por violencia y egoísmo. SeungHo no era alguien a quien alabar, sino temer.

Sin embargo, todo ese pensamiento le sabía amargo. ¿Cómo es que todo había pasado de esa forma?

  —JungKook vendrá pronto —aseveró un rato después, ya que su madre había dejado de avergonzarlo después de contarle de cierto omega de ojos azules.

A la mujer se le iluminaron los ojos.

  —¿De verdad? ¿Tan pronto? —YoonGi asintió.

  —No será mucho tiempo, tiene cosas pendientes, pero eso lo dejaré para cuando venga a contártelo. —Leiah ya no preguntó más, lo entendía y, aún así, la emoción embargó su corazón. Los extrañaba mucho.

En realidad… extrañaba la familia completa que fueron alguna vez.

⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱

Volver se sintió en demasía extraño. Sin embargo, algo cálido le abrazó, como dándole la bienvenida después de tanto tiempo. Tal vez el calor de la tierra bajo sus pies, el aroma de los puestos de comida y toda la madera, la expresión de las caras conocidas que le saludaron a lo lejos. El aire, tan diferente…

Sí, esa era la palabra: Se sentía diferente. Él se sentía diferente aquí. Se sentía, más bien, ajeno. Como si ya no…

  —¿JungKook? —Una suave y femenina voz le atrajo a la realidad. Sacudiendo su cabeza miró al frente, encontrándose con los ojos castaños de su madre. Al instante olvidó todo y corrió hasta ella, levantándola del suelo para abrazarla.

  —Mamá…

  —¿Dónde te habías metido, niño? ¿Sabes cuán preocupada estaba por ti? —La mujer se soltó del abrazo, mirando fija y duramente a su hijo menor.

  —¿No sabías dónde estaba? —el terror lo invadió, creyendo que todo este tiempo dejó a su madre con esa duda, mientras él…

  —¡Por supuesto que sabía dónde estabas! Sólo quiero saber si estas dispuesto a contarme todas las tonterías que hiciste estos meses, jovencito. YoonGi es mis ojos y oídos, ¿lo olvidas? —JungKook suspiró, aliviado, pero también rodó los ojos.

  —Ese idiota…

  —Vamos a casa. —Su madre le tomó del brazo y caminaron juntos hacia su hogar.

  —Papá no está ¿cierto? —La expresión de su madre respondió por ella, de modo que se sintió aliviado por un momento.

  —No creo que sea momento de que hables con él, mejor ven, te daré algo de comer, debes estar hambriento por el viaje, además, debemos hablar. —JungKook le sonrió y la acompañó a casa.

Después de una larga charla con su madre, explicándole algunas cosas —no tantas, tampoco queriendo exponer todo por la salud mental de su madre— emprendió camino en busca de su padre.

El almacén se veía más grande de lo que recordaba. Incluso el aroma de todo le resultaba tan extranjero. Respiró hondo antes de entrar.

Su padre estaba sentado en su silla —la misma de siempre—, leyendo algo en unas hojas viejas y amarillentas. JungKook lo dudó, pero dio un paso dentro y él sabía que ya lo había notado.

  —Tus manos están vacías. —Fue lo primero que le escuchó decir, con voz áspera. Sin mirarlo.

  —Papá… —La voz le tembló sin realmente quererlo.

  —Te lo advertí. —El hombre se levantó de su asiento con brusquedad, sólo entonces sus miradas chocaron y JungKook traga saliva, sin embargo algo en él le hace ponerse alerta. Así que da un paso atrás con los pies bien plantados en el suelo y aprieta los puños, listo para la amenaza que su cuerpo en ese mismo momento detectaba.

  —Déjame aunque sea…

  —¡¿Qué?! ¡Te largaste un año JungKook! ¡¿Dónde mierda está la cabeza del príncipe?! —Sus cejas se fruncen ligeramente.

  —Eso… ¿eso es lo único que te importa? ¿no vas a molestarte siquiera en preguntar cómo estoy? ¿qué ha sido de mí? ¿si me sucedió algo? Ni si quiera me habías mirado a la cara cuando ya me estabas exigiendo. —La rabia comenzaba a crecer dentro de él junto con el coraje.

Su padre rió en su cara.

  —No es necesario. Yo sé que estás bien. Siempre estás bien. Te envié por algo importante, y regresas sin nada… te creí más útil. Por suerte llamé a Demian —dice lo ultimo entre dientes, empinándose el vaso con ginebra. Pero JungKook lo escuchó perfecto y sintió la sangre subir a su cabeza.

  —Demian no hará una mierda —-gruñó. Su padre se quedó quieto un segundo.

  —¿Disculpa?

  —Estuve un año allá, sí… el suficiente tiempo para pensar en… ¿por qué mierda quieres a ese chico muerto? —JungKook comenzó, caminando por el almacén, frente los ojos incrédulos de su padre— ¿Por qué, eh? ¿Por qué lo necesitas desesperadamente muerto, papá? ¿Quieres la corona? ¿Un beta usando una corona para alfas?

Quiso reírse, a sabiendas que eso provocaría a su padre. Y lo hizo. El hombre se levanta entonces de su escritorio a paso acelerado y toma a JungKook del cuello de la camisa.

  —¿Cómo te atreves a hablarme así? ¡Tú no sabes nada! —JungKook ni siquiera parpadeó.

  —¿O qué es lo que esperas? Con que mates al príncipe no harás que todos los licántropos desaparezcan. Aunque no creo del todo que quieras eso, pues si así fuera, entonces pienso que el primero en desaparecer debería ser Demian. —Su padre le mira con la mandíbula tensa—. ¿Te hago los honores? Estaría complacido de cortarle la cabeza a ese maldito. Pero eso no va a pasar, y tú y yo sabemos por que…

SeungHo empujó a JungKook tan fuerte que cayó al piso. El pelinegro le miró con rabia, apretando la mandíbula y los puños.

  —No te atrevas, maldito mocoso… —Los ojos de SeungHo ardían en rojo, y JungKook supo que dio en el blanco.

¿Cómo su padre iba a permitir que hablara de su hijo licántropo, producto de una infidelidad hacia su madre?

  —¿O qué? ¿Le pedirás a tu hijo que me rebane la garganta? —escupió con sorna, con desdén y tristeza. Los ojos de JungKook brillaron, y la expresión de su padre se suavizó apenas. Da un paso atrás.

  —Ambos son mis hijos, quieras o no. Jamás haría eso.

  —¿No me matarías, pero si vas a desterrarme? Que hijo de…

Una cachetada le calló.

  —Y yo sigo siendo tu padre… mis razones no te incumben. Desacataste una orden muy importante, y debo tomar medidas, JungKook. Siempre has hecho lo que quieres, y esta no es la excepción. Fue suficiente.

JungKook se repone, y le mira con odio.

  —No voy a matar a TaeHyung, y nadie lo hará. Si le pones una mano encima, te juro que yo… —La expresión de SeungHo es otra. Una risa irónica saliendo desde lo más profundo de él. A JungKook se le encendió la cara de puro coraje.

  —No puede ser… ¿te enamoraste del príncipe? Te gusta ese niñito, ¿no es así? Maldita sea, JungKook, no puedo creerlo…

  —Cállate —gruñó, empujándolo.

La risa de su padre le estaba resonando tan adentro que apretó los dientes.

Cuando ésta cesó, todo se sumió en un silencio sepulcral, unos segundos antes de que su padre se recompusiera y dijera—: Te libero de esta responsabilidad, hijo. Ya no me sirves más.

En ese momento la puerta del almacén se abre y cuatro hombres armados con lanzas entran.

JungKook casi quiso reír.

  —¿Así que es así como serán las cosas, padre?

Los hombres se acercaron a el, pero JungKook se los sacudió de encima.

  —Esto me duele mas a mí que a ti, hijo —replicó con seriedad, y JungKook no pudo creerle —. Ya, sáquenlo de aquí, y llamen a Demian.

El pulso de JungKook se aceleró tanto que se mareó. Escucho sus latidos en sus propios oídos.

  —¡No! ¡No te atrevas, maldito! —Los cuatro hombres lo sostuvieron, pero él forcejeaba tanto que casi les es imposible a cuatro hombres contenerlo.

Cuando lo sacaron del almacén pudo soltarse, golpeando a cada hombre que lo sostenía. Cuando todos acabaron en el piso se echó a correr hasta su casa. Necesitaba un caballo lo más pronto posible para volver, si Demian llegaba antes… no quería ni imaginar lo que sucedería. Al llegar, su madre salió corriendo por la puerta trasera tras verlo llegar errático.

  —¡JungKook! ¿Pero qué pasó? —Se detuvo un momento al escuchar a su madre, y fue a sostenerla unos segundos.

  —Lo siento, mamá, tengo que irme, pero volveré por ti, ¿si? Lo prometo. Haré que JinHan, YoonGi y tú salgan de aquí; se irán conmigo, ¿entiendes? Pero primero tengo que resolver algo.

  —JungKook, ¿de qué hablas, qué está pasando? —Su madre le toma del brazo, asustada.

  —Tengo que rescatar a alguien, y después vendré por ustedes. Yo mismo. Ya no tendrán que preocuparse por nada ¿si? Y tampoco tienes que preocuparte por mí en este momento. Estaré bien.

Ella no dijo nada más. Lo dejó ir. JungKook salió cabalgando lo más rápido que pudo, con la ansiedad recorriendo su cuerpo.

Sentía mucho miedo. Ni siquiera notó que su hermano lo siguió apenas se subió al caballo.


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  —¡Jimin, deja de saltar! —NamJoon intentaba no desesperarse. El lobezno no dejaba de correr de un lado al otro. Del clóset a su cama, de la cama al tocador, del tocador al baño; y así sucesivamente: una y otra, y otra vez. Como pulga que brinca de un perro a otro.

  —¡No sé qué ponerme! —replicó con un chillido agudo.

  —No tendrías ese dilema si dejaras que las mucamas escojan tu atuendo.

  —¡No! Esta ocasión es especial. Quiero ir vestido con algo cómodo y lindo. He esperado por esto años, NamJoon, ¡años! Lo sabes… —sus ojos cerúleos brillaban con ilusión, pues era verdad.

Finalmente era el festival previo a la coronación. Todos estaban ajetreados en el castillo y el reino entero estaba tan emocionado. Si mirabas fuera de la ventana podías ver a todo el pueblo pasear entre los puestos aun no abiertos, a la espera. Las atracciones siendo decoradas y todo tipo de flores y carteles en cada rincón. Jimin sentía que por fin volvía a casa. Sin embargo, aun faltaría algo…

Sus padres.

El alfa notó su amargura en un momento entre su silencio.

  —No hay cabida para la tristeza el día de hoy, joven príncipe. Es un día de celebración. Tus padres deben estarte cuidando desde donde sea que estén en este momento, y han de estar tan orgullosos del lobo en el que te has convertido.

Jimin le miró con lágrimas en los ojos, apretando los labios. El alfa no dudó un segundo más y dio dos zancadas para alcanzarlo y envolverlo en un abrazo. Jimin lo apretó con fuerza y soltó un par de lágrimas.

  —Ellos siempre van a estar aquí. — NamJoon presionó suavemente su índice en el pecho del omega, a la altura de su corazón; éste asintió con una amarga sonrisa, limpiando sus saladas lágrimas con su puño—. Vamos, te ayudaré a escoger algo a tu gusto.

Fue así que se dejó ayudar. Todo para estar listos a tiempo.

Por otro lado, TaeHyung estaba por arrancarse los cabellos.

Todo el mundo iba de allá para acá con cosas que hacer, y él sólo podía mirarlos sin saber a dónde ir primero, o qué cosa hacer. Nadie quería dejarle hacer nada.

«Príncipe, relájese un poco y déjenos hacer esto para usted.» Habían dicho por ahí, intentando calmarlo, pero él simplemente no era capaz. Estuvo posponiendo esto tanto tiempo que ahora que estaba ahí no podía con su ansiedad…

Hacía lo mismo cada que se perdía en sus pensamientos: mirarse al espejo, sin realmente mirarse. Sólo ahí, frente a su brillante reflejo, sin conclusiones a las qué llegar, sólo un montón de preguntas y recuerdos al aire. Palabras sobrepuestas en otras. Ciertas caras…

Le habían vestido con un traje color crema, brillante y tan pulcro que sentía que el reflejo de las piedras incrustadas le dejarían ciego. Era bonito… De repente se preguntó: ¿el traje? ¿o él?

¿A JungKook de verdad le gustaba cómo era? ¿Cómo se veía?

Un sonrojo le inundó la cara de un momento a otro, y le sudaron las manos.

Apretó los labios, queriendo contener su sonrisa.

Llamaron a la puerta, y supo que era momento de acabar con todo eso de una vez.

Casi todo Cravytian era… imponente. Lo recordó al salir por el balcón y saludar a la gente.

Automáticamente comenzaron los aplausos y bullicio. Cada alfa reunido allí… al menos todo al que le importaba estar allí. Al final, aquella fiesta no debía ser obligatoria para cada civil —no era lo mismo que la coronación—, pero a la gente le gustaba, él lo entendía, y de pronto se sintió avergonzado de haberlos hecho esperar tanto por algo así.

TaeHyung ya se había desacostumbrado a todo eso. Jimin parecía disfrutarlo, pues saludaba de vuelta a todo el que podía con una gran sonrisa.

El discurso de bienvenida fue dado por TaeHyung y, apenas terminado, dieron inicio a todo. La gente comía y participaba en las actividades recreativas. Había niños corriendo por todos lados y ebrios que no podían faltar. Parecía que todo iba tal cual debía, pero TaeHyung seguía sintiéndose incomodo. Era la primera vez que se presentaba oficialmente como el “Rey” sin su padre a lado y sin nadie que le guardara la espalda.

Suponía que tendría que acostumbrarse.

La gente quería acercarse a conversar con él pero los guardias se lo hacían imposible. No se quejaba, no tenia ganas de socializar tampoco. En cambio, Jimin —con su debida seguridad a lado— sí que disfrutaba de todo. De hecho sonrió al ver cómo comía de la manzana acaramelada con sus pequeños colmillos.

Todo iba bastante bien, pero le faltaba algo… o más bien alguien.

Suspiró inconscientemente, pensando en el alfa…

  —¿Te sientes bien?

TaeHyung giró la cabeza tan rápido que le dolió el cuello, pero se aguantó la queja al ver quién había formulado la suave pregunta.

NamJoon no le miraba, pero se paró detrás de él, mirando alrededor, como si literal no acabara de dirigirle la palabra a pesar de las circunstancias.

Sea como haya sido… NamJoon nunca dejará de preocuparse por él.

TaeHyung se quedó en silencio un pequeño momento, antes de carraspear y contestar un pequeño «Sí».

Antes de apartar la vista vio como NamJoon asentía con la cabeza. Ninguno dijo nada más.

Él creyó que después de eso el alfa se iría pero se quedó a una considerable distancia. En silencio. Todo fue tan incómodo. Podía sentir que ambos querían decir algo, sin embargo, ninguno se atrevía.

Él de verdad quería comenzar una amistosa conversación, quizá con la esperanza de que al menos pudieran quedar en buenos términos, o tal vez mencionar sobre la última vez que enfermó y no fue él quien lo acompañó a Schälander, pero recordó todo lo que NamJoon dijo acerca de irse para siempre, y él sólo…

Él no quería que se fuera, pero sabía que de quedarse eso lastimaría profundamente al alfa que lo acompañó toda la vida.

Quién hubiera dicho que las cosas terminarían así…

Se sintió la amargura en el aire, y antes de que pudiera reaccionar, NamJoon volvió a abrir la boca—: Diviértete, príncipe —Y camino lejos.

¿Diviértete? ¿Era todo?

TaeHyung se sintió repentinamente decepcionado, pero no podía hacer otra cosa, más que mirarlo marcharse. Tal vez dejar las cosas así sería lo más sano para ambos. Eso creía.

Volvió a mirar al frente. Le calmó ver a las personas en sus propios asuntos disfrutando del día, mientras él seguía alejado de todos, con sus propios pensamientos.

No pasó mucho para que todo cambiara.

TaeHyung tembló al escuchar el estallido, y pronto un árbol estaba prendido en llamas; flechas llovieron del cielo. La gente comenzó a gritar y correr y su cuerpo se vio aprisionado de pronto por cuatro personas. Los guardias le protegían pero él les empujaba, pues automáticamente sintió el peligro y sus sentidos se agudizaron. Buscó a Jimin con la mirada, exhalando asustado. Su gente caía por todos lados a manos de otros y las ballestas a lo lejos destruían los puestos de comida y demás. Algunos valientes peleaban de vuelta, y por ningún lado veía a su hermano.

  —¡Jimin! ¡Jimin! —gritaba, intentando evitar a los mastodontes que lo querían llevar para protegerlo. No se iría a ningún lado sin él—.  ¡Búsquenlo, maldición! —le decía a los guardias.

Entonces lo vio, el pobre estaba echo bolita a lado del carrito de manzanas acarameladas. Su vida pasó frente a sus ojos al ver a un arquero a unos metros de él, apuntándole.

Gritó, y con una fuerza que no sabía que tenía, empuóo a los guardias lejos de sí mismo y corrió tan rápido como pudo.

Sin embargo, antes de que llegara al omega, una persona saltó sobre Jimin.

  —¡No!

YoonGi se lanzó sin pensarlo, tacleando a Jimin contra la tierra, unos centímetros lejos de donde la flecha cayó un segundo después.

Cayó completamente sobre él y fue inevitable aplastarlo, pero el omega no procesaba lo que había pasado, simplemente alcanzó a hacer contacto visual con YoonGi antes de que Gaion y los guardias se le abalanzaran.

Entonces sus oídos se destaparon y escuchó los gritos alrededor, uno de ellos era TaeHyung, con quien también hizo contacto visual, antes de que Gaion corriera de la nada a levantarlo del suelo.

Algunos guardias y otras personas empezaron a perseguir a YoonGi, a la idea de que había sido su atacante. Un poco más adelante lo atraparon y la gente comenzó a golpearlo.

  —¡No lo toquen! —gritó casi con histeria el omega, intentando zafarse del agarre del alfa, pero nadie le escuchó, en cambio, éste lo arrastró lejos cuando empezaron a llover flechas por todas partes.

  —¡Llévate a Jimin de aquí! ¡Ahora! —TaeHyung gritó a un par de metros de ellos.

Sintió unas manos encima de él y se giró dispuesto a arañarle la cara al que sea que le quisiera hacer daño, pero todo lo que vio fue ese rostro que tanto amaba, esquivando sus manos y sosteniéndolo fuerte contra su cuerpo.

  —¡Tranquilo! Soy yo… —TaeHyung automáticamente se aferró a él, aspirando su aroma.

  —Tenemos que irnos de aquí —espetó con firmeza, pero antes de que diera un paso, miró a la multitud rodeando a una persona.

Entonces vio al pequeño príncipe en el hombro de un alfa, gritando desesperadamente.

  —¡YoonGi! — JungKook se giró a la multitud al oír aquello e identifico a su hermano entre las personas, siendo golpeado.

Quiso correr hacia él pero tenía al omega entre los brazos, no podía dejarlo. Sentía el terror de TaeHyung y éste no dejaba de gritarle a su hermano. Corrió con él dentro del castillo. Gaion venía tras de ellos, lo sabía.

A mitad del pasillo, ya a salvo, suelta a TaeHyung al escuchar a un muy desesperado Jimin corriendo hacia ellos con lágrimas en los ojos. JungKook no se esperó que el príncipe se colgara de su camisa. TaeHyung tampoco.

  —JungKook… JungKook, por favor… —rogó, intentando mantener la compostura, pero el alfa no entendía qué estaba sucediendo, sosteniendo a Jimin de los brazos para levantarlo. TaeHyung estaba tan confundido como él. Jimin nunca se había acercado a JungKook antes. Lo conocía porque sabía que estaba en el castillo, pero jamás reparó en él.

  —Dios mío, Jimin, ¡¿Estás bien?! —urgió TaeHyung, pero fue ignorado para su sorpresa; en cambio, Jimin no dejaba de mirar al alfa, como si lo recién ocurrido no le hubiera causado impresión alguna.

  —¡YoonGi! ¡Necesitas ir por él! ¡Ayúdalo! —De inmediato JungKook se puso alerta. Recordó haberlo dejado atrás.

  —¿Qué? ¿Cómo es que conoces a YoonGi? —JungKook sintió un nudo en la garganta, el niño se veía mas asustado que él.

  —Eres el único que puede ayudarlo, por favor, JungKook… Se lo llevaron los guardias, ellos creen que fue él quien inicio el ataque… ¡Si no hacemos algo van a matarlo! —El omega sollozó, jalándole de la camisa todavía. TaeHyung no pudo entender nada, hizo a un lado a JungKook para dirigirse a su hermano.

  —¿Conoces al intruso? —bramó con el ceño fruncido, mas regaño que pregunta.

  —¡Él no es ningún intruso! ¡Él no hizo nada de esto! —defendió, al borde de la desesperación.  

  —¡Lo vi, Jimin! ¡él te ataco! —La cara de TaeHyung estaba completamente roja.

  —¡No me atacó! ¡Me salvó! Otra vez… —Jimin sollozó. Queriendo ir junto a YoonGi de una vez por todas—. Él no hizo esto… tienes que creerme.

  —¿Qué dices? —el semblante del omega mayor cambió de repente.

  —¡Sólo somos amigos! —reclamó—. ¡Él fue quien me rescató cuando me secuestraron! ¡Él fue quien me trajo a salvo aquí!

TaeHyung se quedó frío, entendiendo lo que su hermano estaba diciéndole. Miro a JungKook, como buscando ayuda.

  —No sé qué pasó entre ellos realmente, pero Jimin tiene razón… YoonGi es mi hermano, él llegó conmigo en el momento en que los otros atacaron. Él no es el responsable. —JungKook explicó con un atisbo de vergüenza al tener que hablarle de su hermano en una situación así.

  —¿Los otros? —TaeHyung tenía mucho que procesar, y el bullicio seguía afuera.

  —Esa gente… —comenzó, indeciso y avergonzado—. Esa gente, es mi gente… los conozco. ¡Pero yo no tengo nada de que ver, lo juro! —se apresuró—. YoonGi y yo intentamos evitar el ataque.

JungKook se sintió terrible, pero antes de decir otra cosa Jimin volvió a chillar.

  —¡Por favor, ayúdanos Tae! ¡Le están haciendo daño! —El omega menor le suplicó, jalándole del saco.

TaeHyung no tuvo otra opción. Luego pediría explicaciones.

  —Avisa a los guardias, da la orden directa de que lo suelten. Y envía a los médicos en caso de que esté herido.

Jimin no perdió tiempo, ni siquiera agradeció, solamente se echó a correr por el pasillo, JungKook le quiso seguir.

  —Te prometo que voy a explicarte… —le dijo, besándole la frente después. Entonces también corrió.

El príncipe se quedó ahí parado en medio del pasillo sin saber qué es lo que estaba sucediendo, y qué había sucedido.

Gaion también estaba ahí, a unos pasos, escuchando todo con una expresión afligida y cansada.

Al otro lado del castillo, varios hombres salieron por la puerta de los calabozos, sosteniendo un menudo cuerpo que parecía al borde de la inconsciencia.

  —¡YoonGi! ¿¡Por qué le hicieron esto?! —El omega gritó, queriendo acercarse, pero una mano dura le detuvo. JungKook negó con la cabeza.

  —Vete de aquí, yo me encargo, ¿de acuerdo? No quiero que lo mires así —explicó antes de mirar a los guardias y que éstos se llevaran a casi rastras al príncipe desesperado.

No sabía qué relación tenían el príncipe y su hermano, pero lo imaginó de inmediato. Los ojos azules del chico le dieron todas las respuestas.

Llevaron a YoonGi a una habitación para curarlo. TaeHyung dio la orden de castigar a los guardias que lo golpearon. Todo a petición de su hermano.

El ataque cesó no mucho después. Los guardias sobrantes no necesitaron terminar con lo iniciado, al parecer el grupo de betas se había dado a la fuga, dejando la destrucción a su paso.

Por la noche, un omega afligido esperaba detrás de la puerta.

Cuando llevaron a YoonGi a la habitación, Jimin permaneció en la esquina, llorando en silencio mientras veía como los médicos le tomaban el pulso y revisaban sus heridas. Él no podía pensar en otra cosa que en la sangre cubriendo su magullado rostro y ropa.

Todo pasaba en cámara lenta frente a sus ojos. También veía a JungKook, llamándole, hasta que finalmente al quinceavo zangoloteo le miró fijamente y le escucho decir—: Él estará bien, ¿sí? Necesitas salir de aquí, ya te lo he dicho.

Pero en cuanto el otro se fue, Jimin salió de su escondite y ahora estaba detrás de la puerta, intentando escuchar lo que sucedía dentro.

Se asustó cuando la puerta fue abierta, se llevó las manos a la espalda y las mejillas se le encendieron.

  —Puedes entrar, si quieres… algo de compañía no le hará daño. —Nía le sonrió suavemente. Jimin le agradeció profundamente.

Sus pies pesaban, pero su corazón no dejaba de latir con fiereza. Sabía que él ya estaba a salvo, pero todavía sentía el pesar de haberlo visto de la manera en que lo vio.

Esperó a que Nía se alejara y por fin entró completamente. Cerró la puerta lo más despacio que pudo, intentando no despertarlo en caso de que estuviera durmiendo, pero al girarse, un par de ojos oscuros le miraban suavemente.

Miraba al techo desde hace rato, procesando todo lo que había sucedido, hasta que escucho el rechinar de la puerta y sus ojos viajaron discretamente a la pequeña figura asomándose por la puerta. Sonrió a sus adentros, agradeciendo que estuviera bien.

Jimin apretaba las orillas de su suéter, al igual que sus labios; parecía que en cualquier momento estallaría en llanto.

YoonGi podía leerlo fácilmente, así que con media sonrisa le llamó.

  —Vamos, no tienes que actuar tímido ahora, ven aquí —dijo en voz baja para luego levantar los brazos con cuidado. Al Omega se le salieron las lágrimas, sin embargo, brillaron esos ojos celestes, corrió hasta la cama y subió con cuidado.

  —¿Puedo abrazarte? —preguntó con un puchero.

  —No te estoy extendiendo los brazos por nada. Ven. —El cachorro se acomodó de forma que no lo lastimara ni aplastara el vendaje en su costado.

  —Estoy bien, cachorro… estoy bien —murmuró, tosiendo después. Con debilidad acariciando los cabellos rubios mientras el omega sollozaba contra su pecho libremente—, ¿Tú estás bien? Lamento haberte lastimado.

Jimin se enderezó, y con la expresión molesta replicó—: Casi te matan a golpes ¿y te preocupas por haberme caído encima? Me salvaste la vida. Otra vez… gran idiota.

YoonGi alcanzó a soltar una pequeña risa, aguantando el dolor que eso le provocó a sus costillas, y volvió a atraer al omega contra su pecho, dejándole un pequeño beso en la coronilla de su cabeza. Otro en su frente.

  —Todo está bien ahora —arrulló.

Y justo así, después de un largo silencio, el llanto silencioso de Jimin cesó y se había quedado dormido sobre él, lo cual el beta agradeció: teniendo compañía en una noche tan fría y lúgubre como esa.

Ni siquiera se dieron cuenta cuando, a mitad de la noche, TaeHyung había entrado para revisar, asegurarse de que todo estuviera bien, sin embargo, se encontró con la imagen de ambos abrazados en la cama. La cara de su hermano hinchada de tanto llorar. En ese momento se dio cuenta de que no había nada por hacer. Si Jimin había encontrado el amor en un beta, entonces que así fuera.

Y se fue justo como llegó: En silencio.


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Al pasar de los días YoonGi se encontraba mejor. Aún no le podían quitar los vendajes del brazo ni el torso pero las heridas sanaban correctamente, como los cortes en su labio y cejas, y los moretones comenzaban a cambiar de color. Lo que era buena señal.

Pero así como pasaban los días, YoonGi debía irse. Habían cosas que arreglar en el Viejo Mundo.

Pero eso no le estaba cayendo nada bien al príncipe: quien tan contento lo había tenido una semana a su lado. Por eso mismo, le miraba marcharse a la entrada del castillo, alejándose de él.

Había un gran nudo en la garganta del príncipe. Sentía una potente angustia desde el fondo de su pecho, y sintió que el aire le faltaba. No quería, no podía dejarlo ir.

Corriendo salió del castillo. Le importó poco estar descalzo mientras sus pies se enterraban en la tierra mojada y la lluvia caía con granizo sobre él, empapándolo casi al instante. No tardó en divisar a YoonGi, quien caminaba a paso lento a pesar de ser casi arrastrado por la ventisca violenta y la lluvia torrencial.

  —¡YoonGi! —gritó, corriendo más rápido y resbalando un par de ocasiones—. ¡Yoon!

El beta escuchó el grito entre la tormenta, girándose con rapidez para ver al cachorro correr con dificultad hasta él. En automático tiró sus cosas y le alcanzó. Levantándolo del suelo y sosteniéndolo con firmeza contra su cuerpo.

  —¡¿Qué crees que estás haciendo, niño tonto?! —reprendió entre gritos, pues la lluvia y los truenos a lo lejos no le permitían ser escuchado. Aún con esa exclamación no soltó al omega, quien temblaba contra su cuerpo y se aferraba como sanguijuela.

El humano maldijo, regresando por sus cosas y corriendo con el lobito en sus brazos de vuelta al castillo.

En la entrada los guardias no dijeron nada al ver que se trataba del príncipe.

Una vez en la habitación de Jimin, YoonGi cerró la puerta con una patada y dejó al príncipe de pie en la alfombra.

Quiso ir al baño por toallas pero la pequeña mano se aferró a su muñeca.

  —Déjame secarte, vas a enfermarte. —El pelinegro bufó, luego miró sus pies descalzos ennegrecidos con la tierra—. ¿En qué estabas pensando? ¿Por qué saliste así? ¿Estás herido? ¿Pasó algo?

Con urgencia preguntó, arrodillándose frente al muchacho para tomarlo de los hombros y examinarlo. Le retiró el cabello mojado de la cara para asegurarse de que todo estuviera bien. Pero en lugar de heridas o algo fuera de lo normal, se encontró con unos ojos tristes y un puchero del tamaño del mundo.

  —No quería que te fueras. Sigues lastimado —respondió con la voz bajita y rota. Avergonzada, además. Sus acuosos ojos escaneando todavía los golpes morados en sus pómulos y su ojo izquierdo. Casi como si el labio roto y la paliza hiciera juego con las ya existentes cicatrices.

No sabía por qué eso a Jimin le partía el corazón. O en realidad… sí sabía.

Escuchó a YoonGi murmurar en un suspiro rendido el mismo apodo por el que suele llamarle y por el cual siempre su entero ser se derrite:

Cachorro.

El omega está tan enamorado que le duele. Y ya no puede soportarlo más.

La tormenta había causado un apagón en el reino, por lo cual había velas por doquier que iluminaban las habitaciones. Jimin temblaba, pero no tanto por el frío, de hecho, ese ya casi ni lo sentía. En realidad, sentía ese característico calor creciendo desdela boca de su estómago, pero que le recorría desde la punta de sus pies hasta su cabeza.

Su celo. Lo sentía tan cerca, pero no quería perder la cabeza todavía.

¿Será eso lo que le impulsó a ir por el beta? ¿Mantenerlo cerca? ¿O era ese feo presentimiento que gritaba detrás de su cabeza? Ese que le presionó el pecho intensamente cuando le vio poner un pie fuera del castillo.

No sabía exactamente qué era qué, ni por qué, pero lo único que sí sabía con exactitud es que calmó ese molesto grito desesperado que le advertía por algo. Su corazón se sintió tranquilo teniendo a YoonGi con él de nuevo. A salvo.

  —No podía dejarte ir… —repitió bajito, con la maraña de emociones abrumándolo.

YoonGi le miró con el ceño fruncido, pero no preguntó, sólo le abrazó con fuerza.

  —Aquí estoy —afirmó, como siempre hacía. Jimin correspondió el abrazo y cerró los ojos momentáneamente. YoonGi no era un alfa, pero el aroma natural de su piel no fallaba en volverlo loco. Tan discreto, tan de él.

¿Cómo era posible que el aroma casi imperceptible de un beta tuviera tan loco a su omega también?

Afirmó que estaba dañado. Era un omega dañado. Huérfano, sin capacidad de convertirse y sintiéndose atraído por instinto hacia un humano.

Jimin jamás se sintió tan ajeno al mundo en el que vivía, como ahora.

  —¿Por qué no tomas un baño mientras me seco, eh? Así evitamos que te resfríes.

Jimin negó rápidamente con la cabeza, asustado. Creyendo que una vez en la ducha, YoonGi pudiera irse.

Pero como si éste le leyera el pensamiento, le sonrió tiernamente.

  —Te prometo que voy a estar aquí cuando salgas. Mientras puedo ir a robarle un poco de ropa a JungKook, la tuya probablemente sólo me quede de pañuelo —bromeó, intentando sacarle una sonrisa al acongojado omega; lo cual logró por un segundo, con la comisura de sus labios apenas levantándose.

  —Y la de JungKook seguro te quedará como manta. —Ambos rieron, pues sí, era cierto—. Te prestaré algo de Tae, seguro te queda bien, y no creo que le moleste.

YoonGi asintió y esperó a que el omega regresara con la ropa.

  —Toma, ponte esto. No te preocupes por el olor, ya lo cubrí con el mío —dijo con las mejillas rojas. YoonGi solo sonrió por lo bajo ante la idea del pequeño omega celoso de su propio hermano—. No tardo.

  —Aquí estaré.

Los truenos afuera no cesaban, y cada tanto la habitación se iluminaba con los rayos. La lluvia golpeando las ventanas por la ventisca y el frío que se colaba por algún lado. Odiaba la lluvia.

YoonGi dejó la prendas en el tocador del omega y procedió a sacarse la camisa que se pegaba incómodamente a su torso. La tela mojada hizo ruido al impactar contra la madera del suelo.

Por otro lado, aquellos ojos curiosos y ansiosos miraban por un pequeño espacio entre la puerta. Ese calor aumentando en sus entrañas. Su lobo aullando.

Decidió observar en silencio. Su corazón bombeando como nunca, y jamás creyó que algo como el torso desnudo de su enamorado le dejara colgando de un muy delgado hilo llamado deseo.

Otro rayo iluminó la habitación, seguido no mucho después del estruendo del trueno. Jimin se movió en automático, o tal vez… no tanto. Estaba en su límite, estaba al borde, y el sabía que debía hacer algo al respecto. Salió del baño, se acercó al confundido beta y, antes de que éste pudiera decir algo, su pequeña mano se apoyó en el pecho desnudo del hombre. Sintió el músculo del pectoral contraerse al tacto, y salivó.

YoonGi quedó tieso como estatua, mirando con advertencia al omega, quien no quitaba los ojos de su pecho, con sus deditos trazando figuras en la amplitud de éste. En específico: la cicatriz que lo atravesaba.

  —¿Qué te pasó? —preguntó más para sí mismo que para el pelinegro.

YoonGi le tomó la muñeca, pero no lo apartó; el príncipe abrió la boca, pero nada salió de ella. Se arrepintió, porque encontró una mejor manera de expresarse: YoonGi casi cierra los ojos al momento en que Jimin se inclina despacio y los labios mullidos dejan un casto beso en la piel marcada. Luego otro, y otro…

  —Cachorro, basta… —advirtió, pues los no muy inocentes besos se desviaron y la boca del contrario ya estaba por todo su pecho. Su mano sosteniéndose de sus costillas—. Jimin…

Estaba siendo muy difícil. YoonGi ya no podía con la farsa. ¿Servía de algo seguirse negando? ¿Seguir negando lo que sentía? ¿Seguir rechazándolo?

Su cabeza decía que sí. Su corazón decía que no.

  —Déjame… déjame, aunque sea tener esto. —La dulce voz le acarició el oído, y el chico se paró en punta para alcanzar su cuello, sintiéndose tan valiente para besarlo. YoonGi suspiró esta vez, empuñando suavemente los mechones rubios del omega.  

  —¿De que estás hablando? —cuestionó, con la voz casi faltándole, acariciando las hebras húmedas entre sus dedos. Besos por todos lados en su piel.

El dulce aroma a vainilla bañando la habitación.

Otro trueno.

  —Déjame besar por un momento la piel que no puedo tener… —respondió. YoonGi perdió la cabeza.

  —¡Basta! —exclamó, al mismo tiempo que la lluvia aumentaba a las afueras del castillo. Tomó a Jimin de las mejillas y le miró con intención—. Ya basta, Jimin. Ha sido suficiente.

Los ojitos claros se llenaron de lágrimas, y su cuerpo entero tembló de frío. Fue entonces que recordó que seguían mojados en medio de la habitación, la ropa de Jimin estaba más que empapada.

  —Es que no lo entiendo… —El omega sollozó de pronto, distrayéndolo de lo que iba a decir—. ¿Por qué siempre me haces esto? ¿Por qué me dejas tocarte y besarte, y decirte todo lo que te digo? ¿Por qué me dejas si al final vas a dejarme caer sin cuidado? ¿Por qué juegas conmigo?

YoonGi maldijo mentalmente y limpió las gordas lágrimas que caían por sus mejillas. Estaba harto de sí mismo y su situación. Estaba harto de hacerle mal a Jimin.

El beta suspiró, determinado a dejar toda la farsa atrás, así que dijo firmemente—: ¿Quién diablos te dijo que no me puedes tener?

YoonGi acunó la mejilla del príncipe con una delicadeza tortuosa, sonriendo ladino cuando su rostro se restregó con cariño sobre su mano, justo como el dulce cachorro que era. Los ojos azules le miraron con un brillo especial.

  —No puedes hacerte esto, Jimin —murmuró después, con el estómago revuelto y la culpabilidad que comenzaba a florecer, aún cuando todavía no hacía lo que tenía que hacer.

Rechazarlo.

  —¿Hacerme qué? No estoy haciéndome nada —espetó con la inocencia que le caracterizaba. Por ese mismo motivo era que YoonGi tenía que hacerlo.

  —¿Entiendes nuestra posición? ¿Si entiendes que… eres un príncipe y yo soy un simple carnicero del Viejo Mundo? Estás queriéndote meter en algo que podría meternos en problemas a ambos, tú sabes que…

  —No. No sigas… —Jimin se apartó de su toque al entender lo que estaba queriendo decir—. No me des excusas tontas, sólo dime la verdad. —El omega temblaba de frío.

  —¿Qué verdad, Jimin?

  —Sólo dime que no estás interesado, sólo dime que no sientes lo mismo que yo siento por ti, y es todo, no quieras ablandar la realidad para mí. He tenido suficiente con tu indiferencia todo este tiempo.

  —¿Qué dices? —Eso no era cierto, él no quería ablandar nada, él… él sí estaba interesado, estuvo interesado desde que sus ojos angustiados se cruzaron con los suyos aquella mañana en el almacén, y sintió lo mismo al volver a verlo cada vez.

Un silencio abrumador los envolvió luego de aquello, los ojos intensos de Jimin le miraban con súplica, esperando una respuesta, lo que fuera. YoonGi luchó consigo mismo, se maldijo y respondió—: Diez años es mucho tiempo, cachorro, es…

  —¡A quién le importa eso, YoonGi! ¡A nadie le importa! —exasperado el omega replicó, las lágrimas bordeando sus ojos.

  —Bien, ¿Y lo demás? ¿Crees que, a tu hermano, o a tu reino no le va a importar que yo sea un beta? ¿Un simple e inútil humano?  Sabes de sobra que Katulu prohíbe una relación entre humanos y licántropos. —No quiso perder la paciencia, pero tampoco podía soportar ver al omega así de molesto, y sí, podía comprenderlo, pero quería… intentar, maldita sea, sólo quería intentar que entendiera en lo que se estaba metiendo, pero sabía que el pequeño no iba a rendirse, y él estaba a nada de doblegarse.

  —TaeHyung no va a juzgarme, no lo haría; es un idiota, lo admito, pero jamás pondría las reglas del territorio ni del reino por encima de mis sentimientos. Yo lo sé. —El rubio insistió, casi rendido—. Ya sólo dime que no te gus…

YoonGi terminó con la pequeña distancia que los separaba y tomó al príncipe de ambas mejillas, arrollándolo con un pasional beso, beso que les hizo jadear a ambos ante el repentino contacto. La respuesta corporal de Jimin fue inmediata: sus manos encontraron lugar en los cabellos negros, jalando de ellos porque necesitaba aire y, al mismo tiempo, no le importaba si moría asfixiado. Las feromonas que Jimin soltaba eran suficientes para sofocarlo, sin embargo, el olor era embriagante, sobre todo cuando un profundo sonido emanaba del pecho del rubio, como un gruñido bajo y suave, junto a suaves sonidos de satisfacción de dejaba salir como gemidos de entre sus labios.

  —Deja de decir tonterías. No sabes lo difícil que ha sido controlarme todo este tiempo, pero eres tan terco… —murmuró al romper el beso, los ojitos cerúleos parecían desorbitados, de modo que sólo asintió fervientemente, buscando sus labios otra vez.

  —Es sólo que… no dejas mi cabeza desde que te conocí, no puedo evitarlo, nunca había sentido esto… —Fue callado con otro beso, uno que duró todavía más que el primero.

  —Yo tampoco —jadeó en medio de éste.

El cachorro se saboreaba desesperado, ansioso; lo sentía, y con toda fuerza de voluntad intentaba calmarlo, pero era imposible. Sus necias manos —ajenas a los mandatos estrictos de su mente casi cuerda— le quitaron con júbilo la ropa mojada al omega, con el pretexto de estar empapado y poder atrapar un resfrío.

Jimin había hecho lo mismo con la suya.

Juntos se metieron debajo de las sábanas y las mantas acolchadas, entre besos, uniendo sus cuerpos ya desnudos en un abrazo apretado, con los rayos y truenos de una interminable tormenta de fondo.

El aroma a vainilla se colaba tan delicioso por su nariz, enterrada en los cabellos dorados del lobito que más adoraba.

Ninguno habló ni cayó dormido por un largo rato. Tampoco —a pesar de la desesperación del omega— intentaron llegar a algo más. Las caricias no faltaron, pero jamás viajaron más lejos. Pronto ya sentía sus ojos pesados. Dio un largo bostezo, y cuando cerró los ojos y se acurrucó más contra el beta, murmuró bajito, creyendo que por la tormenta no sería escuchado—: ¿Estamos juntos?

Suspiró.

  —Supongo que sí, cachorro. —Los ojos del omega se abrieron y las mejillas se le calentaron. Todo su cuerpo lo hizo. El corazón le latió tan fuerte y su omega chilló de regocijo—. Sí, lo estamos. Si es lo que quieres… —afirmó, más decidido después.

Lo único que pudo hacer fue sonreír. Luego, escuchó a YoonGi quejarse porque su abrazo no le dejaba respirar, y entre risitas su instinto habló por él.

  —¿Puedo morderte? —preguntó con inocencia, mirando el cuello del otro como si fuera un trofeo que ansiaba ganar. YoonGi se quedó quieto, pero después de unos segundos una sonrisa invadió su expresión. Asintió seguro.

  —Soy todo tuyo. —Jimin casi chilla de felicidad y pronto sus filosos colmillitos sobresalieron y atacó con pequeñas mordidas todo el cuello y hombro de YoonGi, llenándolo de su olor.

Pronto el mayor apestando a vainilla; puras feromonas llenas de amor, feromonas de un omega reclamándolo como suyo.



Ya de nada me sirve disculparme jajaja, aquí está el capítulo que tanto esperaban, y está dedicado a cada uno de ustedes que esperó pacientemente (o no tanto) por mí, estamos a nada de terminar, mi etapa larga de bloqueo espero ya haya terminado por completo así que ansío muchísimo que lean hasta el final, porque está cardíaco. Los amo muchísimo, gracias por seguir aquí. Wattpad ha intentado tirarme muchas veces, pero escribir es lo único que me mantiene, así que seguiré hasta que se me caigan los dedos o hasta que termine por odiar esta app.

Gracias! Y disfruten, el próximo capítulo no sé cuándo estará, pero ya está siendo editado.

PD: le cambié el nombre a la madre de YoonGi, en cuanto pueda edito los otros caps, por si lo ven raro.

Besos! Si no comentan, me enojo.

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