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CAPÍTULO XI

Advertencia: Capítulo con mucho diálogo.
Recomendación: Escucha la canción  mientras lees para entrar en ambiente. (Se añadirá una playlist al concluir la historia)

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La verdad nos hará libres.

Es un hecho. Incluso ese hecho destruye vidas y deshace personas en pedazos. Pero a veces uno decide vivir en la mentira. En la dulce, dulce mentira… donde tragas ilusión y farsa, caminas a ciegas y apuestas, aunque muy dentro de tu pecho sepas que… perderás. Es muy simple. Tú eliges.

Una verdad que duela, o una mentira que te haga feliz.

El cazador ya no quería seguir viviendo dentro de una mentira. No quería seguir alimentando a esa gran bestia que le acompañaba desde siempre. Y si confesarle esto al príncipe liberaría un poco de ese peso… lo haría.

Y espera que pronto pueda ser completamente libre de mentiras.

Él espera pronto ser… libre.
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[…]
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  —Me rindo, TaeHyung. Ya no quiero… no pudo hacer esto —estipuló con la voz baja y calmada. El peso del príncipe cayendo completamente en sus brazos, como si estuviera tan seguro de que fuera como fuera nunca le soltaría.

Y así era. Así sería.

  —¿De que estás hablando? —jadeó confundido. Los toques en su cabello, retirándolo fuera de su rostro, el calor de su cuerpo, sus labios contra los suyos.

  —El odio desmedido me trajo hasta aquí, pero hoy decido que no llega más lejos. Por el odio te encontré, pero por otra razón quiero quedarme.

Los ojos ámbar brillaban a sobre manera y su cuerpo entero se sentía ligero.

  —No te entiendo. —JungKook tomó aire antes de contestar.

  —Te diré cuales fueron mis verdaderas intenciones todo este tiempo. —TaeHyung no podía comprender—. Voy a decirte la verdad, y si después de eso quieres deshacerte de mí, lo entenderé, pero si no, igual estoy dispuesto a ayudarte a encontrar al asesino de tus padres sin importar qué.

Un silencio abrumador les rodeó, provocando que la tensión acrecentara. Cuando los ojos del príncipe se aguaron, él abrió la boca para contestar, a lo que el cazador sostuvo la respiración. Su corazón latía con fiereza y nunca antes se había sentido tan mareado por los nervios y la anticipación de saber cómo reaccionaría el contrario.

  —¿La verdad? ¿De qué me estás hablando JungKook? —El pelinegro tragó en seco, y no pudo sostenerle la mirada—. ¡Háblame!

No sabía cómo hacerlo. Pero era ahora o nunca.

  —Fui… yo fui enviado aquí a matarte —exhaló casi con dolo, como si esas palabras afectaran más de lo normal, como si con eso fuera a arruinar todo lo que se había construido inesperadamente. Tal vez así era, y sintió temor.

  —¿Qué?…

El rubio automáticamente dio un paso atrás, alejándose como si la presencia de JungKook quemara, a lo que el cazador reaccionó de inmediato y levantó las manos, intentando alcanzarlo.

  —¡No voy a hacerte daño! Joder, déjame explicarte… —urgió, alcanzando la mano del príncipe, pero este se apartó—. ¡TaeHyung, por favor!

El omega se veía muy confundido, confundido y dolido; se sintió incrédulo y estúpido de igual forma. ¿Cómo había sido tan ciego para aceptar a un cazador en su reino creyendo que habían formado un trato decente y conveniente para ambos? Cuando desde un principio él había sido el verdadero objetivo. Algo en su pecho dolió. Dolió a la idea de que aquel hombre que ocupada su mente y corazón quiso herirlo desde el inicio.

¿No es así?

  —A este punto sabes que sería incapaz de hacerte daño. ¿Sí lo sabes? —Y como si pudiera leerle la mente, el cazador le aclaró, volviendo a tomar su mano, esta vez para no dejarla ir a pesar de los forcejeos de TaeHyung.

  —¡Suéltame! —gritó, intentando empujarlo. Sin realmente quererlo, una única lágrima amarga abandonó su ojo derecho y se sintió traicionado.

JungKook no cedió, aceptó los golpes en su pecho a puño cerrado y los empujones, esperando a que el príncipe se calmara. Gracias a que era más fuerte que él pudo sostenerlo sin lastimarlo y lo envolvió en sus brazos.

  —Tú sabes que es así, sabes que no quiero herirte, sabes que las cosas son diferentes. Somos diferentes.

  —¡No hay ninguna diferencia! ¡Me mentiste! ¡Y sigues siendo un maldito cazador!

Algo hirvió dentro de JungKook ante eso, pero apretando la mandíbula se controló.

  —¿Por qué no llamas a los guardias entonces? ¿Por qué no haces que me maten de una vez? Puedes hacer eso todavía. Mi cabeza rodaría por los suelos de este castillo si quisieras. En este momento. Puedes deshacerte de mí ahora.

TaeHyung se rindió y contrario a lo que JungKook pensaba, el omega recargó su frente contra su pecho y relajó los hombros.

Pero eso no duró mucho.

  —¡¿Y por qué tú no lo haces de una vez?! —Encolerizado TaeHyung le empujó. El cazador ni siquiera se movió un poco— ¡¿Por qué no me matas ahora?!

  —No voy a matarte —espetó con la voz suave.

  —¿¡Por qué!?

Ninguno dijo nada por algunos momentos, donde sólo el llanto silencioso del príncipe le apretujaba el corazón al cazador. ¿Podía ocultarlo más tiempo?

No, no lo haría.

  —¡Responde! ¿¡Por qué no me matas ahora!? Es más, ¿¡Por qué no me has matado?! ¡Acaba ya con esto! ¡Yo confié en ti! —Volvió a empujarle con rabia. Sus ojos ámbar brillando en traición y dolor. Las lágrimas destrozando su coraza—. ¡Yo no quería! ¡No era mi intención, pero lo hice! ¡Confié en ti!

JungKook quiso ocultar el temblor en sus manos, pero era casi imposible, intentaba retener al omega que no dejaba de empujarlo y golpearlo, pero lo entendía. En su cabeza no podía dejar de repetir “Confié en ti”. Él realmente lo había hecho, lo hacía…

 JungKook hizo uso de su fuerza; aprisionó a TaeHyung entre sus brazos contra su pecho y se puso de rodillas con él, intentando calmarlo de una vez por todas.

  —¿Quieres saber por qué no voy a matarte? ¿Quieres saber por qué voy a traicionar a mi padre y a los estúpidos cazadores? ¿Quieres saber por qué me quedé tanto tiempo y jamás tocamos el tema de ningún acuerdo? ¿Quieres saber por qué tantas noches dormimos juntos? ¿Por qué no puedo alejarme de ti ni un maldito segundo sin sentirme ansioso? ¿O por qué me vuelvo loco por dentro cada que otro hombre se te acerca aunque se trate de los mismos guardias? —El corazón de ambos podría o no salir de sus pechos gracias a los furiosos latidos que se rozaban entre pechos tibios y acelerados. TaeHyung seguía llorando, con los puños apretados y las pestañas pegadas por sus propias lágrimas. Por otro lado, hubo una gota salada y traicionera que también recorrió la mejilla del cazador antes de volver a hablar. Se separó del príncipe, tomándolo de las mejillas, obligándolo a mirarlo—. Porque creo que estoy enamorado de ti —soltó el aire que había estado aguantando, la cruel sinceridad derramándose en su expresión martirizada, por cada uno de los poros.

Los ojos de TaeHyung dejaron de llorar.

  —¿Qué? —JungKook no pudo sentirse más patético; aunque, en realidad, no pudo sentir algo más que…

  —No me hagas repetirlo, yo sé que lo escuchaste perfectamente. —El pelinegro no apartó sus intensos ojos oscuros de los ámbar, la tensión incrementando y sus nervios empujándolo a casi sentir arrepentimiento si el príncipe no contestaba algo, lo que fuera—. Tenía que decirlo, era hora de decirlo… pero si te atreves a burlarte, juro que ni siquiera tu bonita cara me hará detenerme de golpearla.

Dos segundos, hubo dos segundos después de ello, y entonces…

Nunca va a olvidar cómo las comisuras del príncipe se elevaron de a poco hacia arriba y tan pronto como una pequeña sonrisa apareció, le siguió una risa, una risa pequeña e airada. Sus ojos brillaron y se olvidaron de las lágrimas, luego se inclinó hacia el frente contra su pecho, para seguir riendo. Al cazador se le calentaron las orejas.

  —T-tú… ¿por qué te estas riendo? ¿acaso no te dije que iba a…? —balbuceó de vergüenza y luego fue interrumpido.

  —No vas a golpearme, niño tonto. ¿No lo dijiste? Tú no vas a hacerme ningún daño… —Volvió a sonreír, y JungKook respiró hondo.

Era la primera vez que lo veía sonreír, y reír. La primera.

Creyó por un momento que Kim TaeHyung no era capaz de ello, hasta ese momento. Los rectos y blancos dientes enmarcados en una simpática sonrisa rectangular fueron la prueba de ello. El aire dejó sus pulmones. Se sintió flotar en una nube.

Antes de que pudiera responder, el príncipe se impulsó hacia adelante, y sin darle tiempo de reaccionar, le tomó de las mejillas y le besó.

Un beso con sabor a lágrimas de amargura y dulce reconciliación.

  —Me río porque me parece una tontería que haya pensado que yo era el único sintiendo lo mismo. Se supone que debíamos odiarnos. —TaeHyung exhaló contra sus labios, sintiendo las manos del cazador rodear su cintura.

  —Es bastante fácil odiarte, príncipe; la cosa es que yo nunca me voy por el camino fácil. —Le miró por ultima vez antes de hundirse en un beso más necesitado; donde TaeHyung terminó empujándolo contra la alfombra.

TaeHyung se separó del beso, tomándole las mejillas y mirándolo fijamente, luego suspiró—: ¿Sabes qué? Al final… Creo que sí vas a matarme.

JungKook y él rieron de eso antes de sacarse la ropa y hacer el amor en la alfombra del salón, con el fuerte viento helando afuera y la calidez de las velas encendidas a su alrededor.

“La verdad nos hará libres…”

¿Qué tan libres estaban dispuestos a ser?
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  —¿Yoon? Creí que ya te habías ido. —Jimin exclamó al verlo.

  —Aún no, tuve que hablar con mi hermano.

  —¿De verdad? ¿TaeHyung no estaba con él, cierto? —YoonGi negó, yendo a sentarse a la orilla de su cama. Se veía rendido, pero preocupado. Igual que anoche.

  —No. TaeHyung sigue sin saber de mí, no te preocupes. —Jimin hizo una mueca y lentamente se sentó a su lado, como si temiera su reacción al preguntar.

  —¿Sabes que puedes confiar en mí, verdad? —YoonGi volteó de inmediato, observando el semblante angustiado del omega.

  —Claro que sí, cachorro. Sé que sí —aclaró, tomando su mano—. Lamento haberme aparecido así y sin decirte nada, sé que me he estado comportando extraño.

  —¿Qué sucede? —YoonGi tuvo el impulso de borrarle ese ceño fruncido, así que con el pulgar de su mano libre, y por inercia, sobó el espacio entre sus cejas, sonriéndole un poco para reconfortarlo.

  —JungKook tiene unos problemas con papá, y estoy preocupado por eso. Es todo.

  —¿Es grave? —YoonGi lo pensó, pero terminó asintiendo—. No sé qué es lo que pase entre ellos exactamente, pero no quiero seguir viéndote así. No es agradable. Además… enojado das miedo.

El puchero que apareció en sus labios le alertó, sobre todo cuando el omega le soltó la mano para abrazarse a sí mismo. YoonGi de inmediato le descruzó los brazos y le tomó de las mejillas para que le mirara. Causarle miedo era lo que menos quería.

  —Hey, no… no tienes porqué tenerme miedo, sabes que soy incapaz de hacerte daño. Porque sí sabes eso, ¿no? —Con duda le miró, urgente por escuchar una respuesta afirmativa.

 Las cosas entre ellos se sentían muy diferentes ahora.

Después de un corto silencio Jimin asintió, mirándole.

  —Bien. Ahora quita esa cara, prometo cambiar de actitud, ¿de acuerdo?

  —De acuerdo. —El omega recargó su cabeza contra su hombro. 

  —¿Jimin?

  —¿Sí?

  —Crees que… ¿pueda quedarme aquí esta noche? —Los ojos de Jimin se iluminaron al instante, lo que hizo que algo en su pecho se hinchara.

  —La respuesta es sí, y no tienes que dormir en el suelo. Mi cama es lo suficiente grande. Además… anoche dormiste aquí —aclaró antes que nada. YoonGi sonrió, mirando al suelo.

  —Bien. Pero no me dejes estrangularte por la noche, ¿entendiste? —Jimin carcajeó, metiéndose a las mantas.

  —Está bien.
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El amanecer llegó en un parpadeo. Así fue como el sol deslumbró los ojos marrones del cazador, pues las cortinas se quedaron abiertas y los rayos del sol le dieron directo en la cara, despertándolo.

Le tomó un segundo recordar que durmieron ahí… en la alfombra del salón principal. Sus prendas regadas por el suelo y… la persona más hermosa que había conocido le miraba con una suave sonrisa a su lado.

  —¿Cuánto tiempo llevas viéndome dormir, pervertido? —dijo JungKook antes de inclinarse para besarlo.

  —No mucho —murmuró cuando el cuerpo desnudo del pelinegro cubrió el suyo nuevamente. Sus piernas se enredaron, el príncipe arañó su espalda y JungKook hizo de su boca suya una vez más. Recibiendo una mañana más juntos, sin embargo… esta mañana era así, justo así: Juntos.

Cuando el calor volvió a subir JungKook tuvo que detenerse, detenerlos.

  —Espera… espera un poco —jadeó, separándose del beso, pero regalándole un par de últimos en la frente y en la punta de su nariz.

  —¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Quieres ir a la habitación?

  —No, no es eso… —Le sonrió levemente, peinándole el cabello.

  —¿Qué sucede? Te ves angustiado.

Hubo un pequeño silencio antes de que el cazador pudiera decirlo.

  —Tae… Tengo que volver. —El príncipe se enderezó de inmediato, negando con la cabeza—. Escucha, tengo que solucionar esto. Si no intento hablar con mi padre, él…

  —No. Si te vas, no volverás. Yo lo sé —negó repetidas veces, convencido de ello.

  —TaeHyung, sabes que no es así. No tengo motivos para huir. Ya no… —Cuando los ojos del príncipe se llenaron de lágrimas, el cazador lo besó con firmeza—. Escúchame… necesito que confíes en mí. ¿Puedes hacerlo? ¿Crees que puedes confiar en mí? Recuerda lo de anoche, recuerda que yo no…

  —No vas a hacerme daño —repitió, inocente y seguro. JungKook le sonrió.

  —Eso es.

TaeHyung le miró fijamente. Los ojos castaño oscuro no le decían otra cosa más que la verdad. Podía sentirlo.

Eso lo tranquilizó enormemente.

  —¿Y qué se supone que harás?

JungKook se quedó quieto. Pensativo. Todavía no lo sabía con exactitud, tampoco sabía si YoonGi tenía un plan. Pero intentar era mejor que nada, no podía permitir que Demian se acercase a TaeHyung.

  —Hablar con él. —Intentó sonar convincente.

  —¿Sólo hablar con él? Joder JungKook, ¡Te envió a matarme! ¿Esperas que sólo acepte tu suplica y ya? —El omega se estaba poniendo muy nervioso.

  —¡Debo intentarlo! Debo intentar incluso lo menos probable, pero no permitiré que te haga daño, ¿me oíste? No me importa que se trate de mi padre. No dejaré que nada te pase.

Se tomaron de la mano y entrelazaron sus dedos como una promesa.

Unos momentos pasaron antes de que volvieran a romper el silencio.

  —Esas píldoras definitivamente no sirven. No hueles para nada a un alfa, bueno… excepto a mí. Sólo hueles a mí. —TaeHyung no dijo nada ante ello, simplemente se regocijó, dejándose besar el cuello y escuchar lo complacido que estaba su omega.

  —Nía ya debe estar aquí, hablaremos con ella más tarde… —balbuceó sólo para callarlo, a lo que el cazador rió.

  —No estás escuchándome. —JungKook sonrió, paseando su lengua desde su mandíbula hasta su oreja.

  —Lo hago. Pero no me interesa, sigue besándome.

  —Como ordene, alteza.
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El omega menor iba perdido en su mundo, tarareando una canción y brincoteando como conejo por el pasillo. Todo, hasta que vio a NamJoon a unos metros de él. Se dispuso a saludarlo, pero se quedó con las palabras en la boca cuando el alfa se encogió en sí mismo y comenzó a toser. Cuando éste cayó de rodillas al suelo el príncipe corrió hasta él.

  —NamJoon… —Jimin le sostuvo.

  —Estoy bien, príncipe —respondió, pero de inmediato la tos volvió a atacarlo, el menor se alarmó, y rápidamente sacó un pañuelo de su bolsillo, extendiéndoselo al alfa.

NamJoon lo tomó para cubrirse la boca y cuando la tos cesó, lo retiró.

Jimin jadeó a su lado, asustado.

  —Llamaré a Nía —exclamó, queriendo levantarse, pero la fuerte mano del alfa le detuvo del brazo.

  —Estoy bien —repitió estáticamente, su tono era bajo pero fue lo suficiente firme para hacer entender al omega que no tenía que insistir, y un escalofrío recorrió su espina, sus cejas fruncidas en angustia—. Por favor.

Su vista bajó al pañuelo manchado de sangre, después a los suplicantes ojos del contrario.

Lo pensó largos segundos, con una extraña sensación en su pecho, algo diciéndole que no debía quedarse callado, y otro algo al mismo tiempo diciendo que respetara la decisión del alfa, por alguna razón, no queriendo perturbar lo que sea que le preocupara. Terminó asintiendo, sin estar seguro.

  —Entonces vamos a la cocina. Te daré agua, ¿bien? —dijo después de tragar saliva, extendiendo su mano hacia NamJoon; éste le sonrió débilmente.

  —Sí, alteza. —Aceptó la pequeña mano que le ayudó a levantarse y caminó junto al rubio a la cocina.

Quizá había sido una pésima idea, pues al entrar se encontraron con tres personas: JungKook recargado contra el mesón, Nía de pie junto a la mesa y finalmente TaeHyung a su lado, con la expresión angustiada, la cual rápidamente se tornó a una seria.

Jimin se sintió tan tonto, no quiso poner a su amigo en aquella posición, sobre todo cuando el silencio reinó y la incomodidad era insoportable.

NamJoon miró primero a TaeHyung y después a JungKook, pero no pudo hacer nada, el mundo se le vino abajo y la vista se le puso negra.

Escuchó que alguien gritaba su nombre, antes de caer inconsciente al piso.
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  —¿Va a estar bien?

Sus ojos se abrieron apenas pero no lograron enfocar de inmediato. Seguía mareado y con dolor de cabeza. La luz le molestaba. Pero seguía escuchando esas voces.

  —Sí. Creo que es anemia. Me encargaré de observarlo de cerca, no te preocupes. Deben irse. Es tarde.

¿Tarde? ¿Tarde para qué?

Frunció el ceño e intentó despabilarse pero seguía sin poder abrir los ojos y no sentir una horrible migraña. Además, cuando intentó mover su brazo, sintió la aguja en su vena.

  —Estaremos de vuelta pronto.

  —Vayan con cuidado.

Dejó de intentar, su mente estaba demasiado nublada, sus ojos apenas se abrían, su cuerpo apenas se sentía… se dejó ir nuevamente. NamJoon volvió a dormir. Mientras el príncipe y los demás se preparaban para su viaje a Schälander.

TaeHyung se acercó a Jimin, acomodando su abrigo una vez llegaron a la entrada.

  —¿Ya tienes todo?

  —Sip.

  —Bien, no te quiero quejándote con la reina o conmigo después. —En ese momento llegó JungKook cargando un bolso.

Jimin apretó los labios, inhibiendo su sonrisa al notar la tensión.

  —Yo puedo irme en otro carruaje si quieren… —Al ver la mirada de muerte que su hermano le dedicó se metió corriendo y no dijo más. JungKook aguantó la risa detrás.

  —Mocoso malcriado.

  —Me pregunto quién lo habrá hech… ¡Ouch! —Se encogió después del golpe en su cabeza—. ¡Era broma!

TaeHyung rodó los ojos y dio la vuelta, riendo a sus adentros.

Luego de doce largas horas de viaje, finalmente habían llegado al reino omega. Y preguntándose por qué, cada año la familia real hacía una visita a la otra familia para planear la gran fiesta de la coronación. TaeHyung siempre intentaba evitarla, pero había recibido una carta específicamente de la reina exigiéndole que este año no faltara. Así que se sintió obligado. Sólo que esta vez sería diferente, pues… NamJoon no lo acompañaría. Pero JungKook sí.

El carruaje se detuvo, igual que la boca de Jimin babeándole el hombro mientras dormía.

Bajaron. Los guardias que les acompañaban bajaron sus pertenencias, mientras las enormes puertas de cristal del reino se abrían frente a sus ojos. Jimin se echó a correr dentro apenas eso sucedió, y ni tiempo le dio a TaeHyung de reprenderlo.

A JungKook casi se le cae la mandíbula al suelo.

Esto… Esto no era nada comparado a Cravytian.

Se distrajo con los arboles de hojas blancas que rodeaban el castillo. Quiso tocarlas… ¿Eran siquiera reales?

Una mujer delgada y grácil salió por aquellas puertas.

  —¡TaeHyung! —escuchó la voz de la reina, y él abrió los brazos para recibirla. Siempre era un gusto saber que era bienvenido con buena cara—, ¡Me alegra tanto que hayas venido! ¿Jimin vino contigo?

El príncipe asintió con la cabeza—: Subió las escaleras corriendo apenas pisó la entrada. Ya debe estar en la habitación de Soobin. Le espera una reprimenda por haber sido tan maleducado.

La reina rió.

  —No hay necesidad, querido. Sabes que ambos son bienvenidos siempre que quieran, nadie va a negarles la entrada. —TaeHyung le regresó la sonrisa mientras ella le acariciaba la mejilla—. Te ves radiante, TaeHyung.

Él abrió la boca para responder pero sintió a JungKook tenso detrás suyo.

El cazador miraba a todos lados con la boca abierta y los ojos brillantes.

Todo era muy pulcro y reluciente, a diferencia del castillo en Cravytian, Schälander parecía un palacio sacado de un cuento de hadas, todo era cristal y mármol, podía incluso ver su reflejo en el suelo y en los muros. Colgaban grandes candelabros de cristal por los altos techos y cada mueble posaba en distintas áreas en colores blancos y beige, las enormes escaleras de caracol eran de vidrio, y JungKook sintió vértigo solo de verlas, pues pensó que al pisarlas estas se romperían con facilidad y podría caer. Cravytian era tan rustico y cálido, un castillo a la antigua que combinaba con los gustos personales de JungKook; Schälander, siendo su contraparte, era igual de hermoso, pero juraba que nunca había visto nada así. Era una fantasía.

Pero lo que mas le descolocaba… era la reina en realidad, era una mujer bastante imponente, y no porque tuviera un aura dura o se levantara como muro sobre él para causarle temor. Era imponente por el simple hecho de lucir casi fuera de este mundo. Tenía un cabello platinado casi blanco que caía con ligeras hondas por sus hombros y espalda, llevaba un largo vestido blanco con encaje traslucido decorado con finas flores cocidas a mano. Era pálida como la nieve de invierno, pero un rubor rosado adornaba sus mejillas. Sus ojos… sus ojos, en cambio, eran de un ámbar bastante sutil, casi amielados. No sólo el reino era roba alientos, la reina también lo era.

La voz de la mujer lo sacó de su ensoñación.

  —Tae, ¿Dónde está NamJoon? —La mujer pareció un poco confundida. No era ni un poco normal el no ver al alfa donde estaba el príncipe, pues para eso había sido su guardián toda la vida, y no pudo evitar mirar lo más discretamente que pudo al otro alfa que estaba a unos metros de ellos, con las manos a la espalda y la expresión estoica.

El príncipe volvió a sentir ese nudo en la garganta a la mención de su nombre, y la nostalgia lo invadió sin poder evitarlo, en cambio carraspeó y se hizo a un lado.

  —Bueno, él no pudo venir, pero te presento a mi otro guardián… él es JungKook, JungKook,  ella es Park Aera, la reina de Schälander. —El pelinegro se inclinó en una reverencia de noventa grados y esperó.

  —Oh, JungKook está bien, por favor enderézate —pidió con un movimiento de mano, restándole importancia; y mientras el otro lo hacía, la reina le dedicó una severa mirada a TaeHyung. Él sabía que le esperaba una larga conversación—. Se quedaran este par de días, ¿No es así?

  —Me parece que sí, no creo que Jimin quiera volver el mismo día que llegó —estipuló. Aera entrelazó su brazo al suyo y caminaron al enorme comedor. JungKook iba tras ellos, mirándolos con introspección.

  —Ven acá, JungKook, no hay necesidad de que camines detrás. Y tampoco hay necesidad de dudar, aquí estamos a salvo. —La reina se dio la vuelta para tomar a JungKook del brazo y obligarlo a que caminara junto a ellos también. El cazador frunció el ceño, ¿Cómo se había dado cuenta?

En algún momento JungKook se perdió por algún lado del castillo, mirando por todos lados como un niño pequeño que mira las alas de una mariposa por primera vez. La reina y TaeHyung se sentaron en el comedor.

  —¿Algo que te gustaría mencionar? —TaeHyung se hizo el desentendido.

  —No…

  —TaeHyung…

  —Es una larga historia, Aera… me abruma tan siquiera pensar por dónde comenzar. No me hagas decirlo ahora.

  —Si no es ahora será otro día, querido. Me asombra oler a otro alfa en ti. ¿NamJoon está…?

  —Está en casa y está… bien. Supongo. —Tuvo que omitir la parte donde se había desmayado en medio del comedor y Nía lo tenía bajo supervisión. Todos sabían que el alfa no estaba bien. Sobre todo él.

  —Sí, y yo supongo que no… Han sido pareja por años. No me malinterpretes, es tu vida y eres libre de tomar tus propias decisiones, lo que me preocupa es que todo sea tan repentino.

  —No lo es.

  —¿Cómo?

  —Conozco a JungKook desde hace casi un año. Lo que es reciente es que… ¿estamos juntos?

  —¿Dudas?

  —Bueno, sí. Aera, nuestra relación es complicada, ¿bien? También me tomó por sorpresa todo esto, aun me cuesta asimilar cómo es que mi omega escogió a otra persona tan de repente.

  —De repente… —Ella no parecía sorprendida. Parecía… pensativa.

  —No te atrevas. Sabes que no creo en esas cosas.

La reina le dedicó una mirada sospechosa, pues sabía lo necio que era el príncipe ante el tema del destino y el amor.

  —Así que tu omega lo reconoce —espetó.

  —Creo.

  —Crees… —la reina repitió, rendida—. Querido, me parece que es cuestión de tiempo. En algún momento abrirás tus ojos y te darás cuenta… que ese hombre es algo más de lo que tu crees. Si yo, que soy ajena a tu vínculo, lo noto… tú deberías notarlo.

Aera le dijo con seriedad y condescendencia. Esperando que comprenda sus palabras. Un escalofrío recorrió su espina.

  —De qué hablas.

  —Tú bien lo sabes, TaeHyung. Tú lo sabes.

En ese momento Soobin entró corriendo con Jimin detrás.

  —Mamá, ¿Podemos cenar ya? Oh, ¡Hola TaeHyung! ¡No sabía que estabas aquí!

  —Hola Soobin. —El omega de pelo azul fue a abrazarlo y este correspondió. Soobin era bastante pegajoso. Incluso más que Jimin.

  —¿Te quedarás? —Los ojos lila brillaron a la expectativa y el sólo suspiró, a modo de broma.

  —No tengo alternativa, ¿cierto? —Soobin rió, contento.

Soobin era igual al rey de Schälander; ojos lila y expresivos, alto y simpático, apuesto. Noble y cariñoso. El omega tenía la altura y porte de un alfa pero seguía siendo delicado como cualquier otro omega normal. No como él, por supuesto. Él no era delicado, según él. Pues lo único delicado en su persona eran sus facciones.

Soobin resultaba ser un omega grandulón pero con un corazón tan grande que cualquiera podría caber allí. Admiraba eso de la familia Park; eran hogareños, amables, y la bondad desbordaba por los poros de cada uno. Sabía que en el pasado habían sufrido mucho, y ni eso pudo romper su postura. Una sensación cálida y familiar siempre venía a él cuando pensaba en ellos, mucho más cuando los tenía cerca.

Y adoraba que los consideraran a Jimin y a él como parte de la familia.

Soobin y Jimin fueron a la cocina, y fue que la reina aprovechó la oportunidad.

  —¿Ya estás listo? —TaeHyung volteó con los ojos abiertos y las cejas alzadas por la repentina pregunta sin contexto.

  —¿Eh?

  —La coronación, querido. La coronación. —Aera insinuó.

TaeHyung tragó saliva y miró a otro lado. Ya se había olvidado de eso.

  —Tal vez deje pasar otro año —comentó, encogiéndose de hombros. Como si estuviese hablando de algo banal y simple.

La reina suspiró, absteniéndose de sobarse el puente de la nariz.

  —No puedes hacer eso, TaeHyung. Ya fue suficiente. Cada año es lo mismo, y Cravytian no puede seguir sin un rey. Jimin aún es un niño, y su inocencia no es apta para tomar la corona. Lo sabes. No hay otra opción. —El tono empleado era obvio que se tomaba como regaño, pero el príncipe bien lo entendía. Entendía que había postergado sus responsabilidades por mucho tiempo. El duelo por la pérdida de sus padres había sido el motivo al principio, luego fue la larga depresión, luego fue el conflicto y el miedo a gobernar el reino entero. No estaba listo. Pero los últimos dos años… los últimos dos años fue simple excusa. Simple comodidad.

Miró la expresión seria de la reina y suspiró.

  —No estoy listo, Aera.

  —Lo estás. Sé que estás más que listo y también sé que serás un gran rey. —Aquello fue enunciado con miel sobre hojuelas, llenando el corazón de TaeHyung. A veces era lo único que necesitaba escuchar. Necesitaba escuchar que de verdad era digno de algo aún siendo un omega entre tantos alfas.

Eso le hizo recordar lo cómodo y seguro que se sentía cada que pisaba los suelos de Schälander y aspiraba todo ese perfume maravilloso de cada omega que habitaba ahí. Era tan agradable… tan cálido para el corazón.

Algunas veces deseaba dejar su castillo y mudarse aquí. Alejarse de todo, no tener que preocuparse por nada. Al final sabía que sería bien recibido, pues los reyes siempre le habían tratado como su hijo. Aunque sabía que Aera no le dejaría vivir la vida fácil, pues era una mujer que siempre incitaba a levantarse y hacer algo, y en el proceso disfrutar de las cosas que obtienes y las que ya tienes. Su espíritu independiente y trabajador no le dejaría a su trasero aplastarse y mirar el horizonte, ella lo empujaría a correr hacia él. Por otro lado, SeongHwa, el rey, era más libre y desinteresado, dentro de lo que cabe. Él se recostaría a su lado y mirarían las estrellas pensando que no habría algo en el mundo mejor que eso. Se escondería con él para evitar el cruel mundo que hay afuera, teniendo dentro de sí todavía al niño que alguna vez fue. Sin embargo, y a pesar de su personalidad y algunos malos hábitos, Park SeongHwa era un gran rey, un gran hombre y un gran omega. Cuando se trataba de su familia, su reino y su gente siempre dejaba de lado cualquier cosa. Incluso su instinto de procrastinación, como el suyo. Los admiraba mucho, y creía que Soobin era tan afortunado de tener tales padres.

Eso le hizo extrañar a los suyos.

Su semblante decayó y la reina pudo notarlo.

  —TaeHyung… —murmuró, poniendo su mano sobre la suya, inclinándose hacia él—. Puedes hacer esto. Y yo sé que tus padres estarían muy orgullosos de ti por ello. Yo lo estaría.

Tenía que hacerlo, era más que obvio. Ya no quería seguir aplazando más aquella angustia. Era su destino al fin y al cabo.

Limpió con rapidez la lágrima traicionera que bailó por su pálida mejilla. Después le sonrió amargamente a la reina.

  —Está bien… De acuerdo —dijo, asintiendo con la cabeza para darse más seguridad—. Este año será.

En ese momento todos se juntaron a cenar.
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Al anochecer la reina interrumpió su conversación frente a la chimenea.

  —¿JungKook? Preparé una habitación para ti, acompáñame. —Aera le llamó con una suave sonrisa y el cazador se giró a mirar al príncipe, dudoso.

La reina comenzó a caminar por el pasillo, fue que TaeHyung se acercó y le susurró al oído antes de que se fuera—: Te alcanzo más tarde.

Cada vello en su cuerpo se erizó, provocándole tragar saliva y apretar los labios, en su impulso por querer besarlo. Él solamente asintió cuando TaeHyung se fue a su propia habitación, no sin antes sonreírle pícaramente.

Su estómago dio vueltas.

Aquello provocó que permaneciera despierto, en la amplia cama, recostado y mirando el techo ansioso. Esperando por TaeHyung.

No sabía por qué se sentía tan ansioso, nervioso. Como si fuera la primera vez que se encuentra con él o algo. Aunque si lo piensa bien, probablemente se deba a que ambos saben que las cosas son diferentes entre ellos. Que ya no hay nada más que fingir. No hay nada más que ocultar. Estaban juntos ahora.

Intentó tararear una canción para calmarse, con sus manos sobre su pecho y sus pies moviéndose inquietos al compás.

De repente se escuchó la puerta. Se enderezó de golpe e intentó ver en la oscuridad la silueta delgada del omega, quien se rió bajito y cerró la puerta tras él con mucho cuidado.

El príncipe subió a la cama y gateó por encima de él, donde no perdió el tiempo en tomar sus labios.

  —Por lo menos en el castillo no es difícil escabullirme a tu habitación, pero aquí tuve que ser cuidadoso —dijo con gracia, separándose de su boca un momento.

JungKook sólo le sonrió, mirando sus facciones apenas iluminadas por la luz de la luna proveniente de la ventana.

Se quedaron así un momento, mirándose. JungKook jugaba con su cabello y TaeHyung sólo le miraba intensamente, analizando la expresión del contrario, pues parecía que tenía algo que decir, pero dudaba en hacerlo.

No fue necesario preguntar, pues el cazador abrió la boca antes.

  —Sé que no es de mi incumbencia, pero… ¿Qué fue lo que hablaste con la reina que saliste con la cara larga? —murmuró, como si estuvieran contándose secretos.

TaeHyung hizo una mueca para después suspirar.

  —Está bien. No tienes qué decirme. —Se adelantó.

  —Sobre la coronación. —JungKook levantó las cejas—. Este año debo convertirme en rey.

  —Eso te asusta. —No era una pregunta, y es como si JungKook pudiera entenderlo. TaeHyung se encogió de hombros—. Lo entiendo. Yo también tendría miedo.

  —¿En serio?

  —Sí. ¿Ser responsable de un reino entero? ¿De un montón de alfas? Yo tendría miedo.

  —No pareces del tipo que le tenga miedo a algo. —TaeHyung respondió, recargando su barbilla en su pecho.

Una cosa pasó por la mente de JungKook, pero no quiso mencionarla.

  —Te sorprendería. No juzgues a un libro por su portada. —Sonriéndole alivianó el ambiente. O eso creyó, porque la expresión de TaeHyung se mantuvo pensativa.

  —Es difícil no hacerlo.

  —Supongo que sí.

Se sumergieron en otro cómodo y largo silencio. JungKook pensó en algún momento que el príncipe se había quedado dormido pues recostado en su pecho no podía ver su cara y su espalda se movía serena al compás de su respiración. Jugó con su cabello.

  —En un par de días, cuando sea hora de volver… —comenzó, despertando al omega que ya estaba quedándose dormido. Este sólo hizo un sonido de afirmación y JungKook continuó—. Yo tomaré camino al Viejo Mundo. Jimin y tú regresarán a Cravytian, ¿de acuerdo? Me quedaré sólo un día, lo prometo.

TaeHyung se levantó adormilado, listo para renegar, pero el cazador no lo dejó.

 —Ya hablamos sobre esto Tae. —Con calma le dijo.

  —Prométeme que volverás.

  —Te he dicho que me quedaré contigo. Lo prometo. —Con un beso en la frente el omega se calmó, volviendo a recostarse sobre su pecho para volver a dormir. El cansancio ganándole.

  —¿Y sabes qué más prometo?

  —¿Uhm?

  —Que encontraremos al asesino de tus padres.
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El tiempo pasó rápido, y el par de días en Schälander habían concluido. TaeHyung cumplió el capricho del cazador de visitar algunas áreas porque simplemente no podía creer que el lugar fuera real. JungKook sentía que TaeHyung pertenecía más a Schälander que a Cravytian, sólo porque sí… ¿Cómo un ambiente podía combinar de esa manera con la esencia de una persona?

Así que mientras los guardias guardaban sus cosas en los carruajes, el príncipe se acercó a él.

  —Toma esto. Son píldoras inhibidoras. Se las robé a Nía. —JungKook tomó el frasco, envolviéndolo en su puño—. No te olvides de ellas, por favor. No te arriesgues.

  —No lo haré. Las tomaré apenas me adentre en el bosque. —TaeHyung asintió—. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo resolverás lo de tu aroma?

  —Hablaré de eso con Nía apenas lleguemos al castillo. —Por un momento se había olvidado de eso.

  —¡Tae! ¡Ya vámonos! —Jimin le gritó.

Era hora.

  —Volveré pronto —aseguró, mientras Gaion, Jimin y el otro par de guardias se preparaban en los caballos.

  —No tienes que ir solo —propuso, pero el cazador negó inmediatamente.

  —Tengo que ir solo. —Al acercarse y tomarlo con delicadeza por los brazos, TaeHyung recibió un cálido beso en su frente—. Estará todo bien.

Terminó por asentir. Tal vez… Tal vez si confiaba en él después de todo.

Le soltó la mano para ver como subía a un caballo y se alejaba en dirección contraria. Jimin le llamó nuevamente a sus espaldas y fue su turno de partir también.
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  —¿Necesitas ayuda? —Nía entró al salón al día siguiente, escudriñando al príncipe que estaba trepado sobre la escalera, hurgando entre el librero del muro.

  —Joder, me asustaste… —Se tocó el pecho con una mano y con la otra se sostuvo de la escalera—. No, estoy bien.

  —¿Estás seguro? —Ella arqueó una ceja.

  —Claro. Quiero deshacerme de todos estos libros viejos que nadie toca, y que quitan espacio.

  —Espacio no te falta. —El príncipe le dedicó una irritada mirada a la doctora, quien sólo se encogió de hombros.

  —Además… —dice con énfasis, volviendo al tema—. Tampoco haría mal un papel tapiz nuevo, ¿no crees?

Nía cambió su peso al otro pie y cruzó los brazos.

  —Bien, ¿cuál es tu problema? ¿dónde está el TaeHyung insoportable de siempre? —Él frunció el ceño, sin entender a lo que se refería.

  —No sé de qué estás hablando. ¿Es un crimen querer hacer algo por este salón anticuado y polvoriento?

  —Eh… ¿debería? ¿De cuándo acá quieres mover un sólo dedo? —Nía pudo ver cómo las orejas se le pusieron rojas. Elevó una ceja con gracia. Era bien sabido que a TaeHyung le encantaba que hicieran las cosas por él. Su complejo de príncipe era demasiado irónico—. Estás aburrido porque tu noviecito no está ¿verdad?

TaeHyung rodó los ojos.

  —Si no me vas a ayudar mejor vete. No sé, ve a molestar a Jimin o yo que sé.

  —Pero si te estoy molestando a ti… —Nía bromeó, y esquivó el libro que TaeHyung le lanzó—. Bien, me iré. Igual tengo mejores cosas que hacer que verte actuar extraño.

Nía quiso mencionar algo sobre NamJoon para molestarlo pero decidió que no era una buena idea, considerando que se encontraba de buen humor. Tal vez era la razón por la que quería hacer un cambio y despejarse. Quién sabe. O tal vez, y era el hecho de que había un alfa por ahí moviéndole el piso… Nía bufó con ironía. Era obvia la respuesta.

Pensando en ello se perdió por el pasillo, mientras que por otro lado, TaeHyung seguía sacando y revisando libros. Se paseó por la escalera hasta que llegó al cuadro familiar, que yacía en medio del muro adyacente al del librero, y pudo darse cuenta de la cantidad de polvo y telarañas que había recolectado con el tiempo. La última vez que ese salón había sido limpiado por la servidumbre había sido desde la muerte de sus padres. Después de eso, nadie más que su hermano, NamJoon y Nía podían entrar, y a veces uno que otro guardia que pidiera permiso para verlo ahí. A pesar de eso, y de odiar limpiar y ordenar cosas, sabía que tenía que limpiar, así que una vez a la semana sacudía y limpiaba el piso, pero por supuesto nadie lo veía haciendo eso porque era demasiado orgulloso y vanidoso para dejar que alguien del castillo le viese tomando una escoba. Problema suyo. Pero algo que siempre posponía y nunca terminó realmente haciendo hasta ahora fue reacomodar y sacudir el librero y los cuadros, en especial aquél.

Con una mueca TaeHyung suspiró y decidió que era momento. No le gustaba mucho mirar ese cuadro, sobre todo porque podía ver las sonrisas en la cara de su hermano y la suya, pero las caras serias de sus padres. Era una pintura hecha por un viejo amigo de su padre, que murió poco antes que él. No quiso prestarle mucha atención a las caras del cuadro, así que sólo lo quitó para sacudirlo y de paso ver qué tan sucia estaba la pared detrás.

Pero al bajarlo, observó algo inusual, algo que nunca había visto y que nunca imaginó existiera detrás de aquel retrato viejo.

Había un agujero, y dentro del agujero, yacía una cajita dorada. TaeHyung frunció el ceño y la observó un poco más antes de sacarla y pasear sus dedos sobre ella. Al estar oculta ésta no estaba llena de polvo y parecía verse casi nueva, intacta. Aunque seguramente no lo era. Se veía como los alhajeros que solía tener su madre, pero estaba seguro de que este no era uno de ellos, era más una caja común.

La curiosidad mató al gato. Y a pesar de que el príncipe de Cravytian sabía de este muy viejo dicho por las personas de la Tierra antes del nuevo mundo… abrió la caja.

Había una pequeña cadena, muy finita y brillante, del mismo dorado que la caja. Un dije ovalado colgaba de ella. Alzó la cadena frente a sus ojos y la examinó. Un escalofrío recorrió su espina antes de darse cuenta de que se trataba de un relicario.

Antes de poder investigar más decidió bajarse de la escalera para evitar accidentes y una vez sentado en el sofá de la esquina, puso la cajita en su regazo y revisó la cadena nuevamente. Entonces lo vio. Un par de letras grabadas en el oro del medallón.

K.D se leyó perfectamente en su idioma. Iniciales. Con el ceño fruncido le dio un montón de vueltas a la cadena, inspeccionó el relicario más a fondo, casi poniéndoselo frente a los ojos a una distancia demasiado corta, casi hasta hacer viscos.

Lo abrió, pero por dentro no había nada. Todo se resumía a un par de letras solitarias en una triste caja abandonada detrás de un cuadro…

Miró la cajita y no había nada más que eso. El fondo era de un terciopelo negro y la caja tenía grabados y gariboleados muy bonitos. Pudo jurar que esa caja fue preservada hasta el momento en el que fue escondida detrás de un cuadro en la pared.

No podía entender qué hacia eso ahí y cómo nunca lo había notado. ¿Habría otras cosas escondidas en el castillo? ¿En su castillo? Por favor, se supone que conocía cada rincón. Había sido tan descuidado. No le había puesto tanta atención a sus alrededores ni a sus posesiones desde la muerte de los reyes. Se sintió un tonto, pero seguía sobrepasando la confusión entre todas esas emociones y lo primero que quiso saber era quién había escondido ese relicario y por qué. No parecía tener nada de malo, así que por qué hacerlo. Todas las reliquias y cosas importantes y objetos clasificados de la familia estaban guardados en el castillo, pero ellos tenían conocimiento de ellas. Ahora, había una cadena tan pequeña que parecía ser más un brazalete, pues ni en sueños eso cabría en su cuello. Y no tenía idea de ella.

  —K.D… —murmuró para sí mismo, intentando recordar quién en la familia o conocidos podría tener esas iniciales, pero nadie le venía a la cabeza. ¿Habrá sido algún amorío de sus padres? ¡Imposible! Eran lobos destinados, algo como eso sería un eufemismo y una grosería a su legado y lobos propios. No podía ser. Incluso aunque TaeHyung pensara que los lazos en destinados no existen, entendía por norma que si había traición en una pareja de este tipo sólo les esperaría la muerte.

Se quedó frío por un momento, pero recordó que eso sólo sería una muerte que los deterioraba lentamente hasta el final. Se suponía. No una muerte… o bueno, asesinato. Como había sucedido.

Descartó la idea y de repente su instinto le pidió preguntarle a quien más supiera, pero si era algo importante no quería arruinarlo por contárselo a todo el castillo. Pensó en NamJoon, pero sintió cada sensación en su cuerpo amargarse al recuerdo. Ya no podía acercarse, ya no podía correr a él cada que tenía problemas.

NamJoon ya no…

Sacudió la cabeza en un intento por eliminar los pensamientos que aún le aguaban los ojos y ahora sólo le quedaba Nía. ¿Ella sabría? Llevaba el suficiente tiempo aquí, tal vez y ella se hubiera enterado de algo mientras sus padres aún estaban.

Definitivamente tenía que preguntarle a ella…

  —¿Nía? —El príncipe abrió la puerta de su oficina-laboratorio-consultorio sin tocar —como usualmente— encontrando a la doctora leyendo en su escritorio—. ¿Puedo preguntarte algo?

  —Ya lo hiciste —respondió, volviendo a sus páginas. TaeHyung rodó los ojos.

  —Sí, bueno…. En realidad hay más de una cosa que quiero hablar contigo. —Cerró la puerta y fue a sentarse frente a la alfa.

Ella suspiró, fingiendo irritación y dejando su libro son sus gafas de lado.

  —¿Qué es, TaeHyung?

  —Sé que conociste a mis padres poco tiempo antes de que… bueno —carraspeó—. Pero, ¿en algún momento te confiaron algo? No sé… ¿algo extraño?

Nía frunció el ceño en confusión.

  —¿Extraño? ¿De que estás hablando? —TaeHyung no supo qué decir—. Y si lo hubieran hecho, ¿por qué habría de contarte su secreto?

El príncipe abrió los ojos sorprendido, y balbuceó—: ¿L-Lo hicieron?

  —¡No, tonto! Fue figurativo. —TaeHyung jadeó, aliviado—. Ya habla, ¿qué te traes?

Se lo pensó un poco, pero no tenía a quién más acudir… Nadie más a quién preguntar. Así que sacó la cajita del bolsillo de su abrigo y la puso sobre la mesa.

  —¿Sabes qué es esto? —La alfa volvió a colocarse las gafas y tomó la caja entre sus manos, analizándola.

  —No. ¿De dónde la sacaste?

  —Estaba escondida detrás del retrato familiar. Ábrela.

Nía obedeció, y el príncipe esperaba que ella tuviera una reacción que le dijera que sabía de lo que se trataba o a quién pertenece lo que hay dentro, pero no hubo nada. Se veía igual de confundida que él.

  —¿Por qué escondieron una cadena detrás del cuadro? ¿Y quién?

  —Pues mis padres, ¿Quién más?

  —¿Qué crees que signifique?

  —Eso esperaba que me dijeras.

  —Pues lamento decirte que no puedo ayudarte. No había visto esta caja antes, lo siento.

  —¿Crees que sea de mi madre?

  —Tal vez. Ella tenía muchas joyas.

Igual TaeHyung no entendía por qué quisieron ocultar un simple collar…

  —K… —El príncipe salió de sus pensamientos al escuchar a la doctora murmurar la letra.

  —¿Qué?

  —K… K debe ser de Kim, pero ¿D? —Nía escudriñaba bien el grabado, pensando—. ¿Hay alguien en la familia real que su nombre empiece con D?

TaeHyung negó.

  —Eso pensé al principio, pero no, no hay ni hubo nadie que yo sepa.

  —¿Y NamJoon? Tal vez él sepa algo, era muy cercano a tu padre.

  —No le preguntaré. —Nía bufó.

  —TaeHyung, no seas inmaduro.

  —No me importa lo que pienses. No le preguntaré.

  —No pueden pasar el resto de sus vidas sin hablarse, TaeHyung. Literalmente crecieron juntos en este castillo, y probablemente envejezcan aquí también.

  —Él quiere irse —espetó seriamente.

  —¿Qué?

  —Él… él prometió que cuando la corona esté en mi cabeza él se irá.

  —No puede hacer eso… —La preocupación fue notable en la voz de la mujer.

  —No creo que esté jugando, Nía. Lo arruiné y ya no quiere saber nada más de mí —comentó con amargura—. ¿Sabes qué? No me quedaré aquí a discutir eso contigo.

Le arrebató la caja de las manos y volvió a guardarla en su bolsillo. Nía ni siquiera reaccionó. Ahí estaba el TaeHyung de siempre otra vez.

  —Hablé con Aera —dijo después de un minuto de silencio incómodo. Nía pareció sorprendida y esperanzada.

  —¿Te convenció? —TaeHyung no la miró a los ojos, pero se encogió de hombros. La alfa intentó no mostrar demasiado su emoción. En su lugar, carraspeó y se acomodó la bata—. Lo harás bien, yo lo sé.

  —Sí, sí… todos dicen eso. —Se cruzó de brazos y se recargó contra la silla.

  —Eso quiere decir que… ¿Sí habrá celebración previa este año? —Nía se inclinó con una sonrisa a picotearle el brazo.

La maldita celebración… Lo había olvidado por un momento.

La celebración previa a la coronación es una pequeña —gran— fiesta que organiza el palacio junto con el resto del reino para —valga la redundancia— celebrar la próxima coronación del nuevo rey. Esta festividad llena de comida y juegos se había pospuesto los últimos seis años, como cualquier otra festividad gracias a la amargura del príncipe TaeHyung. Si este año iba a tomar la responsabilidad, entonces también debía llevarlo acabo, pues cualquiera en el reino lo estaría esperando apenas se hiciera pública la noticia.

Para ser sincero, él extrañaba esas fiestas. Recordaba cómo sus padres ponían mucho empeño en que cada alfa en el reino se divirtiera y conviviera en paz como si los problemas y la muerte no existieran. Como si por un día pudieran pretender que no hay nadie que los aborrece y se sientan orgullosos de su propia naturaleza.

Estaba seguro de que Jimin lloraría de felicidad al saber que todo eso estaría de vuelta.

Eso le sacó una sonrisa que Nía no pasó desapercibida, pero no dijo nada.

  —Tomaré eso como un sí —dijo. Luego de una pausa, se puso seria—, también me imagino que te preguntó por NamJoon…

TaeHyung suspiró rendido.

  —Tuve que decirle la verdad. A esa mujer no se le puede ocultar nada —bufó—. Además, olió a JungKook en mí, ¿Cómo no iba a darse cuenta?

Hubo un silencio de parte de la doctora que hizo sentir extraño al omega.

  —¿Q-Qué pasa?

La pelirroja se veía más pálida de lo normal.

  —TaeHyung… el aroma artificial no se pega a otra persona como el aroma natural —dijo la mujer con cautela, tan serio y claro para que el príncipe entendiera lo que quería decir—. Es imposible que alguien huela a JungKook en ti. No deberían…

La mujer alfa se acercó y olfateó el cuello de la camisa de TaeHyung, comprobando que, en efecto, olía a alfa… olía a JungKook.

Suspiró.

TaeHyung cerró los ojos y negó con la cabeza, como intentando comprender cada palabra. Era absurdo. Por supuesto que era posible, ¿Si no de qué otra forma era que el aroma de JungKook podía pegarse en todos lados?

  —Nía… no, no entiendo. Era el punto de todo, ¿no? JungKook ya huele como un alfa, y como un alfa su aroma puede pegarse a cualquier omega. Es lo común. —La mirada que le dió la mujer no lo dejó más tranquilo.

Y comenzaba a pensar en muchas cosas.

  —TaeHyung... tienes que entender que a lo que te refieres con común sólo entra en la naturaleza de alfas y omegas, no en ningún beta. Es una escénica artificial lo que le di aquél día —insistió, queriendo que TaeHyung atara los cabos por sí mismo, pero sabía que aunque lo hiciera, le costaría trabajo procesar esa información—, ni siquiera deberías percibirlo atractivo, y con el tiempo va disipándose. JungKook lleva meses aquí y el olor no ha mermado ni un poco. Escúchame… es imposible. —Hizo énfasis en lo último. Pronunciándolo lento y claro.

TaeHyung sintió un nudo en el estómago.

  —Me estás diciendo que…

  —Que JungKook es un verdadero alfa.

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Gracias por su paciencia. Espero leer sus comentarios y saber qué les pareció este capítulo <3

Besos!

–wonder.

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