CAPÍTULO II
Él podía pensar que su vida se reducía a miseria y constante muerte. Tanto que ya no era un problema para él tener que quitarle la vida a alguien, pues eso le habían enseñado: «mata y vivirás» ¿era un tipo de lema? No lo sabía, y no lo entendió todo ese tiempo que duró en entrenamiento. ¿Había una diferencia entre lo que el mundo había sido siglos atrás? ¿Cómo había sido la gente? ¿Cómo habían podido lidiar con su realidad repleta de guerras y odio? Porque a veces él lo sentía imposible.
Adoptado. Había sido adoptado al nacer, alguien en este pútrido mundo lleno de cenizas había tenido un poco de compasión hacia una criatura solitaria que no tenía culpa de nacer en un entorno hostil. La miseria no había sido miseria los primeros años de su vida, siendo un infante amado y feliz, él podía pensar que tenía suerte, y su madre se lo decía: «eres un niño con suerte, JungKook» cada vez antes de dormir. ¿Era eso cierto? Posiblemente.
Al cumplir cuatro, su padre le enseñó a usar su primera resortera, y vaya que al pequeño JungKook le encantaba lanzar piedras a la casa del vecino. Cuatro años, sólo cuatro años cuando le dijeron que había mejores cosas a las qué lanzar aquellas piedras que al jardín vacío de a lado. Él, como un bebé, apenas logró entenderlo.
A los seis, mató a su primer conejo con la misma resortera. Ah… cómo su padre lo había felicitado. A los ocho, recibió su primera navaja de bolsillo, y JK ahora era un poco más consciente sobre para qué era… Y preguntó: «¿Qué eliminaremos ahora, papá?» Los ojos de su padre se oscurecieron, pero aún entre la bruma que la pregunta de su pequeño hijo le provocó, contestó: «Hoy es especial, pero no haremos nada»
De la mano, caminaron juntos a un lugar que el niño pudo catalogar en su cabecita como maravilloso. Habían caminado un largo rato, por prados repletos de flores e insectos brillantes, ríos de aguas cristalinas y cielos despejados, y con esa misma fascinación llegaron a un lugar que sería el objeto de sus sueños por el resto de su vida:
Su padre lo presentó como Katulu, un país contiguo, sin embargo, no estaba muy lejos de su región. El chico observó desde su baja estatura las enormes edificaciones, y el gran muro que les rodeaba, el cual, en ese entonces, estaba a medio construir. Las edificaciones, siendo específicamente grandes y majestuosos castillos, le habían dejado con la boca abierta. ¿Por qué no había algo como eso en el Viejo Mundo? En su hogar sólo había cabañas y casitas apenas resistentes a los desastres, la paja y la madera predominaba. No había mucho por ver, o mucho por adorar, pero eso era…
Por alguna razón, su padre le obligó a esconderse detrás de un enorme roble y observar a los lejos, y entonces, los vio por primera vez: Majestuosos, tal como su alrededor, tal como sus ojos presenciaban.
Una criatura enorme, de larga cola y puntiagudas orejas, como los perros que corrían entre las calles de su pueblo, pero más grandes, más llamativos, más intimidantes, más… fascinantes.
«Son abominables» Su padre abrió la boca, y él no pudo creerlo, simplemente no pudo creerlo.
Lobos, eso dijo después. ¿Lobos? ¿ese era el nombre de la hermosa criatura de pelaje negro como la noche, y ojos claros, intensos como la luz de una luna azul? Caminó a la dirección contraria hacia donde ellos estaban, así que pudo apreciar mejor la forma en la que se movía, la gracia y sutileza, tan sigiloso. JungKook estaba encantado, y creyó que ningún animal que haya visto antes podría compararse.
¿Qué era ese lugar? ¿Y por qué no podían ellos estar ahí? ¿Por qué no podía acercarse? Muchas de esas preguntas surcaron su mente, y con los ojos brillantes preguntó silenciosamente a su padre, quien, por el contrario, existía una oscura llama en ellos que identificó sin dificultad, y aún siendo un niño, supo de la maldad que los emanaba. El odio y esa misma miseria por la que viviría rodeado toda su vida, mientras crecía.
Entonces todo comenzó:
A la noche siguiente, su padre irrumpió en su hogar con una sonrisa de oreja a oreja y el olor de algo desagradable emanando de su ropa y su aliento. JungKook supo que era el alcohol que le gustaba consumir, pero había algo más, algo metálico que se instaló en el olfato de su respingona nariz. Sangre, vio la sangre cuando corrió a recibir a su padre, y las lágrimas inundaron sus ojos, porque de su mano colgaba la cabeza de aquel ser maravilloso que no había dejado sus pensamientos. Su madre y su hermana le recibieron con una gran sonrisa. ¿Sonreír? Estaba muerto, y el entendimiento le golpeó de manera violenta, como la sangre que escurría de la cabeza cercenada del animal. Los ojos estaban aún abiertos, pero ese azul precioso ya no existía, era simplemente un iris opaco, representando la vida que había perdido. Lloró en silencio, mientras escuchaba el barullo y el cómo su padre le decía la única verdad que para él no podía ser más que blasfemia.
«Ellos son el enemigo, hijo» le dijo, tocándole con las mismas manos cubiertas de sangre y culpa.
«¿Por qué?»
«Son malos, pequeño mío, peligrosos, y si no acabamos con ellos, ellos acabarán con nosotros»
Después de eso, fue que su entrenamiento comenzó.
No hubo más tiempo para pensar, todo había quedado más que claro, siendo él orillado a sentir el mismo odio por los lobos de grandes tamaños, sin razón, sin explicación, sin algún argumento válido que le demostrara que así era; que eran peligrosos.
Escogió el arco. Las flechas habían llamado su ser por sobre una espada, o un chuchillo, o un hacha. Y la adoptó, la adoptó como él lo había sido, hizo a esa arma su compañera y su excusa para la maldad que inundó su joven corazón. Días y noches, noches y días, apuntando, corriendo, escondiéndose, observando, creciendo. Cumplió diez, y esa fue su primera caza real.
No podía recordar el color de su pelaje, o el de sus ojos, pero recordaba la sangre, los lamentos, la vida escapando rápidamente. No hubo vuelta , y se rindió, se rindió al destino que tenía marcado. Era vivir o morir, ¿no? Así debía ser.
Tenía sólo doce cuando le revelaron la verdad:
«Ellos son más que sólo animales» Su hermana mayor había confesado una noche, con los ojos llenos de nada.
Más que sólo animales… sí, fue consciente cuando lo comprobó días después, pues su cabeza había volado, su mente se colocó en blanco. Una chica, alta y hermosa rondaba los bosques a las afueras de Katulu, su cabello rubio y largo se balanceaba por el ligero viento, y JungKook quedó en completo shock al presenciar una transformación apenas la chica escuchó las ramas crujir.
En un parpadeo, el rastro de esa bella mujer desapareció, y un lobo de pelaje pinto apareció en su lugar. Los ojos rojos, agresivos, asustados, los enormes colmillos sobresalientes, las orejas inclinadas hacia atrás. JungKook cayó al suelo, observando, la respiración agitada y algo más que miedo invadiendo su pecho. Y él no quiso hacerle daño.
El lobo se acercó con lentitud, provocando que JungKook retrocediera aún en el suelo, su arco a un lado, sin intención de usarlo, pero el animal no dejaba de acercarse; el profundo gruñido erizándole la piel.
«No quiero hacerte daño» susurró, asustado, temblando, mostrando las palmas de sus manos vacías.
El lobo pareció dudar, deteniendo su paso de repente, sus orejas moviéndose y sus ojos suavizándose.
«Te lo prometo… puedes irte» Repitió, y los colmillos desaparecieron de a poco, el lobo pinto dando un paso atrás, dispuesto a huir.
JungKook no dejó de observarla, no apartó sus oscuros ojos de los rojizos, y entonces ocurrió lo que sería una de sus más grandes culpas en el futuro: Las ramas volvieron a crujir detrás de JungKook, a unos metros de distancia, alertando tanto al animal como a él, y una flecha dio directo al pecho del lobo.
«¡No!»
JungKook exclamó, mirando con terror cómo su cuerpo caía al suelo y su pecho perdía movimiento. Su padre salió detrás, corriendo hacia él, quien miraba con los ojos bien abiertos la escena, perdido, aturdido. Aguantó los gritos de su padre, diciendo que pudo morir y lo idiota que había sido al no defenderse, alardeando que le había salvado la vida.
La vida…
“Te lo prometo…”
El corazón de JungKook se oscureció aún más desde ese día y ya no hubo algo que lo parase. Fue que el caparazón lo rodeó, una insensibilidad que no podía ni siquiera soportar en sí mismo; y pronto, conforme los años pasaban, se convirtió en el cazador que era ahora, ágil, vil, cruel, incompasivo.
Sin darse cuenta de que el verdadero enemigo siempre sería él mismo.
Entonces ese niño —lleno de fascinación como alguna vez—, se había convertido en el hombre duro que era ahora… a sus cortos veintidós años de vida…
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La barra metálica que sostenía los costales de grava a cada lado subía y bajaba frente a sus ojos, y ya se sentía cansado de escucharlo gruñir y jadear por el esfuerzo.
—Maldita sea, JungKook ¿Tienes que hacer eso aquí? Estoy a nada de abrir y me estás apestando el puesto a sudor.
JungKook le sonrió con burla, dejando sus pesas improvisadas de lado para levantarse y secarse la humedad del torso desnudo con su camiseta.
—Sólo estaba liberando tensión —comentó con gracia, escuchando al contrario murmurarle maldiciones—. ¿quieres que te ayude en algo? ¿o has hecho el trabajo sucio tú solo?
Entonces YoonGi sí que le acuchilló con esos ojos negros y rasgados, apretando la mandíbula como siempre hacía cuando necesitaba soportar sus ganas por partirle la cara: —Eres un imbécil, siempre haces lo mismo, Jeon.
—No he hecho nada.
—Eso mismo. JinHan te lo pidió esta mañana y te hiciste oídos sordos. Ya no hay nada que tengas que hacer aquí, ya corté el cordero que tú no pudiste cortar. —Recibió un golpe en la cabeza y reprimió la risa que quiso salir por el coraje de su mayor.
—Tenía otras cosas que hacer, lo sabes. —JungKook se encogió de hombros.
—¿Qué cosas? No has tenido trabajo en mucho tiempo, JungKook… —El muchacho de cabellos negros evadió sus ojos e hizo el amago de irse, pero YoonGi lo sostuvo de la muñeca—, Encuentra algo más. Si no lo haces ahora nadie te hará ningún encargo pronto, al menos no en este maldito lugar. —JungKook se deshizo del agarre con brusquedad.
—Entonces iré a otro lado. No pienso dejar esto como si no me hubiera costado toda la vida aprenderlo.
—¿Costarte? ¿Te costó tanto “aprender” a asesinar personas a cambio de dinero? —YoonGi escupió con ironía, casi riendo en su cara.
Min YoonGi y su padre eran las únicas personas ahí que no les interesaba la reacción violenta de JungKook, y no deparaban en prevenir su reacción al decirle las cosas obvias, principalmente las que estaba haciendo mal. El tema de la caza era una cosa de índole sensible que no era fácil de tratar con el chico. Era una pelea infinita que tendrían hasta que YoonGi le hiciera ver que la ira que llevaba consigo sin razón sólo iba a consumirle, al grado de perderse a sí mismo, justo como su padre lo ha hecho.
—Esas cosas no son personas… —JungKook se acercó a él con aires amenazantes, como si no supiera que una persona como YoonGi no podía ser intimidada con facilidad, y mucho menos por él—. Es nuestro trabajo, lo que nos mantiene de pie y con vida, son ellos o nosotros, YoonGi. ¿De qué maldito lado estás?
—El problema es que ese trabajo del que hablas no te está dejando nada, nadie quiere contratarte JungKook, ya están hartos de que causes problemas. —Las fosas nasales de JungKook aletearon como las de un toro enfurecido.
YoonGi lo empujó del pecho con fuerza cuando sus narices se rozaron. Estaba perdiendo la paciencia con ese mocoso, subió las mangas de su camiseta y apretó los puños, dispuesto a darle de lleno en la nariz, justo cuando JinHan llegó corriendo a ponerse delante de él, impidiéndolo.
—¿Qué se supone que están haciendo? Ya es tarde, JungKook. Entra ya y deja trabajar a YoonGi. —La muchacha de corto cabello oscuro irrumpió en la próxima pelea, mirándolos a ambos con ojos severos.
JungKook entró a la casa bufando, con JinHan pisándole los talones.
—Papá te está buscando, deberías tomar un baño o algo antes de verlo. —JungKook giró, con las cejas fruncidas—. Creo que tiene algo para ti.
Eso bastó para hacer que se apresurara, yendo a prepararse; si se trataba de un trabajo sería un alivio, sería el primero en meses, y ya ansiaba un poco de adrenalina. No le tomó mucho llegar al almacén en donde su padre trabaja —si es que podía llamarle un almacén como tal—; sentado en la silla de su escritorio, hablando con otro de los cazadores. JungKook le saludó con un asentimiento de cabeza, esperando a que el cazador saliera del lugar para acercarse a su padre.
SeungHo terminó su conversación unos segundos después, prácticamente corriendo al hombre para recibir la visita obligada de su hijo menor. Con un gesto de mano le pidió que se acercara y JungKook fue a sentarse en la silla frente a su escritorio, despreocupado pero ansioso.
—¿Me necesitas? —cuestionó con su tono indiferente, haciendo suspirar al hombre.
—Sí, hijo, hoy es tu día de suerte —proclamó, forzándole una sonrisa que JK saboreó patética e irritante, levantándole la ceja para que continuara—. Sé que no ha habido mucho trabajo tanto como para ti como para otros cazadores en los últimos dos meses, pero eso ha sido por el aumento de guardias que ha habido en los bosques y en Katulu en general. Esos idiotas se están cuidando más que nunca el pellejo, pero esta vez es diferente —El hombre se levantó, rodeando el escritorio para llegar a su hijo y ponerle las manos sobre los hombros—, resulta que hace unos días, envié a KiHyun a un encargo específico con un licántropo que se le escapó anteriormente, pero el imbécil no regresó. El día de hoy recibimos esto.
SeungHo caminó hacia una esquina de la habitación donde una caja de madera yacía silenciosa, lúgubre, y eso JK pudo sentirlo; se giró, esperando. Su padre abrió la caja y sin cuidado alguno sacó de ella la cabeza del cazador mencionado, ni siquiera un parpadeo de su parte, JungKook no estaba ni mínimamente sorprendido: —Sé exactamente quién lo hizo, y estoy harto de tener que perder hombres —SeungHo miró la expresión en el rostro muerto y dejó caer la cabeza nuevamente en la caja, sacudiéndose las manos—, bueno, hombres incompetentes… Entonces, es tu momento, hijo mío, espero estés preparado.
La sonrisa volvió, y a JungKook le burbujeó el estómago en acidez, imaginándose lo que quería de él.
—¿Ahora quieres que vengue su muerte? Es decir, por mí está más que perfecto volver, pero ¿por ese idiota? Sus errores no me competen, así como no termino trabajos ajenos. Desde un inicio debiste enviarme a mí. —JungKook se levantó, retando a su padre con la mirada.
—Por favor, JungKook, no estarás vengando la muerte de nadie —exclamó el hombre, restándole importancia a todo lo demás, JungKook seguía con su usual ceño fruncido y mandíbula apretada—, yo mismo voy a contratarte para algo específico, más allá de eso.
La expresión dura en el rostro del muchacho de cabellos azabache se suavizó, a la espera, a la duda: —¿Tú?
Su padre asintió, y él no podía comprender, ¿su padre haciéndole un encargo? ¿pagándole?
—Eres el más apto, y honestamente quiero que dejes de trabajar en la carnicería con Min, estás gastando energía ahí muchacho, y YoonGi llena la cabeza de la gente con ideas progresistas tontas que, honestamente, están echándote a perder. —SeungHo hizo una mueca de desagrado y se acercó a él, tomándolo de los brazos para apretarlo—, no te daré unas cuántas monedas, esto nos conviene a ambos.
JungKook apretó los dientes ante el comentario, pues no era cierto, al menos no del todo, YoonGi podría tener una visión de las cosas diferente a la de todos allí, pero eso era porque no compartía los ideales de su padre, ni los suyos, ni los de cualquier cazador del pueblo. YoonGi era un imbécil arrogante que sabía cómo hacerte entrar en razón, y JungKook a veces dudaba de las ideas en su propia cabeza, de su propio pensamiento, todo gracias a ese tipo sabelotodo. Que seguía queriendo de igual forma.
—Y si es así, ¿por qué no me enviaste a mí entonces? Algo tramas, viejo embustero. —SeungHo se rió, palmeando el bícep de su hijo.
—No tramo nada, JungKook, lo único que quiero es que me traigas la cabeza de quien lo hizo, y ya está, mi dinero será tuyo. —JungKook lo pensó un poco, pero sea lo que sea, necesitaba ese trabajo, él necesitaba volver a las andadas o se volvería loco. Trabajar con YoonGi no era malo, pero la adrenalina de cazar estaba extrañándola como nunca.
—¿De quién estamos hablando? —su padre rió, palmeándole la cara, acercándose después al escritorio para sacar del cajón un pedazo de papel. Una fotografía.
Se la extendió y él la tomó arrebatándola de sus manos, observando con detenimiento.
El cabello rubio y la piel pálida; apenas podía ver completamente su rostro, pues estaba de espaldas, y su cabeza volteaba hacia el lado izquierdo apenas, sólo mostrando su perfil, mirando algo hacia esa dirección. Mechones de su cabello caían por sus ojos, pero con el color del cabello y la complexión le sería sencillo, no muchos licántropos tenían el cabello claro como aquel, sería fácil una vez tenga que identificarlo.
—No hagas tanto escándalo, y evita adentrarte demasiado al reino, andan merodeando como cucarachas a los alrededores. —Su padre dijo, como si él ya hubiese aceptado, pero alejó sus ojos de la fotografía para mirar a su padre. ¿Qué más le quedaba? Podía hacerlo. Fácil, rápido, sigiloso, pero sucio.
La sangre era tan aparatosa… como la odiaba.
—Está bien, lo haré.
Y ese fue el inicio de todo.
El bosque le resultaba ya familiar, por supuesto, conocía cada rincón, cada árbol cercano, cada sonido y cada maña en él, ahora sólo debía ser cuidadoso. El paño negro cubriendo su boca y nariz le asfixiaba un poco, pero estaba acostumbrado a la sensación, así como la capucha floja que le caía por la frente, apenas dejando ver sus ojos. Supo exactamente dónde pisar para que las hojas secas no crujieran y el lodo gorgoreara bajo sus botas.
Todo parecía marchar bien, parecía que podría hacerlo en un santiamén, sin dejar huellas, sin ruido; pero se equivocó al dar unos cuantos pasos más a lo frondoso del bosque... Cabello rubio, piel pálida, alto y delgado, intentando alcanzar delicadamente una manzana roja del árbol, sus pies en punta, una mueca de concentración. JungKook apuntó, antes de que volteara. ¿Por qué no disparaba? ¿Qué demonios está esperando? Preguntas le rodearon como susurros inútiles, pero esperaba, esperaba por algo…
Entonces sus miradas conectaron; ojos amarillos, dorados, resplandecientes, cubiertos de espesas y largas pestañas negras, tanto inferiores como superiores. El cabello platinado cayendo como sutiles cascadas rizadas por su frente, cubriendo parte de su ojo derecho, la ligera ventisca pareciendo un efecto en cámara lenta que le obligó a mantener la respiración, sus latidos sofocándolo violentamente.
Lo miró, y le miraron de vuelta, sin moverse, sin pestañear. La expresión en el licántropo era en blanco, con ese atisbo de expectación, de algo más. Las palmas de sus manos sudaron, y dudó, ¿ese era el rostro que su padre quería? ¿esa era la cabeza por la que clamaba con furtivo desprecio?
Tenía que admitir, que para ser una plaga, era la criatura más bella que haya visto.
Tonterías. Apunta y dispara.
¿Y si no lo hacía?
Lentamente el licántropo bajó su brazo, al mismo tiempo que él lo hacía, en una clara invitación a que corriera lejos, y eso hizo, dejando a JungKook sin aire, en medio del bosque.
¿Qué mierda había hecho?
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—Eres un completo imbécil, ¡voy a matarte! —El golpe volvió a dar directo a su pómulo izquierdo, escupiendo la sangre que se acumuló en su boca, y como siempre, su rebeldía no le permitía dejarse de otros malnacidos, así que regresó el golpe con la misma fuerza.
JungKook terminó encima del otro hombre, propinando golpe tras golpe en la nariz, pronto dejando de forcejear pues estaba quedando inconsciente. Hubiera seguido, si no fuera porque lo tomaron por detrás, separándolo del tipo bajo su cuerpo.
—¡¿Qué mierda te pasa, Jeon?! ¡¿Otra vez causando problemas?! —Era YoonGi, empujándolo del pecho para que pudieran largarse de ahí. Bufando como sólo él sabe, se dejó llevar por él hasta la cabaña, donde se encerraron, a la espera de otra discusión que sabía llegaría— ¡¿Ahora qué?!
—No era tu maldito problema, siempre tienes que estarte entrometiendo. —Escupió, todavía iracundo y rabioso.
—Tú eres mi maldito problema, estoy a tu cargo y lo sabes.
—¿Parezco un niño que necesite del cuidado de otro tipo? Ya no tengo ocho años, Min. —YoonGi rodó lo ojos cuando fue empujado, dejando que JungKook fuera hacia su habitación.
—Entonces deja de comportarte como uno, no soy tu niñera, pero a ti te encanta molestar a la gente, joder. —Lo siguió, por supuesto que lo hizo, y detuvo la puerta con su zapato antes de que se la cerraran en la cara. YoonGi entró, azotando la puerta detrás.
JungKook le daba la espalda, su respiración agitada y su silencio hicieron que las cejas de YoonGi se fruncieran: —¿Qué demonios pasó?
Unos cuantos segundos pasaron antes de que el azabache se volteara con una expresión perdida. Entonces, sin mirarlo, soltó: —Lo dejé ir.
—¿Qué?
—Me dijo que le trajera su cabeza, y no lo hice. Lo tuve de frente, en la mira, y lo dejé ir. —El rostro de YoonGi era un poema, el chico se atrevió a mirarlo a los ojos sólo entonces.
—¿Dejaste ir a un licántropo? ¿Por qué? —JungKook resopló, yendo a sentarse a la orilla de la cama, tallándose la cara con las palmas en frustración—, JungKook ¿qué hiciste?
Sabía que YoonGi no le crucificaría por confesarle aquello, él siempre estuvo en contra de la caza, así que decírselo a él para liberarse era mejor a nada. Pero en su cara se notaba el impacto, y con razón.
—No pude hacerlo, no me preguntes por qué, tal vez el que haya estado tanto tiempo inactivo en ello me hizo dudar por alguna razón. Pero ahora no sé qué mierda decirle a SeungHo. —JungKook soltó con prisa, con ansiedad, calmándose hasta que sintió la pesada mano de YoonGi sobre su hombro.
—Hey, ok, está bien… podemos resolverlo. ¿A quién te envió a matar? —Preguntó con la voz más serena, el muchacho sacó la fotografía de su bolsillo, tendiéndosela a YoonGi.
—No sé por qué a él, pero por alguna razón le urge tenerlo muerto. —YoonGi entrecerró los ojos, mirando atentamente la fotografía, le parecía haberlo visto antes, era extraño…
—¿No te dio más detalles? —JungKook negó—, bueno, puedo consultarlo con un amigo, no es cazador, pero anteriormente hizo tratos con comerciantes de Katulu para que no dañaran sus tierras, él conoce a muchos de ellos, tal vez lo haya visto antes y me pueda dar información.
—YoonGi, no…
—Es confiable, si no lo fuera no sería un amigo mío. —eso era verdad, para que YoonGi confiara en alguien debía ser una tarea imposible, y él necesitaba saber de quién se trataba, antes que cualquier cosa; así que aceptó.
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TaeHyung se levantó con la capa de sudor frío perlándole la frente y el pecho, la respiración agitada y los ojos nublados. Miró a su alrededor, encontrándose con la amable mirada de su alfa guardián sentado justo a un lado de su cama, con un paño húmedo que recién estaba pasando por su frente sudorosa. La cálida y suave iluminación de un par de velas encendidas y el silencio.
—Sólo fue un sueño. —espetó el alfa, remojando el paño nuevamente en el recipiente con agua fría. TaeHyung parpadeó y asintió despacio, sin decir nada, solamente se hizo a un lado en la cama y abrió las sábanas en una clara invitación al alfa.
NamJoon dejó la bandeja y subió con él a la cama, cubriéndose nuevamente con las sábanas cuando el omega le rodeó con los brazos y apoyó la cabeza contra su pecho.
El alfa no decía nada cuando situaciones como estas ocurrían, donde TaeHyung olvidaba que tenía que ser duro y arisco, y simplemente se acurrucaba con él en una súplica silenciosa por cariño. Su orgullo seguiría aún cuando estuviese entre sus brazos. No pasaba con mucha frecuencia, así que NamJoon apreciaba cada uno de esos momentos, guardándolos como si fueran un tesoro.
Se recostó con el omega encima, quien aún respiraba irregularmente y temblaba en escalofríos. No sabía qué había sido esta vez, pero podía tener una idea. Las recurrentes pesadillas acerca de sus padres y su situación como omega podrían ser una opción, ya que era lo único que realmente le atormentaba. Se quedó quieto, esperando a que TaeHyung dejase de temblar y volviera a quedarse dormido, pero eso estuvo lejos de pasar cuando su rasposa voz le inundó los oídos: —Ni siquiera recuerdo lo que estaba soñando. Seguro todo esto es por el celo.
NamJoon asintió con la cabeza y le regaló algunas tímidas caricias en los cabellos enmarañados de su nuca.
—¿Te duele algo?
—No todavía, pero lo siento, esa maldita sensación de que no será mejor esta vez. —NamJoon hizo una mueca con sus labios apretados, a sabiendas de lo que se refería. Cada tres meses era lo mismo, el casi eterno sufrimiento que TaeHyung tenía que pasar antes, durante y después del ciclo. La última vez había sido desastroso, no quería ni imaginar que empeorase.
—Voy a estar aquí, no tienes de qué preocuparte. —TaeHyung respiró hondo y subió sobre el cuerpo del alfa como si se tratara de una simple almohada, como si no supiera lo mucho que le afectaba al contrario su cercanía de esa manera. NamJoon comprendía la actitud, esa repentina actitud de niño mimado que no era para nada común en él, pero el celo puede hacer cambiar a cualquiera.
Le abrazó con algo de fuerza, sintiendo la cálida respiración del omega en la piel de su cuello, para más tarde sentir que su cuerpo entero se relajaba y la respiración pausada le indicaban que por fin había vuelto a dormir, así que se obligó a hacerlo también.
Lo que NamJoon no sabía era que sus pesadillas no habían sido más que por la aparición de un hombre de ojos negros mirándole, como llevaba apareciendo desde hace dos días, martillando en su cabeza y alborotando su interior. Debatiéndose qué es lo que debía hacer y por qué se sentía de esa manera, tan ansioso y confundido.
Un cazador perdonándole la vida… No tenía sentido.
A la mañana siguiente, cuando NamJoon había abandonado su cama, decidió hacer algo al respecto, pues su curiosidad e incertidumbre no le dejaban estar en paz. Y quiso llevar a cabo una idea que estuvo rondando por su mente desde aquel día, una idea que podría parecer descabellada, pero que al final, podría darle resultados y sacar algo de ello. Necesitaba ver a ese cazador de nuevo, necesitaba saber si valía la pena arriesgarse.
Tomó su abrigo rojo y salió a hurtadillas como siempre, sin saber que a sus espaldas unos ojos curiosos le observaban con sospecha…
Una vez en el bosque, le fue fácil encontrar el camino hacia el Viejo Mundo; si se apresuraba podría llegar al anochecer, podría cambiar a su lobo para llegar más rápido pero no quería encontrarse con sorpresas en el camino.
No llegó hasta el amanecer, estaba cansado, sediento y hambriento, apenas deteniéndose un momento para sentarse y descansar, antes de divisar a unos metros la entrada de la primera aldea. Se cubrió con el abrigo hasta el cuello y agachó la cabeza, dejando que sus cabellos cubrieran su rostro, del bolsillo sacando las molestas píldoras que tuvo que tragar en seco; nadie debía olerlo, o estaría muerto. Unos minutos más tarde, en lo que el inhibidor de aroma hacía efecto, fue que se encaminó, rápido y sin hacer contacto visual. Agradecía que esa parte estuviera relativamente vacía a esa hora, pues era muy temprano. Escondiéndose detrás de algunas casas, comenzó a mirar a su alrededor, preguntándose realmente lo que estaba a punto de hacer, y si de verdad valía la pena hacerlo.
Pero no hubo nada de todas formas, ¿dónde pudo haberse metido ese cazador? ¿sería tan difícil encontrarlo? Claro, sobre todo porque lo único que había visto fueron sus ojos, no sabía cómo lucía en realidad. Se regañó mentalmente por su estupidez y por seguir sus malditos instintos, debía volver, no tenía caso.
Suspiró, relajando los hombros, dispuesto a darse la vuelta e irse, pero…
TaeHyung pegó un brinco al ser tomando del cuello desde atrás, con la suficiente presión como para mantenerlo quieto, y sabía que si gritaba el agarre sería más fuerte. Los hematomas seguían ahí y él estaba luchando por no hacer ninguna mueca de dolor.
—¿Por qué mierda estás aquí? —Una profunda voz le erizó los vellos de los brazos y la nuca, la boca contraria cerca de su oído y el filo de algo presionándose en su espalda baja—. Si no soy yo, alguien más va a matarte si te identifica.
TaeHyung tragó saliva y siguió mirando al frente, y una valentía extraña le colmó de repente: —No vas a matarme.
El agarre en su cuello se intensificó, y bruscamente le dieron la vuelta, su espalda chocando dolorosamente contra el muro. Y no fue la mano que presionaba su garganta, fue esa mirada oscura y dura que no había dejado su cabeza todo ese tiempo la que lo dejó sin aire. Un latido violento en su pecho.
El hombre le miraba desde arriba, sus propios ojos llegando a la altura de su barbilla, y lo suficiente para darse cuenta de que su cuerpo entero cubría el propio, y los anchos hombros ensombrecían la luz proveniente a sus espaldas.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Las gruesas cejas negras fruncidas en esa dura expresión, y ahora sin la máscara de tela que le cubría en un inicio, TaeHyung pudo apreciar mucho mejor su rostro, y deseó nunca haberlo hecho. Atractivo le quedaba muy corto al hijo de puta.
—Tan seguro por la primera vez que no lo hiciste… —Eso pareció provocar al contrario, y fue levantado por el hombre desde el cuello, sacó los colmillos una vez el aire ya no entraba por ningún lado y sus pies de pronto ya no tocaban el suelo. Sus manos intentaron zafar el agarre, pero por alguna razón no podía, y antes de siquiera poder transformarse para salir de ahí, el cazador le soltó. TaeHyung jaló aire con fuerza y tosió hasta que su piel recuperó el color, sus ojos fueron a los del hombre y sonrió con sorna—. ¿Dos oportunidades perdidas? Tú sí que eres idiota.
Como si no fuera suficiente, el cazador le tomó de las mejillas con fuerza, obligándolo a mirarlo para gruñir en voz baja: —Lárgate de aquí, niño valiente, porque no habrá una tercera.
Entonces le soltó con brusquedad, dejándole las marcas de sus dedos sobre la piel de sus mejillas y el cuello, sumándose a los hematomas anteriores. Los ojos de TaeHyung no abandonaron los del cazador, y pasó delante de él para irse, pero tan rápido como un respiro, fue jalado del brazo con fuerza de regreso al muro, y la gran mano del hombre le cubrió la boca.
TaeHyung se quedó muy quieto cuando escuchó las voces acercándose, y lo único que podía mirar estupefacto era el perfil duro del cazador, a la espera de que la gente se alejara y nos los viera. Sus cuerpos estaban muy juntos y eso el cazador parecía no notarlo, pero él sí, malditamente lo hacía y sintió esa extraña sensación recorrerlo de nuevo.
Las voces no se alejaron, incluso, permanecieron cerca, así que el cazador tuvo que asomar la cabeza para saber qué ocurría y TaeHyung lo escuchó maldecir: —Parece que no van a irse pronto. Más te vale que mantengas el hocico cerrado si no quieres que nos atrapen.
Entonces le tomó la muñeca y lo jaló consigo detrás de las viviendas, donde nadie concurría, arrastrándolo hasta una cabaña cercana, o al menos eso parecía por fuera, pues por dentro el lugar era reducido y estaba lleno de baratijas y demás cosas, cuando encendió la luz y pudo ver a su alrededor.
—¿Hocico? Imbécil, ¿Quieres ver realmente un hocico, hijo de…? —Calló al instante que el cazador lo acorraló contra la pared y le miró con severidad.
—Estuvimos cerca, ¿sabes lo que les hacen a los de tu tipo si pisan estas tierras? O te crees muy valiente o sólo eres muy estúpido. —TaeHyung infló el pecho, odiando que el tipo frente a él quisiera intimidarlo, él era un maldito príncipe y ese mastodonte sólo era un beta inferior a él, ¿quién demonios se creía? —. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué buscas?
TaeHyung lo empujó lejos, sin embargo no intentó salir de ese lugar todavía. Sopló el cairel que caía por su frente hacia arriba, refunfuñando sin nada de gracia hacia el tipo. Y pensar que había venido aquí por él, pensando que… ¿qué? ¡¿qué diablos estaba pensando?!
—Fue un error venir aquí. —espetó, sin querer agregar sus reales intenciones todavía. El cazador se interpuso en la puerta antes de que intentara salir.
—Claro que fue un error, pero no has respondido mi pregunta, ¿qué estás buscando? Aquí no hay nada que te interese. —«sí lo hay» pensó TaeHyung con recelo, odiándose por siquiera estarlo admitiendo a sus adentros.
—Yo debería hacerte la misma maldita pregunta… ¿qué buscabas en mis dominios? ¿además de alguien a quién matar? Tienes una suerte de que no pueda arrancarte la garganta aquí. —Gruñó TaeHyung, y el cazador no se inmutó ni un poco por el grave sonido animal vibrando desde el pecho del muchacho de cabellos claros y ojos fieros.
—¿Tus dominios? Por favor, ¿quién se supone que eres además de un pulgoso maloliente? Si quisieras matarme ya lo hubieras hecho. —retó, mirando con cierta gracia la forma en la que el chico le mostraba los colmillos, esos ojos dorados que tanto le atormentaban tomaron un brillo más potente.
—¿Y tú? ¿realmente quisiste matarme? —TaeHyung se atrevió a dar un paso adelante, mirándolo fijamente hacia arriba. Su aliento chocando en su mentón. Una chispa burbujeando en cada uno de sus corazones. Ignorándolo por un momento.
El azabache tragó saliva y estuvo a punto de contestar, si no fuera porque decidió en su lugar acorralarlo contra la pared nuevamente, presionando su pecho con el suyo, los colmillos de TaeHyung desaparecieron ante la sorpresa, quedándose muy quieto.
—Ahora… ¿qué vas a hacer? —TaeHyung retó, la voz baja y burlona, pero nerviosa, malditamente nerviosa. El cazador se agachó y podía sentir su aliento contra sus labios, y su estómago se contrajo, sin darse cuenta de la carga de feromonas que lanzó. JungKook frunció apenas la nariz pero le sonrió con sorna.
—Ahora voy a repetirte que te largues, vete de aquí si sabes lo que te conviene. —El susurro sobre sus labios le hizo rabiar, rabiar por la única razón de no sentir otra cosa más que el deseo de la cercanía, y el muy, muy agradable olor que el hombre emanaba—. Tienes cinco minutos.
Entonces se alejó, dejando a TaeHyung atolondrado y perdido en sí mismo, intentando mover sus piernas para salir de ahí. Debía salir ahora.
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YoonGi abordó a JungKook más tarde ese mismo día, mientras iba de camino a la cabaña. Él lucía acelerado y nervioso.
—Min, ¿qué pasa? —Fue jalado del brazo hasta uno de los callejones, donde YoonGi se permitió recobrar el aliento.
—Consulté con Hans, JungKook. Ya sé quién es el chico de la foto… ahora entiendo por qué se me hacía tan familiar…
La preocupación en los ojos del más bajo le provocó nauseas al cazador, y sintió los huesos de sus dedos crujir al apretar los puños, al momento de que YoonGi le reveló el nombre.
Tenía que ser una maldita broma…
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—¡¿Me pediste matar al príncipe?! ¡¿Al maldito príncipe?! —JungKook entró al almacén de su padre, encontrándolo muy cómodo y tranquilo sobre su silla.
Frunció el ceño incrédulo, cuando le hicieron aquel encargo y le mostraron la foto del licántropo jamás pensó que se tratara del príncipe del reino.
Estaba prácticamente usándolo de carnada.
—No me alces la voz, Jeon, no te conviene ponerte así conmigo. —JungKook quiso estrangularlo, y peinó con rabia su cabello hacia atrás, bufando.
Entonces el lobo de ojos amarillos era el príncipe de Cravytian… JungKook sintió vértigo, una sensación de realización al entender ahora la conversación que había tenido y lo que había dicho sobre “sus dominios” y el cómo había salido de Katulu tan fácil hacia sus tierras, ningún licántropo normal podría hacerlo si no era con el permiso del rey, a sabiendas de las consecuencias que eso traería.
Se le revolvió el estómago.
—Pensé que te tomaría más tiempo darte cuenta… —se mofó, ajeno a la rabieta de su hijo, a sabiendas de que, en efecto, no había podido matarlo, de otra forma ya tendría su cabeza en las manos.
—¡En qué mierda estás pensando!
—¡Te lo he pedido a ti porque eres el mejor de mis hombres, JungKook! ¡Entiende! —SeungHo le gritó esta vez, desesperado por el silencio, JungKook le dedicó una de sus mejores miradas asesinas—. Sólo tú eres perfecto para ese trabajo, ya es hora de que nos vayamos deshaciendo de ellos desde la raíz, y ese estúpido niño tiene que morir para que Katulu caiga completo, ¿no es eso por lo que hemos peleado todo este tiempo, Jeon?
—¿Por qué no me dijiste desde un inicio que no se trataba de cualquier licántropo? Pude haber tomado otras medidas… —JungKook musitó, tropezando en su interior al recordar que aunque él hubo pensado que era un cambia formas cualquiera, aún así… no lo mató.
—¿Otras medidas? ¡Se te escapó de cualquier forma! ¡Ahora todo el reino debe estar alerta si ha avisado que intentaste matarlo! —Su padre se apretó el puente de la nariz, con los nervios al tope por tener que lidiar con su hijo—, Volverás ahí, no hoy, no mañana, primero dejaremos que las aguas se calmen y esperaremos a que no mande a nadie a atacarnos, si eso no pasa volverás y lo intentarás de nuevo. Y si fallas esta vez, olvídate de que tienes un hogar aquí, JungKook.
Su padre sentenció con dureza, levantándose y dándose la vuelta para irse, pero la fuerte voz de su hijo le detuvo a medio camino.
—¿Piensas desterrarme sólo así? Al usarme para matar a su líder es como si estuvieras sacrificándome, sabes que no será fácil deshacerse de él, y aún así me estás enviando… —JungKook escupió, y su padre se quedó quieto, sin voltear siquiera.
—Te he dado una orden, JungKook, y más te vale que no falles la próxima vez.
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