La Bestia
Arian
Después de un día completo de trabajar y hacer las compras del mes, me sentía completamente agotada. Por suerte hoy no debía visitar a mi abuela. No debía cruzar el bosque. No debía fingir como realmente me sentía sobre ese bosque ahora.
El recuerdo de lo que sucedió esa noche aún se encontraba marcado en mi mente, en rojo tan vivo como el color de la sangre de Laisa.
Me detuve tratando de sacudir de mi cabeza esos pensamientos.
No podía dejar de ir a dejarle raciones de comida a mi abuela. Ella odiaba al pueblo y el pueblo la odiaba a ella. Yo era un puente entre ambos lados. A parte, ella era la única persona con la que realmente tenía conversaciones en este condenado pueblo, era la única con la que podía ser yo misma. Sin mi abuela, posiblemente caería lentamente en la locura.
Así que debía cruzar ese bosque quisiera o no. Lo había hecho dos veces desde lo de Laisa, hace alrededor de un mes. No había vuelto a encontrar nada fuera de lo usual en el bosque, pero eso no significaba que las múltiples muertes dentro del pueblo fueran a detenerse.
El Ulrik seguía suelto en algún lado.
Por fin vi la horrible casa de Harald frente a mí y exhale con pesadez. Podría dormir hasta que se hiciera primavera, pero como dudaba que eso fuera una opción razonable por ahora solo dormiría hasta el siguiente día. O al menos eso planeaba hacer hasta que una voz me detuvo. ─ ¡Hey! ¡Espera! ─
Había escuchado sus ruidosos pasos al correr y su sonora respiración metros atrás, era una cazadora después de todo, sin embargo tenía la mínima esperanza de que no se dirigiera a mí, que fuera una coincidencia de que tomará la misma ruta que yo uso, que tal vez era alguien que entraba al bar por atrás, al igual que Harald lo hacía. Mis esperanzas se hicieron pedazos al escuchar mi sobrenombre en sus labios ─ ¡Escarlata! ─
Tal vez podría fingir demencia y entrar a la casa rápido.
Sin embargo algo me decía que el chico no se daría por vencido. ─ ¡Escarlata! ─
Tal vez eran sus continuos gritos los que me decían eso.
─ ¡Escar─
─ ¡¿Puedes dejar de gritar?! ¡Ya te escuché! ─ Grité ya desesperada. Más le valía tener una buena razón para mantenerme alejada de mi cama. Sino le cosería la boca yo misma.
Me voltee y vi como terminaba de correr hasta donde yo me encontraba. Era un forastero, eso era seguro. Para empezar nunca lo había visto por aquí y el pueblo era demasiado pequeño como para no haberlo visto en mis diecinueve años viviendo aquí. El parecía mayor, pero no mucho. Cuatro o cinco años tal vez. También se miraba diferente a la gente de aquí, su piel sobre todo. Estaba bronceada, y en este pueblo ni en el día más caluroso del año podrías conseguir un bronceado. Un milagro sería si pudieras salir sin llevar más de dos capas de ropa.
El forastero se detuvo a un par de metros de mí. Inteligente. Aunque aún con un par de pasos podría cortarle la garganta de ser necesario. Al ver que yo no planeaba ser quien iniciara la conversación el se presentó. ─ Hola. Eh, disculpa por gritar tanto, pero creí que no te alcanzaría. ─ Sonrío algo apenado, yo no devolví la sonrisa así que siguió. ─ Soy Aleksi, y necesito hablar de algo contigo. ─
El me extendió la mano, yo dejé que la mantuviera levantada el tiempo que su orgullo lo dejará. Cuando la bajó dije ─ ¿Aleksi qué? ─
El apretó los labios y sonrío sin que le llegara a los ojos. ─ Esa pregunta es algo injusta si viene de alguien que ni siquiera me dirá su verdadero nombre. ¿No? ─
Así que el forastero sabía cosas.
No me extrañaba, en un pueblo tan chismoso que nunca me extrañaría.
─ Conoces uno de mis apodos, creo que es lo suficiente como para comunicarte conmigo ¿no? ─ Respondí sonriendo de la misma forma.
Cambiando su expresión a una más seria contestó de regreso. ─ En ese caso tu conoces mi primer nombre; estamos a mano. ─
Me voltee y empecé a caminar. ─ Se te olvida que eras tú el que quería hablar conmigo, si fuera por mí tu seguirías ayudando al panadero y escuchando a su esposa parlotear, lo más seguro. ─ Dije mirando hacia atrás ligeramente para ver su atuendo cubierto de harina. Sí, no me quedaban dudas de quien lo había puesto al tanto de mi vida.
─ Escucha, solo necesito preguntarte un par de cosas, por favor. Luego me iré y no tendrás que volver a lidiar conmigo, jamás. ¿Está bien? ─ No quería lidiar con el ni siquiera ahora, pero si había algo que nunca había logrado controlar de mí misma era la curiosidad.
¿Por qué este tipo quería hablar conmigo tan desesperadamente? ¿Qué clase de información especial podía tener yo que el resto del pueblo no pudiera darle?
Y entonces recordé; el bosque, la sangre y el Ulrik.
─ Si crees que eres lo suficientemente buen cazador para encontrar al Ulrik, cazarlo, y hacerte el héroe, lo único que eres en realidad es un grandísimo idiota. Te aconsejo irte de este pueblo antes de convertirte en otra de sus victimas y nos ser mas que una pila de sangre, huesos rotos, y órganos disfuncionales. ─ Si se sorprendió porque supiera lo que quería no lo mostro.
─ Tengo mis motivos para buscarlo más allá de querer ser un héroe; hace tiempo perdí el interés en esos sueños de niños. ─ Respondió con una voz casi tan fría como la mía. ─ Y no quiero tus consejos, gracias, lo único que quiero de ti es todo lo que puedas decirme de la bestia. Apariencia, forma de ataque, cualquier anormalidad más allá de su supuesta esencia demoniaca que hayas notado. También si puedes describir como era el lugar donde te lo encontraste. ─ Quise casi reír, obviamente podía hacer mas que decirle como era el lugar donde lo encontré. El bosque, este en particular, era mi terreno. ─ ¿Y bien? ─
Durante unos segundos solo lo analicé; quería dejarlo hablando solo, sí, pero de nuevo esa punzada de curiosidad estaba allí. Quería saber el porque de querer perseguir al Ulrik tan estúpidamente, aun sabiendo que era una misión suicida. Quería saber cuales eran esos "motivos". Quería entender a que clase de persona tenia frente a mí. Y probablemente yo estaba siendo tan estúpida como él al decidir ver donde terminaba este juego que estaba a punto de comenzar, pero este lugar era tan monótono que tener algo desconocido que no podía descifrar en menos de cinco minutos era para mí lo mismo que tener a todo un circo para entretenerme.
─ Es un lobo que en cuatro patas es más alto que un adulto completamente de pie, su pelaje es negro perfecto para camuflarse en la noche, su piel es dura, pero no impenetrable. De hecho logre hacerle varias heridas cuando... ─ El recuerdo de su sangre tibia ensuciando mi ropa y mezclándose con la sangre Laisa me hizo estremecerme por un momento. Aparte la imagen a un rincón de mi mente y seguí hablando. ─ Paso nuestro encuentro. Siente dolor. Es ágil, incluso con su tamaño, pero si planeas hacer algo estúpido puedes usa su tamaño en su contra lo más que puedas. Será una de las pocas cosas que puedas usar a tu favor. Le logre hacer varias heridas en las patas, una en el pecho, pero no cuentes con eso, lo más probable es que hayan sanado minutos después de que ocurrieron. Después de eso solo puedo darte una suposición que he hecho: creo que no le gustan las multitudes. ─
Aleksi me vio curioso por lo ultimo que dije ─ Dices eso ¿por? ─
─ El lobo solo atacaba de uno a uno, nunca un hogar, o una plaza, aún cuando seguramente tiene el tamaño para acabar con un ejercito entero. Puede que sea una debilidad tal vez, o simplemente encuentra más emocionante acabar con toda la población de uno en uno. De cualquier manera tener eso en cuenta podría serte útil. ─ Un monstruo que elegía permanecer en las sombras; no era solo un animal con sed de sangre, también tenía razones para actuar como lo hacía.
¿Quién sería tan idiota para tratar de descubrir sus razones?
Al parecer, la respuesta estaba frente a mí.
Aleksi seguía asintiendo aún después de que termine de hablar, probablemente perdido en sus pensamientos y como intentaría utilizar la información. Sabía que no importaba como terminará su camino después de esta cacería
No había forma de que venciera a la bestia.
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