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El Cazador


Me encontraba temblando, en el suelo de la cocina de la casa de Harald. Cubierta de sangre, mía y de alguien más. Varios de los hombres y mujeres de las casas vecinas más cercanas ya habían venido a preguntar a forma de interrogatorio que había ocurrido, pero eventualmente Harald los había echado diciendo que su casa no era ningun centro de reuniones. No sabía si lo había hecho por mí o por alguna razón egoista pero de igual forma lo agradecía.

¿Qué había pasado?

Conté la misma historia unas siete veces.

Volvía de la casa de mi abuela ya bastante tarde. No había mucha luz pero si la suficiente para no perderme. Yo había decidido ayudar a mi abuela a limpiar la cabaña mientras ella se iba a descansar, ya que no se sentía muy bien de salud. Muy tarde me di cuenta que ya se estaba haciendo de noche. Así que tomé mis cosas y me fui.

Me faltaba poco para llegar a el pueblo cuando noté que algo andaba mal, aún cuando no lo parecía, como un sexto sentido que se despertaba alarmado. Así que tome dos de mis dagas y seguí avanzando con más precaución, cuando entonces lo vi. 

El cadáver de la hija de el herrero, Laisa, tirada en medio del camino, con la misma descripción en la que encontraron al viejo Erik. Me acerqué, aterrada y horrorizada. Vi esa cara pálida, su cabello pintado de rojo, mojado gracias a la sangre, sus ojos abiertos con una expresión de completo horror.

Me acerque y arrodille a su lado, sintiendo la sangre aun tibia manchar mi vestimenta y cuerpo pero en ese momento no importaba. Mis manos temblaban sin saber que hacer. Ya estaba muerta, no existía forma de salvarla.

Sentí mis ojos humedecerse, en horror, pánico, miedo, tristeza, y muchas otras emociones que no podía comprender en ese instante. No era una amiga para Laisa, ni ella para mí, pero eso no quitaba el hecho de que la conocía, que era una persona con la que había hablado esa misma mañana. ¿Qué debía hacer?

No podía dejar el cuerpo aquí, pero tampoco podía cargarlo yo sola hasta el pueblo. Debía ir a buscar a alguien. Me paré, aún insegura de como dejar el cadáver de la joven sólo en este bosque, pero entonces lo escuché. Un gruñido que hizo que el suelo vibrara, y al darme la vuelta lo vi.

Un lobo enorme, de pelaje tan negro como la noche, y ojos verde jade. Era tan grande que igualaba el tamaño de tres lobos normales apilados el uno en el otro, y cada uno de sus dientes normales igualaba el tamaño de mis dagas, ni hablar de sus colmillos. Corrí sin pensarlo dos veces.

El lobo comenzó a perseguirme, y lo único que evitaba que me atrapara eran los muchos arboles que debía esquivar gracias a su tamaño descomunal. Me aferre a esa ventaja lo más que pude, doblando y metiéndome en los pasajes más estrechos, haciendo que la gran bestia negra tuviera que doblar.

Lamentablemente eso causó que lo perdiera de vista.

Podría seguir corriendo y llegar a la aldea en pocos minutos, pero sin saber donde se había metido el animal y sin la seguridad de que no fuera a atacarme por la espalda la idea de correr a ciegas sonaba más suicida que otra cosa. Así que sostuve las dos armas que tenía en las manos con más fuerza y avance caminando, tratando de absorber cada parte de mis alrededores, y estar lista en caso de tener que defenderme.

Un paso, dos pasos, tres pasos. Las ramitas y hojas bajo mis pies hacían ruido por más que intentara no hacerlo. Cuatro pasos, cinco pasos. Dos ramas se quebraron bajo mi peso, se escucho el salpicar de un pequeño charco al pararme en él, eso sumado al ruido de los animales naturales del bosque. Seis pasos, siet-

Se escuchó como una rama se quebró, pero no bajo mis pies. El ruido venía de enfrente mío. Y justo cuando enfoque mi mirada dos ojos tan verdes que parecían brillar me devolvieron la mirada. Su ataque fue inmediato.

El peso del animal jugó en su contra, o un milagro me salvó, ya que logré esquivar a el monstruo cubierto de pelo antes de que me atrapara entre esas garras que parecían capaces de cortar a través de armaduras de metal. Sin embargo el logró atrapar parte de mi capucha bajo el peso de una de sus enormes patas. En el momento que sentí el tirón no dude ni un segundo al clavar uno de los cuchillos en la pierna de este.

Sangre me salpico y el animal liberó mi capucha, gruñendo y cojeando un poco gracias a la nueva herida. Sin embargo ese pequeño momento no me ayudo mucho, ya que como si el dolor no fuera nada más que la picada de una hormiga el lobo estiro la misma pata y me rasguño la pierna derecha, abriendo una herida desde el muslo hasta el talón.

No sentí tanto dolor como debía, gracias a la adrenalina, ya luego examinaría que tan profunda era la cortada. Primero debía lograr salir con vida de este encuentro. No podía permitirme morir aquí, no podía acabar igual que Laisa y Erik.

Solo me permití hacer una mueca por el dolor y continué avanzando, vi que el lobo ya no corría detrás de mí, sino que se había vuelto a ocultar entre los arboles. Tal vez por la daga que logré clavarle, tal vez porque este era un juego para él y se estaba divirtiendo con su presa.

Esta vez no desacelere el paso. Ya había caído en eso una vez y ahora el miedo me consumía por dentro. Mientras corría intenté buscar algo en la bolsa que pudiera ayudarme. Defenderse con sólo una daga contra una bestia que tenía decenas de ellas en su mandíbula y patas no sonaba prometedor. No qué dos dagas lo hicieran mejor.

Pero en lugar de otra daga encontré una de las flechas que Laisa me había dado ésta mañana. Cerré mi puño a su alrededor y la saqué de la bolsa.

Avance un poco más. La aldea estaba tan cerca, solo un poco más...

Fue en ese momento que escuche de nuevo el gruñido de el lobo y al voltearme vi esos ojos jade entre el manto de pelaje negro hacerme caer. El lobo se encontraba encima mío, con mi cara abajo de esa hilera de dientes y mi cabeza entre sus grandes patas.

Iba a morir. Iba a ser abierta en dos y mi corazón iba a ser arrancado. Y lo peor es que la única que me extrañaría sería mi abuela.

No. No puedo morir.

Entonces antes de que Ulrik intentara hacer más levanté el brazo en el que tenía la flecha y se lo clave en el pecho. Sentí la sangre tibia caerme encima y a la bestia hacer el sonido de un animal herido, retrocediendo en dolor. Fue entonces que el reflejo de la daga en su pata llamó mi atención. Tomé el mango de esta y la saqué rápidamente, únicamente para clavarla con más fuerza en el mismo lugar, mientras clavaba la otra daga en la otra pata. El Ulrik soltó otro gruñido adolorido.

La bestia se apartó lo suficiente como para permitirme ponerme de pie y una vez más corrí. No voltee, no me escondí, no pensé en ningún plan. Sólo corrí.

Sin saber cómo, logré salir de el bosque, donde una mujer me vio y gritó alarmada al ver toda la sangre, llamando la atención de todas las personas en la zona. Y así entre un tornado de gritos, preguntas, confusiones y pánico me llevaron a la casa de Harald. Y así terminé donde estoy ahora.

"Se enfrentó sola al Ulrik."

"¡Pero si es solo una niña!"

"No puede ser. ¿Cómo sigue viva?"

"Miente."

"Está cubierta de sangre, desde los pies a la cabeza."

"¿Que fue lo que dijo de la hija de el herrero?"

Aún puedo escuchar las conversaciones de la multitud, pero mi mente sigue alejada de este lugar. Sigo pensando en los ojos cafés de Laisa abiertos en terror pero completamente apagados, en ella muerta, y tirada en el bosque. Y los ojos de la bestia, verdes de una forma antinatural.

Después de decidir que fue suficiente por hoy y me pongo de pie para ir a lavar toda la sangre en mí, mi ropa y la capa de mi madre.

Harald ni siquiera menciona el hecho de que estoy pintando su piso de rojo.

***

Aleksi

Ayudante de panadero, quién diría que yo terminaría así.

Había llegado hace dos semanas a Farligskov, unos días después de escuchar en uno de los bares a los que solía frecuentar sobre una bestia enorme que había salido de una leyenda, y era la culpable de múltiples muertes. Sé que no era muy inteligente hacer caso a lo que se decía en esos lugares pero se había repetido tantas veces que al final decidí comprobarlo yo mismo.

Un cazador necesita un nuevo reto de vez en cuando.

Y para bien o para mal la leyenda había resultado ser real. Muy real. Tanto que en cinco días de mi estadía aquí ya habían ocurrido tres ataques más. Y aun así no había logrado encontrar a el famoso Ulrik. Aun cuando había pasado esos días en el bosque, buscándolo. No había visto ni indicio de él, ni escuchado a ninguna de las víctimas cuando los ataques pasaron.

El problema era que, si bien el pueblo era pequeño, su bosque no lo era. Así que mi estadía aquí se alargaría, y al no contar con suficientes recursos, un empleo sería necesario.
Y ya que al parecer la gente de este lugar no parecía apreciar a los forasteros lo más que logré conseguir fue ser el ayudante de un panadero que no contaba con hijos propios que lo ayudarán, y que su anterior asistente había sido una de las múltiples personas con suficiente dinero ahorrado como para largarse del pueblo luego despues que el Ulrik sembrara miedo en este.

Así qué, ahí estaba. Cubierto en harina desde que el sol sale hasta que se mete, cuatro días a la semana. Ganando solo lo suficiente para pagar una comida al día y un cuarto, que es lo suficientemente pequeño como para que en tres pasos llegue a la puerta desde la cama. Tal vez podría haber trabajado uno o dos días más a la semana pero esos días los utilizo para intentar encontrar una pista de la bestia qué desapareció a una tercera parte de este pueblo en solo un mes desde su primer ataque, ya sea gracias al miedo que causó obligándolos a huir a pueblos vecinos o matándolos sin piedad.

Y sí, era estúpido, mi cerebro lo sabía, pero mi instinto me decía que debía hacerlo. Y si soy sincero tomar la decisión más sabia nunca fue mi estilo.

─ ¡Hey, forastero! ¡Deja de soñar despierto y termina de limpiar todo antes de que te vayas! ─ Me gritó Matías, el panadero tomando una pose amenazadora apuntandome con una cuchara de madera. Al menos no era el rodillo.

Pronto. Pronto podría irme de aquí.

Era Jueves y ya era hora de cerrar, lo que implicaba que saldría y tendría Viernes, Sábado y Domingo para explorar el bosque. Y aún cuando solo llevaba dos semanas aquí, era obvio que era mi parte favorita de la semana.

Estaba terminando de limpiar cuando escuche la puerta abrirse y cerrase.

Mierda. ¿Por que ahora? ¿No podía este cliente llegar antes?

Me hice el sordo y dejé que Matías se encargara de el o la cliente que creía que esta era buena hora para entrar a pesar de que tecnicamente ya estaba cerrado. De lo contrario mi cara le habría dicho exactamente lo que pienso de esa persona.

Escuché a Matías aclararse la garganta. ─ Escarlata. ─ Dijo como saludo.

¿Escarlata? Es un nombre raro considerando donde estamos.

─ Matías. ─ Devolvió la joven. ─ ¿Cuánto me puedes dar por esto? ─ Dijo y escuche el metal de las monedas golpear contra la mesa de madera. ─ Y se honesto, no estoy de ánimos como para discutir con otra persona avara de este pueblo cuanto creen que cuesta sus increibles productos. ─

Su voz sonaba joven, pero firme. Fría. Una sonrisa se dibujó en mis labios. No había visto o escuchado a nadie en este pueblo que le hablara así a Matías. Todos o eran genuinamente dulces, los cuales no eran muchos, o hablan con amabilidad intentando que el bajara un poco el precio de algún pan que querían comprar. Esto sería interesante.

Escuché a Matías tomar aire, e ir por algo en los estantes.

Tal vez le arrojará un viejo pan duro en el rostro, o puede que vaya por el rodillo para amenazarla y hacerla disculparse. Si había sacado a un viejo hombre de su tienda por no decir por favor no quiero ni imaginar lo que le hará a esta joven.

Presté atención a cuando el viejo volvió de atrás, esperé a escuchar gritos de furia y gruñidos. Esperé más, pero solo escuche como una canasta era puesta sobre la mesa y luego un frío y seco "Gracias." de parte de la chica, justo antes de salir.

Fruncí el ceño y decidí voltearme a ver a el bigotudo canoso con las mejillas ligeramente rojas de cólera. No me esperaba eso.

─ ¡¿Qué tanto me ves?! No te pago para hacer de espectador. ─ Me dijo dejando salir algo de su furia en mí.

En ese momento volví a escuchar la puerta abrirse, y voltee esperando que fuera la joven que por alguna razón era capaz de poner a mi jefe en su lugar, pero solo resulto ser Devona, la esposa de Matías. Una mujer bastante delgada en comparación a él, pero más alta, lo cual causaba un poco de gracia al verlos juntos. También la mujer era bastante chismosa, como casi todo el pueblo con el que había conversado. ─ Ay, no sabes con quién choque cuando venía hacia aquí, ─ Inició ésta hablando con su usual tono elevado y su dramatismo habitual. ─ ¡Choqué con la Cazadora! ─

─ No me extraña. La chica a penas salió de comprar de mi pan. ─ Respondió Matías con aún un rastro de enojo.

─ ¿Quién? ¿Escarlata? ─ Me escuche preguntando antes de pensarlo bien. Algo muy tonto de mi parte, considerando que Matías parecía querer amenazarme con el rodillo a mí.

Por suerte, fue Devona quién contestó. ─ Ella. Choque con ella y la verdad me puse bastante nerviosa, aunque bueno no fue mi culpa, yo no suelo ser torpe. ─ Como alguien que la había visto chocar con cada una de las mesas del lugar y quebrar más de tres tazones por semana, ponía eso en duda, aunque me guarde el comentario. ─ Pero bueno como decía, esa chica es rara, Aleksi. Nadie conoce su nombre, a pesar de que nació aquí hace diecinueve años y ha vivido siempre aquí. La llamamos según esa vieja cosa roja que siempre anda sobre ella. No tiene amigos, no conversa con nadie por nada que no sea comprar y vender. Ay y no me hagas hablar de su familia, ─ No lo hago, dije para mis adentros. ─ Su madre y abuela, un par de forasteras que decidieron vivir en medio del bosque, tampoco dijeron nunca su nombre a nadie, algo de esa extraña cultura de la que vienen supongo, pero bueno. Después la madre un día apareció embarazada de el cazador del pueblo. ¿Puedes creerlo? Seducir a su competencia. Aunque bueno también esta el hecho de que─

Por muy interesante que me pareciera la chica, no podía procesar todo el parloteo de Devona así que apague mi cerebro, seguí asintiendo de vez en cuando como si escuchara y continué terminando mis labores.

─aunque lo más raro es que dice haberse enfrentado al Ulrik ¿Te imaginas? ─

─ ¿Qué? ─ Pregunté volteándome, para confirmar que si había escuchado lo que creí haber escuchado o si mis pensamientos ya estaban afectando la realidad a mi alrededor.

─ Lo sé. Esa chica esta loca. ¿Quiere que creamos que enfrentó al Ulrik sola y salió con vida? Eso es imposible. Nadie lo ha hecho. Nunca. Jamás. ¿No es así querido? ─ preguntó la señora a su esposo.

Matías se cruzó de brazos con el ceño tan fruncido como siempre, y para mi sorpresa no estuvo de acuerdo con su esposa. ─ Escarlata no es de las que se asustan fácil. Yo la vi el día que volvió del bosque. Estaba cubierta en sangre, con una gran herida en la pierna, y tan pálida como la muerte. No confío en la chica, pero sabe usar armas, y es ágil. Así que no dudo ni confirmo nada. ─ contestó el viejo gruñón.

Devona continuo con su vomito verbal sin tomar en cuenta lo que su marido acababa de decir. ─ Ay, pobre muchacha. No me extraña que sea tan rara. Tal vez su tío la influyó y finalmente empezó a beber como él. O puede ser que─

Me acerqué a Matías el cual frunció el ceño en mi dirección al verme hacerlo. ─ ¿Qué? ─

─ ¿Sabe donde vive la chica? Quiero decir, Escarlata. Necesito hablar con ella. ─ Antes de que terminara de hablar el bigotudo ya estaba soltando una carcajada, algo que no lo había visto hacer ni una vez antes.

─ Estás más loco que mi esposa si crees que ella te hablara. No le habla a nadie. ─ Me contestó en un susurro luego de terminar de reir, regresando a su ceño fruncido habitual. No me moví, ni dije nada, ni siquiera cambié mi expresión. Matías rodó los ojos y exhalo cansado. ─ Su casa se encuentra cerca de la plaza, es la casa más cercana al bar. No te costará encontrarla, solo busca una casa que parezca cercana a caerse en pedazos. Si corres ahora tal vez alcances a Escarlata antes de que llegue. ─

Salí corriendo gritando un gracias, ni siquiera pensé en mi paga del día, y tal vez fue eso lo que evito que Matías me gritara por salir así. Necesitaba saber más de la bestia, y si solo esa chica se había enfrentado a él, entonces ella era la única que podía decirme algo de utilidad sobre él.

Así que corrí detras de la cazadora.

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