El llanto del Niño
—Vamos Charles, cuéntanos tu peor historia de terror— le dice su amigo Marcos —. No seas agua fiestas, cuéntanos algo, alguna experiencia.
Charles, esta con Marcos y cinco amigos más en el departamento de Marcos en una pequeña fiesta entre amigos. Tienen lo típico: nachos, Rock and Roll y mucha cerveza. A demás Charles tiene guardada para esa ocasión algo de hierba.
—Está bien, está bien. Contare mi historia, pero luego no quiero a nadie asustado y llorando.
—Esto sucedió hace algunos años y es real. —Comienza a relatar Charle—. Cuando comencé a trabajar en la policía, todo era extremadamente loco, ya saben era el nuevo y prácticamente siempre me tocaban los casos más patéticos: que si el vecino tiene la música muy en alto o esas cosas.
En fin, un día de abril llaman a la comisaria algunos vecinos quejándose de un loco gritando cosas sin ningún sentido. Así que fuimos hasta el departamento del tipo.
En la recepción del edificio nos esperaban algunos vecinos algo molestos y otros preocupados, decían que nuestro "caso" gritaba cosas extrañas sobre un niño que lloraba. Asumimos que estaba bajo el efecto del alcohol o las drogas y subimos hasta su departamento.
Al llegar, mi compañero y yo tocamos a la puerta. A lo que el tipo respondió: —Cállenlo, ya no lo quiero escuchar más.
—Por favor señor, abra la puerta, es la policía. Algunos vecinos se han estado quejando de sus gritos. ¿Podemos ayudarle en algo? — Respondió mi compañero.
Por unos segundos todo quedo en silencio y de repente un hombre abrió la puerta.
Tenía mal aspecto, como si tuviese días que no dormía, traía una camisa blanca muy arrugada y se le notaba que llevaba días que no se afeitaba.
—Señor, soy el sargento Charle... —Comencé a decir cuando este hombre me interrumpió.
—Ya no lo aguantó, ya no soportó su escandaloso llanto. Por favor que deje de llorar—. Suplico este hombre con un tono de locura.
—He... ¿A quién señor? — Pregunté algo confundidos.
— Al niño. ¿No lo escuchan? ¡Vine por mí!
—Señor, no hay ningún niño llorando—. Le respondió mi compañero—. No se escucha absolutamente nada—. Concluyó.
—Sé que me persigue, yo no quería hacerlo, se quiere vengar de mi—. Comenzó a balbucear este pobre hombre y para ser sincero parecía verdaderamente trastornado y loco. —Por favor cállenlo, ya no aguantó más.
Mi compañero y yo al escuchar las cosas que decía nos vimos a la cara el uno al otro algo confundidos. Y luego le miramos a él.
—Señor, pienso que es mejor que nos acompañe a la comisaría de policía—. Le dije.
El hombre levantó la cabeza y por un momento nos vio fijamente con esa mirada de psicópata, comencé inconscientemente a tomar mi armar y note que mi compañero hacia lo mismo.
— ¿Ustedes me van a ayudar, verdad? —Fue lo único que respondió luego de unos segundos que parecían eternos.
—Claro. —Le respondí.
Mi compañero lo esposo mientras yo lo vigilaba con la mano en mi arma.
Luego lo llevamos a la patrulla y mientras mi compañero lo vigilaba yo revisaba su departamento en busca de drogas o armas. No había nada.
Todo el camino a la comisaria fue en total silencio, ninguno de los tres dijo la más mínima palabra. Al llegar lo llevamos a la sala de interrogaciones, aunque en realidad solo querían meterlo al calabozo por perturbación del orden público y que luego pagara una fianza.
El hombre había estado bebiendo, aunque no en su departamento. Al confesarle al comisario las cosas locas que decía decidió pasarlo a investigación.
Se le permitió darse un baño, pero se negó, solo decía algo sobre un niño, el agua, que lloraba. Nada sin ningún sentido por el momento.
Se le dio un calmante y esperamos que todo hiciese efecto.
Media hora después, estaba sentado a la mesa en la sala de interrogación.
Mi compañero y yo estábamos frente a él, y el comisario en la habitación de al lado.
Comenzamos con el interrogatorio, —no recuerdo el nombre del tipo, pero su apellido era Hollmer.
—Señor Hollmer, se encuentra usted aquí, un caso un poco común de alteración del orden—, comenzó mi compañero—. Sus vecinos llamaron quejándose de sus gritos, algunos manifestaron que usted estaba bajón el efecto de las drogas y el alcohol, lo cual según las pruebas que le acabamos de hacer es así, al menos en la ingesta de alcohol. Pero existe algo que llamo nuestra atención. —Continuó mi compañero, mientras Hollmer nos miraba fijamente, pero ahora sin esa mirada de psicópata asesino—. Usted habló sobre un niño... ¿Y de que usted no lo quería hacer? —preguntó mi compañero cuando Hollmer lo interrumpió.
— ¿Ustedes también lo escuchan? —Pregunto una vez más con esa mirada de loco? — ¿Pueden oírlo llorar? Yo no quería hacerlo—. Continuó—. Me está volviendo loco.
Mi compañero y yo nos vimos una vez más a las caras extrañados y confundidos. Esto no era normal.
—Señor Hollmer—, intervine—. Nosotros no oímos nada, en su departamento y en este lugar no hay ningún niño llorando. —Él me miró como con tristeza y susurro "Yo no lo quería hacer."— ¿Qué es eso que no quería hacer? —Le pregunte de inmediato.
Hollmer me mira unos segundos y luego habla.
—Está bien le contare, pero solo por que se que él está aquí en algún lugar, me observa, aunque ha dejado de llorar. Sé que quiere volverme loco.
— ¿Quien? —Pregunto ya algo alterado.
—El niño—. Me responde—. Verá, soy un sicario oficial, mi trabajo es matar gente. Llevo mucho tiempo en esto y soy muy bueno. Nunca preguntó nombres, ni el porqué. No hago preguntas, soy un profesional. Cojo mi dinero y me marchó. Muy pocas veces veo a quien me contrata: mientras menos sepa de ellos y ellos de mí mejor. Ellos me dicen donde encontrar a las víctimas y con el dinero me entregan una foto; yo hago mi trabajo y ya.
Nunca he fallado y nunca abandono un trabajo por muy difícil o complicado que sea. Ya le dije soy un profesional.
El asunto está que hace algunas semanas me contactaron para un trabajo, algo al parecer fácil. Me conseguí con un hombre y una mujer en un restaurante, ellos me dieron el dinero de la paga completa y una foto que no mire. Me dijeron que mi víctima se encontraría en el río, en donde se forman los pequeños estanques. Ya ustedes deben de saber, a pesar de ser una zona algo hermosa, siempre está muy sola por lo lejana que esta. Les pregunte que como querían que lo asesinara y ellos dijeron que lo asfixiara, que lo estrangulara hasta morir, pero que sufriera.
La expresión de Hollmer era somnolienta y distraída mientras recordaba cada detalle de lo vivido, pero también se le notaba algo de tristeza.
— Seria un trabajo difícil—, continuó Hollmer. —Pero había notado que había dinero de más, según el acuerdo previsto.
Riendo el hombre me dijo:
—No se preocupe, como usted ha visto tiene algo más de lo acordado. Y estoy muy seguro que usted podrá con eso—. Concluyó.
—Bien, perfecto— les dije, —hoy mismo me haré cargo de esto—. Así que me levante de la mesa y me fui.
Al llegar al río, camine hasta la zona de los estanques y como era de esperarse estaba totalmente solo. Continúe caminando hasta que conseguí una persona a lo lejos. —Debe ser este —. Me dije. Continúe caminando y cuando llegue no lo podía creer.
La cara de Hollmer, era como la de un fantasma, estaba blanco como una hoja, sus ojos estaban vidriosos como si de un momento a otro se fuera echar a llorar.
—Pensé que era una confusión, que me equivoque de lugar—. Continuaba Hollmer en su confesión—. Saque la foto del sobre donde estaba el dinero, y no lo podía creer.
Hollmer hizo silencio por algunos segundos, mientras que de sus ojos salieron unas gruesas lágrimas cristalinas, que parecían muy dolorosas y a la vez que aliviaban su angustia y dolor.
—Frente a mi estaba un niño y era la persona que estaba en la foto. Por un momento pensé echarme atrás y no hacer el trabajo, regresar ese dinero. Pero como ya les dije: yo soy un profesional y nunca me echó atrás o dejo un trabajo a medias. Tengo una reputación que proteger.
Eso es algo que se debe mantener si uno quiere sobrevivir en esta profesión.
Ser discreto, y olvidar rápido los rostros también es necesario para ejercer como sicario.
Detalle aun más la foto, y me sorprendió lo que descubrí. El niño tenía un gran parecido con la pareja que me contrato: eran sus padres.
Poco a poco me fui acercando a él, haciendo el máximo silencio que podía al caminar. Cuando estuve más cerca, el me vio y sonrió. Me saludo, no parecía asustado al encontrarse con un extraño en ese tan solitario lugar.
De un momento a otro, le brinque en sima tomándole por el cuello. El comenzó a gritar y a patalear. Yo apretaba su pequeña tráquea mientras él con el poco aire que le quedaba lloraba. Recordé que sus padres querían que sufriera. No logro entender aun porque me pidieron que asesinara a su hijo tan cruelmente. Así que comencé a soltar y a apretar su cuello varias veces. Cuando ya estaba a punto de desmayarse por la falta de oxígeno suavizaba mi agarre para que pudiese tomar un poco de aire y luego volver apretar. El niño lloraba, sufría, llamaba a sus padres, a esos que lo querían muerto. Luego de un rato apreté sin soltar más hasta que estuvo muerto. Me levante sacudí mi traje y salí de ahí, le avise a sus padres que el trabajo estaba echó sin añadir nada más. Regrese a mi casa me di un baño y esa noche intente dormir pero no lo logre. Escuchaba los llantos de agonía del niño mientras intentaba matarlo. Esto ya hace cuatro días, y desde esa noche lo escuchó en todos lados, sé que me sigue, que me acecha, quiere volverme loco, se quiere vengar y llevarme al mismo infierno.
Mi compañero y yo lo mirábamos y escuchábamos con la boca abierta como si se nos hubiese soltado la mandíbula. Quedamos en silencio por unos largos segundo hasta el que el comisario toco el cristal que separaba las habitaciones con sus dedos.
— ¿Sabe como se llaman los padres? —Pregunte.
—No lo sé, no pregunto, recuerde que soy un profesional—. Fue lo que respondió.
Salimos de la sala de interrogación. Se envió un equipo a verificar el lugar de los hechos, si lo que decía Hollmer era real, aún debía de estar ahí el cuerpo, nadie lo había reportado. A menos que se le lleve un animal.
Yo fui en el equipo enviado a verificar, al llegar, ahí estaba el cuerpo de un niño de nueve años, con un traje negro tirado en el suelo muerto con marcas de estrangulamiento.
Buscamos en los datos de la policía alguna denuncia de desaparición y conseguimos una que concordaba con las características del niño. Fuimos inmediatamente a buscar a los padres para encarcelarlos por el asesinato intelectual de Demián Enrique Ochoa Ortiz, pero cuando llegamos a su casa los encontramos tirados en la sala de estar, muertos. Estaban estrangulados y se les notaba en la cara que algo terrorífico fue lo último que vieron.
Cuando Charles termino de contar su historia, todos sus amigos estaban en total silencio sentados en la sala de Marcos viéndose los unos a los otros con unas caras de absoluto miedo.
— ¿Y qué paso con Hollmer? - Pregunto después de unos largos segundos uno de ellos.
— Lo encontramos dos días después en su celda, estrangulado, con la misma expresión de los padres de Demián. — Respondió Charles.
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Historia ganadora de:
🏆Tercer lugar en la categoría Terror Paranormal del concurso La Mejor Historia 3 de CSEdiciones
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