Enamorarse
"Nunca me voy a enamorar"
Eso es lo que Sehun pensó, mientras permanecía en la parte trasera del coche de su padre. El volumen bajo de alguna melodía desconocida resonaba dentro; siendo para él indistinguible, nada mas allá de un simple eco lejano, muy lejano.
Girando el rostro, era capaz de mirar a través del cristal el panorama que se le presentaba. Los árboles corrían con fuerza a su paso a medida que el auto avanzaba, aunque su padre ya le había explicado que en realidad eran ellos quienes se movían, el auto mas bien. No los árboles.
Balanceando sus pies inquietamente, optó por devolver su atención a la figura de acción entre sus manos. Ese había sido un regalo de su padre, por su cumpleaños. Admirando con fascinación a su nueva adquisición, un Sehun de seis años, elevó el muñeco en lo alto.
De esa forma, mientras lo sostenía, daba la impresión de que el juguete volaba. Aunque su padre ya le había dejado en claro que eso era imposible para él y para cualquier otro ser humano, a menos claro, que se hallara dentro de algún tipo de avión o algo por el estilo. Así es como Sehun había llegado a la triste conclusión de que él tampoco podría hacerlo, por muy tentadora que la idea sonara.
—Has estado muy callado, Hun. ¿No te divertiste?
Dejando de lado el juguete, Sehun miró al frente, ahí donde la voz gruesa de su padre le llamaba. Vio al hombre mirarle de reojo a través del espejo retrovisor, pero enseguida regresó su atención a la carretera. En su lugar, su madre se giró, todo lo que el cinturón de seguridad le permitía, con su hermoso rostro escudriñándole, indagando en el por qué de su silencio.
—Me he divertido —dijo en voz alta, recordando todo el rato que jugó en el patio trasero de la casa de su tía.
Su primo había estado ahí también y no había perdido la oportunidad de invitarle a jugar, considerando que Sehun tenía un nuevo superhéroe que agregar a su lista de juegos habituales. Así, mientras su primo, mayor que él por un año, huía junto a su villano mas reciente, él se encargaba de atraparlo y entregarlo a la policía, papel que desempeñaba otro niño, vecino de su primo.
—¿Y entonces? —quiso saber ahora su madre.
Sehun la vio mirarle a través de su flequillo. Ella era una mujer bella pero de mirada mas bien gélida.
—Es solo... —se detuvo, no tan seguro sobre si quería o no compartir aquella inquietud con sus padres.
—¿Ocurrió algo?¿se han peleado?
Pelearse.
Eso es lo que su primo le había dicho que sus padres habían estado haciendo últimamente. Todo para que el final, su tío dejara de vivir definitivamente con ellos.
"Papi ya no duerme en casa", Sehun apartó el muñeco. Él no sabía nada de eso.
"¿Por qué?", su primo solo se encogió de hombros, mientras seguía apilando los cubos armables que formaban su "guarida".
"No lo sé, ninguno responde a mis preguntas. Dijeron que mas adelante hablarían conmigo, aunque...", bajando el tono de voz, su primo se aproximó. Sehun acercándose para escuchar lo que el otro niño tenía que decir.
"Antes de que papi se fuera, los escuché hablar fuera de mi habitación cuando creían que yo estaba dormido" en este punto, el vecino, mejor amigo de su primo, ya estaba reunido a su lado. "Ellos dijeron que ya no podían seguir fingiendo por mas tiempo, ni siquiera por mí. Que ya no..." Sehun le vio titubear. Sin embargo, continuó, "que ya no se amaban".
—No. Hemos jugado bastante.
Mirando a su madre fijamente, Sehun hizo el atisbo de una sonrisa. Nada demasiado exagerado, él nunca había sido un niño muy expresivo que digamos.
Luciendo lo suficientemente convincente para ella, su madre decidió que todo estaba en orden. Y buscando cambiar de tema, al ver que ya no se diría nada mas al respecto, su padre preguntó:
—¿Quién quiere pizza?
Y aunque Sehun levantó la mano en señal de acuerdo, su mente estaba mas bien de vuelta en casa de su primo, en aquel nuevo descubrimiento que había hecho.
Así que la gente podía dejar de amarse. Él nunca había considerado esa posibilidad.
Siempre creyó que el amor era interminable, así como su padre le había dicho. Aunque, claro, tal vez todo se reducía a que aquello no era mas que un débil "amor de adultos", tan distinto al que él sentía por sus padres y viceversa.
Pero no importaba, por que Sehun ya tenía la solución perfecta.
Él no iba a enamorarse. De ese modo, nunca iba a dejar de ser amado.
Sintiendo algo cosquilleándole en la punta de su nariz, Sehun se removió, buscando apartarse. Pero en lugar de que la sensación desapareciera, ésta mas bien se trasladó hasta su mejilla.
Sehun intentó moverse, notando enseguida que había un peso extra sobre su brazo que le hacía casi imposible la tarea.
Abriendo uno de sus ojos, vislumbró los rayos del sol entrando a través de las cortinas que se mecían levemente con las ráfagas del viento.
Su vista algo borrosa por el sueño profundo bajo el que había estado, rápidamente empezando a enfocar mas nítidamente. Primero hasta la pared que se hallaba justo en frente, seguida por las cortinas claras, desde las cuales los rayos pasaban sin restricción alguna. Quizá debería considerar seriamente la idea de Luhan, tal vez conseguir algunas cortinas con un prominente estampado ayudaría a evitar la filtración de claridad por las mañanas.
Por otro lado... no todo era completamente malo.
Y es que si Sehun deslizaba su mirada tan solo un poco mas abajo, podía encontrar ahí, descansando contra su pecho, a la mas bella silueta que uno podría encontrarse.
Por que ahí, justo en su lado predilecto de la cama, se hallaba inmerso en un tranquilo sueño, el hombre mas hermoso que Sehun hubiese mirado nunca. Así, con los mechones rubios dispersos sobre su almohada, Luhan poseía una imagen casi celestial.
Como un ángel. Eso es lo que parecía.
Y él no dudaba, que si esos seres existieran aquí en la Tierra, entonces ellos probablemente tendrían la apariencia de Luhan.
Recostándose sobre su costado, Sehun llevó una de sus manos hasta tocar uno de los suaves mechones. En ese justo instante, Luhan sonrió entre sueños.
—Se...hun
No pudo evitar la sonrisa boba que surcó sus labios al escuchar a su amado murmurar su nombre. ¿Era acaso que Luhan soñaba con él? Aquel simple pensamiento enviaba cálidas sensaciones por todo su ser, llenándole de paz y armonía.
—Te amo, Lu.
Susurró, aún si sabía que su esposo no le podía oír, pues estaba dormido. No importaba, él jamás se cansaba de expresarle su afecto al hombre dueño de sus mas profundos sentires.
Él sabía. Sehun era consciente de que su rostro muy pocas veces reflejaba lo que en verdad había en su interior. Y no era su culpa, simplemente así es como era. Y aunque el rubio le hubiera dicho hasta el cansancio que no dudaba de sus sentimientos, Sehun prefería decirlos en voz alta. De ese modo se aseguraba de que Luhan sabía, con certeza, que Sehun le amaba con toda el alma.
Entonces el sueño que había tenido antes regresó, haciéndole recordar un pequeño fragmento de su infancia que creía ya olvidado.
Que tonto había sido en ese entonces.
Creer que sería capaz de no enamorarse, de no ceder ante esta bella y cálida presencia plácidamente dormida a su lado. Pensar siquiera que podría negarse el privilegio de amar a este hombre. Que gran chiste.
Mirando hasta un rayo que iluminaba parte de la almohada contraria, Sehun vio el cabello dorado resplandecer como si de fina plata se tratase, en cuanto la luz se deslizaba coquetamente por las impresionantes hebras rubias.
Tan lindo.
Eso es lo que Luhan era.
Cerrando sus ojos de nuevo, Sehun sonrió con satisfacción, satisfacción que le brindaba el solo hecho de despertar cada mañana y que lo primero que sus ojos vieran fuera a su belleza rubia recostada en su cama.
Él era tan dichoso.
Dejando a su otro brazo caer contra la cintura de Luhan, se aproximó hasta que su mandíbula quedó recargada contra el hermoso cabello.
Entonces volvió a dormir, refugiando entre sus brazos al amor de su vida.
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