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Coincidir

—Me gusta mucho cómo luce el parque a estas horas —dijo el rubio. Sehun se giró para encontrarlo caminando sobre el borde de la banqueta, manteniéndose en equilibrio.

Él, mientras tanto, continuaba sobre el camino empedrado. Este había sido seguramente diseñado para que no se estropearan las coloridas y visiblemente cuidadas flores que flaqueaban dicho camino.

El sol comenzaba a ceder, dejando entrever diversas tonalidades en el cielo, destacando entre ellas el rosa y morado.

Sehun volvió la vista al frente.

—Es tranquilo —Concordó. Sin embargo, para él, el viento soplando sobre el cabello rubio de Luhan, haciéndolo ondear, sí que era algo digno de ver.

—Yo solía ir a un parque como este con mi familia cuando era niño —Luhan se detuvo y alzó la mirada, como si al hacerlo se viera a sí mismo corriendo por el lugar, jugando con la hermana que le había contado a Sehun que le acompañó en la mayoría de sus aventuras de infancia—. Algunas veces hacíamos un picnic o simplemente paseábamos en bicicleta.

Sehun observó mientras Luhan retomaba su andar, una suave sonrisa formándose en sus labios. Parecía perdido en sus recuerdos.

—En una ocasión, cuando era adolescente, así como tú, fui al parque con unos amigos. Ellos querían hacer trucos con sus patinetas, y yo no me atreví a revelarles que no sabía andar en una —Sehun escuchó atento, presintiendo que si la actitud temeraria del rubio le decía algo, esta no era una ocasión donde no se guiara de ella para tomar una decisión. La risa de Luhan lo confirmó —. Quería impresionarlos, ¿sabes?

—¿Y cómo te fue? —Preguntó intrigado.

—¿Qué le podría pasar a un principiante?

—¿Suerte de principiante? —Sugirió SeHun, encogiéndose de hombros.

Luhan negó y soltó una carcajada.

—Hubiera querido que así fuera. Me caí, más bien, rodé por la rampa, una estúpida rampa muy alta, debo agregar.

—¿Y no te pasó nada? —Sehun no consideraba que eso fuera algo gracioso. Pero la risa de Luhan de alguna manera le hizo sentirse más tranquilo, y sustituir el semblante preocupado. Incluso rio.

—Afortunadamente no. Bueno, mamá me regañó, por supuesto. Aunque me ayudó a curar mi rodilla de todas formas.

—Pudiste haberte roto algo.

—Pero no lo hice —Resaltó el rubio, saltando fuera de la banqueta al terminarse esta.

Siguieron de largo a través del pasto verde y brillante.

Luhan había tenido razón en lo que le dijo antes de venir. En estos horarios las familias comenzaban a reunirse, otras se iban y muchos deportistas más iban llegando. Había niños jugando, correteando de aquí para allá y riendo.

Sehun trató de imaginar cómo se vería Luhan de niño. Si tendría la misma amplia sonrisa de ahora, si se reiría de una forma tan contagiosa. Si su cabello se vería tan suave y su rostro tan delicado. Probablemente lo haría.

Desvió la mirada, pensando en que el rubio podría llegar a sentir el peso de esta. Podría ofenderlo, aunque Luhan ya le había dejado muy en claro que eso sería algo difícil de lograr. Después de todo, el hombre rubio no se había molestado con él la primera vez que se conocieron, debido a lo que inesperadamente había dicho.

En su lugar, se lo había tomado con demasiada calma, como un halago incluso, que mantuvo a Sehun incapaz de mirarlo a los ojos los primeros días de su estadía no planeada en la empresa. Quién diría que ya estaba por terminarla en un par de semanas.

A través de su tiempo apoyando a diferentes administrativos, Sehun había aprendido que Luhan era un hombre fuerte, quien no se dejaba intimidar y siempre daba la cara a sus problemas. Por no decir que sabía hacerse responsable de sus actos.

Suspirando, Sehun giró el cuello, sintiendo como que incluso Luhan podría escuchar sus huesos tronar. Llevó sus manos en sus bolsillos, para buscar algo que hacer con ellas. Algo más que balancearlas, esperando inútilmente que pudieran rozar a Luhan caminando ahora a su lado.

Sehun estaba agotado por la semana, aún tenía un proyecto que avanzar, pero al menos hoy era viernes. Eso significaba que mañana no tendría que ir a la empresa y tampoco se levantaría temprano para ir a clases.

Extrañaría ver y escuchar las anécdotas de Luhan durante el fin de semana. Con suerte, el rubio le hablaría de lo que hizo el lunes. Aquello le hizo sonreír.

—¿Algo divertido con respecto a un parque? —Preguntó con curiosidad.

Sehun negó, no sabía si le asustaría que le confesara que sonrió al pensar en algo tan simple como verlo la siguiente semana.

—Anda, ¿qué es? Quiero escucharlo.

Una imagen de él y su padre jugando en el parque llegó a su mente, ambos reirían en ella hasta cansarse. Sehun sería demasiado pequeño para incluso recordar su edad exacta. A lo lejos, una larga cabellera negra intensa sería lo que sus ojos captarían, cayendo sobre la espalda de una mujer sentada en una banca. Un sentimiento de inexplicable tristeza se filtraría dentro de él.

Sacudiendo su cabeza, Sehun alejó el recuerdo.

—No hay nada. No creo alguna vez haber hecho algo tan intrépido.

—Déjame adivinar, ¿cero huesos rotos?

Sehun asintió.

—Ni uno solo.

—Aunque no lo creas. Tampoco me he roto un hueso.

—¿Incluso cuando lo de la patineta?

—Incluso así. Oh, pero mi hermana se rompió un brazo cuando éramos más pequeños. Tomó mucho tiempo para que se curara.

Luhan le miró directamente a los ojos. Sehun sintió como que era absorbido por su mirada, siempre ocurría eso. Sentía una atmósfera que se formaba y los encapsulaba, era algo que no se podía ver o tocar, pero sí sentir cada vez que estaban juntos. Luhan sonrió de nueva cuenta, haciendo repentinamente que su día fuera mucho mejor.

Él parecía a punto de decir algo, pero en su lugar, calló. De nuevo.

Algunas veces hacía eso. Sehun se preguntó, no por primera vez, qué es lo que el rubio no le decía en cada ocasión en la que parecía a punto de hablar. Qué le ocultaba.

Por su parte, un "te amo" es lo que se escondía detrás de sus labios, anhelando salir. Palabras que no se atrevía a pronunciar. No sentía que tenía el derecho. No podía hacerle eso a Luhan, que había confiado en él como un amigo.

Además, lo suyo era imposible. La cadena colgando del cuello de Luhan le recordaba cuán fuera de su alcance estaba en realidad.

Sehun podía vivir con ello, eso fue lo que se dijo una y otra vez, en cada oportunidad que tuvo. Él podía aguantar y mirar de lejos, podía sufrir en silencio incluso, pero no podía obligar a Luhan a tomar una decisión.

Había bastado más de una noche en vela para darse cuenta de que estaba enamorado del rubio. Antes podía creer que era una simple atracción, cuando era más joven y menos consciente de sí mismo y de lo que quería para su futuro. Ahora no, ahora era más maduro, no podía engañarse así que solamente le quedaba resignarse y aceptar su realidad.

—¿Te apetece ir a cenar, Sehun?

—Me encantaría

Este era el destino que estaba escrito para ellos.

Y Sehun era feliz simplemente con haber podido coincidir en el camino de Luhan.

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