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Capítulo 42. Revelaciones

Erik.

Al escuchar ese nombre me incorpore de la cama tan rápido que todo comenzó a dar vueltas. Un dolor insoportable apuñaló mi cabeza y el chirrido ensordecedor torturó mis oídos. Me mordí la lengua para no gritar.

—Tranquila, no te haré daño. No soy el monstruo que te han dicho.

—Ya ni siquiera sé que me han dicho... ¿quién eres? —pregunté con voz temblorosa— ¿Quién es el que se supone que era Erik? ¿Y por qué me busca?

—Te lo explicaré todo, pero por ahora descansa.

—Oh, genial, tú también. Ya me cansé de descansar, quiero respuestas —dije de mal humor, soportando el dolor para que no se notara, pero era demasiado, me iba a desmayar.

Él no dijo nada, se acercó y me ayudó a recostarme de nuevo. Ahora que lo tenía muy cerca y que la luz de la luna lo iluminaba por completo, me di cuenta de que lo había visto muchas veces solo que ahora no era un papel ni un recuerdo. Inconscientemente levanté mi mano y toqué su cabello, él se quedó inmóvil. Su cabello estaba alborotado, sus labios eran delgados y sus intensos ojos azules contrastaban con la palidez de su piel, era alto, pero no tanto como Richard ni tan musculoso. En realidad, tenía cierto parecido pero a la vez era tan diferente.

—Eres el chico de la foto— susurré— el de mis recuerdos... ¿Cómo es posible?

—Inconscientemente me has estado buscando— tomó mi mano y le dio un tierno beso —como yo a ti. Ni un solo momento dejé de pensar en ti, de intentar traerte a mi lado.

Sentí una opresión en el pecho, pero aun así retiré mi mano, incomoda.

—Lo... siento, pero no sé quién eres. El Erik que conozco, que me han dicho, es un monstruo, mató a todos, él me quería matar.

—Te han mentido, Da... St... —se calló por unos momentos— El que te dijeron que era Erik en realidad es un demonio, el rey de las tinieblas y los que viste son sus seguidores. Desterrados que han querido evitar la muerte y se han convertido en esas grotescas criaturas.

—¿Desterrados? ¿Quiénes son esos?

—Nosotros, nosotros somos desterrados.

—No entiendo —me esforcé en hablar— ¿no se supone que somos Eiternum?, asesinos que comen carne humana, matan con placer y bailan en medio de la sangre.

—¿Tú disfrutas matar? —me miró con ojos gélidos. Por un momento tuve miedo —aquí no hacemos eso y el que lo hace... muere.

Se alejó y revolvió unos cajones de un armario, cuando volvió traía algo en la mano. ¿Me estaba amenazando?

—N... no— mi voz tembló— yo no lo hago. Al menos no recuerdo haberlo hecho.

—Tranquila, no te haré daño, te aplicaré un analgésico, —dijo sin mírame— además cambiaré tu suero, está a punto de terminarse.

Tomó una de las botellas rojas que estaba sobre una mesa y la adhiero al tubo que estaba conectado a mi brazo e inyectó una jeringa. Ni siquiera me había dado cuenta de que tenía una solución, ni sondas pegadas a mi pecho y mi cabeza.

—Gracias —dije cuando el dolor aminoró un poco— ¿Dónde estoy?

—Estas en la clínica del campamento, Dany... digo Estrella —contestó una voz femenina y ronca desde la puerta— ¿Por qué no me llamaste cuando despertó? —preguntó a Erik.

—Tenía planeado hacerlo... en algún momento.

—Eres un mentiroso, cabeza de cebolla —dijo la chica al acercarse —deberías saber que ella puede tener otras complicaciones.

—¿Tú eres cabeza de cebolla? —pregunté a Erik. De inmediato su cara se volvió completamente roja y la chica soltó una carcajada.

—Ni perdiendo la memoria dejará de llamarte cabeza de cebolla— dijo ella entre risas.

Mi vista viajó a ella. Era una chica de piel oscura y cabello largo, tan negro como crines de caballo. Su belleza me era muy familiar.

—¿Tasha? —susurré. No, no era ella. No tenía la piel tan oscura, ni los ojos azules sino marrones— ¿Quién eres?

—¡Ah! Conociste a mi hermanita —dijo la chica, tomando mi pulso— ¿sigue siendo un demonio rebelde? Abandono a la familia cuando decidimos dejar las antiguas costumbres.

—¿Su clan no está extinto?

La chica volvió a reír, no era una risa suave y sutil como la de Tasha, sino escandalosa y un poco ronca, al igual que su voz.

—Por supuesto que no. ¿El poderoso clan Kamzawii extinto? —se carcajeó— nadie creería eso. La mayoría de nosotros estamos aquí, sólo un puñado sigue fuera, matando. Ahora pórtate bien, Estrella y déjame revisarte.

—Es Stella —corregí— mi nombre es Stella.

La chica me miró, pero no dijo nada. Al igual que Tasha, ella colocó sus manos en mi cabeza y cerró los ojos. Al abrirlos me miró angustiada, luego revisó el suero, la maquina donde estaban conectadas las sondas, tomó muestras de sangre y se despidió. Pero antes de irse agregó:

—Soy Sasha, del poderoso clan curandero Kamzawii, seré tu doctora a cargo. Ahora niños, son las cuatro de la mañana, ambos deberían estar durmiendo.

No me costó mucho conciliar el sueño, aun estando varios meses en coma fue irónico que volviera a querer dormir enseguida.

Tuve una pesadilla, pero a diferencia de las otras veces, esta vez estaba consiente que era un sueño:

Estábamos en la mansión principal. Dragomir y Richard jugaban con una cabeza cercenada como si fuera una pelota, mientras yo los observaba junto a unos árboles secos bebiendo un vaso de la sangre de Anthony, uno de sus ojos flotaba en el líquido rojo.

Abrí los ojos sobresaltada, estaba bañada en sudor y el dolor había vuelto. Erik seguía a mi lado con sus dedos entrelazados a los míos, su cabeza estaba apoyada en la cama y su respiración era regular. Estaba tan profundamente dormido que ni siquiera escuchó el grito que había dado al despertar. Separé cuidadosamente mi mano y me incorporé, sintiéndome un poco rara de que un completo desconocido se durmiera sosteniendo mi mano. Ni siquiera Richard o Dragus habían hecho eso.

¿Qué había pasado con Richard y Dragomir? ¿Con la guerra? ¿Con Gigi, Jun y el ghoul Kai? Además, no sabía que esperar de ese lugar ¿quiénes eran estas personas? ¿Qué querían de mí? ¿Era una prisionera? ¿Me ayudaban?

Pasé la vista por la habitación amueblada de forma básica y sencilla, busqué algo de ropa y zapatos, pero no encontré nada más que unas pantuflas grises. Con mucha dificultad bajé mis piernas de la cama, aunque sabía que no podría dar un paso.

—¿A dónde quieres ir? —la voz de Erik me asustó.

—A buscar respuestas.

—Vuelve a recostarte, por favor. Te diré lo que necesitas saber. —Dudé, pero al fin le hice caso. Él me ayudó a volver.

—¿Puedo confiar en ti? —pregunté.

—Jamás te he mentido— su voz sonó triste— bueno sí, te mentí un poco en Venecia.

—¿Qué quieres decir? —lo recordé— tu parecías... en la mansión principal, eras... Eddy.

Él sonrió.

—Era la única forma de acercarme a ti, ya que tu pensabas que Erik, yo, era un demonio. Dragomir me dijo que tenía que ser cuidadoso.

—¿Qué pasó con Dragus, con Richard y Gigi?

—Dragomir y Gigi están aquí, en el hospital. Ambos están siendo atendidos por expertos. De mi medio hermano, Richard, no sé nada. Después que abandonamos la mansión, él, su madre y su prometida se fueron y no dejaron ningún rastro.

—¿Rux de verdad es prometida de Richard? —bajé la mirada, tenía miedo de llorar de rabia.

Él no contestó de inmediato.

—Lamento decirte esto. Ellos están prometidos a reproducirse para continuar la descendencia del clan Bathory. Aún conservan la arcaica idea de la pureza de la sangre. —hizo una pausa— Es por eso por lo que el clan te quería, para reproducción.

—¿Qué? ¿Cómo que reproducción? ¿Cómo animales de granja? —Él asintió. Me sentí asqueada— Eso es enfermo.

—Lo sé, pero por esa ideología absurda es que tú llegaste al mundo.

—¿Qué quieres decir? Dime quien soy —exigí, mirándolo fijamente a los ojos— ya sé que mi verdadero nombre no es Stella.

Él también me miraba fijamente mientras los primeros rayos de sol se filtraban por la ventana y la atmosfera volvía a recobrar vida. Me acordé del día que estuve en el Bósforo con Richard cuando me pidió ser su novia. Al igual que ese día, los rayos contorneaban la silueta de Erik. Ese día por un instante me pareció verlo y ahora estaba segura de que siempre lo veía a él y no Richard.

—Por favor, dime —supliqué.

—No lo sé —dijo una voz ronca desde la puerta. Era Sasha con una bandeja de comida en las manos, como un dejávù. —No estoy segura de que sea buena idea, que tal si es contraproducente.

—¿Podrían volver las visiones y las pesadillas? —pregunté mientras recordaba todo lo que me había pasado de la clínica. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—Es posible que las visiones y los sueños fueron provocados con un propósito.

¿Es posible hacer eso? —Miré la comida, dos platos de gachas de avena, fruta y jugo de naranja. Erik también arrugó la cara.

—Para nosotros es posible —dijo Erik volviendo a mirarme— podemos hacer que las personas vean lo que queremos, incluso podemos comunicarnos sin hablar, emitiendo susurros en un campo de emisión diferente. Así es como Dragomir te avisó que te iban a capturar.

—¿Qué? Por favor dime todo. Necesito saberlo.

Erik miró a Sasha. Ella se encogió de hombros.

—Si se vuelve loca podemos encerrarla en los calabozos o volver a inducirla a coma mientras estudiamos su cerebro. —Erik la fulminó con la su gélida mirada. Sasha lo ignoró— ¿Oye, estas bien? Estas sudando mucho y tienes los ojos inyectados en sangre. Abre la boca.

Al momento que lo hice un hilo de sangre resbaló por mi barbilla, me había mordido tan fuerte la lengua para soportar el dolor que me había cortado. Sasha enseguida succionó la sangre con un aparato y me dio la regañada de mi vida. Me dio analgésicos y un sedante, después de eso no recuerdo nada.

Cuando abrí los ojos el dolor se había ido y junto a mí estaba Eddy, el chico de cabello castaño y ojos oliva. Aunque ya no era desgarbado, si no alto y atlético, también conservaba su voz profunda y masculina.

—Lamento no darme cuenta de que te causaba dolor. Fue mi error. Estaba tan contento de estar contigo que omití los pequeños detalles.

Sonreí, me alegraba de ver a ese chico a pesar de saber que no existía, me sentía más cómoda con él y no pude evitar desordenar aún más su despeinado cabello en rulos. Él sonrío, aunque ya no se parecía a la boba sonrisa de Eddy.

—Me alegro volver a verte ¿Dónde estas Omar?

—En una misión ultrasecreta... cuidando niños en la guardería. Tal vez cuando salgas de cuidados intensivos puedas verlo.

—Eso sería genial, tengo un par de cosas que decirle.

—No creo que él lo permita, es mayor que nosotros dos juntos.

—¿Qué? ¿Me estás diciendo que tiene más de 200 años?

—Tiene 700 años y es uno de los más viejos de por aquí. Realizó un ritual egipcio prohibido que le dio juventud eterna hasta que muera. Creo que en realidad fue una maldición. Pero en general le va bien.

—¡Wow! y creí que esto de desterrados y Eiternums era loco ¿Cuándo saldré de cuidados intensivos?, ahora tengo más preguntas que hacerle.

—Tal vez en unas semanas, aun sigues en observación... lamento haberte provocado el dolor.

—Ya basta de disculpas— dije exasperada —no fue tu culpa, no lo sabías.

—Sí, si es mi culpa y sabía lo que podía pasar —sacó un objeto de su bolsillo— yo inventé el dispositivo de frecuencia electromagnética y te lo di, le di uno a todos. Se supone que lo utilizaríamos para comunicarnos e impedir que otros se metieran con nuestro cerebro. Pero tú fuiste más allá y descubriste que al maximizar la potencia podía freír el cerebro de alguien.

—¿M... mate a alguien?

—A varias ratas y un par de perros. No lo probaste en humanos, al menos hasta que te capturaron y lo probaste en ti misma —se encogió de hombros con una mueca de tristeza en el rostro— Dañó tu cerebro irreparablemente. 

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