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Capítulo 35. Cumpleaños

Lo que le estaban haciendo a Gigi era horrible.

El verdugo, un hombre alto y fornido con el cuerpo lleno de cicatrices, tomó un oreja y le hizo una hendidura en la raíz, Gigi apuñó la boca para no gritar mientras un hilo de sangre escurría por su cuello derramando gotas en el suelo, el hombre siguió cortando, pero el cuchillo no lograba avanzar así que se le estaba arrancando la oreja casi a jalones. Lo comprendí, la daga tenía poco filo para que la agonía durara más, y el hombre y todos los presentes parecían disfrutar eso.

Cuando por fin logró despegar la oreja, Gigi tenía los labios blancos y la cara pálida. El verdugo llevó la oreja a su boca y se la comió.

Tuve ganas de vomitar.

—Bien, Georgi —dijo mamá— esto es solo una milésima parte de lo que te puede suceder hoy si no cooperas. Ya sabemos que eres una traidora y espía de Schweitzer, lo que quiero saber es cuáles son sus objetivos ¿Qué busca?

—De ustedes no busca nada —respondió Gigi— pero ya sabes lo que dicen: es bueno mantener un ojo en el perro no sea que se coma su mierda —el verdugo le dio un latigazo que le atravesó la cara —mi amor no sea rudo, que yo estoy bien húmeda y dispuesta.

—Continua, Collver— ordenó mamá, el verdugo hizo una inclinación de cabeza y tomó una pequeña y brillante daga e hizo una incisión a lo largo del antebrazo.

—Eso es todo lo que tienes cooollveerr —se burló Gigi— yo te haría algo mucho mejor —la sonrisa de Gigi se desvaneció cuando el siniestro verdugo sonrió con las encías y los dientes manchados de sangre —¡¡mierda, no!!

Entonces, Gigi gritó, de verdad gritó.

El hombre comenzó a quitar la piel de brazo con agilidad y maestría mientras Gigi se retorcía y gritaba, la sangre manaba cuantiosamente y en poco tiempo cubrió el suelo. Cerré los ojos y tape mis oídos, no quería presenciar eso, pero no sabía cómo escapar, Rux estaba extasiada y las personas de adelante tenían una sonrisa en el rostro.

—Collver has que no se mueva —pidió mamá— quiero un nuevo estuche de piel para mis anillos.

—A sus órdenes Ma'am— contestó el otro verdugo sujetando a Gigi con más cadenas y correas, dejándola completamente inmovilizada.

La piel se iba despegando como cinta adhesiva pegajosa, roja y sangrienta mientras que poco a poco se comenzaba a ver la pulsante carne, llena de venas y arterias. El verdugo tomó un trozo de esa pulsante carne y lo metió a su boca sonriendo, sangre espesa escurrió por las comisuras de su boca.

—¡¡Malditos bastardos hijos de puta!! —gritaba Gigi— pagaran por esto, les juro que pagaran por esto.

Collver termino de retirar la piel, un perfecto cuadrado que tendió en una mesa para que lo apreciaran. Me sentí mareada.

—¿Dónde está la base de Schweitzer? ¿Cuán grande es su ejército?

—Está en tu apestosa vagina, perra y somos miles ¿no recuerdas querida? todos los que te hemos follado —otro latigazo, otro y otro —si crees que con esto me harán hablar están equivocados —soltó una risotada —esto es un juego de niños.

—Parece que nuestra invitada es un poco descortés —dijo el conde Cruach— ¡Verdugo! Me parece que a tu ama le encantaría un mostrador de anillos, ¡córtale la mano!

—Oh, sí Cruach —respondió mamá emocionada —tú sabes lo que necesito. Siempre me han gustado sus largos y delicados dedos.

Collver agarró un largo y brillante serrucho y empezó a mecerlo en la muñeca de Gigi. La sierra iba y venía penetrando más el hueso, los gritos de Gigi eran insoportables, retumbaban en la cueva, en mis oídos, no lo podía soportar más, iban a vomitar, iba a correr, iba a gritar, sentía que era a mí a la que le estaban arrancando la mano.

La mano al fin cayó, mientras que el muñón que le quedó a Gigi no dejaba de sangrar, ya había demasiada sangre en el piso y salpicada en las paredes. Gigi ya estaba al borde del colapso ¿Cuánto más resistiría?

—Grioghar, esta es tu última oportunidad para tener una muerte rápida. ¿Cuál es el objetivo de Schweitzer? ¿Qué te mandó a buscar en América?

—Na... da —la voz de Gigi era apenas audible.

—Esto me está aburriendo —dijo Gustavo— simplemente córtenle el cuello o déjenla colgando hasta que se ahorque.

—Ahorcarla me parece bien, será divertido verla patalear sobre el aire ¿Cuánto creen que se tarde en morir, una hora, dos?

—Si la ahorcamos estaríamos viendo, su profana cara, Byron. Decapitarla me parece lo adecuado, además podríamos seguir con la vieja tradición familiar ¿no es así, mi lady?

—¿Empalar su cuerpo? —preguntó mamá.

—Sí, querida Zaleska, así como tú padre, mostraríamos a nuestros enemigos lo que les pasa si nos molestan, también podríamos enviar su cabeza a ese infame —las miradas de todos cayeron en mamá, pero ella no dijo nada por unos minutos.

—Collver, corta todo el brazo y el otro, López, retira la piel de su rostro. La quebraremos hasta hacerla hablar y si no, morirá en el intento.

No, no, no. Los gritos de Gigi llenaban mi mente, la visión de aquello me aterrarían por el resto de mi vida. Por favor que alguien lo detenga. Por favor... por favor...

—¡¡DETÉNGANSE!! —grité.

Mi cuerpo se movió hasta la primera fila, hasta quedar frente a mamá, frente a aquellos rostros que me miraban sorprendidos. Y por unos instantes sentí que en verdad todo se detuvo, los gritos cesaron, los verdugos se congelaron y las personas frente a mí no se movieron, por unos instantes pensé que podía detener todo. Entonces el tiempo volvió a dar marcha.

—Disculpen a mi hija —Anthony se puso frente a mí— ella es una enferma mental, no sabe lo que hace.

—Justo como su madre— dijo alguien.

—Por favor les pido, por favor la disculpen. Niña arrodíllate —ordenó, pero no me moví— ¡Que te arrodilles, te digo! —me abofeteó y me obligó a bajar mi frente al suelo, él hizo lo mismo —por favor les pedimos su perdón.

—Interesante —murmuro mamá— levante queridita, no permitiré que el imbécil de tu padre te humille así —me tendió una mano la cual tomé, ella tenía una encantadora sonrisa— Eres una mujer, ningún hombre debería humillarte jamás. Ahora mira hacia allá ¿Qué ves?

En el momento que mamá se puso en pie, el verdugo se detuvo y ambos retrocedieron un paso con la vista en el suelo, Gigi estaba pálida y nos miraba fijamente con una afligida mueca en el rostro.

—Una persona sufriendo— susurré.

—No, querida, allí hay una mala persona recibiendo un castigo por su crimen. ¿No crees que las personas malas deberían recibir un castigo?

—Sí, pero...

—¿Pero qué, querida? —todos me miraban, absolutamente todos a la espera de mi respuesta, incluso Anthony en el suelo estaba tenso —¿esperas que seamos indulgentes cuando ella nos traicionó, cuando mató a nuestras amigos, cuando asesino a miles de ephimery sin piedad?

—No, pero...

—¿pero qué, niña? —dijo mamá molesta —¿Cuál es ese importante "pero" que interrumpe mi tiempo?

No tenía ningún "pero"...¿Por qué interrumpí? No debí hacerlo, debí de haberme quedado en mi lugar y cerrar mis ojos y tapar mis oídos. Nunca debí haber hablado. Di un paso hacia atrás y bajé al lado de Anthony.

—Te pido perdón, madre —todos murmuraron en la sala.

—¡Silencio! —ordenó ella— continua, querida.

—Me disculpo por interrumpir, jamás volverá a pasar. Ella merece esto.

—Maldita perra— gritó Gigi con rabia— pagaras muy caro por lo que le hiciste, maldita desgraciada suplicaras por piedad, te arrastraras para que te maten. No tienes idea del maldito error que cometiste al traerme aquí, la desgracia vendrá hacia acá. Juro que no sobrevivirán mucho tiempo y su última vista antes de que mueran hará que se sientan aliviados de irse.

—Ruxandra, ven aquí —dijo mamá ignorando los frenéticos gritos de Gigi —llévate a Astarot, vístanse para la fiesta.

—Sí, tía— salimos en medio del escándalo de la sala y las últimas palabras de mamá antes de cerrarse la puerta fueron:

—ya sabemos cómo quebrarla.

Esa noche era el banquete por el cumpleaños de Rux pero ella, ni ningún otro miembro de la familia se mostraba interesado, se suponía que sería una gran cena pero no había visto ningún preparativo. Al ocultarse el sol, yo ya estaba arreglada para la fiesta, tenía un elegante vestido morado de falda amplia que llegaba hasta el suelo con escote en V sin mangas, Steva me había aplicado un pesado maquillaje oscuro y había recogido mi cabello en un moño bajo con una peineta de plata y amatista, a juego con mis aretes.

Al mirarme en el espejo casi no me reconocí, mis ojos resaltaban y mi cabello estaba brillante. El reflejo de algo moviéndose detrás de una cortina llamó mi atención, era un bulto que se ocultaba. La chica sombría. No sabía qué hacer, Steva se paseaba de un lado a otro acomodando cosas y la chica estaba temblando en esa esquina, lucia más delgada y pálida, como una anciana agonizando.

—Steva, podría tomar un vaso de agua.

—Ñá— respondió en un gruñido.

Piensa Stella, piensa.

—Creo que estos zapatos no van con el vestido, busca otros —Steva me lanzo una mirada furiosa y salió murmurando algo. Corrí hasta la cortina y la hice a un lado... cubrí mi boca con ambas manos para no gritar —Oh, mi Dios ¿Qué te ha pasado?

Estaba demacrada y tan pálida como un fantasma, su piel estaba amoratada y mallugada y podría jurar que tenía rastros de sangre en todo el cuerpo.

—¿Le paRecen bien estos zapatos? —la voz de Steva hizo que diera un salto y de inmediato dejé caer la cortina —¿Qué ocuRRe? ¿Qué hay ahí?

—No es nada, había un poco de polvo, pero ya lo limpie— Steva hizo una mueca y fue hasta la cortina y la levanto. Cerré los ojos esperando oír su exclamación.

—Es taRde, la fiesta está a punto de comenzaR.

Abrí los ojos de golpe y miré el lugar donde había estado la chica sombría, no había nada.

[...]

En el salón había muchas personas desconocidas, la mayoría eran hombres de mediana edad vestidos de etiqueta y algunos de los más ancianos con trajes del siglo pasado, en una esquina tocaba una orquesta y en otra, una hilera de sirvientes con su mejor uniforme.

—Niña —dijo Anthony jalando mi brazo en el momento que me vio —necesitamos hablar.

—Lo arruine allá abajo, lo siento —susurré— no volverá a pasar— su mirada se dulcifico.

—Está bien, pequeña, sé que te estas adaptando y espero que hayas aprendido la lección —me recorrió con la mirada y sonrió, no con su habitual sonrisa arrogante sino como un padre— luces igual de hermosa que tu madre en su época y llevas la peineta de tu abuela.

—Yo... no lo sabía —dije llevando la mano a mi cabello.

—Espero que la conserves, mi madre hubiera querido que te la quedaras ya que eres mi única hija conocida.

¿Su única hija conocida? ¿Qué significaba eso, tenía más hermanos?

—¿Gracias?

—¡Stella! —gritó una dulce voz —¡Stella, cielo! Estas aquí. ¡Anthony! que gusto verte también.

—Tasha Kamzawii —dijo Anthony y ambos se dieron un beso en cada mejilla —el gusto es todo mío —dio unas palmaditas en mi hombro— diviértanse — se alejó, uniéndose a un grupo de hombres.

—Casi no te reconozco, cariño, estas preciosa ¿Dónde está Dragomir y Richard? —estiró su cuello buscándolos —no los he visto por ninguna parte.

—Ellos no están. No los he visto desde que me abandonaron aquí.

—Oh, cielo, debe ser un asunto muy importante y peligroso para haberte dejado atrás —Tasha no había cambiado, seguía siendo dulce y consoladora —pronto los veras cariño, quizá esta noche regresen, es el cumpleaños de su prima después de todo y Rux jamás les perdonara si faltan.

De repente las puertas del salón se abrieron y entró Rux del brazo de mi madre mientras todos aplaudían y la orquesta tocaba, lucía sublime con ese vestido rojo sangre de hombros caídos y falda amplia, además, la tiara la hacía parecer una princesa.

Todos sonreían y charlaban, otros bailaban con alguna de las poquísimas mujeres que habían sido invitadas, el ambiente era mágico; las luces doradas y notas musicales flotando en el aire. Tasha bailaba con un hombre mayor y yo me encontraba en una esquina tratando de ocultarme porque no sabía bailar vals.

¡Oh, no! un anciano me había visto y se acercaba a mí sonriendo...

Miré a todos lados buscando una excusa. Entonces la vi, oculta en una esquina, una sombra pálida y huesuda como la muerte, llamándome.

—¿Me concede este baile, señorita?

—Le pido me disculpe, me solicitan en otro lado —el señor levantó la barbilla, hizo un gesto de arrogancia y se marchó indignado. No me importó, me dirigí hasta donde estaba acurrucada la chica sombría.

—¿Qué haces aquí? —susurré, cuando me aseguré que nadie me veía.

—Tiene que venir conmigo —se escuchaba débil y un poco paranoica.

—¿Por qué? ¿Qué ocurre? —En ese instante la música bajo su volumen en una melodía suave y todos en la sala quedaron en silencio. Rux comenzó un discurso.

—Gracias a todos por venir, me alegra que estén disfrutando esta espléndida...

—Por favor, venga conmigo —repitió la chica sombría.

—...No les quiero quitar mucho de su valioso tiempo— continúo Rux— en unos minutos dará inicio la cena, le pido a la servidumbre que preparen todo. Este año será... —los invitados comenzaron a repicar sus copas por la anticipación a la comida.

—Por favor, venga conmigo— repitió desesperada.

—No puedo, la cena está a punto de comenzar, se molestaran si no estoy presente.

—Por favor, venga conmigo, por favor, por favor... —di un vistazo a la sala, toda la atención estaba puesta en Rux, tal vez si me escapaba un ratito nadie lo notaria, además la chica sombría parecía que enloquecería si no iba con ella.

—Sólo 5 minutos— respondí.

La chica sombría me dio la espalda y se comenzó a arrastrar detrás de las cortinas, di un último vistazo al salón y la seguí, cuando al fin alcancé el pasadizo donde se había metido, la música se detuvo con un chirrido, después hubo un estruendo acompañado de gritos de terror.

—¿Qué está ocurriendo? —pregunté alarmada e intenté volver a salón, pero la chica sombría se interpuso y cerró la puerta de la trampilla.

—Es la cena. 

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