Capítulo 28. Otro camino
Era un campo de flores y dos niños tomados de la mano giraban como un remolino cantando:
Correr, correr,
bailar, bailar
la danza de las flores
Comenzaron a girar más rápido mientras cantaban y reían.
Girar, girar
y todos caen
la danza de las flores.
y ambos soltaron sus manos y cayeron sobre la verde pastura haciendo flotar cientos de dientes de león y pétalos de flor. Ambos reían bajo el claro cielo azul de esa mañana.
Los envidie.
—¡Hey! Cabeza de cebolla— gritó una voz femenina— no juegues rudo con ella, no ves que es una niña pequeña.
—¿Y qué? —respondió el niño —ella es fuerte, ¿verdad? — la niña asintió— tú qué sabes vieja bruja— le mostró la lengua —ella es más fuerte que tú.
—¿Como me has llamado, engendro?
—Vieja bruja —respondió la niña y también le enseñó la lengua— él no es un engendro.
—Así que tú también, pequeña rata. Ya verán.
Fue hasta ellos y dio un coscorrón a ambos en la cabeza. Él niño de inmediato cubrió su cabeza con ambas manos y comenzó a llorar. Sin perder tiempo, corrió hasta donde estaba sentada una mujer mayor con la cara surcada de arrugas y el cabello blanco, que los observaba con una sonrisa en el rostro.
—Mamá, mamá, me ha golpeado la cabeza— lloró el niño, la mujer lo rodeo con sus brazos y depositó un tierno beso sobre su hijo.
— ¿Te sientes mejor? —el niño negó con la cabeza enterrada en su pecho —tiene que ser más fuerte hijo mío, mira a la niña, ella no llora, tienes que ser valiente por ella, algún día yo no estaré para cuidarlos.
El niño la miró con sus enormes ojos azules, su madre aun sonreía tan etérea.
—No, no quiero. Tu siempre estarás con nosotros.
—Querido, mi tiempo se está agotando. Tú tendrás que ser fuerte para cuidar de ella ¿Me prometes que lo serás?
El niño lo pensó un poco y después asintió.
—Te lo prometo mamá, yo cuidaré siempre de ella, así que no te preocupes cuando estés en el cielo.
La madre le dio una tierna caricia, sus ojos eran trastes. El pequeño se limpió las lágrimas y con paso decidido fue hasta la niña, la rodeo con sus brazos e intento darle un beso, tal como lo había hecho su madre con él, pero ella lo empujó.
—No hagas eso, me avergüenzas.
Entonces desperté y sentí el remordimiento de no haber aceptado su beso.
Me encontraba justo donde me había quedado la noche anterior: en el sofá frente a la puerta con la pequeña pistola a mí lado. Había sido un sueño muy real, vivido, pero ahora que estaba despierta era justo eso, un sueño que apenas podía recordar.
Me levanté y fui a la cocina por un café para no volver a dormir. De pronto afuera se comenzó a oír mucho ruido (gritos, risas, pasos) que se hacían cada vez más fuertes. Me asomé por una abertura de la gruesa cortina que cubría las ventanas, era un disturbio. Mucha gente abajo corría de tras de alguien, un chico que iba a la cabeza que reía y gritaba:
—¡Por aquí! ¡Síganme!
Reconocí la cabeza algodonosa y castaña. Eddy. Corría, tal como aquella vez que nos habíamos conocido. De verdad que era un chico extraño.
Cuando la turba iba más allá de mi ventana, Eddy tropezó con sus propios pies y calló, la turba pasó encima de él.
Estire el cuello para saber su final, pasaron algunos segundos hasta que él fue visible de nuevo. Estaba tendido boca abajo, lleno de polvo, se levantó pesadamente sacudiendo su blanca camiseta y sus jeans, un zapato había quedado atrás así que dio la vuelta para recuperarlo, pero al momento que lo hizo sentí como el color desaparecía de mi rostro. Tenía una mancha roja en el pecho que le escurría morbosamente por toda la camiseta y caía pesadamente por donde iba pasando. Sentí un mareo.
—¡Eddy! —grité sin pensarlo.
De inmediato cubrí mi boca con mis manos y miré a todos lados, en busca de algún enemigo, pero no había nadie más que él.
Eddy dejó de caminar y buscó mi voz.
Tenía que ayudarlo, se iba a desangrar. Tomé un poco de dinero, la pequeña pistola y una chaqueta. La calle seguía desierta, él todavía seguía inmóvil a medio camino de su zapato. Al verme su rostro se ilumino, pero de inmediato cambió a una expresión aburrida.
—¡Ah! eres tú —recogió el zapato.
—¿Estas bien? —toqué su camiseta y el líquido viscoso se adhirió a mi mano —vamos te llevare a un hospital.
—¿Por qué?
—Acaso eres tonto. Por eso —dije señalando la terrible mancha.
—Ah, si es una lástima —metió la mano dentro de la playera y sacó un puño de algo rojo —pero aún se puede comer —llevó el puño dentro de su boca, devorando todo y manchándose las mejillas, barbilla y la punta de la nariz —está bueno ¿no quieres?
Tragué y negué con la cabeza. Ahora si iba a vomitar.
—Es de los mejores que he probado ¿Segura que no quieres comer un poco? Se rompió el empaque, pero si ignoras que se ha caído al suelo y ha recogido tierra y le he caído encima y creo que lo han pisado esta bueno... espera... —jaló un largo pelo de su boca —como te decía, esta bueno.
Levanté su camiseta.
—Hey, espera que haces —se comenzó a retorcer como gusano —me haces cosquillas.
Todo su pecho estaba manchado de algo pero en definitiva no era sangre, olía a... orégano, pimienta y salsa de tomate. Entonces vi el empaque, Fioretto restaurante. Era Spaghetti. El maldito tenía Spaghetti embarrado en su pecho y peor, se lo estaba comiendo.
—¿Donde esta Daniel, quiero decir Omar? —pregunté molesta.
—No lo sé, creo que se perdió, estábamos comprando helado y después ¡Pum! Ya no estaba.
No pude evitar golpear mi frente con la palma de la mano.
—¿Y qué hacías con toda esa gente?
—¿Qué gente?... Ah, sí... mm... no sé —se encogió de hombros— Una abeja me perseguía, lo sé por qué leí sus pensamientos ¡Quería hacerme daño! Entonces corrí y grité ¡Peligro, ayuda!—comenzó a hacer mímica— Zumm Zumm, volaba detrás de mí. Entonces volvía a gritar ¡Peligro, corran! y las personas comenzaron a correr, supongo que ellas también les temen a las abejas y ya, después perdí a la abeja.
—Y de paso te perdiste tú— pensé.
Suspire resignada. Este chico era un dolor de cabeza, pero no lo podía abandonar a su serte, era obvio que era un desequilibrado que se metía en problemas. Podía imaginar a su pobre hermano menor preocupado y buscándolo.
—Vamos te daré una camiseta limpia —una vieja de Dragus — y te ayudare a buscar a Omar.
Eddy no quiso entrar a nuestro departamento, dijo que no podía entrar por que yo era una desconocida y podía ser una robachicos (cielos santo, él era más grande que yo, él podía ser el robachicas) así que se quedó en la puerta esperando. Cuando salimos a la calle lo primero que dijo fue:
—Tengo hambre cómprame algo de comer —sonreí forzadamente y le compre un caramelo —no, yo no quiero eso, cómprame ese —señaló un puesto callejero de Pandoro (postre típico de Verona).
No tuve otra que comprárselo.
Caminamos alrededor de una hora y por cada puesto de comida callejero que nos encontramos me pedía que le comprara algo. Estaba cansada y quebrada y él no dejaba de arrastrarme de un lugar a otro. Al final termine tan llena de chucherías como él.
—Vaya que hemos comido —dijo sentándose en la orilla de una fuente —pero tú has comida más que yo —le lancé una mirada desdeñosa —sabes, estaba preocupado, hace rato no te veías bien y parecía que no habías comido desde hace días. Pero ahora que has llenado tu barriga tienes mejor color.
Se acercó a mi cara sin ningún pudor, estaba demasiado cerca. Demasiado.
—Sí, tienes mejor color. Oye ahora hay demasiado color rojo en tu cara. Deberías hacer popó, tal vez comiste mucho.
—Tú, pedazo de animal insensible, aléjate de mí. Y no no quiero hacer popó.
Lo empuje para alejarlo de mi rostro, pero sin querer cayó a la fuente. Él se quebró en risas
—Qué buena idea, así no gastas papel—me aventó un chorro de agua que me dio de lleno en la cara. Y por alguna razón en vez de enojarme, me reí.
—Ahora verás —amenacé— tú, tonto asqueroso. —Entré a la fuente con él y comenzamos a lanzarnos agua. Fue una guerra muy corta ya que un policía pitó con su silbato y se acercó corriendo a nosotros. Eddy me tomó de la mano y corrimos tan rápido como pudimos.
Llegamos hasta un callejón tiritando y riendo. Había sido muy divertido, no recordaba desde cuando me había divertido así. Seguimos caminando por la estrecha calle con nuestra ropa húmeda. El sol de la tarde era tibio, pero no nos ayudaba mucho a entrar en calor, así que compré un par de vasos de café, pero cuando me di la vuelta Eddy ya no estaba. Miré a todos lados buscándolo, pero al que vi, a unos 100 metros de mí fue a Richard. Estaba de espaldas a mí, escondido entre recipientes y guirnaldas; tal vez ninguna otra persona podía verlo, pero yo conocía demasiado bien su silueta para confundirlo. Estaba distraído (o concentrado) viendo hacia una calle aledaña, tal vez vigilando a alguien.
—Psss —chistó alguien —Psssss —repitió el sonido más fuerte. Eddy estaba escondido entre plantas, en cuanto me acerqué me jaló de brazo cubriéndome entre las hojas también —Vayámonos de aquí —suplicó, lucía asustado.
—¿Por qué?
—Hay un chico malo allí —señaló el lugar donde se encontraba Richard —vamos por otro camino. Él me da miedo.— y sin permitirme decir nada me arrastró con él lejos de ahí.
Cuando estuvimos seguros y él más relajado le pregunte:
—¿Por qué ese chico te da miedo?
Él lo pensó unos segundos, dudando si contarme o no.
—Un día, cuando buscaba a Omar, porque como siempre se había perdido, me encontré en un callejón desconocido. Creí que estaba solo pero entonces escuche un ruido y pensé que era una rata, ya sabes me gustan los ratas —Eddy me miró como si fuera algo muy obvio —pero entonces al final del callejón...
Sacudió la cabeza bruscamente, como si quisiera sacar los malos recuerdos y bajó tanto la voz que tuve que acercarme a él para entenderle.
—Sangre. Ese chico tenía sangre —comezón a respirar fuerte —todo él estaba cubierto de sangre, pero no era de él, había un hombre a sus pies y no... —sólo movió los labios, pero entendí perfectamente —no tenía rostro, ni carne. Él se lo estaba comiendo.
Me separé rápidamente de él, aturdida.
—No, eso no puede ser, Richard no... —me detuve.
Recordé lo que era, lo que hacía. Richard ya la había hecho antes. Toda mi familia lo hacía. Matar.
Eddy me miró sorprendido.
—Tú... tú —tartamudeó y se alejó de mí, pálido —¿tú lo conoces? —se alejó más —¿tú quién eres? ¿Qué eres?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro