Capítulo 24. Inesperado
Richard había hablado como si fuera la cosa más importante que tenía que hacer en su vida y al oírlo, no pude evitar ruborizarme, ni que mi corazón se volviera loco; maldición si esto no era una especie de declaración no sé lo que era.
Richard sonrió satisfecho y apretó mi mano suavemente. El resto del trayecto, caminamos por las pedregosas calles en silencio como tontos adolescentes en su primer cita.
—Es aquí —dijo cuando nos detuvimos frente a un enorme edificio, no me equivocaría si dijera que era el más alto de la ciudad.
—¡Oh! es... es bonito— en realidad no tenía nada de especial.
—Esto no es lo que quiero mostrarte —sonrió— tenemos que subir.
Cuando subíamos por el ascensor, Richard cubrió mis ojos con sus manos y me guio hasta afuera. Una brisa fresca y salina golpeó mi rostro, cuando él descubrió mis ojos quedé sorprendida al ver la hermosa vista de la plaza y la azul y naranja agua del Bósforo (el estrecho de agua que separa la parte europea de la asiática en Turquía) en el atardecer. Me había llevado a un piso vacío en la última planta y teníamos el amplio balcón sólo para nosotros dos.
—¡Esto es sorprendente!
—Pensé que te gustaría verlo antes de irnos —dijo nostálgico mirando la puesta de sol— estuve muchas veces aquí cuando era niño y aunque ahora todo luce diferente sigue siendo un hermoso atardecer.
—¿De verdad tienes 250 años? —solté.
Maldije por no tener algo mejor que decir.
Malditos nervios.
—Sí— sonrió débilmente— 249 para ser más precisos.
—Aún me cuesta creerlo— respondí sinceramente —tienes casi 3 siglos.
Él sonrió a modo de respuesta.
—¿Qué se siente vivir por tanto tiempo?
—Nunca lo he pensado —apartó la mirada del paisaje y la posó en mí —he tenido el tiempo suficiente para hacer lo que quiera, he leído cientos de libros, aprendido muchas cosas, ido a muchos lugares, he visto cambiar y evolucionar civilizaciones, pero pienso que me he mantenido ocupado para no sentir el vacío ni la soledad de vivir —sonrió— pero contigo a mi lado nunca más me sentiré solo.
¿Que era lo que en realidad sentía detrás de su sonrisa? Hasta ahora siempre lo había visto como el chico caballeroso, sonriente, amable y protector, nunca hubiera imaginado que ese chico se sintiera de esta manera, tan solo. Quería protegerlo, amarlo para que nunca más se sintiera así.
—Ahora que estoy de vuelta no pienso volver a irme— susurré.
Él de inmediato me envolvió en sus brazos y me dio un tierno beso en la cabeza. Cuando me alejé, me di cuenta de que en mi muñeca colgaba una pulsera y él tenía una caja de terciopelo en la mano.
—La compre para disculparme —dijo mientras yo miraba la hermosa pulsera de oro — pero ahora es para otra cosa.
Se arrodilló frente a mi
—Stella Marie Lefbvre ¿no te importaría salir con alguien 100 años mayor que tú, o sí? — moví la cabeza negándolo— Entonces ¿Quieres ser mi novia?
Si antes mi corazón se había vuelto loco, ahora estaba segura que lo escupiría y se iría corriendo.
Entonces ¿Que era este otro sentimiento? Era una mezcla de ansiedad, miedo y culpa. Tal vez simplemente eran sentimientos que cualquier persona siente cuando alguien se le declara.
Me quedé en silencio.
—Por favor, princesa, quédate conmigo por siempre.
En ese instante el sol dibujó la varonil silueta de Richard con sus rayos, para mi en aquellos momentos todo él parecía irreal, sus cabellos brillaron como el oro y sus profundos ojos azules se tornaron como el agua que estaba a su espalda, pero en un parpadeo su rostro cambió. Solo fue un instante, pero me pareció ver al chico de años atrás, el que constantemente me decía no tengas miedo, yo te cuidare, mi corazón se encogió y las dudas se fueron. Lo amaba y quería estar con el por siempre.
Lo abracé con fuerza.
—Sí— dije soltando el aliento que inconsciente había retenido— sí, quiero ser tu novia— él suspiro aliviado y me devolvió el abrazo con más fuerza.
—Nunca te dejaré ir— susurró en mi oído— quédate a mi lado.
Mi corazón no dejaba de latir a prisa, tenía ganas de reír y llorar, quería llorar como nunca lo había hecho, quería gritar y sacar todos los sentimientos que tenía dentro.
¿Que era esta opresión en el pecho? ¿Que era este sentimiento, este odio que sentía por mi misma en esos momentos? pero también... también estaba feliz porque al fin estaría con Richard.
Yo simplemente estaba confundida, pero demonios, ahora era su novia.
—¿Qué sucede, princesa? — preguntó Richard cuando sintió mis lagrimas sobre su pecho, se alejó un poco y con su pulgar limpió una lagrima que recorría mi mejilla.
—Nada —mentí— estoy feliz —él sonrió triste.
—No me mientas Stella, se que tienes miedo, pero no voy a lastimarte, no dañaré tus sentimientos —acarició mi mejilla— confía en mí.
Él se acercó para besarme, pero puse mis manos en su pecho para rechazarlo, en esos momentos no quería besarle, no después de saber lo que causaban los besos de nuestra especie.
—No, Richard, ahora no —él me miró desconcertado como si nunca antes lo hubieran rechazado.
—No tengas miedo, seré capaz de controlarme.
—Tal vez tú si, pero yo no —él se alejó un poco— por favor dame tiempo, hasta que pueda asimilar todo esto, lo que somos.
Soltó un largo suspiro.
—Tienes razón princesa, no sé en qué estaba pensando, debo ser paciente... pero al menos déjame abrazarte.
Nos quedamos viendo el atardecer hasta que las estrellas comenzaron a brillar en el oscuro cielo y las luces de la cuidad comenzaron a encenderse de una por una. Estambul se veía preciosa.
Nos fuimos de ahí tomados de la mano, sonriendo tontamente y con el corazón lleno del mágico momento. Mis sentimientos se habían calmado, ya no quería azotar mi cabeza contra la pared y estaba segura de que si Richard me besaba estaría dispuesta a hacer todas la acciones que eso conllevaba. Pero él no me beso, todo lo contrario, caminó a prisa, casi desesperado por llegar y reunirse con los demás.
—Que bueno que ya están aquí —resopló Anthony al vernos doblar la esquina.
Estaban todos reunidos junto al auto, él miró a Richard preocupado.
—Es Rux... me tengo que ir, tengo que solucionar esto antes de que ella explote y haga un gran escándalo, realmente esa chiquilla es un caso...
—Anthony, hay algo que quiero decirte, es sobre tu hija y yo —dijo Richard, yo di un respingo de sorpresa.
¿De verdad lo diría delante de todo el mundo? Anthony al parecer no lo escuchó porque se dirigió a Gigi.
—Tú vienes conmigo —dijo seriamente y Gigi con aires de sorpresa se señaló a si misma —te lo advertir, te di la oportunidad de que te fueras, pero no lo hiciste, ahora vendrás conmigo. Rux y Zaleska estarán encantadas de verte.
Anthony sonrió fríamente y de la nada aparecieron dos hombres de traje negro y lentes oscuros, se pusieron a cada lado de Gigi y ella, como si no los hubiera visto revolvió entre las bolsas que aun cargaba y me tendió la gran bolsa que antes me había dado.
—Úsalo en un momento importante —sonrió— cuídate, fue un placer.
Caminó al auto, a la puerta que Weston había abierto. Gigi se detuvo un momento, sorprendida al ver lo que estaba dentro, era Jerry amordazado y atado de pies y manos. Gigi se dobló de risa con su acostumbrada risa escandalosa.
—¡Esto será grande, como nos divertiremos! Esa perra se divertirá con la tortura.
Entró al auto con los dos hombres y ella enseguida empezó a hacer sonidos obscenos que se oían más falsos que la risa de Anthony.
—Les dejaré el Audi —continuo Anthony— viajen hasta Atenas y desháganse de él, tomen un vuelo a Roma. —apoyó su mano en el hombro de Richard— estás haciendo un buen trabajo, no dejes que nos la arrebate.
Richard asintió, y minutos después Anthony me restregó contra su pecho.
—Pórtate bien, obedece a tus hermanos y aléjate de los problemas— miró a Dragomir que estaba apartado, recargado de espalda a nosotros en el Audi negro, Anthony sin despedirse de él entró en el auto, Weston cerró la puerta y me miró, bajo levemente la cabeza, después miró a Richard.
—Cuídate Weston— dijo él cuando lo abrazó, Weston le devolvió el abrazo, abrió la boca y me pareció que diría algo, pero la volvió a cerrar y solo puso una mano sobre su cabeza despeinándolo un poco— ya no soy un niño —se quejó Richard acomodando su cabello y por primera vez vi sonreír a Weston, bueno realmente solo curvo sus labios casi un centímetro pero en sus ojos si reía, al menos a mí me lo pareció.
—Buen chico— dijo antes de cerrar la puerta y arrancar el auto.
Una hora después nosotros también dejamos la ciudad y seguimos las instrucciones de Anthony hasta Atenas donde tomamos un vuelo a Nápoles en vez de Roma.
—Es bueno improvisar de vez en cuando— dijo Richard al ver mi desconcierto y el de Dragus —así desorientamos al enemigo. Descansaremos en Verona.
—¿Verona? — preguntó Dragus sorprendido y molesto— ¿a qué demonios vamos a Verona?
—Hemos estado viajando una semana sin descanso y Verona es un buen lugar para enamorarnos.
Dragomir arrugó el entrecejo.
—¿Quién? ¿Tú y yo? Porqué no te acercaras a ella. No lo permitiré.
Richard sin prestarle atención me dio una mirada cómplice y un ligero rubor cubrió mi cara.
Habíamos decidido mantener el secreto hasta que Richard hablará con mi padre porque según él, era tradición pedir el consentimiento del padre; así que en todo ese tiempo sólo nos tocábamos la mano ligeramente mientras Dragus no veía. Era un poco tonto, pero mi corazón revoloteaba cuando sentía su mano sobre la mía.
—No sabía que planeabas comenzar un romance con Richard —dije a Dragomir burlonamente cuando vi que me miraba furioso.
—No soy ningún tonto— respondió en voz baja cuando Richard estaba distraído comprando los boletos— sólo te digo que tengas cuidado, él no es ningún Romeo.
—Sé muy bien lo que hago— contesté también en voz baja y molesta— ya no soy una niña, tengo 150 años si no lo recuerdas— Dragomir no dijo nada y se alejó un poco cuando Richard volvió con los pasajes en mano.
—Todo listo —sonrió— para un inolvidable fin de semana.
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