Capítulo 13. El traidor
En una lujosa tienda de un centro comercias de Shanghái ocurría algo extraño, un chico sometía a una chica en el suelo, él miraba con cautela a los alrededores como si esperara que algo sucediera, sin embargo, no había nada raro aparte de ellos, todo trascurría de manera normal: adolescentes charlando, gente entrando y saliendo de las tiendas, niños jugando, pero Jun parecía notar algo que los demás no.
En el suelo, sobre Stella, estaba alerta mirando a todos lados, como un ciervo que siente el peligro cerca.
—Quítate de encima— balbuceó ella, retorciéndose bajo él.
—Shh —susurró Jun lo más bajo que pudo— ya están aquí.
—¿Quién...?
De repente las luces de todo el complejo parpadearon y se apagaron, dejando el lugar sumido en la completa oscuridad.
Stella esperó oír gritos de gente asustada pero no se escuchó ni el más mínimo de los susurros. Todo estaba en completa calma y a los pocos segundos los empleados y las demás personas se dirigieron tranquilamente a la salida con la vista fija al frente. Nadie hablaba, nadie empujaba, solo caminaban con paso firme y coordinado, como si todo estuviera ensayado, como si sólo estuvieran esperando la señal para dejar vacío el lugar.
—¿Qué demonios está pasando? —susurró— esa gente parece poseída.
—"Cálmate Stella —escuchó decir a Jun— tenemos que salir de aquí."
¿Qué se calmará? Pero si ella no estaba asustada, más bien el comportamiento de las personas la tenía intrigada ¿Qué sucedía para que se comportarán así?
Jun, al igual que Stella, no sabía lo que ocurría exactamente, pero podía percibir que ocurría algo malo. La premonición del desastre taladraba en su cabeza y peor aun cuando vio que el lugar quedaba vacío por órdenes de alguien, seguramente poderosos. Pero él mantuvo la calma, sabía lo que tenía que hacer, había recibido una rigurosa formación militar y durante su entrenamiento había aprendido ciertas reglas para las misiones de campo, algunas de ellas eran:
Numero 1.- Cuando uno tenía una carga (Stella) importante, tenía que poner a salvo esa carga del enemigo.
Numero 2.- Cuando la carga estuviera asegurada, alejarse sin perderla de vista, estudiar el campo y/o enemigo y planear un contra ataque.
Numero 3.- Si el enemigo era más débil matarlo al instante, si era más fuerte, esperar refuerzos.
Numero 4.- Si no había otra opción mas que atacar a un enemigo poderoso sin refuerzos, tratar de causar el mayor daño posible y suicidarse antes de ser capturado. Fin de la partida y de tu vida.
Sacudió la cabeza. No, eso jamás le había pasado, él era muy fuerte a pesar de su débil apariencia. Siempre había estado en situaciones de vida o muerte y siempre salía bien parado. Junto a su equipo habían sobrevivido a misiones suicidas.
Su equipo, sí, eso ya no existía, pero ahora tenía a Kai, era todo lo que necesitaba. Entonces... no tenía tiempo que perder, tenía que pensar rápido, ponerlos a salvo y contactarlo.
—Vamos Juni —se dijo a si mismo— busca una salida, siempre hay una forma de salir.
Volvió a pasar la vista por el lugar y ahí, en parte trasera de la tienda encontró una puerta.
—"Ves esa puerta —dijo a Stella sin mover los labios —vamos a arrastramos por el piso hasta ahí."
Stella asintió y lentamente se empezaron a mover. Cuando iban a mitad del camino la campanilla de puerta sonó y en medio de la oscuridad apareció la silueta de un hombre que caminaba perezosamente con las manos dentro de los bolsillos del pantalón.
Stella y Jun se quedaron muy quietos, esperando el siguiente movimiento del hombre.
El extraño recorrió el lugar con la mirada y soltó una exaltación de fastidio, acto seguido silbó una extraña melodía que puso tenso a Jun. Para él ese sonido estaba lleno de nostalgia, de risas y sangre de antaño, una melodía de hermanos que coqueteaban con la muerte. Rechinó los dientes, ya sabía quien era el enemigo. Apretó los puños preparándose, la sangre le hervirle de furia. No permitiría que ese traidor se burlara de la memoria de sus amigos, lo que acababa de hacer era una afrenta que merecía el peor de los castigos.
—¡Maldito traidor! —rugió lanzándole un objeto que aterrizó en la cabeza del extraño —no creí que fueras capaz de venir a mi territorio, mucho menos burlarte de mí... de nosotros.
—¡Hey! líder —contestó el hombre despreocupado— tiempo sin vernos.
—Y pasara más tiempo... ya que te mataré aquí mismo.
Jun arremetió contra el hombre en una feroz pelea, lanzando mortales puñetazos y patadas, pero su contrincante parecía saber dónde golpearía, los esquivaba todos.
En pocos minutos el lugar se había convertido en un desastre: espejos rotos, los estantes destruidos, maniquíes destrozados, ropa y accesorios tirados por doquier, y sin embargo, Stella seguía en el piso, anonada por la impresionante pelea que ahí se llevaba a cabo. Jun se movía velozmente tratando de pegar en puntos vitales pero el sujeto se contorsionaba de tal forma que parecía estar hecho de goma. Cuando un golpe de Jun destrozó un maniquí que estaba cerca de ella, al fin despertó de su estupidez, y siguió arrastrándose por el suelo hasta llegar a una esquina de la tienda.
Jun había acertado varios golpes, pero su oponente aún se encontraba en buena forma; lo había entrenado bien. Recordar eso lo enfurecía aun más, él mismo había seleccionado a su equipo y les había enseñado los secretos y claves del combate cuerpo a cuerpo.
Aún recordaba la primera vez que ellos lo vieron. Lee le había dicho que ese no era lugar para niños, Robie pensó que tal vez era el mozo encargado de la limpieza y Osawa gritó:
—¡Es el pequeño hijo del líder!
Le dio un caramelo y después le preguntó por su padre. Jun furioso, hizo trisas el caramelo en su puño y los hizo correr 10 millas por su insubordinación.
Su equipo, era el mejor escuadrón de combate -la élite- por algo los llamaban el escuadrón del punto final. Cualquiera que fuera su objetivo... estaría muerto. Tantas glorias, tantas penas, tantas muertes... Pero jamás pensó que alguno de sus hombres lo traicionaría, mucho menos él, su mano derecha.
—Has mejorado— dijo Jun aparentando serenidad.
—Aprendí del mejor —contestó el hombre jadeando.
—Yo no te enseñé únicamente a defenderte, te enseñé a atacar y matar.
Jun dio un salto y le clavó una patada en el pecho. Por el impacto, el sujeto atravesó el escaparate de cristal saliendo de la tienda, aunque de inmediato se puso de pie y corrió por el oscuro pasillo. Jun saltó por el vidrio roto y lo siguió.
Stella fue tras ellos.
Jun se detuvo respirando ruidosamente en el cuarto piso, no lo veía por ningún lado, pero aun podía sentirlo, estaba cerca. Escuchó pasos acercándose a él y por acto reflejo lo tiró al suelo lanzando un golpe directo a la cara, detuvo su puño a pocos centímetros al ver unos familiares ojos azules. Stella. Se había olvidado completamente de ella.
—¿Qué demonios haces? —le ayudó a ponerse de pie— ¿Porque vienes tras de mí? por poco y te noqueo.
—Yo... lo hice sin pensar... —contestó ella sobándose la cabeza.
—Tienes que ocultarte, éste sujeto es peligroso —la tomó de la mano y la condujo a una pequeña bodega —escucha, Kai estará aquí en cualquier momento, quédate aquí, yo tengo que encargarme de este problema.
Sin esperar más, dio media vuelta y volvió a desaparecer por el oscuro pasillo.
[...]
—¡Mueve tu culo! — gruñó Kai a Dragus que corría a su lado, aún les faltaban dos cuadras para llegar al centro comercial.
Cuando Jun lo contactó le dijo que era un "pequeño problemilla sin importancia" pero él supo de inmediato que era mentira, conocía demasiado bien a Jun y algo en su tono de voz le indicó que estaba condenadamente mal.
En ese mismo instante había tirado las bolsas al suelo y emprendió la carrera, él trataba de permanecer sereno a pesar de que sabía que el problemilla sin importancia al que se había referido Jun, en realidad significaba que él (Jun) haría correr sangre esa noche. Kai sabía que Jun casi nunca perdía los estribos, pero cuando eso ocurría podía ser mortal incluso para él mismo.
—Tranquilízate —se recordó —Jun estará bien, siempre lo está.
Cuando ambos llegaron sin aliento al centro comercial encontraron el lugar desierto y se alarmaron; había pocas personas capases de vaciar un lugar tan grande en minutos sin efectos colaterales.
El pulso de Dragomir se aceleró y entró a prisa, sin esperar a Kai. Solo tenía un pensamiento en la cabeza: Stella. La tonta chica que no se daba cuenta de lo que había a su alrededor, ahora era tan ignorante como los demás Ephymeri, tan inútil, tan indefensa. Tenía que protegerla, lo había prometido.
Kai vio a Dragus ponerse pálido y apresurar su carrera, supo que el chico estaba perdido, sería presa fácil.
—El que pierde la calma pierde el juego— se volvió a recordar Kai.
Aunque no culpaba al chico, si él no tuviera la suficiente experiencia habría sido dominado por el pánico al igual que Dragus y a pesar de que lo quería tanto como un grano en el centro del culo trató de ayudarlo.
—Cálmate imbécil —le dijo— si damos un paso en falso todos estaremos perdidos —Dragus asintió— empecemos por no hacer ruido, tal vez no sepan que estamos aquí.
Error, ya sabían que ellos estaban ahí, de hecho, los estaban esperando. Un grito de agonía irrumpió el silencio e hizo eco en el todo lugar, era una voz familiar, alguien que ellos conocían.
Stella.
De inmediato Dragus salió disparado hacia la penumbra, con la esperanza de rescatar a su hermana.
—Nada se puede hace por él —se dijo Kai para tranquilizarse— es un idiota, solo será una molestia.
Kai siguió avanzado por los oscuros pasillos, buscando cualquier indicio de Jun. Agudizó sus sentidos de cazador, que, por suerte, la búsqueda y el rastreo eran su especialidad. Lo primero que hizo fue dirigirse a la tienda donde lo había dejado, al llegar un escalofrió recorrió su cuerpo por los signos de la feroz batalla que ahí había tenido lugar, suspiró recordándose que Jun debía estar bien y recorrió el lugar con la mirada.
—Se arrastraron— murmuró tocando el suelo con la yema de los dedos recogiendo gotas de sudor y sangre— el intruso hizo algo que lo enfureció... se olvidó de Stella y lo atacó... salieron por el escaparate —de una zancada atravesó el vidrio roto y miró los tres pasillos que tenía delante —por aquí.
[...]
Dragomir estaba perdido, había sido completamente dominado por el pánico y era atormentado por los gritos de Stella que venían de todas direcciones, no sabía hacia donde ir y el tiempo se le estaba acabando; los chillidos se hacían cada vez más aterradores con cada minuto que pasaba.
—Tengo que encontrarla, tengo que encontrarla —se repitió una y otra vez.— No puedo dejar que pase por eso otra vez, no otra vez.
Los recuerdos de ella colgando, la sangre, los gritos se erremolinaron en su cabeza. Se sintió enfermo, sucio, le dieron ganasa de vomitar. Se cubrió los oidos, entumecido por la culpa. Era una trampa y él había caído directo en ella.
De repente recordó lo que era, un desterrado. Cerró los ojos y se concentró en buscar alguna señal, algún indicio de alguien como él y lo encontró, captó un ligero rastro no lejos de ahí y sin pensarlo se dirigió velozmente hacia donde estaba la señal.
Era un lugar apartado y más oscuro que los demás, mientras se acercaba distinguió una silueta sentada al final de un banco, era alguien vestido completamente de negro, jugando con un objeto metálico que tenía entre los dedos. En cuanto la sombra lo vio se puso de pie y abrió el encendedor de plata, mostrando su demacrado rostro.
—Hola viejo amigo, te estaba esperando.
—¡Tú! —dijo Dragus amenazante.
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