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Capítulo 1. ¿Amigos o Enemigos?

La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.

-Roger Martin Du Gard

Aun estando medio inconsciente notaba que todo a mi alrededor se movía, un chirrido ensordecedor llenaba mis oídos y sobre ese ruido pude escuchar a dos personas susurrando; discutían. 

Antes de abrir los ojos supe que algo andaba mal, era una de esas sensaciones que tienes cuando estas a punto de saltar al vacío, cuando se congelan tus pies y sientes un hueco en el estomago.

—¿Dónde estoy?— pensé.

A pesar de estar en completa oscuridad de inmediato me di cuenta que estaba en el asiento trasero de un auto. Trate de recordar cómo había llegado ahí, pero a mi mente no vino nada. Al intentar moverme un dolor punzante asaltó mi cuerpo, fue agonía pura.

Apreté los dientes para no gritar. 

—¿Qué demonios me pasa? ¿Donde estoy? —me pregunté mentalmente, sintiendo un poco de miedo.

Traté nuevamente de recordar, pero al hacerlo un terrible dolor taladró mi cabeza.

Con mucho esfuerzo conseguí llevar una mano a mi cabeza para mitigar el dolor. Mi mente no conseguía conectar pensamientos claros y ese chirrido en mis oídos se hacía cada vez mas intenso.

Volví a cerrar los ojos y cuando al fin el chirrido bajo un poco, me di cuenta del silencio. Las personas habían dejado de susurrar. 

Levanté la vista y a través del retrovisor el conductor me miraba fijamente. Tenía unos profundos ojos azules, que al verlos, mi respiración se cortó y mi cabeza comenzó a doler de nuevo.

Él sonrió, me mostró su blanca dentadura y encendió la luz del auto, cegándome unos momentos.

—¿Te encuentras bien?— preguntó amablemente sin apartar la vista de la carretera.

Era un chico rubio elegantemente peinado, de no más de 20 años. 

¿Quién es él?— pensé.

Pero antes de poder decir algo, una amenazante voz salió del asiento de al lado. 

—¡Lastimaste mis oídos chica estúpida! —gruñó el copiloto y dio la vuelta para mirarme— ¡pagarás por eso!

En el momento que vi su rostro, un escalofrió recorrió mi cuerpo. Era un sombrío chico de piel clara, cabello negro y ojos esmeralda enmarcados por largas pestañas. A pesar de su aterradora expresión era muy atractivo y lucía como el tipo de chico que si te amenaza sabes que estas muerto. 

Tuve el impulso de gritar, de salir huyendo, pero no sabía por qué. Esa  sensación de que algo andaba mal se hacía  cada vez mas fuerte, era como si algo... algo me faltara y no logrará recodar qué. Era un vacío, un enorme vacío que crecía a cada segundo, en cada suspiro me daba cuenta que no había nada.

Me invadió el pánico.

No tenía memoria. 

—¿Quien... quiénes son ustedes? —me incorporé de golpe. Mi voz salió ronca, como si no hubiese hablado en mucho tiempo —¿Quién soy yo? ¿Dónde estoy?

—No, no te muev... ㅡsuplicó el chico rubio intentando detenerme pero era muy tarde, había vomitado. Hizo una mueca de desagrado, mientras yo limpiaba mi boca con el dorso de mi mano e ignoraba la masa blanquecina a mis pies. 

—Nos dirás lo que queremos saber o... —dijo el copiloto dejando su amenaza en el aire.  Sus ojos destilaban odio.

—¿Esto es un secuestro? —lo interrumpí, el dolor de cabeza me estaba matando— ¿Quienes son ustedes? ¿Dónde estamos?— ninguno de los dos respondió —déjenme bajar ahora mismo o saltaré del auto —amenacé.

Mi corazón latía con fuerza, tenía miedo, pero me sentí capaz de cumplir esa amenaza. El auto no se detuvo, así que tomé la manija dispuesta a saltar. La puerta estaba asegurada.

El copiloto rió en una burla.

—Hazlo, vamos, te reto —dijo apretando los dientes en una mueca y quitó el seguro— estamos a kilómetros de la ciudad mas cercana, nadie te ayudará, además, en tu estado— me recorrió con la mirada llena repugnancia— no darás ni un solo paso.

—¿Te has vuelto loco? —intervino el conductor— ¿Acaso quieres matarla? No has visto el estado en el que se encuentra —volvió a poner el seguro.

Miré mi reflejo en la ventana del auto y por primera vez me di cuenta de mi aspecto. Tenia los ojos hundidos, el cabello enredado y mal cortado, había vomito en la comisura de mis labios, también, un rastro de sangre seca en mi nariz, oídos y boca. Mi ropa estaba hecha un desastre, mi jersey tenía manchas rojas, olían a... era sangre y mis jeans estaban sucios, además estaba descalza.

—Pero ¿Qué demonios me pasó? —pregunté pasando un dedo por el rastro de sangre de uno de mis oídos— parece que me arrolló un auto... ¿ustedes me atropellaron? ¿desde cuando estoy aquí?... mejor dicho ¿por que estoy aquí?

Nadie contesto.

—Entonces ¿no recuerdas lo que pasó?— preguntó el rubio después de unos momentos— ¿No recuerdas nada? ¿Cómo llegaste aquí? ¿No sabes quienes somos?

—¿Debería saberlo?— respondí.

Intenté recordar pero el dolor en mi cabeza se volvió mas intenso, creí que mi cerebro iba a explotar. Entonces un zumbido volvió a asaltar mis oídos, se escuchaba como una televisión sin señal dentro de mi cerebro. No pude evitar gritar.

—¡Mi cabeza! ¡Hay estática dentro de mi cabeza! ¿Qué es esto, que me esta pasando?

—Estática ¿he?... —dijo el amargado copiloto —maldita, estas haciendo interferencia para que no podamos entrar.

—¿Qué me ocurre? no entiendo nada ¿entrar a donde?

—Esto es malo— dijo el chico rubio apretando el acelerador— tienes que ver a Tasha lo antes posible... —me miró con lastima por el retrovisor.

Sus malditos ojos.

Todo quedó en silencio unos instantes, después el conductor miró a su acompañante como si pudieran entenderse con la mirada, el copiloto negó con la cabeza. El rubio volvió la vista a la carretera y suspiró.

—Es una lastima que no puedas recordar a tu hermano —dijo melancólico.

—¿Hermano? —pregunté más confusa, al mismo tiempo que sentía una punzada en el estomago, lo miré por el retrovisor y nuestros ojos se encontraron —¿de qué estas hablando? ¿Tu eres...

—¿Qué?— dijo sorprendido, luego rió— no, yo no, él— apunto con un gesto de cabeza al pelinegro— supongo que no lo recuerdas, él es Dragus... quiero decir, Dragomir Lefebvre, tu hermano.

Mi corazón dio un vuelco, miré al copiloto de inmediato. No sabía si esto era verdad, pero por alguna razón me empezó a faltar el aire. Aquél chico sombrío y atractivo, el que hace unos momentos me había amenazado, el que me miraba con odio ¿Él, era mi hermano?

Dragomir no dijo nada, su vista estaba fija en el frente, parecía irritado y tenso.

—Yo soy Richard Bathory —continúo el rubio conductor— Tu novio...

—¡¿Qué?! —dijimos Dragomir y yo al mismo tiempo. 

La carcajada de Richard sonó en el aire. Su risa era encantadora y masculina, como él.

—Deberían ver sus caras —logró decir Richard. 

Suspiré aliviada, sólo era una broma.

—Deja de jugar— dijo Dragus más irritado y molesto — no es divertido.

—Sí, si lo es —contestó Richard limpiándose lagrimas de risa de un ojo— la tensa atmósfera era perfeta. Esta bien, lo siento... lo siento Stella pero era la oportunidad perfecta para una broma.

"Stella" —repetí en un susurro. El nombre me sonó tan extraño —¿Stella? ¿así me llamo? — pregunté incrédula.

Richard me miró con clara preocupación.

—Vaya chica, el dispositivo de frecuencia electromagnética si que te afectó.

—¿El qué?— dije frunciendo el ceño.

—Dispositivo de frecuencia electromagnética —respondió pausadamente— DFE, para abreviar. Fue lo que te causó el daño.

Era increíble lo que estos chicos inventaban, podía haber perdido mi memoria pero estaba segura de nunca haber escuchado de tal cosa.

—Suficiente —dije decidida— no les creo nada, me bajaré ahora mismo.

—Está bien— contestó Richard aparcando el auto— puedes salir... hemos llegado.

—¿Llegado a dónde? —miré por la ventana del auto —¿Qué lugar es éste?

Era un lugar en medio de la nada, sólo había rocas y una extensa llanura seca bañada por la luz de la luna, era tan silencioso que podía escuchar el canto de los grillos aun estando dentro del auto. De inmediato comencé a trazar un plan para escapar. En cuanto abriera la puerta del auto tenia que salir disparada al montón de rocas que tenia enfrente, tal vez podría esconderme entre la maleza y si tenía suerte encontraría ayuda en unas cuantas horas. Me preparé mentalmente.

—Vamos, puedo hacerlo —me dije —son sólo 100 metros, a la cuenta de 3 salgo corriendo. 1...2...3... ahora.

Mi plan se fue a la mierda, en cuanto puse un pie fuera del jeep mi cuerpo se desplomó.

—¡Stella!— escuché gritar a Richard.

Enseguida ambas puertas del auto se abrieron, pero solo un chico llegó a mi lado.

—¡¿Estas bien Stella?!— era Richard— ¡hey tú! —dijo a Dragomir— deberías de estar ayudando a tu linda hermanita —Dragomir no contestó, sólo lanzó un bufido —¡Oh genial, tendré que hacerlo yo! —susurró resignado.

Richard me miró unos segundos con una extraña expresión de... ¿repugnancia? Suspiró y luego, sin esfuerzo me levantó en brazos. No me resistí, estaba embobada con su aspecto. 

Richard era malditamente guapo: sus rasgos eran cincelados, tenia una nariz recta y cejas pobladas, fuerte mandíbula y a pesar de tener una creciente barba podía notar su sensual boca. Sus músculos bajo mí, estaban tensos, además era condenadamente alto. 

—¿Qué sucede? estas roja— me preguntó elevando una ceja.

—No... no es nada— desvié la mirada y él sonrió.

—Que estúpida —pensé— como puedo notar esos detalles en esta situación.

—Bueno princesa— dijo Richard mirando al frente— nos quedaremos aquí por un tiempo. 

Frente a nosotros había una antigua edificación en ruinas, tenia las ventanas rotas, madera podrida y partes del techo caído.

—¿Aquí? ¿Creen que la policía no los encontrara aquí?— reí sarcásticamente— es el primer lugar en el que buscaran.

—¿Enserio? ¿En una clínica?— se detuvo— ¡hermano del año! ¿podrías abrir la puerta?

Dragomir, que caminaba un par de pasos detrás de nosotros dio zancadas largas, alcanzando la puerta primero.

—Deja de llamarme así o te romperé la cara— amenazó.

Richard lo ignoró.

—Da igual si la policía viene o no— me contestó Richard y se volvió a detener ante la puerta —pensándolo bien, es mejor que venga, así atraparan al verdadero culpable.

—¿De que hablas? ustedes son unos secuestradores, si no porque me traerían a esta casucha aband... —pestañee, volví a pestañear y apuñé los ojos pero nada hizo que mi visión cambiara. Lo que estaba viendo era una pequeña clínica y no solo eso, el lugar desolado se había convertido en un pequeño vecindario, con casas y lindos jardines verdes a los alrededores —¿Una clinica? pero si hace un momento era...

—Estás muy mal, princesa —dijo Richard preocupado— ese aparato afectó tus sentidos, necesitas que te revisen.

Lo miré a los ojos, él me devolvió la mirada con sus intensos ojos azules como la profundidad del océano.

Odio sus ojos.

—Algo esta mal, estoy segura, por favor déjame ir —supliqué.

—¿Ir a donde, princesa? Entiende, queremos ayudarte, somos tu familia.

—Por favor no quiero estar aquí— con la fuerza que aun me quedaban comencé a patalear tratando de zafarme de sus brazos —¡No, suéltame! ¡Auxilio me están secuestrando!— grité.

Repentinamente alguien me arrebató con furia de los brazos de Richard, era Dragomir, me sujetaba de los costados con tanta fuerza que creí que me rompería las costillas. Estaba tan sorprendida que no salió ninguna palabra de mi boca, ni siquiera me moví, solo lo miré a los ojos, pasmada.

—Lo siento —susurró Dragomir apenas audible. Mis parpados comenzaron a cerrarse —solo será por un tiempo, después estarás con tu madre, yo mismo me encargaré de llevarte con ella.

—Me lo prometes —dije con mi último aliento.

—Te lo prometo, hermana. Esto sólo será una pesadilla.


***

Nota de la Autora

Hola (^u^)/

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