Capítulo XXIV: Ignorar Las Señales
Calor. Eso era todo lo que sentía. Un calor abrumador que recorría todo su cuerpo, quemando todo a su paso. Abrió su boca para que el aire fluyese mejor a sus pulmones, pero fue justo en ese segundo que sintió una corriente eléctrica que paró todo su procesar mental.
Tsuna cerró sus ojos mientras sentía que todo se tornaba blanco. Su garganta estaba seca y le dolía, por lo que supuso que había dejado salir algunos gritos durante los últimos minutos. Maldecía que justo en este tipo de situaciones su mente se tornara así de nubosa, porque terminaba haciendo cosas que no recordaba luego.
Sintió un par de manos recorrer su abultado estómago de manera delicada y cuidadosa, lo que le hizo sonreír de manera inmediata. Esas eran las manos de un hombre capaz de matar a más de cien hombres si la herían una sola vez, unas manos fuertes y crueles. Pero, en la privacidad de su habitación, eran las manos más gentiles que alguna vez hubiese sentido.
Abrió sus ojos una vez que su mente volvió a trabajar y observó al azabache con todo el amor que poseía por él. Sus manos fueron directo al rostro de su amante y este se movió un poco para besar una de ellas con extrema devoción. Todo sin dejar de ver con profundo amor a la mujer que tenía entre sus brazos en ese momento.
Y fue bueno que lo hiciese. Un segundo después la mujer se levantó de golpe sintiendo un dolor profundo en el pecho. Su esposo se acomodó a su lado tratando de hacerle sentir mejor mientras observaba a su alrededor para tratar de entender lo que pasaba, pues estaba seguro de que no tenía que ver con sus futuros hijos.
Sus ojos se mantuvieron fijos en el calendario que tenían en una de sus paredes y maldijo el no haber sido consciente de la fecha. Su mano apretó con fuerza el pecho de su esposa mientras decía en susurros palabras reconfortantes que la calmasen. Todo acabó unos minutos después, pero la castaña aún temblaba con terror.
Su muerte en el pasado había estado cerca y ninguno de ellos había sido consciente de ello.
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El cuerpo de la castaña fue sacado de golpe del agua y ella sintió el oxígeno volver a sus pulmones. Su cuerpo no paraba de temblar mientras tosía tratando de dejar atrás el pánico que había sentido al caer al agua. Sus ojos seguían sin enfocar su alrededor por lo que se aferró con fuerza al cuerpo que la había sacado de aquella prisión de agua.
-Calma Tsuna, todo está bien - La voz tranquila del beisbolista logró atravesar las barreras de pánico de la chica, consiguiendo que se calmara ligeramente - Respira, ya estás bien.
-No... - La Vongola sintió la falta de suelo bajo sus pies y comenzó a hiperventilarse otra vez, comenzando a caer en la inconsciencia.
-Creo que deberías calmarla tú cuando despierte, Hibari - El moreno alzó la mirada al otro lado de la piscina para ver al prefecto al notar que su amiga dejaba de sujetarlo - No creo que vaya a tranquilizarse si no eres tú quien le habla.
El demonio de Namimori asintió y se quitó su chaqueta para que esta no se empapara en cuanto tuviese a la inconsciente menor en sus brazos. Mientras él hacía eso, el guardián de la lluvia había comenzado a cruzar aquel cuerpo de agua para acercar a su amiga hasta donde estaban ambos mayores. Todo ante las miradas variadas que tenían el resto de presentes.
Los orbes plateados se tornaron aún más fríos de lo usual mientras alejaba el cuerpo de la menor del agarre del otro varón. Yamamoto y Kusakabe solo le observaron en silencio mientras acomodaba correctamente a la chica en sus brazos para cargarla de forma nupcial. Por el momento lo mejor que podían hacer era sacarlade ahí y llevarla a que fuese con ellos.
El joven de cabellos plateados apareció un momento después, siendo seguido por dos niñas que veían con preocupación a la fémina mayor. El adolescente de carácter explosivo mantuvo la boca cerrada mientras le extendía una toalla seca. No había que ser un genio para saber que debía usarla con Tsuna.
La puerta del área se abrió justo cuando el demonio de la disciplina extendió su mano para tomar el objeto dado y los que rodeaban a la joven notaron a un par de adolescentes en la puerta con una maleta deportiva consigo. El prefecto las reconoció rápidamente como el dúo de chicas que rodeaban a la Sawada sin tratar de herirla en el proceso.
-Te dije que fue buena idea irrumpir Kyoko - La mujer de cabellos azabache entró observando seriamente a los hombres que estaban con el cuerpo sin consciencia de la menor.
-Lamentamos la molestia - La mirada dorada se enfocó también en el grupo adolescente y se sintió un poco más tranquila al notar que no eran personas que quisieran lastimar a Tsuna.
-¿Qué hacen aquí chicas? - Yamamoto sonrió ligeramente a ambas recién llegadas mientras llevaba una de sus manos a su cabello aun empapado.
-El hermano de Kyoko nos dijo que Tsuna entrenaría en la piscina y nos preocupamos - Kurokawa desvió su mirada un segundo de la fémina al notar un pequeño grupo de niños en el otro lado del lugar y rápidamente los regresó hasta el grupo. Eran demasiados menores en un solo espacio como para que ella lo tolerara.
-Tsu-kun jamás viene voluntariamente aquí - Kyoko fijó su mirada con tristeza en su amiga al recordar aquel año donde casi la pierde para siempre - Supusimos algo malo y decidimos venir a confirmar.
-Tardamos más porque fuimos a traer su cambio de ropa de emergencia - Hana suspiró mientras sujetaba una maleta deportiva que era propiedad de la Sawada. La chica seguía teniendo viejas costumbres que en momentos como estos eran bastante útiles.
-Gracias chicas - Takeshi sonrió agradecido antes de centrar su mirada en el rostro inconsciente de su amiga - Aunque creo que será difícil que se cambie ahora.
-Haré que lo haga - El azabache mayor señaló con la cabeza a su acompañante para no desacomodar el cuerpo que estaba cargando - Danos la maleta.
La de orbes oscuros observó al presidente disciplinario con mala cara, pero al ver a su amiga temblando en sus brazos no le quedó de otra más que acceder. Ninguno de los dos se iba a soltar en cuanto ella despertase y la casa del sujeto era la más cercana, por lo que podían llevarse pronto de ese lugar a la castaña. No era momento de actuar como mamá gallina contra la otra pues la necesitaban fuera de ahí antes de que sus memorias le hicieran más estragos a su salud mental.
El Hibari menor asintió con la cabeza en cuanto la maleta estuvo en manos de Kusakabe. Un movimiento rápido por parte de su mano derecha hizo que la chaqueta que se había quitado momentos atrás ahora estuviese cubriendo a la mafiosa que tenía en brazos. Salió de aquel lugar rápidamente luego de que todos los adolescentes estuvieron seguros de que la de orbes chocolate estaba bien.
Kyoya no volteó a ver en ningún momento a los adultos en cuerpos de bebés. Su sed de sangre iba a enloquecer si volteaba y veía a los que habían causado aquello, algo que Tsuna no merecía vivir en ese momento. Ella necesitaba que él lograra espantar los recuerdos que la maldita ciudad de Namimori había implantado en sus memorias.
Y él iba a hacerlo, aunque tuviese que destruir la ciudad hasta sus cenizas y volver a construirla desde abajo. Puede que amase esa ciudad con locura, pero la castaña en sus brazos era mucho más importante que todo eso.
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Gokudera se había quedado parado como piedra ante toda la situación que había pasado con la futura Vongola. Su amiga había dicho que sabía nadar, pero en cuanto su cuerpo tocó el agua se hundió extremadamente rápido. Aun así, ese no era realmente el verdadero problema en aquel momento, aunque probablemente era igual de importante.
El problema era que él no había reaccionado a la situación a la que su jefa había sido arriesgada y si el moreno no hubiese saltado a tiempo a rescatarle, probablemente ella estaría muerta. Él había fallado en su misión como mano derecha de la chica. Su deber era cuidarla de todo y de todos y aun así había fallado estrepitosamente.
Sus ojos esmeraldas se enfocaron en el asesino y el resto de arcobalenos, los cuales no habían dado ni siquiera un paso adelante ante aquella situación. Tenía ganas de quejarse y pelear con ellos por poner en riesgo a la castaña, pero, por la mirada oculta de Reborn y las expresiones de los otros, supo que ninguno de ellos había esperado aquel desenlace. Eso fue lo único que le hizo callar y tragar todos sus insultos a aquellos con capacidad de romperle el cuello de un movimiento.
Una mano se colocó con fuerza en su hombro y el contacto quemó en su piel. Centró sus ojos en el dueño de aquel contacto, encontrándose con unos ojos chocolate que le veían con calma y tristeza en partes iguales. El beisbolista trató de darle una sonrisa reconfortante, pero ambos sabían que dada la situación aquello no era posible.
-Vamos a cambiarnos Hayato - Yamamoto mantuvo un suave agarre para evitar lastimar al otro, pero se notaba que estaba exigiéndose a sí mismo el mantenerse tranquilo - Si seguimos así vamos a enfermarnos y Tsuna no nos lo perdonara.
-... - Aquellas palabras le recordaron al de cabello plateado que no había ido vuelto a colocarse el uniforme todavía, pero con todo lo ocurrido lo había olvidado por completo - Apresúrate entonces, no dejaré que Juudaime se culpe de algo si te llegas a enfermar.
-Lo sé, lo sé - El azabache sonrió un poco más relajado al notar que el otro finalmente tenía mejor aspecto. Después de eso centró su mirada en el grupo de bebés que estaban del otro lado e hizo una pequeña reverencia en su dirección mientras alzaba la voz - Disculpen, pero creo que no entrenaremos hoy. Planeemos todo cuando Tsuna se sienta mejor.
-Ellos ya saben eso - El mafioso se cruzó de brazos mientras sentía incomodidad recorriendo su cuerpo nuevamente. Necesitaba un cigarrillo y debía ser pronto - Además ella no es débil.
-Por supuesto que no lo es Hayato - Los ojos del japonés se mostraron vacíos por un segundo antes de que el otro volviese a su tranquilidad habitual - ¿Quién podría ser considerado débil cuando lo hacen venir una y otra vez al lugar donde casi le matan?
El cuerpo del mitad italiano se congeló por completo ante las palabras mencionadas por el contrario y por la frialdad con la que las había dicho. Su mente recordó que aquel mismo frío se sentía siempre que se mencionaba aquel fatídico día en el que el prefecto demonio había sido mucho más violento de lo usual. Saber eso y relacionarlo al hecho de que su amiga había estado a punto de morir en el espacio físico en el que estaba parado en ese momento le hizo querer vomitar.
Calmó los espasmos de su estómago mientras caminaba prontamente para alcanzar al otro. Necesitaba una respuesta y la quería en ese momento. No podía soportar el pensar en las posibles implicaciones que aquellas palabras tenían. No cuando su cerebro proyectaba una tragedia detrás de otra.
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-No mentías cuando decías que ese familiar tuyo actúa como un demonio - El de cabello verde suspiró mientras veía la guerra de miradas que se comenzaba a originar entre el hitman y el militar. Sin embargo, estaba más interesado en la información que el otro presente podía proporcionar - Fui capaz de sentir su instinto asesino y él ni siquiera había llegado aquí.
-Kyoya es muy protector con Tsuna - Fon observó en silencio a las dos adolescentes femeninas llevarse a las dos niñas para que se cambiaran. No eran un peligro para su estudiante o la otra pequeña, así que se permitió navegar en sus recuerdos - Siempre ha sido así, aunque es un actuar mutuo.
-¿En serio? - El rubio desvió la mirada de la del bebé con traje y frunció el ceño confundido - No veo a esa niña como alguien capaz de generar una sed de sangre tan grande.
-Ni yo - El científico negó con la cabeza al plantear aquella idea en su cabeza y tratar de hacer que tuviese sentido - Según lo que sé de ella, eso es estadísticamente imposible.
-Y es por ello que no ustedes no son su tutor - Reborn mantuvo su mirada baja mientras recordaba la mirada de su alumna al caer. El pánico y la resignación ocuparon el rostro de la chica durante las primeras fracciones de segundo, pero luego se oscurecieron de una manera preocupante. Él quería saber qué había generado aquella reacción en su estudiante - Dame-Tsuna es capaz de ocultar su sed de sangre igual que su guardián de la lluvia. No se nota por la inocencia y dulzura de sus rasgos, pero ambos serían capaces de matar a alguien si quisiera.
-Eso es innegable - El de ropas chinas recordó un hecho en específico y sonrió con calma, pero dejando entrever que tenía un secreto.
-¿Algo que compartir con el resto? - El bebé de fedora la acomodó ligeramente para que sus ojos no se notasen, pero su molestia era percibida sin problema por el resto.
-No diré nada - El azabache mantuvo una posición serena para calmar al contrario, aunque sabía que eso tendía a hacerlo enojar más - Si ella no te lo ha dicho debe ser por algo.
-¿Por qué no te lo saco a la fuerza? - El pequeño camaleón se colocó prontamente en la mano de su dueño y se transformó en una pistola. Él también quería saber lo que ocurría con la dulce niña que lo mimaba siempre que podía.
-No necesitas usar la violencia contra mí, porque no diré nada del tema - El arcobaleno de la tormenta suspiró mientras sentía un pequeño escalofrío recorrer su espalda - Pero, si puedo decir que este país se vendría abajo si ella y Kyoya tuviesen sed de sangre al mismo tiempo.
Aquellas fueron las últimas palabras del artista marcial antes de que todos los adolescentes apareciesen en el área con sus cosas en mano listas para volver a sus respectivos hogares. Él no iba a abrir su boca ante aquel recuerdo porque lo había prometido y no quería romper más promesas. Al menos no a la niña que se esmeraba tanto en mantener a salvo a la única familia que aún le quedaba.
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Tsuna abrió sus ojos de golpe y comenzó a ponerse nerviosa al sentir su cuerpo restringido de movimiento. Alguien estaba sosteniéndola fuertemente y parecía que no iba a soltarla. ¿Era acaso aquel hombre buscando venganza? No, era imposible. Ella era muy pequeña en aquel entonces y él ya estaba muerto.
¿Quizá los alumnos de Nami-chuu estaban buscando concluir el trabajo que no lograron hacer? Tenía sentido, su cuerpo recordaba el impacto contra el agua y el cómo perdía oxigeno rápidamente. Si eran suficientemente veloces podían tirar su cuerpo a algún callejón y darla por muerta. Pero habían dicho algo de violación en grupo ¿No? ¿Era ahí a donde la llevaban?
Su rostro estaba cubierto por una tela negra y en la posición en la que le llevaban podía ser difícil atacar de manera sorpresiva. Tenía que esperar a que la persona que le llevaba en brazos se descuidara un poco para poder atacar y liberarse. Kyoya le había educado de manera correcta en el arte de la defensa contra alguien más fuerte, solo necesitaba esperar.
-Sé que estás despierta - Aquella voz sonó un poco más grave de lo que recordaba, pero sin duda era conocida para ella. ¿Qué demonios pasaba? ¿Por qué sonaba tan diferente?
-¿Kyo...? - Se negó a concluir el nombre. Si no era él y solo era una casualidad podían usarla para lastimar al prefecto de disciplina. Ella no podía permitir aquello.
-Quiero que cierres tus ojos y respires - Como si ella fuese a dejarse vulnerable a sí misma en esa situación - Tsuna. Cierra tus ojos y concéntrate. ¿Qué fue lo último que pasó antes de que cayeras a la piscina?
-... - ¿Antes de la piscina? ¿Para qué recordarlo? ¿Era su manera de burlarse de ella por su debilidad? ¿Así es como se querían burlar sus compañeros de ella? Si ese era su plan no iba a permitirlo.
-Hazlo o te morderé hasta la muerte - La amenaza tan familiar hizo que su respiración se hiciese ligeramente más lenta. Era sorprendente como una frase tan peligrosa podía traerle tanta paz a su alma.
Confiando un poco más en la persona que le cargaba decidió cerrar los ojos y respirar profundo para recordar. Su mente avanzó más allá del día del ataque, recordando como estuvo a salvo en casa poco tiempo después. Esa memoria hizo que su pecho finalmente comenzase a inhalar y exhalar aire como era debido.
Ella había sobrevivido a aquella emboscada. Había estudiado sus años de secundaria como una chica completamente común. Su tutor espartano había aparecido hace más de dos meses diciéndole que era la heredera de la mafia más poderosa del mundo. Había sido entrenada por un demonio y había hecho nuevas amistades que no querían abandonarla sin importar la situación.
Su pecho dolía, pero entendió que era por el ataque de pánico que había experimentado recientemente. Todo debido a que un bebé de traje militar no le había escuchado y la había lanzado al foso de sus temores sin siquiera pensarlo. No había adultos aterradores o adolescentes dementes tratando de matarla. Solo un bebé que no sabía escuchar, justo como su tutor.
En cuanto se sintió más tranquila fue capaz de notar como la tela desaparecía de su rostro para darle paso a un rostro que conocía desde su infancia. En cualquier otra situación la cercanía la hubiese incomodado y hecho sonrojar, pero en ese momento solo quería que él le asegurase de que todo iba a estar bien. Aun sentía las manos ajenas hiriendo su cuerpo y temía entrar en pánico de nuevo.
-En cuanto lleguemos te darás una ducha o puedes enfermarte - El azabache le acomodó en sus brazos de manera en que su cabeza quedase apoyada en su corazón, tratando de que el sonido de este le relajase - Llamaré a tu madre para que no se preocupe por ti.
-¿Preocuparse? - Los orbes caramelo se cerraron un poco y su rostro dejó ver la confusión que invadía su alma. ¿Qué estaba planeando el otro?
-Te quedaras a dormir en mi casa por hoy - El demonio de Namimori fue contundente en sus palabras, no dejando espacio a duda o queja alguna.
-Pero... - La castaña se removió un poco queriendo debatir contra la opinión principal del mayor. No importaba que tan contundente fuese él, ella siempre tendría algo que objetar.
-Te morderé hasta la muerte si te niegas - Los ojos plateados se entrecerraron de manera amenazante para dar a entender su punto, debido a que no podía usar ninguna de sus manos para mostrar alguna tonfa o incomodaría a la chica.
-Esa amenaza dejará de funcionar si la dices seguido - La Sawada sonrió de lado sintiéndose un poco confiada de no ser atacada por el otro en esa situación y en la posición en la que estaban.
-¿Quieres que te amenace de otra forma? - El mayor movió el cuerpo de la joven para poder acercar sus rostros sin problema y sus ojos brillaron traviesamente - Puedo hacer lo mismo que con el castigo de la otra vez.
-¿Qué? - Los ojos de la Vongola se abrieron con sorpresa y una descarga eléctrica recorrió su espalda mientras empujaba con rapidez el rostro del otro. Se retractaba por completo, prefería el arma metálica chocando contra su cráneo - ¡No! ¡No es necesario!
Kusakabe observó a lo lejos el intercambio y sonrió unos segundos antes de volver a la seriedad usual. Era sorprendente ver el cambio de actitud de su frío y duro jefe cuando su amor de infancia estaba a su lado. Sin duda ellos eran realmente raros cuando estaban al lado del otro.
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Reborn había llevado al resto de arcobalenos a la casa Sawada para comenzar a planear cambios en el plan de ejercicio de su alumna y los guardianes. Días antes habían acordado que se centrarían en un entrenamiento acuático para que la resistencia del agua los ayudara, pero debido a la situación actual él había decidido que no lo harían.
Los otros adultos en cuerpo de bebé no dijeron nada ante su idea y todos comenzaron a lanzar ideas de manera tranquila sobre otros posibles escenarios para ayudar a mejorar a esos chicos. Tenían poco tiempo y debían adaptarse a todo lo que aquella ciudad pudiese ofrecerles. Sin embargo, los pensamientos de los ajenos a Vongola se enfocaban en la curiosa actitud del mejor hitman del mundo con respecto a su estudiante.
El de patillas rizadas se tomaba muy enserio su papel como tutor, por lo que uno de sus mayores logros era hacer que sus alumnos enfrentaran sus mayores temores y los superaran sin complicaciones, pero en este caso hacía algo completamente opuesto. Estaba buscando una manera que no molestase a la niña o la hiciese volver a sentirse en peligro.
Algo había cambiado en el portador de llamas del sol y no sabían que era.
Por su parte, el italiano trataba de fingir que todo estaba bien. Sin embargo, se había separado de ellos unos momentos cuando los adolescentes los habían llevado a la salida de la escuela y había ido a investigar un poco. En cuanto volvió con la información se sintió el idiota más grande de todos los tiempos y maldijo el no haber investigado más a fondo antes.
Tenía la excusa de que todo lo que había descubierto había sido vigilado hasta ese momento por el prefecto de la disciplina, pero no era más que eso, una excusa. Se había limitado a creer que la chica a la que le enseñaba estaba a salvo de cualquier posible peligro, llegando a olvidar incluso sus registros iniciales.
Se había quedado con la imagen actual de la vida de la menor, por lo que había olvidado que había un pasado que la había hecho ocultarse en Italia y que le había llevado a ser nombrada como Dame-Tsuna por sus compañeros cuando regresó. Lo había ignorado todo, porque su alumna iba abriéndose a él poco a poco y quería respetar eso, pero ahora no podía hacerlo.
No podía fingir como el resto de personas. No podía simular que no sabía que aquello probablemente era lo que la había orillado a buscar su propia muerte un par de años antes de que él llegara. No podía seguir permitiéndose esperar a que ella se destruyese a sí misma.
Ella era su alumna. Su protegida. Por ello debía hacer lo posible por hacer esto de la mejor manera posible. Porque a diferencia de Diana, él no podía usar ciertas cosas en su contra para hacerle temer y hacer más fuerte. Él no podía hacer que temiese a morir por traición como lo había hecho con la rubia.
Porque ella había sido llevada a aquella piscina escolar 4 años atrás para ser asesinada por sus compañeros. Porque ella había sido apuñalada brutalmente por aquellos que normalmente deberían volverse sus amigos y apoyarle a salir adelante.
Tsuna había experimentado la muerte más de una vez en su vida. Y él ni siquiera había tenido idea de ello hasta ese día.
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En ese entonces Tsuna iba vestida como chico a la academia. No tenía mucho de haber vuelto de Italia, pero había algunas personas que querían destruir a Iemitsu y por ende la tomarían en contra de su familia. Así que, por el bien de su madre, ella había fingido ser un chico.
Debido a su rostro y personalidad, la castaña fue recibida rápidamente por sus compañeros. Era torpe a más no poder, pero nadie se metía con ella en ningún sentido. Debido a que se había vuelto demasiado popular con las chicas ningún chico trataba de hacerle daño, pues se ganaría el desprecio de todas las mujeres del grado.
Las únicas que habían visto detrás de su disfraz en su escuela habían sido la ídolo de la clase y su mejor amiga. Ambas habían prometido no decir absolutamente nada a nadie de la academia, cosa que Tsuna agradeció infinitamente. Poco después se les integró una chica llamada Haru, la cual había dicho que no podías engañar un ojo experto en disfraces como el de ella.
Fue así que Tsuna consiguió sus primeras compañeras cercanas. No podía considerarlas amigas, porque debía ocultar demasiadas cosas sobre sí misma, pero esperaba que algún día esa barrera fuese destruida y pudiese vivir como una chica ordinaria al lado de su trío de amigas.
Sin embargo, llegó un día que marcó a todos para siempre.
La castaña fue llevada contra su voluntad al área de la piscina por un grupo de chicos de su mismo año, pero de diferente salón. Mencionaban cosas sobre darle una lección de buenos modales aprovechando que Kyoko y Hana no habían asistido a clases debido a sus clubes. Pataleó, mordió y golpeó todo lo que pudo hasta que sintió un pinchazo en su cuello que le dejó inmóvil rápidamente.
Después de eso comenzaron las patadas, pisotones, puñetazos y cualquier golpe que se les diese la gana darle. La Sawada había sido capaz de notar cuando sus huesos se rompían y su mente pensó en el tiempo que tardaría en sanarse de aquello sin que su mamá se enterase. ¿Podría caminar hasta donde estaban Sora y Ren para que curaran su cuerpo?
Al ver que aquello no afectaba demasiado al chico, uno de ellos decidió hacer uso de una navaja para darle una pequeña lección. El primer corte en las muñecas no fue profundo, pero todos los que siguieron sí que lo fueron. La sangre comenzaba a derramarse y la joven se preguntó si aquel podría ser su destino. Morir a manos de gente que no tenía que ver con la mafia.
Mientras los chicos se divertían con los cortes uno notó rápidamente que el pecho del herido estaba cubierto con vendas, así que decidió cortarlas para observar la probablemente horrible marca que debía tener ese bastardo en el cuerpo. Si era así podían hacer algún rumor para burlarse de él y que su popularidad se fuese a pique.
Si bien había una gran cicatriz que era extremadamente horrible si la veías, aquello no fue lo que les dejó de piedra. Debajo de aquel vendaje había unos senos ligeramente abultados y firmes. Notar aquello dejó de piedra a todos los presentes por unos segundos antes de que alguien más apareciese detrás de ellos y mencionara que ninguno era suficientemente hombre como para divertirse correctamente con ella.
Escuchar el cierre de los pantalones escolares puso en alerta máxima a Tsuna, haciendo que tratase de ponerse de pie a pesar de las heridas y decidiese luchar. La droga en su sistema aun la tenía débil, pero prefería morir peleando a dejar que un pervertido tomase su virginidad sin su consentimiento.
Luego de unos golpes el adolescente mayor le empujó a la piscina y comenzó a ahorcarle mientras estaba bajo el agua. La desesperación recorrió todo su cuerpo y mientras pataleaba y golpeaba al mayor un rostro vino a su memoria. Ellos no habían hablado mucho a pesar de su regreso al país.
Kyoya la trataba fríamente cada vez que se encontraban, así que ella supuso que no quería seguir siendo su amigo. Algo que le dolía mucho más que cualquier cosa, pero respetaría su decisión de distancia. Resignándose a que moriría sin verlo una última vez se dedicó a navegar en su memoria para irse al menos con un buen recuerdo del mundo.
Segundos después de tomar aquella decisión sintió su cuello ser liberado y su cuerpo ser sacado violentamente del agua. No tenía idea de quién le cargaba, pero esperaba que no fuese el adolescente bastardo o buscaría la manera de mandar su alma al mismísimo infierno de ser necesario.
-Tsuna - Su nombre siendo pronunciado por una voz conocida, pero a la vez ajena, fue lo último que ella escuchó antes de caer inconsciente. Aquella voz había sido suficiente para calmar su temor y hacerla sentir en casa. Él estaba ahí, así que todo estaría bien después de eso.
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Hola, ¿Qué tal están?
Tenía pensado algo diferente durante este capítulo, pero las cosas fueron cambiando durante el proceso de escritura (como siempre). El capítulo iba a ser más corto y solo tocaría el tema del intento de asesinato de Tsuna, pero al final quise agregar un par de hechos más para que le den más sazón al caldo.
Espero que les haya gustado y espero no tardar tanto con el próximo capítulo.
Nos leemos pronto.
PD: Esperen un pequeño regalito más tarde.
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