Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Se acerca el día

Desperté con un pequeño brinco y la respiración muy agitada. Mi cuerpo sudaba a pesar de los fríos vientos que atacaban el enorme desierto en el que estaba. Una de mis manos fue hasta mi pecho, sintiendo mi corazón latir fuerte y rápidamente. me fijé en el cielo, el cual era de un azul oscuro debido a la combinación de la oscuridad de la noche y la iluminación del sol saliendo, dando una hermosa aurora en el cielo. A pesar de la tranquila escena del paisaje desertico, mi mente aun no dirigía lo que acababa de soñar.

Todo había parecido demasiado real, incluso el dolor lo había sentido. Las escenas y paisajes horribles que habían pasado por mi cabeza durante el sueño no eran normales. Eran como si tuviera una perturbación mental.

Me senté en la arena, centrando mi mirada en el humo que salía de los restos de la fogata, mientras recordaba lo que acababa de pasar. Respiré profundamente en un intento por relajarme, tratando de olvidar por un momento todo lo que me había imaginado. Ver a mi lado que se mantenía Caya, respirando con tranquilidad y profundamente dormida me hizo sentir mucho más segura. Su compañia era muy preciada para mí. Nunca había tenido una amiga, y lo más cercano que tuve fue mi madre, a quien le contaba todo lo que vivía en el castillo. Siendo sincera, no pasaba mucho. Mi vida era un simple repetir en cada día. Al menos hasta ahora.

Debo mantenerme firme, no caer ante aquellos sentimientos de angustia y terror que me atormentan en cada momento. Sin mencionar a aquella deidad demoniaca que conocí hace poco y solo me hacía sentir peor. Solo el imaginar que ella está cerca de lo que pueda pasar me hace sentir mucho miedo. Recuerdo sus palabras: «todos se lo merecen, cada uno de sus actos los recompensa con el Karma que se han ganado. La muerte pronto les llegará, pero lentamente sus almas serán consumidas por lo que hicieron. Pronto todo será como debe ser. No tengas miedo, actúa». Eso último. Solo actuar... no debería de pensarlo mucho. O quzas sea eso lo que ella quiere que haga. Cada vez las cosas se hacen más complicadas para mí.

Un pequeño gemido de molestia se escucha a un lado de mí. Al voltear veo que la coyote que me compañaba se movía ligeramente con incomodidad hasta que al final termina despertando de su sueño. Al abrir sus ojos se centra unos segundos en mí antes de levantarse y estirar su delgado y fino cuerpo. Verle así me hacía sentir un poco de verguenza. Ella se podía considerar una diosa, y poder estar cerca de ella ya era un honor para mí.

—¿Dormiste bien? —su pregunta me saca de mis pensamientos, volviendo a concentrarme en la realidad.

—Sí. Mejor que otras noches —fue mi respuesta de inmediato y rápidamente le hago la misma pregunta—. ¿Tú dormiste bien?

—Igual que todos los días —me respondió—. Aunque tu compañia me agrada bastante.  

Escuchar sus palabras hacen que mis mejillas se calienten levemente y tomen un color rojizo. Sentía verguenza de que ella pensara algo así. Aunque, sin pensarlo muy bien respondí.

—La tuya también —le dije y le dediqué una tierna sonrisa.

—Eres muy linda como para tener que ir a pelear contra todo un reino —mencionó y se acercaba un poco a mí para verme directamente a los ojos—. Pero sé que lo harás.

Animarme me hizo considerar que realmente tenía confianza en mí. Solo había entrenado un día, y aunque lo había hecho bien, no me creo capaz de pelear contra siquiera un soldado. Y lo mejor es comentarselo a ella para que supiera mi preocupación ante eso.

—Tranquila, sé que te sientes sola en este momento, pero no lo estás. Estoy contigo, y pronto muchas personas van a estar contigo.

—Lo dudo, soy solo una mujer, una esclava más de ellos —dije—. Ni siquiera soy pueblerina, nadie en el pueblo me conoce.

—Pero sí a tu bisabuelo. Vienes de una gran familia, Zaphiro —mencionó ella y camina con calma hacía la única palmera que había en este pequeño lugar, solo para darle un suave golpe al tronco y que cayeran dos cocos de las ramas. Cada vez me sorprende más este lugar. La comida nunca falta, y el agua del lago es pua y cristalina. Seguramente sea por eso que aquí vive Caya. Pero, no debo concentrarme en eso. El comentario que hizo la coyote me tomó por sorpresa. No entendía a que se refería. Pero tenía curiosidad de que quería decir.

—¿A qué te refieres? —le pregunté.

—Tu bisabuelo era el lider de Oasis antes que el ejercito de Thaos atacara el pueblo. Se tenía como al lider al hombre más importante, tanto por su fuerza como por su inteligencia —dijo ella mientras rompía el coco que tenía en sus manos estrellandolo contra el tronco de la palmera. Tome un poco del agua que traía el fruto antes de seguir hablando—. Tu abuela era aquella pequeña que vio morir a su padre peleando contra los soldados. Pero ella nunca perdió la fé en que algún día todo volvería a como era antes.

—Espera, ¿estás diciendo que antes Oasis le pertenecía a mi familia? —cuestiona ella confundida.

—Esas tierras nunca le van a pertenecer a ustedes, los mortales. Las tierras son de las deidades. Ustedes son quienes gobiernan, más no quienen mandan —mencionó la sierva de las deidades. Toma el otro coco y lo abre igual que el anterior, dándome el fruto para comer—. Solo se mandan entre ustedes.

—Entiendo… —dije en voz baja aceptando el fruto para beber el agua que había dentro y después dar una mordida a este, recargando energía para el día de hoy.

—Oasis era un paraiso comparado con lo que es ahora. EL río Oasis era la principal sustento del pueblo pasando por todo el pueblo. Los peces abundaban, los cultivos de todo tipo crecían, y el mercado era la economía de todo. El único problema era que nunca se había formado un ejercito para la guerra. Estaban preparador para recibir alguna bestia, pero nunca se imaginaron que podrían venir y atacarlo. Todos los hombres murieron en un fallido intento de defender el pueblo. Las mujeres que se resistian eran asesinadas sin piedad, y antes de eso eran violadas por diversión. El río que era era sustento de todo se secó por completo, dejando al pueblo en la miseria, sin agua, ni comida. Era una brutalidad lo que hicieron los soldados de Thaos. El rey de aquel pueblo decía que era un dios por tener ese poder en sus manos. Ahora está sufriendo en el inframundo. Pero, Oasis deberá de volver a ser lo que era. La profesia dice que serás tú quien lo haga. Y pronto el río que distribuye la vida volverá para alimentar las buenas almas perdidas en estas tierras.

—¿Qué dice exactamente la profecia? —le pregunté.

—Aquello que la maldad y perversidad quiso destruir, será la causa de su propia caída —dijo—. En un oasis será presente del brillo de un zafiro, el cual llevará una nueva etapa al mundo con su sabiduría y valentía uniendo los mundos de las deidades y los mortales. Todos aquellos que su karma no esté en equilibrio con el mundo serán llevados al caliente subsuelo donde obtendrán su recompensa por la vida que han llevado.

Estaba prestando atención, pero también, estaba asombrada al escuchar exactamente lo que decía la profecía.

—No es posible, no tengo eso —le dije de inmediato.

—Tienes el brillo de un corazón puro, a pesar de tu pasado —comentó—. Eres la indicada para guiar a tu mundo hacia el conocimiento de las deidades.

—Pero todos sabemos quienes son las deidades. Ellas son quienes nos dan todo —no podía pensar en una razón por la cual necesitaran de mí.

—La fe se pierde, Zaphiro —me dijo ella mientras me miraba a los ojos—. Tú no crees poder con lo que se viene, pero estoy segura que lo superarás. El mundo no cree que si tienes un mal karma el universo te castigará. Las cosas pueden tardar, pero van a llegar.

—Aún así, ¿qué puedo hacer yo? —cuestioné viendo con nervios a la sierva—. No soy nadie…

—Serás alguien, y vas a ser muy importante en nuestra historia —su mano me tomó con suavidad mi brazo, subiendo lentamente hasta mi hombro y mirarme con determinación en sus ojos—. Yo confío en ti.

Sus hermosos y brillosos ojos se fijaron en los míos, logrando darme una sensación de esperanza. Alguien confiaba en que podría hacerlo. Solté un largo suspiro antes de mover mi cabeza de arriba a abajo asintiendo.

—Prometo intentarlo —le dije y me separé un poco para ir hasta el lago y ver mi reflejo—. Sigamos con el entrenamiento.

—Tenemos poco tiempo así que ha empezar.

El día pasó igual que ayer, entrenando el ataque cuerpo a cuerpo con el arma larga.

Ella intentaba explicarme cada movimiento. Dando términos como «torque». No sabía que significaba, pero lo dejaba pasar y no preguntaba a qué se refería, ya que lo único que me importaba era repetir sus movimientos y aumentar mi agilidad y fuerza. Mis pasos cada vez eran más rápidos, y con ello aumentaba la dureza de mis golpes. Para practicar Caya me propuso utilizar el tronco de la palmera. Según sus propias palabras, cuando diera un golpe lo bastante fuerte para que uno de los cocos cayera, estaba preparada.

Mis esfuerzos parecían inútiles. Con cada golpe que cada lo único que hacía era cansarme. Llegó el punto que mi cuerpo no daba más y mis golpes eran muy débiles.

—Tomemos un descanso —me dijo Caya acercándose a mi para quitarme el arma y dejarla a un lado.

El fuerte sol caía sobre mi cabeza y calentaba mi cuerpo, causando que sudara bastante. Esto sin mencionar el ejercicio que acababa de hacer. Estaba exhausta. Me dejé caer en la arena para así relajar mi cuerpo dejándolo descansar un poco.

—Entremos al lago para limpiarnos —propuso ella.

No podía negarme a eso. El sudor provocaba que mi pelaje se sintiera pegajoso e incómodo. Al levantarme y ver a lago, mis mejillas se pusieran nuevamente rojizas. Aún más. Mi cuerpo estaba caliente y por eso ya estaban rojas, pero sentí mucha vergüenza vergüenza ver como la sierva se desnudaba frente a mí. Su fino cuerpo sin que nada pudiera cubrirlo era espectacular. Curvas definidas, piernas bien ejercitadas, grandes atributos. Era el cuerpo de una diosa. Y yo, apenas y tengo algo que mostrar.

—Entra —me dijo ella cuando se metió al lago y se relajaba allí.

Salí de mis pensamientos y afirme. Me quite mi ropa para después entrar junto a ella y relajarme en el agua.

Era extraño. Nunca había sentido una sensación similar. Si estaba muy avergonzada, pero… quería seguir mirando. Algo me atraía de ella. Me llamaba la atención a seguir mirando ese hermoso cuerpo desnudo. Pero, no sólo una atracción carnal, sino, esa confianza que ella me trasmitía, sentirme segura que junto a ella no me va a pasar nada.

Ni una palabra salió de ninguna de las dos en lo que el agua del lago se encargaba de limpiarnos. La temperatura era agradable, y la sensación de relajación ayudaba mucho para descansar como era debido. Este lugar es paradisíaco, seguramente el agua tenga alguna sustancia mágica que nos haga sentir mejor.

Después de un buen rato, Caya sale del agua y sacude su cuerpo para secarse. Aun sentía verguenza, así que preferí no verla y centrarme en otra cosa. Cuando al fin se vistió, fue a hacer una fogata y al rato igual que ayer se puso a pescar y así conseguir nuestro alimento del dia de hoy.

Una buena comida después, ambas estábamos sentadas en la arena. Caya me estaba dando algunos consejos de como debía enfrentarme a ellos.

El tiempo fue pasando, y con ello los días iban acabando. Era mi tercer dia en este lugar, y ya me sentía mucho más confiada que antes. Tal como lo habíamos planeado, mi agilidad había aumentado. Era más rápida en mis movimientos. Aunque no soy fuerte, puedo causar daño. Ahora era una verdadera amenaza contra el rey. Pero no puedo yo sola. Debo encontrar la forma de poder conseguir aliados. Los mismo pueblerinos podrían ayudarme. El pueblo no es lo mejor, y se vive en una esclavitud perpetúa. Solo se puede sobrevivir, más no vivir. Debo centrarme en convencer a todos que debemos acabar con el rey, y asi lograr que todo el pueblo luche conmigo.

A pesar de la alegría que causaba eso, había algo malo en cada noche que pasaba. Mis sueños eran cada vez peores. Ya no eran sueños, eran pesadillas. Violtt estaba en cada uno de ellos, avisando que estaría pronto conmigo para disfrutar de lo que haría. La sangre en mis manos, gritos de dolor y miedo. Y la peor imagen que me pude haber imaginado. Caya con una lanza atravesando su pecho al ser atacada por Eliseo. Esa escena no lograba sacármelo de la cabeza. Aunque sé que Caya no vendrá conmigo a la pelea. Aunque eso pensaba.

—Oasis nos espera —dijo la coyote preparando todo para ir conmigo—. No voy a dejar que vayas sola del todo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro