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Determinación

—Zahpiro. ¡Zahpiro despierta!

Aquellas palabras retumbaron en mi cabeza durante algunos segundos antes que mis ojos se abrieran, exaltándome por lo que acababa de pasar. Mi respiración era agitada, mis manos aún temblaban y me sentía ahogada. Quería respirar más de lo que podía, pues mis pulmones me lo pedía. No sabía dónde estaba, ni pude reconocer la voz de quien me hablaba. Mi mirada se centró en mis manos, notando el movimiento de estas asustada, y luego vi la arena bajo mi cuerpo. Seguía en el desierto. El sol iluminaba el cielo, haciendo que el lugar se sintiera a una muy alta temperatura. Al ver un poco a mi alrededor solo vi más arena, pero entonces una sombra me cubrió, notando ahora a Caya que trataba de bajar un poco el calor del desierto y el sol dándome un poco de sombra con su cuerpo.

—Do... ¿Dónde estoy? —pregunté muy confusa. Todo había sido demasiado rápido, y mi cabeza me daba vueltas muy confundida por lo que había sucedido.

—Seguimos en el desierto. Ya casi llegamos al oasis donde nos conocimos —me respondió ella. Sus manos tomaron suavemente mis brazos para ayudarme a levantar. Al fin había logrado captar el color de sus ojos, un azul celeste hermoso que tenía un leve brillo gracias a la luz del sol—. Celestina está cerca. ¿Te sientes bien para seguir?

Sus palabras retumbaron mi cabeza unos segundos, mientras mi mirada se desenfocaba un poco. Por un momento, pude ver como la coyote desaparecía para así ver frente a mis ojos la perro salvaje que había visto minutos antes. Sus ojos rojos se iluminaban en un destello más fuerte que la luz de alrededor. El desierto que daba un tono amarillento se transformó en un tono rojizo, mientras sus palabras volvían a mi mente.

—No tengas miedo, actúa.

La imagen se desvaneció de nuevo, volviendo así a mi realidad.

—Caya... —murmuré antes de tomar mi cabeza con fuerza debido a un intenso dolor en esa zona. De nuevo, me sentía mareada, confusa, y con náuseas—. ¿Quién... ¿Quién es ella?

—¿Quién es quién? —me preguntó ella intrigada y un poco preocupada—. Vamos, no falta mucho para Celestina. Allí estarás más cómoda.

Pasó mi brazo por detrás de su nuca para así ayudarme a caminar. Decia que no faltaba mucho, y eso esperaba realmente. Mi cabeza me dolía bastante, y no sabía la razón realmente. Quizás el sol me había hecho alucinar, o la falta de sueño, incluso por mi mente pasaba la razón de que era un efecto secundario de la manzana de la vida al yo no ser una deidad como Caya o algunos de estos. No podía pensar en una razón clara, y solo tenía pequeñas teorías que no parecían tener coherencia.

Por suerte, el viaje caminando no duró mucho. Pude ver como a unos metros se divisaba la palmera que estaba al lado del lago de Celestina, el pequeño oasis donde conocí a Caya.

Al momento de llegar, la sierva de las deidades me deja suavemente contra el tronco de la palmera, aprovechando la sombra que daba esta para así poder bajar mi temperatura corporal y descansar del fuerte sol. Lo necesitaba. En pocos minutos había sufrido algún tipo de alucinación o algo parecido. Era bastante raro pero... fue demasiado real.

Caya camina hasta el lago, donde toma algo de agua con sus manos y con bastante cuidado se acerca a mí para ofrecerme el agua, dándome un poco de beber. El refrescante líquido incoloro me ayuda a relajarme un poco, y con unos segundos de respiraciones tranquilas y constantes mí cuerpo al fin se quita esa tensión de encima y el dolor en mi cabeza se calma. Al menos por ahora.

Ya con la mente un poco más en frío, y mucho más tranquila miré a Caya unos segundos antes de responder.

—¿La viste? —mi voz era suave, pero podía notar el nerviosismo en ella. El recordarle me daba una sensación de pavor que deseaba no sentir jamas.

—¿Ver a quién? —me preguntó Caya bastante confundida mientras me miraba y ofrecía otro poco de agua en sus manos.

El agua me ayudaba a poder calmar mis pensamientos. Esos recuerdos que me golpearon hace poco y marcaron bastante los había revivido en ese poco tiempo. No sería raro, pues no fue hace mucho. Pero aun así sentía una extraña sensación al no conocer a esa perro salvaje.

—La perro salvaje. Esa mujer de ojos rojos y manchas en todo el pelaje —le dije a ella describiendo lo mejor posible que podía a aquella mujer que había visto cuando según yo me desmayé—. Creo que se llamaba... Violet. ¿Vilet? Ah, no recuerdo bien.

Al intentar recordar una pequeña molestia volvía a mi cabeza, con un dolor mínimo pero que se podía describir como un fastidio.

—Tú... —su voz parecía volverse un poco más suave y tímida de lo normal. Tenía nervios, o miedo—. ¿Conociste a Violtt?

—Violtt. Sí, me dijo que se llamaba así —le confesé—. ¿La conoces?

—Es la deidad de la violencia. Hija de la ira y la guerra —me contó la coyote con la voz un poco intranquila y nerviosa—. Es amante de la sangre como su padre, la deidad de la guerra. Y gracias a su madre sólo conoce la ira como solución a todo. Violtt es conocida en los ejércitos como la deidad que aparece antes de que se aproxime una gran guerra, como un llamado a su padre. Pero también aparece cuando la ira de una persona se transforma en dolor. Disfruta de ver como las personas lentamente caen en la locura, y debido a su enojo dañan a los demás. Tanto física como mentalmente.

—Deidad de la violencia... —mis orejas estaban contraídas, y a pesar del calor por mi espalda recorría un escalofrío que me congelaba todo el cuerpo—. Es un mal presentimiento por lo que noto...

—No parece que las cosas se vayan a solucionar con facilidad, Zaphiro —confesó ella mientras me tomaba suavemente del hombro en un intento por apoyarme—. Tendremos que entrenar. No puedo dejar que vayas así como así. Podrías morir...

—¿Entrenar? —le pregunté a ella un poco nerviosa, pues a pesar de haber matado a dos personas, fue por instinto y defensa propia. No por el deseo de hacerlo.

—Lo mejor es que descanses por ahora. Intenta mantenerte tranquila —me dijo ella con voz suave. Su mano se mueve justo a tiempo para atrapar un coco que había caído de la palmera que me daba sombra, como si supiera desde antes que cayera que ahí lo haría. Parecía loco, pero al tener el coco en sus manos con uno de sus dedos golpeó la dura fruta, la cual se partió por la mitad de inmediato. La coyote entonces me ofrece una de las mitades del fruto—. Ten. Te servirá tanto para la sed como para el hambre. Quizás sea eso lo que te afectó.

No lo dude mucho y tome la mitad del coco. Bebí el agua que había dentro del fruto antes de morderlo, usando mis pequeños colmillos de herbívoro para perforar este alimento y así partirlo en una porción lo bastante pequeña para permanecer en mi boca y después de triturarlo con mis dientes tragarlo. No podía negar que el fruto sabía realmente bien, y que mi cuerpo necesitaba de esto para tomar de nuevo la energía necesaria para vivir. Me moría de hambre básicamente.

La coyote vuelve al lago para ver al agua unos segundos antes de volver conmigo, sentándose a mi lado para también relajarse, igual que yo. Un momento de relajación después de todo lo que había vivido.

Aun no me lo creía. Estaba conociendo deidades, aquellos seres sobre naturales que gobernaban nuestro mundo. Y ellos me ayudaban, o al menos las deidades buenas que conocí. La deidad del conocimiento y la cosecha me dieron lo que necesitaba. Quizás aquella profecía sea realmente algo importante para ellos. O quizás yo tenga algo más que ofrecerles después de que esto pase.

Es bastante extraño pensándolo bien. Las deidades no pueden interferir directamente en la vida. Ellas sólo se encargan de hacerla justa, y ayudar a los más necesitados con cosas menores como su alimento, o incluso el clima. Pero no pueden interferir en una muerte, ni en los deseos nuestros. Entonces, ¿por qué me ayudaron?

Las respuestas no las iba a obtener realmente en mi cabeza. Era imposible que yo misma pensara en algo lógico como para responder. Pero, junto a mí hay alguien que puede ayudarme con esta duda.

—¿Por que me ayudan? —le pregunté a la sierva de las deidades junto a mí.

Parecía que tal pregunta la tomó por sorpresa, volteando su mirada para poder verme.

—¿Qué quieres decir? —cuestionó ella confundida.

—Ustedes... Me están ayudando en esto, y ni siquiera sé si es lo que quiero hacer. Parece que es una obligación para mí —le mencioné a ella—. Me tratan como una salvadora de una pueblo, y mi objetivo era irme.

—Yo... no lo sé. Solo sigo ordenes de ellos como la sierva que soy —fue su respuesta dando un leve suspiro—. Para eso fue que me mandaron a este mundo, cumplir sus ordenes y esparcir su palabra.

—Entonces, ¿solo cumples sus ordenes?

—Sí. O bueno, al menos la mayoría. Quiero decir, como escuchaste mi orden era traerte aquí y guiarte a tu destino. Pero, quería que vinieras preparada. Por eso la manzana de la vida con Harvts y el próximo entrenamiento. Vi tu pasado, se lo que sufriste... yo pasé por algo parecido.

—¿Antes eras alguien como yo? Quiero decir... ¿un mortal?

—Lo era, hasta que me entregue a ellas. Después de que mi padre fuera asesinado por bandidos, mi única opción era pedir por ayuda. Rezar a aquellas deidades en el más allá...

—¿Cómo te hiciste una sierva de las deidades?

—La transición fue sencilla. Realmente nunca lo supe, nunca me dijeron "hey, vas a ser una sierva de las deidades". Simplemente, cuando pedí ayuda una sierva igual a mí apareció apareció mi camino. Me ofreció su ayuda si yo la ayudaba a ella y así conocí a muchas de las deidades.

—Justo como a mí —dije en voz alta, pues era un pensamiento que tenía y bajé la mirada un poco—. Pero entonces, ¿tú tenías una profecía como la mía?

—No, no. O nunca me lo dijeron como a ti. Yo estaba sola, era una niña. Su ayuda fue como darme una nueva vida —su voz era nostálgica nostálgica recordar eso—. Unos años después que me hice adulta, me separé de mi guía en ese entonces y vine aquí para ayudar a los perdidos en el desierto.

—¿Crees que yo también pueda ser una sierva para las deidades como tú?

—Quizás. Todos pueden serlo realmente. Solo hay que creer y demostrar que los vas a ayudar siempre —ella se levanta y respira profundo—. Si lo necesitarás, podría ser tu guía para que te hagas una sierva. Es una vida tranquila.

—Ya eres mi guía. Me ayudaste cuando más lo necesitaba. Y me estás llevando por el camino que debo seguir —le dije aun sentada—. Son tu ayuda estaría muerta.

—No me des tanto crédito. Tú llegaste a mí —esta mira un momento el cielo, notando como estaba un tanto más nublado de lo normal a pesar de sentirse una muy alta temperatura—. Parece que el clima cambiará drásticamente muy pronto.

—¿Y eso es bueno? —le pregunté.

—No lo sé. Pero debemos apurarnos. No debe quedar mucho tiempo. Y si Violtt está cerca, el tiempo se hará más corto.

Escuchar eso me hizo pensar en lo que se podría venir. Seguramente sería un enorme peligro, una gran batalla llena de sangre. Deseaba que no fuera así, pero, podría ser la única salida que tendría para terminar esta pesadilla. Me levante de la arena y me limpie un poco el polvo antes de respirar profundamente para despejar mi mente y concentrarme.

—Estoy lista. Acabemos con esto.

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