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Si un libro no ha arrancado tu alma, no has experimentado la literatura. Es un amor con sentimientos que destruyen y dejan un hueco luego de leer las últimas palabras, a simple vista parecen sólo letras y tinta, pero en ellas se esconden lágrimas reales de un amor ficticio.
Sí, parece un poco confuso. Pero así sucede, al terminar un libro una parte de ti se queda sellada en las páginas, un suspiro que acompañará el final de los personajes. Hay libros olvidables, pero también libros que guardan un espacio en su lector, y se convierten en un pequeño fragmento de su vida.
Leah pertenecía a esos tipos de libros que dejan huella en ti, no solo había belleza en las palabras, los personajes eran auténticos. Leah era ese tipo de personajes bien construidos y que evolucionan a lo largo de la historia. Sin mentir, podía llevarse todo el protagonismo.
Deadly Kiss era una novela romántica y trágica: relataba el amor entre Celeste y el policía Venzor, juntos intentaban sobrevivir y ayudar a las personas que encontraban en el camino. Como todo buen libro, tenía dosis de romance, drama y tensión, pero sobre todo, abundaba el dolor y la tristeza.
El libro abordaba el fin del mundo.
Leah era nombrada desde el primer capítulo, antes de que la tragedia comenzara. Ella era solo una chica de dieciocho años que aspiraba a ser escritora, pero sabía bien que no podía mantenerse así misma con esa profesión, mucho menos ayudaría con los gastos de la casa, o de la enfermedad de su madre.
Entonces, según sus planes, aplicaría para la facultad de ciencias, y sobrellevaría la situación de estudiar algo que no le atraía, con libros, libros de a montones, porque aquello le rescataba la vida.
Aunque sabía bien el alto costo de los libros, lo compensaba vendiendo pastelitos para comprar más novelas. Celeste, la protagonista, pese a ser de mayor de edad, mantenía una buena relación con Leah, era su cliente frecuente, Celeste tenía una fascinación por el chocolate.
Pero cuando el fin del planeta tierra se acerca, los pastelitos y los libros pasan a segundo plano. Cuando tu vida está en constante peligro, lo que menos viene a la mente son aquellas cosas que te hacían disfrutar el mundo.
Todo se trata de sobrevivir, ya no es vivir, la perspectiva de ver las cosas cambia. Ya no hay motivación, solo es adrenalina pura actuando sobre el cuerpo de los personajes. Poco a poco se están perdiendo a sí mismos por la desesperanza, o por el temor.
El primer desastre surgió cuando la tierra rugió, y las placas tectónicas se descontrolaron. Los terremotos fueron lo de menos, la sustancia que descubrieron del fondo más profundo del planeta resultó ser tóxica para cualquier ser viviente.
Si no desfallecías por los terremotos y las réplicas, lo hacía por el contacto con la sustancia tóxica, o por la escasez de recursos naturales que provocaba dicha sustancia: gran parte del agua dejó de ser potable, y la flora y fauna se redujo en gran medida.
Los personajes estaban hechos a base de decisiones. Si Leah hubiera decidido no abandonar a su madre para ir tras los protagonistas que le prometían protección y cuidado, tal vez se hubiese salvado del destino que le deparaba después.
El amor que Ismael sentía por Leah incrementaba con cada página que leía. La frase de "Te quiero más que ayer, pero menos que mañana" se podría modificar perfectamente a: "Te quiero más que la página anterior, pero menos que la página próxima".
Si bien Leah cometía errores, eso la hacía más humana, y más amada.
No era el típico personaje perfecto, ella actúa como una persona de la vida real.
No tenía los atributos más apreciados por el mundo, no parecía una super modelo, con una cintura diminuta. En su abdomen se dibujan algunas líneas que se pronuncian más cuando ella ocupaba un asiento, pero aquello solo era un sinónimo de su belleza sublime.
Su piel no estaba intacta, tenía una ligera marca, producto del acné que le brotó en la adolescencia, cerca de su ceja izquierda, y no por ello era menos atractiva. Su cabello era quebradizo y no encajaba para definirlo en ondulado, o lacio: era solo cabello que a veces lucía estupendamente genial, y en otras ocasiones, no tanto.
Aun así, Ismael imaginó acariciarle el cabello cuando se describía que Leah corría, o que el viento agitaba su larga melena. Le pareció gracioso recordar cómo antes la había idealizado con el físico promedio de una protagonista perfecta: Rubia, delgada, rostro sin imperfecciones, ojos azules o verdes. Cuando ella era todo lo contrario, y aquello la hacía más preciosa, romper todos los estándares.
A Ismael le gusta creer que Leah cambiaba el mundo, y no el mundo la cambiaba a ella.
Ahora la amaba mucho más de lo que su imaginación le había permitido anteriormente.
Celeste, en cambio, era todo lo que se esperaba de una protagonista atractiva a los ojos de cualquier personaje masculino. Celeste era como una brisa de verano, con rizos dorados y relucientes, tez como la nieve. Leah, con piel como una hoja de otoño capaz de acaparar la atención del lector.
Ismael aún no entendía cómo Celeste había encontrado el amor incondicional en ese joven policía, y Leah no. Pero la pregunta que más se repetía era; ¿por qué no Leah podía ser la protagonista? Era un personaje queridísimo, seguido, claro, por el prospecto amoroso de la protagonista.
Pasó el resto de la tarde leyendo el libro que lo llevaba a Leah. No siempre aparecía, o hacía grandes aportaciones, pero siempre ansiaba su regreso. Justo como en la vida real, donde esperaba sus mensajes en el buzón de wattpad.
Había dado el anochecer e Ismael seguía leyendo sin parar, el suspenso y tensión incrementaba a cada final de capítulo, de modo que no veía la hora de proseguir con el siguiente, y el siguiente, así sucesivamente. Era adictiva la historia, la narración y por supuesto, sus personajes.
Suspiró, se mordió las uñas, pataleó, brincó de alegría, se hundió más en cama, cambió de posición, arrugó el ceño y la nariz, soltó una carcajada, pero sobre todo, el rostro se le enjuagó de lágrimas al llegar a los fragmentos sensibles y detonantes.
Comprendió que, todo lo que conocía de Leah era solo citas cortas del libro. Lo que le había platicado por mensajes, cuando hablaba de su padre, o se sensibilizaba, eran solo citas del libro:
"Mi padre me enseñó desde pequeña el interés por las ciencias. Comencé con astronomía, ya sabes, todo niño pequeño quiere viajar al espacio... Y mis cajas de cartón que simulaban las naves, fueron intercambiadas por libros. Así surgió el gusto".
Aquello lo decía a Celeste y al policía Venzor cuando mantenían una conversación durante una fogata para esos días fríos. Y justo eran las mismas palabras que le había dedicado por mensaje.
"No quiero que te acostumbres a mi existencia"
Le había confesado a Celeste, porque no cabía en ella la esperanza de que sobreviviera, no después de ver que llegaron algunas personas esperando encontrar un refugio, y que se fueron soltando su último respiro.
Ismael volvió a verificar los mensajes. Todo el tiempo seguía un guion, la persona con la que estuvo hablando durante noches no existía. Nunca supo nada real de la persona que administraba la cuenta, todo era parte del libro.
Incluso, se podría decir que la obra que Leah escribía en wattpad tenía sentido, ella era una hábil lectora, aspirante a escritora.... Escribir sobre cómo evitar la muerte de tantos personajes era imprescindible.
Leah ayudó a muchísimos, pero no pudo ayudarse a sí misma.
Daba consejos a multitud de personajes, pero no podía seguir sus propios consejos.
Era inevitable su final en una situación que lo ameritaba.
Ella no podía detener el fin del mundo sola.
Ella no podía cambiar su mundo caído.
Muchos menos su destino.
El corazón de Ismael pesaba, y tenía tantas ganas de traspasar las páginas para poder abrazarla, mucho más cuando ella presenciaba el beso de los protagonistas en el fin del mundo, y Leah no tenía a quién acudir para sentir esa seguridad.
No es que la necesitara, de hecho, Leah era una chica fuerte, pero si el mundo se estaba yendo al carajo, ella también quería vivir una historia cliché y romántica: donde un chico la salva en el último momento.
Leah no creía en el amor, pero lo vivía a diario en las letras de todos los libros que había leído. Pero no era suficiente, no se sentía del todo real.
Aquello le hacía sentir peor a Ismael: Él quería ser esa persona que la acompañara y le sostuviera sus miedos, y los cubriera entre sus brazos.
Ismael acercó su rostro al libro, a una altura donde ya no era posible distinguir las letras, cerró con lentitud los ojos y besó la página. Sintió el calor de sus labios cuando besó la palabra "Leah Lee". Quería fundirse en sus letras, arder en cada sílaba.
—Te quiero así de cerca—susurró Ismael—, como la tinta al papel, como las letras al libro. Te amo.
Era bueno confesar sus sentimientos al menos una vez antes de que fuera tarde. Sabía que si lo hacía por mensaje ella no respondería. Sabía que si no lo hacía ahora, ya no la volvería a leer, esa era la última vez que aparecería en el libro. Después, las letras se convertirían en ácidas lágrimas.
Leyó como Leah soltaba su último suspiro y fallecía en los brazos de Celeste.
A Ismael le temblaban los dedos cuando decidió cerrar el libro y apartarlo hacia sus pies. Ya no quería leer más, no si ya no significaba un final feliz para Leah, le importaban un carajo los otros personajes, si por él fuera, que el mundo ficticio ardiera.
Se dio media vuelta y hundió su rostro en la almohada, con cada lágrima que enjuagaba sus mejillas recordaba las alocadas teorías de Leah en su libro de wattpad, cada gota podía salvarle la vida al personaje ficticio.
Pero no importaba cuanto llorase Ismael, Leah era ficticia, y por si fuera poco, Leah era un personaje que moría. Era parte de la esencia de su historia.
Irónico, ¿no? Salvar a los demás, pero no poderse salvar a sí misma.
Después de largas horas, cuando los ojos de Ismael le permitieron volver a enfocar las palabras sin que se distinguieran borrosas por las lágrimas, retomó el libro. Aún no se revelaba la razón del título del libro.
¿Deadly kiss? La respuesta estaba en el final.
Y se resumía en traición: la protagonista se volvería el personaje más vil y miserable de todos. Aunque el policía Venzor siempre veía por Celeste, la cuidaba y protegía, llegó un momento en la novela donde ella lo besaba para despistarlo y así salvarse a sí misma.
Si Celeste tenía que elegir entre morir, o que muriesee el amor de su vida; elegía al policía Venzor, causando así la muerte de otro personaje.
Y por eso, al final, dolía más la muerte de Leah. El lector se enteraba que la narradora lo estuvo engañando, la protagonista era quien narraba, y lo que había dicho anteriormente, sobre la muerte de Leah, era cómo Celeste se lo había relatado al policía Venzor, para que la buena percepción de ella no se borrara, y se mantuviera la confianza.
Su manera de no hacerlo sospechar era demostrándole cariño y amor: Besos mortales.
La causante de la pérdida de Leah, y del policía Venzor, era Celeste. No se trataba de muertes naturales o accidentales, Celeste los usaba a su conveniencia y los sacrificaba en el momento que lo requería.
Entonces entendió Ismael por qué una novela con tintes de ciencia ficción apocalíptica, causaba tanto impacto en los jóvenes lectores. De una u otra forma terminabas llorando, sea por Leah Lee, o por el policía Venzor, o simplemente por la trágica situación del mundo que los rodeaba.
Era imposible salir indiferente después de leer el libro. Había personajes amados, reales. Personajes odiados, reales. Llorabas de injusticia o de coraje, incluso podía estresarte, pero jamás dejarías pasar inadvertida a la historia.
Era un beneficio de la literatura, ser más sensible y tener empatía con lo que les sucede a los personajes que solo existen en la imaginación. Ponerse en la piel, los zapatos y emociones de otro, y vivir.
No era lo que Ismael esperaba, era mucho mejor de lo que imaginaba, el plot twist indicaba el hype de la historia. Había lectores que odiaban con todo el alma a Celeste, otros que la aclamaban su reina suprema por tener el coraje de hacer todo lo posible para salvarse hasta el final.
Había centenares de fanfics de Leah, del policía Venzor, de Celeste. Había historias donde emparejaban a Leah con el policía, a Leah con Celeste, o donde triunfaba el amor entre los dos protagonistas. Incluso había historias donde ya no era un mundo apocalíptico, millones de FanArts en internet, seguro no tardaban en anunciar película, la autora recibía varios premios bestseller, aparecía en periódicos y en televisión.
Ismael no entendía cómo no podía haberse enterado antes del libro, ¿vivía acaso en una roca? La búsqueda estaba repleta de cuentas ficticias de los personajes, de fandoms, de críticas, lecturas conjuntas...
Soltó una carcajada por inercia y comenzó a llorar nuevamente.
Él sabía bien que era riesgoso enamorarse de un personaje ficticio, pero había creído con todas sus fuerzas que ella era real.
Se sintió tan estúpido, tan iluso...
¿Eso significaba que la persona que administraba la cuenta de Leah Lee se había burlado de él? O más bien, ¿pensaba que le estaba siguiendo el juego?
Entendió que era momento de despedirse de Leah, de todas las Leah's que conoció.
Abrió su cuenta de wattpad y fue directo a la biblioteca, en el último capítulo de Manual de supervivencia en un libro decidió escribir su agradecimiento a quien correspondiera:
NeuronaLiteraria: Mereces saber que eres el mejor libro que pudo ser inventado, y que no fue culpa tuya que no supiera leerte.
"¿Gracias por dejarme existir?" No, gracias a ti por dejarme creer en la fantasía de los libros.
Por un momento pensé que si seguía tu manual, aparecerías a un lado mío. Y romperías todos los conceptos de la cruel realidad. Me hacías pensar que en los libros y en la vida, todo era posible, incluso, soñar que existías.
Si algún día llegas a escribir de nuevo, te recomiendo el título "Manual para hacer que tu personaje ficticio se vuelva real"
No todos los lectores queremos salvar personajes, algunos solo queremos besarlos.
.......
A Ismael le pareció ideal hacer pública su confesión, podía parecer metafórica, o literal. Depende de cómo lo vieses. Ahora ya podía soltar al ficticio amor de su vida.
Procedió a mandarle un mensaje a Mayte por WhatsApp:
Ismael: ¿Sigues despierta, enana?
Mayte: ¿Qué crees que se haga a las dos de la mañana? -.-
Ismael: Pensar en mí (:
Mayte: JAJAJ
Ismael: ¿Si en este momento marco por teléfono tus padres se molestarían?
Mayte: Pondría el teléfono en vibrador por ti.
Entonces Ismael marcó los dígitos con sus manos sudorosas, algo lo ponía nervioso:
—¿Hola?—contestó Mayte al primer tono.
—Me debes una terapia—acusó con gracia Ismael.
—No me digas que ya terminaste el libro....
—También terminé de llorar—dijo entre risas—, ¿te veo en la mañana para devolverte el libro?
—Oh—aguardó unos segundos—, no es necesario, quédatelo. Es de tu amor imposible.
—¿Sabes, May? El libro solo era una excusa.
—No entiendo a qué te refieres.
—Que yo quiero verte de todas formas—Ismael confesó—, no importa si aceptas o no el libro.
—Espera—la voz de Mayte sonaba dubitativa—, ¿me estás invitando a salir?
—Así es. Es una cita—sonrió, aunque ella no lo pudiese ver.
—No lo sé, Isma, como que prefiero a mis novios literarios—bromeó ella.
Ismael soltó una carcajada.
—Está bien, lo merecía. Gracias.
—Ahora ya estamos a mano—respondió juguetona Mayte.
—Entonces...—dejó la idea al aire, no sabía si insistir era lo correcto.
—Sí, sí, te veo en unas horas.
Ismael contaría hasta los minutos para que amaneciera y lograra verla.
Las chicas reales también merecían una oportunidad.
Fin
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n/a: Mañana subo el epílogo (:
Gracias a todos por venir, ¡Mil besos! ¡Mil besos! Mil besos, mil besitos...
Y pooor faaa... depositen todas sus envolturas y pañuelos en el depósito de basura más cercano...
Gracias... Vuelvan pronto, mil besitos, ¡Fue un placer! Je je je je eh... Qué lindos...
Eh... ¿Ya se fueron? ¿Ya, ya por fin se fueron todos? ¿No hay nadie? ¿Mm?
¡Aaay! ¡Qué aliviooo! ¡Pero qué báaaarbara! ¡Tengo las mejillas entumecidas! ¡No puedo sonreír así todo el tiempo! ¡Estoy exhausta! Necesito reposo...
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