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Capítulo 4

          En el sol naciente, de un nuevo día, Sindier comenzó a implementar métodos para ensamblar la balsa lo más rápido posible, lo que le costó sangre y sudor durante los cuales tardó 4 días en hacerlo. Al llenar la improvisada balsa con alimentos, una tormenta golpea fuerte y repentinamente en esa isla, se sorprende y de la misma manera se precipita hacia la costa para soltar a la balsa de allí.

—¡No me quedaré más tiempo en esta isla!—Sindier vociferó al ver la tormenta con sus ojos.

          Con un ligero empujón logra alejar el balsa de la costa, se subio instantáneamente en la misma, de modo apresurado usa el remo para empujar la balsa hacia el mar, lo hace, para crear una velocidad óptima con el remo, luego se da el gusto y la oportunidad de voltear y observa la maravilla de un tornado que aplanaba la superficie de la isla.

          Después de haber pasado unos segundos, Sindier gira nuevamente para continuar remando, esperando la tierra o algún velero en la distancia, en el horizonte plano. Una hora más tarde, se puede ver una vela en el océano acostado.

—¿Qué será eso por el horizonte?—Sindier se pregunta a sí mismo al ver el barco presuntuoso que se acercaba a su balsa.

          Sindier decidió remar, al bote que era fácilmente visible para el, pero, curiosamente, cuando ambos barcos se tocaron los lados, se observa en el barco un hombre que había perdido el conocimiento, en el bote habían cinco botellas de alcohol.

—Un claro estado de deshidratación—murmuró Sindier mientras observaba además de una maleta marrón llena de ropa y cuatro chalecos salvavidas.

          Lo extraño fue que tenía tres botellas de agua debajo de el compartimiento del velero, también estaba con la cara en posición mirando al horizonte, como si estuviera viendo la llegada de Sindier.

—Te ayudaré—dijo Sindier mientras llevaba al hombre para sentarse.

          También le suministró con la ayuda de sus dos brazos, agua en su reseca boca, con el propósito de ayudarlo a llegar a tierra firme. El hombre comenzó a despertarse expresando la falta de aire, vómito al estribor del velero, manchando desde el lado derecho de la cubierta, hasta las rodillas y también incluyendo la regala.

          Mientras Sindier estaba parado en la regala del velero, mirando al hombre reincorporándose de su deshidratación, que era notable a primera vista. La soledad de Sindier eclipsó su gran capacidad de auto-razonamiento, lo que aparentemente complicaría la relación con el hombre misterioso, mientras lo miraba, y el miraba a Sindier, ambos tenían una expresión de total desconfianza.

          Durante la lucha de miradas, un rayo se vislumbra al caer, como una yarda de distancia hacia ellos en el mar, sorprendidos se dejan de rivalidades, y así enfrentan su presunto paradero, lo que empezaría una amistad para confrontar la situación. Uno por uno comenzaron a caer relámpagos, cada vez acercándose más en una interminable lluvia de estallidos de luz rodeándolos por segundo, ellos asustados, empezaron a soltar los amarres para ir a toda velocidad esquivando, a los relámpagos, lo que era imposible.

          Mientras escapaban de ellos, un relámpago cae en el velero de Sindier, que se encontraba en la Popa del velero de un solo mástil, Sindier miraba su bote quemándose lentamente cuando cayo un relámpago a cubierta, aturdiéndolo a el, ellos se encontraba en constante peligro e inquietud por los truenos, claro que estaban sonando siempre.

—¡Demonios, espero que no caiga...!—irónicamente antes de que el hombre terminara la frase un relámpago le cayo en su cabeza, matándolo en el acto.

          Sindier al recobrar la consciencia, visualiza al hombre desmayado en la cubierta, al tratar de pararse para ayudarlo, curiosamente un rayo cae a su costado, haciendo que se colapsara, mientras los dos estaban tirados en la fría madera, el velero se pierde en el horizonte de oleaje interminable y tormentas precipitosas.

          Luego de un sueño tumultuoso, Sindier despierta siendo arrastrado por las fuerzas del flameo, de cuyas olas azotaban la costa de la llegada de estén, al levantar la mirada vio unas montañas rodeas de edificios y, o casas, posadas a un kilómetro de distancia. El no contaba con muchas fuerzas, así que se arrastro sobre vidrios rotos, por la playa hasta una carretera, al ver a sus espaldas, vio el velero encayado a unos 45 grados, donde colgaba la cabeza y la cadera cercenada de su acompañante, en el cadáver se podía denotar sus ojos de la perdida de  su humanidad que se le había arrebatado el mar.

—¡Ayuda!—decía Sindier mientras sacudía los brazos hacia un auto, mientras tenia sangre emergiendo de sus cortadas en las piernas, después de un rato se desmaya por la hemorragia.

         Luego de unas horas, Sindier se encontraba internado en un hospital de salvamento, que nunca había visto en su vida, al estar pasando un doctor con bata blanca, además de tener en su brazo izquierdo una tabla pisa papeles, con rasgos estadounidenses dotándose de tener principalmente en su acento americano. Sindier le sujeta el brazo al hombre insistiendo, cuando llego a su lado de la camilla.

—Doctor...¿donde estoy?—pronunció Sindier con una voz ronca y baja.

—Esta en el hospital de salvamento de la ciudad de Charlotte en Carolina del Norte, Estados unidos—dijo James, el cual su nombre se veía bordado en el bolsillo izquierdo de su bata medica.

—¿Que me paso?—exclamó Sindier consternado.

—Lo encontramos a media carretera, tendido en el pavimento, o era lo que dijo el hombre que lo consiguió, pero aun tiene las piernas laceradas, así que tendrá que esperar hasta que sane señor—pronunció dulcemente el doctor con franqueza.

—¿Cuánto tiempo estaré aquí doctor?—dijo Sindier algo preocupado.

—El que sea necesario—contestó James un poco obstinado de tantas preguntas, retirándose de aquella habitación, dejando a Sindier solo en la aquella sombra que le proporcionaba la camilla.

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