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Capítulo 2

          En la tarde, a las catorce horas en punto, en el cinco de septiembre de ese mismo año, Sindier se ve por su sendero con sus maletas hacia la puerta de la calle, pero sin que se diera cuenta una gárgola de llamativo color rojo grisáceo del pórtico, le cae casi encima, pero el susto de él fue el suficiente para dejarle sin aliento. Le pareció muy inusual aquella situación, ya que no tenia en su casa aquella figura mitológica. Mientras el veía los trozos de la escultura, una cara se asoma por la ventana superior derecha de su casa, del lado del pórtico mirándolo a él. Sindier siente una sensación extraña en la espalda y lo obliga a voltear, y se da cuenta de que quedo en la ventana la marca de una mano desvaneciéndose en el cristal.

          Luego de contemplar el ventanal, se embarca al puerto que esta curiosamente a unas dos cuadras de su hogar. Al cruzar la primera acera se percato de que su vecino, Oskar Manuel se encontraba al otro lado de la carretera, Oskar saluda con una expresión amistosa, y viendo de los lados el cruza. Al ir por la mitad del camino, ni Sindier, ni Oskar, percibieron  el camión de salvamento con una insignia de medicina de un costado, que iba a toda velocidad, descontrolado que danza en medio de la calle, girando completamente, el cual deja abierto el compartimiento de atrás, y así le cae a Oskar media tonelada de jeringas usadas, las cuales entraron es sus ojos, dejándolo ciego y ensangrentado de los pies a la cabeza, luego de arrodillarse y desgarrar su voz por sufrimiento. La gasolina del camión comenzó a verterse bajo los pies de Oskar, mientras la multitud rodeaba lo sucedido, Sindier que noto la gasolina le grita a Oskar:

—¡Oskar sal de ahí, el camión va a...!—en ese momento el camión explota lanzando jeringas por toda la calle y una nube de fuego las acompaña.

          De esa forma mientras caían desperdicios médicos la puerta del compartimiento del camión cae sobre Sindier, salvandolo por la forma en que cayó, el cual se inmuta de las agujas y el fuego. Pero los peatones no tuvieron la misma suerte que el, porque todos terminaron calcinados, sin ojos y con fragmentos de sus vestigios, por estar ellos a poca distancia del estallido. En cambio Sindier no sufrió ningún daño, al estar solo a la misma distancia de la explosión, al igual que sus pertenencias, las cuales no se vieron afectadas ante la conmoción.

          A causa de ello, Sindier empieza a caminar por de entre los cuerpos incinerados esperando salir de ese lugar. Luego de unos minutos es atendido por médicos, los mismos que determinaron que la mayoría de afectados en esa explosión habían muerto, pero Sindier no se daría cuenta de que al llegar al hospital los sobreviviente murieron también ya hacia un rato por la gravedad de los actos. Una hora después de lo sucedido, Sindier asimilo todo ese suceso enfermizo a lo que no dejo que le afectara lo ocurrido, aunque en su ser se sentía abatido y desorientado, de mismo modo decide ir al muelle como era su plan original.

          Su tristeza se había superado al trascender por la calle hacia el muelle, mientras compraba las entradas el cielo se torno de oscuro, se empezaron a oír relámpagos y las tablas de hierro de dos metros de largo, se comenzaron a mesar sin cesar. El clima era un desastre y aquello se reflejaba en el mar, al terminar de comprar los pases se preparo para abordar el imponente barco.

—¿Qué me deparara el futuro?—dijo de forma sarcástica Sindier mientras abordaba por la rampa de entrada, que se encontraba abajo de los cinco pisos del barco.

          Al llegar al camarote, que contaba con dos literas una delante de la otra y una ventana pequeña redonda, se encontró con un hombre de aproximadamente su misma edad, de estatura igual, con lentes, afeitándose su pronunciada barba amarillenta con una navaja en el espejo en la pared de la izquierda. El nombre del hombre corpulento era Ivar Frode, un Noruego en busca de su desconocida mujer.

          Al haber sido llamado Sindier a una fiesta de inauguración del barco, por suerte tenia su esmoquin, lo raro fue que el borde del traje que estaba en contacto con una parte del libro, olía a quemado. Al pasar por el corredor hacia el centro del barco donde quedaba la fiesta, se oyó un crujir fuerte e incesante, y se sacudió el barco haciendo que las personas se balancearan hacia las paredes, incluyendo Sindier. Él al levantarse se da cuenta de que en su mano tenia el libro, que perfectamente recordaba que lo había dejado en la litera de arriba.

—¿Qué es esto?—exclamó sorprendido Sindier.

          Luego de haber dejado el libro antiguo, de nuevo en su recamara, va a la fiesta, agarra unos aperitivos y se sienta en una mesa de color bronce con bases de acero, la cámara estaba constituida por pilares de mármol alrededor de diez en su totalidad, un techo de cristal un poco semejante a una campana con bordes de acero templado igual que de las mesas, este se componía de ventanales piramidales. 

          Durante la estadía de Sindier en la sala, las luces empezaron a parpadear en todo el barco y a su vez tambalear, seguido de eso comenzó el techo de cristal a caer sobre la gente en el lugar, pedazos de cristal los suficientemente grandes para hacer daño a una persona, caían muy pronunciadamente desde el techo, Sindier desesperado va en dirección a la salida mas cercana, pero desgraciadamente no lo logra, ya que se derrumba el piso, desde donde estaba hasta la puerta, el cual era mas o menos 4 metros de distancia.

          Él se queda catatónico en repuesta a este suceso, mientras miraba todo el mundo cayendo o siendo clavado por pedazos de cristales. También el suelo donde se encontraba empezó a hondear, y así Sindier se volteo y vio una persona tratando de escapar de los cristales, él noto de que era Ivar Frode, el cual se le clavo un cristal del tamaño del libro en la sien atravesándolo , así además Sindier le cae un cristal y se queda inconsciente.

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