Capítulo 11
Al Sindier rebuscar de entre los pasillos al ente, nervioso y asustado, caminaba y no lo encontraba, ahí decidió correr, pero era inútil la complejidad de la mansión parecía un laberinto sin comienzo y sin fin, sus ojos e ideas daban vueltas, mientras sucumbía en la profundidad de pasillos, escaleras, habitaciones y salas sin fin alguno.
—¡Oskar!—vociferó Sindier después de dos horas deambulando.
Al estrellarse contra una puerta, esta sede y se habré dejando admirar, un cuarto con tapiz rojo y paredes iguales a las de toda la mansión color carmesí, en este se encontraba además, la pintura del Arcángel Gabriel, en su clásica posición con una espada en ambas manos, sosteniéndola para oprimir al diablo que se encontraba bajo de el sobre un suelo rocoso, mientras la luz acompañaba su rostro, iluminando al demonio.
—Gracias Oskar por venir aquí...—exclamó Sindier siendo interrumpido, y volteándose al ver a Oskar a sus espaldas.
—¿Usaste el espejo de la belleza eterna?—dijo preocupado, mientras traía el espejo con su poder terrenal sobre el fuego.
—¿Como lo sabes?—pregono Sindier mientras Oskar que era la entidad, lo llevaba a él y el espejo a una especie de recamara con un pentagrama invertido gigante en el suelo hecho de sangre.
El ente se dirigió a poner a Sindier en el medio de una figura pagana de una estrella satánica, luego el espejo que tenia un marco basado a un arco griego, lo puso frente a él en un pilar de mármol, mas específicamente atado a la columna, una fuerza abrumadora de energía negativa que no era visible empezó a emerger del espejo, en ese momento Sindier estaba aterrado, sentía como escalofríos lo recorrían por la espalda, hasta que.
—Sindier, quiero que mires fijamente al espejo, sin importar nada, no dejes de mirarlo—exclamó Oskar, cegado por la energía.
De misma forma, sus afanes de intento se vieron muy difíciles, debido a esto era que el espejo expulsaba un estrés insoportable, que podía quebrantar a cualquiera, la sangre de Sindier por ello empezó a hervir, acompañado de un dolor inmenso de cabeza.
Por cada segundo que el miraba fijamente al espejo, mas era la incertidumbre del poder abrumador, que en el momento mas pesado, en el "clímax" se rompe en varios fragmentos de vidrio que estaban atados por una especie de cuerda azul casi transparente, que venían del marco, estos salieron disparados hacia el cuerpo de Sindier, incrustándole en los ojos, la boca, y por supuestos sus miembros que se encontraban en contacto del piso, además de que este cayo al suelo por el dolor que le generaron los trozos de cristal.
—No cedas ante su poder—dice Oskar, mientras se retuerce Sindier de dolor, como si alambres con púas le empezaran a clavar en los músculos, protegidos con solo ropa café de expedición, con bolsillos en cada costado.
Era muy notable, que un poder descomunalmente poderoso se introducía en Sindier, ya era muy visible un aura aguamarina recorriéndolo, como una luz puesta sobre el horizonte, mientras Sindier se desmoronaba al suelo, dejo fugar un estallido de energía negra de sus ojos, al gritar, de mismo modo la habitación se baño de oscuridad, y al fondo los alaridos de él eran los protagonistas.
Después de aproximadamente un largo tiempo de la lucha por la vida y la muerte de Sindier, todo se aclara notablemente, cristalino se podría decir, él se encontraba en el suelo desplomado, emergiendo de la pared se encontraba Oskar.
—¿Que acaba de pasar?—mencionó Sindier casi susurrado, mientras se levantaba mirándose las manos, que tenia marcas de cicatrices, que parecían los mismos cristales por la gravedad del daño, además de que termino con marcas en los brazos, y una casi desvanecida "x" pasando por los ojos, sin afectarlos como los tenia, y también su iris de los ojos habían cambiado a un tono morado.
—Sindier me temo que ya no podrás morir—pronunció Oskar mirando detenidamente a Sindier y al espejo asombrado, consternado por lo que tubo que presenciar.
Al ambos encontrarse parados uno frente al otro, una puerta del otro pasillo del lado izquierdo de ellos se abre, y para su sorpresa la habitación estaba en llamas, Oskar se empezó a poner furioso, y como ultimo acto Oskar con el ceño fruncido, y Sindier consternado también, Oskar chasquea sus dedos, haciendo que todo el cuarto crujiera, lo que produjo que la gravedad empezara a afectarse allí, luego todas las sillas y decoraciones comenzaron a caerse hacia el lado donde se encontraba Sindier.
Mientras Oskar se encontraba estático, ahí parado, Sindier inicio a hacer afectado también, en ese mismo momento una puerta que se encontraba del otro lado del pasillo detrás de Sindier, se abrió, dejando ver un paisaje, él por la evidente inclinación de la habitación se sostuvo al marco de la puerta, durante el ente Oskar se iba hacia la puerta en llamas, y así la cerraba. La rotación de la habitación ya hacia que los objetos se cayeran donde se encontraba Sindier en el marco de la puerta del estudio, en la presuntiva e inminente caída hacia la puerta afuera del estudio, que era en fin el suelo.
Ante la rotación de 90 grados verticalmente de la mansión, Sindier se encontraba suspendido sobre la puerta, la cual lo traiciono cerrándose, permitiendo que el cayera hacia la puerta que lo llevo a una casa abandonada, en la costa de lo que parecía China.
—¡Maldito demonio!, nunca me dices nada—vividero Sindier mientras su alta voz se volvía casi un susurro, al ver que la puerta se cerro justo cuando el se levantaba sacudiendo su polvorado pantalón de polvo.
Al abrir la puerta, una lanza de madera parecida a una estaca se clava a sus pies, Sindier al subir la mirada, ve un grupo de cinco hombres que parecían una banda religiosa, tres de ellos tenían rasgos asiáticos, que también albergaban armas de fuego.
—Sindier Coverfield, el nuevo pupilo de karma, nos encontramos al fin—dijo un hombre en el centro con franqueza, que además dio un paso al frente.
—¿Quienes son?, y ¿Que quieren?—mencionó Sindier inseguro.
—Somos enviados de la orden del Arcángel Gabriel, ¿Donde esta "El libro del Karma"?—dijo otro hombre de un lado, sosteniendo una espada con inscripciones de ángeles, mientras Sindier se ponía a la defensa con sus puños. Se notaba en el ambiente claramente un posible enfrentamiento a la luz de la luna del primero de agosto de 1945.
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