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Seres literarios

El sol amaneció radiante y brillante, como todos los días en el reino literario de Gerd. El príncipe no estaba, había salido con su amigo barquero por unos recados, para comenzar su viaje a Heiden. Por otro lado, la alquimista que en ese mundo era una aventurera, abría las ventanas de esa enorme habitación, para disfrutar de su elemento. Al igual que su hermana, que no se cansaba de robar suspiros de los demás criados con sus ojos de hechicera y esbelto cuerpo de sacerdotisa, durante las noches de luna llena.

-¡Gaia! ¡Gaia!- golpeaba la puerta de la habitación con insistencia -¡Gaia!- golpeó una vez más -¡Ábreme! ¡Tienes que ver esto!-

La buscada, abrió, apresurada.

-¡Dea! ¿¡Qué ocurre!?- el rostro de ella, se veía radiante de felicidad -¿¡Por qué tienes esa cara!?- su alegría era contagiosa.

-¡Tienes que ver esto!- le aferró una mano y tiró de ella -¡Ven!-

-¡Dea! ¡Aún no estoy vestida!-

Reclamó, siendo arrastrada escaleras abajo. Era cierto, llevaba una de las tantas camisas que Keilot tenía, hasta que le confeccionaran un nuevo traje de aventurera o de alquimista, eso era lo de menos.

-¡Eso no importa!- contestó ella -Estoy segura que tus fachas, serán lo menos importe cuando veas esto- Abrió la enorme puerta que era la salida trasera del castillo -¡Ta-da!- dijo al llegar afuera.

-¡Hada!- gritó eufórica, por la sorpresa de volver a verla -¡Estás bien!-

Corrió en su dirección y la abrazó del cuello.

-Creo que te extrañaba- mencionó el hijo del herrero, sosteniendo las riendas -Hace unos días que se encontraba muy inquieta y bueno, Aguilar me dijo que tú estabas aquí y tuve que traerla-

-¡Jordy!- saltó sobre el muchacho, colgándose de él -¡Muchas gracias!- lo besaba efusivamente juntando sus mejillas -¡Gracias por cuidarla tan bien!-

Ese joven estaba ruborizado de la cabeza a los pies. Mientras su mejor amigo, Aguilar, uno de los jardineros allí, se burlaba de él, junto a esa bellísima sacerdotisa que estaba sorprendida por la reacción tan eufórica de su hermana.

-¡Dioses!- murmuró, mordiendose las uñas -Keilot va a matarla-

Podía ver a lo lejos que el príncipe y el barquero, se acercaban al lugar en sus respectivos caballos.

-¿Qué?- preguntó el muchacho a su lado. Ella sonrió, no iba a compartir su soliloquio con él -Por cierto, Dea- le entregó una hermosa flor color escarlata -Estoy seguro que conoces de que flor se trata-

Desde el primer día que ella llegó al castillo, para cuidar de su hermana, todas las tardes antes del anochecer, daba largas caminatas por el extenso jardín del lugar. Mientras él la observaba, embelesado, desde uno de sus escondites secretos. Parecía un hada de las flores cada vez que hacía su recorrido.

-Si, es una lágrima de luna- la llevó cerca de su nariz, para disfrutar de su aroma -Abren una vez al año bajo la última noche de luna llena, después del equinoccio de invierno- la colocó en su cabello -Muchas gracias- lo besó en la mejilla -Ayer estuve esperando que abrieran, pero me dormí en la banca y no pude verlas- hizo un mohín con sus labios.

-Ni que lo digas- sonrió eclipsado por su belleza -Yo fui el que te llevó a tu alcoba, después de discutir con Lai porque te llevaba en brazos y con Victoria, porque no quería dejarme entrar-

-Pensé que había sido un sueño- volteó a ver a su hermana -Pero gracias por eso-

Su sonrisa desapareció, al ver la cara de Keilot que, alejaba de un tirón a su hermana del otro muchacho y lo empujaba lejos de ella.

-¡Te dije la última vez que estuve con tu padre, que tenías prohibido venir aquí!- advirtió con su dedo en la cara de él -¡Pensé que había sido claro!-

-Su padre me permitió entrar, milord- agachó la cabeza ante él -Hada estaba muy inquieta en la herrería y no quería que se hiciera daño al escapar hasta aquí-

-¡No me interesa! ¡Quiero que te largues!- volvió a empujarlo.

-¡Keilot! ¡Ya basta!- se interpuso entre ellos -¡Estás haciendo un escándalo por nada!-

-¿Por qué estás vestida así?- quitó su chaqueta y la rodeó por los hombros -Enfermarás, recuerda que aún estás sufriendo el efecto del veneno- ella se desoriento por su cambio de actitud, cuando le habló -¿¡Sigues aquí!?- volvió a dirigirse al herrero.

-Lo siento, milord- el jardinero, se había acercado para interceder por su amigo -Pero yo fui el que habló con su majestad, para que permitiría a Jordy ingresar al castillo-

-¿Tú quién eres?- preguntó a la defensiva -Ni siquiera te conozco-

-Es el jardinero de quién te hablé- aseguró su amigo, matándolo con su poder mental, si eso era posible -¿Por qué no te vas a cortar flores por ahí y te metes en tus asuntos?- dijo con desprecio.

-¿Por qué mejor no te vas con tu esposa y dejas a las nuevas empleadas en paz?-

Refutó, dándole un golpe bajo. Él sin poder tolerarlo, levantó un puño para golpearlo, pero ella, se atravesó.

-¡Lai!- gritó y él detuvo su puño a unos centímetros de su rostro -¡Victoria te estaba buscando!-

No era cierto, sólo quería que no golpeara al jardinero.

-Eso no es cierto, Dea- contestó cortante -Ella está en el pueblo con la princesa-

-Pues, ve con ella y tú deberías hacer lo mismo, Keilot- lo señaló y aferró de un brazo al joven junto a ella -Vamos al jardín, Agui- era la única que le decía así -Gaia, puedes venir, si quieres- invitó a su hermana.

-No, gracias. Mis alergias - arrugó su nariz ante la idea y tomó las riendas del caballo -Iremos a pasear con Hada por ahí- le devolvió la chaqueta al príncipe -Cuando te calmes, hablamos, Keilot- volteó -Vámonos, Jordy-

-Yo voy con ustedes- él aferró su brazo, impidiendo que diera un paso más -Gaia- pronunció su nombre en un suspiró -Por favor, no me ignores- rogó.

Ella le daba la espalda y no podía ver la cara de desesperación en él.

-Está bien- respondió bufando y frotándo su frente -Puedes venir, pero no quiero peleas, Keilot-

-No lo haré, lo juro- tomó las riendas -Lo siento, muchacho- el herrero asintió, aceptando sus disculpas -Bien, arriba-

La aferró de la cintura y la subió al lomo del animal. Los tres caminaron al pueblo, intentando zanjar la paz.

-Bueno, parece que...- se interrumpió al darse cuenta que estaba solo -¿Dea?- miró alrededor, buscándola -¡Allí estás!- exclamó al verla caminando en dirección al jardín, junto al encargado del lugar -¡Esperen!- gritó y corrió hasta ellos -¡Aguilar!- él volteó al escuchar su nombre -¿Es cierto que aquí hay un jardín lleno de mariposas?- cuestionó con interés.

-¿¡Mariposas!?- exclamó ella con emoción.

-Si, es cierto- respondió, mirándola -¿Quieres verlo?- asintió enérgica.

-¿Puedo ir yo también?- preguntó como si fuera un niño.

-Si prometes comportarte, puedes- respondió ella con marcado desden.

-Prometo ser bueno- levantó una mano como juramento.

-Bien, síganme-

Caminaron tras el jardinero con entusiasmo. Esa clase de cosas, sólo eran posibles en un mundo literario.

-Así que, tenemos que esperar a nuestros padres aquí, Eyra-

Todos se encontraban en el comedor de la posada en donde se hospedaban, intentando tomar el desayuno en paz.

-Si, así es- miraba a su hija jugar con su lobito -Deni, hija- ella la miró -¿Sabés algo?- esperó que hablará -Él es un regalo de los espíritus de las montañas. Ellos guiaron a su madre hasta ti-

Ella podía hablar con los espíritus en cualquier parte del mundo.

-¿De verdad?- miró a los ojos azules de su amiguito.

-Si, es cierto, mi niña- le acarició su cabello.

-¿Y por qué?- cuestionó ella.

-Es para que no estés sola cuando volvamos a casa, muñequita- agregó la otra mujer en la mesa -Y además, porque él te necesita-

-O sea que, ¿Él vendrá conmigo cuando nos vayamos de aquí?- ambas asistieron -¿Escuchaste eso, Elliot?- él sonrío con ojos melancólicos -Alpha vendrá conmigo-

-Si- respondió poniéndose de pie -Voy a caminar un momento-

Las palabras de esas dos mujeres, lo afectaron, terriblemente.

-Elliot- su madre intentó seguirlo, pero él, la ignoró.

-Déjalo, Ivette- la detuvo su esposo.

-Pero...- su amigo la interrumpió.

-Ivi, necesita estar solo- indicó -Hija, no quiero que lo...- la pequeña ninfa había desaparecido y él miró a su esposa -¡Eyra, las brujas rojas!- dijo con reproche.

-Ellas no están aquí- era presa de una visión -Aún no pueden encontrar su esencia- aseguró.

-Tranquilo, Dante- su amigo le aferró su hombro -El potencial mágico de Eyra, Elliot y el mío, esconden el de ella. Además, pudimos bloquear la triqueta en su muñeca- él asintió.

-Todo estará bien, alquimista- continuó su amiga -El amo de dragones, mi hijo, la protegerá-

-¿No ibas a ir a caminar?- preguntó, sentándose junto a él en una fuente del centro -¿Qué te sucede, Elliot?-

Lo miraba de perfil. Él suspiró y sin dirigirle la vista, habló.

-Desde que era un niño, siempre sentí algo especial por ti- confesó nostálgico -Pero hace unas noches, cuando te miraba dormir en la cama de junto y eras iluminada por la luna, con Alpha en tus brazos...- frotó su rostro, cansado -Comprendí que, ya no estarías más conmigo- Exhaló los sentimientos que lo atormentaban por dentro -Estaba tan celoso de que la luna pudiera tocarte y yo no. Me sentí como un espíritu en ese lugar-

Volteó su rostro. No quería mirarlo, si lo hacía, lloraría y no quería eso. Ya no más.

-Voy a estar bien, Elliot- fue lo único que dijo - Sólo espero que seas feliz- abrazó a su amiguito dormilón de cuatro patas y pelaje blanco -Es lo único que quiero. Lo demás, serán recuerdos que nacieron y murieron con nosotros-

-Lo seré- ya estaban más tranquilos después de comprender la realidad de ambos -Prometo que lo seré y ahora más que nunca, al saber que Alpha estará contigo- ella asintió -¿Quieres regresar?- propuso.

-No hay prisa, más tarde regresaremos- se incorporó, limpiando una pequeña lágrima que nació en su ojo -¿Vamos a volar, amo de dragones?-

Asintió y se convirtió en dragón, para emprender vuelo.

Al fin, su triste historia de amor, que la distancia y los dioses habian separado, terminó o eso creían. Pero al menos, tenían el recuerdo de haber estado juntos alguna vez y de haberse amado, profundamente.

-¡Esto es hermoso!- gritó extasiada de felicidad -¡Quiero vivir aquí, Lai!-

Era un paraíso. El jardín de las mariposas, como su nombre lo decía, estaba habitado por una diversidad de esos pequeños animalitos voladores. Todo era verde, frondoso y colorido, por la gran cantidad de vegetación que los rodeaba.

-Pues...- caminó en su dirección con una flor en la mano y se hinco a sus pies -Cásate conmigo, aquí y ahora, mi hermosa sacerdotisa con alma de hechicera-

Ella rió a carcajadas. Él era tan gracioso cuando quería.

- Tú ya estás casado, Lai- tomó la flor que él le tendió -Pero aceptó tu regalo con mucho gusto- la cara del jardinero con ellos, era todo un poema, mientras la miraba -El barquero se volvió loco, Aguilar-

No había escuchado nada de lo que había dicho el otro sujeto. No le interesaba en lo más mínimo, sólo estaba allí por ella.

-Eres preciosa- confesó atontado -Pareces un hada rodeada de tantas mariposas y flores- Era cierto, nadie podía negar eso -¿Quieres ser mi novia?- ella rió el doble que con el barquero -No tengo nada que ofrecerte, sólo este lugar- extendió sus brazos -Pero prometo hacerte feliz- sujeto sus manos -¿Quieres?-

Estaba enternecida, pero sobre todo, conmovida. Era la declaración de amor más hermosa que le hubieran hecho jamás, después de la de Lai, hace muchos años atrás.

-Lo siento...- miró brevemente al hombre con ellos, que respiraba agitado, aguantando los celos que le quemaban el pecho -Pero no puedo corresponderte-

-Pero...- murmuró el joven.

-Déjame explicarte...- colocó un dedo en sus labios - Sólo voy a decirte que, no puedo corresponderte. Mi hermana y yo, estamos de pasó aquí- lo besó en la mejilla -Me siento muy halagada, pero muy pronto tengo que volver a casa-

-Lo entiendo- le había roto el corazón, pero se mantuvo firme -Tengo que seguir trabajando, hermosa musa inspiradora- le dió un besa manos -Puedes quedarte aquí, si quieres- le colocó un cabello tras la oreja -Que tengas un hermoso día- se fue de allí, dejándolos solos.

-¡Dioses!- se sentó abrumada en el centro del lugar -¡Quiero salir de este maldito libro!-

Cubrió sus ojos y se dejó caer de espaldas en la hierba.

-Él tiene razón- susurró sobre ella, besándola en la nariz -Eres hermosa- sus besos le recorrieron el rostro, la clavícula y el cuello -Y no pienso compartirte con nadie-

-Lai, ¿Qué haces?-

Murmuró entre dientes, disfrutando de sus caricias y destapando su rostro.

-Amando a mi hechicera- respondió con la voz enronquecida.

-El príncipe está enamorado de ti, ¿No, Gaia?-

Miraban al susodicho que hablaba con la princesa Alejandra, en un tono bastante irritado a unos metros de ellos.

-Pues, parece que si- la situación, la hacía poner muy incómoda -Se nota, ¿Verdad?-

-Si, se nota y mucho- ella estaba sobre el caballo y él a sus pies, sosteniendo las riendas -Hemos visto al príncipe mancillar el nombre de cada sacerdotisa, aventurera o doncella que llegaba a este reino- explicó con una traviesa sonrisa en su rostro -Pero contigo es diferente-

-Si- respondió, bajando de un salto -Desde que me conoció, se volvio un hombre diferente- caminaban hacía una banca cercana -Él estuvo enamorado, hace muchos años, de una de mis mejores amigas- la escuchaba con total atención -Según ella, él era tierno, cariñoso, caballeroso y para nada celoso- rió al recordarlo -Pero al conocerme, lo celoso e insolente, salió a flote en él y podemos verlo, cuando cualquier hombre se acerca a mi. Así, como contigo-

-¿De qué hablas?- no comprendía nada - Tú hace unas semanas que llegaste aquí y además, eres mi amiga. No tengo esa clase de interés en ti-

-Nada, ignorame- el príncipe se acercaba a ellos con una enorme bolsa de dulces -¿Eso es para mí?- cuestionó con ojos brillosos.

-Si, bonita- estaba de cuclillas frente a ella -Era lo que me pediste- le entregó la bolsa -También es para ti, Jordy- había escuchado, perfectamente, las palabras del herrero y su actitud, cambió por completo -Si se los come todos, enfermará-

-Gracias, milord- se incorporó -Pero tengo que volver a trabajar- se inclinó haciendo una reverencia -Me alegro verte bien, Gaia- ella sonrió con una paleta en su boca -Fue un placer cuidar de ti, Hada- acarició las clinas del caballo -Espero verte pronto-

-Adiós, Jordy y gracias por todo- devolvió sus ojos hacia el príncipe -Bien, dímelo- habló -¿Qué te dijo Alejandra esta vez?- él suspiró dispuesto a hablar.

-Esto está muy mal, Lai- ella estaba colocándose sus ropas -Hemos profanado este pulcro lugar- él rió, adorandola.

-Pensé que ibas a decirme que, estaba mal con respecto a Victoria-

Se encontraba sentado frente a ella con su perfecto torso desnudo y pantalones puestos.

-Claro que no- se sentó entre las piernas de él que la abrazó al instante -Al fin y al cabo, yo soy tu verdadera esposa- le apartó el cabello para besarle el cuello -Es lamentable que tengamos que pasar por esto-

-Lo sé, preciosa- le besó su hombro descubierto y apoyó su barbilla ahí -Esta situación está matándome- ella tenía una mariposa azúl posada en sus dedos, que luego sopló, para que emprendiera vuelo -No soporto escuchar a los demás criados hablando de ti-

-¿Hablando de mí?- preguntó, haciéndose la tonta.

-Si, de ti y de Gaia-

-¿Y qué es lo que dicen?-

Se imaginaba que podían decir de ellas. Eran viajeras de tierras extrañas y habían hecho estragos dentro de esa historia.

-Nada importante, amor mío- se recostaron en la hierba -Lo importante es que mañana nos iremos a Heiden-

-Si, quiero ver a Ey...- un oráculo llegó a ella -Gaia- murmuró y se incorporó de golpe -¡Gaia! ¡Aquí estoy!-

Abrió la puerta y salió disparada por ella, déjandolo atrás. Él la persiguió, asustado.

-¡Vámonos, Dea!- ella iba montada en su yegua, llorando desconsolada -¡Vámonos de aquí!- aferraron sus manos y la ayudó a subir -¡Por favor, Hada!- rogó -Llévanos lejos-

Entendió la orden y galopó, como sino hubiera un mañana por las calles del reino. Él no comprendía nada, no pudo reaccionar a tiempo cuando ellas se alejaron del palacio a toda velocidad.

-¡Lai!- exclamó, llegando sofocado, después de unos minutos que las perdiera de vista -¡Gaia! ¿Por dónde se fue?- lo aferró de los brazos.

-No lo sé- estaba igual que él -Se llevó a Dea con ella-

-¡No puede ser!- tiró de su cabello y corrió a los establos, seguido por su amigo -¡Tenemos que encontrarlas, hermano!- estaba como loco -¿¡Por qué tuve que decirle eso!?-

Vociferó al mundo, abriendo la puerta de su caballo.

-¡Keilot!- lo detuvo, sosteniéndolo de los hombros -¡Tranquilízate!-Lo miró a los ojos. Ambos igualmente bellos e imponentes -Eres muy impulsivo, cálmate y cuéntame, ¿Qué pasó con ustedes?-

Como siempre, logró calmarlo

-Alejandra y el rey- despeinó su cabello -Adelantaron la boda para este fin de semana, se lo dije a Gaia y escapó de mí, llorando a mares. Estaba aterrada- apretó sus labios, preso de una profunda amargura -No puedo hacer nada, Lai-

Nunca se había sentido tan vulnerable y perdido, en toda su vida. Ni siquiera cuando despertó herido y desorientado, sin ningún recuerdo en él, para luego convertirse en Sebastián Jenner, el Soldado del Invierno.

-Prepara a ese caballo- habló firme, señalando a un magnífico corcel negro -No puedo rastrear a Dea, pero a Gaia sí- abrió otro establo y llamó a un caballo gris, igualmente bello -Nos largaremos de aquí, sin importar nada- tomó una montura -Estoy harto de este maldito cuento- comenzó a preparar al animal -No es nuestro mundo, no son nuestras vidas y no tenemos porque soportar todo esto-

Su amigo lo escuchaba terminando con su labor.

-No se hable más- dijo él y subió de un salto a su caballo -Después de encontrarlas, nos vamos a Heiden y volveremos a casa-

Emprendieron camino sin armas, víveres y dinero, que era lo indispensable para un viaje de tres días. Pero no importaba nada, las encontrarían y volverían a casa.

-Deja de llorar, Gaia- su hermana lloraba tanto que se le cortaba la respiración -Te desmayarás o levantarás fiebre, como siempre-

Habían llegado al bosque. Era un camino bastante marcado y transitado, seguramente, era el pasaje comercial entre ambos reinos.

-Otra vez, hermanita- habló entre hipitos por el llanto -Otra vez el destino lo alejó de mí- ocultó su cabeza en las clinas de su caballo -Él me lo prometió, me prometió que no iba a volver a pasar- respiró profundo -No puedo verlo casándose con otra mujer-

-Gaia...- le acarició el cabello y la abrazó - Estás siendo muy drástica, hermanita. Es una historia, no es real, es ficción- detuvo al caballo, para escucharla con claridad -Él es tu esposo, el padre de tus hijos. El que soñaba todas las noches contigo durante cinco años, aunque no sabía quién eras- ella sonrió -El que te buscó hasta encontrarte y que jamás, se casaría con otra mujer-

-Lo sé- rió entre sollozos limpiando sus lagrimas -¡Que estupida!- cubrió sus ojos, abrumada -El miedo me cegó por completo- suspiró más calmada -Muchas gracias, hermanita-

-De nada. Lo mismo le dije hoy a Lai, antes de que aparecieras. Su verdadera esposa soy yo, no esa tal Victoria- se abrazaron con animos renovados -Volvamos- propuso.

-No- respondió -Seguiremos hasta Heiden- miró al frente -Si retrocedemos, la historia no continuará-

-Si, tienes razón- sonrió -Ellos nos encontrarán-

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