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El reino de las hadas

Llegaron al reino de Heiden, tres días después de emprender camino. Lai y Keilot no habían aparecido en todo el viaje y eso, era extraño.

-¡Bien! ¡Llegamos!- exclamó, enfundada en su nuevo traje de sacerdotisa -Gaia... Dormilona... Despierta-

Su hermana producía pequeños ronquidos descansando sobre su espalda, mientras ella, manipulaba las riendas del animal.

-Sssshhh...- chitó -Hace frío y es de madrugada-

-No es cierto- refutó -Deben ser como las diez de la mañana- indicó mirando al sol y señalandolo con su mano extendida -Tu amigo el sol lo dice-

-Te creo- la cara de ella, era todo, menos la de un buen despertar -¿A dónde iremos?- cuestionó fregando sus ojos -No tenemos dinero y tampoco carbón para que lo transmute en oro-

Rieron como locas al recordar su gran hazaña o fechoría, más bien. Habían engañado a un par de comerciantes en su camino hasta Heiden con falso oro, que Gaia transmutó para pagar alojamiento, comida y ropa nueva.

-Es cierto- hizo un mohín -Todo el mundo ya debe saber lo que hicimos y no creo que mis besos con los jóvenes posaderos, aún sirvan de algo-

-¡Eres una descarada!- Su hermana la empujó riendo con fuerza -Se supone que, eres una sacerdotisa-

-¿¡Descarada yo!?- se señaló, indignadisima -A ver, ¿Quién transmuto el carbón en oro?-

-Touche- miró al rededor -¿No te parece extraño que Keilot y Lai no hayan aparecido en nuestro camino?-

-No lo sé- levantó sus hombros -Tampoco me preocupo demasiado, son un vidente milenario y un cazador alfa, ¿Qué les podría pasar?-

-En eso tienes razón- los habitantes de ese lugar, eran más extraños que en el reino vecino -Las personas aquí, parecen hadas o gnomos- afirmó, asombrada.

-Heiden es el reino de las hadas-

Sonrió, al ver pasar a dos pequeñas jovencitas de ojos heterocromaticos y cabello de colores.

En el inmenso bosque que se encontraba entre los dos reinos, pero perteneciente a los territorios de Heiden, un enfurecido cazador alfa y un malhumorado vidente milenario, ingresaban a una pequeña delegación con la cabeza de un troll y un goblins, que rondaban a los alrededores atormentando a los viajeros.

-¡Aquí están!- mencionó el primero de ellos, dejando una de las cabezas sobre el escritorio del alguacil -¡Quiero mi paga!-

-Bien...- dijo el hombre delgado y de espeso bigote, mirándolos con un pequeño par de ojos negros -Han hecho un buen trabajo- les arrojó una bolsa con monedas de oro -Por cierto, ¿Por qué el principe de Gerd está realizando esta clase de trabajos sucios?-

-No le interesa-

Respondió seco, mientras su amigo, contaba el dinero.

-Esto es menos de lo acordado- acotó su compañero, observándolo con desprecio -¿Quiere vernos la cara o qué?- el tipo lo miró con desden -Cumplimos nuestra parte y merecemos que nos pague como corresponde-

-Tendrán lo que hace falta, muchachos- Cruzó sus piernas sobre el escritorio, al igual que sus brazos -Si encuentran a dos bandidas que han estado engañado a los comerciantes hace unos días-

Se miraron entre sí, esperando que hablara. No necesitaban muchas más explicaciones o detalles, para saber de quienes les estaba hablando.

-¡Te dije que no tendríamos que haber confiado en ese grupo de nómades bárbaros, Gaia!-

Estaba furiosa con su hermana, mientras caminaban hasta una de las posadas del pueblo, para reencontrarse con sus hijas que se hospedaban allí. Tuvieron la fortuna de haberlas encontrado en el centro esa mañana.

Pero esa suerte, no duró mucho. Habían logrado escapar de milagro, de un gran grupo de caza recompensas que se habían hecho pasar por simples nómades gitanos, para darles "refugio" mientras dos tipos encapuchados las seguían.

-¡Bueno! ¡Ya estuvo, Dea!- reclamó igual -¿¡Cómo iba a saber yo, que somos las bandidas más buscadas en estos días y que además, ellos serían caza recompensas!?-

Intentó excusarse por su error al haber confiado en extraños.

-¿¡Cómo puedes ser tan tonta!?- su hermana la miró ofendida -¡Es cierto que nos ayudaron a huir de esos dos tipos encapuchados saltadores de tejados!- se sentía una estúpida por haberla seguido -¡Pero resultaron ser iguales a ellos!-

-En eso te equivocas, hermanita- puntualizó, deteniendo el paso -Acaso, ¿No viste todo lo que hicieron para sacarnos de ese carruaje en movimiento?-

La situación que habían vivido hace unas horas, fue terriblemente absurda, pero a la vez, increíble. Esos dos extraños, encapuchados de la cabeza a los pies, se lanzaron en batalla contra un grupo de, al menos, diez hombres que podrían haber sido asesinos, ladrones o peor que eso, mientras ellas, huían del caos.

-Si, seguro nuestras cabezas valen mucho y no querían perder su bello botín- ironizó, como siempre -En fin...- suspiró con desgano -Estamos bien- pensó un momento en esos dos extraños -Sus trajes eran increíbles. No parecían de estas tierras- era lo único que pudieron ver de ellos.

-Si, deben ser profesionales en la materia. Estaban armados hasta los dientes- por alguna extraña razón, no les tenían miedo, en lo absoluto -La próxima vez que los veamos, tendremos que...-

-No- la interrumpió -No vamos a usar nuestros poderes, Gaia- La miró, irritada. Siempre decía que no -¡Y no me mires así!- la cubrió con la capucha de su traje -Intentaremos no llamar la atención, hasta que Keilot y Lai, nos encuentren- también cubrió su rostro con su capa.

-Tienes un buen punto. Están buscándonos y no sólo ellos- siguieron camino -Además, las dos juntas podríamos destruir el reino entero-

La noche llegó y las hijas del sol y de la luna, se encontraban en un bar de mala muerte, intentando averiguar, quienes eran esos sujetos que aparecieron de la nada y que los habitantes decían ser caza recompensas pagados por las autoridades del reino.

-Este lugar es muy agradable, Gaia- dijo, bebiendo su tarro de cerveza, mientras veía a dos prostitutas pelear por un cliente -¿Cómo lo encontraste?-

-Elliot me habló de él- bebía igual que ella -¡Que buen gancho le dió!- exclamó, incorporándose, mirando la riña de puños entre dos borrachos -Lástima que las chicas no quisieron acompañarnos- volvió a tomar asiento.

-Si, Seth, Elliot y Dante tienen razón- los guardias del lugar, habían sacado a patadas a los borrachos de allí, calmando la tempestad -Las brujas rojas están cada vez más cerca y no hay que arriesgarse a salir con Denisse-

Por otro lado, las prostitutas dejaron de pelear, cuando otro hombre se acercó a una de ellas.

-Estoy de acuerdo-

Apuntó con su tarro al grupo de nómades que quisieron secuestrarlas ese día. Se veían muy mal, habían recibido una terrible tunda. Su hermana, miró en esa dirección.

-Bien, llegó el momento- bebió a fondo de su tarro por última vez - ¿Lista, alquimista perdida?-

Abrió el escote de su vestido, mostrando sus atributos y desordenó su cabello.

-Nací lista, hechicera errante-

Terminó su trago de un solo respiro y se limpió la boca con el dorso de su mano. Tomaron caminos separados, para acercarse al grupo en cuestión que, reían y se empujaban de forma grotesca, los unos a los otros.

-Hola, cariño- la joven con aspecto de sacerdotisa, pero para nada casta, se acercó a un hombre muy apuesto de rasgos un tanto felinos y ojos almendrados -¿Te acuerdas de mí?-

Su sonrisa angelical y mirada de hechicera, lo hicieron caer a sus pies. Él era el jefe del grupo.

-Como olvidarte, dulzura- le hizo un espacio en la mesa -Es una pena que tu cabeza valga tanto- le acarició ese largo cabello azul que tenía.

- Tú eres un caza recompensas, ¿Verdad?- lo miró fingiendo tener miedo y él, asintió -Por esa razón quisieron capturarnos a mi hermana y a mí, ¿No?-

-Si- mordió sus labios -Eres una niña muy mala- ella bajó su cabeza. Era una excelente actriz -Pero tranquila- levantó su mentón con dos dedos -Les prometimos a ellos que no les haríamos daño-

-¿Ellos?-

Cuestionó pérdida, mirando a su hermana que reía y bebía con los otros hombres del lugar, intentando obtener algún tipo de información, al igual que ella.

-Bien, como no van a decirme quienes eran esos sujetos...- se acercó a uno de ellos que miraba a una prostituta con adoración -Les voy a contar una historia- le arrebató el vaso de sus manos -¡La leyenda de Gambrinus!-

Lo bebió sin respirar y lo dejó con fuerza sobre la mesa al terminarlo, pero no pudo seguir con su relato. Los sujetos encapuchados, irrumpieron en el lugar, abriendo la puerta del mismo con el cuerpo de uno de los empleados que les impedía el paso. Le dieron una feroz patada, haciéndolo volar hasta el centro de la pista, deteniendolo todo.

-¡Corre, Gaia!- gritó, incorporándose -¡Corre lo más que puedas y no pares!-

Ambas corrieron presas del pánico y el terror, a diferentes salidas del lugar, mientras esos hombres las perseguían a cada una de ellas.

La sacerdotisa logró salir por una puerta lateral. Miró hacía ambos lados y siguió corriendo hacía la acera. El caza recompensas, enfundado en un espectacular traje en tonos azules y marrones que la perseguía, no se veía por ningún lado. Corrió tanto por ese transitado reino, que chocaba con las personas al pasar. Mirando de vez en cuando hacia atrás, hasta que, impactó de frente con un torso que la sostuvo con fuerza de las muñecas. Al levantar la mirada, quedó petrificada. Era él. Sólo podía ver sus labios, ya que su cabeza, estaba completamente cubierta por la capucha de sus prendas.

-¡Suéltame!- forcejeó para intentar liberarse, pero ese sujeto, era alto y fuerte - Más negro que la oscuridad, más rojo que la sangre...-

Comenzó a recitar apresurada. No tenía otra opción que liberarse con magia. Él la aprisionó contra una pared y detuvo el mantra, sonriendo como como psicópata sin decir una sola palabra.

-¿¡Qué quieres!? ¿¡Llevarme contigo!?- Preguntó sin bajar la guardia. Él volvió a sonreír, una vez más, aferrando su nuca y cintura -¡Pues te metiste con la persona equivo...!-

La besó. Ella estaba estupefacta con sus ojos bien abiertos por su accionar. Pero conocía esos labios y esos besos, entregándose por completo a él y abrazándolo con toda su alma, cuando regresó a su cuerpo.

-Hola, preciosa-

Dijo la voz grave del vidente que ella tanto amaba, al separar sus labios.

Corría, corría tanto que no tenía idea a donde estaba o a donde iba. Sólo sabía que el tipo que la perseguía, iba detrás de ella saltando tejados, hasta que llegó a un callejón sin salida.

-¡Dioses ayúdenme!- tanteaba el muro frente a ella buscando escapatoria -No hay salida- murmuró sofocada y tirando de su cabello, alarmada -¡Keilot! ¿¡Dónde estás cuando te necesito!?-

Una sombra cayó detrás, haciéndola voltear y encontrándose con ese hombre, que en vez de un caza recompensas, parecía un asesino por sus ropas extrañas. Desesperada, intentó escalar el muro con la ayuda de su alquimia, pero él corrió en su dirección, aprisionandola y cargándola sobre su hombro.

-¡Déjame!- lo golpeaba en la espalda con fuerza -¡Bájame! ¡No te saldrás con la tuya!- gritó rabiosa y juntó sus manos, pero nada pasó -¡Mi esposo cuando se entere de esto! ¡Te matará!-

Luchaba sin control. Hasta que él comenzó a reír a todo pulmón, deteniendo su lucha al reconocer su risa.

-Te creía más fuerte...- quitó la capucha de su cabeza revelando su rostro -Mi hermosa alquimista-

Ese cazador, la besó en la mejilla, infinidad de veces. Mientras su cara era todo un poema, ya que él, se había burlando de ella.

-Gaia...- estaba sentado frente a ella, mirándola con anhelo, mientras le aplicaba la ley del hielo -Perdóname, amor- retorcía sus manos con culpa.

-Déjala, Keilot- intervino su hermana, desdeñosa -Siempre hace eso cuando se enoja contigo, déjala-

Los cuatro, se encontraban en el bar donde habían estado hacía unos instantes.

-Escúchame, Gaia y quiero que comprendas esto- pidió el otro hombre, con su hermosa voz tranquilizadora -Entiendo que estés molesta pero, no podemos andar por la calle con nuestros atuendos normales- apuntó a su amigo y a él -Victoria y el rey, están buscándonos y no podemos arriesgarnos a que nos encuentren- explicó.

-No estoy enojada por eso, Lai- contestó sin mirarlo -Pero no era necesario, armar tanto circo, para que nos encontraran- cruzó sus brazos, estaba muy molesta.

-Creíamos que eran asesinos-
Acotó su hermana.

-Es que...- rascó su nuca, nervioso, mirando a su esposa -Cuando íbamos a acercanos a ustedes, fue cuando esos tipos, las secuestraron- señaló al grupo en cuestión -Y bueno, tuvimos que liberarlas-

Ella suspiró y frotó su frente. Tanto estrés mal gastado por un mal entendido.

-Bien. Te creo, Keilot- él nunca le mentía -Y lamento mucho lo que paso en Gerd- odiaba disculparse -Pero el miedo me cegó- hizo un gesto con su rostro.

-Lo sé, amor- besó sus pequeñas manos entre las suyas -No tendría que habértelo dicho, directamente, tendríamos que haber escapado hacía aquí-

-Por cierto...- la otra muchacha, miró a ambos -¿De dónde sacaron esas ropas?-

-Nos las entregó el alguacil, cuando nos dió el trabajo de perseguirlas a ustedes- contestó su esposo.

-Son grandiosos- indicó su amigo -Según nos dijo, pertenecían a un antiguo credo de caza recompensas de hace muchos unos años- miró sus ropas con orgullo.

-El credo de los asesinos, según escuché por ahí- aseguró una voz detrás de ellos.

-Elliot, ¿Qué haces aquí?-

Preguntó, el hombre que hablaba anteriormente.

-Siguiendo a una fugitiva- se sentó junto a ellos y apuntó al escenario -Tiene la costumbre de escapar, cuando escucha música a kilómetros a la redonda-

Señaló a una pequeña ninfa de cabello rubio azulado, hablando sobre el escenario, con la banda de enanos que estaba a punto de comenzar.

-Esa niña...- murmuró, tocando el puente de su nariz -Gaia, vamos a...- su hermana no estaba en la mesa -¿Gaia?- Preguntó a todos, que señalaron al escenario. Su hermana le hacía señas de que necesitaban un violinista -Me voy-

Dijo con entusiasmo y ojos encendidos, incorporándose y llendose.

-Otra vez no...- bufó -Keilot, sabés que hacer- ambos asintieron a par -No hay que perderlas de vista- afirmó, una vez más -Bien, amiguito...- apretó un hombro del joven a su lado -Cuentanos más sobre ese credo- el show había comenzado.

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