El cometa del ayer
El camino al reino desde el claro, era más largo de lo que imaginó. Dos días habían pasado desde que emprendió su recorrido a pie y aún, no había llegado. Ese bosque era demasiado grande y ella, no estaba acostumbrada a caminar tanto. Tomó asiento en una rama para descansar un rato y luego, poder continuar.
-Este reino debe ser enorme- divagó en voz alta -Al igual que este bosque- miró alrededor -Pero lo que es realmente extraño, es que no haya cruzado a algún animal o se escuche el canto de las aves-
Era cierto, todo era silencio en ese bosque y eso no era normal. Una vibración se sintió cerca de ella y el crujir de un tronco, se escuchó a unos metros. Un ser gigantesco de forma humanoide, color verdoso, con orejas puntiagudas y enormes colmillos, apreció en su campo de visión.
Estaba inerte, ese goblins podía acabarla en un segundo. Intentó no llamar su atención, pero fue inútil, al levantar la mirada la divisó frente a él y se precipitó en su dirección.
Bajó de un salto y comenzó a correr como sino hubiera un mañana, pero el goblins, le pisaba los talones. Cayó al suelo por culpa de una raíz y él se abalanzó sobre ella.
-¡Ninfa!-
Gritó llamando a los suyos, mientras intentaba romperle el vestido, era evidente que quería abusar de ella. Esa era la forma que los goblins tenían para reproducirse, ya que todos ellos, eran machos. Luchaba para liberarse, pero el monstruo era gigante y muy fuerte, la aprisionaba contra el suelo con una de sus manos. Hasta que, una bola de fuego color azúl lo apartó y un inmenso dragón blanco, la ocultó detrás de él, rugiendo amenazante para protegerla.
El goblin desorientado por el impacto, intentó atacarlo. Pero ese magnífico animal, produjo hielo entre sus fauces y lo congeló en un instante, haciéndolo pedazos con un golpe de su cola.
Ella seguía en el suelo, terriblemente agitada y observando el cielo, mientras lágrimas descendían por sus sienes sin control. Nunca había pasado algo como eso y fue una experiencia horrible, que no quería volver a vivir jamás. Un intenso brillo invadió el lugar por unos minutos y unos pasos apresurados se acercaron en su dirección.
-¿¡Estás bien!?- el rostro del amo de dragones apareció frente a sus ojos -¿Denisse?- preguntó consternado.
-Elliot...-
Su labio inferior tembló y rompió en llanto como una niña, mientras él la tomaba en sus brazos.
-No llores, muñeca- la sentó en su regazo, arrullandola -No llores-
Susurró besándola en la sien por un momento eterno. Uno de esos momentos que tanto extrañaban.
-Gracias- mencionó después de calmarse. Había resultado ilesa, después de todo -¡Muchas gracias!- lo abrazó juntando sus mejillas.
-De nada- la apartó, limpiando el rastro de lágrimas con sus pulgares - Estás hermosa- la besó infinidad de veces en el rostro -Te extraño con toda mi alma- suspiró juntando sus frentes -Tanto que quema y me mata el no tenerte- su voz se quebró al hablar.
-Está bien, Elliot- cerró sus ojos y sonrió con tristeza -El tiempo que estuvimos juntos fue hermoso y muy divertido. Pero tú tienes que seguir con tu deber y yo, estoy intentando estabilizar mi vida en Amestris-
-Maldigo mi destino y todo lo que soy- murmuró con rencor, aprisionandola entre sus brazos -Pero estoy seguro de que estarás bien, con o sin mí-
-Eso es seguro- rió, era absurdo hasta pensarlo - Por esa razón, estoy intentando abrir mi propia academia de música- el rostro de él, no representaba nada -En fin, basta de tanta tristeza- lo miró a los ojos -¡Ahora eres un dragón!- dijo con entusiasmo.
-Si, tengo mucho que contarte- se incorporó de donde estaban -Pero ahora, vámonos de aquí-
Se transformó una vez más y juntos, volaron a Gerd.
-Puedo volar en tu laberinto...Puedo danzar con hermosas hadas. Cerca de ti, nacen las estrellas y hoy descubrí la magia que me das-
Entonaba la aventurera con espíritu de alquimista por las calles del reino. Hacía dos días que vagaban sin cesar.
-La gente de aquí es muy extraña, ¿No creés, Gaia?- cuestionó su hermana.
Lo que decía era cierto. Elfos, enanos, hobbits, brujos, aventureros, cazadores y magos, caminaban por las calles de ese reino.
-Nunca había visto un elfo- respondió.
-Ni yo- observaron a un par de elfos pasar, como si fueran lo más extraño del mundo. De hecho, en su mundo, lo eran -Según tengo entendido, pueden vivir años o siglos y siempre permanecen jóvenes-
-¿Es cierto que sus vidas se cuentan en lunas y que son monógamos para siempre?-
-Si, es cierto- respondió. Un enano le entregó un panfleto color ocre al pasar -No te rías, Gaia-
Advirtió apuntándola, aguantando las ganas de reír. Los enanos les daban mucha gracia a ambas.
-Solo, míralo- lo señaló con ambas manos -Es muy gracioso-
-Basta, podría hechizarte-
La tomó de un brazo y caminaron apresuradas, lejos de ese enano que las miró molesto, mientras reían a carcajadas.
Llegaron al centro de la ciudad, en una gran multitud de personas que caminaban hacía la calle y alzaban vítores al aire. El rey y todo su séquito, iban andando por la calle principal, en un elegante carruaje y seguido por sus más fieles soldados.
Las jóvenes miraban el espectáculo con indiferencia, hasta que un relincho desgarrador, transformó la cara de una de ellas por completo y helándole la sangre.
-¡Dioses!-
Corrió en esa dirección con el corazón desbocado.
-¡Gaia!-
Gritó, pero las personas impidieron que pudiera detenerla.
-¡Déjalo! ¡Es un ser indefenso! ¡Idiota!-
Empujó a un hombre vestido de soldado, que golpeaba con brutalidad a un pobre corcel, que se encontraba desvanecido en el suelo.
-¡No te metas en esto! ¡Muchacha!- la golpeó con fuerza con el fuete en su mano, haciéndole un pequeño corte en él pómulo -¡Si no quieres terminar como este maldito animal!-
-¡Inténtalo!-
Murmuró amenazante tocando su magullada mejilla, colocándose entre el animal y él, mientras las personas observaban. Levantó su brazo y ella cerró sus ojos, pero el golpe, jamás llegó.
El tiempo parecía detenido y el suspiro de horror de los presentes, se olló por todo el lugar.
Abrió sus ojos y quedó anonadada. Un joven alto, de cabellos castaños y buen porte, se encontraba delante de ella recibiendo el golpe.
-Principe...-
Susurró el soldado, impactado, por haber golpeado al heredero de la corona. Pero él, sin mediar palabra, lo derribó de un puñetazo.
-Keilot- dijo ella cuando volteó a verla.
-Hola, bonita-
Sin importarle nada, se acercó y la abrazó con todas sus fuerzas. Al fin la había encontrado.
-¡Déjenme pasar!- estaba como loca, había perdido de vista a su hermana -¡Por favor!-
Pidió, perdiendo la paciencia, hasta que al fin pudo salir de la multitud. Caminó buscando a su hermana entre la gente, pero no pudo hallarla. Una mano tiró de ella por su hombro, haciéndola voltear.
-Hola, lindura- tres hombres que parecían comerciantes o algo mucho peor que eso, la miraban con descaro -Eres forastera, ¿Verdad?- preguntó uno de ellos, que parecía el líder.
-No te interesa- respondió cortante.
- Créeme...- dió un paso y ella, retrocedió -Una joya como tú, nos serviría mucho para nuestro negocio- chasqueó sus dedos -¡Atrapenla!-
Ordenó a los otros dos, apuntándola. Pero una barrera invisible los arrojó al suelo, muy lejos de ella.
-¿Otra vez tengo que hacer esto, Edgar?- Habló la voz de un hombre a sus espaldas-¿Qué obsesión tienes con las sacerdotisas?-
Ella no volteó en ningún momento. Estaba estática, no quería hacerlo, ya que su mente podía estar jugándole una mala pasada. La voz del sujeto detrás, era idéntica a la Lai.
- Tú sabés que ellas son muy cotizadas para mis clientes- respondió con la voz cargada de furia -Esto no se quedara así, barquero- advirtió y se fue de allí con los otros dos.
-¿Estás bien?- apoyó una mano en el hombro de la muchacha.
-Si, gracias- volteó lentamente y su rostro, se iluminó -Hola, Lai-
Él no dijo nada, se acercó a ella con cuidado y la besó en la frente con su alma regresando al cuerpo.
-Hola, amor mío-
Estaba feliz. No había parado de buscarla desde que despertó.
-Eyra, tengo hambre-
Se quejó, hambrienta. Hacía más de dos días que no probaban bocado.
-Yo también- revisó su pequeño morral -Pero no tenemos dinero-
-No quiero hacer lo mismo que hacemos siempre en estás situaciones- ella asintió de acuerdo.
-¿Creés que Deni y Dante estén juntos, Ivi?- cuestionó angustiada.
-No lo sé, primita- respondió igual que ella - Sólo esperó que no esté con Elliot-
-Ellos no pueden estar juntos y Denisse lo sabe- acotó segura -No hay que preocuparse por eso-
Una cabellera dorada, llamó su atención entre la multitud y apresuró el paso.
-¿Tú creés que le dirá lo que pasó con ella al volver?-
-Lo que sucedió, fue muy devastador para ella, Ivi- su prima también había visto algo familiar entre la gente -Mamá, la tía, tú y yo, le juramos nunca hablar de eso con nadie- al fin los habían encontrado -Ni siquiera Dante lo sabe-
-Lo sé- sonrió con emoción -¡Seth! ¡Dante!-
Gritó eufórica al ver a su esposo y a su mejor amigo. Pero algo no estaba bien, ambos se encontraban rodeados por guardias imperiales.
-Elliot...- habló con el dragón que la llevaba sobre su lomo -¿Podemos bajar unos minutos? Tengo frío-
Su piel era helada, lógico, él era un dragón de hielo, conocidos en su mundo como Muerte Blanca. Descendió a toda velocidad y a los pocos minutos, llegaron a tierra firme. Ella bajó de un salto y comenzó a caminar para sentir calor, mientras él, volvía a su forma original.
-¿Estás bien?- asintió castañeando los dientes y abrazándose a si misma -Lo siento- la abrazó para darle calor -Mi cuerpo es helado al ser un dragón de hielo-
-No hay cuidado-
Mencionó con la voz apagada, escondiendo su rostro en el pecho de él y aspirando su aroma. Extrañaba mucho sus abrazos.
-Voy a encender una hoguera- dijo él.
-No, está bien- no quería que la soltara -Ya estoy mejor, gracias- levantó su mirada -¿Qué pasa?- cuestionó confundida.
-Desde que volvimos a vernos...- mencionó serio y con sus ojos azules como témpanos -Te encuentro mucho más distante, desde la última vez- habló sin rodeos -Quiero que me digas que ocurre- exigió saber.
-¿A qué te refieres?- intentó separase, pero no la dejó libre.
-Hay algo en ti que ya no es como antes- le acarició una mejilla como si fuera lo más frágil del mundo -Ya no sonríes como antes y si lo haces, la alegría ni siquiera llega a tus ojos- la besó en la frente -Esos ojos que tanto amo-
-No sé de que me hablas- logró escapar de sus brazos y caminó sin rumbo, dándole la espalda -Yo sigo siendo la misma de siempre-
-Eso no es cierto, Denisse y lo sabés- caminaba detrás de ella para detenerla -¿Qué ocurre? Estás enferma, ¿Verdad?- podía escucharse el terror en su voz -Eso fue lo que te enseñó la visión, ¿No es así? Por esa razón te alejaste de mí, estoy seguro-
Ahogó un suspiro. No podía creer lo que estaba escuchando. El hombre detrás suyo, se encontraba desesperado por saber que ocurrió con ellos. Deseaba saber porque todo terminó.
-No, no estoy enferma- se detuvo en seco, para darle una explicación -Ojalá fuera eso...Pero me siento más muerta en vida que nunca-
Él la abrazó por detrás sin comprender lo que decía.
-No entiendo nada, Deni- murmuró ocultando su rostro en la nuca de ella - Estás asustándome, muñeca. Dime la verdad, por favor-
-¿Recuerdas lo que nuestras madres y abuelas nos dijeron sobre estar juntos, cuando volví a Amestris y tú fuiste por mí?- él asintió en silencio -¿Puedes decírmelo?-
-Todo en esta vida merece un intercambio y el de ustedes, será gigante...- narró con su voz teñida de amargura -Una vida por otra. El espíritu del mundo es la cuna de las almas y si ustedes rompen el pacto, el alma que fue arrebatada, se las quitarán- todo fue silencio -Es un precio justo con tal de saber que estás viva, mi amor- escondió su rostro entre su cabello, disfrutando de su aroma -Pero no lo creo, tú estás aquí, en este mundo, conmigo. Lograron traerte de vuelta. Cualquier pacto con los dioses, ya no tiene sentido-
Ella lloraba en silencio, intentando estrangular los sollozos que querían salir de su pecho. Era demasiado dolor para una sola persona.
- Tú no lo entiendes. Ellos no hablaban de mi, Elliot- rompió en llanto otra vez, cubriendo su rostro con ambas manos -Ellos hablaban de nosotros y de la vida que no pudimos tener juntos. Por eso tuve que renunciar a ti-
Los soldados se veían fuertes y bien entrenados, pero eran mejores que ellos. Habían escapado la noche anterior, usando de cómplices a la oscuridad.
- Bien- mencionó tranquilo, produciendo chispas con sus manos -No queremos lastimarlos. Les recomiendo que nos dejen ir-
Comenzó a hablar en un idioma extraño que se creía muerto.
-¡Silencio!- gritó un soldado -¡Están detenidos en el nombre del rey!-
-¡Es suficiente!- exclamó su amigo, escribiendo algo en su brazo izquierdo -¡Ya me cansé de ustedes!-
Chasqueó los dedos y llamas salieron de ellos.
-¡Sal de ajo y algunas agujas!-
Escucharon la voz de una muchacha detrás de los soldados. Era tan pequeña, que no podían verla.
-¡Y así es como bailaran las brujas!-
Finalizó otra voz y una enorme ráfaga de viento, alejó a sus oponentes de ellos por el momento.
-No sabía que podíamos hacer eso, Ivi-
Dijo ella, apuntando con sus manos a los sujetos en el suelo, un poco impactada por el poder de ambas.
-Ni yo, pero fue genial-
Rió por los nervios del momento, ya que ella nunca había usado magia. Las personas presentes no
entendían nada, al igual que los esposos de ambas, no comprendían como habían llegado allí.
-¡Brujas!-
Gritó uno de los soldados al ponerse de pie y apuntando a las jóvenes con su espada, al igual que otros compañeros. Ellos los miraban sardónicos y dispuestas a patearles el trasero, si era necesario.
-¡Bajen las armas!-
Exclamó una voz, mientras la muchedumbre, hacía una reverencia a alguien que ellos no podían ver.
-Hola, chicos-
Los saludó una pelirroja aventurera, sujetando las riendas de un hermoso caballo blanco a su lado, que parecía herido. Mientras un hombre alto y castaño de furiosos ojos verdes, mataba a los soldados con la mirada.
-Te dije que estaban aquí, Lai. Los potenciales mágicos de Eyra y Seth, pueden sentirse a kilómetros- habían visto todo entre la multitud -¡Dioses!- bajó sus ojos, agotada, al ver a su hermana -¡Gaia! ¿¡Cuántas veces te he dicho que no queremos un caballo!?-
-No la escuches, linda- ignoró lo que dijo besando al animal -Prometo que te curaré, mi hermosa Hada- su esposo la miraba enternecido, después de deshacerse de los soldados -Keilot...- lo miró con sus ojos llenos de tristeza -Quiero que ese soldado muera-
-No puedo hacer eso, amor- le limpió una lágrima de su rostro. Ella odiaba que lastimaran a los animales -Pero nunca volverá a acercarse a ella o a ti- le besó la frente -Recibirá su castigo, lo prometo- le acarició la mejilla -El rey está llamándome- un hombre muy similar a él, lo miraba desde el carruaje. No quería irse -Vayan al castillo con tu madre, Ivi-
Las besó a ambas y se fue. Pasó junto al barquero asintiendo con la cabeza y dándole una orden silenciosa, que él conocía bien.
-Bueno, ya escucharon al príncipe- lo señaló con burla -Vamos a comer algo primero y luego, iremos al castillo-
-Si, Ivi y yo tenemos mucha hambre- indicó su hija abrazada a él, al igual que su madre -¿Pasa algo, mamá?-
Los ojos de ella estaban en blanco, literalmente.
-El cometa del ayer a este mundo llegará...- estaba en trance -Como cada milenio...- todos la escuchan consternados -Al igual que la muerte...Que es amiga de las brujas rojas...- señaló a su hija y sobrina, pero ellas, no eran esa clase de brujas -Sólo un dragón blanco, un lengua de brujo y un corazón de tinta, podrán detenerlas...Para liberarse del mal- dirigió sus ojos a su hermana y esposo -Mientras el resto de las almas, se enfrentarán...A las princesas de la oscuridad-
Cerró sus ojos y se tambaleó al sentirse desorientada, pero el barquero, la sostuvo con fuerza.
-Preciosa...- le acunó el rostro entre sus manos -¿Estás bien?- ella asintió, estaba muy pálida -¿Qué fue eso?-
-No lo sé, creo que fue un oráculo-
Aclaró, ya que las sacerdotisas, tenían esa clase de poder y caminaron juntos hasta una posada, en total silencio.
-¡Eres el príncipe, Keilot!- gritó el Rey a todo pulmón -¡No puedes rebajarte a caminar entre los plebeyos como si fueras uno de ellos!- él no lo miraba, su vista estaba fija en la ventana del carruaje -¡Además! ¿¡Quién era esa muchachita tan desalineada que tuvo la osadía de enfrentar a Oscar!?- ahora sí volteó a verlo con sus ojos lanza llamas.
-¡Él la golpeó!- exclamó con furia.
-¡Tendría que haber dado la orden de matarla por enfrentar a un general!- vocifero colérico -¡Al igual que esos dos bandidos que liberaste!-
Se lanzó sobre él y lo estranguló.
-¡Escúchame bien, maldito monarca!- el Rey se estaba poniendo azul por la falta de aire -Si te atreves a acercarte a ella, a su hermana o alguno de los suyos, juro por los dioses que te mataré- advirtió con la voz ronca -A ti y a esa bruja con la que me comprometiste, ¿Comprendes?- lo miró a los ojos y él asintió con terror.
-¿¡Quién eres!?- cuestionó ahogado, cuando lo soltó.
-Soy Keilot...Tu hijo- lo miró burlón -Papito- Ordenó al cochero detener el carruaje -Quedas advertido- bajó de un salto y volvió al pueblo.
-Así es, Elliot- estaban bajo un árbol. Ella tenía su espalda sobre el pecho de él, sentada entre sus piernas -Yo morí esa vez cuando la ola me llevó, es cierto. Pero si estoy contigo, es posible que mi alma tenga que regresar al espíritu del mundo. Me dieron un año para estar juntos y luego, regresar a casa- recordaba cada palabra que le habían dicho -Lo siento mucho, mi niña...Dijo mi madre, mientras yo lloraba a mares sobre su regazo. Pero tienes que renunciar a él, ella necesita de un alma y si no consigue la tuya, podría llevarse la de cualquiera de nosotros, incluso, hasta la suya- exhaló todo el aire que tenía dentro -Lo lamento, pero tiene que ser así. Todo en esta vida merece un intercambio- sus lágrimas formaban ríos de tristeza que surcaban su rostro -Esa fue mi visión. Una de las pocas visiones que se ha hecho realidad y que me alejó de ti- cerró sus ojos con fuerza, ya no quería llorar.
El recuerdo era tan vívido en su memoria, que se encontró de nuevo en la casa de sus padres, mientras era observada por las cuatro mujeres más importantes de su vida, intentando entender el doloroso destino que le tocó vivir.
Él no sabía que decir, el golpe de realidad que recibió, fue terriblemente doloroso.
-Ahora comprendo...- Mencionó pensativo -Por esa razón te desmayaste cuando fui por ti y mi madre hizo todo lo posible para detenerme, al evitar que te llevara conmigo a Fanelia, otra vez- comentó abrumado al saber la verdad o parte de ella -Esto es muy injusto, muñeca- asintió -No puedo vivir sin ti- le besó el cabello -¿Por qué no me lo dijiste?-
-Porque era consciente de que invocarias a los dioses para acabar con ellos, al haberse entrometido en lo nuestro- aseguró, soltando al fin, todo aquello que se había guardado por tanto tiempo - Tú eres capaz de hacer eso y mucho más, con tal de que estemos juntos-
-En eso no te equivocas- pensó un momento - Pero no tiene sentido, Denisse...- la abrazó contra él -¿Cómo fue que tú volviste aquella vez?-
No entendía nada, ya que él, no tenía ningún recuerdo de ese entonces. Sólo sabía lo que ella y su madre le habían contado sobre como el Señor de la Oscuridad y la Diosa del Mar, jugaron con el destino de ambos.
-Esa es la parte graciosa- rió, limpiando sus lágrimas. Nunca había llorado tanto en su vida -La Dama del Caos no quería nada a cambio- lo miró a los ojos riendo a carcajadas -Le alcanzó con castigar a su hermana y a su esposo- él rió con ella -Pero aún así, el pacto con la Diosa del Mar está hecho. Cualquier alma es valiosa para ella, si yo me atrevo a romperlo- se miraron a los ojos sin decir nada, por unos cuantos minutos -Perdóname por no habértelo dicho antes-
-No importa. No tengo nada que perdonarte- le robó un pequeño beso después de acariciarle el cabello -Mi consuelo, es que al menos, fuimos felices mientras estuvimos juntos-
-En eso estoy de acuerdo- suspiró aliviada, después de quitarse ese gran peso que cargaba en su alma -Siempre seras mi mejor amigo-
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