Brujas Rojas
Tuvieron un fugas y hermoso encuentro de amor, como tantos otros a lo largo de los años. Ahora estaban allí, sobre la barca, contemplando el firmamento nocturno que fue testigo de todo ello. Desconocían que les deparaba el futuro como los seres literarios que ahora eran, pero no por esa razón, desaprovecharían el momento para estar juntos. Aunque él, era un hombre casado y su amor prohibido, ante el mundo y los dioses.
-Estás temblando- la muchacha entre sus brazos temblaba muchísimo -Enfermarás-
La besó en la sien, abrigándola con una frazada que extrajo de un gabinete secreto.
-Yo siempre tengo frío y lo sabés - mencionó, apoyando su mejilla en su pecho -Me encantaría ser como Gaia en ese sentido-
-Lo sé, preciosa- la apretujó contra él -Pero el agua estaba helada, no tendríamos que habernos lanzado al lago- el cabello de ella estaba reluciente bajo la luz de la luna -Aunque fue...- se detuvo un momento -No puedo ni siquiera describirlo- Ella rió. Fue un momento muy erótico para ambos -Me preocupa que enfermes-
-Estaré bien- lo besó en los labios -Lo juro- levantó sus ojos para verlo -¿Cómo creés que estén Keilot y Gaia?-
-No lo sé- le acarició el cabello -Tu hermana estaba muy molesta, ¿Tienes alguna idea del porque?-
-Si- suspiró con tristeza -Porque conoce el final de esta historia- cerró sus ojos escondiendo su rostro -Al igual que yo-
-¿Qué significa eso?- ella no respondió -Dea, mírame-
-No, Lai- no quería verlo -Si te miro, descubrirás la verdad y es mejor que la historia siga su curso-
Abrió sus ojos de golpe, que se volvieron completamente blancos y vacíos. Otro oráculo había llegado a ella.
-¡Dioses! ¡Odio esto!-
Él sabía, perfectamente, como las visiones alteraban la mente sino sabias controlarlas. Comenzó a vestirla como si fuera una niña, mientras era presa de esa visión. Para luego, remar hasta la orilla después de colocarse sus ropas.
-En busca de otras alas que te ayuden a cruzar con plomo en los bolsillos-
Cantó, caminando sobre una tapia, mientras él, sostenía su mano para que no cayera.
-No cantes esa canción- dijo con cara molesta -La odio- murmuró.
-Ay- exclamó a todo pulmón, ignorando su reclamó -No le hagas caso al barquero, que en volandas no te llevará si le faltan los besos- se detuvo para abrazarlo del cuello y besarlo en los labios -¿Por qué estás tan molesto?-
-No estoy molesto- abrazaba su cintura mirándola a los ojos -Voy a matar a ese soldado- sus expresiones, representaban la frialdad en persona -Él no va a acercarse a ti-
-Keilot...- lo aferró del rostro con ambas manos -A veces, tienes que permitirme luchar mis propias batallas- él negó con la cabeza.
-Nunca- declaró sin titubear - Tú eres lo único que tengo- ella arrugó su entrecejo -Y nuestros hijos, en nuestro mundo- una pequeña sonrisa se asomó por sus labios -Pero ellos ya son adultos y tienen sus propias vidas- parecía un niño hablando así -Ahora, lo único que tengo, es a ti-
-Eso no es cierto y lo sabés- volvió a besarlo -Pero no es el momento para hablar de eso- la bajó al suelo -Llegamos a la casa del herrero. Por cierto, tienes que prestarme dinero para pagarle-
Cruzaron la calle y golpearon la puerta delante de ellos. Él le daría hasta el último centavo, aunque no se lo pidiera.
-Seth...Es el lengua de brujo- pronunció en trance, siendo llevada en brazos, al llegar a la orilla -Y Dante...Es el mago con corazón de tinta- miraba la luna como recibiendo un mensaje de ella -Elliot...Es el dragón blanco y Denisse...El sacrificio-
Caminaba con ella hacia el bosque y la sentó en una rama cercana, hasta que el oráculo, finalizara.
-¿Quiénes son las brujas rojas, preciosa?- preguntó con cautela.
-No lo sé...- cerró sus ojos una vez más -El cometa del ayer...En unos días llegará- fue lo último que dijo -Tener visiones es horrible- sus ojos volvieron a la normalidad -¿Cómo puedes tolerarlo?-
Llevó una mano a su cabeza. Le dolía muchísimo.
-Tengo visiones desde que tengo memoria- sonrió al verla bien -Duele al principio, pero con el tiempo, mejorará-
-Eyra nunca tuvo visiones dolorosas, en cambio, Denisse sí-
-Porque sus poderes son diferentes-
-Lo sé...- miró la luna, pensativa -¿Me acompañas a la posada?- él asintió -No, mejor no. Es una mala idea, tu esposa está esperándote en el castillo, luego tendrías que volver aquí y tardarías mucho-
-Eso no importa- la bajó de la cintura con cuidado -Edgar está rondando cerca- la abrazó por los hombros y emprendieron su andar -Creo que está interesado en ti, pero no como lo hace con cualquier otra sacerdotisa-
-Él no puede lastimarme, Lai. No seas paranoico- lo besó en la mejilla -Tienes que entender que puedo defenderme sola-
-Eso jamás pasará-
En otra parte del reino, en un pequeño pero alto tejado sobre una posada, una joven ninfa, miraba todo desde allí. Quería estar sola para aclarar su mente y pensar en todos los sucesos que habían acontecido, desde que fueron arrastrados al libro.
-Me avergüenzo de ti, Denisse- se regañó a ella misma, como siempre -Nunca más borrarás esa imagen de tu mente, por ser cómplice de las las locuras de tu madre- sonrió, mirando la luna -Aunque, fue divertido- rió sola.
-¡Aquí estás!- exclamó, terriblemente agitado -¿Por qué desapareciste así, muñeca?- cuestionó, sentándose a su lado.
-Soy Denisse- mencionó seria -Elliot, ¿Qué hacés aquí?- se sentía abrumada -Me fui de la habitación para estar sola. Dime a que viniste y lárgate-
Él apretó su mandíbula y cerró sus manos en puños.
-¿¡Por qué estás tratándome así!?- su temperamento salía a flote como si nada -¿¡Qué fue lo que hice ahora!?-
-No quiero estar cerca de ti, es todo-
No lo miraba y esas palabras, acabaron con lo poco que quedaba de él.
-¿Por qué?- murmuró, consternado.
- Tú sabés porque-
Contestó, mirando más allá del bosque. Un resplandor rojizo había llamado su atención.
-Si te refieres a lo que pasó entre nosotros en el bosque, yo...-
-No- lo interrumpió, abruptamente -No me refiero a eso, Elliot. Los dos fuimos conscientes de que lo necesitabamos- al fin volteó a verlo -Pero si esto continúa...- él la besó, sin previo aviso.
-Basta- susurró, mirándola con tristeza -Basta, muñeca- le acarició el pómulo con su pulgar.
-Quiero irme a casa- confesó, bajando la guardia -No quiero estar aquí. Estoy cansada de tanta magia en mi vida- apartó su rostro de él -Cada vez que eso ocurre, algo malo sucede...Como la última vez- ese destello se hacía cada vez más intenso -Yo era una simple mundana hasta los diecinueve años y ahora, ya no más-
-Lo lamento- intentó acariciarla, pero ella, se apartó -Pero esta es tu vida, Denisse. Tienes a tus padres, tus abuelos, tus tíos y a mi. Nada es normal en ella y lo sabés-
-No- se incorporó -En eso te equívocas, ya no te tengo a ti- Limpió su vestido. Él no respondió, tan sólo, la miraba -Elliot, sabés algo...- volvió a sentarse a su lado un poco más tranquila, después de unos minutos -Cuando te volví a ver en el parque, ya no dolías- comentó sería -Y fue la mejor sensación del mundo- sin darse cuenta, le había pegado en su punto débil -Pero ahora, después de lo del bosque, volvió a doler- abrazó sus rodillas.
-Nunca dejará de doler- descansó su frente en la sien de ella, cerrando sus ojos -Te juro que estoy intentando vivir sin ti...Pero no puedo- tragó el dolor que sentía en la garganta y que le quemaba el pecho -Amo estar en Fanelia, me encanta estar en Shamballa, pero odio estar lejos de ti-
-¿Qué es eso?-
Señaló hacia el bosque. No quería seguir hablando de lo mismo.
-Creo que es un aquelarre- explicó mirando en la misma dirección -Según escuché, allí viven las brujas rojas-
-¿Brujas rojas?- cuestionó perdida.
-Si, brujas rojas-
Respondió una figura encapuchada detrás de ellos, que la señaló y desaparecieron ambas en el aire.
-¡Denisse!-
Gritó desesperado, poniéndose de pie. Lo único que se escuchaba, era la risa histérica y burlona de una mujer.
Pero esa misteriosa figura, no imaginó que la hechicera de la luna oculta bajo sus ropas de sacerdotisa y acompañada de un vidente milenario, vestido de barquero, lo vieron todo al llegar.
-Hola, buenas noches- abrió la puerta un joven de cabellos castaños claros y ojos del mismo color -Señorita Gaia- murmuró anonadado, mirándola -¿Qué hace aquí? Ya es muy tarde-
-Hola, Jordy- él era el hijo del herrero -Lo siento, pero quería ver a Hada y además, pagarle a tu padre-
No había notado al príncipe malhumorado detrás de ella, hasta que tosió falsamente.
-Milord- se inclinó abrumado -Lo siento...- tenía la cabeza gacha -¿Viene a ver a mi padre?- preguntó.
-¿Tu padre?- no entendía la pregunta.
-Si, su prometida, la princesa Alejandra, estuvo esta mañana aquí, hablando con mi padre sobre sus anillos de boda- explicó nervioso -Ella dijo que usted vendría verificar el trabajo-
-¿Anillos de boda?-
Miró a la chica que le daba la espalda. Si estaba molesta, ahora lo estaba el doble. Por suerte, no podía ver su cara y sabía disimularlo bien.
-Jordy, ¿Puedo pasar?- le sonrió coqueta al muchacho.
-Si, claro. Espera un momento- volteó -¡Padre!- gritó al interior de la casa -¡Padre! ¡El príncipe esta aquí!-
Un trote se sintió por todo el lugar y un hombre gigantesco, apareció delante del portal. Era fuerte y pequeñas quemaduras adornaban sus brazos. Sus ojos eran claros, su cabello rubio y una tupida barba adornaba su rostro.
-Milord- se inclinó delante de él -Adelante, es un honor para mí tenerlo aquí-
-No es necesaria tanta formalidad- acotó serio cuando el hijo de este, tomó la mano de ella y la arrastró a otro sitio -Su hijo me comentó que Alejandra estuvo aquí-
-Si, así es- respondió gustoso -Venga conmigo- por suerte siguieron el camino de ellos -En este mismo momento, me encuentro trabajando en el pedido-
Llegaron a un taller muy bien equipado con herramientas de todo tipo y él, se paralizó. La aventurera, más bien, su hermosa alquimista, uno de los amores de su vida, se encontraba sobre ese animal que había salvado, escuchando su respiración, mientras lo abrazaba con sus ojos cerrados. La criatura, se encontraba en el suelo, esforzándose por respirar.
-Lo siento mucho, Gaia- dijo el muchacho, mirándola -Está muy débil, no creó que pase esta noche-
-No- limpió una lágrima que escapó de su ojo -Ella va a vivir- acotó con firmeza -Los golpes que recibió, no fueron tan duros. Es otra cosa, lo sé- caminaba de un lado a otro hecha un manojo de nervios, intentando pensar -Un animal, no puede colapsar así porque sí en la calle- comenzó a revisarla con desesperación -Ella no va a morir. No la perderé como perdí a Calep-
Su ave arcoiris de la luna, el primer regalo que recibió de Keilot, había muerto de una extraña enfermedad que ella no pudo curar.
-Gaia, amor...- él se acercó a ella con cuidado -No puedes salvarlos a todos- intentó detenerla, pero se alejó.
-Si puedo y déjame en paz- revisaba al animal, meticulosamente -¡Jordy!- se acercó al joven ignorando al príncipe -Cuando yo la traje aquí, apenas podía moverse, ¿Qué pasó después?- tomó las manos de él con fuerza.
-Pues...Bebió un poco de agua y luego, se recostó en el suelo sin querer levantarse, aunque se lo insistí varias veces- miró al animal -Sus patas no respondían, parecían paralizadas-
-¿Paralizadas?- repitió lo que él dijo y se iluminó -¡Eres un genio!- lo abrazó por la emoción que sintió -¡Es parálisis por garrapatas!- corrió hasta el equino al soltarlo -En ciertos animales, la picadura de una clase de garrapatas hembras, provoca una reacción inmunológica por culpa de una tóxina que el parásito posee en su saliva- rebuscaba entre las clinas del animal -Causando los síntomas que ella tiene-
-¿Cómo sabe eso?-
Cuestionó el herrero en voz baja junto al príncipe.
-A veces ni yo lo sé- respondió él, mirándola con adoración -Su inteligencia es lo que más me gusta de ella-
-¿Perdón?- volvió a hablar.
-Nada- volteó a verlo -¿Puede mostrarme los anillos?-
Cambió de tema, fingiendo interés en el pedido de su prometida.
-¡Aja! ¡Aquí estás maldita!- exclamó, al encontrar a ese enorme ácaro en la oreja del caballo -Necesitó algo para quitarla- miró alrededor y se encaminó al herrero -Disculpe, señor McPhele, ¿Me prestaría eso?- señaló una pinza que él tenía en el bolsillo de su mandil.
-Claro, aquí tienes, linda- le entregó la herramienta -Como le decía príncipe...- él no lo escuchaba, miraba lo que estaba haciendo la aventurera -¿Príncipe?-
-Disculpe- caminó hasta ella -¿Qué pasa, bonita?-
Preguntó, ya que ella observaba la oreja con duda.
-Gaia- corrigió -¿Podrías quitarla tú?- suplicó con sus hermosos ojos avellana -Le dolerá y no quiero hacerlo-
-Yo puedo hacerlo- se ofreció el otro joven.
-No, yo lo haré- dijo serio -Ve con tu padre- él obedeció. Le quitó la pinza de sus manos -¿Lista?-
-Nací lista-
Abrazó el cuello de su amiga para tranquilizarla, mientras él, procedía con la extracción de la garrapata.
-Melodía de la bruma de la mañana- mencionó, apuntando un florero -Lo ven, nada ocurre- indicó -No entiendo-
-Yo tampoco puedo usar la alquimia- intentó transmutar y nada pasó.
-Esto no tiene sentido- dijo la esposa de este último -Nosotras vimos como usaron magia y alquimia cuando se enfrentaron a los soldados-
-Eyra tiene razón, nosotras...- se interrumpió -Algo está pasando afuera...- se puso en alerta. Seguía siendo una cazadora a pesar de parecer una bruja -¡Afuera! ¡Ahora!- abrió la ventana en el cuarto donde estaban -¡Elliot!-
Llamó a su hijo que aferró su mano y la subió con él al tejado. Por otro lado, los demás, salieron del cuarto para contemplar la escena desde abajo.
-¡Alguien se llevó a Denisse!- estaba histérico -¡Apareció de la nada y se la llevó!-
-¡Tranquilo, hijo!- lo tomó de los hombros -Tranquilo la...- abrió sus ojos al percibir algo -¡Abajo!-
Lo arrojó al suelo cuando un disparo de energía rozó sus cabezas.
-¡Lai! ¡Ahora!-
Se escuchó una voz debajo y él se materializó junto a ellos, con Denisse en sus brazos.
-¡Levántense!- ordenó firme -¡Ten esto!- le entregó la joven al muchacho -¡Ivi! ¡Lanza una daga detrás de esa chimenea!-
Ella se incorporó y así lo hizo. Un cuerpo cayó a plomo desde allí, hasta los simientes del edificio.
Las personas debajo, se acercaron y su prima, le quitó la capucha que le cubría el rostro.
-Es una bruja- murmuró ahogada. Esa mujer era horrible, su cara era espantosa y deforme -Una bruja roja-
La bruja abrió los ojos de golpe y la atacó, pero una bola de fuego, la apartó al instante.
-Un corazón de tinta- dijo con la voz rasposa -Un mago poco común- él se encontraba delante de su esposa, protegiéndola -Devuelvanme a la ninfa-
-No- respondió él -No te la llevarás-
-Si, lo haré, así tenga que matarlos- se abalanzó sobre ellos, pero un rayo le atravesó el pecho, electrocutandola -Maldito lengua de brujo- mencionó recompuesta, enviándole un embrujo que él esquivo -Eres el único que puede matarnos, al igual que él y las brujas del bosque- señaló a las personas en cuestión.
-Ese es lo que tú creés- su esposa, la apuñaló por la espalda -No somos brujas, somos mejores que eso y a la ninfa, no te la llevarás- quitó su espalda del pecho de su rival -Elliot, ya sabés que hacer-
Él la congeló y con un solo movimiento de su mano, la hizo pedazos al presionar su puño.
El momento de conocer al enemigo, había comenzado.
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