Ave azúl y pétalos rosados
Salió de la posada en completo silencio, después de la revelación que tuvo a causa de las palabras de su hermana. Sólo tenía que recordar.
Su vida dentro de esas páginas, era un caos. Después de años de tranquilidad, todo volvía a desmoronarse, como siempre. ¡Maldito destino! ¡Malditas princesas de la oscuridad! Gritó, su turbada mente, llegando al bosque que rodeaba a ese extraño reino.
-Bueno, basta de ser tan drástica, Gaia- se regañó así misma -Es obvio que estás exagerando- aseguró, subiendo a un árbol -Bien...- dijo en un suspiro -Sólo queda esto por hacer-
Expulsó todo el aire de su sistema, por última vez. Juntó sus manos y su cuerpo se cubrió completamente de círculos de transmutación azules. La luz era extraordinaria y no sólo eso, el poder de su alquimia era increíble. Cuando sintió que la energía era más que suficiente, las separó y entre ellas, se transmutó una pequeña gema de color azul que levitaba como mecida por el viento. Era una piedra filosofal, una muy peculiar, pero lo era. La miró satisfecha y la sopló, alejándola de ella, que se hundió cada vez más en lo profundo de ese bosque.
-¡Gaia!- exclamó su esposo en la base del árbol -¿Estás bien?- ella no lo miraba, su vista estaba fija en la pequeña luz, mientras se sostenía de pie en la rama más alta de la copa -Amor, te estoy hablando- él llegó a su lado y la abrazó por detrás, descansando su frente en la nuca de ella -¿Estás bien?- repitió -Te fuiste de la posada, un tanto impactada, hasta aquí-
-Keilot- la luz, al fin, se perdió -Necesito que me prometas algo- no volteó en ningún momento -Jamás rompes una promesa y estoy segura que la cumplirás-
-Dime y según lo que sea, sabés que lo haré- respondió sin dudarlo.
-Lo harás- ambos se sentaron en aquel lugar - Prométeme, que pase lo pase, el día que el cometa llegue, harás todo lo posible para salvar tu vida y la de los demás- frunció el ceño con expresión seria.
Una sonora carcajada salió de él y le besó la sien, muerto de ternura. Lo que ella le pidió, era una obviedad.
-Gaia- susurró su nombre en su oído -Es lógico que voy a mantener a todos a salvo- le acarició la mejilla con su nariz -Te mantendré a salvo, amor- ella sonrió -Lo prometo. Nací para salvarte- volvió a susurrar -Ahora, quiero la verdad...- se apartó y ella, volteó a verlo -¿Quiénes son las princesas de la oscuridad? Dea y tú, lo saben-
-Victoria y Alejandra- Contestó sombría - Tú estabas ahí, escuchaste mi conversación con ella-
-¿Hay algo más?- negó con la cabeza, sin apartar la mirada -Gaia...- Suspiró. Era un hábito en él, últimamente - Dime la verdad, bonita-
Le acarició la mejilla con el dorso de su mano.
-No es nada, Keilot- sonrió, entristecida - Tengo miedo de no volver a casa-
-Volveremos- aseguró. Dando por finalizada la cuestión - Ví lo que hiciste al llegar aquí-
-Fue genial, ¿No creés?- cuestionó con alegría y se sentó sobre su regazo -Era una piedra filosofal-
-Era azul- la besó en la mejilla cuando la tuvo cerca, asintiendo -¿Cuál es el plan?-
Jugó con uno de sus rizos, esperando la respuesta.
-Quiero que sigas la luz-
-¿Qué siga la luz?- ahora sí, estaba confundido.
-Si, que sigas la luz- reafirmó.
-No entiendo, Gaia- apretó sus labios en una pequeña línea -No entiendo-
-La luz en la oscuridad, quiero que sigas la luz en la oscuridad- él seguía sin comprender y ella, rió -Si, Keilot. Quiero que sigas la luz en la oscuridad-
-Bien, creo que al fin te entiendo- le hizo cosquillas. Le encantaba escucharla reír -Tu alquimia es la luz en la oscuridad-
- ¡Basta!- le apartó las manos entre risas -Y así es, soy la luz en la oscuridad- relajó su cuerpo, al fin -Te prometo que ese día sabrás que hacer- abrazó su cuello -Ahora... Cállate y bésame- exigió.
-Ni siquiera estoy hablando- respondió, fingiendo ofensa -Pero, si es lo que quieres, eso tendrás- la besó como siempre lo hizo, con todo el amor que sentía -¿Qué es eso?-
Preguntó consternado, al separar sus labios y señalar detrás de ella.
-Por todas las fuerzas de la naturaleza- susurró impactada -Es mi luz-
Estiró uno de sus dedos, señalando a un pequeño pajarito azul que se posó en él.
-¿La piedra filosofal se convirtió en un ave?- su esposo estaba tan impactado como ella -Por todos los dioses, Gaia. ¿Qué clase de alquimia es está?-
-Soy una hiladora de vidas...- contestó, mientras el pequeño animalito se alejaba de su dedo y volaba lejos de ellos -Eso explicaría el porque es un ave, ahora-
-Y la luz que yo tengo que seguir- la estrechó entre sus brazos -Eres grandiosa-
-Si, pero Dea lo es más-
Un pequeño pétalo rosado que emitía un leve destello, cayó en la palma de su mano, mientras ambos contemplaban el inmenso bosque y las montañas que se cernían a lo lejos.
En el centro de aquel mágico y enigmático reino, todo era silencio. Ni un alma se percibía alrededor aquella noche. Pero eso, no era del todo cierto, una errante hechicera, enfundada en un encantador traje de sacerdotisa, caminaba por las calles con mil y un cavilaciones en su mente. La suerte estaba echada y ya no había vuelta atrás. Lo que haría esa noche, sería el primer movimiento contra las princesas de la oscuridad.
-¿Qué hacés aquí, Lai?-
Se detuvo de golpe al llegar a su destino y verlo frente a ella, con sus brazos y piernas cruzadas, descansando su cuerpo en la enorme fuente del lugar. Ese era el centro del mismo.
-Esperándote- sonrió de lado, observándola con sus bonitos ojos -Bien, preciosa...- se acercó, como si se tratara de una presa -Tú y yo sabemos que algo me escondes...- ella apretó sus labios. Jamás podía esconderla nada a ese hombre -Tiene que ver con Victoria y Alejandra, ¿Verdad?-
-Si, ellas son ya sabés quién o al menos, tenemos la cerveza con Gaia de que lo son- se relajó y descansando sobre sus hombros su extraño báculo -Tengo que hacer algo para proteger a las personas de este reino y a ustedes, Lai-
-Lo sé- besó su nariz -Todo se volverá un caos, ¿No?- ella afirmó en silencio -Bien, has lo que tengas que hacer- sonrió, orgulloso e hipnotizado - Eres preciosa...- Su traje de sacerdotisa, le daba un aire inocente que, ella jamás tuvo bajo la luz de esa luna menguante -Siempre lo fuiste y lo serás-
Le aferró la cintura con uno de sus fuertes brazos y se mordió el labio, contemplándola.
-No me distraigas, Lai- intentó apartarlo -Necesito hacer esto y te prometo que luego te daré toda mi atención-
-Bien...Bien- la soltó con desgano -Me apartaré unos metros- señaló con la mano extendida detrás de ella -Deja de mirarme así- la apuntó con su dedo -Te lo advierto-
Esa mujer lo seducía con la mirada, pero él, la encantaba con su voz. Era palpable el magnetismo que existía entre ellos.
-No caigas en la oscuridad y en la tentación, Lai- hacía gestos para no reír -Nunca caigas en la oscuridad- le acarició el rostro y se apartó -Ahora, si me permites-
Se dirigió hacía fuente y comenzó a escalarla. Necesitaba estar en un lugar alto para conjurar. El reino de Heiden era inmenso, mucho más grande que Gerd, por esa razón, necesitaba concentrarse para realizar aquel mantra.
-¿Por qué no te transportaste hasta allí?-
Preguntó él, con gracia, viendo lo difícil que se le hizo subir a la cima de aquella fuente.
-¡Cállate! ¡No te burles de mí!- respondió molesta -¡Gracias por ayudarme!- refunfuñó.
-Un placer, amor mío- le guiñó un ojo.
-Maldito vidente...- negó con la cabeza, acercando sus manos y produciendo destellos rojos, casi borgoñas, entre ellas -Por eso te adoro- él le lanzó un beso y ella, entrecerró los ojos. A veces, era condenadamente molesto -Almas errantes y perdidas, vagabundas de este mundo y de otros...- recitó, acumulando energía en sus palmas. Su magia era oscura, poderosa y letal -Búsquenme en las sombras, los ayudaré...A conquistar sus almas este anochecer...Junto a mí podrán terminar el hechizo que los protegerá-
Lanzó la bola de energía al firmamento, creando en él, un enorme sello de protección mágico sobre todos los habitantes de ese reino. Pero no sólo eso, ese mismo sello, fue implantado en la mano izquierda del hombre con ella. Sin que él pudiera preverlo, lo había hechizado.
-Dea, ¿Qué es esto?- preguntó con pánico, transportándose a su lado -¿Qué hiciste?- miró su mano, atónito.
-Es para que no caigas en la oscuridad, Lai- mencionó con un gesto extraño en su rostro - O al menos, para que luches contra ella. Las princesas de la oscuridad, son muy poderosas-
-Ya me dijiste eso- aferró sus hombros para que lo mirara de frente -Nunca caeré en la oscuridad, soy un vidente- descansó una de sus manos en la mejilla de ella -La oscuridad no puede afectarme-
Con un tenue movimiento, le apartó el cabello tras la oreja.
-Bien, entonces... No dejes que siembren la oscuridad- tocó con sus dedos el sello en la mano de él -¿Me lo prometes?-
-Siempre, no dejaré que la oscuridad nos rodeé y tampoco que llegue a tí- le quitó una pequeña hoja que aterrizó con delicadeza en su cabello -¿Hay otra cosa que quieras decirme?- movió su cabeza en negativa - Bien - se rindió. Ella no iba a soltar una sola palabra más -¿Ahora están lloviendo flores?- cuestionó, observando el objeto en su mano y ambos miraron hacia arriba, donde una delicada lluvia de pétalos con leves destellos rosados, caían desde el cielo -¿Cómo haces cosas como estás?- una risita traviesa salió de ella.
-No lo sé- aseguró -Siempre suceden este tipo de cosas a mi alrededor- levantó sus hombros con indiferencia -Culpa a la magia por esto-
-Eres increíble-
No sé resistió y juntó sus labios en un hermoso beso.
Lejos de ellos, en una humilde posada, una pequeña ninfa no daba indicios de volver a dormir, al menos, por esa noche.
-Elliot- Susurró por lo bajo, acariciándole entre los ojos -Elliot... Despierta- Susurró una vez más.
-Hola, muñeca...- respondió entre sueños y una leve sonrisa -¿Estás bien?- le tocó el cabello con un dedo.
-Si, gracias- los ojos azules de él, parecían brillar por la leve lumbre de la velas -¿Tú cómo estás? ¿Te duele?- miró su torso con cautela.
-No, ya no- se incorporó con cuidado - ¿Sabés?- estaban solos en la habitación, podían hablar tranquilos - Recordé todo-
-¿Recordaste todo?- no entendía de que estaba hablando -¿A qué te refieres?-
- Recordé cuando el mar te alejó de mí- aclaró estoico - Recordé todo, Deni-
-Pero eso no es posible, Elliot- tomó asiento en la cama frente a él -No es posible, según mamá, si tú recordabas algo es porque...- se detuvo -No puede ser...-
Una idea descabellada atravesó su cabeza, al interrumpirse.
-¿Qué estás pensando?- cuestionó él.
-Elliot, nosotros llegamos aquí, porque alguien encantó ese libro- respondió -Y eso tiene que ver, con el mismo ente que me alejó de tí en ese momento o al menos, otro ser con un poder similar- miró su cuerpo - Sólo, mírame... Soy la misma de aquella vez-
-¿Tú creés que esto sea obra de la Diosa del Mar?- volvió a preguntar.
-No lo sé... No lo creo...- pensó un momento -Pero el libro estaba escrito en letras nornir y además, nuestras enemigas son las princesas de la oscuridad. Es probable que sean ellas-
Pensaron un poco más, pero ninguno de los dos tenían respuestas.
-El hechizo...- dijo él -El hechizo o el pacto que tenías con ella, la Diosa del Mar, se rompió- un pequeño dolor de cabeza, lo invadió -Algo o alguien, deshizo el pacto entre ustedes. Es la única explicación que tenemos sobre esto- ella asintió en silencio.
-Esto es parte de un hechizo divino- aseguró al fin y se arropó en la cama a su lado -Sea quién sea...- volteó a verlo. Él estaba inerte. No quería tocarla -Le debemos mucho-
Tocó con cuidado ese maltrecho rostro, consecuencia de tratar de defenderla de las brujas rojas. Él no dijo nada, sólo se dejó llevar por la ternura de esa pequeña ninfa y la estrechó contra su cuerpo, jurándose a sí mismo que, nadie, nunca, jamás, la alejaría de su vida, otra vez.
-Bien, ¿Cuál es el plan?- Cuestionó el padre del muchacho a los demás, que estaban con él en el pasillo, escuchándolos -Ellos quedan fuera de esto-
Señaló la puerta y la selló por fuera con un hechizo.
-El sueño del gigante-
Pronunció su mejor amiga. Era un hechizo de sueño.
-¿Cuánto tiempo estarán dormidos, Eyra?- preguntó su prima, mirando la puerta -Elliot tiene resistencia a ciertos hechizos por el poder que comparte con Zafira, esto es inútil en alguien como él-
Ella iba a responder, pero la interrumpieron.
-Ivi, Zafira no está aquí- respondió, su amigo alquimista -Ahora él es el dragón, esa ley, no se aplica aquí- estaba preocupado -Hoy casi muere al ser atacado. No podemos permitir que vuelva a pasar algo así- pronunció, dando por zanjado el tema.
En un silenció turbio y espeso, caminaron por ese largo pasillo sin mirar atrás. Había muchas cosas que pensar.
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