El aire en la casa de subastas vibraba de expectación. Coleccionistas, historiadores y anticuarios, todos ansiosos por hacerse con la siguiente posesión preciada, se peleaban por conseguir un lugar. En medio de la cacofonía de ofertas y susurros, un tomo encuadernado en cuero desgastado, con la cubierta adornada con intrincados símbolos, permanecía inadvertido en un estante polvoriento. Era como si el libro mismo contuviera la respiración, esperando pacientemente el momento en que se reconociera su verdadero valor.

El subastador, un hombre con una voz resonante y un brillo travieso en los ojos, anunció el lote con un gesto elegante. "Y ahora, damas y caballeros, llegamos a un artículo bastante curioso, un libro de origen desconocido. Parece ser bastante antiguo, y la inscripción en su cubierta es ciertamente intrigante, aunque su significado sigue envuelto en misterio".

Se hicieron algunas ofertas tibias, pero la mayor parte de la sala permaneció indiferente. El libro, con su cuero gastado y su tinta descolorida, parecía mundano comparado con las joyas relucientes y los artefactos invaluables que se habían subastado antes. Pero algo en el tomo atrajo a Metias, un joven erudito con pasión por las lenguas antiguas y el saber olvidado, hacia él. Sintió una atracción magnética hacia el libro, una sensación de que contenía secretos que esperaban ser desvelados.

Se había topado con la subasta por casualidad, atraído por la promesa de artefactos históricos raros. Sin embargo, el libro parecía ser el verdadero premio. Sus símbolos enigmáticos, aparentemente grabados con un idioma antiguo, lo fascinaron. No podía quitarse la sensación de que este libro era más que una reliquia; susurraba sobre conocimiento olvidado, sobre una historia que esperaba ser reescrita. Cuando el subastador anunció una oferta final baja, Metias decidió arriesgarse. Levantó la mano, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La sala quedó en silencio, todas las miradas se volvieron hacia él. "Cinco mil", dijo, con voz temblorosa pero resuelta.

El subastador, sorprendido, miró a Metias con una pizca de diversión. —Cinco mil, ¿oigo seis? —preguntó, con la voz llena de expectación.

La sala permaneció en silencio, pero Metias podía sentir la intensidad de la mirada en su espalda. Los otros postores, que inicialmente habían desdeñado el libro, ahora vieron algo en él que no habían visto antes. El libro, que antes había pasado desapercibido, de repente se había convertido en el centro de atención.

Metias, sin embargo, sintió una sensación de alivio. Había conseguido el libro, incluso si eso significaba pagar un precio superior. Estaba decidido a desvelar sus secretos, a desentrañar los misterios ocultos en sus páginas. Cuando terminó la subasta, se acercó a la mesa donde estaba el libro. La cubierta de cuero se sentía fresca y suave bajo sus dedos. Lo abrió con cuidado, sus ojos recorriendo la intrincada escritura de sus páginas. La escritura no era una que él reconociera, pero la familiaridad de los símbolos, la forma en que parecían fluir juntos, lo llenaron de una sensación de emoción.