Todo se va al carajo
El sonido insistente del teléfono despertó a un muy resacado Altaír, quien gimió por lo bajo para tomar el dispositivo y apagarlo, cuando un quejido al otro lado de su cama le hizo fruncir el ceño, y esa acción se sintió como miles de agujitas siendo clavadas en su cráneo y detrás de sus ojos. A su lado estaba un joven, no recordaba cómo había llegado hasta ahí, con él, pero era seguro que no había sido algo casto, los condones desechados en el suelo le decían que lo había jodido de manera literal, y por la cantidad, habían sido muchas veces.
Con la mano temblorosa tomó el teléfono y contestó, para su martirio era su padre, aquella mañana estaba siendo una de las peores de su vida.
—¡Qué pretendías muchacho estúpido al emparejarte con Arslan Lonesco!, ¿Es que no me has avergonzado lo suficiente?, es tanto tu odio que tenías que reclamar a un maldito, a un Lonesco, al único ser al que nunca debiste de conocer, —Altaír tuvo que separar el auricular de su oído o estaba seguro de que su cabeza explotaría.
—¿Por qué te importa que yo quiera estar con él?, me separé de la familia, renuncié a tu control. —Altaír se movió lo más despacio para levantarse, mientras su mirada recorría ese cuerpo a su lado, no, no lo recordaba, él tipo debería ser alguien que acompañó a alguna manada, su ropa era cara, y su piel se veía cuidada, era muy distinta a la piel suave pero trabajada de Ari, y con solo recordar al muchacho, un espeso nudo se asentó en su estómago agriándolo y provocándole arcadas.
—Me importa porque sigo vivo, me importa porque eres una decepción y ahora tu madre ha tenido que tomar tranquilizantes para evitar una crisis, —la voz llena de acusación sonaba detrás del teléfono.
Altaír por fin se levantó de la cama, cubriendo su parte inferior con una sábana que estaba tirada en el suelo, alejándose para poder tener su estallido de furia en la privacidad de su pequeño estudio, aunque realmente el tipo estaba en un evidente coma, cerró la puerta despacio y se sentó en el mullido sillón de cuero.
—Mi madre ya tomaba tranquilizantes mucho antes de que yo diera problemas, y si mal no recuerdo, era para soportar tus malditas infidelidades, y escapar de su matrimonio fracasado que, a diferencia de mí, eso es tú fracaso no el mío, —Altaír sintió una malvada satisfacción al escuchar a su padre gruñir como un sapo asfixiándose.
—Muchacho ingrato y desconsiderado, te vas a arrepentir, —Altaír impaciente cortó la llamada, suspiró con furia, sintiendo la sangre hervir, salió lo más ruidoso posible, azotando la puerta y sin delicadeza alguna despertó al guapo hombre que yacía a su lado, este parpadeó confundido, pero Altaír le aventó su ropa, —¡hey!, vete, —el tipo se sentó y frunció el ceño, —¡qué jodidos!, —indignado y sin pedir explicaciones el tipo tomó su ropa y obviamente ofendido se vistió, azotando la puerta al salir, eso debió hacer sentir bien a Altaír, pero no fue así, se sintió sucio, vacío y se odio tanto.
Presuroso se retiró al baño, necesitaba lavarse, el olor a sexo en él era innegable para cualquiera que estuviera delante de él, daba gracias a que su piel no guardara marcas, esas solamente aprecian cuando jodiera con su pareja enlazada, así que estaba tranquilo, su piel recibió un duro trato, tallándola, evitó rasurarse para no verse en el espejo, no podía consigo mismo, ya que él y solamente él era el responsable y lo estaba pagando al sentirse una total y completa basura, su día empezaba y no de la mejor manera, ahora debería dirigirse a su empresa, después llamaría a la línea de brigadas, tal vez podría ser útil enviando víveres o empezando su formación como voluntario, ya se estaban firmando los tratados de paz pero reconstruir a las manadas y los países llevaría tiempo, nos sería fácil, algo, necesitaba hacer algo, lo que sea para no sentirse la porquería que ya era. Podría ser un pendejo, pero hoy se había graduado como un súper pendejo y eso no le hizo ni puta gracia.
Al salir de su bonita casa, Altaír no esperaba la ola de reporteros que le esperaban fuera, querían estos saber si los rumores eran ciertos, si él estaba comprometido con el joven Arslan Lonesco, y miles de preguntas sin sentido las cuales Altaír no respondió, prefiriendo meterse a su costoso auto y dirigirse a sus oficinas, en el transcurso de su viaje, Khalé Renning le llamó para saber sus planes e invitarle a comer. —tu padre me ha informado que planea retirarse a otra manada, —la voz de Khalé era sin emoción, —creo que no tomó bien el que te comprometieras con el alfa Lonesco, —Altaír miraba por el retrovisor para tomar otro carril, —mi padre es difícil de complacer, si no era por Arslan Lonesco de todas formas hubiera encontrado algo con lo que seguramente yo le hubiera decepcionado.
Altaír había terminado ya con eso de ocultar la pésima relación con sus padres, era suficiente.
—¿Tan mal están las cosas?, —Altaír pudo escuchar a su amigo presumiblemente subir sus piernas en el lujoso escritorio.
—Lo han estado desde hace casi veinte años, así que esto ya no es nuevo para mí, es tan malo que me he emancipado, sólo faltan algunas firmas y documentos y estará hecho y cómo puedes imaginar, no lo tomó bien, es como si nunca hubiera esperado a que yo renuncie a los privilegios que, según él, tengo gracias a su nombre, ridículo si recordamos que tengo dos carreras, tres masters, y me hice mi propio nombre en la industria, —Altaír estacionó su auto para poder hablar de manera cómoda.
—Lamento escuchar eso, imagino lo mal que lo has pasado todo este tiempo, —la voz de Khalé era comprensiva, pero Altaír no quería sentirse peor de lo que ya lo hacía, y menos quería escuchar alguna muestra de lástima por parte de sus amigos.
—Ya pasó, no lamentes algo, ya hemos crecido y las heridas se cerraron, —la voz de Altaír era segura, sin mucha emoción, y no era porque no lo sintiera, sino porque ya había pasado lo peor de su adolescencia lidiando en silencio y soledad sus propias batallas, nada les recriminaba a sus amigos que siempre le cobijaron haciendo un espacio en sus vidas para él.
—De todas formas, Dunhill, creo que sabes que estoy aquí y siempre seré incondicional, —Khalé era sincero y cálido, y Altaír le estaría siempre agradecido por ello.
—Gracias mono gigante, te veré más tarde, y tengo regalos para mis sobrinos, —Altaír miró en el escaparate las nuevas novedades en una de sus cafeterías favoritas, unos preciosos peluches de edición limitada para sus sobrinitos.
Con un bufido y un agradecimiento, Khalé desconectó la llamada, Altaír bajó para hacer sus compras, escogiendo un peluche para cada niño, siendo su sobrino favorito el dulce Froilán, también aprovechó para pedir un café negro, la barista, una linda leona le sirvió su pedido sin hacer comentario alguno, mientras que en las diversas pantallas se proyectaban los eventos del día anterior. Ahora la ciudad regresaba poco a poco a su ritmo tranquilo, pues las comitivas ya habían emprendido la marcha hacia sus manadas las cuales no habían emigrado, todas con planes para desarmamentar las fronteras y reconstruir las ciudades, ahora se avecinaba otro éxodo para que las manadas regresen a sus lugares de orígenes. La pantalla mostró la noticia del momento y para su pesar Altaír era parte de esa noticia, se anunciaba su relación con el alfa Lonesco, el barón de la estepa, el cambiaformas maldito.
Tomó un sorbo de su café y salió maniobrando los enormes peluches que de alguna manera le servían de escudo protector, saludando a los pocos que le reconocieron, y de alguna manera evitándolos, porque no quería entablar conversación alguna ni recibir cálidas felicitaciones.
No bien había terminado de acomodar sus obsequios en la parte trasera de su auto, cuando su teléfono sonó, era su madre, Altaír tuvo que ver dos veces la pantalla para cerciorarse, pues su madre rara vez le llamaba.
—Madre, —el saludo fue solemne, sin ceremonias ni afectos.
—Tu padre ha reservado vuelos para hoy, espero que estés feliz de hacerle molestar y que ese nuevo berrinche te traiga algo de paz, porque sinceramente no encuentro el propósito de semejante escándalo, —la voz de su madre era fría y sonaba indignada de igual manera.
—Bueno madre, yo también espero algo, —la mano de Altaír fue a su cabello y se lo pasó entre sus dedos, —que la manada que mi padre haya escogido, sea una en donde lleven sus criterios igual de estrechos, que los de él, —el guapo león soltó una risa fresca, —no, espera, ya no hay ese tipo de manadas y si las hay, no van a durar mucho.
—Altaír Dunhill estoy muy avergonzada.
—Madre, eso es algo con lo que he podido vivir, todos estos años, así que tal criterio ya está establecido, —Altaír escuchó como el teléfono era colgado, y sonrió sintiéndose libre.
Su día pasó entre concertar citas con otras empresas que querían los servicios de sus elegantes salones, reuniones con los gerentes de sus diversos negocios y en hablar por teléfono con un muy indignado Yelaím, mientras por dentro, el león compadecía a su amigo el malhumorado oso, quien una vez unidos tendría que lidiar con el intenso venado, en realidad decidió de manera malvada que disfrutaría cada minuto de ver aquella pareja chocar como dos planetas en colisión.
—¿Entonces es verdad que te vas a casar con Arslan Lonesco?, ¿estás seguro de saber y entender lo que eso implica?, —Altaír tuvo que alejar el teléfono un poquito, ya que el venado estaba gritando entre emocionado e indignado.
—Bueno, ya lo escuchaste tú mismo Yel, es lo que es, y en cuanto a tu pregunta de qué es lo que implica, bueno sé que es bastante complicado para el joven Lonesco, pero lo veo muy determinado, —los dedos pulgar e índice del león, fueron al puente de su nariz, era tan solo las dos de la tarde y se sentía como si llevara días despierto.
La voz de Yelaím se convirtió en un sonido paternal, —pero tú Altaír, ¿cómo te sientes?, a mí me preocupas tú.
Altaír sintió un nudo en la garganta, todos pensaban en lo inadecuado que era esa unión, pero no en cómo se sentía él, y la preocupación del joven y hermoso venado le conmovió, así que aclaró su garganta, —gracias por preocuparte Yelaím, yo, —Altaír respiró profundo y dejó caer su cabeza detrás del respaldo de la silla, —estoy bien, y al igual que tú, tengo muchas dudas, no sé por qué me siento tan atraído por el chiquillo ese, pero también lo odio con todo mi ser.
Yelaím suspiró con paciencia, —es tu pareja enlazada tonto.
Altaír frunció el ceño, nunca había escuchado una reacción así en las parejas, todas sentían el llamado de la unión sintiendo que eran los únicos en el planeta, o sintiendo la tranquilidad de no estar más solos, pero el odio y la atracción con tal intensidad, eso nunca, no parecía romántico y digno de una novela rosa.
—Ilumíname gran gurú, —Altaír se acomodó mejor en su silla, subiendo las piernas en su escritorio.
—¿Qué no lo leíste en los libros de biología evolucionista?, —la voz de sabelotodo de Yelaím Wodik hizo sonreír a Altaír, quien decidió que después de todo, el intenso venado era realmente un amigo, uno muy denso, pero al final, un buen amigo, —la ciencia dice que una especie de las que llamamos malditas o impías, pero que actualmente con las reformas sociales se llaman divergentes, o como ellos se denominan, radicales, se enlazan con una especie común, como las nuestras, la reacción del común es de rechazo y atracción, justo como te sucede, así que tu cambiaformas la reconoce pero le cuesta trabajo aceptar al no ser una especie convencional, pero eso cambia cuando se establece la unión, o sea cuando follan, —la voz pícara de Yelaím hizo sonreír a Altaír.
El chiflido vulgar que soltó Altaír hizo sonreír a Yelaím, a pesar de este no poder verle, —bueno creo que me has hecho recordar ese dato, aunque aún no me siento convencido, ahora dime, ¿el joven Lonesco se siente afectado en algo por esta atracción?
—No, a diferencia de ti, él sabe y está muy seguro de su atracción por ti, así que la batalla es tuya Altaír, será posesivo y territorial, sabes que cuando tienes a tu pareja nos volvemos territoriales y salvajes en el más primitivo sentido.
Altaír suspiró largo y cansado, —bueno, esto se va al carajo muy rápido.
Yelaím soltó una risita, —no para él, eso es seguro, bueno jefe, solo quería saber cómo estás y ya obtuve mi respuesta, debo dejarte, mi turno ya está al empezar, si necesitas clases de biología o un hombro para desahogarte, me llamas.
Altaír estaba seguro de que esa no sería la última vez que platicaría de forma íntima con el bello venado.
Su padre llamó ya entrada la noche, por supuesto que Marlo Dunhill no se quedaría sin hacerle frente, por desgracia para él, Altaír estaba anunciando que apenas llegase a la manada Renning visitaría a las oficinas de Dunhill Enterprise y el vuelo de su padre despegaría en cualquier momento igual, esa era una maldita pesadilla.
—Señor, el alfa Lonesco desea verle, —la suave voz de su asistente le hizo saber a Altaír que ya no tenía tiempo de huir a otro planeta o ponerse el saco del traje, así que se acomodó la corbata y se alisó el chaleco que iba a juego con su traje de tres piezas, decidió que sus mangas continuarían arremangadas.
—Déjalo pasar por favor y no nos interrumpas, —Altaír miró por la ventana deseando que toda esta locura sucediera en un universo paralelo, pero la realidad le sentaba como una roca en el estómago, sabía que el joven alfa se daría cuenta de lo que había hecho Altaír.
—Sí señor, ¿desea que le envíe bocadillos?, —Altaír soltó un bufido, y con ello la cabeza le dio una merecida punzada, —no por el momento, si los necesito te aviso.
La puerta se mantuvo cerrada solo por unos segundos, antes de que Arslan Lonesco la atravesase, la amigable sonrisa que le acompañaba permanentemente se desdibujó, en su lugar una mirada filosa y unas fosas nasales se expandieron para captar el aroma que Altaír sabía estaba ahí. Tenso se acomodó en la silla, mirando cautelosamente a Ari quien se aclaró la garganta, se miraba muy joven, muy hermoso y dolido, Altaír supo sin necesidad de palabras que él había herido al muchacho, lo había humillado al llevar a otro a su cama, justo después de ser reclamado y no solo reclamado sino salvado de un incidente de talla diplomática, torpemente Altaír se puso de pie, sintiéndose en cobarde desventaja, mientras Ari caminaba lentamente cauteloso, cualquiera diría que era la pobre presa aquí, pero no era así, pues a una velocidad inhumana se desplazó hasta quedar frente al león, quien le miraba desde arriba, incierto, pues no sabía qué esperar del extraño joven frente a él.
—Veo que pasaste una buena noche, espero que lo hayas disfrutado, —la voz de Ari era segura y fría, ese muchacho estaba dolido, pero de ninguna manera permitiría ser tratado como algo insignificante.
—Por favor déjame explicarte, —Altaír sonaba culpable, miserable si se podía decir, sus ojos estaban inyectados en sangre, mientras oscuras ojeras rodeaban sus ojos.
Ari sonrió con amargura, pero sus manos tomaron del chaleco, el león, quien no esperó aquella reacción, por inercia se movió hacia adelante, probando con ello que Ari era realmente fuerte, —escúchame muy bien Altaír Dunhill, yo no soy un puto juguete, no seré una versión masculina de tu madre, soportando las correrías infieles de tu padre, —Altaír sintió las patadas verbales, esas daban directo en sus pelotas al ser consciente de que se había convertido en lo que más odiaba, —si quieres jugar ese estúpido jueguito, es tu problema, pero yo puedo anular el compromiso, me importa un bledo si estalla otro conflicto diplomático por tu estupidez, pero no soy el juguete de nadie y me niego a estar con alguien que no puede ser capaz de mantener su palabra o su polla en su lugar, —el rostro de Ari estaba bellamente enrojecido, esos intensos ojos le miraban enloquecidos, sus labios carnosos parecían mordibles, y su negro cabello era una tentación para jalar de él, pero no era el momento de comportarse o más bien seguir portándose como un estúpido.
Tragando de forma frenética Altaír suspiró, —lo siento, yo, no he querido herirte o insultarte, —la sumisión de Altaír en otro escenario hubiera sido deliciosa, pero no ahora. Ari se veía realmente furioso y con muy justa razón.
Las manos de Ari soltaron abruptamente a Altaír quien se balanceó a punto de caer de culo, mientras se pasaba los dedos por los negros cabellos, Altaír se fijó en los ojos tan rojos llenos de justa ira, tan extraños, tan hermosos, y el corazón le dolió, le dolió mucho, pues tenía la oportunidad de construir algo bello, algo suyo, solo que su estupidez era mayor que cualquier cosa y sin pensarlo su maldita boca tomó el control de la situación, sonrió de lado como si todo aquello no tuviera importancia, como si ver el dolor y la vergüenza en aquel bello rostro no le estuviera rasgando el alma.
—Lo siento querido, pero, —las manos de Altaír se acomodaron de forma despectiva en el arrugado chaleco, como si estuviera perdiendo el tiempo con Ari, su mirada era dura, estaba siendo un gran pendejo y lo sabía muy bien, pero era un tren que ya no podía detener, —si quieres tenerme, tendrás que conquistarme.
Ari ensanchó las fosas de furia, su mirada era brillante, casi salvaje, sus dos manos descansaron en su cintura, su cabeza miró arriba, al techo ornamentado, mientras sus ojos se cerraban fuertemente, a la vez que un lento suspiro dejaba su cuerpo, al abrir sus ojos, estos ya no brillaban, se veían, apagados, como si la vida ya no estuviera ahí, la voz de Ari fue determinante, su voz era inflexible y muy clara, —te equivocas querido, conquistar es un acto violento, se conquista algo que se quiere dominar y destruir, no eres un puto pedazo de tierra, yo no he querido conquistarte, quise tenerte como amigo, como compañero, a diferencia de ti reconocí a quien es mi pareja y hubiera prefiero formar un vínculo, una relación, ese fue mi modelo, —Ari sonrió con amargura mientras sus cabellos se movían junto con la negativa de su cabeza, se acercó hasta Altaír y depositó un beso en el duro pecho, Altaír apretó la mandíbula, sus manos picaban por tomar a ese chiquillo del cuello y enterrar su rostro en ese pequeño espacio, mientras lloraba de vergüenza, se arrodillaría y suplicaría. Pero no lo hizo, se mantuvo inmóvil, y en silencio.
—Te libero Altaír Dunhill, te libero y te ofrezco una disculpa por abrumarte, —la delicada y masculina mano se posó en la mejilla de Altaír, el león sintió que aquel toque sería el último, y no le gustó la sensación de pérdida que se alojaba en su interior, —yo daré la noticia, no te preocupes, yo lo manejaré, —la pequeña y delicada mano de Ari acomodó un rubio mechón detrás de la oreja de Altaír, Altaír aspiró el aroma extraño lo aspiró sin pudor, antes de que el joven alfa girase sobre sus pies y saliera de ahí. Altaír se mantuvo en ese lugar mucho tiempo, hasta que salió del estado de shock en el que se encontraba, para después llorar, lloró como no recordaba hacerlo alguna vez en su vida, no lloraba cuando su padre le cantaba en cada oportunidad lo decepcionado que se sentía de él, no lloraba cuando se sentía con tan poco valor, como si fuera una tonta moneda de chocolate, solo un premio para algún oportunista. Y ahí estaba Ari Lonesco, aun en el momento más despreciable de Altaír, protegiéndolo del escrutinio público, salvándolo del oprobio, sabiendo que había perdido lo más hermoso que tal vez pudo tener.
Un suave golpe le sacó de su estado depresivo, la voz trémula de su asistente le anunciaba que le llamaban de servicios aéreos, era urgente, Altaír como un autómata levantó el teléfono para responder a la aerolínea. Su mundo se hacía más pequeño con cada respiración, el avión en donde viajaban sus padres había caído mar adentro, y se sospechaba que no había sobrevivientes.
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