Mi hermoso alfa
—Creo que debemos llevar nuestro asunto a otra parte, —dijo Ari con la voz ronca. Altaír besó la suave coronilla mientras algunos cabellos le hacían cosquillas. Apartó un poco a Ari, aunque león no le quedaba duda del deseo que se había manifestado en el delgado y pequeño cuerpo, pero no expondría a su amante a algo tan bochornoso, y esperó unos minutos hasta que fue seguro, escapando con cero elegancia de las pícaras rechiflas.
Ari era quien lideraba el camino, hasta que se paró en la puerta de su camarote, su duda hubiera sido tan tierna, si el deseo de Altaír no estuviera por los cielos, pero el león no presionaría, así que con todo el acopio de control, apretó suavemente el hombro del joven cambiaformas, este lo miró suplicante, aquella mirada vulnerable rompió a Altaír, era él quien había hecho a ese muchacho tan inseguro.
—Tomaré lo que me ofrezcas Ari, ni más ni menos, —Altaír sintió que era lo correcto y eso lo hizo feliz.
Ari asintió y abrió la puerta de su camarote, Altaír se disponía a irse pero la delicada mano de dedos largos lo atrapó. —Por favor no quiero estar solo, —la voz de Ari era necesitada, y apenas si se escuchaba.
Altaír le besó con reverencia mientras se abría paso en el elegante camarote, el aroma a Ari saturaba el lugar, ese aroma que en un principio le repugnaba, ahora lo aspiraba como si se tratara de una línea de cocaína, era intoxicante. Su león estaba ansioso por reclamar, quería marcar cada milímetro de piel, quería que Ari oliera a él, pero también necesitaba escuchar que Ari estaba seguro de lo que quería.
—¿Esto es lo que quieres?, Altaír miraba con intensidad a Ari, quien asintió, Altaír no tomaría eso, —dime lo que quieres, dime que es lo que deseas alfa, y yo te lo daré.
Las pupilas de Ari se dilataron y aquellos labios tentadores y jugosos se entreabrieron, — a ti, te deseo a ti, y para dejar claro su punto, Ari se acercó a Altaír quien colocó sus manos en la estrecha cadera, mientras Ari lo besaba, en un principio tímido, inseguro, pero no tardó mucho en saquear, en reclamar al león quien lo dejó hacer, hasta que hizo el movimiento de llevar al muchacho a la cama, tropezando con una silla y con la orilla de la alfombra, para después llegar hasta la cama, ahí Altaír se sentó y Ari de manera torpe se colocó a horcajadas sobre el león, este se recostó mientras las manos delgadas, blancas y torpes deshacían los botones tan estorbosos y profanos para que al final Ari desnudara a Altaír, comiéndose con los ojos aquel torso, tan sólido, tan fuerte, tan suyo. Las manos acariciaron la piel dorada y Altaír tocó la orilla de aquella elegante camisa, Ari entendió la petición y ansioso también se despojó de ella quedando igual de desnudo que el león, Altaír tragó en seco y con una habilidad digna de un dios sexual, cambió de posición, siendo ahora Ari quien se encontraba abajo, indefenso y muy excitado.
Altaír sonrió ferozmente, mientras su mirada reclamaba aquella impoluta piel, mientras bajaba la cabeza lentamente para besar sl Ari quien ahora empujaba las caderas arriba, mostrando a Altaír cuan excitado estaba, el león soltó los ajustados pantalones de Ari, llevándose en el camino la ajustada ropa interior, la cual ya tenía una mancha de humedad al frente, Altaír sabía que estaba igual, y de igual forma se deshizo de sus malditos pantalones que de manera injusta se le enredaron el las piernas, haciéndole parecer un tonto cachorro cachondo.
Pero no perdió el entusiasmo, así que bajó otra vez la cabeza para chupar el cuello de Ari que de manera extrañamente sumisa ladeó el cuello,
—¿Me vas a marcar, alfa?, —Altaír recordó como vagamente lo que Yelaím le había dicho, que quien marcaba primero en el caso de los cambiaformas divergentes eran ellos, era parte de su naturaleza, eso pareció encender más al león que ya sentía su polla como una barra de hierro, dolorosa y dura.
Ari desenfocado, como quien está volando alto mostró un pequeño par de colmillitos, Altaír se sentía mareado, seguramente porque toda su sangre ya estaba en su verga.
Entonces Altaír besó aquel cuello, dejando obscenas marcas rojas en cuello, pezones, mordiendo, chupando, mojando cada parte de esa suave piel, hasta que llegó a la hermosa polla que se curvaba hacia el estómago de Ari, sin darle tiempo al muchacho para reaccionar, Altaír se llevó la esponjosa cabeza, y el sabor salado y amargo del liquido preseminal explotó en su boca, supo que sería adicto a aquel sabor, mientras Ari gemía, gemía como un poseso y las suaves manos blancas se aferraron al cabello de Altaír, quien chupó más y más hasta que esa exuberante polla tocó su garganta.
—Por favor Altaír, por favor, —Altaír se sintió poderoso quería ya hundirse en aquel hermoso cuerpo, sabía que no se iba a decepcionar, así que con renuencia dejó la muy muy húmeda polla y con voz ronca le ordenó a Ari, —montame alfa, será más fácil para ti.
Ari se colocó a horcajadas sobre Altaír, y lo tomó por las muñecas, ¡ahí estaba el alfa fuerte!, el también depredador, —si te marco no habrá vuelta atrás león, la voz de Arslan era ronca, sibilante, excitada, Altaír sonrió de lado con esa sonrisa cínica, —no te voy a detener alfa.
El animal interno de Arslan quería transformarse y volar de felicidad, pero en cambio besó a Altaír de manera posesiva, hasta que la sangre de Altaír saturó a Ari, el cual sin cuidado embarró en el cuello del león, quien empujaba su dura y larga polla en el culo de Ari, deseando abrirse camino.
Ari se colocó en posición y poco a poco se hundió en aquel largo miembro, disfrutando de la invasión milímetro a milímetro, sabiendo que su león era el primero y el único, Altaír por su parte quería empujar de golpe y disfrutar ya de esa estrechez enloquecedora, pero le daría a su alfa la oportunidad de ser él quien marcara el ritmo, sabiendo que esa estrechez, era por ser primerizo, eso lo hizo rugir de orgullo un tanto primitivo.
—Tómalo todo alfa, sienteme en cada rincón de ti, —Altaír susurraba palabras sucias, mientras Ari brillaba como un faro con cada palabra, lo que incentivó a Altaír, —te ves hermoso montando mi verga, ahí es donde perteneces, —el león tuvo que suprimir un grito al sentir las suaves nalgas por fin asentarse con determinación en su pubis, le daría a su alfa unos segundos para que se acostumbre, aunque le estaba costando todo su autocontrol para no empezar a empujar como deseaba.
Ari fue quien de manera controlada empezó a subir y a bajar, despacio, se sentía tan bien, tan perfecto, que quería guardar ese momento, quería recordar su primera vez con el amor de su vida, con su pareja eterna, sus ojos recorrieron el rostro de Altaír, quien tenía el ceño fruncido y los ojos entrecerrados, y aquella boca que podía decir obscenidades que ponían a Ari aún más caliente, estaba entreabierta, y en algún momento la húmeda y roja lengua salió para lamerlos, las manos del león estaban quietas, sosteniendo las estrechas caderas, era perfecto aquel hermoso momento, y Ari se sintió libre y feliz, entonces confiado y una vez que su cuerpo se adaptó, empezó el sube y baja mientras sus labios besaban el duro torso.
Ari mostró los colmillos y Altaír sintió la electricidad recorrer su cuerpo, estaba listo para ser reclamado, estaba listo para hacer su propia familia, para vivir y servir en su nueva manada, a lado de su alfa.
Arslan Lonesco besó de manera húmeda aquella garganta, mientras la polla de Altaír lo llenaba hasta un grado que no creía posible, ambos ya sentían cerca su orgasmo, Ari de manera instintiva mordió el cuello de Altaír, justo cuando el orgasmo del león lo demolió como una bola de cañón, el cuerpo de Altaír tembló y su respiración se hizo pesada y aquellos ojos le miraban con adoración, como si Arslan fuera el ser más extraordinario y se sintió el dueño del mundo.
Altaír suspiró mientras fuego líquido se enredaba en su piel, haciendo de aquel momento algo confuso y correcto, doloroso pero que le daba una funesta paz como si estuviera muriendo, pero también empezaba a vivir, y al cerrar los ojos pudo sentir a su pareja, pudo sentir esa sincronía única, eran uno y a la vez no, pero definitivamente estaba enlazado a su alfa, su sangre cantaba una melodía que se igualaba a la de Ari quien de la manera más seductora se lamía los labios y lo miraba como nadie jamás lo había hecho.
—Soy tuyo alfa, hasta que exhale mi último aliento y mi corazón deje de latir, soy tuyo para amarte, para protegerte, para servirte, — atrajó la pequeña cabeza y besó aquellos labios pecaminosamente rojos, mientras probaba su sangre en ellos, sintiéndose por primera vez en casa.
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